viernes, 10 de junio de 2022

Contraofensiva intraterrestre (cuento) - Martín Rabezzana

(Todas las fotos que ilustran la siguiente publicación, las saqué yo mismo el 18 de abril del año 2012 en la ciudad de Quilmes este, y son del área en donde ocurrieron los hechos relatados en el texto).

("Contraofensiva intraterrestre" es una suerte de continuación de mi cuento: "Escribiendo en el no tiempo").

-Palabras: 3.423-

Silencio que concluye

   Es extraño que lo de los setenta del siglo veinte haya quedado silenciado casi por completo por más de dos décadas, y no me refiero a la represión estatal, ya que de eso se habló y mucho, sino al contexto en que ocurrió, al punto que los que nacieron al final de dicha década y en las siguientes, poco y nada saben al respecto, pero también es lógico por dos motivos: uno es que la represión estatal fue tan cruenta, que eclipsó a todo lo demás, de ahí que durante años fuera eso lo único claramente visible, y el otro es que las leyes de impunidad que se crearon, llevaron a que en los programas educativos oficiales impuestos por los gobiernos que a dichas leyes dictaron, tal periodo fuera por propia conveniencia, sistemática y deliberadamente omitido (extrañamente, tras haberse derogado tales leyes, la información sobre el periodo en cuestión, siguió estando ausente en el ámbito escolar), pero el tiempo pasó y ahora sí se puede hablar de todo aquello que fue silenciado, y en ese poderse hablar de todo lo silenciado, considero que me corresponde hacer mi parte.

Solidaridad en aumento

   A fines de 1972 yo tenía 12 años; vivía con mis padres y hermanos a la vuelta de una casa abandonada en la que habitualmente entrábamos junto a otros chicos del barrio ya que tal ingreso constituía una modesta pero nada despreciable, aventura; dicha casa un día empezó a ser restaurada y ocupada, entonces, la aventura mencionada, para todos los pibes del barrio llegó a su fin y maldije a sus ocupantes; poco después, en el frente de la misma fueron pintadas proclamas a favor de Perón que dieron cuenta de que en ese lugar empezó a funcionar una unidad básica de la Juventud Peronista, lo cual resultó en que a diario mucha (muchísima) gente de una edad media de veinte años, entrara y saliera de ese lugar en el que se preparaban tareas que para mí, eran entonces desconocidas. Ahora sé que en tal lugar, los militantes se organizaban para prestar ayuda en los barrios carenciados consistente en reparar y/o construir viviendas, recibir donaciones de ropa y alimentos para repartirlas entre los pobres, brindar apoyo escolar, reparar y/o comprar e instalar luminarias públicas en caso de que la municipalidad no lo hiciera, proveerle asistencia médica a los vecinos que de ella carecían, lo cual no era difícil ya que la Tendencia Revolucionaria del Peronismo estaba constituida por gente de todos los niveles
socioeconómicos, no siendo la excepción el sector “profesional” de la población, por eso es que cuando en los barrios proletarios se necesitaba de ayuda profesional, tanto en lo sanitario (1) como en lo edilicio, no faltaran los médicos ni los arquitectos brindando sus servicios ad honórem, y muchas otras cosas así; esta gente que se unía con el objetivo de ayudar a la parte más desfavorecida de la sociedad, era en esos primeros años de los setenta, cada vez más, lo cual equivale a decir que la solidaridad era cada vez mayor, y no sólo en el Área Metropolitana de Buenos Aires, sino también, en todos los grandes centros urbanos de todas las provincias del país desde donde, como reguero de pólvora, la solidaridad se empezó a extender hacia las zonas rurales, y esto ocurría en todos los sectores de la sociedad, o sea: en las escuelas, las universidades, las fábricas, los talleres, los clubes de barrio, etc., etc., etc.; en todos esos lugares había un número cada vez mayor de gente que se sumaba a las organizaciones de izquierda revolucionaria (peronistas y no peronistas) con el objetivo de mejorar las condiciones de su propio ámbito y el ajeno, realizando así, la ayuda social que el estado no realizaba, y cuando cosas así ocurren, el estado ve dañada a su imagen y reprime a la solidaridad que lleva a los individuos a realizar actos de ayuda desinteresados, lo cual implica reprimir a la gente que con el “virus de la solidaridad” haya sido infectada o que las autoridades consideren que está en condiciones de serlo, y lamentablemente, así se terminó haciendo y a una escala sin precedentes en el país.
   Yo era parte de una familia de clase media, por lo cual, la ayuda ya referida nunca me hizo falta, pero sí conocí a mucha gente que pasaba necesidades que en gran medida disminuyeron gracias a la ayuda del colectivo de la izquierda revolucionaria, por eso es que a mí me consta que no había segundas intenciones en la gente perteneciente a los llamados frentes de masas; todo lo hacía desinteresadamente, es decir: por pura solidaridad, a diferencia de sus cúpulas cuyos integrantes fueron quienes crearon a dichas organizaciones de superficie que, en el caso de casi todas las de corte peronista, era la de Montoneros, que fue una organización armada que se inició con pocos miembros con el objetivo de reprimir a los represores del estado (así lo entendió la mayoría y por eso tuvieron en un comienzo, apoyo masivo de la sociedad) y presionar al gobierno para que dejara a Perón (que en ese entonces estaba proscrito) volver al país y postularse para la presidencia, pero que con la popularidad que rápidamente ganó, se convirtió en una mega organización cuyas autoridades fueron elevándose velozmente hasta quedar tras poco tiempo totalmente aisladas del sector medio y bajo (lo cual le pasa a la cúpula de TODA organización cuando se vuelve grande, sea de la índole que sea), de ahí que sus mismos ex integrantes suelan reivindicar a la generalidad de los montoneros y a su causa, pero no así, a sus dirigentes que, enceguecidos en sus intentos de detentar el poder estatal, dejaron de distinguir entre represores del estado y gente común, y perpetraron así, atentados con cada vez mayor frecuencia en los que no sólo murieron personas pertenecientes a la represión estatal, sino también, personas ajenas a ella; esto resultó en que la mayor parte de la sociedad dejara de apoyarlos, no obstante lo cual, seguían, al igual que los militares, autoproclamándose “defensores” de un pueblo que en su accionar, mayormente ya no los justificaba (como tampoco justificaba a los milicos), pero sí justificaba y apoyaba a los frentes de masas que habían creado, por entender que sus acciones (a diferencia de lo que dicen los derechistas que acusan a toda La Tendencia de haber sido guerrillera/terrorista) nada tenían que ver con la lucha armada de Montoneros, ya que las mismas estaban constituidas por acciones de ayuda social y eventualmente, políticopartidarias, de ahí que no haya incoherencia en el hecho de que en paralelo con la disminución del apoyo popular a Montoneros, haya aumentado la adhesión de la población a dichos frentes de los cuales, el más destacado era el constituido por la JOTAPÉ, que si bien no fue creado por Montoneros, terminó siendo por ellos, liderado.
 
(1) El autor (o sea, yo, Martín Rabezzana) no comparte la visión positiva que el personaje de este texto que cuenta la historia, parece tener sobre la medicina oficial.
 
Añoranza
 
   Viendo las necesidades que tantas personas tienen en la actualidad, añoro el tiempo en que la solidaridad en la población era masiva… Insisto con que la ayuda que venía de La Tendencia era desinteresada, a diferencia de la estatal que se realiza en parte por intermedio
de asistentes sociales que las autoridades manda a las zonas carenciadas (así como también manda sociólogos y psicólogos); esa gente que se disfraza de “solidaria” y cree que los pobres desconocen cuál es su verdadero fin, en toda área necesitada es rápidamente reconocida como espía del estado cuyo fin oficial de ayudar a los pobres, es totalmente falso siendo el verdadero, el de realizar informes sobre las personas en pos de que las autoridades sepan quiénes, por organizarse con el objetivo de conseguir mejores condiciones de vida, constituyen una amenaza posible para los intereses de una minoría económicamente poderosa (que es el grupo de la sociedad que creó al estado para protegerse de las masas) y se los pueda reprimir adecuadamente, ya sea por intermedio de las mal llamadas “Fuerzas de seguridad”, la milicia o la psiquiatría (esta última fuerza estatal represora, increíblemente no es todavía reconocida como tal por la mayoría).
   Como es sabido, cuando empezó la represión a gran escala de los frentes de masas ya referidos, perpetrada por la Triple A (ya en 1973 durante la presidencia de Lastiri, que no era más que un títere de Perón, y no así tras la muerte del general, que es lo que quieren creer muchos de la izquierda peronista en pos de exculparlo a Perón, porque, de no hacerlo y
admitir así que el mismísimo Pocho los mandó masacrar, sería injustificable por absurdo, seguir llamándose “peronistas”, y lo es, ya que Perón, aun de no haberle ordenado en ese sentido nada al principal organizador de la Triple A -o sea, a López Rega-, lo dejó hacer lo que quiso, que es igual a que le hubiera ordenado reprimir), Montoneros pasó a la clandestinidad y tal agrupación no accedió al pedido de los militantes de La Tendencia de envío de combatientes para protegerlos, lo cual resultó en que los frentes de masas, cuyos lugares de reunión principales eran las por todos en aquel entonces conocidas, unidades básicas, quedaran totalmente desprotegidos y a merced de los sicarios de la derecha peronista. Cosas así, dan cuenta de por qué comúnmente los montoneros de los niveles medios y bajos, despreciaban (y los que siguen vivos, aún hoy desprecian) a su propia cúpula; desprecio que, como ya dije, allá por el ’73, en la población era general, aunque el mismo alternara habitualmente con la simpatía por todos saber que pese a lo injusto y arbitrario de muchas de sus acciones, Montoneros seguía siendo una organización que reprimía a esos represores de las masas que son los integrantes de las Fuerzas Armadas y de “seguridad”; esta incoherencia en lo que a sentir respecta, no debería sorprender a nadie ya que es un hecho innegable el que todo lo existente se conformó a partir de mezclas, por lo cual, lo único puro es la nulidad; cada cosa que existe, es necesariamente resultado de una mezcla, y en el ámbito de los sentimientos no se da la excepción, por lo cual, la simpatía hacia alguien o algo, puede perfectamente coexistir con el repudio, y esto mayormente era lo que se daba en el sentir de la población no politizada e incluso, entre los mismos integrantes de La Tendencia, hacia Montoneros; recuerdo haber llegado a escuchar una conversación que se dio entre militantes de la JP mientras yo pasaba junto a unos amigos frente a la unidad básica de mi barrio, en que uno le decía a otro:

