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La mañana del día ya mencionado, Etelvina fue junto a su prima Sofía, a una inmobiliara con el objetivo de encontrar una vivienda para alquilar, a la cual, Etelvina pensaba mudarse pronto, y la encontraron; a la misma, Etelvina planeaba irse el lunes, pero como el domingo hubo en el lugar, un principio de incendio, que resultó en que por el momento, no estuviera en condiciones de ser habitado, se fue al Quilmes Apart Hotel, ubicado en Nicolás Videla y Moreno, de la ciudad aludida en el nombre del hotel (hotel que, durante las restricciones que empezaron en el 2020, producto del coronavirus, quebró, y siguió funcionando como edificio de departamentos).
Durante el mediodía, comió junto a sus tíos y a su prima; ésta última se quedaría hasta el día siguiente para acompañarla, para después, volver a su vivienda en La Plata.
A la tarde, sus tíos salieron y también Sofía; estando ya sola en la casa, a eso de las cuatro y veinte, Etelvina se desvistió y entró a la bañera del baño del cuarto de huéspedes que ocupaba; a diferencia de lo que mucha gente hace (ella misma, incluida), esa vez no abrió la canilla antes de ingresar al lugar ya mencionado, sino que esperó a estar ya dentro del mismo, previo a hacerlo; ninguna necesidad había de dejar correr el agua un rato para que se calentara, ya que hacía un poco de calor, así que, si el agua salía fría durante los primeros segundos, ningún problema habría, y ocurrió que justo cuando estuvo a punto de poner su mano sobre la llave de paso de agua, sintió a su conciencia alejarse del lugar en el que estaba, lo cual, la llevó a arrodillarse primero, y a sentarse y apoyar su espalda contra una pared, después; lo que entonces empezó a experimentar, no podría sensatamente denominarse “sueño”, sino más bien, “viaje astral”.
El viaje de Etelvina
Etelvina se vio elevada del baño de la vivienda ubicada en Belgrano 535, Quilmes, y atravesando el techo, su conciencia llegó hasta una altura superior a la de los árboles más altos del barrio; seguidamente, se vio volando hasta las calles Yrigoyen y Matienzo; una vez ahí, suave pero velozmente, aterrizó.
La mujer se sintió totalmente sorprendida, ya que lo que estaba viviendo, era increíble, no obstante, no consideró estar en una ensoñación, ya que sabía que cuando uno piensa eso durante el sueño, se despierta, y como había considerado la posibilidad de estar soñando, y no se despertaba, tuvo la certeza de que lo que experimentaba, un sueño, no era.
Sin saber por qué, empezó a caminar por la calle Matienzo hasta la altura 30 (aproximadamente), en cuya casa vivían Mora y Leandro, cosa que la mujer, entonces, desconocía; una vez frente a la puerta de la vivienda, Etelvina sintió a su corazón latir muy fuerte, y sin saber por qué, sintió la imperiosa necesidad de tocar el timbre; varios segundos pasaron sin que nadie respondiera mientras ella empezó a sentir un miedo tal, que a punto estuvo de hacerla irse corriendo del lugar, pero justo cuando estaba por hacerlo, la puerta se abrió y fue recibida por Mora y Leandro, que, sonriendo ampliamente, la recibieron; Etelvina rápidamente entendió que su atracción incontenible hacia ellos, la había guiado hasta ese lugar.
