jueves, 17 de abril de 2025

(Serie: M & L; cap. 13) Hechizadora & hechizado (cuento) - Martín Rabezzana

   Dos capítulos más, y concluyo lo que va a ser mi siguiente libro, el cual, estará enteramente compuesto por cuentos pertenecientes a la serie: M & L.
   El siguiente es el capítulo 13, y va a ser el que cerrará el libro; todavía no compuse los dos anteriores; cuando lo haya hecho, mi libro número 22, que será el más maldito y más imposible de recomendar, de mi ya muy maldita e irrecomendable, bibliografía, estará listo.

-Palabras: 1.550-

Realización físico-espiritual

   Esa noche, no mucho después de haber concluido nuestras respectivas actividades laborales, tras volver con Mora a nuestra vivienda, situada en la bonaerense ciudad de Magdalena del Buen Ayre, intitulada: Quilmes, de inmediato fuimos al dormitorio y en la cama, nos sentamos; un largo beso fue lo que entre nosotros, siguió, y se mantuvo incluso mientras en la cama, nos acostamos.
   Estando sobre mí, Mora interrumpió el beso al tiempo que ponía sus manos en mi pantalón para seguidamente, desabotonarlo y bajar el cierre, tomar a mi sexo con sus dos manos y meterlo en su boca; durante varios minutos mi novia me hizo sentir la suavidad de sus labios, la humedad de su lengua, el filo de sus dientes y hasta la profundidad de su garganta.
   Mora nunca me lo hacía suavemente; siempre chupaba furiosamente, no obstante, esta vez, empezó a amarme con la boca con una intensidad media, que fue aumentando progresivamente; cuando, varios minutos después, llegó al punto de succionar con lo que parecía ser su furia máxima, le dije que estaba por eyacular, ella sacó mi miembro de su boca mientras con su mano derecha, seguía estimulándolo, y me dijo:
   -Eyaculá.
   Y tras besar, lamer y morder suavemente, la piel que recubre mis testículos, volvió a meter mi miembro en su boca y a succionarlo con aún más intensidad que antes, como queriendo demostrarme que los límites del éxtasis sexual al que SIEMPRE me llevaba, podían ser transgredidos por ella, a voluntad.
   Tras yo eyacular más fuerte que nunca, en la hermosa boca de Mora, y ella recibir en la misma, un semen que en su totalidad, tragó, mi amante bajó la intensidad de la succión, pero de ningún modo la interrumpió, ya que la mantuvo durante varios minutos, incluso tras la erección haber ya, cesado, fue entonces que la tomé de los brazos y la llevé a acostarse boca arriba; inmediatamente después, le saqué los zapatos, le levanté el vestido, le saqué las medias de nylon negras y la bombacha; una vez por mí, desnudada, la parte más oscura de mi oscura, sublime y amada, americana mujer, pasé mi lengua por su preciosa vagina, alternando besos húmedos, con estimulación digital; durante varios minutos la amé de este modo, mientras ella se retorcía, jadeaba y me decía que me amaba, recibiendo de mi parte un: “Yo también te amo”, por respuesta.
   Después de besar a mi amante lingualmente en su vagina, hice lo propio con sus pechos, que desnudé sin sacarle el vestido, que todavía tenía puesto, cuyas tiras laterales, bajé, para poder después, sacarle la prenda superior de su ropa interior; con enorme deleite tragué la leche que brotó del primer pezón de Mora que metí en mi boca, y después, tragué la que brotó del otro; mientras esto hacía, con mi mano derecha, estimulaba su vagina.
   Los más de cinco minutos de sexo oral que a Mora, le practiqué, sumados a los más de cinco minutos, durante los cuales, ella me lo había practicado a mí, tras yo eyacular, resultaron en que casi quince minutos desde la eyaculación ya referida, hubieran pasado, por lo que tanto mis testículos como mi miembro, estaban en condiciones de volver a iniciar un acto sexual, fue así que, en su abertura rodeada de anochecidísimo pelo, introduje mi aparato reproductor.
   Mientras el coito vaginal, tuvo lugar, seguimos mutuamente declarándonos amor, agregando a lo dicho previamente, promesas de eternidad en nuestro compartido sentimiento.
   Nos amamos en diversas posiciones, siendo la última, una en que su pierna derecha estuvo sobre uno de mis hombros; durante esta parte final del coito, con mi miembro viril, yo realizaba un bombeo que, al igual que el sexo oral que Mora me había practicado, fui aumentando progresivamente en intensidad, entonces ella, con dulcísima voz, dijo: “¡Más rápido!”; tras algunos segundos de haber aumentado la velocidad, volvió a decirme: “¡Más rápido!”, entonces yo aumenté aún más la velocidad, hasta que me empezó a decir repetidamente: “¡Más más más más más más más!…”, para seguidamente empezar a gritar del modo en que lo hacía solamente tras alcanzar un orgasmo; yo seguí aumentando la velocidad del bombeo con una furia igual de intensa a la que ella había tenido en la fase del sexo oral que minutos atrás, me había practicado, en los segundos inmediatamente previos a hacerme acabar, hasta que dentro de su vagina, eyaculé aun más fuertemente de lo que lo había hecho la vez anterior; seguidamente, mientras ella sonreía evidenciando una languidez propia del agotamiento a la que la multiorgasmia la había llevado, le dije:
   -Mora: sos lo mejor que hay en la vida.
   Y me acosté sobre ella, apoyando mi cabeza sobre su pecho.
   Tras varios minutos, Mora salió del trance que en ella se daba, tras amarnos sexualmente, y se dirigió al baño; tras abrir la canilla de la ducha, me invitó a sumarme; yo me levanté, me desnudé, y a la ducha junto a Mora, me dirigí; tras ducharnos, volvimos a acostarnos y a jurarnos amor eterno.
   Estando ella acostada sobre mí, poco antes de dormirse, me dijo:
   -Yo no soy lo mejor de la vida; lo mejor que hay en la vida, somos vos y yo, cuando estamos juntos.