   -Yo banco a los montos mientras estén fuera del gobierno, pero cuando lleguen al mismo, tendré que oponerme a ellos porque estoy seguro de que cuando ya no nos necesiten, no van a dudar en reprimirnos igual o más que el gobierno actual.
   Años después, con una comprensión mayor de la situación social de aquel entonces, consideré que fue justamente eso lo que a los mismos Montoneros les ocurrió con Perón, ya que él los bancó mientras estuvo fuera del poder y ellos presionaban al gobierno para que lo dejaran volver al país, pero cuando (gracias a ellos) lo consiguió, pasaron a ser considerados por el general, rivales peligrosos a los que había que exterminar.
 
Ofensiva y contraofensiva
 
   Un día, allá por 1974, a la unidad básica empezó a ir varias veces por semana una mujer que, por supuesto, vista desde mi perspectiva de chico (yo ya tenía 14 años), era grande, si bien probablemente tuviera tan solo poco más de veinte años; a mí me encantaba; tras verla repetidas veces llegar a determinada hora, empecé a salir “casualmente” con la intención de cruzarme con ella; así ocurrió y tras varios días de verme, me empezó a saludar; tal intercambio de saludos era generador en mí, de una emoción imposible de transmitir con palabras.
   Una tarde del año recién referido, mientras me encontraba junto a otros pibes del barrio sentado en la vereda de mi casa situada a unas cuadras de la Plaza de la Cruz de la ciudad de
Quilmes, todos escuchamos una explosión; ninguno de nosotros se puso demasiado nervioso porque era algo habitual por esos tiempos; nunca se sabía quién había sido el perpetrador del hecho, ya que tanto Montoneros como así también, el ERP y la Triple A, fueron grandes cultores de los explosivos. La cuestión es que aun sin tener gran apuro, uno de los chicos, con gran displicencia, dijo:
   -Bueno… por las dudas va a ser mejor que cada uno se vaya a su casa.
   Todos asintieron y los ocho jóvenes rumbiaron para sus respectivas viviendas menos yo, que permanecí sentado en el cordón de la vereda un rato en soledad; como al minuto, tras mis amigos haberse ya ido, vi correr en dirección a donde yo estaba a la chica militante de la unidad básica ya mencionada, que me dijo:
   -¡Andate de acá, que es peligroso!
   Entonces, al ser obvio que estaba escapando, me levanté apuradamente y señalándole la dirección en la que quedaba mi casa e inmediatamente, hacer un gesto de pedido de que hasta la misma conmigo fuera, le dije:
   -¡Vivo allá!
   Entonces ella se detuvo y por saber que pondría en peligro a mi familia si a la casa en cuestión, ingresaba, dijo:
   -¡No no! ¡Andá vos solo a tu casa ya mismo, y quedate ahí!
   Y volvió a correr, pero yo empecé a correr tras ella y tras alcanzarla, le dije:
   -¡Seguime!
   Ella me decía que no pero como yo insistí en correr junto a ella, finalmente me hizo caso y me siguió unas cuadras hasta que llegamos a la calle Olavarría casi esquina Libertad; en ese lugar había una casa que había sido refaccionada para oficiar de sala de ensayo; yo tenía llave para ingresar a la misma por estar trabajando en ese lugar en calidad de limpiador, y
sabía que a esa hora estaba desocupada; entramos al lugar y miramos subrepticiamente por la ventana; no pasaron muchos segundos hasta que vimos pasar corriendo a varios integrantes de la siniestra patota de Pocho, entonces la chica se aferró a mí y temblorosamente, dijo:
   -Ahí están.
  Yo tenía plena conciencia de la peligrosidad de la situación, sin embargo, en ese momento no tuve miedo porque el mismo había sido completamente anulado por la presencia de la chica cuya cercanía me había emocionado sobremanera, así como me había conmovido en lo más profundo, el contacto que conmigo hizo.
   Tras varios segundos de mirar en derredor, uno de los integrantes de la patota, dijo:
   -Busquemos en la otra cuadra.
   Y se fueron.
   Tras los sicarios irse, la militante revolucionaria respiró aliviada.
   Tras varios segundos de silencio, dirigiéndome una hermosa sonrisa, me dijo:
   -Gracias.
   Yo, totalmente inhibido por su para mí, deseada, anhelada y reverenciada presencia, muy tímidamente le dije:
   -No, de nada.
   Después me preguntó mi nombre y tras yo responderle, le pregunté a ella el suyo. Ella respondió:
   -Eugenia.
   Pero poco nos duró la tranquilidad porque los integrantes de la patota volvieron a pasar por el frente de la sala de ensayo y esta vez, con toda la intención de a la misma ingresar, entonces Eugenia me dijo:
   -¿Hay otra salida?
   -Sí, cruzando el patio.
   Y hasta la puerta que daba al mismo fuimos, pero estaba cerrada y yo no tenía la llave, y tras decírselo, aun sabiéndolo inútil, nos escondimos los dos tras un sillón, y entonces sí tuve miedo, porque los sicarios rompieron la puerta de entrada e ingresaron; eran cinco y blandían armas largas; uno de ellos agarró a Eugenia de los pelos y le dijo:
   -¡Cómo me voy a divertir con vos, pendeja!
   Entonces yo le grité que la soltara y otro integrante de la patota me dio un golpe en el rostro que me hizo caer; Eugenia los insultó y también ella fue golpeada por el que la tenía sujeta y los demás, pero fue que, a los pocos segundos se empezaron a escuchar ruidos que venían de abajo, entonces el sicario que tenía agarrada a Eugenia, la soltó y dijo:
   -¿Qué es ese ruido?
   Y se acercó hasta el lugar del cual provenían los extraños sonidos; le dijo a sus colegas de represión que sacaran la alfombra que parecía cubrir un sótano, y cuando lo hicieron y el sicario levantó la puerta que, efectivamente, a un sótano daba, del mismo emergió una mano que no era humana ni animal no humana, que arrastró al represor hacia su interior y después, cerró la puerta; el tipo gritó desesperadamente pidiendo ayuda ante la mirada azorada de todos los que en el lugar, estábamos, pero ninguno de sus compañeros hizo nada, y tras unos treinta segundos, sus gritos cesaron; los represores evidenciaron miedo, por lo cual, tardaron en reaccionar; tras algunos segundos finalmente uno de ellos le dijo al que parecía tener dentro del grupo, menor jerarquía:
   -Abrí la puerta del sótano, así cuando esa cosa salga, le disparamos.
   -No. Abrila vos –le respondió.
   Entonces el primer represor lo apuntó con su arma y le dijo:
   -¡Abrí ya, la puta que te parió! ¡Que si no, te cago a tiros ya mismo!
   Entonces el tipo abrió la puerta horizontal que daba acceso al sótano y cuando del mismo lentamente la criatura empezó a egresar, los tres sicarios restantes, dispararon cualquier cantidad de veces contra ella que, como si nada hubiera pasado, permaneció firme e impertérrita; cuando se quedaron sin balas, la criatura, con la velocidad de un rayo, arrastró uno por uno a los cuatro represores hacia el sótano que, al igual que su primer compañero, gritaron durante unos treinta segundos tras los cuales, lo que siguió fue un silencio absoluto; entonces, producto de la balacera que se escuchó desde el exterior, cuatro represores que se encontraban esperando en dos autos en la calle, ingresaron a la sala de ensayo blandiendo sus armas; inmediatamente la criatura volvió a salir del sótano e hizo con ellos lo mismo que con los anteriores había hecho, mientras Eugenia y yo, nos abrazábamos mutuamente creyendo presentir que nosotros seríamos las siguientes víctimas de ese extraño ser, al que no tengo palabras para describir, pero la historia no habría de continuar así, ya que tras llevarse hacia el sótano a los últimos represores que al lugar habían ingresado, no volvió a salir; cuando tras más o menos un minuto logramos reaccionar, fuimos rápidamente hacia la puerta de salida y ganamos la calle.
   Ya lejos de la sala de ensayo, Eugenia me abrazó y me dijo:
   -Ahora sí; andá a tu casa.
   Me dio un beso y se fue.