Leandro besó en una mejilla a Etelvina y después, lo mismo hizo Mora; de inmediato ella le devolvió a cada uno de ellos, el beso que le habían dado; seguidamente, la pareja tomó a la mujer de las manos (cada uno de ellos, de una mano), y suavemente ambos la arrastraron al interior de la vivienda, cuya puerta se cerró sola tras el ingreso de la treintañera; ambos jóvenes condujeron a la mujer hacia el dormitorio y en la cama, se sentaron; Leandro estaba a la derecha de Etelvina y Mora, a su izquierda; Leandro besó a Etelvina en los labios y ella rápidamente convirtió un beso de labios, en uno de lengua; tras varios segundos, Mora se acercó a los labios de la mujer, y lo mismo que con Leandro, se dio; durante varios minutos alternó besos con Leandro y con Mora, hasta que Mora, a Etelvina le sacó las zapatillas y las medias, mientras Leandro le levantaba la remera; ella de inmediato elevó los brazos para que cuanto antes, su cuerpo quedara desnudo; tras sacarle la remera, Leandro pasó a sacarle la parte superior de su ropa interior ysegundos después, Mora, que estaba descalza, en bombacha, y llevaba una remera que decía: “MONTONEROS”, se desvistió rápidamente dejando tiradas en el piso, todas sus prendas, acto seguido, le sacó a la mujer, el pantalón y la bombacha, mientras Leandro se desnudaba; de inmediato Etelvina se acostó boca arriba en la cama y Leandro besó sus pechos desnudos, alternando el contacto con ellos, que con sus labios, hacía, con el de su lengua, mientras Mora, a la mujer (que había abierto sus piernas) le pasaba la lengua por la vagina e introducía sus dedos en ella; mientras tanto, Etelvina gemía de modo no precisamente sutil; tras un rato de amar a la rubia fémina desde las posiciones ya descritas, Mora dejó su entrepierna y con besos recorrió su abdomen, sus pechos y, cuando llegó a sus labios, la boca de Etelvina se abrió para recibir a la de su amante femenina con su lengua; mientras tanto, Leandro, tras dejar de lamer la concha de la mujer, acercó su miembro erecto a la boca de sus dos amantes y tras Mora, verlo, suavemente lo mordió y con desesperación, lo chupó durante unos treinta segundos mientras Etelvina lamía la piel que cubría sus testículos; después intercambiaron tareas, y fue Etelvina la que con desesperación, le chupó a Leandro, la pija, mientras Mora pasó a lamer la parte inmediatamente inferior de la misma; tras unos minutos de ser amado por ellas de esta manera, Leandro alejó su sexo de la boca de ambas mujeres y se puso sobre Etelvina con la intención de penetrarla; Mora abrió sus piernas y se arrodilló frente a la boca de la mujer; ella, al tener sobre sí, a esa hermosísima abertura hipervelluda, procedió a lamerla con intransmisible fruición; Leandro, que ya había metido su miembro en el interior frontal del tren inferior de Etelvina, a ella le provocaba un placer inmenso que resultaba en que (muy a su pesar), debiera interrumpir el contacto que su lengua hacía con la entrepierna de Mora, porque sus gritos de éxtasis, no podían darse plenamente en paralelo con el acto de lamer, que realizaba; tras unos diez segundos de mucho gritar, volvía a lamer la entrepierna de Mora, que también gritaba y evidenciaba placer extremo en todo momento, pero sobretodo, cuando de su vagina, una lluvia dorada empezó a caer; Etelvina sintió que ese líquido procedente del interior de su amadora femenina, imprescindible era para su subsistencia, como si fuera alguien caminando desde hacía muchas horas por el desierto en pleno verano, no obstante, con cada gota resultante de la micción de su americanísima amante, que tragaba, se sentía más y más sedienta, de ahí que su sed fuera inagotable, que era lo mismo que había sentido al tragar el semen de su amante masculino; esta dinámica se mantuvo durante varios minutos, hasta que Mora se levantó y Leandro, interrumpió el coito vaginal para seguidamente pedirle a Etelvina que se diera vuelta; ella