Momento de actuar

   No había pasado ni una hora y media desde que me había dormido, cuando Mora me despertó; antes de abrir los ojos, la escuché decirme:   
   -Leandro; Lean... despertate, mi amor, que tenemos que ir hasta un lugar.
   Con debilidad en la voz, le pregunté:
   -¿A qué lugar?
   Entonces ella hizo silencio durante algunos segundos, después dijo:
   -Es momento de actuar.
   Tras escuchar lo que me dijo, nada le pregunté, simplemente me levanté, me vestí, y me dirigí hacia la puerta del asiento del acompañante de nuestro Renault 4 que Mora, manejaría; el mismo estaba estacionado frente a nuestra vivienda y, antes de abordarlo, como me sentía terriblemente somnoliento, le dije:
   -Estoy demasiado cansado.   
   -Subí atrás entonces; acostate y dormí.
   Yo, así lo hice.
   Cuando me desperté, estimo que unas dos horas habrán pasado desde el momento en que con Mora, emprendimos un viaje rumbo a vaya uno a saber qué lugar; asumo que no mucho más tiempo que ése, pasó, porque todavía era de noche cuando me desperté en el Renault que, en una zona semirural, se encontraba estacionado; lo que me despertó y despabiló de inmediato, fue la cadencia de pasos de Mora, que, con desesperación, hacia el vehículo, corría; en ese momento me enderecé y la vi, mientras una mano ponía sobre la manija de la puerta y jadeaba exhausta por lo que había evidentemente sido un escape de vaya uno a saber qué o quién, o quiénes; ni bien abrió la puerta del auto, un hombre la agarró de los pelos y le gritó:
   -¡Hija de puta!
   Mora, gritando le dijo:
   -¡Soltame!
   Seguidamente el tipo le dio un cachetazo y la empujó, llevándola a caer al suelo; en esa situación extremadamente tensa, que poquísimos segundos, duró, pude advertir que en la cintura, el tipo llevaba un arma, entonces, a toda velocidad, llevé el tren superior de mi cuerpo, hasta la parte delantera del auto para poder alcanzar la guantera, en la cual, había un revólver; tras agarrarlo, bajé del vehículo y por detrás, me acerqué al individuo, que acababa de empuñar su pistola (la cual, todavía no había llegado a apuntar contra Mora); evidentemente, él no había advertido mi presencia, por eso se sorprendió totalmente cuando escuchó el disparo que yo efectué, que fue seguido por otro, cuando se dio vuelta, en un intento de abrir contra mí, un fuego que, por lo herido que estaba, no llegó a concretar; pocos segundos después, cayó al piso; Mora rápidamente se levantó y pateó la pistola a un lado, para que el tipo no pudiera volver a empuñarla; seguidamente, advirtiendo que yo estaba un poco conmocionado, me sacó el revólver de las manos y después, suavemente me arrastró hacia el lado derecho del auto para, una vez frente a su puerta delantera, decirme que subiera; yo subí y ella velozmente fue hacia el otro lado para abordar el vehículo desde el asiento del conductor; una vez hecho esto, lo arrancó, y a gran velocidad, lo condujo.
   Una vez lejos del lugar, Mora me tomó de una mano y, con su hermosa y suave voz, me dijo:
   -¡Bien bien! ¡Estuviste re bien, mi amor!
   Por lo extremo de la situación que acababa de tener lugar, recién cuando me tomó de una mano, advertí que desde su labio inferior, producto del cachetazo que el tipo le había dado, Mora sangraba; entonces acerqué mis labios a los de ella y correspondidamente, los besé; una vez su sangre en mi boca, la tragué, y fue entonces que las escenas de lo que acababa de pasar, me invadieron: vi a mi novia acercarse a la vivienda, vi la ventana rota, vi el fuego, vi... TODO.
   Tras unos minutos de manejar por la ruta, Mora estacionó a un lado y me abrazó; nos abrazamos, y abrazados permanecimos en silencio durante más de un minuto; el abrazo que entonces, entre nosotros, tuvo lugar, fue uno de los más conmovedores que en nuestras vidas, nos dimos; después, mi novia volvió arrancar el auto y a manejarlo con rumbo a nuestra vivienda.

martes, 8 de abril de 2025

(Serie: M & L; cap.10) Más hombre que nunca (cuento) - Martín Rabezzana

-Palabras: 1.090-

Casi mediodía

   Tras volver a nuestra vivienda desde algún lugar al que había ido, Mora se me vino encima y muy intensamente, nos besamos; después, se sacó el calzado y la bombacha, y en la cama se acostó para que sexo oral, le practicara; no hubo necesidad de que se sacara las prendas que recubrían sus piernas para que yo pudiera acceder a su vagina, dado que las mismas, eran medias de encaje (no llegaban a cubrir la ropa interior) y una pollera a la que levantó; en su hermosísima concha, puse de inmediato, mis labios y mi lengua, mientras la escuchaba reírse y la veía retorcerse en movimientos preorgásmicos que rápidamente se intensificaron hasta que, minutos después, con sus gritos, evidenció que había alcanzado, por vez primera en el curso de ese encuentro, el clímax; después se levantó, quedando en la cama, sentada, y desde esa posición, desesperadamente puso sus manos en mi pantalón en un intento de bajarlo, y junto a ella, lo bajé, para posteriormente, bajarme la ropa interior; una vez hecho esto, Mora me chupó intensamente la pija; tras un rato de ávidamente beber de mi miembro, cual si hubiera sido una viajera por el desierto que, a punto de sucumbir de sed, hubiera encontrado en mi aparato reproductor, la única fuente de líquido, de su boca lo sacó, y yo agarré y levanté su pierna izquierda, dispuesto a penetrar su vagina, pero ella, como si yo hubiera estado a punto de incurrir en un gravísimo error, me dijo:
   -¡No no no!
   Entonces se dio vuelta y, estando en cuatro patas, me expuso su parte trasera por la cual, durante varios minutos, mi lengua, pasé, y mis dedos, introduje, mientras ella jadeaba y se reía; seguidamente lo que introduje en ella fue mi miembro erecto, y en esa posición, tuvo lugar la primera parte del coito, durante el cual, Mora gritó a alto volumen, con intervalos casi nulos, cosa que se extendería a las demás posiciones en que la relación sexual, prosiguió, hasta que, dentro de su cuerpo, eyaculé.
   No fue ésa la primera vez que Mora me brindó su (precioso) ano para que la penetrara, pero sí fue ésa la primera en que me pidió que por ahí lo hiciera, sin previamente penetrar su vagina.
   Tras el encuentro sexual, concluir, ambos nos metimos en la ducha y después, cada uno se fue a su respectivo trabajo.

Tarde-noche

   Yo había vuelto del trabajo a nuestra casa, antes que Mora, y cuando ella llegó, me encontró sentado, escribiendo sobre un escritorio situado en el living.
   Mi muy oscura y preciada amante, acercó una silla y, tras sentarse a mi lado, muy dulcemente me besó; una y otra vez, lo hizo, deteniéndose largos segundos en el contacto que con las diversas partes de mi rostro, por intermedio de sus ligeramente pintados labios, realizó; después, agarró mi mano derecha y, uno a uno, metió los dedos de la misma, en su boca; una vez hecho esto, los chupó del mismo modo en que solía chupar mi miembro; tras unos minutos de hacer esto, sacó mis extremidades de su interior, y extendió dos dedos de su mano derecha que, en mi boca, metió, para que yo le hiciera lo mismo que ella me había hecho a mí; tras algunos minutos de chuparle los dedos que me había introducido (como así también, los demás de ambas de sus manos), me levanté de la silla y me bajé el pantalón y la ropa interior, para que mi amante hiciera lo que a diario hacía, previo al coito, pero una vez que hube bajado mis prendas ya referidas, así como lo había hecho a la mañana, me dijo:
   -¡No no no! Esta vez, vamos a hacer otra cosa… Pensé toda la tarde en esto: quiero hacerte sentir lo mismo que hoy, vos me hiciste sentir a mí.
   Y me tomó de las manos llevándome a girar; después, me hizo ponerlas sobre el escritorio y empujó mi espalda para que sobre el mismo, quedara boca arriba, acostado; una vez yo en esa posición, sentada en la silla, procedió a besar mis glúteos para seguidamente meter su lengua en mi ano; durante varios minutos me practicó sexo oral anal, con la misma avidez con la que solía chuparme la pija, que alternó con penetración digital que, con el dedo índice de su mano derecha, realizó, hasta que en determinado momento, junto al índice, me metió el dedo mayor; una vez ambos dedos en mi interior, inició un movimiento de bombeo mucho más intenso que el que previamente, había realizado; rápidamente fue aumentando la intensidad hasta que, unos minutos después, escuchando que el jadeo que desde el inicio de su incursión en mi ano, me había provocado, se volvía cada vez más importante, muy claro le quedó, el hecho de que el TREMENDO orgasmo al que me conducía, era inminente; concienciando esto, Mora agarró un vaso de plástico que sobre la mesa, había, y con su mano izquierda, lo puso delante de la punta de mi pija, mientras con dos dedos de su mano derecha, seguía realizándome el coito que, en determinado momento, me generó un placer taaaan extremo, que me resultó insoportable, entonces eyaculé dentro del vaso; una vez mi líquido seminal dentro de dicho objeto, cual si fuera una cristiana frente al santo grial y el mismo contuviera líquido ambrosíaco, lo tomó, seguidamente dejó el vaso sobre la mesa, agarró mi miembro y procedió a contraer, de arriba a abajo, su piel; a todo esto, los dedos de su mano derecha, seguían en mi recto, ya que ni siquiera cuando tomó del vaso, los sacó, pero los mantuvo durante ese periodo, inactivos; para ese momento, había con ellos vuelto a bombear dentro de mí, y, en paralelo con la estimulación de mi aparato reproductor que, con su mano izquierda, hacía, Mora efectuó el coito digital de mi parte trasera durante casi dos minutos, hasta que me provocó un nuevo orgasmo que, por proximidad en el tiempo al anterior, muy poco semen, liberó; sabiendo que esto, así sería, ya no fue con un vaso, que Mora se dispuso a contener mi líquido seminal, sino con la misma mano con la que agarraba mi miembro; una vez su mano, cubierta de semen, la acercó a su boca y la lamió.

