En un área rural
tucumana, cinco soldados conscriptos fueron enviados a conseguir leña
una tarde-noche de invierno a un área boscosa relativamente lejana
de donde estaba su campamento militar móvil; tras un rato de hachar y haber juntado una buena
cantidad de la misma, la llevaron hasta el campamento en
varios viajes; tras uno de ellos, uno de los soldados, preguntó:
-¿Queda más
leña por traer?
-Queda un poco
más -le respondió un compañero.
-Bueno, vamos a
buscarla.
-No hace falta
que vaya más de uno; dejá que voy yo -dijo el conscripto Elías
Forza.
Y se fue solo
hacia el bosque en busca de la leña; una vez en el mismo, empezó a
levantarla y ponerla en un canasto; en eso escuchó un ruido que
supuso producido por un animal, por lo cual, sacó el hacha que
estaba en el canasto y con mucha aprensión, ya que pensó que podría
tratarse de un puma en busca de comida, miró detrás de varios
árboles y nada vio, entonces volvió hacia donde estaba la leña e
inmediatamente volvió a escuchar ruidos que lo llevaron a volver a
inspeccionar el área, dado que si bien tenía miedo de ser atacado
por uno de esos grandes felinos, del ataque tener lugar, prefería
que fuera de frente y no por la espalda, debido a que en este último
caso, no tendría posibilidades de defenderse.
El joven, hacha
en mano (su fusil había quedado en el campamento), se acercó hasta
cierto árbol desde cuya parte posterior, procedían los ruidos, y
enorme fue su sorpresa cuando vio a una mujer vistiendo ropa militar,
sentada contra el mismo; tenía una herida de bala en una pierna.
Al ver al
soldado, la mujer, resignadamente le dijo:
-Matame.
El joven, viendo
a la combatiente en estado de indefensión, bajó su hacha y se quedó
frente a ella en silencio unos segundos sin saber qué hacer ni qué
decir; entonces, por saber que si sus compañeros la veían, deberían
informárselo a su superior, y tras esto ocurrir, sería
conducida a “La Escuelita”, en donde sería violada, torturada,
asesinada y hecha desaparecer, le dijo que si se quedaba ahí, podría ser encontrada por sus
compañeros que, de él tardar mucho, volverían al área para
buscarlo y estaría perdida; por eso le propuso esconderse en otro
lugar del bosque; ella estuvo de acuerdo y así fue que la ayudó a
levantarse y fueron hacia otra parte; habiendo llegado a cierto
lugar, el soldado ayudó a la mujer a sentarse contra otro árbol, se
sacó la camisa, rompió un pedazo de la misma y realizó lo poco que
podía hacer por ella, que fue apretar con la tela, su pierna que
sangraba, en un intento de detener el sangramiento.
El soldado la
miró pensando lo obvio, que es que esa persona a la que estaba
ayudando, era alguien que, en otro momento, no dudaría en abrir
fuego en su contra, de ahí la duda sobre si estaba haciendo bien al
ayudarla, pero también pensó que el bando al que él, por
imposición legal, en ese momento pertenecía (el ejército), estaba
liderado por asesinos impiadosos que trataban a los soldados como a
esclavos que ningún respeto merecían y a quienes no dudaban en
golpear, torturar o matar, por faltas menores o incluso,
inexistentes, y supo entonces que ese bando que decían que era el
suyo, no lo era en absoluto, de ahí que fuera tan ajeno al ejército
oficial y a su causa, como al irregular del que la mujer, era parte.
Tras mirar con
pena la pierna herida de la joven, Elías le preguntó:
-¿Cómo pasó?
