domingo, 23 de marzo de 2025

(Serie: M & L; cap. 7) Etelvina: dama salvaje en construcción (cuento) - Martín Rabezzana

-Palabras: 4.291-

Dama civilizada en deconstrucción

   El hombre, muy bien vestido, estacionó su Renault 21 en Almirante Brown casi esquina Brandsen, Quilmes; hasta ahí se había dirigido para pasar a buscar a su novia, que a la mencionada ciudad (que era en la que, 33 años atrás, ella había nacido y en la que hasta que se había ido a vivir con él, residía) había ido a visitar amigos; tras bajar del auto, fue al encuentro de ella, que se encontraba sentada sola a una mesa situada en la vereda del restaurante Justo Brandzen, del lado de la calle homónima (o casi homónima) al negocio mencionado; al verlo, con la voz un poco lánguida, Etelvina le dijo:
   -Hoolaaa.
   -Hola -dijo él, seguidamente la besó y tras tomar asiento, le dijo:
   -Perdón por la tardanza.
   Etelvina dijo:
   -Naaaaahhhh…. no te preocupés… Gardel nos enseñó que “20 años no es nada”, así que, unas casi dos horas, son menos que nada, por eso digo que… no me hiciste esperar mucho, me hiciste esperar menos que nada… -y terminó de tomar lo que quedaba de su cuarta copa de licor Mariposa de esa noche, que era lo que había causado la languidez en su entonación.
   -Estás borracha –dijo él.
   -Ajahhh… ¿y? -respondió ella; seguidamente prendió un GITANE.
   Su novio le dijo:
   -Bueno… vamos a casa -después llamó a un mozo y con un gesto le pidió la cuenta que rápidamente, le fue llevada, entonces pagó, y junto a su novia, abordaron el Renault 21.
   Durante el trayecto rumbo a su importante vivienda, situada en Manuel Acevedo 1235, Banfield, poco hablaron; ella nada tenía para decirle a su novio, y él, como presintiendo que si ella, mucho hablaba, diría cosas que no quería escuchar, poco le preguntó; en ese silencio prolongado permanecieron durante el resto de la noche en la que, una vez en el dormitorio que compartían, el hombre la besó e intentó desvestirla; ante esto, Etelvina ninguna resistencia opuso, pero era claro que muy lejos estaba de la excitación sexual, porque más parecía una estatua que un ser de carne y hueso, fue por esto que su novio, sin decirle nada, suspendió su acción en curso y se acostó a dormir, entendiendo que había en ese momento, una lejanía emocional con su novia, que duraría toda la noche; deseando que la situación se revirtiera pronto, se dispuso a conciliar el sueño.
   Al día siguiente, el novio de Etelvina, que muy temprano había salido de su casa por motivos laborales, estuvo ausente todo el día; al llegar pasadas las 20:00 horas a su vivienda, se encontró con ella, que sentada en la cama, junto a una valija que tenía preparada, lo esperaba para decirle algo que él, nunca habría querido escuchar.

El motivo de la decisión de Etelvina de irse del lado de su novio

   La pasada noche en que había esperado unas dos horas a su novio, Etelvina había conocido a Leandro y a Mora; ella nunca antes se había sentido sexualmente atraída hacia ninguna mujer, pero al ver a Mora, con sus americanísimos y anochecidísimos, pelo y piel, había sentido una atracción que, por años luz, superaba en intensidad, a la que por una persona, hubiera alguna vez, sentido; al ver a su novio, que se encontraba frente a ella, sintió exactamente lo mismo que por la joven, sintió, resultando esto en que con ambos, quisiera estar, de ahí que hasta la mesa de la pareja se hubiera acercado, anhelando que los dos seres en cuestión, le abrieran las puertas de sus vidas.
   A ninguno de los dos, deseaba más que al otro; a ambos los necesitaba física y álmicamente, por igual; sentía (y no se equivocaba) que entre los dos, conformaban una unidad resultante de la complementariedad de opuestos que, a su vez, le explicaría el por qué de la falta de lugar para ella en su cama y en sus vidas.
   En la trasnoche de haber conocido a los jóvenes ya mencionados, mientras su novio dormía a su lado, Etelvina se levantó de la cama y fue al baño en donde se masturbó pensando en ellos; en su fantasía libidinosa, alternaba besos de lengua con ambos y después, tras pasarle a Mora, la lengua por la concha, era Mora quien a ella, su lengua, por su concha, pasaba, mientras Leandro, analmente la penetraba; tras masturbarse, volvió a acostarse junto a su novio e imaginó que con ellos vivía y no sólo compartía a diario la cama con ellos, sino además, la vida toda, y esa ensoñación, que en su mente, con la mayor de las fuerzas, se instaló, la llenaba de un bienestar total que poco después, al concienciar que su fantasía nunca habría de convertirse en realidad, se transformaba en angustia, también total, que habitualmente llegaría al punto de sumirla en el llanto.
   La satisfacción física (que se veía sucedida por la insatisfacción emocional) que en Etelvina se daba cuando se masturbaba pensando en Leandro y Mora, era mucho mayor que la que había sentido durante cualquier encuentro sexual que con cualquiera de sus muchas parejas, había experimentado; sentía más placer imaginando que Mora le chupaba la concha, que el que había sentido durante cualquier chupada de concha que sus parejas le habían realizado; sentía más placer imaginando que a Leandro le chupaba la pija y que después, él la penetraba vaginal y analmente, que el que había sentido durante chupadas de pija y coitos vaginales y anales, experimentados con cualquiera de sus compañeros sexuales.
   Ella, mujer sexualmente promiscua hasta que había conocido a su último novio a quien, durante los casi tres años de relación que había con él, mantenido (relación que había sido de amor recíproco), había sido fiel, de ahí que al iniciar su noviazgo con él, haya roto con años de una promiscuidad sexual, que habitualmente la llevaba a relacionarse con más de un compañero a la vez, pero en ninguno de los tríos de los que participara, había sentido siquiera la remota necesidad de entablar una relación romántica con ninguna de las otras dos partes, y al pensar al respecto en el pasado, había considerado que, de tal necesidad, en algún momento, existir, sería hacia sólo uno de sus compañeros sexuales, y no hacia los dos, y esto es lo que le pasa a la mayoría, ya que la fantasía de conformar un trío, es casi siempre, de corte sexual; las fantasías románticas parecen siempre involucrar únicamente a dos partes; por todo esto es que esta necesidad de conformar con Mora y Leandro, un trío no sólo sexual, sino también, romántico, era inusitada, y lo que se sale de la norma, es anormal, y lo anormal es considerado MALO, reprobable, negativo... tanto ética como legal y hasta físicamente, ya que no sólo reprueba el vulgo, moralmente, a las desviaciones de las normas y legalmente, quienes lo hacen son las autoridades, sino también, la medicina, ya que lo que no es normal, es oficialmente patológico… pero… ¡al carajo con la normalidad!, después de todo, “normal” (junto con “civilización”, “orden” y, en los últimos tiempos, “libertad”), es la palabra favorita de todo intolerante, de ahí que los normalizadores sean invariablemente opresores… la anormalidad no tiene por qué ser patológica, pero en este caso, parecía serlo, porque la necesidad de Leandro y Mora que a Etelvina la embargaba, que ella presentía que permanecería de por vida, insatisfecha, la hacía sentirse terriblemente mal, pero a la vez, de ese mal, no quería liberarse, porque del mismo no era ella la única participante, sino también, los dos jóvenes mencionados, y si de ese mal se liberaba, nada de ellos le quedaría, de ahí que prefiriera convivir con ese sentir negativo, a seguir viviendo sin nada de ellos en su persona.
   A ambos los consideraba (acertadamente) salvajes, y al Etelvina despreciar a esa cosa extremadamente nociva e indeseable, que es la civilización, necesitaba justamente de ese salvajismo, por tener la certeza de que en el mismo se encuentra la positividad en su más alto grado.
   A su novio, Étel tuvo ganas de decirle: “¡No sabés lo que era la pareja de pendejos que conocí!… delante de ellos, yo estaba más caliente que tapa de horno de pizzería un sábado a la noche… quería imperiosamente que la piel clara de él, y la oscura de ella, me atraparan y que nunca me soltaran… quería que ambos me metieran la lengua en la boca y que después me la pasaran por la concha, las tetas y el orto, para después, yo chuparle a ella la concha y a él, la pija, para seguidamente meterles la lengua en la parte posterior de sus personas… nunca sentí tanta calentura como sentí por Leandro y por Mora… Vos me REEEE calentabas, y no sólo eso, sino que además, mucho amor, por vos sentí, pero estos dos… son otra cosa… son el mismísimo fuego personificados, y además siento que son el amor total que supera al existente en la más idílica de las ensoñaciones… por eso me acerqué a ellos y cuando con ellos, hablé, más aumentó mi atracción, y más sentí que nada había tenido sentido previo a conocerlos y que nada volvería a tenerlo si a ellos no me acercaba, y si bien me permitieron, con ellos estar, cuando les pedí ingresar a su intimidad, me cerraron la puerta… y yo siento que a esa puerta que no me es dado trasponer, tengo que intentar igual, trasponerla, porque en ese intento está el poco sentido que puede llegar a, en mi vida, haber… Es HIPERSEXUAL mi atracción por ellos, pero no únicamente, porque va más allá de eso… y ya no soy una pendeja, tengo mucha experiencia en todo esto, por eso sé que la calentura pasa, y que entonces uno muchas veces se da cuenta de que lo que creyó amor, era en realidad, lujuria que de amor, se había disfrazado… pero esta intensidad no la había sentido nunca… mi deseo no pudo ser simplemente lujuria; fue amor a primera vista, ese mismo que dicen que no existe (que era lo que yo misma creía) y que en realidad, SÍ EXISTE; ese amor me hace sentir que el que por vos, hasta conocerlos, sentía, nunca existió, y en realidad, si existió, pero al ver a Mora y a Leandro, dejó de existir…”, pero por supuesto... nada de esto que ensayó durante todo el día, fue capaz de decir, una vez frente a quien durante ya casi tres años, había sido su novio; a él, simplemente le dijo:
   -No puedo seguir con vos… 
   Ante la pregunta de su ya, ex novio, sobre si había otro, ella no se atrevió a decirle que ese “otro”, eran en realidad, “otros”, siendo uno de los integrantes de la pareja de la que se había enamorado, una mujer, y no por pudor ni culpa, sino por saber lo imposible que sería para él, comprender un sentir que, con la fuerza de un huracán, se había en ella, instalado… fue por eso que simplemente le dijo:
   -Sí; hay otro… nunca te fui infiel con él, pero siento por él, una atracción que me lleva a hacer todo lo posible por acercármele, aun sabiendo que me va a rechazar, pero sintiendo esto, te estaría engañando si no te lo dijera y siguiera con vos, cuando en mis pensamientos, estoy con él.
   Su novio intentó contener las lágrimas que sintió llenar sus ojos, al presentir lo irreversible del abandono de Etelvina; ella lo abrazó y repetidamente le pidió perdón, le dijo que no merecía su abandono, pero que no se puede controlar el sentir; seguidamente, tras ella decirle repetidamente: “No no no”, en respuesta al pedido de él, de que se quedara, o que se separaran, pero sólo temporalmente, porque tal vez dentro de un tiempo, habría manera de arreglar las cosas, se fue de su vida para siempre.
   En un remís que había pedido, se fue rumbo a la casa de sus tíos.