   Yo ya me había sentido muy hombre estando sexualmente dentro de Mora, pero esta primera vez, en que fue ella quien, dentro del otro, sexualmente, estuvo, me sentí más hombre que nunca.

lunes, 7 de abril de 2025

(Serie: M & L; cap. 9) Continuidad (y transmisión) de los viajes (cuento) - Martín Rabezzana

A la serie de cuentos de la cual, el siguiente es el capítulo # 9, le puse: "M & L", por sus protagonistas: Mora y Leandro.

-Palabras: 3.133-
Noche agitada

   Tras un hecho imprevisto y para ella, conmocionante, Etelvina volvió al Apart Hotel de Quilmes; una vez en su habitación, se desvistió parcialmente y se acostó a dormir, no sin previamente masturbarse pensando en Mora y Leandro, ya que de no haberlo hecho, imposible le habría sido, conciliar el sueño; muy rápidamente se durmió, y una vez dormida, se vio de pronto en medio de una niebla espesa en la plaza San Martín, una noche levemente fría; nadie parecía haber en el lugar más que ella; sobre uno de los bancos, se sentó, y varios segundos después, un individuo que a ella le resultó conocido, pero no sabía de dónde, que de entre la niebla había salido y que por algún motivo para ella desconocido, mucha confianza le generó, se le acercó, a su lado, se sentó, y le dijo:
   -Etelvina: cuando Mora y Leandro entraron en el negocio, vos no los viste, pero lo cercano de sus presencias, resultó en que pudieras sentirlos, y ese sentir, te abrió las puertas del plano astral al cual, de inmediato, fuiste arrastrada; una vez ahí, apareció Mora, y tras besarte en la boca (metiéndote bien la lengua, como vos necesitabas imperiosamente que hiciera), te sacó la prenda superior exterior que llevabas y después, la interior y, una vez tus pechos desnudos, cuyos pezones, de inmediato se pusieron rígidos, los chupó, tragando la leche que de los mismos, salió; en cierto momento te dijo: “¡Qué rica que es tu leche, Étel! ¡Me encanta!”; de inmediato volviste a la “realidad” y sentiste como tus pezones, goteaban, lo cual, te incomodó bastante, porque en el lugar en que te encontrabas, había mucha gente, pero lo que te incomodó mucho más, fue el hecho de que lejos de vos sentir que la temperatura alta de tu cuerpo, estando de vuelta en el plano material, empezaba a descender, sentiste un nuevo calor, esta vez, localizado (pero en expansión) en la parte posterior de tu cuerpo, justo debajo de la cintura, que fue seguido por un nuevo arrastramiento de tu conciencia, hacia el plano astral, y en el mismo, se dio la aparición de Leandro detrás de tu persona que, en el lugar de tu anatomía en que el calor estaba localizado, apoyaba su miembro mientras te tomaba de las manos, te besaba en la mejilla y, tras vos girar tu cabeza hacia él, en la boca, al tiempo que Mora, que acababa de levantar tu pollera y se encontraba arrodillada frente a vos, besaba tus piernas mientras con una mano, hacía a un lado tu bombacha y con la otra, acariciaba tu vagina;… ...En el plano material, ni a Mora ni a Leandro, en ese momento, viste, pero en tu mejilla, manos, boca, pechos, piernas, vagina y recto, muy fuertemente los sentiste, fue así que, intempestivamente te levantaste de la silla y le dijiste a tu amiga, que tenías que ir al baño; una vez en el mismo, sentada sobre el inodoro, pensando en Mora y Leandro (una vez más), te masturbaste; tras hacerte con tu mano, acabar, del baño, muy incómoda, saliste, y desde la distancia pudiste ver a Mora y a Leandro, cosa que, de ningún modo te sorprendió, porque si bien no los habías, en el lugar, previamente visto, tu sentir te había llevado a tener la correcta convicción de que al mismo, habían ingresado; bajando la cabeza y ocultándote entre la gente, para que la pareja ya referida, no te viera, te acercaste hasta la mesa que ocupabas a la que tu amiga seguía sentada, con su café posterior a la cena, casi terminado, y le dijiste: “No me siento bien; me quiero ir; pagá que yo te espero fuera”; y tras dejarle plata sobre la mesa, cual si fueras una nena tímida, saliste corriendo del lugar; una vez fuera, ella se preocupó por vos y vos le dijiste que habías tenido un mareo pero que con el aire del exterior, ya se te estaba pasando; a tu amiga acompañaste hasta su auto y la despediste para seguidamente caminar hasta tu hotel. Una vez ahí, te desvestiste, te acostaste y, pensando en Mora y Leandro, te volviste a masturbar, para poco después, dormirte y venir hasta acá.
   Entonces Etelvina, que evidenciaba gran sorpresa por lo que se le acababa de decir, dijo:
   -¿Cómo sabés todo esto?
   Y tras sacar un mate de quién sabe dónde (además de un termo), cebar uno, tomarlo, y después, volver a cebarlo y ofrecérselo a Etelvina y ella aceptarlo, le dijo:
   -Lo sé porque a estos hechos y sentimientos, los recibo y comunico mediante palabras escritas.
   La mujer, lejos de dudar de la veracidad de la respuesta, de inmediato la dio por verdadera, y dijo:
   -Entonces, podrás responderme lo siguiente: ¿voy a lograr lo que deseo, con Mora y Leandro?
   -No lo sé.
   -Pero, ¿cómo? ¡Si vos me escribís!
   -Yo, cuando escribo, suelo inventar, crear, pero a veces, la cosa se da de otra manera; en el caso particular de la historia de la que sos parte, no estoy inventando ni creando nada; simplemente transmito lo que recibo, y como hasta el momento, no me ha llegado información respecto de tu futuro, a lo que me preguntaste, no puedo responder… pero tal vez vos sí puedas responderme algo a mí: dado que, si bien en el plano material, no te relacionaste con Leandro ni con Mora, pero sí lo hiciste, en el astral, y en ese lugar, sentiste lo mismo que habrías sentido, del encuentro haber tenido lugar en el plano material… se podría suponer que estás satisfecha, pero… no lo estás, ¿o sí?
    Ella negó con la cabeza, entonces el individuo le dijo:
   -Entiendo… no nos alcanza con que algo sea igual a lo real; queremos a lo real-real, y no a la copia de la realidad, por más perfecta que sea.
   Entonces ella, asintiendo con alegría, ya que el individuo le había puesto palabras exactas a su sentir, dijo:
   -Sí; quiero a lo real-real, y solemos sentir que lo real, es únicamente lo que se encuentra en este plano, por más que no sepamos si esto es así o no, ya que la cuestión sobre qué es la realidad, es irresoluble.
   El individuo dijo:
   -Es cierto… aun así, queremos lo que intuimos real, incluso cuando pensamos que lo real, es inferior en calidad a su copia, que, cuando parece ser una versión “fotoyopeada” de la realidad, carece de todo defecto constitutivo de imperfección. De todas formas... como vos misma dijiste: el tema de qué es la realidad, es irresoluble… por eso te pregunto: ¿cómo sabés que lo que vivís en el plano astral, no es real? Ya que podría considerarse que, lejos de ser una irrealidad, es un compartimento de la realidad.
   Ella, sin dudarlo, dijo:
   -Porque allá no hay imperfección, y la misma, evidencia realidad; paradójicamente, es la imperfección, ausente en la perfecta irrealidad, una pieza fundamental de la perfección, por eso preferimos a la realidad defectuosa a la irrealidad perfecta. 
   El individuo la miró, y sonriendo le dijo:
   -¡Gran respuesta, Étel!
   Ella agregó:
   -Como cierto escritor dijo: “La perfección sin imperfección, es imperfecta”.
   El individuo asintió en silencio con un gesto de la cabeza, después preguntó:
   -¿Cómo se llama ese escritor?
   -Martín Rabezzana.
   El individuo dijo:
   -No lo conozco.
   (Y claro… a ése, ¿quién carajo lo conoce?)
   Tras compartir junto a Etelvina, algunos mates más, el individuo anunció que se iría, después la besó en una mejilla y ella le devolvió el beso mientras le sonreía.
   Mientras él se iba, Etelvina, desde el banco que ocupaba, le dijo:
   -¡Pará! Decime quién sos.
   El individuo se dio vuelta y le dijo:
   -Soy un desdoblamiento.
   -¿De quién?
   -Te lo diría, pero ocurre que… yo mismo no lo sé.
   Y tras sonreirle nuevamente, la saludó correspondidamente en silencio con la mano, para seguidamente perderse en la niebla.
   Etelvina pensó entonces que tal vez Mora y Leandro podrían ser también desdoblamientos de alguien, como así también, que eso mismo podría serlo ella, pero… desdoblamientos, ¿de quién, o de quiénes?… Esta pregunta, posiblemente nunca tendría respuesta.