Ella respondió:
-Hace unas horas,
a unos kilómetros de acá, nos enfrentamos con milicos; tu ejército
mató a casi todos mis compañeros; éramos nueve; tres de nosotros,
tras habérsenos terminado la munición, nos rendimos; desde la
distancia levantamos las manos y un capitán le ordenó a unos veinte
conscriptos, dispararnos; ellos, primero se negaron, aduciendo que no
podían hacerlo porque nos habíamos rendido, pero ante la
insistencia agresiva de su superior, finalmente lo hicieron, y todos
erraron;… el milico se dio cuenta de que habían errado a
propósito, y se puso furioso; nosotros salimos corriendo pero el
capitán le sacó el FAL (1) a un conscripto y disparó; dos de mis
compañeros, cayeron… asumo que murieron, y a mí, me hirió en una
pierna, pero en el momento no sentí la herida y pude seguir
corriendo durante algunos minutos; me metí en el bosque y el milico
me persiguió hasta ahí; en determinado momento no pude más, me
tiré al piso y me quedé inmóvil; el capitán me buscó durante
varios minutos; llegó a pasar cerca de donde yo estaba, pero no me
vio y finalmente se fue, y yo, que ya empezaba a sentir el dolor en
la pierna, empecé a caminar lo más rápido que pude; poco después
tuve que bajar la velocidad y finalmente me arrastré hasta llegar
hasta acá.
El soldado le
preguntó:
-¿Y ahora?…
¿cómo va a seguir tu historia?
-Ahora… sólo
me queda esperar que otros de mis compañeros, pasen por acá… siempre nos
estamos desplazando, así que, seguramente a la madrugada, a más
tardar, van a pasar por esta área y me van a rescatar; los milicos
no van a venir, porque prefieren esperar a que vayamos a la ciudad en
busca de comida; ahí nos agarran casi siempre, pero ahora, ya casi
que no me preocupo por mí, porque lo mío, es lo de menos; me
preocupo por vos… ...Estás prestándole ayuda a una combatiente
revolucionaria marxista;… vos sí que estás en problemas, pibe…
te compadezco.
Entonces el
joven, con un dejo de enojo en la voz, rápidamente dijo:
-¿Yo te
preocupo? ¡Claro!... porque vos estás en una situación
privilegiada, ¿o no?… ¡Estás tomando un Daiquiri sentada en una
reposera en una playa del Caribe! ¡Y acá estoy yo para
apantallarte!
Un silencio de
algunos segundos fue lo que siguió, después ella empezó a reírse
y también él; fue entonces que las diferencias que desde la
distancia, ambos creían entre ellos, inconciliables,
se deshicieron por completo haciéndolos sentir que siempre habían
sido ilusorias.
Segundos después,
la mujer, que era apenas unos años mayor que el soldado, le preguntó:
-¿Cómo te
llamás?
-Elías. Elías
Forza. ¿Y vos?
-Luz -respondió,
transgrediendo las normas de seguridad impuestas por su agrupación,
que disponían que cada uno de sus miembros usara un alias, ya que el
nombre con que se identificó, era el verdadero.
Después, ella lo
tomó de una mano y le dijo:
-Acercate
-Entonces el joven se sentó junto a ella y ella le dijo: -“Forza”,
me dijiste que es tu apellido, ¿no?
El soldado
asintió con la cabeza.
-Significa
“fuerza”, en italiano, ¿no?
-Sí.
Y tras unos
momentos, la joven dijo:
-Luz y Fuerza.
Segundos después,
Luz apoyó su cabeza contra el hombro del conscripto y tras abrazarlo, le
dijo:
-Gracias Elías
-sin intuir la conmoción total que en el joven, estaba provocando,
que quedaría grabada a fuego en la memoria de su alma.
Contextualizaicón histórica
El llamado: “Operativo Independencia”, ocurrido entre los años 1975 y 1976, tuvo origen en la intención del gobierno de María Estela Martínez de Perón, de erradicar al foco guerrillero del ERP (2), que se había adentrado en el monte tucumano con el objetivo de afianzarse mediante el apoyo de la población, fortalecerse y crear una zona reconocida internacionalmente como libre del estado argentino, y pudieran así sus integrantes, acceder al poder político; tal objetivo fue la excusa para que los guardianes del capital (Fuerzas Armadas y de “seguridad”), desplegaran acciones represivas violatorias de todo derecho humano, a gran escala, favorables al fortalecimiento del poder económico concentrado, que fue la antesala del terrorismo de estado desplegado en todo el país, a partir del golpe militar del año siguiente, cuyas víctimas, sólo fueron guerrilleras en una minoría de los casos; como prueba de esto, basta el ejemplo del centro clandestino de detención, denominado: “La escuelita de Famaillá”; en el mismo, fueron alojadas y golpeadas, torturadas, en muchos casos, violadas, en muchos casos asesinadas y en muchos casos, hechas desaparecer temporalmente, algunas, y permanentemente, otras, unas mil quinientas personas; los guerrilleros (si bien hay diferentes versiones respecto a su número), como mucho, eran unos 150, lo cual da cuenta de que, aun si todos los guerrilleros hubieran sido capturados por las autoridades y metidos en “La Escuelita” (y no fue así, ya que algunos lograron escapar y otros, fueron alojados en otros centros clandestinos de detención), como mucho, tan sólo el diez por ciento de los que pasaron por el mencionado centro clandestino, podría haber pertenecido a grupos guerrilleros; no obstante, los derechistas siguen sosteniendo que los militares argentinos libraron una “guerra” contra “terroristas subversivos”, cuando en realidad, si bien hubo enfrentamientos contra guerrilleros, lo que las Fuerzas Armadas y de “seguridad” se dedicaron mayormente a hacer, fue reprimir a la población con las excusas de que los guerrilleros se escondían en la misma y además, que quienes no eran guerrilleros, eran colaboradores de ellos; para que tal acusación validara para los milicos, el secuestro y la represión de personas, no hacía falta ninguna prueba; bastaba su propio criterio arbitrario.
Según los militares, los guerrilleros mataban a gente totalmente
inocente y constituía por eso, el foco guerrillero en el monte
tucumano, una enorme amenaza para el pueblo, a su vez, se
presentaban como los salvadores de la patria que llegaban para
proteger a la población civil; la realidad es que, si bien los
guerrilleros realizaron hechos violentos que en algunos casos,
injustificadamente dañaron a la población civil, en el caso
particular de Tucumán, lo que ocurrió fue que los partisanos
(que mayoritariamente eran del ERP y de Montoneros, pero también había algunos uruguayos
de Tupamaros, bolivianos del ELN (3) y chilenos del MIR) (4) se subieron al monte (lugar sin
población humana) y crearon diversos campamentos que desplazaban
regularmente, mientras esperaban que los militares los fueran a
buscar para enfrentarse con ellos (lo cual, en más de un año, pocas
veces pasó, ya que el grueso de los guerrilleros, fue capturado al
bajar del monte en busca de alimentos, medicamentos y otras cosas);
es decir, los guerrilleros casi no afectaron a la población civil,
mientras que los milicos, sí la afectaron, ya que la militarización
de Tucumán, derivó en que las personas fueran continuamente paradas
por la calle, obligadas a dar explicaciones de todo lo que hacían y
vigiladas día y noche; los alrededores de los centros clandestinos
de detención, eran zonas en las que se prohibía transitar después
de cierta hora, y quienes en los mismos, vivían, sufrían a diario
todo tipo de requisas humillantes; cuando salían de sus hogares,
debían decirle a los militares adónde irían, qué harían y a qué
hora volverían; incluso eran los habitantes de dichos alrededores,
mano de obra esclava de las autoridades del ejército, ya que se
hacían servir por ellos, así es que los milicos ingresaban a las
casas y ordenaban que se les hiciera de comer, se les diera de
tomar y se les lavara la ropa; los comerciantes de las áreas en que había campamentos
móviles del ejército argentino, se fundían, porque debían darle gratuitamente a los militares lo que ellos quisieran; a veces
llegaban a ordenarle a vecinos que realizaran tareas de limpieza o de
mantenimiento, en los centros clandestinos de detención, y
terminaban así, siendo testigos de la crueldad más extrema, y por
supuesto… quienes se negaban a hacer lo que se les ordenaba, la
pasaban muuuuy mal.
Los militares se sentían dueños de todo y evidenciaban un
desprecio total por el “pueblo” al que decían defender; todo
ciudadano era sospechado de ser “subversivo” y por eso, toda
persona era potencial víctima de la represión estatal. Represión
perpetrada en defensa de un sistema antiigualitario (el capitalista)
que se basa en el desarrollo de unos, a costa de la explotación de
otros; cuando empieza a haber en el sector explotado, una
organización tendiente a cambiar este estado de cosas, el sistema se
ve amenazado y para sobrevivir, reprime, y nunca reprime sólo a
quienes intentan nivelar, sino también a personas al azar, ya que
eso genera un terror general, que disminuye las posibilidades de que
más gente se sume al intento de construcción de un sistema
igualitario.
