miércoles, 17 de enero de 2018

Lo sacroprofano (cuento) - Martín Rabezzana


14 años después


   Ella le dijo:
   -Salgo del trabajo a las siete. Esperame en el bar de enfrente de mi local o te espero ahí yo a vos si salgo antes de que llegues.
   Él asintió y ese viernes fue hasta el centro comercial donde ella trabajaba; llegó 15 minutos antes de que la mujer saliera del trabajo y se sentó a la mesa del bar que ella le había indicado; tras salir del centro comercial irían a ver una obra de teatro en la que actuaba una amiga de ella.
   Era la primera vez que él entraba a ese lugar llamado Patio Bullrich; "Está bueno", pensó casi con culpa ya que la conciencia de las injusticias sociales le hace a uno sentir que lo único justo por expresar de un ámbito concheto es desprecio, pero su condición de lugar de acceso público y gratuito (lo cual contrasta totalmente con casi todo otro ámbito acomodado) lo excusaba en su existencia.
   Pidió un café, se lo llevaron y poco después una mujer lo tocó en el hombro, él se dio vuelta y tras levantarse de la silla, sorprendido dijo:
   -Myriam…
   -¡Hola!
   Ella le regaló su mejor sonrisa y le dio un beso; no era más la chica que había conocido, ya era una mujer y estaba más linda que nunca; ella le preguntó:
   -¿Qué hacés acá?
   -Estoy esperando a alguien, ¿y vos?
   -Vine de compras.
   Con mucha alegría él le preguntó:
   -¿Qué fue de tu vida?
   Myriam disminuyó su sonrisa por saber que lo que iba a decirle podría herirlo y le dijo:
   -Me casé y tengo dos hijos.
   Él sonrió levemente exponiendo así sin querer mucha tristeza por la noticia sobre algo que imaginaba dado que ya había llegado a la edad en que la formación de una familia era un hecho consumado entre la mayoría de sus contemporáneos; le dijo:
   -Te felicito; me alegro mucho de verte bien.
   Pero no era verdad que en ese momento sintiera alegría ya que fue un golpe a su corazón el escuchar que ella se había realizado sin él aunque él mismo lo haya honestamente así deseado; le dijo:  
   -Yo sigo soltero… no creo que alguna vez forme una familia.
   -Yo tampoco creí que formaría una familia y lo hice; por ahí a vos también se te da alguna vez.
   La mujer a la que esperaba llegó y al verlo junto a Myriam, sabiendo que nada podía reclamarle por no ser su mujer, su novia ni nada, decidió no interrumpirlos y esperó a que ella se fuera para acercarse a él.
   Siguieron hablando un poco más y Myriam dijo:
   -Bueno… me tengo que ir.
   Él le dio un beso y se abrazaron fuertemente; durante el abrazo él le dijo mentalmente: "Te amo, te-amo-te-amo-te-amo-te-amo-te-amo-te-amo-te-amo-te-amo-te-amo-te-amo-te-amo-te-amo", lo cual no había tenido oportunidad de decirle en su momento dado lo breve de su relación y tanto tiempo después habría sido inadecuado hacerlo por más ganas que tuviera de que ella lo escuchara y supiera que no sólo había amado a la chica que fue, sino que también amaba a la mujer que entonces era; ella nunca sabría lo que él le expresó durante su abrazo ni que seguía imaginando a la medianoche que se acostaba y se dormía sobre ella para después cambiar de posición y dormirse ella sobre él, como alguna vez habían acordado imaginar (tal vez ahora sí lo sepa).
   Se separaron y cuando ella se hubo alejado, la mujer a la que él esperaba se le acercó y lo saludó con un beso, después le preguntó:
   -¿Quién era?
   Él tenía los ojos vidriosos y no pudo responder; ya le había contado de Myriam, por lo que suponiendo correctamente, le preguntó:
   -¿Era Myriam?
   -Sí.
   Entendiendo la importancia para él de lo recién vivido, lejos de mostrar celos, la mujer dijo:
   -Qué linda que es.
   Él, sonriendo asintió.

En el teatro su presencia era ausencia
  
   Fueron al teatro y vieron una obra que él no recordaría ya que su mente volvía una y otra vez al encuentro con Myriam; la mujer a su lado lo miraba cada tanto y se daba cuenta de que no estaba ahí; ni siquiera estaba con Myriam sino detrás de ella aun sabiendo que nunca habría de alcanzarla.

Uno se llena de lo que da

   Él dudó por un tiempo sobre si le había hecho bien volver a ver a Myriam ya que tras su conmovedor encuentro con ella se sintió debilitado, pero después se dio cuenta de que si bien el conmoverse emocionalmente debilita, esa debilidad nada tiene de negativo ya que lo que pierde fuerza es el sentir de ira, maldad y rencor, por eso dicha debilidad se sucede paralelamente al fortalecimiento de todo sentir positivo; esto le había ocurrido al recibir afecto de ella y sobretodo, al dárselo, ya que uno se va llenando de lo que da; habiendo entendido esto, se dio cuenta de que verla le hizo muuuy bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario