
Uno de los
chicos del grupo se llamaba Iván y gustaba de ella; ella a su vez gustaba de él.
El grupo de
jóvenes pasó un mediodía feliz en una plaza del sur del Gran Buenos Aires en
medio de comida sencilla, insalubre y rica transportada por ellos mismos.
Ese día Brenda e
Iván se miraron como la mayoría vio a dos personas mirarse sólo en las publicidades románticas de cigarrillos de los años ochenta, las cuales (como toda
otra representación artística del romance) muchos creen que dan una imagen
totalmente idealizada y falaz del mismo por considerar a tal nivel de pasión,
inexistente en la realidad por el hecho de ellos nunca haberlo vivido, pero yo
sé que esas escenas idílicas existen en la realidad por más que tampoco las
haya vivido porque las he visto en vidas ajenas.
La tarde
empezaba y la muy concurrida plaza ya había empezado a ver disminuido el número
de personas; el grupo de adolescentes salió de la misma y se dirigió a la
estación en donde cada uno tomaría el colectivo de vuelta a su casa.
Mientras transitaban una zona de casas importantes, un empleado de seguridad del área, no pudiendo soportar las expresiones de alegría procedentes de los jóvenes, los paró y los interrogó; les preguntó estupideces como: "¿qué están haciendo? ¿De dónde vienen? ¿Por qué hacen escándalo?"; les revisó las pertenencias entre las que no encontró más que algún resto de sánguche, algunas papas fritas y gaseosas y después les pidió los documentos, ante lo cual, sin ninguna agresividad en su voz, Iván le dijo:
Mientras transitaban una zona de casas importantes, un empleado de seguridad del área, no pudiendo soportar las expresiones de alegría procedentes de los jóvenes, los paró y los interrogó; les preguntó estupideces como: "¿qué están haciendo? ¿De dónde vienen? ¿Por qué hacen escándalo?"; les revisó las pertenencias entre las que no encontró más que algún resto de sánguche, algunas papas fritas y gaseosas y después les pidió los documentos, ante lo cual, sin ninguna agresividad en su voz, Iván le dijo:
-Usted es de
seguridad privada, no es policía. No puede pedirnos documentos ni…
Entonces el
matón lo agarró de la remera y exclamando: "¡pendejo de mierda!", le dio
varios cachetazos; sus compañeros permanecieron inmóviles, en silencio y con mucho miedo, y
no era para menos ya que poco hacía que había concluido la dictadura y quienes
formaban parte de las fuerzas de seguridad de la "democracia" (incluso de las
privadas) eran mayormente los mismos que habían estado reprimiendo a gran
escala poco tiempo atrás, lo cual significa que se trataba de gente muy
peligrosa cuyo accionar arbitrario era legal ya que los edictos policiales
todavía en vigencia le permitían al personal policial detener sin motivo a
cualquiera.
Después de
golpear a Iván, el tipo dijo:
-¡Bueno; vayansé
pendejos! ¡Tomenselás!
El grupo de
adolescentes siguió su camino llevando consigo un recuerdo horrible e
imborrable infligido por una persona que por no haber podido alcanzar la
felicidad, dedicó gran parte de su vida a destruir la de los demás.
Iván rememoraba
la escena vivida y pensaba que debería haber enfrentado a su agresor; los demás
lo habrían secundado de haber hecho falta, pero también pensó que a la larga
sería peor ya que podrían volver a encontrarse con él;… Imaginó que volvía
a su casa, tomaba la escopeta que su padre tenía sobre el armario y salía a buscarlo; el tipo se asustaría, le pediría perdón y… pero inmediatamente se dio cuenta de
que ese plan (como cualquier otro de venganza) era una fantasía que nunca haría
realidad, entonces, al dolor, al odio, a la vergüenza y a la humillación que
sentía, se sumó la frustración;… tendría que resignarse a cerrar ese capítulo
de su vida y seguir adelante lo mejor posible.
El colectivo en
el que Iván se iría a su casa fue el primero en llegar; había una larga cola
para subir al mismo, lo cual le dio al grupo la oportunidad de despedirse de él
sin apuro; la última en despedirse fue Brenda que, debido a la circunstancia
dolorosa recientemente atravesada por todos (sobretodo por Iván), sintió que
era apropiado acercársele y reconfortarlo con un contacto que por la escasa
confianza que había todavía entre ellos, en otro momento no habría sido del
todo correcto por apresurado; lo acarició en el rostro, lo besó en la mejilla y
lo abrazó; entonces Iván derramó las lágrimas que hasta ese momento había
estado reprimiendo producto de un dolor que en gran medida estaba siendo
neutralizado por el gesto en curso de Brenda, del cual, minutos después se
preguntaría si había sido por lástima o por amor; el tiempo le demostraría que
había sido por lástima, por amor, por atracción sexual y por sueños de una vida juntos… …Esa caricia en el rostro, ese beso en la mejilla y ese abrazo,
crearon en los dos un bienestar mucho más profundo, fuerte y duradero que el
mejor beso de lengua, sexo oral o de penetración que pudieran haber tenido.
Poco antes de
separarse, él le dijo:
-Pamela…
Ella sonriendo
dijo:
-¡Sabés mi
nombre!
-Sí; ¿te molesta
que te llame así?
-¡No no! Para
nada.
Él se despidió.
-Chau.
-Chau -contestó
ella y sus demás compañeros.
Una vez en el
colectivo, Iván racionalizó que el recuerdo de ese día no sería totalmente
negativo ya que lo positivo del mismo había sido también muy fuerte.
Estaba
revolucionado en su sentir y no supo sino hasta mucho tiempo después que aun lo
malo que había experimentado ese día, formaba parte de una intensidad en el
vivir absolutamente envidiable que probablemente nunca volvería a sentir en el
curso de su existencia, y durante la misma serían muchas las veces en que
anhelaría volver a sentirla, ya que tal intensidad es lo que hace a una vida, digna de ser considerada bien vivida.