lo hizo y se puso en cuatro patas, mientras Mora, delante de ella, hacía lo mismo; teniendo al ano abierto de su amante femenina delante, Etelvina le pasó la lengua y alternó lamidas y metidas de lengua en punta, que, una vez dentro del recto, revolvió, con la introducción de varios dedos, mientras una excitación mayor aún, que la que previamente había sentido, experimentaba; seguidamente, su amador masculino hizo lo propio con la abertura posterior de Etelvina, es decir, lamió su ano y lo penetró con varios dedos y con su lengua en punta que, una vez dentro, revolvió; esto, Leandro lo hizo durante poco más de un minuto, tras ese espacio de tiempo, alejó su boca de la parte posterior de Etelvina, y lo que acercó, fue su miembro erecto con el cual, la penetró; al igual que ya le había pasado al lamerle a Mora la concha, en esta oportunidad, muy a su pesar, cada unos quince segundos, Étel debía interrumpir el contacto que con la parte íntima posterior de su amante femenina, hacía, para gritar de placer, porque de no hacerlo, se habría ahogado; tras unos dos minutos de todo esto, al verse venir un orgasmo que presentía que la haría gritar mucho más de lo que hasta ese momento, había gritado, se preparó para recibirlo, fue entonces que sacó la lengua del ano de Mora y le introdujo un dedo, proyectando volver a practicarle a la joven, sexo oral anal, cuando el orgasmo concluyera, pero lo que siguió no fue solamente un gran orgasmo, sino la serie más violenta de orgasmos que una mujer pueda llegar a experimentar, lo cual, quedó evidenciado en el torrente que desde su vagina, se desató, al iniciarse la cuarta convulsión orgásmica, que dejó a las sábanas, tremendamente empapadas; después del cuarto orgasmo, vino el quinto, el sexto y… muchos más; esto le hizo sentir a Etelvina que nunca acabaría de acabar; mientras tanto, Mora, que también había experimentado varios orgasmos provocados por la lengua y los dedos de la mujer en su vagina y ano, al notarlo, mientras gemía y se reía, a ella le dijo:
-Etelvina, hermosa… ¿la estás pasando bien?
Ella, entre jadeos que la ahogaban, ya que Leandro seguía con su miembro, analmente amándola, respondió:
-¡Siiiii!…
Poco después, Leandro eyaculó dentro del ano de Etelvina y ella volvió a verse en la bañera, y no sintió haber despertado de una ensoñación, ya que lo experimentado por ella había sido demasiado intenso, y si bien, durante la ensoñación puede haber un sentir extremadamente intenso, el mismo se desvanece muy rápido, cuando el soñante, vuelve a la vigilia, y éste no habría de ser el caso, por lo que sintió que el encuentro no pudo haberse dado en el plano onírico, pero como tampoco había sido en el físico, parecía sólo quedar como posibilidad, que se hubiera dado en el plano espiritual/astral, y así había sido, ya que el desdoblamiento de su conciencia que había experimentado, la había llevado a encontrarse con los desdoblamientos de Mora y Leandro, en ese plano en el que, a diferencia de éste, ni el concepto ni el sentir de infidelidad, de propiedad ni de exclusividad, existen, haciendo esto posible que el amor romántico, se dé entre tres partes (o más), así como toda otra cosa anhelada por nosotros que en este plano terrenal, es imposible.
Como si hubiera hecho falta una confirmación de que lo que acababa de experimentar, había sido real, al mirar hacia el piso, la mujer lo encontró empapado por sus propios fluidos.
Por suerte, sus tíos y su prima, un rato antes habían salido de la casa, porque de haberse encontrado en ella, mucho se habrían preocupado por Etelvina, ya que los gritos que dio durante la sucesión de violentísimos orgasmos que tuvo, los habrían hecho pensar que la estaban matando.
Post viaje turístico sexual, astral
Etelvina rápidamente se duchó y tras secarse y vestirse, salió de la casa de sus tíos y fue hacia Matienzo altura 30, para tratar de saber si en esa dirección, Mora y Leandro, vivían.