Casa Melantoni

   Los tíos de Etelvina, vivían en una lujosa casa situada en Belgrano 535, Quilmes, pero no fue a ellos a quien les había pedido alojamiento, sino a su prima Sofía.
   Sofía Melantoni era una socióloga de 27 años que en aquel año 2004, se encontraba viviendo en la ciudad de La Plata; a su celular, Etelvina había llamado unas horas antes, y a su prima le había contado que a su novio, en cuya casa vivía, había dejado y que necesitaba un lugar donde quedarse unos días; Sofía se encontraba en ese momento visitando a sus padres en la ya mencionada casa, entonces, de inmediato le preguntó:
   -¿En dónde estás?
   -En la casa de mi ya, ex novio, en Banfield.
   -Yo estoy en Quilmes, en la casa de mis padres; si querés, te banco en mi departamento en La Plata, pero como te queda más cerca Quilmes, si querés, pregunto si te podés quedar acá -y antes de que Etelvina respondiera, Sofía dijo: -Maaa, ¿se puede quedar Sofía unos días acá? Porque… -y volviendo a dirigirse a Étel, preguntó: -¿Le puedo decir por qué, necesitás quedarte?
   -Sí -respondió ella.
   -Porque se separó del novio y hoy se va de su casa.
   La madre respondió afirmativamente y entonces Sofía le dijo a su prima:
   -Listo; vení que te esperamos, y si querés, me quedo a dormir esta noche acá para hacerte compañía.
   -¡Dale! ¡Gracias Sofi!

Llegada de la mujer a la casa Melantoni

   Poco después de las 21:00 horas de ese viernes del mes de abril, Etelvina Melantoni llegó a la casa de sus tíos.
   Su tío, que ya había sido informado del motivo por el cual, su sobrina se alojaría en su casa, tras saludarla, le preguntó:
   -¿Estás bien, pese al mal momento?
   -Sí… no te preocupes, tío; justamente por ustedes que me bancan, demasiado mal, no puedo estar, igual, no los voy a molestar mucho tiempo; mañana mismo me pongo a buscar un departamento para alquilar, y a más tardar, el lunes me voy.
   -No hay apuro, y no digas que nos molestás porque nos encanta que estés acá -dijo su tía.
   -Gracias -dijo Etelvina.
   Una vez en la mesa, comieron ñoquis y hablaron de muchas cosas; tras la cena concluir, su tía preguntó si querían café; todos dijeron que sí, y café, tomaron; después, sus tíos se retiraron a dormir y Sofía y Etelvina se dirigieron al living en donde vieron un poco de televisión; tras terminar el programa que miraron, Sofía le preguntó a su prima si quería ver otra cosa, ella dijo que no, entonces apagó el televisor y le preguntó si quería tomar alcohol, Étel dijo que sí, y hasta la cocina fueron; Sofía, tras abrir un aparador, dijo:
   -Hay esto. ¿Qué preferís?
   Entonces Etelvina vio varias botellas de diversos alcoholes, una de ellas era de licor Mariposa; sin dudarlo, la señaló y dijo:
   -Mariposa, quiero.
   Sofía agarró la botella y en dos vasos, sirvió un poco del licor amarillento; seguidamente fueron al patio y en un banco del mismo, se sentaron; Etelvina sacó una cajita de cigarrillos GITANES y le ofreció uno a su prima; ella dijo primero que no, pero después dijo:
   -Buehh… por acompañarte, nomás, porque en realidad, ya dejé de fumar; éste va a ser el último cigarrillo que fume en mi vida.
   Y viendo que en la cajita quedaban sólo dos cigarrillos, Étel dijo:
   -Quedan dos, nomás; uno para cada una; también va a ser mi último cigarrillo; hoy dejo para siempre de fumar.
  Y tras empezar a fumar y tomar un trago de Mariposa, Etelvina dijo:
   -¿Sabés? Este licor es el que tomé junto a la persona de la que me enamoré, que me hizo decidir dejar a mi novio.
   Como ya fue contado, las personas eran en realidad, dos, pero Etelvina no se animó a contarle cosa tal a su interlocutora, por considerar que no entendería algo que ella misma no lograba entender, y además, porque una de esas personas, era una mujer, por lo cual, de esto comunicarle, estaría dando cuenta de una bisexualidad que no sabía si era tal, ya que nunca por ninguna mujer más que por Mora, había sentido atracción, por lo que sólo le habló de su atracción por el varón que componía la pareja con la cual, la noche anterior, en el restaurante, había estado.
   Sofía le preguntó:
   -Aaahh… entonces dejaste a tu novio por otro.
   -Sí, pero en realidad, no tengo una relación con ese otro;… la cosa fue así: yo estaba esperando a mi novio en el restaurante Justo Brandzen, de acá cerca, y vi a una pareja sentada a una mesa; inmediatamente sentí un flechazo… por el varón me sentí tremendamente atraída, entonces, a su mesa me acerqué y le dije a ambos que estaba esperando a mi novio y tardaba mucho, y que me gustaría estar en compañía de ellos hasta que llegara; ambos me dijeron que me podía sentar a su mesa y así fue que me invitaron un Mariposa, y mientras lo tomábamos, hablamos de muchas cosas… de él me enamoré y sentí que estaba engañando a mi novio, aunque nada con ese chico, estuviera pasando… por eso decidí separarme, y lo más terrible, es que me sé enganchada emocionalmente a ese pibe del restaurante, pero probablemente nunca más lo vea; es un amor imposible, y lo imposible del mismo, no es para mí, tan doloroso como la idea de que nunca más lo voy a volver a ver.
   Entonces Sofía preguntó:
   -¿Cómo se llama?
   -Leandro; es pendejo, tiene unos diez años menos que yo -y lo describió.
   Entonces Sofía se sorprendió, porque creyó que ese nombre y esa descripción, correspondían a alguien que ella conocía, por lo cual, le mencionó su apellido, para ver si se trataba de esa persona, pero Etelvina dijo desconocer su apellido, entonces Sofi preguntó:
   -¿Cómo era la novia?
   Y mientras su rostro se iluminaba recordándola, Etelvina respondió:
   -Era… una chica de rasgos americanos, de piel muy oscura y de muy largo y negrísimo pelo; era muuuy linda.
   En ese momento, ante la casi confirmación de conocer a las personas de las que su prima le estaba hablando, Sofía preguntó:
   -¿La chica se llamaba Mora?
   Entonces Etelvina, totalmente sorprendida, dijo:
   -¡Sí! Entonces… ¡los conocés!
   -Sí, los conozco; Leandro fue novio mío durante unos meses.
   Al escuchar esto último, Etelvina sintió celos de su prima, pero rápidamente fueron superados por la culpa por haberle dicho que de él, estaba enamorada, ya que esa persona había sido su pareja, y aunque su relación hubiera ya concluido, tal vez todavía sintiera algo a nivel romántico por él, de ahí que el que ella le hablara de su amor por ese individuo, podría haberle caído mal; tras hacérselo a Sofía, saber, y pedirle perdón, ella dijo:
   -Noooo, no te preocupes; nuestra relación de pareja terminó hace años, pero quedamos como buenos amigos, por eso habitualmente nos vemos; de hecho, hace algunas semanas me invitó a mí y a mi novio, a comer en la casa que comparte con Mora. 
   Entonces Etelvina se sintió invadida por una extrañísima mezcla de sentimientos, ya que si bien seguía sintiendo que la relación que con Mora y Leandro, anhelaba tener, era imposible, ya no era imposible el volver a verlos, porque su prima los conocía, así fue que ese dolor extremo que sentía al pensar en la imposibilidad de volver a verlos, de inmediato se deshizo, aliviando bastante la carga emocional negativa que la venía aquejando.
   Etelvina le dijo a su prima:
   -Si te lo preguntara… ¿me dirías en dónde viven?
   Sofía asintió en silencio con un movimiento de cabeza, sin embargo, Etelvina, lejos de formular la pregunta que su interlocutora creía que inevitablemente sobrevendría, dijo:
   -No me lo digas.

