Se encontraba un joven en la barra de un bar tomando algo sin que nada digno de mencionar sucediera, cuando un individuo mayor le tocó el hombro y le dijo:
-Disculpe; ¿me daría una moneda?
El joven lo miró con compasión y dándole un billete, le dijo:
-Tome.
El señor le dijo:
-Gracias.
Entonces se dispuso a irse pero tras unos pasos en dirección a la salida, dio media vuelta y se volvió a dirigir al joven.
-Todos tenemos conversaciones imaginarias más seguido de lo que generalmente las percibimos... A veces nos urge tanto el expresarle algo a alguien que no podemos esperar hasta encontrarlo personalmente y es por eso que se lo expresamos en una conversación imaginada; a veces la misma es un ensayo de la conversación que con la persona planeamos tener, a veces la conversación imaginaria se da a modo de corrección de una que ya tuvo lugar y nos quedaron cosas que decir; ejemplo: discuto con un familiar y me voy enojado a un lugar apartado, entonces rememoro la discusión y pienso: "le tendría que haber dicho"... y a veces las conversaciones imaginarias con ciertas personas las tenemos por la imposibilidad de tenerlas en la realidad, ya sea por estar la persona con la que queremos hablar, ausente, o por uno ni siquiera conocerla.
El joven miró un poco extrañado al individuo mayor de barba cuya vestimenta negra incluía una capa, y le preguntó:
-¿A qué viene todo esto?
El señor dijo:
-Usted quiere escribir pero ante la falta de ideas se siente incapaz de hacerlo y se suele preguntar cuál es la fórmula para crear un cuento; yo le acabo de revelar una, la más simple de todas: la de recordar las conversaciones imaginarias que a diario tienen lugar en su mente y pasarlas a papel; podrá, por supuesto, añadirles un contexto y su correspondiente descripción usando las palabras que encuentre más apropiadas y sonoramente más agradables, pero la parte esencial que usted tanto se esfuerza por crear, ya está creada y guardada en su memoria.
Tras unos segundos de silencio en que el joven lo contempló con sorpresa, el señor dijo:
-De nada.
-¡Gracias! -Le respondió el joven.
Tras lo cual, el señor se fue.
El joven se levantó y dijo mientras trataba de alcanzarlo:
-¡Espere! Quiero saber cómo supo que yo quiero ser escritor y de dónde me conoce...
Pero el señor de la capa no se detuvo y salió del bar; el joven llegó afuera y miró en todas las direcciones tratando de divisarlo, pero ya no estaba.
Dos individuos de una mesa cercana vieron la escena en que el joven hablaba pero no vieron a su interlocutor; uno de ellos dijo:
-¿Viste a ese loco hablando solo?
El otro asintió, entonces el señor de la capa al que no habían visto se hizo visible para ellos y les dijo:
-No está loco, es que es escritor, y los escritores escriben en voz alta lo que después ponen en papel.
Tras decir esto último, se dirigió a la salida ante la sorpresa de los dos individuos que vieron a su imagen atenuarse hasta desaparecer antes de llegar a la puerta.
Muy bueno, me gustó!
ResponderEliminar¡Gracias!
EliminarMe gustó, muy bien escrito, al menos para mí y además tienes imaginación.
ResponderEliminarIré viendo el blog y te cuento. Ah, lo de injusto a veces ¿no lo somos todos? Lo de mal tipo no me lo creo aunque no te conozco personalmente.
Saludos.
Hola; muchas gracias por pasar y comentar.
EliminarSalud
Corto y con sustancia; me gustó!.
ResponderEliminarHola; gracias por la visita y el comentario.
EliminarHola, la verdad que me gustó mucho tu cuento y da la casualidad que participamos en el mismo libro; palabras sublimadas.
ResponderEliminarMi nombre es Ezequiel Casak y creo que caminamos un estilo parecido!! Un saludo
macondo.ezequiel@gmail.com
Hola; sí, claro; participaste de dicho libro con "Soledad encontrada"; muy buen cuento.
EliminarGracias por pasar Ezequiel.