Poscontraofensiva

   Al día siguiente de los hechos ya referidos, me encontré con el dueño de la sala de ensayo y me dijo que alguien en la misma había irrumpido el día anterior y que por eso había tenido que poner otra puerta, tras lo cual, me dio una copia de su llave; me dijo también que el caso era raro porque no le habían robado nada; ante esto, yo nada dije, ya que sabía que no me creería si le decía lo que había pasado (lo de la patota sí me lo habría creído, pero lo de la criatura, seguramente no), y me llamó la atención que no mencionara a las vainas servidas (que eran muchas) que habían quedado desparramadas por el piso tras los disparos efectuados por los represores que integraban la patota de la derecha peronista;... por ahí no mencionó nada al respecto por no preocuparme, o por ahí la criatura se llevó a su hábitat subterráneo dichos elementos tras Eugenia y yo, habernos ido, pero sí mencionó que en la sala había un aroma extraño (y claro...: la pólvora).
   Esa misma semana volví a trabajar en la sala de ensayo y les puedo jurar sin faltar a la verdad, que no tuve ningún temor, ya que sentía que en ese lugar estaba mejor protegido de la represión estatal que en ninguna otra parte del mundo.
   A Eugenia nunca más la volví a ver, sin embargo, en estos cuarenta y ocho años que pasaron, no hubo siquiera un día en que no haya pensado en ella.
   Nunca se volvió a saber de ninguno de los nueve represores de la patota de la Triple A que esa tarde nos persiguieron; hasta la actualidad (año 2022) permanecen en calidad de desaparecidos.

jueves, 3 de febrero de 2022

Intocable (cuento) - Martín Rabezzana

 
El amor más palpable suele 
ser el que se siente por 
alguien intocable.
 
Martín Rabezzana
 
 
   Allá por mediados de 1975, una adolescente empezó una relación sentimental con un joven militante de la Juventud Universitaria Peronista, lo cual, a la madre de la chica preocupó sobremanera ya que relacionaba necesariamente a toda agrupación política de izquierda, con la guerrilla subversiva que, según su criterio ultraconservador, era causante de todo lo más terrible ocurrido en la sociedad, por lo cual, le insistió a su hija para que lo dejara, pero ante su negativa intransigente, decidió posponer dicha insistencia y superar los prejuicios que la llevaban a condenar al joven sin siquiera conocerlo, por eso, tras subrepticiamente buscar en la agenda de su hija el número de teléfono de su novio, la mujer llamó a su casa y lo invitó a tomar el té para poder conocerlo y saber así con quién estaba su hija, invitación que el muchacho muy alegremente aceptó como aceptó también, su pedido de no decirle nada a su hija porque no quería que la chica la condicionara en sus preguntas a su persona.
   Al día siguiente el joven se presentó en la casa de la madre de su novia, estando ésta última, así como su padre, en ese momento, ausentes, y muy cortésmente le extendió el paquete con masas finas que había comprado; ella se lo agradeció y lo invitó a sentarse a la mesa de la cocina mientras preparaba el té; una vez que el mismo estuvo listo, lo sirvió, y, tras comer alguna masita y tomar algo del té en medio de una conversación intrascendente de convención, la madre, disimulando el desagrado que el aspecto tirando a “jipi” del joven le causaba (tenía barba y pelo largo, si bien estaba dentro de todo, bien vestido) le dijo al muchacho:
   -Ustedes, los revolucionarios, son muy agresivos; no entienden que aun los cambios justos que pretenden, deben darse lentamente; quieren todo ya, y en ese quererlo todo de inmediato, no miden las consecuencias para ustedes mismos ni para los demás, que su impaciencia les puede acarrear… No veo en qué sentido la subversión que ustedes pretenden, pueda ser buena.
   Entonces el joven, tranquila y amablemente, le dijo:
   -Señora: ¿usted cree que las cosas están bien en la sociedad? Y no me refiero sólo a la local, sino a la mundial.
   La mujer de poco menos de 50 años, perteneciente a la llamada “pequeña burguesía”, rápidamente dijo:
   -No, pero...
   Y fue interrumpida por el joven que dijo:
   -Yo tampoco, y no sólo nosotros pensamos que el rumbo que la humanidad está tomando es conducente a un abismo, sino también casi cualquier persona independientemente de la tendencia política que sea e independientemente también, del país del mundo que sea, por lo cual, si convenimos en que el estado de las cosas es malo, ¿por qué no habría de ser bueno subvertirlo?
   -Sí, bueno, pero hay formas y formas de tratar con cualquier situación, y la de ustedes tiende siempre a la violencia.
   -La violencia es parte de la vida; es un imposible vivir sin causar daño a los demás, por más que así lo queramos, por eso es que mejor que intentar eliminar lo que no puede ser eliminado, sea intentar dirigir, regular y moderar, lo que sí puede ser dirigido, regulado y moderado.
   -Y ustedes piensan que pueden regular y moderar a la violencia… eso demuestra que no son realistas.
   -En eso le doy la razón, señora; no somos realistas, y yo, por mi parte, espero no serlo nunca.
   -¿Por qué?
   -Porque siendo realista no se llega lejos.
   La mujer dijo:
   -¿Por qué piensa eso?
   -Porque el realismo es un estado de inmovilidad que implica resignación ante una situación general, negativa.
   La mujer, tras pensar un poco, dijo:
   -Supongamos que usted tiene razón, aun así, deberá coincidir conmigo en que, sin una visión realista de las cosas, no se puede alcanzar lo alcanzable.
   A lo que el joven, tras unos segundos, respondió:
  -Yo creo que la ficción es la contraparte necesaria de la realidad, por lo que para poder construir realidades, primero hay que soñar muchas ficciones.
   -Las ficciones son necesarias y positivas, pero la realidad es más importante.
   Y tras negar con la cabeza, mientras sonreía ligeramente, el joven respondió:
   -La ficción, como así también, la realidad, es parte de un todo, y cada una de las partes del todo es igualmente importante.
   La mujer, sin siquiera habérselo propuesto, poco a poco aligeraba la carga negativa de sus cuestionamientos por, sin ella siquiera advertirlo, empezar a estar en sintonía con el sentir del joven, sin embargo, algo en ella todavía se resistía a ser llevada hasta su nivel de positividad, lo cual la llevó a expresar lo siguiente:
   -Ustedes, con su nacionalismo, que no por ser de izquierda deja de ser nacionalismo, continuamente dicen querer lo mejor para la patria, pero en realidad, si bien los intereses que defienden, a veces coincidirán con los de la patria, muchas otras su “preocupación por el bienestar de la patria”, no es más que la excusa para imponer su propia voluntad.
   Y sin perder lo calmado de su tono, el joven preguntó:
   -¿A qué le llama “patria”?
   -Al país, lógicamente; los nacidos en Argentina compartimos patria, y todo lo que implica culturalmente ser del mismo país, nos hace ser un pueblo.
   -No estoy de acuerdo con usted; para mí, a la comunión entre las personas la crea el sentir entre ellas, coincidente, y como el mío lo es con el de los necesitados, mi patria y mi pueblo están conformados por la solidaridad;... A ver si lo puedo fundamentar mejor: aunque dos personas hayan nacido en el mismo país, hablen el mismo idioma y compartan cultura, no por eso son parte del mismo lugar ni del mismo pueblo; por ejemplo, si dos personas nacidas en el mismo país, hablantes del mismo idioma y formadas en la misma cultura, se encuentran mientras una de ellas se siente muy mal y la otra, lejos de compadecerse de ella, es totalmente indolente a su sufrimiento, una y otra están en sintonías distintas, mientras que si llega otra, aunque sea de otro país, hable otro idioma y su cultura sea distinta, y empatiza con la persona sufriente, estará, por compartir su sentir, en la misma sintonía que ella y, por consiguiente, en el mismo espacio al que podemos denominar: “patria”; esto ocurre porque el sentir compartido entre los seres, es lo único que entre ellos vence verdaderamente las distancias y genera comunión, de ahí que yo crea que lo único por tener en común con el otro que hace lógico que se considere a uno y otro pertenecientes al mismo lugar, es el estado de ánimo; por eso es que para mí, la patria no es la división político-administrativa en la que se nace; para mí, la patria es el estado de ánimo.
   A pesar de la solidez de los conceptos por el joven expuestos, su tono al expresarse era de una amabilidad absoluta, lo cual inhibía enormemente a la mujer en lo referente a presentarles oposición, y fue por eso llevada, sin quererlo ella así, a un nivel de debate igualitario en el cual, toda su negatividad quedaba anulada.
   La mujer empezó a sentirse incómoda, pero ya no por desagrado al joven, dado que durante el curso de la conversación, el mismo había empezado a disminuir al punto que ya en ese momento, había desaparecido por completo, sino por un sentir nuevo, para ella inentendible, que por todos los medios intentaba contener.
   Tras una hora y cuarto de conversación, la mujer estaba en lo emocional, totalmente revolucionada, ya que todo el desagrado por el joven que por sus prejuicios había sentido, se había a esa altura transformado en una atracción físico-romántica irrefrenable que la llevaba a mirarlo con gran dificultad porque cada vez que lo hacía, aumentaba exponencialmente en ella el deseo de lanzarse a sus brazos, besarlo en los labios, bajarle el pantalón y chuparle la pija; por todo esto es que abruptamente dio por concluido el encuentro, ya que sabía a dicho deseo, incontenible e inconcretable, y no fue por amor y fidelidad a su esposo y amor y lealtad a su hija, como ella se repetiría tantas veces, que no había actuado según su instinto, sino solamente: por amor y lealtad a su hija.
   Toda la culpa que esto le generó, resultó en que nunca más quisiera ver al joven que, por tal motivo, creería erróneamente que a la madre de su novia no le había caído bien, pero su negativa a verlo no evitó en absoluto que su deseo por él, siguiera aumentando y la atormentara en secreto.
   La relación entre la chica y el militante de la JUP, fue inmejorable, tanto así, que ninguno de los dos dudaba de que el casamiento entre ellos era una cosa inminente, sin embargo, el mismo nunca se concretaría dado que la relación entre los jóvenes terminó imprevistamente cuando, tras unos diez meses de relación, ya en 1976, el joven fue secuestrado por una patota del estado que irrumpió en su domicilio y se lo llevó para siempre.
   Los amigos de la chica se enteraron antes que ella sobre lo que le había ocurrido al joven y no se animaban a contárselo, por eso fueron hasta su casa y hablaron con sus padres, quienes les dijeron que ellos se lo comunicarían cuando llegara y les pidieron que por favor se fueran cuanto antes ya que necesitaban privacidad y su hija llegaría en cualquier momento. Así lo hicieron y cuando la chica llegó y le fue dicho lo que a su novio le había pasado, rompió en un llanto desgarrador que su madre acompañó en ése, y otros muchos momentos de dolor todavía por venir.
   La mujer habitualmente lloraba y seguiría llorando por el dolor que el amor perdido le causaba a su hija, pero lo que nadie más que ella misma nunca sabría, es que lloraba sobretodo, por su propio amor perdido.