Mientras transitaba por la calle Yrigoyen, vio pasar un Renault 4 que en la calle Matienzo, dobló, en cuyo interior, creyó ver a dos jóvenes, entonces trotó hasta la esquina y subrepticiamente miró hacia la casa que en su viaje astral, había visto, en cuyo frente, el auto ya mencionado, acababa de estacionar; del mismo bajaron dos jóvenes que, como Etelvina había pensado, eran Leandro y Mora.
Totalmente conmocionada y desesperanzada, por sentir que a diferencia de lo que había ocurrido en el plano astral, en éste, de acercarse a ellos, sería nuevamente rechazada, dio media vuelta y velozmente se fue caminando por la calle Yrigoyen hasta Rivadavia; por esta última calle transitó toda la parte peatonal, que se extiende hasta la calle Sarmiento, y ya en la parte no peatonal, siguió por la vereda de la mano izquierda, rumbo a la casa de sus tíos, situada en la calle Belgrano, pero fue que cuando llegó a la esquina de Rivadavia y Gral Paz, producto de su estado emocional conmovido, cruzó muy imprudentemente la calle, lo cual llevó a que casi fuera atropellada por un Renault 9 que por Gral Paz, transitaba; el accidente no llegó a producirse porque un artista callejero que en la calle de esa esquina, se encontraba haciendo malabares frente a los autos cuando el semáforo estaba en rojo, al escuchar a uno de sus compañeros gritar: “¡Cuidado!”, advirtió la situación, dejó caer al piso los elementos que utilizaba para su tarea, y hacia Etelvina corrió, para intentar frenarla, lo cual, logró; ella entonces concienció lo que acababa de ocurrir y miró al joven, que vestía ropa estrafalaria y tenía el rostro pintado al estilo de los payasos; él, sonriendo le dijo:
-¡Llegué a tiempo!
Y de inmediato su sonrisa se deshizo y fue reemplazada por una expresión de estupor; el joven, en ese momento pensó: “¡Qué minón! ¡Poorrr diosssss!”.
Etelvina, mientras lo palmeaba en un brazo, con una triste sonrisa, le dijo:
-Te agradezco mucho. Chau.
Y reemprendió la marcha rumbo a la vivienda de sus familiares en que estaba parando, pero el joven la alcanzó y le dijo:
-¡Pará pará pará!… -ella detuvo su marcha -Si cruzaste tan distraídamente, es porque estás anímicamente mal; ¿no querés que vayamos a tomar algo, al bar de acá a media cuadra, así te distendés? Porque es peligroso que sigas caminando por la calle si estás anímicamente mal.
-No, gracias; voy hasta acá cerca -y reanudó su caminata.
El joven le dijo:
-Sí, pero igual, es como que… -y considerando inútil a toda insistencia, de pronto hizo silencio y se quedó parado mirando cómo Etelvina se iba, pero ella, contra todo pronóstico, por tener en cuenta que el muchacho le había salvado la vida, se sintió culpable por no agradecerle debidamente, de ahí que sintiera que correspondía aceptar su invitación, fue por eso que detuvo su marcha, dio media vuelta y le dijo:
-Bueno… vayamos al bar.
Entonces el joven (que tenía 22 años) se sintió la persona más afortunada del mundo, lo cual, lo llevó a decirse mentalmente: “¡Se te dio, Pablito!”; seguidamente, a la mujer le dijo:
-¡Vamos!
Y mientras el muchacho le hacía una seña a sus dos compañeros (una chica y un chico) indicándoles que iría hasta el bar que se encontraba a media cuadra de donde estaban, ubicado en Gral Paz 645 (actualmente -año 2025 -el bar se llama RUDA; desconozco cómo se llamara en aquel año 2004), junto a Etelvina, al mismo se dirigió. Una vez en el bar, se sentaron a una mesa situada en el exterior, en un pasillo lateral conducente al patio; ahí le dijo a la mujer:
-Me llamo Pablo.
-Yo me llamo Etelvina -dijo ella.
Al llegar el mozo, Pablo le preguntó a su invitada:
-¿Qué querés tomar y comer?