Etelvina: futura ex concheta

   Etelvina, que ocupaba el cuarto de huéspedes, tras acostarse, empezó a pensar más intensamente de lo que ya lo venía haciendo, en Mora y Leandro, lo cual, la llevó a excitarse terriblemente y fue por eso que empezó a frotar su vagina mientras imaginaba que ellos le pasaban justamente por esa zona, sus lenguas, para después intercambiar posición con Mora, y ser ella quien a la joven de americanísimo rostro, junto a Leandro, por esa área tremendamente abundante en anochecido pelo, la lengua le pasaba, mientras con él, alternaba besos de lengua para seguidamente, junto a Mora, compartir su pija tanto en sus bocas como en sus vaginas y partes traseras.
  En esos momentos, Etelvina se imaginaba diciéndole a Mora y a Leandro, que quería que los tres vivieran tocándose, besándose, abrazándose, chupándose, entremezclándose, eternamente… y que la eternidad le parecía poco para el tiempo que con ellos, necesitaba pasar…, y tras con su mano derecha, hacerse acabar, experimentó lo que suele denominarse: visión remota; la misma le permitió ver durante varios minutos, pasajes de la vida de Leandro y de Mora; en cierto momento, su visión ingresó al dormitorio de ambos jóvenes, en donde se encontraban haciendo el amor; Leandro le chupaba a su novia, su hipervelluda concha, después ella le chupaba la pija y luego él la penetraba, para seguidamente acercar su boca a la de ella y ambos besarse, entre jadeos alternados con palabras de amor; después Mora le pedía que la penetrara analmente y él lo hacía;... Etelvina, que ante esas visiones, se sintió aún más excitada que antes, volvió de inmediato a frotar su vagina mientras con angustia, sollozaba, ya que en ese escenario de amor sexual, no se vio a sí misma, resultando esto en que su alta excitación, se viera mezclada con una alta decepción y un altísimo dolor que la llevó a derramar lágrimas en el mismo momento en que volvía a acabar.
   En el mismo momento en que Etelvina vio a Leandro y a Mora, haciendo el amor, ellos tuvieron visiones en que a ella la vieron masturbándose y llorando por la distancia que de ellos, la separaba.
   La joven le dijo a su novio:
   -¿La viste a Étel?
   -Sí… pobre.
   Si bien no era de la clase que Etelvina necesitaba, Mora y Leandro ya tenían un lazo fuerte con dicha mujer, por eso pudieron verla y sentirla, así como ella pudo a ellos, ver y sentir.
   Los jóvenes eran salvajes, y la nefasta civilización, además de contribuir a exacerbar las peores pasiones humanas, atenta contra los lazos sociales, por eso es que en paralelo con el desarrollo de la misma, disminuye la capacidad de acercarse emocionalmente a los demás, de ahí lo “líquido” de las relaciones interpersonales de estos tiempos, que sólo pueden solidificarse, con el cultivo del salvajismo, y ese salvajismo que en Mora y Leandro, día a día, se fortalecía, les permitía comunicarse sin palabras, y no sólo entre ellos, sino también, con otros seres, entre los que estaba Etelvina, por eso fue que, como ya expuse, desde la distancia pudieron verla y saber lo que sentía, cosa que nuestros antepasados salvajes, también podían hacer, y tal capacidad se perdió cuando, producto de la civilización, se fue sistematizando el uso de la palabra, fue ahí que se atrofió nuestra capacidad de comunicarnos sin ellas, capacidad que suele denominarse: telepática, y cuando la misma, que nos permite entrar en contacto con otros, mediante la transmisión de imágenes, sonidos y sentimientos, sin necesidad de intermediarios tecnológicos, en alguien, se manifiesta, los civilizados/cientificistas/racionalistas (que es otra manera de decir: FORROS DE MIERDA), lejos de maravillarse y pretender entenderla, lo que hacen, es negar su existencia e incurrir en la crítica ad hominen, ya que no sólo desacreditan la posibilidad de que el fenómeno exista, sino que además, por intolerancia, invariablemente intentan desacreditar (y hasta humillar) a las personas que el mismo, experimentan.
   Lo débil de la capacidad de relacionarse con los demás, que resulta NECESARIAMENTE de la civilización, se revierte con el cultivo del salvajismo, que permite hipertrofiar a nuestra capacidad telepática, resolviendo problemas que mediante las palabras, son irresolubles, ya que por más que con ellas, se suela pretender transmitir sentires, nunca se logra del todo, resultando esto en malos entendidos crónicos, generadores de conflictos de consecuencias, muchas veces, trágicas; cuando dos (o más) partes en conflicto se comunican telepáticamente, cada una de ellas logra sentir lo que la otra, siente, es entonces que la animosidad es depuesta y lo que sobreviene es el intento de ambas, de aliviarse y curarse, recíprocamente; esto es lo que INEVITABLEMENTE ocurre, ya que la telepatía, propia del salvajismo, como ya más o menos expresé, lleva a que quienes la posean, hagan del sentir ajeno, un sentir propio.
   Etelvina se estaba salvajizando… cuando dejó los estudios universitarios, se empezó a acercar a la senda del salvajismo… sin haberlo sabido, al conocer a Mora y a Leandro, había dado un paso más, pero ya no, hacia una superficie salvaje sólida, sino hacia un abismo que la hacía sentirse en una caída que no sabía cuándo terminaría, pero que sin dudas, la alejaba de la civilización, haciendo de ella, alguien que estaba en este mundo, sin ya ser de este mundo, lo cual, por supuesto, era también aplicable a Leandro y a Mora, cuyo tránsito por la senda del salvajismo, los llevaría inevitablemente a reencontrarse con Etelvina.

Conchetitud = civilización = (mejor no digo a qué equivale esto último)

   Esos días que Etelvina pasó junto a sus tíos y a su prima Sofía, en su lujosa casa, serían los últimos que pasaría en una vivienda concheta, ya que si bien, la condición de pobre no es constitutiva de virtud, tampoco lo es la de concheto, dado que la conchetitud es contraria al salvajismo necesario para la realización ética, personal y espiritual, de ahí que de tal ámbito, por estar su salvajismo, en pleno desarrollo, se empezara a alejar.
   Hizo bien.

   Seguí adelante, Etelvina.

lunes, 17 de marzo de 2025

(Serie: M & L; cap. 6) Dos jóvenes modernos y una dama de otros tiempos (cuento) - Martín Rabezzana

Sexto capítulo de la serie que di en llamar: "M & L" (por sus protagonistas: Mora y Leandro), la cual, se inicia en mi cuento: "Casa montonera", publicado en mi libro: "Material subversivo".

-Palabras: 3.538-

Año 2004; días antes del hecho: “Madariaga”.

   Mora y yo, estábamos una noche comiendo pastas en el restaurante “Justo Brandzen”, situado en Almirante Brown y Brandsen, de Ciudad de Quilmes, lugar que se encuentra a no muchas cuadras de la casa en que entonces, residíamos; tras la cena concluir, decidimos pedir una copa de licor Mariposa; antes de yo llamar al mozo para hacer el nuevo pedido, mi novia se levantó de la silla que ocupaba, que estaba frente a mí, y la puso a mi lado; una vez sentada junto a mí, me besó. Nos besamos y nos abrazamos; en eso, Mora, tras ver a una muy atractiva mujer de pelo claro ondulado, que desde su asiento frente a la barra, con insistencia nos dirigía la mirada, tras aflojar un poco el abrazo, me dijo:
   -Mirá disimuladamente a la mina de la barra.
   Yo la miré y dije:
   -La veo. ¿Qué pasa?
   -Pasa que… ¡te tiene unas ganas!
   -¿Estás segura de que es a a mí, a quien le tiene ganas?
   Entonces Mora volvió a mirarla y después me dijo:
   -Segura no estoy, pero…
   Entonces la mujer (que muy bien arreglada, estaba) se acercó a nuestra mesa y nos dijo:
   -¡Hola! Estoy esperando a mi novio, y no llega… ¿podría quedarme con ustedes hasta que llegue?
   -Sí, claro -dije yo.
   Mora dijo:
   -Acercá una silla y sentate.
   Entonces la mujer, hizo justamente eso; después dijo:
   -Me llamo Etelvina.
   -Yo, Leandro -dije.
   -Yo, Mora.
   Entonces la mujer, que era joven pero bastante más grande que nosotros, que contábamos con poco más de veinte años y ella, con una década más, sacó una cajita de cigarrillos GITANES, y nos ofreció:
   Mora dijo:
   -No gracias.
   -No fumamos; somos modernos -dije yo.
   -Aaahh… son modernos; yo soy más de otros tiempos -y llevó un cigarrillo a sus labios.
   Antes de que lo prendiera, yo le dije:
   -No permiten fumar acá; si querés, podemos ir a una mesa de fuera.
   -Bueno -dijo ella.
   Entonces yo le avisé al mozo que nos trasladaríamos a una mesa sobre la vereda, poco después, hasta la misma se acercó, y tras acomodarnos en las sillas, a Etelvina le dije:
   -¿Nos acompañás con un licor Mariposa?
   -Sí, por supuesto.
   -Tres copas de licor Mariposa, por favor -le dije al mozo.
   -Enseguida -dijo, y poco después, nos llevó el pedido.
   Los tres tomamos el licor Mariposa mientras hablamos de diversas cosas; Etelvina, mientras fumaba uno de los dos cigarrillos que durante nuestro encuentro, fumaría, nos contó que se había decepcionado de una carrera universitaria que años atrás, había empezado, al advertir que lejos del ámbito académico, formar seres pensantes, del mismo egresan individuos totalmente dogmatizados que le atribuyen un carácter de verdad absoluta, a cualquier cosa que en el ámbito mencionado, les han enseñado, y lo que ahí se aprende, es base de las sociedades actuales que son cualquier cosa, menos positivas. Fue por considerar que de concluir su carrera, se volvería un instrumento más de este espantoso sistema social, que decidió abandonarla.
   -Hiciste bien -le dije yo -después agregué: -Y desde entonces, ¿qué rumbo emprendiste?
   Tras varios segundos de silencio, ella dijo:
   -Desde entonces… ando sin rumbo.
   Mora dijo:
   -No digo que sea lo ideal, pero es mejor andar sin rumbo que transitar un camino que uno sabe equivocado… Nosotros también hemos andado sin rumbo durante algún tiempo, por eso, por experiencia te puedo asegurar que cuando hacés eso, tarde o temprano, el instinto, que NUNCA se equivoca y que, aunque atrofiado por la civilización, existe en todo ser humano, se fortalece, y cuando eso pasa, el camino previamente invisible, se hace visible y la incertidumbre respecto de hacia dónde tenés que dirigir tus pasos, se termina.
   Etelvina sonrió y pasó a contar diversas cosas de su vida, y nosotros, de las nuestras; tras una media hora, la mujer miró su reloj y dijo:
   -Mi novio sigue sin llegar… 
   -Te bancamos un rato más -dije, y viendo que los tres ya habíamos terminado nuestras copas de Mariposa, le pregunté a Mora y a Etelvina, si querían otra; ambas dijeron que sí, y así fue que pedí una nueva ronda del licor que consumimos mientras, alegremente, seguimos conversando.
   Étel dijo:
   -Mi novio me está haciendo pagar con su demora, por haberme querido volver antes de tiempo de una cabaña de una isla del Tigre que la semana pasada, alquiló, y me quise ir porque… bueh… no sé si contarlo porque tal vez no me crean.
   -Sí, dale; contá -dijo Mora.
   -Bueno… resulta que en ese lugar, a la distancia se escuchaban diversos ruidos; claramente oí varias veces, relinchos, alrededor de nuestra cabaña, y tras salir de la misma, me encontraba con que no había caballos por ninguna parte; una noche, en una de esas veces que salí a caminar por una zona de arboledas, estando mi novio durmiendo, se me acercaron varias luces que me rodearon, y me re asusté… sé que la explicación racional va por el lado de la consideración de que ciertas materias presentes en la tierra, al descomponerse, pueden inflamarse y generar algo como lo que yo vi, pero no me explico por qué esas luces no ascendieron o siguieron la dirección del viento, ya que lo que hicieron fue rodearme y quedarse estáticas para después seguirme durante varios segundos, mientras corría; al volver a la cabaña, se lo conté a mi novio y él me dijo que me lo había imaginado, pero yo sé que no fue así, la cuestión es que ese mismo día, le dije que me quería ir, y por más que me insistiera con que nos quedáramos, no había manera de convencerme;… desde entonces está un poco enojado conmigo.
   Mora dijo:
   -Obvio que te creemos… A nosotros nos consta que existe mucho más que lo que puede explicarse del modo llamado “racional”.
   Tras escuchar lo contado por Etelvina, yo conté lo siguiente:
   -A fines de los 80, cerca de acá, en Guido casi esquina Yrigoyen, había una playa de estacionamiento de algún negocio que había a la vuelta, y a la misma, que tenía algo de pasto, con chicos del barrio, a veces íbamos a jugar; una tarde muy nublada, yo estaba con mi hermana, que era más grande que yo, y una amiga de ella, que era más grande que yo y más chica que ella, que tenía cierto retraso intelectual; de pronto, no muy lejos de la copa de un muy alto árbol que en la vereda de enfrente, estaba, apareció una luz blanca y después, roja; después pude ver que era parte de lo que parecía ser un objeto de esos que llaman: “no identificados”, y nos recontra asustamos.
   Etelvina dijo:
   -Yo no me asustaría de eso, porque me encantaría ver una cosa así.
   Yo dije:
   -Yo tampoco me asustaría de eso ahora y creo que ni siendo chico como era, me habría asustado, si no fuera porque el objeto iba y venía en dirección a nosotros, como si se estuviera por caer, así que… el miedo que tuvimos, lo habríamos tenido aun si se hubiera tratado de un avión, ya que si desde no muy lejos, ves a un avión volar en tu dirección y sentís que se está por caer y que te va a aplastar, tranquilidad, no podés tener.
   Entonces Etelvina, que con ojos muy abiertos, me miraba (hermosos ojos), evidenciando así que la historia, mucho le había interesado, dijo:
   -Ah, bueno… siendo así… yo también tendría miedo.
   Mora, que también estaba absorta en lo que contaba y que escuchaba por vez primera, mi relato sobre mi “experiencia cercana del primer tipo”, ansiosamente me preguntó:
   -¿Y qué pasó después?
   -Después de no sé cuánto tiempo, fuimos con mi hermana corriendo tras su amiga, que había entrado en pánico total y había corrido en cualquier dirección… pobre.
   -¿Y la encontraron? -preguntó Étel.
   -Sí, y la acompañamos hasta la casa… para ese momento, el objeto ya se había ido.
   -Uaaaaauuu, che… ¡qué historia! -dijo Mora; ¿cómo no me la habías contado?
   Yo dije:
   -Y, porque con mi hermana, juramos no decir nada, porque… ya saben lo que pasa cuando se cuentan estas cosas; si sos chico, te acusan de ser mentiroso, y si sos grande, de estar loco, así fue que mi hermana me hizo prometer que a nadie se lo contaríamos, pero de más grande ella rompió la promesa que había propuesto, dado que se lo contó a conocidos suyos, y yo, la rompí recién ahora… 
   La conversación entre Etelvina, Mora y yo, siguió una media hora más; durante la misma, nuestra invitada se mostró muy contenta por nuestra compañía y nosotros también lo estábamos por la de ella.
   Ya había pasado poco más de una hora desde que Etelvina se había acercado a nosotros; entonces yo dije:
   -Parece que tu novio no va a llegar…
   Ella dijo:
   -Sí que va a llegar… por lo enojado que quedó conmigo por lo que ya conté, esto me lo esperaba; la vez anterior que salimos, me hizo esperar casi dos horas, pero si no llega, mejor.
   -¿Por qué, “mejor”? -pregunté yo.
   -Porque prefiero irme con ustedes.
   Y tras unos segundos de silencio, en que tanto Mora como yo, intuimos de qué tenor sería la respuesta, mi novia le preguntó:
   -Y… ¿adónde pensás que vamos?
   La mujer, sin dudarlo, respondió:
   -Espero que… a la cama -y tras algunos segundos, durante los cuales, sensualmente pasó su lengua sobre sus labios (hermosa lengua y hermosos labios), agregó: -Me muero de ganas de estar en el medio de ustedes.
   Entonces Mora, que se encontraba sentada junto a mí, acercó su rostro al mío y ambos, casi al unísono, sin vacilar siquiera un segundo, de lado a lado, movimos la cabeza; tras esto ocurrir, Mora le dijo:
   -Gracias Étel, pero… no.
   Yo le dije:
   -No hay lugar para nadie entre Mora y yo.
   -Y NUNCA lo va a haber -mi chica agregó.
   Seguidamente, llamé al mozo para pagar la cuenta, y cuando hube pagado, besé en la mejilla a Etelvina, lo cual, también hizo Mora, y de ella nos despedimos con un “chau”, que para mi novia y para mí (a diferencia de para Étel), tuvo sabor a amor eterno, ya que la seguridad de la no necesidad de nadie más, que ambos sentimos cuando dicha atractiva mujer, nos propuso sumarse a nuestra intimidad, nos demostró, una vez más, que nuestra unión, lejos de partir de una atracción física, partía de una atracción álmica que físicamente se manifestaba y que con cada contacto físico que hacíamos, se intensificaba.