   El individuo había dejado en el banco, el mate y el termo, lo cual, le posibilitó a Etelvina tomar varias infusiones más, durante el tiempo que en ese lugar, permaneció, hasta despertarse. 

Dos horas después, en el bar/restaurante del que Etelvina se había intempestivamente ido

   Leandro y Mora se encontraban en un bar/restaurante situado en Lavalle y Colón, en la etapa de la sobremesa, degustando la segunda copa de licor Legui, tras haber comido pizza napolitana y haber tomado gaseosa de naranja; en ese momento, un grupo de jóvenes entró al negocio, y uno de ellos, al ver a Leandro y reconocerlo, le dijo:
   -¡Uuuhh, Leandro! ¡Tanto tiempo! ¿Qué hacés?
   -¡Pablito! -Leandro le respondió, mientras se levantaba de su silla.
   Seguidamente se abrazaron y a Mora, que también se había levantado de su asiento, Leandro le dijo:
   -Es Pablo Riera; un amigo de la infancia que hacía una banda que no veía -después, señalando a la americanísima joven y mirando a Pablo, orgullosamente dijo: -Ella es Mora, mi novia.
   Entonces Pablo se saludó con Mora (a ella le dio un beso) y Leandro le preguntó:
   -¿Seguís con las actividades circenses callejeras?
   -¡Seeeeee!, por supuesto; al arte circense lo llevo en la sangre y en el alma, y lo creas o no, hay días que deja buena plata, pero sigo en la facu; la carrera no la dejé, ah, y a propósito… justamente ayer me pasó, trabajando acá en Quilmes, en el semáforo de Rivadavia y General Paz, algo re loco.
   -¿Qué te pasó? -le preguntó su amigo.
   -Pasó que apareció una mina RREEEE linda que, muy distraída, iba a cruzar la calle, y casi la atropella un auto; al notarlo, corrí hacia ella y logré empujarla hacia atrás, evitando así, el accidente que iba a darse; le dije de ir a tomar algo y me dijo que sí, entonces fuimos a un bar, y ahí me empezó a hablar de que se había encontrado con una pareja y se había enamorado y que sé yo qué más y…
   -¿Cómo se llamaba la chica? -preguntó Mora.
   -Etelvina.
   Entonces Leandro miró a Mora con una incomodidad que ella también evidenció; Pablo prosiguió con su relato:
   -Bueh… la cuestión es que yo pensaba que ése sería el mejor día de mi vida, pero… ¡fue un embooooole de aquellos!… la mina no paraba de hablar, y hablaba de lo caliente que estaba con esa pareja que conoció, y hablaba y hablaba sin parar, al punto que me hizo acordar a Susanita de Mafalda; al rato, no me la banqué más y salí casi corriendo del bar, y lo más tremendo (y esto no es un chiste ¿eh?), es que cuando me estaba por ir, me tocó un brazo y tuve una visión trágica, de armas y fuego, que por más que parezca ridículo, me llevó a sentir que la mina era una especie de bruja, o algo así; me RECONTRA asusté, por eso… no lamento haberme ido rápido del lugar.
   Entonces, de modo incómodo, Mora y Leandro, se miraron; ella, con tristeza, dirigiéndose a Pablo, dijo:
   -No le digas bruja, pobre…
   -Bueehh… está bien, tenés razón; no es forma de referirse a una dama, pero si no la defino así, no sé cómo explicar lo que pareció transmitirme -y tras volver a dirigir su mirada a Pablo, le preguntó: -Y vos, Lean, ¿en dónde estás viviendo?
   -Acá cerca, en Matienzo casi esquina Yrigoyen; hace unos meses, unos familiares de Mora le prestaron una casa, y ahí estamos viviendo.
   -¡Ah, mirá! ¡Qué bueno! Yo creí que te habías ido del barrio.
   Entonces Leandro, negando enfáticamente con ambas manos, dijo:
   -¡Noooo! Me mudé varias veces, pero siempre dentro de Quilmes.
   En ese momento, los amigos de Pablo, que estaban frente al mostrador, le hicieron señas indicándole que las pizzas para llevar que habían pedido, estaban listas; entonces él dijo:
   -Bueno che; me voy yendo, pero seguimos en contacto.
   -Dale -dijo Leandro; después agregó: -Si me dejás el teléfono del lugar en el que estás parando, en cualquier momento te llamo y arreglamos para que vengas a comer a nuestra casa.
   -¡Dale!; ¿tienen para anotar?
  Tanto Mora como Leandro, dijeron que no, entonces Pablo, tras decir que iría hasta el mostrador a pedir prestada una birome, hasta el mismo fue, y la birome le fue prestada; después volvió hasta la mesa de su amigo y en una servilleta, anotó su teléfono y seguidamente, Leandro le anotó en otra, el suyo; tras esto darse, Pablo dijo:
   -Bueno che; nos estamos viendo.
   Y tras un nuevo abrazo que le dio a Leandro y un nuevo beso a Mora (y tras devolver la birome), junto a los amigos con los que había llegado al negocio, Pablo se fue.
 