Etelvina dijo:
-Un té y crepes de manzana.
-¿Y usted? -le preguntó el mozo al joven.
Entonces él, pensando en lo mucho que le costaría la consumición de Etelvina y en sus pocos fondos, dijo:
-Yo…. agua nomás.
-¿Con gas o sin gas? -preguntó el mozo.
-Sin gas -le fue respondido.
Rápidamente le fueron llevados los pedidos y Etelvina empezó a comer los crepes frente al muchacho, después dijo:
-¡Qué bueno que está esto! ¿No querés?
-No, gracias, no tengo hambre -pero su expresión decía otra cosa, ya que sin advertirlo, al mirarla, el joven hacía un gesto que exponía una necesidad insatisfecha que Etelvina ingenuamente atribuyó a las ganas de comer que en él, no eran tales, dado que la expresión como de hambre que expuso al verla masticar, fue en realidad, de ganas de ella, ya que, en ese momento, los crepes no lo tentaban para nada.
Etelvina, tras mandarse un buen bocado, cortó otro y acercó su tenedor a la boca del joven; entonces él, que, como ya fue dicho, ningún interés tenía entonces en la comida frente a él, sin dudarlo abrió la boca y comió lo que la mujer le ofreció, ya que tener algo que hubiera estado en la boca de esa tremenda mina, era para él, altamente deseable (claro que… él desconocía todo lo que, un rato antes, en el plano astral, había estado en la boca de Etelvina).
El que Etelvina compartiera con el joven, los crepes, fue repetido hasta que los terminaron; seguidamente ella se puso a hablar.
-¿Tenés novia?
Y sonriendo tímidamente, Pablo dijo:
-No, en este momento no, pero…
Y fue interrumpido por su interlocutora que dijo:
-Yo no tengo novio, y de hecho, venía re mal anímicamente, y por eso estaba distraída y casi me atropellan, porque me enamoré de dos personas que me rechazaron… ¿te pasó a vos, enamorarte de dos personas al mismo tiempo?
El joven negó en silencio con la cabeza, entonces ella inició lo que sería un monólogo:
-Bueno… a mí tampoco me había pasado, y lo peor es que no son dos personas libres, sino que componen una pareja; son un varón y una chica; ¡no sabés lo que son! ¡Están bárbaros!, y cuando me acerqué a ellos y les propuse sumarme a su relación, me dijeron que no, y empecé a experimentar una unión con ellos que me llevó no sólo a pensarlos constantemente, sino también, a soñarlos dormida y también, estando despierta, si bien lo que experimenté durante la vigilia, no fueron realmente sueños, porque fue demasiado vívido; fue otra cosa lo que experimenté; fueron como encuentros en un plano que seguramente es el astral, y ahí, con ellos me relacioné sexualmente, y lo extraño es que la atracción que siento por Mora (así se llama esa morochaza), nunca la había sentido por una mujer; nunca fui lesbiana ni bisexual, y no sé si lo sea ahora, porque no estoy segura de si me gustan las mujeres; me gusta ESA mujer, de americanísimo rostro y oscurísimos, pelo y piel, pero aun si me gustaran, tras haberla visto a Mora, no quiero a otra mujer, más que a ella, y eso es lo que me pasa también con el pibe; me ENCANTAN los hombres, pero después de haberlo visto a Leandro, no quiero a otro hombre más que a él, y además…
Etelvina siguió hablando del amor y del deseo sexual, que por Mora y Leandro, sentía, mientras Pablo experimentaba una decepción total, ya que ella, ningún interés romántico ni sexual, hacia él, estaba manifestando; esto lo llevó a pensar lo siguiente mientras la mujer, seguía hablando: “-¡Uuuuuuhhh!… esta mina me tomó de “amigo”… y bueh; es mi culpa;… con esta pinta ridícula, no puedo ser el prototipo de galán de ninguna mujer; encima, seguro que acá cobran carísimo, y todo lo que gané hoy, se me va a ir en pagar lo que esta mina, que nada va a querer conmigo más que amistad, consume, y no sólo lo que pidió hasta ahora, voy a tener que pagar; seguro que va a pedir algo más, en cualquier momento… Yo soy un croto y esta mina, una concheta, pero igual, soy yo el que va a tener que pagar, porque mucho feminismo, piripipí, piripipí, pero al final, cuando un tipo sale con una mina, es él, el que tiene que pagar.”
