
Zero trabajaba
en un vivero allá por principios de los años 2000; el sueldo era bueno ya que
le pagaban en negro (aun quienes estaban en blanco solían cobrar en negro); en tiempos de crisis económica ésa es casi la única manera
de tener un trabajo no profesional bien remunerado (menos mal que todo cambió
desde entonces y ahora está todo re bien laboralmente) (y sí, fue un chiste).
Todos los
días pasaba frente al vivero un fana de Bob Marley; aun sin la remera del
cantante se lo reconocía como tal por las rastas,
la barba y el gorrito característico de los aficionados al reggae; la primera
vez que vio a Zero le dijo:
-Hola.
-Hola.
-¿Acá venden
plantas fumables?
-No, todo lo de
acá es legal (menos el sueldo que nos lo pagan en negro).
-Ah. Bueno,
chau.
-Chau.
-Chau.
Al otro día
volvió a pasar y a preguntar lo mismo y lo mismo se le respondió; a los pocos
días volvió a preguntar lo mismo y obtuvo la misma respuesta; días después
volvió y preguntó lo mismo, y presintiendo que la negativa no sería por él
aceptada (ya sea por falta de lucidez debido a su alto consumo de humo o
simplemente porque no se convencía de que fuera cierto lo que se le respondía),
ante la pregunta consabida, Zero le dijo:
-Mirá: en la
plaza de enfrente hay plantas de "…"; las de hojas blanquitas se llaman "…" y
las de hojas amarillitas se llaman "…"; podés hacer infusiones con esas hojas y
tomarlas.
El joven de las
rastas muy animadamente dijo:
-Y… ¿pegan?
-Re… pegan. Eso
sí: una clase de hojas es tan tóxica que si la tomás, te morís, la otra no; la
tomás y no te morís, y lo bueno es que son legales y gratis.
-Ajá. ¿Y cuál es
la que te mata y cuál la que no?
-Aaahh, eso no
lo sé; decímelo vos.
El joven de las
rastas asintió en silencio y sonriendo dijo:
-¡Gracias, che!
Y se fue a la
plaza a recolectar las hojas.
Desde la
distancia Zero lo miraba junto a un compañero de trabajo que había escuchado la
conversación y le dijo:
-Bueh… por lo
menos por un tiempo este no jode más.
Pasaron los días
y el pibe de las rastas no volvía a pasar por el vivero, por lo que el compañero de trabajo de Zero ya mencionado, le dijo:
-Che, me parece
que se tomó las hojas más tóxicas el pibe, por eso no pasa más por acá… Para mí
que lo mataste.
-Naaa… ¡Si fue
un chiste! ¿Cómo te vas a morir por tomarte esas plantas?
Y en parte por
sed, en parte por cambiar de tema, Zero dijo:
-¿Hay algo de
tomar?
-¡Hace calor!
¿No hay birra fría?
-No, pero hay
agua en la heladera.
Zero no
lo dudó y agarró la botella de Legui; decidió dejar el agua para cuando el
licor se acabara; mientras tomaba de la botella pensaba: "¿Y si lo maté al pibe?...
¡Nooooo!... Tenía buena onda aunque fuera bastante rompepelotas, pero nadie se
muere por tomarse una infusión de… ¿O sí?"
Pasaron varios
días más y el joven de las rastas seguía sin pasar por el vivero, por lo que el
compañero de Zero, que ya le había comentado (buchoneado, mejor dicho) al otro
empleado lo que al joven de las rastas Zero le había recomendado tomar, con
indignación le dijo:
-Me parece que
sí lo mataste con lo que le dijiste que tomara… ¿Me podés decir qué te hizo el
pobre pibe?
-Nada, y no lo
maté.
El otro empleado
dijo:
-¿Y entonces por qué no volvió a pasar por
acá? Pasaba TODOS LOS DÍAS aun antes de que vos entraras a trabajar acá.
Zero, nervioso
dijo:
-Y… lo que pasa
es que… seguramente no vuelve a pasar por acá porque... -entonces se quebró y agarrando con una y otra
mano a sus compañeros de las remeras, sollozando dijo:
-¡Tienen razón! Lo
maté, lo maté… ¡LO MATEEEEÉ! ¡Pero fue sin querer!;… Me caía bien el pobre
pibe; yo no quería matarlo, pero lo hice… …¡Soy un hijo de puta, soy un hijo de
puta… SOY UN HIJO DE P…!
Y en ese momento
fue interrumpido por la bocina de una bicicleta. Tilín-tilín; era el pibe
de las rastas que pasaba saludando efusivamente con la mano y diciendo:
-Hoolaaa chicos.
Chaaauuu.
Zero lo vio y se
re alegró; se puso en medio de la calle y mientras lo veía irse, le devolvió el
saludo agitando enérgicamente las manos y diciendo:
-¡Chaaauu piiibeeee!
Después, con
enorme y visible felicidad, empezó a decir a alto volumen con melodía musical y
acompañando sus palabras con pasos de baile:
-¡No lo maté. No
lo maté, no… lo… mateeeé!
Y no lo había
matado.
El motivo por el
cual el pibe de las rastas había dejado un tiempo de pasar frente al vivero fue
que se había ido unos días de vacaciones a la costa.
Menos mal.