viernes, 10 de noviembre de 2017

Noel (cuento) - Martín Rabezzana



   La única novia en serio que tuve en mi vida se llamaba Noel (María Noel).
   Ella me arrastró a su positiva negatividad cuya intensidad fue tal, que no puedo evitar tenerla presente cual si aún estuviera conmigo.
   Tras un tiempo de dolorosa felicidad, me dejó. Poco después me dijeron que se había suicidado; tenía veintitrés años.
   Era una chica muy rara; estaba por momentos increíblemente alegre, se reía de cualquier cosa y al minuto siguiente hablaba de suicidarse; un día me dijo:
   -¿Cómo podés estar conmigo? ¡Soy horrible!
   -¡No! ¡Sos hermosa! -dije yo.
   -Sé que le gusto a los hombres, pero yo no te hablo de eso, sino de lo que soy como persona... ...Tendrían que haberme abortado.
   Ese autodesprecio la llevó a ser adicta a la cocaína; ella quería que yo tomara también, pero si bien siempre me interesaron las drogas, no era algo que quisiera compartir con ella; un día le tiré la droga y me dejó de hablar por semanas; nunca más volví a intentar algo así. Seguí viendo como se destruía delante de mí sin decir nada.
   Un día mientras tomaba cocaína le empezó a sangrar la nariz. Yo tomé papel higiénico e intenté detener el sangrado. La sangre era demasiada y me empapó la mano.
   La conocí una tarde de 1998; yo iba a las escuelas secundarias a la hora de la salida a tratar de levantarme minas. Un día de mayo la vi; era una hermosa chica de diecisiete años, pálida y morocha. Le dije:
   -Hola. ¿Querés hablar conmigo un rato?
   -¡Sí! -me dijo con una sonrisa.
   Caminamos durante una media hora. Hablamos de todo. Ella me encantó y creí que yo también le gustaba a ella; le pedí su número pero no me lo quiso dar.
   -Anotá el mío -le dije.
   -Bueno -me contestó.
   No volví a saber de ella por cuatro años. Un día del año 2002 me llamó por teléfono.
   -Hola, soy Noel, ¿te acordás de mí?
   -¡Sí! ¡Me acuerdo de vos! -le contesté.
   -¿Tenés algo que hacer esta tarde?
   -No.
   -¿Querés venir a mi casa?
   -¡Sí! Pero, ¿por qué me llamás después de tanto tiempo?
   -Te dije que te iba a llamar y como ves: cumplí. ¡Mejor tarde que nunca! No tengo a nadie con quien hablar; ¿venís o no?
   Le dije que sí y me dirigí a su casa.
   Ella era toda una mujer; trabajaba y vivía sola. Yo en cambio aún llevaba una vida más de adolescente que de adulto.
   Hablamos cerca de una hora, de pronto se calló y me besó. En ese momento empezó mi relación con ella.
   No era una chica fácil, me lo dio a entender ese mismo día; semanas después tuvimos relaciones.
   Ella era muy popular, tenía muchos amigos, tenía buena onda con todos. Era imposible para cualquier hombre que gustara de las mujeres no quererla; yo era consciente de que tenía la clase de novia que la mayoría sueña con tener y no tiene siquiera una vez en la vida.
   Una vez estábamos borrachos (yo escabiaba a morir en esos días) y ella tomó una botella, la rompió contra el suelo y empezó a cortarse, yo agarré el vidrio y lo tiré al piso.
   -¡¿Qué hacés?!
   -Me tranquiliza -me contestó calmadamente.
   Hay un nombre para eso que la llevaba a lastimarse así pero no lo conocía entonces, sólo sabía que la chica a la que quería gustaba de hacerse daño a sí misma.
   Ella y yo realizábamos salidas comunes a lugares comunes y su sola presencia volvía a la situación más ordinaria, extraordinaria; la idea a la que siempre había despreciado de tener una vida normal compuesta de los simples lujos de la gente más simple ya no me parecía propia de personas limitadas o fracasadas, sino realizadas, por lo que dejé de despreciarla y empecé a anhelar tenerla con ella.
   La historia entre nosotros siguió teniendo lugar con la intensidad propia de lo que llega para no quedarse más que en los recuerdos más presentes que el mismo presente; el poder de una positividad efímera es muchas veces mayor que el de un pasar positivo sostenido a través de años; esa esencia cálida y sufrida que ella tenía me envolvió de tal forma, que hasta hoy sigo esperando volverla a encontrar en otra mujer, y en esto no se puede más que esperar ya que no se trata de algo que uno pueda encontrar al buscar, sino de una cosa que llega como una aparición divina procedente de lo más íntimamente deseado por un espíritu sufriente.

   Un día estábamos en su casa y sentí que la intensidad de lo con ella vivido era demasiada como para ser duradera, por lo que estaba seguro de que se acercaba algo que nunca habría querido que tuviera lugar; su expresión presentaba un halo de dolorosa bondad; hablaba cual si intentara encontrar respuestas a sus preguntas en las propias palabras; estaba evidentemente triste y tras un par de horas de incomprensión de mi parte, le pregunté:
   -¿Cómo puedo ayudarte?
   -Nadie puede ayudarme. Vos podés quererme y estar conmigo pero mi futuro es el suicidio... ...Va a ser mejor que la cortemos acá.
   Ella me estaba rompiendo el corazón; había en su mirar una profunda claridad que denotaba lo pensado de sus palabras; no había en las mismas siquiera un atisbo de visceralidad que me hiciera sentir que había la más mínima posibilidad de hacerla revertir su decisión de dejarme, por lo que me limité a decirle con resignación lo más positivo y a la vez menos poderoso que le pude decir:
   -¡Yo te amo, Noe!
   -Yo también te amo, pero no puedo cambiar.
   Me besó con la profunda compasión propia de quien quiere reparar un daño causado; me acarició y tras unos segundos en que nos miramos en silencio, me fui.
   Tres semanas después estaba muerta.

   Ella fue la criatura más hermosa que conocí en mi vida... Todavía la extraño.

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