A la mañana siguiente

   Etelvina se encontraba sola desayunando en “La Chocolatta”, de Lavalle 539 (a no confundir con la sucursal frente a la Plaza del Bicentenario, que se llama casi igual al negocio ya referido); tras concluir su desayuno, en el momento en que pidió la cuenta para pagar, ingresó una mujer junto a su esposo que, desde la mesa a la que se sentó, contempló a Etelvina con gran curiosidad, por creer reconocer en ella a alguien que había visto, pero no sabía de quién se trataba, hasta que finalmente dijo:
   -¡Ya séeee quién es ésa mina! ¡Es la boluda!
   Esta mujer, que se llamaba Mabel Maresu, era la que, el día anterior, manejaba el Renault 9 que casi había atropellado a Etelvina cuando ella transitaba por Rivadavia y se disponía a cruzar la calle General Paz.
   Su esposo, al escuchar lo que la mujer había dicho, le preguntó:
   -¿De quién hablás?
   -De la mina de la que te conté, esa que ayer cruzó la calle sin mirar, y que casi más, atropello.
   Tras el hecho referido, Mabel había frenado, pero en la siguiente cuadra; una vez ahí, miró hacia atrás, y a punto estuvo de bajarse para ver cómo estaba la mujer que casi atropella, pero no lo hizo por dos motivos: el primero es que se encontraba tremendamente nerviosa por el casi accidente, y el segundo, es que vio a un payaso (o sea, al artista circense callejero, Pablo Riera), parado frente a Etelvina, en lo que parecía ser un acto de contención emocional hacia ella; a causa de esto, tras unos segundos, arrancó el vehículo y puteando en voz alta a la distraída transeúnte, desde una distancia desde la que ella no podía escucharla, siguió su camino.
   En este hecho, Mabel había pensado una y otra vez; también mucho pensó en que de haber atropellado a la mujer, su vida habría cambiado para mal; se habría sentido horrible si la hubiera lastimado o matado, aunque no hubiera sido su culpa, además, tal vez habría ido presa, ya que gente inocente, va presa a diario por los más diversos motivos, y aun si esto no ocurría, habría sido citada para declarar en el ámbito judicial, lo cual, es siempre desagradable… en fin; pensó que su vida toda se habría muchísimo perjudicado de haber tenido lugar, el accidente que finalmente, no se dio, y al pensar en todo eso, se empezó a sentir muy airada, casi furiosa, y aunque no fuera una persona de hacer escándalos, esta vez, se levantó de su silla dispuesta a recriminarle agresivamente a Etelvina, su imprudencia al cruzar la calle (es decir, esta vez, estaba más que dispuesta a hacer un escándalo); una vez que estuvo frente a ella, le dijo:
   -Disculpame… ¿puede ser que vos seas la mujer que casi atropello ayer en Rivadavia y General Paz?
   Tras asentir en silencio con la cabeza, Etelvina dijo:
   -Sí.
   -Bueno… mirá nena: te voy a decir varias cosas.
   Y al decir esto, puso el índice de su mano derecha sobre un hombro de Etelvina, de modo amenazador, entonces Mabel se vio invadida por imágenes de los momentos previo, preciso y posterior, a los que casi ocurre el accidente ya referido… se vio manejando su auto por General Paz y casi atropellando a Etelvina y después, frenando ya en la siguiente cuadra, pero su visión no se detuvo ahí, sino que se extendió hasta la siguiente esquina, que era la de la calle Alsina; en la misma vio que un camión había doblado en contramano y rápidamente, al conductor notar su error, había frenado y dado marcha atrás; después de ver esto, como si se tratara de un video en retroceso, se vio otra vez manejando por General Paz y al llegar a Rivadavia, la vio a Etelvina parada en la esquina esperando a que su Renault 9, pasara, antes de ella cruzar la calle; esto derivó en que Mabel, siguiera por General Paz sin detenerse en ningún momento y al casi llegar a la esquina con Alsina, fuera impactada por el camión cuyo conductor, por error, en esta última calle, había doblado en contramano, resultando de este accidente, su muerte (o sea, de Mabel); entonces entendió que si Etelvina no hubiera cruzado distraídamente la calle, ella no la habría casi atropellado y no habría, por consiguiente, frenado durante varios segundos, en la siguiente cuadra, sino que habría seguido de largo y el camión la habría impactado; concienciando todo esto, de inmediato reinterpretó lo ocurrido y hacia Etelvina, sintió agradecimiento, pero… por no saber cómo explicarle todo esto que acababa de percibir de modo extrasensorial, nada le explicó, simplemente, con toda su furia ya transmutada en agradecimiento, tras tomarla de una mano, le dijo:
   -¡Gracias!
   Etelvina no entendió por qué le agradecía, pero por algún motivo, decidió no preguntárselo, simplemente le dijo: 
   -Bueno… disculpame por haber cruzado estando distraída, es que... tuve unos días muy complicados y… En fin; te pido perdón; más que eso no puedo hacer.
   Mabel, mirándola con total sorpresa, le dijo:
   -No te preocupes.
   En ese momento llegó el mozo con la cuenta y Etelvina la pagó; seguidamente, tras saludar a Mabel, se retiró del lugar.

Cosa a la que, ni en éste ni en los capítulos previos, me referí

   A quienes se pregunten de qué trabajaba Etelvina, les contesto: no trabajaba, era de una familia hiperconcheta, y los conchetos, como todos saben, hacen que los demás trabajen por ellos (y si trabajan, es por gusto o codicia, pero no por necesidad) y/o, invierten en propiedades que ponen en alquiler y viven de rentas, así como viven también de ellas, sus descendientes que las heredan; esto último era lo que constituía el sustento de Etelvina (¡SUERTUDA!)

   Si bien, Etelvina Melantoni era una hiperconcheta, la perdonamos, porque era una mina con onda (me tomé la atribución de hablar en plural, ya que asumo que el lector, comparte mi simpatía hacia ella).
  

sábado, 29 de marzo de 2025

(Serie: M & L; cap. 8) Heroico (y salvaje) viaje astral (cuento) - Martín Rabezzana


-Palabras: 4.491-

Abril del año 2004; sábado soleado.

   La mañana del día ya mencionado, Etelvina fue junto a su prima Sofía, a una inmobiliaria con el objetivo de encontrar una vivienda para alquilar, a la cual, Etelvina pensaba mudarse pronto, y la encontraron; a la misma, Etelvina planeaba irse el lunes, pero como el domingo hubo en el lugar, un principio de incendio, que resultó en que por el momento, no estuviera en condiciones de ser habitado, se fue al Quilmes Apart Hotel, ubicado en Nicolás Videla y Moreno, de la ciudad aludida en el nombre del hotel (hotel que, durante las restricciones que empezaron en el 2020, producto del coronavirus, quebró, y siguió funcionando como edificio de departamentos).
     Durante el mediodía, comió junto a sus tíos y a su prima; ésta última se quedaría hasta el día siguiente para acompañarla, para después, volver a su vivienda en La Plata.
   A la tarde, sus tíos salieron y también Sofía; estando ya sola en la casa, a eso de las cuatro y veinte, Etelvina se desvistió y entró a la bañera del baño del cuarto de huéspedes que ocupaba; a diferencia de lo que mucha gente hace (ella misma, incluida), esa vez no abrió la canilla antes de ingresar al lugar ya mencionado, sino que esperó a estar ya dentro del mismo, previo a hacerlo; ninguna necesidad había de dejar correr el agua un rato para que se calentara, ya que hacía un poco de calor, así que, si el agua salía fría durante los primeros segundos, ningún problema habría, y ocurrió que justo cuando estuvo a punto de poner su mano sobre la llave de paso de agua, sintió a su conciencia alejarse del lugar en el que estaba, lo cual, la llevó a arrodillarse primero, y a sentarse y apoyar su espalda contra una pared, después; lo que entonces empezó a experimentar, no podría sensatamente denominarse “sueño”, sino más bien, “viaje astral”.