Tal cual el joven había pensado, Etelvina volvió a pedir algo; ese algo eran más crepes de manzana; una vez en su mesa, volvió a ofrecérselos al joven frente a ella, pero esta vez, él, enfáticamente los rechazó, ya que lejos de sentir como sensual, el que ese plato, esa mujer, con él compartiera, sintió que tal familiaridad que la había llevado a ofrecerle comer desde su tenedor, se había dado justamente porque lo veía como a un amigo al cual hasta tal vez, considerara gay; pensó en decirle que no lo era, pero después, desistió, porque de todas formas, Etelvina seguía hablándole de su amor por esos dos jóvenes, que exponía que con él, como ya fue dicho, nada romántico ni sexual, quería, fue por eso que tras unos 25 minutos, sintiendo que no aguantaba más la perorata de la rubia, le dijo:
-Bueno, Etelvina… yo me voy yendo porque tengo que seguir trabajando y…
Entonces ella lo tomó de un antebrazo y le dijo:
-¡No! Pará Pablo, que todavía no te conté algo muy importante: en el plano astral, en donde hoy me encontré con Mora y Leandro, ella, que es una morocha HERMOSÍSIMA (¿te lo había dicho?), tenía una remera que decía “MONTONEROS”; ¿qué creés que pueda significar?
Entonces el joven se sintió invadido por imágenes y sonidos de algún día del año 1975, en el que Elena y Ulises (que eran las versiones previas a las de esta vida, de Mora y Leandro), disparaban fusiles contra represores del estado, hiriendo a algunos y matando a otros; después los vio en la casa operativa montonera situada en 25 de Mayo, 112, Quilmes, en el año 1976, mientras infructuosamente resistían con armas, a militares y policías que habían ido al lugar para secuestrarlos, torturarlos, matarlos y hacerlos desaparecer; a todas estas escenas de sangre y fuego, el joven las vio (y las sintió) de un modo tan vívido, que el hastío que el monólogo de Etelvina le había producido, de inmediato se deshizo y fue reemplazado por un enorme pánico que, afortunadamente, pocos minutos le duraría; este sentimiento lo llevó a soltarse del agarre de la mujer y a decir:
-¡Mozo! -y sacó su billetera esperando que le alcanzara la plata para pagar, pero Etelvina le dijo:
-¡No, dejá Pablito! Pago yo, pago yo.
El muchacho, aliviado, pensó: “Bueh… una buena”; seguidamente, a la mujer le dijo:
-Chau, Etelvina; que te vaya bien.
-Chaaauuu -dijo ella, y rápidamente se levantó y lo besó en una mejilla; mientras lo veía alejarse, agregó algo que muy comúnmente, dice una persona cuando desea NUNCA volver a ver a otra (aunque éste no fuera el caso): -¡Hasta pronto!
Al escuchar esto último, Pablo dijo en voz casi inaudible, algo que nunca creyó que fuera a decir tras estar con una mujer taaan hermosa como Etelvina: “Hasta nunca”.
Ridículo y lógico, a la vez || Extraños = amigos íntimos en potencia
Por un lado había sido ridículo el que Etelvina, cosas como las que a Pablo, le había contado, a un desconocido, le contara, pero por otro, era lógico que así fuera, ya que, ¿a quién, sino a un desconocido, podía contarle cosas tan íntimas e incomprensibles?