   Por la calle Brandsen caminamos, Mora y yo, las cuatro cuadras que nos separaban de Yrigoyen, calle en la que doblamos a la izquierda y una vez ahí, caminamos una cuadra más hasta la calle Matienzo, en donde doblamos a la derecha hasta llegar a la altura 30 (aproximadamente), que es en donde se encontraba la casa que entonces, compartíamos.
   Durante el camino, Mora me dijo:
   -Muy simpática, Etelvina… re buena onda; podría haber sido una gran amiga de ambos, si no hubiera querido meterse en nuestra cama.
   Yo dije:
   -¡Síiii!, una mina bárbara;… por ahí podríamos haberle propuesto ser amigos.
   -Naaahh… esa de: “seamos amigos”, dicho a alguien que por uno está más caliente que una tarde de verano en el Sahara, NO-VA, y esa mina estaba que volaba de fiebre por nosotros.
   Yo me reí y dije:
   -Tenés razón; le salía humo por todas partes, y no era por los cigarrillos.
   Mora se rió y después me preguntó:
   -¿A vos te gustó, físicamente, Etelvina?
   -Sí, está muuuy fuerte, pero comparada con vos… es la nada misma;… ¿Y a vos? ¿Te gustó?
   Entonces Mora, tras reírse levemente, dijo:
   -Bueno… ¿qué querés que te diga?… Mal no está, pero... con total honestidad, te digo lo mismo que vos me dijiste a mí: comparada con vos… es la nada misma.
   Entonces, sin dejar de caminar, desde un costado, la abracé.

La …... perfecta

   Unos cien metros antes de llegar a la vivienda, Mora me dijo:
   -¿Sabés de qué tengo ganas?
   Yo, irónicamente dije:
   -No… ¡no tengo ni idea!… ¿De qué podrá tener ganas, Mora?
   Ella se rió.
   Nada dijimos en la cuadra y media que nos faltaba recorrer para llegar a nuestra vivienda; una vez que ingresamos a la misma, cerré la puerta con llave y cuando me dispuse a prender la luz, Mora me lo impidió tomándome de las manos para seguidamente, besarme en los labios; un buen rato duró ese idílico beso durante el cual, ella habitualmente me mordía la lengua como pidiéndome que hiciera lo mismo con la de ella, lo cual, yo hacía; el largo e intensísimo contacto ya mencionado, fue interrumpido por Mora cuando llevó sus manos a las tiras sujetadoras del vestido que tenía puesto, dejándolo así, caer al piso; una vez esto ocurrido, se sacó la prenda superior, que a sus pechos, cubría, y yo se los besé; acto seguido, nos acercamos a un sillón, y como si el sexo oral que mi amante pretendía que le realizara, fuera una necesidad imperiosa e incontenible (ella jamás diría que no lo era), en pos de sentir cuanto antes el contacto entre mi lengua y su vagina, no se sacó la bombacha (lo cual, le habría tomado segundos que en su libidinoso sentir, habrían equivalido a largas horas), sino que se la hizo a un lado, con dedos de su mano izquierda, para seguidamente subir el pie derecho al sillón, invitándome así, a pasar por su zona íntima e hipervellosa, mi lengua. Tras arrodillarme, así lo hice ininterrumpidamente durante casi dos minutos, hasta que el jadeo que Mora había iniciado ni bien puse mi lengua sobre su sexo, se transformó en grito estentóreo en el mismo momento en que el líquido que de su interior, con violencia extrema, egresó, me empapó la boca y el rostro; entonces levanté la vista y miré a mi chica, que ampliamente sonreía; yo seguí lamiendo esa concha oscura, hermosa… PERFECTA (hermosa, oscura y PERFECTA, como el resto de esa AMERICANA MUJER), hasta que Mora se agachó y me abrió el pantalón para seguidamente chuparme la pija con un tremendo frenesí que tuvo ya desde la primera vez que me lo hizo, pero que cada vez que lo hacía, parecía intensificarse; tras un buen rato de ella practicarme sexo oral, con mis manos sobre sus antebrazos, la llevé a levantarse y tras poner mi mano izquierda sobre sus nalgas y la derecha, sobre su espalda, la levanté y la llevé hasta nuestro dormitorio sobre cuya cama, la deposité para posteriormente poner una de sus piernas sobre uno de mis hombros, y penetrar su fragrante, rica (RIQUÍSIMA), preciosa y SUBLIME, vagina, cuya oscuridad era mayor a la de la noche más tormentosa y envolvente, y en cuyo interior, yo anhelaba perderme para nunca ser encontrado.
   Tras varios minutos de cópula furiosa en distintas posiciones, dentro de Mora, eyaculé, y junto a ella, me acosté.