El viaje de Etelvina

   Etelvina se vio elevada del baño de la vivienda ubicada en Belgrano 535, Quilmes, y atravesando el techo, su conciencia llegó hasta una altura superior a la de los árboles más altos del barrio; seguidamente, se vio volando hasta las calles Yrigoyen y Matienzo; una vez ahí, suave pero velozmente, aterrizó.
   La mujer se sintió totalmente sorprendida, ya que lo que estaba viviendo, era increíble, no obstante, no consideró estar en una ensoñación, ya que sabía que cuando uno piensa eso durante el sueño, se despierta, y como había considerado la posibilidad de estar soñando, y no se despertaba, tuvo la certeza de que lo que experimentaba, un sueño, no era.
   Sin saber por qué, empezó a caminar por la calle Matienzo hasta la altura 30 (aproximadamente), en cuya casa vivían Mora y Leandro, cosa que la mujer, entonces, desconocía; una vez frente a la puerta de la vivienda, Etelvina sintió a su corazón latir muy fuerte, y sin saber por qué, sintió la imperiosa necesidad de tocar el timbre; varios segundos pasaron sin que nadie respondiera mientras ella empezó a sentir un miedo tal, que a punto estuvo de hacerla irse corriendo del lugar, pero justo cuando estaba por hacerlo, la puerta se abrió y fue recibida por Mora y Leandro, que, sonriendo ampliamente, la recibieron; Etelvina rápidamente entendió que su atracción incontenible hacia ellos, la había guiado hasta ese lugar.
   Leandro besó en una mejilla a Etelvina y después, lo mismo hizo Mora; de inmediato ella le devolvió a cada uno de ellos, el beso que le habían dado; seguidamente, la pareja tomó a la mujer de las manos (cada uno de ellos, de una mano), y suavemente ambos la arrastraron al interior de la vivienda, cuya puerta se cerró sola tras el ingreso de la treintañera; ambos jóvenes condujeron a la mujer hacia el dormitorio y en la cama, se sentaron; Leandro estaba a la derecha de Etelvina y Mora, a su izquierda; Leandro besó a Etelvina en los labios y ella rápidamente convirtió un beso de labios, en uno de lengua; tras varios segundos, Mora se acercó a los labios de la mujer, y lo mismo que con Leandro, se dio; durante varios minutos alternó besos con Leandro y con Mora, hasta que Mora, a Etelvina le sacó las zapatillas y las medias, mientras Leandro le levantaba la remera; ella de inmediato elevó los brazos para que cuanto antes, su cuerpo quedara desnudo; tras sacarle la remera, Leandro pasó a sacarle la parte superior de su ropa interior y
segundos después, Mora, que estaba descalza, en bombacha, y llevaba una remera que decía: “MONTONEROS”, se desvistió rápidamente dejando tiradas en el piso, todas sus prendas, acto seguido, le sacó a la mujer, el pantalón y la bombacha, mientras Leandro se desnudaba; de inmediato Etelvina se acostó boca arriba en la cama y Leandro besó sus pechos desnudos, alternando el contacto con ellos, que con sus labios, hacía, con el de su lengua, mientras Mora, a la mujer (que había abierto sus piernas) le pasaba la lengua por la vagina e introducía sus dedos en ella; mientras tanto, Etelvina gemía de modo no precisamente sutil; tras un rato de amar a la rubia fémina desde la posición ya descrita, Mora dejó su entrepierna y con besos recorrió su abdomen, sus pechos y, cuando llegó a sus labios, la boca de Etelvina se abrió para recibir a la de su amante femenina con su lengua; mientras tanto, Leandro, tras dejar de lamer la concha de la mujer (dado que eso estaba haciendo desde hacía un rato), acercó su miembro erecto a la boca de sus dos amantes y tras Mora, verlo, suavemente lo mordió y con desesperación, lo chupó durante unos treinta segundos mientras Etelvina lamía la piel que cubría sus testículos; después intercambiaron tareas, y fue Etelvina la que con desesperación, le chupó a Leandro, la pija, mientras Mora pasó a lamer la parte inmediatamente inferior de la misma; tras unos minutos de ser amado por ellas de esta manera, Leandro alejó su sexo de la boca de ambas mujeres y se puso sobre Etelvina con la intención de penetrarla; Mora abrió sus piernas y se arrodilló frente a la boca de la mujer; ella, al tener sobre sí, a esa hermosísima abertura hipervelluda, procedió a lamerla con intransmisible fruición; Leandro, que ya había metido su miembro en el interior frontal del tren inferior de Etelvina, a ella le provocaba un placer inmenso que resultaba en que (muy a su pesar), debiera interrumpir el contacto que su lengua hacía con la entrepierna de Mora, porque sus gritos de éxtasis, no podían darse plenamente en paralelo con el acto de lamer, que realizaba; tras unos diez segundos de mucho gritar, volvía a lamer la entrepierna de Mora, que también gritaba y evidenciaba placer extremo en todo momento, pero sobretodo, cuando de su vagina, una lluvia dorada empezó a caer; Etelvina sintió que ese líquido procedente del interior de su amadora femenina, imprescindible era para su subsistencia, como si fuera alguien caminando desde hacía muchas horas por el desierto en pleno verano, no obstante, con cada gota resultante de la micción de su americanísima amante, que tragaba, se sentía más y más sedienta, de ahí que su sed fuera inagotable, que era lo mismo que había sentido al tragar el semen de su amante masculino; esta dinámica se mantuvo durante varios minutos, hasta que Mora se levantó y Leandro, interrumpió el coito vaginal para seguidamente pedirle a Etelvina que se diera vuelta; ella lo hizo y se puso en cuatro patas, mientras Mora, delante de ella, hacía lo mismo; teniendo al ano abierto de su amante femenina delante, Etelvina le pasó la lengua y alternó lamidas y metidas de lengua en punta, que, una vez dentro del recto, revolvió, con la introducción de varios dedos, mientras una excitación mayor aún, que la que previamente había sentido, experimentaba; seguidamente, su amador masculino hizo lo propio con la abertura posterior de Etelvina, es decir, lamió su ano y lo penetró con varios dedos y con su lengua en punta que, una vez dentro, revolvió; esto, Leandro lo hizo durante poco más de un minuto, tras ese espacio de tiempo, alejó su boca de la parte posterior de Etelvina, y lo que acercó, fue su miembro erecto con el cual, la penetró; al igual que ya le había pasado al lamerle a Mora la concha, en esta oportunidad, muy a su pesar, cada unos quince segundos, Étel debía interrumpir el contacto que con la parte íntima posterior de su amante femenina, hacía, para gritar de placer, porque de no hacerlo, se habría ahogado; tras unos dos minutos de todo esto, al verse venir un orgasmo que presentía que la haría gritar mucho más de lo que hasta ese momento, había gritado, se preparó para recibirlo, fue entonces que sacó la lengua del ano de Mora y le introdujo un dedo, proyectando volver a
practicarle a la joven, sexo oral anal, cuando el orgasmo concluyera, pero lo que siguió no fue solamente un gran orgasmo, sino la serie más violenta de orgasmos que una mujer pueda llegar a experimentar, lo cual, quedó evidenciado en el torrente que desde su vagina, se desató, al iniciarse la cuarta convulsión orgásmica, que dejó a las sábanas, tremendamente empapadas; después del cuarto orgasmo, vino el quinto, el sexto y… muchos más; esto le hizo sentir a Etelvina que nunca acabaría de acabar; mientras tanto, Mora, que también había experimentado varios orgasmos provocados por la lengua y los dedos de la mujer en su vagina y ano, al notarlo, mientras gemía y se reía, a ella le dijo:
   -Etelvina, hermosa… ¿la estás pasando bien?
   Ella, entre jadeos que la ahogaban, ya que Leandro seguía con su miembro, analmente amándola, respondió:
    -¡Siiiii!…
   Poco después, Leandro eyaculó dentro del ano de Etelvina y ella volvió a verse en la bañera, y no sintió haber despertado de una ensoñación, ya que lo experimentado por ella había sido demasiado intenso, y si bien, durante la ensoñación puede haber un sentir extremadamente intenso, el mismo se desvanece muy rápido, cuando el soñante, vuelve a la vigilia, y éste no habría de ser el caso, por lo que sintió que el encuentro no pudo haberse dado en el plano onírico, pero como tampoco había sido en el físico, parecía sólo quedar como posibilidad, que se hubiera dado en el plano espiritual/astral, y así había sido, ya que el desdoblamiento de su conciencia que había experimentado, la había llevado a encontrarse con los desdoblamientos de Mora y Leandro, en ese plano en el que, a diferencia de éste, ni el concepto ni el sentir de infidelidad, de propiedad ni de exclusividad, existen, haciendo esto posible que el amor romántico, se dé entre tres partes (o más), así como toda otra cosa anhelada por nosotros que en este plano terrenal, es imposible.
   Como si hubiera hecho falta una confirmación de que lo que acababa de experimentar, había sido real, al mirar hacia el piso, la mujer lo encontró empapado por sus propios fluidos.
   Por suerte, sus tíos y su prima, un rato antes habían salido de la casa, porque de haberse encontrado en ella, mucho se habrían preocupado por Etelvina, ya que los gritos que dio durante la sucesión de violentísimos orgasmos que tuvo, los habrían hecho pensar que la estaban matando.