Esto que ocurrió en Argentina en los años 1970, en diferentes
medidas, tuvo lugar contemporáneamente en la mayor parte de América
y también en gran parte del resto del mundo.
Más contextualización histórica
El
término “guerra” para definir al terrorismo de estado perpetrado
por las autoridades, es
fundamental para que sus
perpetradores no se sientan
cobardes, lo cual, deberían asumir, ser, de aceptar que no es de
valientes, torturar ni
matar, a guerrilleros por ellos, capturados, que, por su condición
de tales, se encontraban en un
estado de indefensión total;
menos aún, es de valientes, el hacerle todo eso a quienes en primer
lugar, eran ajenos
a la lucha armada, y como ya expuse, ese fue el caso general que da
cuenta de que la “guerra” en que las Fuerzas Armadas actuaron en
Tucumán, durante el año ‘75, no fue tal; lo que su accionar
constituyó, fue
un despliegue de terrorismo
de estado dirigido a la
población civil general, pero sobretodo a quienes tuvieran
participación en actividades políticas de izquierda, de ayuda
social, sindicales, en
centros de estudiantes, o
simplemente expresaran desacuerdo con las autoridades; eso bastaba
para que se les aplicara el estigma de “subversivas” y se
validara que se las sometiera a lo peor; como
ya expresé: muchas veces ni
siquiera hacía falta que las personas tuvieran algo
que ver con alguna
de las cosas mencionadas para que fueran reprimidas; por ejemplo, si
en el área en el que se situaba un campo
de concentración, sus
directivos veían pasar a mujeres
que les atraían,
al mismo las
llevaban y… en fin; ese tipo de víctimas, totalmente ajenas a la
cuestión guerrillera, centro-estudiantil,
política, social y
sindical, en la cabeza de los derechistas, aún hoy es insensata y
falazmente llamada:
“subversiva”, “terrorista” o “comunista”.
El
que el accionar militar fue sólo en parte contra los guerrilleros y
mayormente, contra la población civil tucumana, queda claro en lo
que el primer general del Operativo Independencia (Vilas),
le manifestó a otro general que llegó para reemplazarlo a fines del
‘75 (Bussi): “¡General,
usted casi que no me dejó nada por hacer!”; esto expone que la
guerrilla en Tucumán, había sido prácticamente derrotada para ese
entonces, no obstante lo cual, la represión extremadamente cruenta,
continuó, ¿y hacia quién se dirigió? ¡si ya casi no quedaban
guerrilleros!
Todo
lo expuesto, ocurrió durante
ese periodo horroroso que fue el del
ya mencionado gobierno
de la CONCHUDA
DE MIERDA,
TERRORISTA DE ESTADO,
de María Estela Martínez
de Perón, injustamente impune debido a que las autoridades
judiciales del país sudopa
en el que se exilió,
niega su extradición a este
país AMERICANO,
por considerar que los delitos que se le imputan, han prescrito, por
más que no sea así de acuerdo a la legislación argentina actual,
que los considera de lesa humanidad, y por lo tanto,
imprescriptibles.
Continuidad de la historia
Elías y Luz,
hablaron durante un buen rato; él le contó que desde chico había
aprendido a trabajar la madera, que había hecho algunos trabajos de
carpintería, y que como había aprendido a tocar y construir algunos
instrumentos, tenía el proyecto de trabajar como lutier; le dijo que
las grandes marcas de instrumentos musicales, en pos de favorecer sus intereses, le pagan a las
marcas chicas para que fabriquen a propósito productos de baja calidad; le
dijo que
cuando abriera su taller y esa oferta le llegara, no la
aceptaría, y seguiría construyendo instrumentos de primera calidad,
a precios accesibles y que además, reservaría una parte de su
producción, para quienes no pudieran pagarla; ella felicitó al joven y lo
alentó a concretar ese proyecto, que se estaba demorando por el
servicio militar que por coerción estatal, estaba
realizando; por su parte, Luz le contó que había tomado clases de
actuación y que hasta había llegado a actuar en algunas obras de
teatro; le dijo que le encantaría ser actriz profesional cuando todo
lo que estaba viviendo, terminara, pero manifestó no estar segura de
poder salir de la situación en la que estaba; él le dijo:
-Es una herida
menor la que tenés; cuando lleguen tus compañeros, te van a curar y
todo esto va a quedar atrás -Y tras algunos segundos, le dijo
-Acordate de invitarme a alguna función de una obra tuya cuando seas
una estrella del teatro; ah, y también acordate de invitarme al
estreno de tus películas.
