lunes, 8 de abril de 2019

Si el pasado no vuelve, será que nunca se fue (cuento) - Martín Rabezzana


El séptimo arte

  
   Los cinematógrafos de barrio (que por algún motivo extraño son actualmente llamados "salas de cine") fueron perdiendo clientela a principios de los noventa por culpa de la competencia de las grandes cadenas de salas dispuestas en centros comerciales, lo cual aprovecharon los evangelistas ya que al tales negocios llegar a la bancarrota, el precio de venta de los mismos no era alto y empezaron entonces a comprarlos para realizar allí sus reuniones; esto es algo muy conocido, lo que no lo es tanto es el hecho de que, un par de décadas después, por la crisis económica muchas de esas salas empezaron a ser usadas de nuevo como cinematógrafos ya que sus dueños se las empezaron a alquilar a tiempo parcial a empresarios del cine para exhibir sus películas, y en algunos casos el éxito fue tal, que se llegó al punto de que dichas salas empezaron a funcionar con esa finalidad a tiempo completo como lo hacían antiguamente. Es decir, actualmente se puede ir a ver películas en funciones continuadas por un precio módico; las mismas son locales y extranjeras y son actuales y antiguas; tienen la particularidad de no ser de grandes productoras, por lo que no son películas de las llamadas "comerciales", de serlo, estas salas no podrían funcionar ya que sería muy caro en materia de pago de derechos a las productoras por cada exhibición, y esto no pasa con las productoras chicas ya que no reclaman pago por la reproducción repetida de sus películas.
   Este fenómeno de películas no comerciales y en gran medida, antiguas, es raro pero lógico si uno entiende que todo va y viene, por lo que nada llega para quedarse definitivamente ni nada se va para no volver. La cuestión es que en dichas salas (existentes primero en el GLORIOSO GBA SUR -Magdalena del Buen Ayre- y en actual expansión hacia el resto del país) vi cualquier cantidad de películas de las que no hay registro alguno en internet ya que muchas de ellas nunca se habían estrenado no sólo en Argentina, sino tampoco (en el caso de películas extranjeras) en sus países de origen.
   La otra vez vi una en blanco y negro llamada "Alvalhaziv" que me pareció la mejor película de la historia; era de quién sabe dónde y estaba hablada en vaya uno a saber qué idioma, y no fue la única película extraordinaria que en esas salas vi, ya que fueron muchas, por lo que me di cuenta de que esa gran verdad de que "la mejor literatura de la historia no se publicó nunca", ya que poquísimos escritores llegan a publicar, también se aplica al cine dado que muchas de las mejores películas de la historia, en su momento no se llegaron a estrenar, seguramente por ser de productoras chicas, lo cual lleva a suponer que las productoras grandes sabotearon su estreno por sentir que eran una amenaza para sus intereses comerciales, y esto es algo gravísimo ya que el arte no es una frivolidad. Es algo que puede hacer a la vida soportable, por lo que sabotear a sus mejores creaciones, disminuyendo así la calidad de vida de sus potenciales consumidores, puede ser sensatamente considerado como imperdonable.

El número vivo

   Una tarde/noche fui solo a ver películas en una sala llena a una función continuada; la primera película era buenísima y era de procedencia y fecha, desconocidas;… Fue realmente increíble para mí, que para principios de la década del 2010 empecé a sentir que ya lo había visto todo y que el cine como forma de arte ya había cumplido su ciclo (por lo que estaba resignado a nunca más ver una película que me conmoviera), encontrar toda clase de obras cinematográficas de enorme calidad, originales, literalmente conmovedoras y además: desconocidas.
   Tras terminar la película tuvo lugar algo que no había visto en mis pasos previos por el cine; se trataba de uno de esos llamados "números vivos" que eran actuaciones artísticas de corta duración que se sucedían durante los intervalos de películas en los cinematógrafos de la década del cuarenta (y también de la siguiente) en las que se presentaban músicos, bailarines y hasta magos; en este caso la actuación fue la de un cantor de tango junto a dos guitarristas; algunas personas los silbaron porque querían que la película empezara rápido y yo no lo entendí, no sólo porque a mí me gusta el tango y la interpretación que hicieron los músicos fue notable, sino además porque me pareció brillante la idea de los dueños de la sala de darle lugar a tales números y darnos la sensación a los clientes de que al entrar al cine viajábamos al pasado, y por sentir que en la actualidad TODO en la vida es repetido y, por consiguiente, "fotocopia" de algo ya ocurrido, ir al pasado sería como recobrar "el original de la vida", y con esto, el sentido de la misma.
  Tras terminar su actuación, los músicos se dirigieron a la salida; yo me levanté apuradamente de mi butaca y fui tras ellos para saludarlos; cuando los llamé, detuvieron su marcha y pude felicitarlos por su excelente actuación; le dije al cantor, que era un morocho trajeado y peinado a la gomina:
   -¡Sos igual a Héctor Palacios! Tanto estéticamente como a nivel vocal.
   El cantor me miró extrañado pero nada dijo; yo proseguí diciendo:
   -Te felicito por tan lograda imitación –y dirigiéndome a los músicos, dije: -y a ustedes también, muchachos.
   El cantor me dijo:
   -¡Gracias por tus palabras, che! –y siguieron su camino hacia la salida.
   Mientras se iban me pareció escuchar al cantor reírse en voz baja y decirle a sus músicos que él no era imitador.