Alguien podrá pensar que cosas como las que Etelvina expuso frente a ese extraño, correspondería hablarlas con amigos, y no con desconocidos; otro alguien, de ser partidario de la secularización de las creencias místicas, dirá que, efectivamente, no corresponde hablarlas con desconocidos, pero tampoco con amigos, sino con “profesionales de la salud mental”, lo cual, es una clara contradicción, ya que esos “profesionales”, son extraños (de hecho, tienen terminantemente prohibido tratar a personas con quienes tengan un trato personal), y no sólo son extraños para quienes a ellos, acuden, creyendo (erróneamente) que les van a solucionar algo, sino también, extraños para la compasión, la empatía y la bondad, ya que el ejercicio de la profesión de entregador de víctimas a la tortura psiquiátrica (o sea, el de psicólogo) y el de perpetrador de picaneamiento farmacológico y privador de la libertad (o sea, el de psiquiatra), es totalmente incompatible con las cosas mencionadas, haciendo esto de todo psicólogo y psiquiatra, alguien totalmente falto de compasión, de empatía y de bondad; ¿quiénes deben reemplazar a estos repudiables seres? LOS EXTRAÑOS… sólo un extraño puede ser un amigo en serio, de esos con los que se puede hablar de ABSOLUTAMENTE TODO, sin miedo a la reprobación despiadada (no significando esto que todo extraño sea necesariamente un gran amigo, pero lo puede ser), y cuando ese extraño deja de serlo, su carácter de “amigo en serio/íntimo”, entra en decadencia y pasa a ser un amigo a secas; es entonces que ante la necesidad de amistad íntima, corresponde volver a acercarse a extraños.
La gente “inteligente” de hoy en día, dirá que los extraños son peligrosos y que no hay que acercárseles, y promueven así, no sólo la no concreción de la única verdadera amistad íntima, posible, sino además, la no creación de lazos interpersonales fuertes, que tanto está aquejando a cada vez más integrantes de la sociedad humana mundial actual, de ahí que yo reivindique a los extraños y promueva acercarse a ellos, dado que sólo de ese modo, se puede revertir este (trágico) estado de cosas… En fin; volviendo a la historia de Etelvina:... ella se quedó en el bar un rato más, tras Pablo haberse retirado, y después volvió a la casa de sus tíos en donde, esa noche, Sofía organizó una tranquila reunión a la que asistieron amigos de ella y de Etelvina; tras la misma concluir y Etelvina, retirarse a su cuarto, la treintañera mujer, volvió a tener visiones de Mora y de Leandro, tanto durante la vigilia, como así también, durante el sueño, pero esta vez, no fueron de corte romántico ni sexual, ya que a ambos los vio cuando, por vez primera, en esta vida se encontraron en un bar para seguidamente ir a cierta casa montonera (la misma que ya fue referida); también los vio maniatando a dos policías en las cercanías de una playa en Villa Gesell y posteriormente, ejecutando lo que sería el “Hecho Madariaga”, que consistió en inducir al suicidio a un ex militar que había sido (junto a otros represores), durante sus encarnaciones anteriores, perpetrador de sus secuestros, tormentos, asesinatos y desapariciones.
Etelvina no solamente vio a Mora y a Leandro, con sus formatos materiales actuales, sino también, con los inmediatamente anteriores a los de la actual encarnación, cuando se llamaban Elena y Ulises; a ambos logró ver abriendo fuego contra represores del estado en distintos momentos, uno de ellos fue cuando los terroristas estatales los fueron a buscar, aquel fatídico día del año ‘76, que fue en parte, lo que a Pablo, sin ella saberlo, le había transmitido… entonces empezó a entender que la remera de Montoneros que Mora, durante su último encuentro, tenía puesta, era un indicador de algo perteneciente a su pasado, no obstante, todavía quedaba mucho por entender, y Etelvina, que cada vez se salvajizaba más y más, era una persona cada vez más preparada para asimilar la complejísima información que seguía (y seguiría) llegándole.
Seguí salvajizándote, Etelvina querida.