Trance y post trance

   Tras hacer el amor, Mora quedaba como en trance, cual si la inseminación la anestesiara, de ahí que el intento de hablar con ella, en los primeros minutos posteriores al sexo, fuera infructuoso; acostumbrado a eso, yo aprovechaba esos minutos para ducharme; cuando salí de la ducha, volví a acostarme junto a ella; entonces ella dijo:
   -En la década de 1950, muchos argelinos se organizaron política y militarmente para combatir a las autoridades francesas que en 1830, habían conquistado a su país perpetrando masivamente: torturas, violaciones y asesinatos, contra la población;... El movimiento político-militar independentista más importante, fue el del Frente de Liberación Nacional, que estaba compuesto en gran medida por personas extremadamente autoritarias que no sólo combatían a las autoridades francesas, sino también a otros grupos independentistas, y así lo hacían porque el FLN no quería liberar a Argelia de los franceses para dar lugar a una apertura democrático-representativa, sino para imponer su propio gobierno; esto resultó en que muchos militantes de otras agrupaciones independentistas, al verse perseguidos por el FLN, suspendieran temporalmente sus ansias de independencia, y apoyaran al gobierno francés, ya que para ellos, que estaban siendo masacrados por sus propios compatriotas del FLN, el colonialismo era entonces, el mal menor; en fin… los años pasaron y tanto el FLN como las fuerzas represivas de Francia, cometieron toda clase de atrocidades, y, en 1962, se dio finalmente la independencia de Argelia de Francia, fue entonces que el FLN impuso un gobierno muy autoritario que ordenó la expulsión de franceses y sudopas en general, junto a sus descendientes, ya que se los acusaba de haber estado a favor del colonialismo francés, que a ellos los beneficiaba, porque las autoridades francesas tenían hacia ellos, un trato preferencial (aunque no todos ellos hayan defendido al colonialismo); también se expulsó a argelinos pregálicos, por el mismo motivo; una vez que fueron expulsados, la mayoría de ellos fue a Francia, y aquellos que habían apoyado al colonialismo francés, el gobierno les hizo un reconocimiento, pero no así, la población francesa general, dado que a esa altura de los tiempos, el colonialismo, salvo para los que fueran de extrema derecha, no era un motivo de orgullo, sino de vergüenza, de ahí que se calcule que durante la guerra de Argelia, el 75 % de los franceses estaba a favor de la independencia de dicho país;... como ya dije, los argelinos que fueron de Argelia, expulsados, acusados de haber apoyado al colonialismo, fueron mayoritariamente a Francia, y allí, su población no derechista, los recontra discriminó… esto llevó a que fueran parias en Argelia tanto como en Francia… y no sólo fueron por los no derechistas, discriminados, sino también por los de derecha;… ...Los franchos de derecha, por ser la derecha, xenófoba por naturaleza, también los discriminaron, aun cuando pensaran que habían peleado en defensa del colonialismo francés, al punto que en los años ‘60, en el río Sena, solían aparecer cadáveres de argelinos asesinados y previamente, torturados, por grupos franceses de extrema derecha... -y tras hacer una larga pausa que no interrumpí, Mora continuó diciendo: -El plan represivo de la última dictadura, lejos de haberse improvisado, había sido aprendido por los militares argentinos de los militares franceses, cuando en 1957 vinieron al país para instruirlos en la aplicación de los métodos contrarrevolucionarios que estaban en ese momento, aplicando en Argelia; los mismos incluían la realización masiva de secuestros, torturas, violaciones, saqueos de bienes de los sospechados de ser revolucionarios, subversivos o “comunistas”, en pos de obtener delaciones que llevaran a más secuestros, torturas, violaciones, saqueos de bienes, y en muchos casos, también a asesinatos y desapariciones de cuerpos;… paradójicamente, esa “Escuela Francesa”, que formó no sólo a los militares argentinos que en los 70, aplicaron dichos métodos, sino también, a muchos otros militares de otros países americanos, a la Argentina llegó en 1957, durante la autoproclamada “Revolución Libertadora”, dictadura cuyos integrantes habían derrocado a Perón, justificando su accionar en su acusación al presidente derrocado de ser un tirano antidemocrático y además (desde la perspectiva de ellos, “comunista”), y para terminar con la tiranía, no tuvieron mejores ideas que las de bombardear a la población, aquel 16 de junio de 1955, causándole la muerte a cientos de personas y dejando heridas, a muchas más, y además, la de que las Fuerzas Armadas argentinas debían ser formadas en la imposición de la represión ilegal, más brutal… ...Todo esto, lejos de terminar con la adhesión de la población a Perón, que ya era masiva, la incrementó, ya que a partir de esa dictadura, muchos de los que hasta entonces, eran antiperonistas o neutrales, al llegar el nuevo gobierno, que no sólo era represor, sino además, regresivo en materia de desarrollo económico y cultural, se volvieron peronistas… fue así que se fue conformando una generación combativa que tenía a Perón, por figura idealizada, por cuyo regreso al país, peleó, y…
   Entonces Mora se sumió en un largo silencio que me llevó a decirle:
   -¿Por qué me contás todo esto?
   -Porque si bien, mucho de esto lo sabés, por haber sido parte de la generación a la que acabo de referirme, de nada de esto te acordás… El ser parte de esa generación, nos llevó a ser militantes revolucionarios en los 70, y esas versiones nuestras previas a éstas, siguieron un camino que, con grandes diferencias, inevitables por el cambio de los tiempos, debemos seguir transitando, y para que entiendas el por qué del camino que ya reemprendimos al reencontrarnos, tenía que recordarte estas cosas de nuestro pasado.
   Tras un rato de silencio, le pregunté:
   -Y… ¿qué acciones debemos realizar, en línea con el rumbo que emprendimos en nuestra existencia anterior?
   -No te lo puedo decir.
   -¿Por qué?
   -Porque todavía no lo sé, lo que sí sé, es que cuando el momento de actuar, llegue, lo que debemos hacer, nos será revelado.
    Entonces yo, tras escuchar su respuesta, abracé fuertemente a esa AMERICANÍSIMA MUJER, y le dije:
   -Lo que me pidas que haga, yo lo voy a hacer, Mora.
   Seguidamente la besé en los labios. Me besó. Nos besamos, y ella puso su mano derecha en mi entrepierna… lo que siguió fue… algo que ameritaría un rato después, una nueva ducha que junto a Mora, me daría.
 

martes, 11 de marzo de 2025

(Serie: M & L; cap. 5) Fuego neosubversivo (cuento) - Martín Rabezzana

La siguiente historia, además de estar relacionada con las anteriores en que los protagonistas, aparecen (sobretodo con la inmediatamente anterior que escribí, llamada: "Americana anochecida"), está relacionada con mi cuento: “Impunidad sagrada”, publicado en mi libro: “Fanatismo que todo destruye y todo construye”, y con: "María Clara: ex combatiente", publicado en mi libro: "MATAR MORIR VIVIR".

-Palabras: 1.963-


Americanísima y maravillosa mujer

   Tras llegar a la vivienda en que entonces residíamos, sin siquiera besarme, Mora se agachó y me bajó el pantalón para seguidamente agarrarme la pija y meterla en su boca; después se desvistió muy velozmente (dejando la ropa por el piso) mientras me pedía que hiciera lo mismo, lo cual, hice, y la seguí hasta nuestro dormitorio en cuya cama continuamos con el sexo oral, que tras ella seguir practicándome durante un rato más, yo le practiqué a ella para seguidamente, penetrarla; tras varios minutos de complacernos mutuamente en diversas posiciones, ella me dijo que quería estar sobre mí, cuando eyaculara; yo le avisé cuando estuve listo para hacerlo, entonces ella se posicionó sobre mí, y en esa posición, el coito continuó durante un rato más hasta que finalmente, en su interior, eyaculé.
   Tras la unión sexual, concluir, Mora se acostó sobre mí, cubriendo gran parte del tren superior de mi cuerpo, con su americanísimo y resplandeciente, pelo negro; durante varios minutos permanecí acostado bajo esa deslumbrante mujer, por cuya nocturnidad cutánea, deseaba ser atrapado y en ella, disuelto, hasta que, como si el agotamiento que minutos atrás, producto de la actividad sexual, había evidenciado, nunca hubiera existido, con extremo furor, como si me reclamara algo a lo que tenía pleno derecho y yo le hubiera durante mucho tiempo, negado (aunque así no fuera), empezó a besarme y rápidamente, como arrastrada por un deseo irrefrenable de sus labios por mi piel (que era equivalente al deseo que yo sentía por la suya), con sus labios, por mi cuerpo descendió, haciéndolo de mi boca a mi pecho, de mi pecho a mi abdomen y de mi abdomen a mi pija, a la cual, volvió a succionar, para después dirigir con su mano derecha a su concha abierta y a ambas, conjuntar; tras unos minutos de coito vaginal, Mora se dio vuelta y estando ya, boca arriba, puso sus manos a los lados de mis brazos y abrió las piernas, resultando esto en un arqueamiento de su espalda, una vez hecho esto, dijo:
   -Ahora viene lo mejor.
   Y con su mano derecha agarró a mi miembro erecto y lo llevó hacia dentro su cuerpo, pero esta vez, la parte de su cuerpo a la que me hizo ingresar, fue la trasera; en la misma, yo habría de eyacular, varios minutos después.

