Él, como toda persona prejuiciosa, solamente veía en aquellos por quienes tenía prejuicios, a las características que se los confirmaban y negaba a las que no lo hicieran, y de reconocer que éstas últimas existían, pensaba que eran "excepciones que confirman la regla", y a esa regla la conformaba esa "soberbia" que a él lo hacía sentirse "modesto", y como pensaba que el modesto es mejor que el soberbio, paradójicamente se sentía superior por su supuesta modestia a quienes llamaba "soberbios";… tenía lo que Sábato en "El túnel" llamó: "la vanidad de la modestia" que lo llevaba a tener la misma característica que reprobaba en los demás.
El prejuicio
según el cual los capitalinos (provinciales y más aún si se trata de
capitalinos nacionales) son "soberbios", así como el de que los nacidos en los
lugares alejados de la capital son "lentos", se da dentro de todo país y
también de un país a otro cuando uno tiene más atención que otro, y todo esto
fue racionalizado por el tipo en cuestión tras finalmente pasar un tiempo en la
capital de su provincia y después, en la capital nacional y reconocer que el
trato que en esos lugares recibió, fue igual de bueno y de malo que el que había
recibido en su lugar de nacimiento.
También advirtió
que en la capital, así como había quienes tenían los prejuicios negativos que él se esperaba que sobre los provincianos tuvieran, había quienes tenían de ellos, prejuicios
positivos y que a su vez los prejuicios negativos de estos últimos eran contra
los propios capitalinos, lo cual también pasaba en su provincia, ya que sabía
de personas de la misma que reivindicaban a los capitalinos y denostaban a los comprovincianos
acusando a estos últimos de ser más prejuiciosos y discriminadores que los
primeros.
Tras conocer a
extranjeros, para su sorpresa también notó que se aplicaba exactamente lo mismo
cuando los prejuicios no eran por provincialidad sino por nacionalidad; empezó
además a advertir que había un grueso de la población que no discriminaba por lugar
de procedencia y no por ser "igualitarista", sino sencillamente porque estas
cuestiones no le interesaban en absoluto, por lo que aceptó que las personas en
su mayoría (personas que él no había considerado que pudieran existir siquiera
minoritariamente) carecen de cualquier posición favorable o contraria a los
foráneos de otras provincias y de otros países, ya que nunca hacen de estos
temas algo importante en sus vidas, lo cual le costó entender ya que a él los
mismos lo habían llegado a obsesionar, entonces tomó conciencia de que esa
gente que discrimina, que no discrimina y que a veces lo hace y a veces no, SOMOS TODOS en algún momento.
Entonces el tipo,
en un arranque de igualitarismo extremo que lejos estaba de ser positivo, ya
que el sentir que expresaría procedía de un desengaño profundo que lo llevaría
a su vez a sentir que en el engaño había una negatividad menor, sentenció:
-Capitalinos y
provincianos, locales y extranjeros:… al final son todos la misma mierda.
Al decir esto
último el tipo creyó expresar una verdad absoluta (y yo no soy quien para decir
que no lo es).
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