viernes, 28 de enero de 2022

SubversivaMENTE (cuento) - Martín Rabezzana


La subversión no resurgirá por obra ni por impulso de aquellos que la reivindican, sino por obra e impulso de aquellos que obsesiva y categóricamente, la condenan.
 
Martín Rabezzana
 

   Tras la última dictadura cívico-militar-eclesiástico-médico-farmacéutico-jurídico-policial, los medios, a través de sus comunicadores, empezaron a exponer el accionar represivo de las autoridades sostenido durante los últimos recientes años, pero con la orden dada a sus expositores por parte de sus superiores, de hacerlo medida y descontextualizadamente, de ahí que la exposición mediática de lo ocurrido durante el proceso militar, fuera relegada en la mayoría de los casos, a horarios marginales, y si bien ya para 1984 (año en que se desarrolla esta historia) se había hablado bastante de la represión de las autoridades, lo que no se había hecho hasta ese día en los medios, es contextualizar a la represión debidamente, porque cosa tal implicaba hablar necesariamente de los grupos armados civiles y sobretodo: de los motivos por los cuales se crearon; como todo intento de explicación de por qué aparecieron grupos de partisanos lleva (casi) inevitablemente a alguna gente a la justificación de la represión estatal y a mucha otra, a la justificación de la (para mí, sacra) subversión, dicha contextualización era evitada (y lo sería por décadas) por todos los difusores mediáticos por pretender evitar ser considerados “antialfonsinistas”, que en ese entonces era casi lo mismo que ser considerado “antidemocrático”, ya que el entonces presidente Alfonsín (tipo en extremo nefasto) (1), había ganado apoyo popular y las elecciones presidenciales por haber expresado durante su campaña que de él ganar, los militares serían juzgados, y a él no le convenía que en los medios se los reivindicara, ya que eso podría derivar en un apoyo a ellos, legitimador ante un eventual golpe, ni tampoco le convenía que se reivindicara a las milicias irregulares, ya que eso habría equivalido a un intento de volver a encender la mecha de la “subversión” que, de ser nuevamente encendida, resultaría en que el mismo gobierno alfonsinista cayera en su volteada. Por todo esto es que al locutor que pertenecía a cierta radio importante (radio “Alvalhaziv”, más precisamente), su director, tras él haberle presentado su proyecto de programa a emitirse en la trasnoche en el que, entre otras cosas, se hablaría del periodo de los setenta, tras aceptarlo, le dijo:
  -Hablá todo lo mal que quieras de los milicos, pero guarda con referirte siquiera a Montoneros, al ERP y a la izquierda revolucionaria en general, porque eso no va; si lo hacés, no vas a durar mucho en esta radio ni en ninguna otra.
   Tras lo cual, el locutor nada respondió, ya que no tuvo tiempo dado que tras decir lo que dijo, el director agarró el teléfono que sonaba y se puso a hablar con la persona del otro lado de la línea mientras saludaba al locutor con la mano, dándole así a entender que la “conversación” (que en realidad había sido un monólogo) había concluido.
   El locutor inició su programa que, tras algunos meses llegó a tener alta audiencia, y cumplió con las directivas recibidas, hasta que un día, tras mucho pensarlo y decir para sí mismo en voz alta: “¡Maah sí!”, desacató a su superior al invitar a una historiadora del periodo argentino de los años 1960 y 1970, a la que le preguntó:
   -¿Cuáles fueron, según su opinión, los motivos principales por los que se formaron las organizaciones armadas civiles?
   La historiadora respondió:
   -A la hora de analizarse los motivos por los cuales en los años 60 y 70 del siglo 20, tantos jóvenes argentinos tomaron las armas para combatir al sistema, se suele hablar de una desigualdad económica entre los diversos sectores de la sociedad, inaceptable; de los años de prohibición de Perón y del peronismo; del impedimento gubernamental a los ciudadanos de participar en política; de la influencia de la revolución cubana, que dio cuenta de que el que un ejército irregular voltee a un gobierno, no es en absoluto un imposible (como hasta entonces se pensaba), y esas cosas son ciertas, pero… ¡TODO ESO VINO DESPUÉS! El motivo primigenio por el cual se crearon los grupos político-militares, fue la represión continua, sistemática y de aplicación masiva emprendida por el estado a través de las fuerzas policiales y militares, a cualquier ciudadano, pero sobretodo, a aquellos pertenecientes al siguiente grupo: el joven (2), ya que durante décadas, las juventudes argentinas fueron reprimidas por el estado por ABSOLUTAMENTE NADA; es decir, durante todo el siglo veinte, las acciones de represión estatales (3) por motivos que nada tenían que ver con transgresiones a las leyes, han sido moneda corriente en el país (4); el objetivo de eso es claro: el control social, ya que lo que las autoridades esperan al reprimir continuamente a la juventud, es que las mismas aprendan a acatar a la autoridad y no piensen siquiera en actuar contra ella ni cambiar radicalmente nada de lo socialmente establecido, lo cual, desde la perspectiva estatista, tiene como resultado que las personas reprimidas lleguen a la adultez totalmente amansadas y no sean así, amenazas para lo continuidad del sistema de dominación de unos pocos sobre las masas, y la verdad es que eso resulta, pero sólo durante un tiempo, ya que cuando la represión se sostiene durante un periodo demasiado largo, los reprimidos empiezan a acumular un resentimiento y una indignación, que se transmiten transgeneracionalmente, que superan con creces al miedo que a las fuerzas represivas legales les puedan tener, es entonces que aparecen los planes de organizarse para devolver la agresión al sector del cual, la misma viene.
   Tras lo cual, el locutor dijo:
   -O sea que, en su opinión, fue la misma represión gubernamental lo que engendró a las organizaciones armadas civiles.