¿Qué había pasado inmediatamente antes? || Hecho "Madariaga"

   Era una ligeramente fría, noche de abril del año 2004; Mora me había dicho que debíamos ir a cierto lugar, así fue que subimos a su Renault 4 (yo, en calidad de conductor); ella me dijo que agarrara por la calle San Martín (de Ciudad de Quilmes), y así lo hice; cuando estuvimos por llegar a la esquina con Castelli, me dijo:
   -Frená acá.
   Yo frené; ella agarró del asiento trasero un bolso del cual, sacó una bomba molotov; yo le dije:
   -¿Y eso?
   -Es para incendiar un auto.
   Yo, muy alarmado, dije:
   -¡¿Qué?! ¿Por qué?
   Entonces Mora me tomó de una mano y de inmediato mi vista viajó hacia dentro de la casa del propietario del vehículo que ella había planeado incendiar, que se encontraba doblando la esquina de donde habíamos estacionado, y lo vi leyendo el diario; seguidamente, como si se tratara de un video en retroceso, lo vi en distintos lugares y tiempos, hasta que el retroceso se detuvo enfrente de la calle 25 de Mayo al 112, Ciudad de Quilmes, en el año 1976, no mucho después del golpe de estado; el tipo, cuyo apellido era Madariaga, era un suboficial del ejército que ese día, vistiendo de civil, llegaba en un Ford Falcon, bajaba del mismo e irrumpía junto a una patota compuesta por más de 12 militares y 20 policías, en la vivienda en la que (además de otras personas) las versiones previas a las de esta encarnación, de Mora y mía (que entonces se llamaban: Elena y Ulises), estaban; a todos los habitantes de la casa, los represores del estado, golpearon y, tras encapucharlos, los subieron a dos fálcones para posteriormente llevarlos al centro clandestino de detención, conocido como: “El pozo de Quilmes”, en donde serían torturados, asesinados y hechos desaparecer; al notar que mi malestar, producto de todo lo que estaba viendo, era importante, Mora depuso el contacto que conmigo, hacía, y tras esto último, volví al tiempo, entonces presente; tras unos segundos de silencio, sin dudarlo, le dije:
   -Vamos.
   Antes de que bajara del auto, Mora me dijo que agarrara una maza que bajo el asiento del acompañante, había, y tras yo agarrarla, salimos del vehículo; al llegar a la esquina con Castelli, doblamos a la derecha y caminamos hasta la altura 120; en esa dirección vivía el ex miembro del ejército, Madariaga; frente a su vivienda había un Renault 12 estacionado que le pertenecía; Mora, tras mirar en todas las direcciones y constatar que nadie en los alrededores, había, me dijo que rompiera el vidrio de la ventanilla correspondiente al lado del conductor (que era el que daba a la calle), al mismo le di un mazazo que lo dejó hecho pedazos y entonces ella, que mientras tanto, con un encendedor había prendido la mecha de la molotov, a dicha bomba, arrojó dentro del rodado, provocando un incendio que rápidamente se extendería hasta dejar al Renault 12, completamente envuelto en llamas.
   De inmediato caminamos velozmente hacia nuestro auto al cual, subimos, y emprendimos la retirada del lugar.
   Mientras el fuego iluminaba de modo extremo la cuadra hasta entonces, no muy bien iluminada (así sería hasta la llegada de los bomberos), Mora y yo viajábamos rumbo a la casa en que entonces, residíamos, situada en la calle Matienzo al 30 (altura aproximada) de la ya mencionada ciudad de Quilmes.

¿Qué había pasado en los meses previos?

   En los meses previos, una noche, Mora había pasado por la casa del ex milico y había pintado con aerosol en su frente, lo siguiente: “Acá vive Madariaga, un milico genocida”; esto llevó a que al día siguiente, tras ver la pintada, el represor se irritara y se asustara muchísimo, de ahí que saliera de inmediato a comprar pintura para cubrirla, lo cual, hizo ese mismo día (pero no antes de que varios de sus vecinos, la vieran); además de esto, meses atrás, Mora había llamado a su casa desde un teléfono público y le había dicho que sabía quién era él y qué había hecho, y que la subversión a la que creía haber contribuido a aniquilar, no había sido realmente aniquilada, sino que simplemente había cambiado de forma, y que bajo esa nueva forma, iría a buscarlo; lejos de demostrar la altanería y sentir de impunidad, que en sus años como represor asalariado por el estado, el ex militar, demostrara, a la joven que lo había llamado, le había negado todo y le había dicho que se había equivocado de persona, pero por supuesto, de nada le había servido, ya que Mora volvería a llamarlo dos veces más, y de nuevo le recriminaría su injustificable crueldad y de nuevo volvería a decirle que la punición que él se merecía, ya estaba en camino.
   Todo esto, al ex militar, lo había sobresaltado sobremanera, ya que de inmediato recordó el caso de un compañero suyo de terrorismo de estado que no muy lejos de su domicilio, vivía, que a fines de los 90 había sido asesinado a golpes sin que se hubiera encontrado un móvil para el hecho; Madariaga, sabiendo que el asesinado era un terrorista de estado (igual que él), automáticamente atribuyó su muerte a una represalia de algún sobreviviente directo de la represión ilegal de los 70 o de algún familiar o amigo, de víctimas de la misma, pero en realidad, el hecho nada había tenido que ver con eso, ya que se había dado a modo de represalia, sí, pero no por la represión ilegal que en los setenta, el militar, había perpetrado, sino por otro hecho perpetrado por él, a principios de los años 90, pero Madariaga no lo sabía, de ahí que creyera que ese militar asesinado, sería sucedido por otro (un ex militar, en realidad), que sería él; no obstante, tras haber pasado más de un mes sin que los llamados de Mora, se repitieran, descartó la posibilidad de que eso ocurriera, y la tranquilidad volvió a instalarse en él, pero era una tranquilidad muuuuy relativa, ya que más allá de la posible represalia que había temido sufrir, temía ser acusado y llevado a juicio, dado que los procesos por delitos de lesa humanidad, que por la impunidad concedida a los represores del estado por el presidente Alfonsín, materializada en la Ley de Punto Final y la Ley de Obediencia Debida, habían sido impedidos durante tantos años, estaban por reabrirse; esto lo posibilitaría la, en 2003, promulgada durante el gobierno de Kirchner, ley 25.779, que declaró la nulidad de dichas leyes, lo cual, fue convalidado menos de dos años después, por la Corte Suprema, habilitando así, la reapertura de los juicios a los represores del último gobierno de facto; la derogación de dichas leyes, serían sucedidas en 2007, por la declaración de inconstitucionalidad, también por parte de la Corte Suprema, de los indultos concedidos a la cúpula militar, por el presidente Menem; todo este clima que aparentaba ser de final total de impunidad para los represores de la última dictadura, hacían de Madariaga, una persona cuyo sentir era equivalente al de un caminante obligado a andar por el borde de un precipicio, y cuando esa noche escuchó a sus vecinos pedir por los bomberos, y al mirar por la ventana, vio a su auto envuelto en llamas, una angustia total, lo embargó, fue así que, la tranquilidad relativa que en los últimos días, venía sintiendo, de inmediato lo abandonó y ni un segundo dudó respecto de qué era lo que debía hacer.
   Madariaga rápidamente se dirigió a su habitación, agarró la pistola Bersa que tenía, le sacó el seguro y le retrajo la corredera; seguidamente se sentó en su cama y con el arma en la mano, durante más de media hora, permaneció; durante ese espacio de tiempo, desatendió a los golpes en su puerta que algunos vecinos, realizaron (eran solamente dos, ya que los demás que habían salido a la calle al advertir que un auto se incendiaba, por haber constatado que, como informaba la pintada que Mora había hecho, el tipo era efectivamente, un genocida, habían cambiado su buen o neutro concepto, que de él, tenían, y habían empezado a mantener con él, una prudente distancia por motivos de repudio y además, por temor).

   El ex militar, que solo vivía, con ojos vidriosos recordaba a su mujer, que lo había abandonado y a sus dos hijos, que también lo habían dejado y además, habrían de unirse a una agrupación cuyos integrantes se considerarían: “ex hijos de genocidas”, ya que al enterarse de las atrocidades que sus padres, perpetraron, lejos de justificarlas, las habían reprobado al punto de, en algún momento, tomar la decisión de romper todo lazo con ellos y cambiarse legalmente los apellidos.
   El terrorista de estado, que pese a lamentar lo ocurrido en su vida personal, producto de sus propias acciones crueles, de nada de lo que había hecho en materia de terrorismo, se arrepentía,
mucho sollozó, y tras tomar profundamente aire, llevó el arma a su boca y disparó.
   Mora y yo, supimos todo esto sin necesidad de informarnos por terceros, porque mientras hacíamos el amor, tuvimos visiones del represor, en los instantes previos a que se suicidara, e incluso, durante el suicidio mismo, por eso sé que el disparo que contra sí mismo, Madariaga efectuó, se dio al mismo tiempo que la eyaculación que dentro de la parte posterior de Mora, esa noche, realicé.

   

miércoles, 5 de marzo de 2025

(Serie: M & L; cap. 4) Americana anochecida (cuento) - Martín Rabezzana



-Palabras: 1.567-

Más claro, imposible

   Por su conducta reprobable, condenable, punible, inaceptable, inadmisible, injustificable (y un largo etcétera), desde lo moral y también desde lo legal, no había ninguna duda: esos dos individuos de civil, eran policías, de ahí que cuando los escuchamos identificarse como tales, Mora y yo, no hayamos hecho más que confirmar ese hecho del cual, ya estábamos casi seguros.