Post viaje turístico sexual, astral

   Etelvina rápidamente se duchó y tras secarse y vestirse, salió de la casa de sus tíos y fue hacia Matienzo altura 30, para tratar de saber si en esa dirección, Mora y Leandro, vivían.
   Mientras transitaba por la calle Yrigoyen, vio pasar un Renault 4 que en la calle Matienzo, dobló, en cuyo interior, creyó ver a dos jóvenes, entonces trotó hasta la esquina y subrepticiamente miró hacia la casa que en su viaje astral, había visto, en cuyo frente, el auto ya mencionado, acababa de estacionar; del mismo bajaron dos jóvenes que, como Etelvina había pensado, eran Leandro y Mora.
   Totalmente conmocionada y desesperanzada, por sentir que a diferencia de lo que había ocurrido en el plano astral, en éste, de acercarse a ellos, sería nuevamente rechazada, dio media vuelta y velozmente se fue caminando por la calle Yrigoyen hasta Rivadavia; por esta última calle transitó toda la parte peatonal, que se extiende hasta la calle Sarmiento, y ya en la parte no peatonal, siguió por la vereda de la mano izquierda, rumbo a la casa de sus tíos, situada en la calle Belgrano, pero fue que cuando llegó a la esquina de Rivadavia y Gral Paz, producto de su estado emocional conmovido, cruzó muy imprudentemente la calle, lo cual llevó a que casi fuera atropellada por un Renault 9 que por Gral Paz, transitaba; el accidente no llegó a producirse porque un artista callejero que en la calle de esa esquina, se encontraba haciendo malabares frente a los autos cuando el semáforo estaba en rojo, al escuchar a uno de sus compañeros gritar: “¡Cuidado!”, advirtió la situación, dejó caer al piso los elementos que utilizaba para su tarea, y hacia Etelvina corrió, para intentar frenarla, lo cual, logró; ella entonces concienció lo que acababa de ocurrir y miró al joven, que vestía ropa estrafalaria y tenía el rostro pintado al estilo de los payasos; él, sonriendo le dijo:
   -¡Llegué a tiempo!
   Y de inmediato su sonrisa se deshizo y fue reemplazada por una expresión de estupor; el joven, en ese momento pensó: “¡Qué minón! ¡Poorrr diosssss!”.
   Etelvina, mientras lo palmeaba en un brazo, con una triste sonrisa, le dijo:
   -Te agradezco mucho. Chau.
   Y reemprendió la marcha rumbo a la vivienda de sus familiares en que estaba parando, pero el joven la alcanzó y le dijo:
   -¡Pará pará pará!… -ella detuvo su marcha -Si cruzaste tan distraídamente, es porque estás anímicamente mal; ¿no querés que vayamos a tomar algo, al bar de acá a media cuadra, así te distendés? Porque es peligroso que sigas caminando por la calle si estás anímicamente mal.
   -No, gracias; voy hasta acá cerca -y reanudó su caminata.
   El joven le dijo:
   -Sí, pero igual, es como que… -y considerando inútil a toda insistencia, de pronto hizo silencio y se quedó parado mirando cómo Etelvina se iba, pero ella, contra todo pronóstico, por tener en cuenta que el muchacho le había salvado la vida, se sintió culpable por no agradecerle debidamente, de ahí que sintiera que correspondía aceptar su invitación, fue por eso que detuvo su marcha, dio media vuelta y le dijo:
   -Bueno… vayamos al bar.
   Entonces el joven (que tenía 22 años) se sintió la persona más afortunada del mundo, lo cual, lo llevó a decirse mentalmente: “¡Se te dio, Pablito!”; seguidamente, a la mujer le dijo:
   -¡Vamos!
   Y mientras el muchacho le hacía una seña a sus dos compañeros (una chica y un chico) indicándoles que iría hasta el bar que se encontraba a media cuadra de donde estaban, ubicado en Gral Paz 645 (actualmente -año 2025 -el bar se llama RUDA; desconozco cómo se llamara en aquel año 2004), junto a Etelvina, al mismo se dirigió.
  Una vez en el bar, se sentaron a una mesa situada en el exterior, en un pasillo lateral conducente al patio; ahí le dijo a la mujer:
   -Me llamo Pablo.
   -Yo me llamo Etelvina -dijo ella.
   Al llegar el mozo, Pablo le preguntó a su invitada:
   -¿Qué querés tomar y comer?
   Etelvina dijo:
   -Un té y crepes de manzana.
   -¿Y usted? -le preguntó el mozo al joven.
   Entonces él, pensando en lo mucho que le costaría la consumición de Etelvina y en sus pocos fondos, dijo:
   -Yo... agua nomás.
   -¿Con gas o sin gas? -preguntó el mozo.
   -Sin gas -le fue respondido.
   Rápidamente le fueron llevados los pedidos y Etelvina empezó a comer los crepes frente al muchacho, después dijo:
   -¡Qué bueno que está esto! ¿No querés?
   -No, gracias, no tengo hambre -pero su expresión decía otra cosa, ya que sin advertirlo, al mirarla, el joven hacía un gesto que exponía una necesidad insatisfecha que Etelvina ingenuamente atribuyó a las ganas de comer que en él, no eran tales, dado que la expresión como de hambre que expuso al verla masticar, fue en realidad, de ganas de ella, ya que, en ese momento, los crepes no lo tentaban para nada.
     Etelvina, tras mandarse un buen bocado, cortó otro y acercó su tenedor a la boca del joven; entonces él, que, como ya fue dicho, ningún interés tenía entonces en la comida frente a él, sin dudarlo abrió la boca y comió lo que la mujer le ofreció, ya que tener algo que hubiera estado en la boca de esa tremenda mina, era para él, altamente deseable (claro que… él desconocía todo lo que, un rato antes, en el plano astral, había estado en la boca de Etelvina).
   El que Etelvina compartiera con el joven, los crepes, fue repetido hasta que los terminaron; seguidamente ella se puso a hablar.
   -¿Tenés novia?
   Y sonriendo tímidamente, Pablo dijo:
   -No, en este momento no, pero…
   Y fue interrumpido por su interlocutora, que dijo:
   -Yo no tengo novio, y de hecho, venía re mal anímicamente, y por eso estaba distraída y casi me atropellan, porque me enamoré de dos personas que me rechazaron… ¿te pasó a vos, enamorarte de dos personas al mismo tiempo? 
   El joven negó en silencio con la cabeza, entonces ella inició lo que sería un monólogo: 
   -Bueno… a mí tampoco me había pasado, y lo peor es que no son dos personas libres, sino que componen una pareja; son un varón y una chica; ¡no sabés lo que son! ¡Están bárbaros!, y cuando me acerqué a ellos y les propuse sumarme a su relación, me dijeron que no, y empecé a experimentar una unión con ellos que me llevó no sólo a pensarlos constantemente, sino también, a soñarlos dormida y también, estando despierta, si bien lo que experimenté durante la vigilia, no fueron realmente sueños, porque fue demasiado vívido; fue otra cosa lo que experimenté; fueron como encuentros en un plano que seguramente es el astral, y ahí, con ellos me relacioné sexualmente, y lo extraño es que la atracción que siento por Mora (así se llama esa morochaza), nunca la había sentido por una mujer; nunca fui lesbiana ni bisexual, y no sé si lo sea ahora, porque no estoy segura de si me gustan las mujeres; me gusta ESA mujer, de americanísimo rostro y oscurísimos, pelo y piel, pero aun si me gustaran, tras haberla visto a Mora, no quiero a otra mujer, más que a ella, y eso es lo que me pasa también con el pibe; me ENCANTAN los hombres, pero después de haberlo visto a Leandro, no quiero a otro hombre más que a él, y además…
   Etelvina siguió hablando del amor y del deseo sexual, que por Mora y Leandro, sentía, mientras Pablo experimentaba una decepción total, ya que ella, ningún interés romántico ni sexual, hacia él, estaba manifestando; esto lo llevó a pensar lo siguiente mientras la mujer, seguía hablando: “-¡Uuuuuuhhh!… esta mina me tomó de “amigo”… y bueh; es mi culpa;… con esta pinta ridícula, no puedo ser el prototipo de galán de ninguna mujer; encima, seguro que acá cobran carísimo, y todo lo que gané hoy, se me va a ir en pagar lo que esta mina, que nada va a querer conmigo más que amistad, consume, y no sólo lo que pidió hasta ahora, voy a tener que pagar; seguro que va a pedir algo más, en cualquier momento… Yo soy un croto y esta mina, una concheta, pero igual, soy yo el que va a tener que pagar, porque mucho feminismo, piripipí, piripipí, pero al final, cuando un tipo sale con una mina, es él, el que tiene que pagar.”
   Tal cual el joven había pensado, Etelvina volvió a pedir algo; ese algo eran más crepes de manzana; una vez en su mesa, volvió a ofrecérselos al joven frente a ella, pero esta vez, él, enfáticamente los rechazó, ya que lejos de sentir como sensual, el que ese plato, esa mujer, con él compartiera, sintió que tal familiaridad que la había llevado a ofrecerle comer desde su tenedor, se había dado justamente porque lo veía como a un amigo al cual hasta tal vez, considerara gay; pensó en decirle que no lo era, pero después, desistió, porque de todas formas, Etelvina seguía hablándole de su amor por esos dos jóvenes, que exponía que con él, como ya fue dicho, nada romántico ni sexual, quería, fue por eso que tras unos 25 minutos, sintiendo que no aguantaba más la perorata de la rubia, le dijo:
   -Bueno, Etelvina… yo me voy yendo porque tengo que seguir trabajando y…
   Entonces ella lo tomó de un antebrazo y le dijo:
   -¡No! Pará Pablo, que todavía no te conté algo muy importante: en el plano astral, en donde hoy me encontré con Mora y Leandro, ella, que es una morocha HERMOSÍSIMA (¿te lo había dicho?), tenía una remera que decía “MONTONEROS”; ¿qué creés que pueda significar?
   Entonces el joven se sintió invadido por imágenes y sonidos de algún día del año 1975, en el que Elena y Ulises (que eran las versiones previas a las de esta vida, de Mora y Leandro), disparaban fusiles contra represores del estado, hiriendo a algunos y matando a otros; después los vio en la casa operativa montonera situada en 25 de Mayo, 112, Quilmes, en el año 1976, mientras infructuosamente resistían con armas, a militares y policías que habían ido al lugar para secuestrarlos, torturarlos, matarlos y hacerlos desaparecer; a todas estas escenas de sangre y fuego, el joven las vio (y las sintió) de un modo tan vívido, que el hastío que el monólogo de Etelvina le había producido, de inmediato se deshizo y fue reemplazado por un enorme pánico que, afortunadamente, pocos minutos le duraría; este sentimiento lo llevó a soltarse del agarre de la mujer y a decir:
   -¡Mozo! -y sacó su billetera esperando que le alcanzara la plata para pagar, pero Etelvina le dijo:
   -¡No, dejá Pablito! Pago yo, pago yo.
   El muchacho, aliviado, pensó: “Bueh… una buena”; seguidamente, a la mujer le dijo:
   -Chau, Etelvina; que te vaya bien.
   -Chaaauuu -dijo ella, y rápidamente se levantó y lo besó en una mejilla; mientras lo veía alejarse, agregó algo que muy comúnmente, dice una persona cuando desea NUNCA volver a ver a otra (aunque éste no fuera el caso): -¡Hasta pronto!
   Al escuchar esto último, Pablo dijo en voz casi inaudible, algo que nunca creyó que fuera a decir tras estar con una mujer taaan hermosa como Etelvina: “Hasta nunca”.

