jueves, 8 de junio de 2017

En la placita de por ahí (cuento) - Martín Rabezzana


   En una placita de por ahí, la mina le pasó un mate y él lo tomó, tras lo cual, con claridad y firmeza en la voz, sentenció:
   -El grado de éxito y de fracaso de una persona se puede medir en base a la cantidad de anécdotas vividas que tenga dignas de ser contadas en una reunión.
   Ella lo miró unos segundos en silencio y después le dijo:
   -Tiene sentido, pero me habías dicho que el grado de éxito y de fracaso de una persona se puede medir en base a la frecuencia con que se queja… entonces; ¿cómo es?
   Él la miró y se dio cuenta de que tal concepto que había olvidado también era sensato; le dijo:
   -Ah, ssssseee;… me parece que esto último lo tengo que modificar…. Ahora me parece que lo que se puede medir en base a la frecuencia con que uno se queja es el grado de bienestar y de malestar que experimenta, ya que el éxito personal, para mí va por el lado de "vivir" en el sentido no literal, y cosa tal implica pasar por cosas buenas y malas ya que las malas experiencias también forman parte de una vida bien vivida, y una vida exitosa es una vida bien vivida.
   ¡La puta madre! ¡Tenía respuesta para todo! Pero… ¿de qué carajo le servía? No lo ayudaba en nada a tener una vida bien vivida, de hecho, hacía ya mucho había advertido que el desarrollo intelectual que se sucede con la formación cultural no sólo no mejora la calidad humana y que hasta la empeora, sino además que los grandes razonamientos intelectuales proceden del fracaso del no vivir, y esto no todos lo advierten ya que es común que haya quienes se jacten de su intelecto y menosprecien a quienes son supuestamente subdesarrollados en ese aspecto sin darse cuenta de que al hacer eso están exponiendo una pobreza de vivencias que los muestra como personas fracasadas, y alguien que en su vida fracasa, ¿de quién se puede burlar?...  Vanagloriarse de haber leído en vez de hacerlo por haber vivido, es ridículo, y esto es común que lo hagan quienes se consideran intelectuales… ...Por lo ya expuesto digo que los intelectuales, salvo casos excepcionales, son personas fracasadas, por lo que jactarse de ser intelectual es básicamente jactarse de ser un forro.
   El silencio es lo que siguió y su conciencia de que todos esos razonamientos intelectuales eran inútiles y lo mejor era suspenderlos.

   Se sirvió otro mate y lo tomó, después, en silencio saludó a la mujer con la mano y ella respondió de igual forma, tras lo cual, se levantó y se fue de la placita.

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