Año 2004

   El policía se levantó tras haber estado unos segundos en el piso como consecuencia de un derechazo asestado por mí, dispuesto a actuar agresivamente, pero, al igual que su compañero de represión, que empuñaba una pistola que había sacado de debajo de su ropa con la intención de apuntarme y seguramente, de dispararme, se quedó congelado cuando advirtió que Mora había sacado un revólver con el cual, a su compañero, apuntaba; éste último, si bien había llegado a sacar su pistola, no había llegado a dirigirla hacia mi persona por la rápida acción de Mora; ella le dijo:
   -¡Dejá el arma en el piso!
   El represor del estado se dispuso a cumplir la orden pero se detuvo cuando escuchó a su compañero decir:
   -Esta piba no va a tirar… le faltan ovarios.
   Entonces, sin dudarlo, Mora desvió el arma hacia quien la había acusado de no animarse a abrir fuego, y la disparó hacia cerca de sus piernas, lo cual borró de inmediato la sonrisa maliciosa que el tipo, en sus labios tenía; seguidamente, claramente atemorizado por presentir que de haber un siguiente disparo, sería en su contra, su compañero (que era el que ya había sacado su arma y a quien Mora, había ya vuelto a apuntar con el revólver) dejó su pistola en el piso, después, volviendo a apuntar al otro guardián del capital, ella le dijo:
   -Vos también, dejá tu arma en el piso.
   -Yo no tengo armas -respondió el tipo, de modo deshonesto.
   Entonces Mora volvió a amartillar su revólver, de lo cual resultó que el represor sacara su pistola de la parte trasera de su cintura, y la dejara en el suelo; seguidamente ella me dijo que la agarrara, y también la de su compañero, lo cual, hice; acto seguido, le pedí que no les tirara; ella dijo:
   -Si obedecen, no les voy a tirar; si desobedecen, sí.
   Después de esto último, manifestar, Mora le ordenó a ambos que se sacaran las camisas y las dejaran en el piso; una vez que lo hicieron, me pidió que las usara como ataduras, y así lo hice; con las camisas de los dos represores, tras yo ordenarles que se pusieran boca abajo en el suelo, les até las muñecas tras la espalda; una vez ambos represores del estado, reducidos, Mora se les acercó y, a modo de despedida, les dijo:
   -¡Volvió la subversión, fachos! -y se rió.
   Inmediatamente después, trotamos algunas cuadras hasta el lugar en el que habíamos estacionado al Renault 4 en el que habíamos llegado, y nos fuimos.

Contexto (parcial) que precedió a los hechos

   En el momento en que tuvimos el disgusto de encontrarnos con los elementos defensivos de este sistema social nefasto, ya mencionados (los considero elementos defensivos del sistema, porque la institución policial -junto a la militar y además, junto a la iglesia y sus secularizaciones constituidas por la psicología y la psiquiatría-, es la base misma del estado, que fue creado por los usurpadores de la tierra y los medios de producción -los capitalistas-, para proteger a sus vidas y propiedades, de ahí que sin policías, militares, curas, psicólogos y psiquiatras, el estado, caería, y con él, el capitalismo, que fue el que inventó la pobreza, no como algo eventual, resultante de circunstancias desafortunadas, imprevisibles e inmanejables, como serían por ejemplo, las catástrofes naturales, sino como cosa sistémica con pretensiones de existir eternamente, dado que un sistema tendiente a que unos pocos acaparen las riquezas, resulta necesariamente en una pobreza general, que se revertiría si no hubiera policías, militares, clero, psicólogos, psiquiatras, gobiernos ni, por consiguiente: estados), Mora y yo veníamos de salir de una playa situada en la localidad bonaerense balnearia de Villa Gesell, una trasnoche de algún día de marzo, en una zona de casas de alquiler para turistas que, en ese momento del año, estaban casi todas, deshabitadas, ya que la temporada de vacaciones, ya había concluido.

   El motivo por el cual, me vi en la necesidad de golpear al policía, prefiero reservármelo, solamente diré que nada ilegal, junto a mi novia, hacía; lo mismo no puede decirse del policía ya referido ni de su compañero.

La anochecedora/amanecedora

   Mora, que era quien manejaba, dirigió el vehículo hacia una ruta; una vez en la misma, yo, rompiendo el silencio de varios minutos al que la situación recién vivida, me había empujado, a esa mujer de americanísimo rostro opaco, que era mi novia, le pregunté:
   -¿Qué hicimos, Mora?
   Y como si hubiera sabido de antemano lo que le iba a preguntar, y además, como si hubiera meditado previamente la respuesta, con convicción respondió:
   -Renacimos y nos liberamos… estamos vivos… ¡somos libres!
   No mucho más adelante, estacionó el auto a un costado de la ruta en una zona de arboledas y yo le pregunté:
   -¿Por qué parás acá?
   -Por esto -ella me dijo, para seguidamente besarme en la boca y meterme profundamente la lengua, mientras llevaba sus manos a mi pantalón y lo desabrochaba para después, bajar el cierre y meter mi sexo en su boca; tras algunos minutos, cuando, producto de la succión frenética de Mora, sentí que estaba por eyacular, se lo hice saber y ella entonces depuso la acción amatoria que con su boca, realizaba, y velozmente, sin salir del auto, pasó al asiento trasero en donde se sacó los zapatos y la bombacha para seguidamente, levantar su ajustado vestido y abrir las piernas; mientras tanto, yo, que me encontraba en el asiento del acompañante, procedí a bajar del vehículo para volver a ingresar al mismo desde la puerta del acompañante, trasera; una vez frente a ella, la abrí, y vi a la hermosísima vagina de Mora, abierta frente a mí (mientras por su propia mano derecha, era estimulada), y a ella, que con dulce y firme voz, me pedía que la amara; y así lo hice, primero con la lengua, y tras un buen rato de complacerme (y complacerla) con el ya mencionado órgano degustativo (como así también, con las extremidades de mis manos), sintiendo que era ya, óptima, la lubricación en esa área rodeada de abundante y anochecidísimo pelo, producto de la ensalivación que de la misma, yo había hecho y además, por el flujo segregado por dicha área, resultante de la alta excitación existente en Mora (que se evidenció en las contracciones orgásmicas que tuvo, incluso antes de que yo me concentrara en la estimulación lingual y digital de su clítoris), la penetré.
   Mientras con Mora, hacía el amor, durante algunos segundos sentí destellos que precedieron a imágenes en que nos vi a ella y a mí, haciendo el amor en el año 1973, cuando no éramos Mora y Leandro, sino Elena y Ulises; entonces, yo era la mujer y ella, el hombre; entonces, yo tenía la piel clara y ella (que en ese entonces, no era “ella”, como tampoco era yo, “él”), oscura; sin necesidad de racionalizarlo, sentí una convicción teleológica que me llevó a comprender que ella y yo, éramos opuestos complementarios que una y otra vez, destinados estaban a unirse y separarse, a morir y a renacer, con el objetivo de, tras muchas más existencias en este plano, ascender a otro, y continuar allí, ya sin cuerpos materiales, con nuestra unión álmica.
   La positiva intensidad de la comunión mencionada, no es posible sentirla ni imaginarla, siquiera durante los más encendidos encuentros de sexo casual (y, por ende, de amor falso) con alguien; ni siquiera es posible sentirla, cuando el amor entre los amantes, es auténtico, pero no de larga data, y con esto me refiero a cuando no hay una historia en este plano material, previa a la de la actual encarnación, y entre Mora y yo, la misma se había ya dado y parecía ser entonces, el nuestro, un amor que al nivel de solidez más alto posible, había llegado;… El correr de los días, los años y las décadas, me demostraría que el límite al aumento de nuestro amor-pasión, no existía y que, por consiguiente, la solidificación de nuestra unión, ilimitadamente seguiría teniendo lugar.
   Tras un buen rato de amor sexual del más febril, que en distintas posiciones, se dio, eyaculé dentro de Mora (como lo había hecho ya muchas veces, y como lo haría miles de veces más, en los años y décadas por venir) y, una vez hecho esto, ella se volvió a poner la bombacha que quedaría impregnada de las gotas de semen que tras yo egresar de su cuerpo, sobre el negrísimo y reluciente pelo de su entrepierna (que, por dichas gotas, relucía entonces aún más), habían caído.
   Acostado en el asiento y teniendo acostada sobre mí, a esa joven y hermosa, americana mujer, cuyos suaves y oscuros, pelo y piel, anochecían mis días y amanecían mis noches, dije:
   -Somos más libres que nunca.

Paradojas

   Es paradójico… lo más oscuro es también lo más brillante…. Lo más opaco, lo que más deslumbra; lo que más atrapa, lo que más libera. Lo que más libera, lo que más aprisiona. Lo que más aprisiona… lo que más se anhela.