Ella se río y
dijo:
-¡Por supuesto
que sí! No me voy a olvidar -y tras algunos segundos, le dijo: -Me
parece que ya va siendo hora de que te vayas… si no, como vos
dijiste: tus compañeros te van a venir a buscar y me van a
encontrar.
Entonces Elías
dijo:
-Sí… es
verdad, pero vos no te podés quedar acá toda la noche, sin comida
ni bebida;… cuando llegue al campamento, consigo algo de comida y
agua, y en cuanto pueda, te las traigo, ¿sí?
Ella le sonrió, asintió con la cabeza, y
tras él levantarse, le dijo:
-Hasta luego
Elías.
-Hasta luego, Luz
-le fue respondido.
El soldado volvió
rápidamente hasta su campamento y justificó su tardanza ante un
suboficial, diciendo que como se había hecho de noche, se había
desorientado y que por eso había tardado tanto en encontrar el
camino de vuelta; también mintió al decirle que la
parte rota de su uniforme, se la había roto accidentalmente, al
hachar árboles; su superior, como castigo, sabiendo que tenía
conocimientos de mecánica, le ordenó trabajar durante la hora de la
cena, y hasta dos horas después de la misma, en vehículos del
ejército que tenían desperfectos; le dijo que cuando repartieran la
comida, la pusiera en una mochila y con ella fuera hasta el lugar en
que estaban estacionadas las camionetas y se pusiera a trabajar inmediatamente; así lo hizo, y ocurrió que, al rato de él llegar, apareció el suboficial y le ordenó al soldado que custodiaba esa
área, que fuera a custodiar otra, ya que en ésa en que estaban, su
compañero se quedaría un buen rato y la custodia de los vehículos, quedaría a cargo
de él; cuando el suboficial y el soldado se hubieron ido, Elías se
dirigió hacia el bosque llevando en su mochila, un vaso alto cerrado, con guiso de lentejas, pan, y una botella de agua mineral.
Una vez en el
bosque, a lo lejos vio a Luz, que permanecía en el mismo lugar en el
que la había dejado unas horas atrás; muy contento, le dijo:
-¡Te traje
comida, Luz!
Pero ella no se
movió; al notarlo, Elías empezó a caminar con temor hacia ella;
una vez frente a la chica, notó que sus ojos estaban abiertos pero
no parpadeaba; entonces dejó caer su mochila y una vez frente a
ella, se arrodilló, la tomó de una mano a la que sintió helada, y
confirmó su sospecha.
La herida de la joven se había infectado y le había causado la muerte.
Frente a la
combatiente, el soldado se mantuvo cerca de un minuto casi totalmente
inmóvil con expresión apagada; finalmente brotaron lágrimas de sus
ojos que cayeron sobre el rostro de Luz, a quien Elías besó en la
mejilla, tras decirle:
-Te quiero.
Después, con una
mano cerró los ojos de la mujer, se levantó y, totalmente
conmovido, emprendió el regreso hacia su campamento.
Elías estuvo con
Luz, poco menos de una hora, pero por la intensidad del encuentro,
sintió como si hubiera estado junto a ella, toda una vida.
(1) Fusil Automático Liviano.
(2) Ejército Revolucionario del Pueblo.
(3) Ejército de Liberación Nacional.
(4) Movimiento de
Izquierda Revolucionaria.
(2) Ejército Revolucionario del Pueblo.
(3) Ejército de Liberación Nacional.
(4) Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
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