Mi cuidadora,
que se llamaba Clarisa, parecía tenerle resentimiento a los hombres, pero a mí
me quería mucho (claro… yo todavía no era un hombre) y yo la quería mucho a
ella.
Las tardes que
pasé con Clarisa conformaron mis recuerdos más preciados; nos divertíamos mucho
juntos; me encantaba estar con ella.
Cuando se
empezaba a terminar la tarde y se acercaba la hora de su trabajo, Clarisa se maquillaba
y vestía de un modo que era desaprobado por el entorno "decente"; yo así lo
percibía pero no entendía el por qué de tal desaprobación (como no lo entiendo
tampoco ahora), y en esas tardes en que me cuidaba (a veces en mi casa y a
veces en la suya), "ella" habitualmente la visitaba y nos reíamos, jugábamos a
muchas cosas, tomábamos mate y comíamos tostadas (esto último, sólo Clarisa y
yo porque "ella" nunca quería comer nada).
A "ella" la
recuerdo grande de edad (no porque lo fuera, sino porque yo era muy chico),
pero en realidad era apenas adolescente (varios años menor que Clarisa); era
flaquita… linda… pálida… frágil… sobretodo, frágil, por eso me sorprendió sobremanera
la ira con que se expresaría (y se conduciría) públicamente años más tarde, ya
que esa forma de ser aparenta ser contraria a la fragilidad mencionada, pero en
realidad ahora entiendo que la furia agresiva es la forma que toma la debilidad
cuando está en su punto más alto, de ahí que esa "fuerza" que mostraría, no
fuera más que aparente.
A "ella", yo le
gustaba; a esa edad (tenía unos 6 años) a casi todas las mujeres le gustaba;
lamentablemente no estaba preparado entonces para recibir del sexo opuesto todas
sus bondades, y cuando crecí y finalmente lo estuve, el gusto que mayormente
las mujeres en general tenían por mí, disminuyó hasta casi desvanecerse por
completo.
A "ella" la
escuché varias veces hablar con Clarisa de cierto hombre que terminaría siendo
un mártir de la bandería (negra) de los humildes, por lo que me consta que ese "mito" que se difundió sobre su relación con él, no es tal;… es todo cierto; me
acuerdo perfectamente del día en que Clarisa le dio plata para que pudiera irse
a la capital a buscar a su amor detenido y atormentado hasta la muerte por
haber cometido el "pecado" de predicarle a los pobres contra el estado, la
burguesía, el capitalismo, la iglesia, las cárceles y los manicomios; su única
arma era la palabra y la misma bastó para que las autoridades lo consideraran
merecedor de aniquilación; a tratar de verlo y salvarlo "ella" se fue a la
capital (pudo verlo pero no salvarlo); los otros motivos que se han presentado
históricamente para explicar su decisión de irse de su pueblo, son erróneos.
Por lo recién
contado es que nunca pude entender cómo "ella" pudo posteriormente reivindicar
a los mismos que reprimieron a los libertarios de modos tan crueles como, por
ejemplo, arrojándolos vivos al Río de la Plata atados a piedras; en aquellos
años treinta, cosas así eran moneda corriente en el país así como los
fusilamientos clandestinos… …Nunca entendí cómo pudo soportar tratar con gente
que era responsable directa de la misma represión que aquel que probablemente
haya sido su único verdadero amor, sufrió; nunca entendí cómo pudo llamar "locos" a los anarquistas no sólo por todo lo ya expresado, sino además porque
ella misma llegó a sufrir (justamente por intentar rescatar a su amor) las
consecuencias de ese título tras haberle sido aplicado; tras eso ocurrir, fue
sometida a aberraciones médicas tan espantosas e injustificables como la
lobotomía;… …¿Cómo pudo olvidarse de esas cosas? Y si no las olvidó, ¿cómo pudo
justificarlas?... …La única explicación sensata a esto es que cuando tomás al
poder, el poder te toma a vos, dejás de ser quien sos y empezás a ser alguien
distinto al que hasta entonces eras; alguien totalmente contrario a quien
pretendías ser.
Sin pretender
justificarla, digo que ahora sé que sólo hiere quien está herido, de ahí que en
cada una de sus acciones lesivas contra otros, se haya ido revelando un estado
de debilidad emocional que a causa de su ejercicio del poder, no hizo más que
agravarse.
En fin… su
historia es muy conocida, por lo que ya sabrán cómo siguió cuando se fue a la
capital y cómo terminó, y respecto a Clarisa, como ya dije, ella me quería
mucho y yo la quería mucho a ella, pero entonces no lo sabía (al menos no sabía
cuánto la quería), por eso no pude llorarla cuando la mataron y recién pude
hacerlo años después, y en ese llanto acumulado había, además de dolor por su
ausencia, culpa por no haberla llorado antes.
Sé que es
egoísta de mi parte, pero por un lado siento que es mejor que Clarisa ya no
esté en este mundo porque de haber seguido acá, me habría visto llegar a grande
y seguramente se habría decepcionado (como lo estoy yo de mí mismo) por lo
insignificante que soy… …por suerte me conoció sólo en mi mejor versión.
No pienso en la
amiga de Clarisa demasiado, sólo de vez en cuando, y al recordarla mi sentir es
generalmente neutro.
A Clarisa la
recuerdo TODOS los días con mucho amor y de vez en cuando la sueño; muchas
veces me habla pero no puedo escucharla;… tal vez algún día logre entender lo
que me dice.