Ridículo y lógico, a la vez || Extraños = amigos íntimos en potencia

   Por un lado, había sido ridículo el que Etelvina, cosas como las que a Pablo, le había contado, a un desconocido, le contara, pero por otro, era lógico que así fuera, ya que, ¿a quién, sino a un desconocido, podía contarle cosas tan íntimas e incomprensibles?   
   Alguien podrá pensar que cosas como las que Etelvina expuso frente a ese extraño, correspondería hablarlas con amigos, y no con desconocidos; otro alguien, de ser partidario de la secularización de las creencias místicas, dirá que, efectivamente, no corresponde hablarlas con desconocidos, pero tampoco con amigos, sino con  “profesionales de la salud mental”, lo cual, es una clara contradicción, ya que esos “profesionales”, son extraños (de hecho, tienen terminantemente prohibido tratar a personas con quienes tengan un trato personal), y no sólo son extraños para quienes a ellos, acuden, creyendo (erróneamente) que les van a solucionar algo, sino también, extraños para la compasión, la empatía y la bondad, ya que el ejercicio de la profesión de entregador de víctimas a la tortura psiquiátrica (o sea, el de psicólogo) y el de perpetrador de picaneamiento farmacológico y privador de la libertad (o sea, el de psiquiatra), es totalmente incompatible con las cosas mencionadas, haciendo esto de todo psicólogo y psiquiatra, alguien totalmente falto de compasión, de empatía y de bondad; ¿quiénes deben reemplazar a estos repudiables seres? LOS EXTRAÑOS… sólo un extraño puede ser un amigo en serio, de esos con los que se puede hablar de ABSOLUTAMENTE TODO, sin miedo a la reprobación despiadada (no significando esto que todo extraño sea necesariamente un gran amigo, pero lo puede ser), y cuando ese extraño deja de serlo, su carácter de “amigo en serio/íntimo”, entra en decadencia y pasa a ser un amigo a secas; es entonces que ante la necesidad de amistad íntima, corresponde volver a acercarse a extraños.
   La gente “inteligente” de hoy en día, dirá que los extraños son peligrosos y que no hay que acercárseles, y promueven así, no sólo la no concreción de la única verdadera amistad íntima, posible, sino además, la no creación de lazos interpersonales fuertes, que tanto está aquejando a cada vez más integrantes de la sociedad humana mundial actual, de ahí que yo reivindique a los extraños y promueva acercarse a ellos, dado que sólo de ese modo, se puede revertir este (trágico) estado de cosas… En fin; volviendo a la historia de Etelvina:... ella se quedó en el bar un rato más, tras Pablo haberse retirado, y después volvió a la casa de sus tíos en donde, esa noche, Sofía organizó una tranquila reunión a la que asistieron amigos de ella y de Etelvina; tras la misma concluir y Etelvina, retirarse a su cuarto, la treintañera mujer, volvió a tener visiones de Mora y de Leandro, tanto durante la vigilia, como así también, durante el sueño, pero esta vez, no fueron de corte romántico ni sexual, ya que a ambos los vio cuando, por vez primera, en esta vida se encontraron en un bar para seguidamente ir a cierta casa montonera (la misma que ya fue referida); también los vio maniatando a dos policías en las cercanías de una playa en Villa Gesell y posteriormente, ejecutando lo que sería el “Hecho Madariaga”, que consistió en inducir al suicidio a un ex militar que había sido (junto a otros represores), durante sus encarnaciones anteriores, perpetrador de sus secuestros, tormentos, asesinatos y desapariciones.
   Etelvina no solamente vio a Mora y a Leandro, con sus formatos materiales actuales, sino también, con los inmediatamente anteriores a los de sus actuales encarnaciones, cuando se llamaban Elena y Ulises; a ambos logró ver abriendo fuego contra represores del estado en distintos momentos, uno de ellos fue cuando los terroristas estatales los fueron a buscar, aquel fatídico día del año ‘76, que fue en parte, lo que a Pablo, sin ella saberlo, le había transmitido… entonces empezó a entender que la remera de Montoneros que Mora, durante su último encuentro, tenía puesta, era un indicador de algo perteneciente a su pasado, no obstante, todavía quedaba mucho por entender, y Etelvina, que cada vez se salvajizaba más y más, era una persona cada vez más preparada para asimilar la complejísima información que seguía (y seguiría) llegándole.

   Seguí salvajizándote, Etelvina querida.