La desconocida conocida

   La segunda película empezó y parecía estar buena, pero no pude prestarle mucha atención porque una mujer que yo no conocía se sentó a mi lado y sin decirme nada, me tomó de una mano; al verla yo re "flasheé" porque estaba bárbara; no dije nada porque asumí que se había equivocado de persona y que al darse cuenta de su error, me soltaría, por lo que haciendo silencio quise prolongar lo más posible ese contacto tan agradable, pero fue que mientras la miraba de reojo, recordé que se llamaba Mercedes y me vino a la mente el día en que la conocí allá por 1942, y era raro porque yo no había nacido todavía, sin embargo las imágenes y sentimientos que empecé a ver y experimentar, no los sentía como ilusorios, sino como recuerdos propios; recordé como durante nuestra segunda salida, mientras la llevaba en mi auto hasta su casa, ella me decía que no aguantaba más lo caliente que estaba y me pedía que cuanto antes le chupara la concha; recordé el día en que nos casamos y recordé también haber soñado una vida solitaria en un futuro lejano lleno de un confort en aumento paralelamente a la miseria emocional y al aburrimiento; de ese lugar quería escapar, es decir, empecé a sentir que lo que hasta segundos atrás consideraba mi vida real, había sido (por suerte) sólo un sueño, pero nada de esto le dije a la que para ese momento ya sabía mi esposa ya que era demasiado raro y difícil de explicar.
   Cuando la película terminó, comimos en un bar automático y… (ah,sí; tengo que explicarte a vos, persona del siglo veintiuno, qué es un bar automático; era un tipo de establecimiento de comidas y bebidas existente hasta finales de los años cuarenta en el que no había mozos pero tampoco era un autoservicio como los de ahora; había un panel conformado por ventanas en las que estaban escritos los nombres y precios de las comidas y las bebidas y tenían una abertura para que uno pasara la plata; tras lo cual un empleado del otro lado levantaba la ventanita y suministraba la comida y la bebida seleccionadas por el cliente que, por su cuenta, las llevaba hasta una mesa; esto evitaba el muchas veces despreciado –y en la era de internet, anhelado- contacto humano, ya que no había necesidad de hablar con nadie para acceder a la comida y la bebida)… después volvimos en tranvía a casa. Hicimos el amor y nos dormimos; ambos éramos felices.
   Al día siguiente me desperté y busqué a Mercedes, pero no estaba; estaba yo solo en mi cama en la segunda década de los años 2000 y, por sentir que la vida feliz que hasta hacía momentos atrás era para mí, realidad, no había sido más que un sueño, maldije a esta vida de mierda, a este tiempo de mierda, a esta realidad de mierda y a toda esta podredumbre anímica y espiritual (también de mierda) que parece envolvernos a TODOS y a TODO… …Yo quería estar en aquellos tiempos y con esa mujer que, entre otras cosas (con las mismas palabras que lo transcribo), me había tan ansiosamente pedido que le chupara la concha, y no sólo la ya contada segunda vez que salimos, sino TODOS LOS DÍAS, y yo quería volver no sólo para chuparle la concha (si bien era uno de los motivos principales), sino también para realizarme a nivel personal y espiritual, lo cual no creía posible lograr en este tiempo.
   Me consideré muy desafortunado por haber soñado una felicidad que, por en este tiempo y en esta vida estarme vedada, me es solamente alcanzable en sueños, no obstante, deseé con toda el alma volver a soñarla.

Sueño/Realidad/Realidad/Sueño

   En las semanas posteriores al sueño de felicidad, volví a ir al cine y nada extraordinario ocurrió, pero un día, cuando ya estaba resignado a que nada así ocurriera, sí ocurrió: mientras esperaba que empezara una película empecé a notar que la pintura de las paredes cambiaba de color; las butacas también empezaron a cambiar así como mi ropa que pasó de ser propia del siglo veintiuno, a la usada en zonas urbanas en la década del cuarenta del siglo veinte, y lo mismo pasó con la ropa del resto del público, y lo más importante: en la butaca vacía de mi derecha apareció mi esposa y recobré entonces mi felicidad perdida.
   Al verla, la besé, la abracé y entonces sí le conté el sueño repetido que había tenido. Ella se sorprendió y me dijo que había soñado algo parecido, o sea, me dijo que varias veces había soñado que pertenecía a un futuro extremadamente absurdo y aburrido (que sería el de aproximadamente el año 2019) en el que se sentía sola y que por lo vívido de la experiencia onírica, al estar despierta no lograba distinguir al sueño de la realidad; después me relató el cuento taoísta que habla de una persona que se duerme y sueña que es una mariposa, después se despierta y toma conciencia de que es una persona, pero entonces empieza a dudar de si no sigue siendo una mariposa que ahora sueña que es una persona…

Dos vidas

   Me pasa seguido todo esto de ir y volver en el tiempo y vivir dos vidas distintas en distintas épocas: una feliz y otra infeliz (a mi esposa también)… …Sospecho que, aunque no todos lo adviertan (ya que la mayoría no recuerda lo que sueña), esto le pasa a TODOS.
   Ya no sé cuál estado es el del sueño ni cuál el de la vigilia; no tengo ni idea de qué es real y qué no lo es, de lo único que estoy seguro es de que el cantor de tango que vi en el cine aquella noche, no era un imitador del gran Héctor Palacios. Era él nomás.

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