   -Exactamente; si bien los militares y las personas de derecha que los apoyan justifican a la represión por ellos infligida (que no fue solamente contra las organizaciones armadas civiles, sino contra la sociedad TODA) por, según ellos, haber constituido una respuesta a la agresión contra el pueblo ejercida por los guerrilleros, la realidad es que los militares, la policía, la gendarmería y la prefectura, existen desde mucho antes de que se crearan estas milicias irregulares y vienen agrediendo sistemáticamente al pueblo desde su misma fundación, por lo cual, es evidente que los que reprimieron en respuesta a una agresión, fueron los partisanos, a los cuales no es lógico exculpar categóricamente, ya que muchos de ellos hicieron cosas consideradas por ellos mismos como injustificables, pero tampoco es conveniente condenarlos categóricamente dado que la contextualización es necesaria para el entendimiento de los motivos por los cuales hicieron lo que hicieron, y la condena categórica a ellos, evita que dicha contextualización se realice seriamente; tampoco es prudente hacerlo porque en la condena absoluta a la violencia venga de quien venga, se está cayendo en un simplismo absurdo, ya que la violencia es la vida misma porque no se puede vivir sin lastimar ni matar; no hay paz en la vida, hay diversos grados de violencia; no podemos caer en ese antropocentrismo ridículo de creer que la vida es solamente la humana; la vida es una y toma millones de formas; algunas son grandes, otras, chicas, y otras hasta invisibles para nuestros ojos por ser microscópicas, y a muchas de esas formas de vida nos es imposible no dañar y destruir. Por todo esto es que digo que la vida es la violencia, la paz en la vida es un imposible; partiendo de esta base, podemos empezar a debatir en qué grado la violencia debe ser usada y en qué circunstancias, pero si arrancamos diciendo: “hay que condenar a toda forma de violencia”, no estamos precisamente enfrentando al problema, sino evadiéndolo, y así lo único que ocurre, es que el mismo se agrava; aceptando que la vida es violencia y que, por consiguiente, en la misma es un mal inevitable, justamente por ser un mal, se debería considerar su utilización moderada en vez de su utilización desmedida, y si bien esto que digo no es acorde con una justificación del accionar guerrillero, ya que en muchos casos los guerrilleros hicieron abuso de la violencia, insisto en que hay que evitar condenarlos categóricamente porque, como ya expresé, cosa tal impide analizar los motivos que resultaron en la creación de sus agrupaciones; paradójicamente, como los motivos están en la represión estatal, la condena a las organizaciones armadas irregulares, sólo puede ser parcial, mientras que la condena a las organizaciones armadas estatales, sólo puede ser absoluta, y si la condena a estas últimas es absoluta, la condena parcial a las primeras, hace inevitable a su vez a su reivindicación, no total, pero sí, parcial.
   El locutor preguntó:
   -Según su criterio, ¿tiene sentido condenar a las fuerzas armadas civiles y paralelamente reivindicar a las legales?
   -Por supuesto que no; eso de condenar a la guerrilla y justificar paralelamente la existencia de la policía y las Fuerzas Armadas, es algo que comúnmente hacen quienes se dicen en contra de la violencia, pero eso, lejos de ser una condena a la violencia, no es sino una defensa de su monopolización, y esta reivindicación de la monopolización de la violencia por parte del estado, que no es otra cosa que agresión unilateral, es lo que los estatistas llaman “paz”; es decir, cuando un grupo de gente agrede a otro y el otro no le responde, los pretendidamente pacifistas hablan de “paz social”, pero cuando el grupo agredido empieza a devolverle a su agresor la agresión, hablan de “violencia social”, y si bien reconozco que cuando el grupo agredido de la sociedad le devuelve la violencia a su agresor, lo que ocurre a nivel social, es grave, mucho más grave me parece cuando un grupo agrede y nadie le responde, que es lo que pasa la mayor parte del tiempo, ya que la agresión del estado es permanente, mientras que la respuesta agresiva organizada por parte de los agredidos, se da sólo esporádicamente.
   El locutor, con gran tensión por el tema tratado, pero con tono firme, dijo:
   -Actualmente mucho se presenta a la “democracia” como solución a todos los males sociales, el de la violencia, incluido, por lo cual, cualquier grupo civil armado atentaría con su sola existencia contra la “paz social” que, según la visión estatista, provee la democracia representativa.
   A lo que la historiadora dijo:
   -Todo sistema estatista, independientemente de la forma particular que tome el gobierno en el cual se desarrolle (democracia representativa, monarquía, dictadura, etc.) se basa en leyes que se hacen cumplir con policía, Fuerzas Armadas, privaciones de la libertad… en una palabra: con violencia, por lo cual, no es cierto que la democracia representativa evite la violencia, ya que todo sistema estatista la utiliza como base de todas sus acciones, lo que se pretende evitar desde el estado, es que la violencia se desmonopolice o, dicho de otra forma: el estado y los ciudadanos que al mismo no pertenecen pero defienden a las leyes, lo que pretenden evitar es que la violencia se democratice, y esto lo hacen muchas personas que piensan que la centralización del poder es lo que genera las mayores injusticias sociales; si esto es así (y yo así lo creo), ¿por qué habría de darse la excepción cuando ese poder es el armado?... El que está a favor de la democracia representativa, está a favor de un sistema que se sostiene con violencia armada, y no es en absoluto coherente condenar a los grupos armados civiles y reivindicar paralelamente a los grupos armados estatales, ya que lo coherente, de uno condenar a la violencia armada, sería condenarlos a ambos por igual, dado que son esencialmente iguales por tratarse de personas que toman las armas para imponer su voluntad con la justificación en una pretendida defensa del “pueblo”, ya que tal palabra (es decir, “pueblo”) parece ser insustituible a la hora de legitimar la imposición de la propia voluntad sobre las masas… Como ya expuse: el que está en contra de las organizaciones armadas civiles por estar supuestamente en contra de la violencia, pero reivindica la existencia de las legales (milicia y policía), no está realmente en contra de la violencia, sino a favor del monopolio estatal de la misma, lo cual constituye una incoherencia total y absoluta, y la coherencia en este caso es posible; hay gente que es antimilitar y antipolicía, por considerar que nadie debería estar armado, pero si uno considera que las Fuerzas Armadas y la policía son necesarias y, por consiguiente, justificables en su existencia, debería aceptar que también son necesarios y justificables en su existencia, los grupos armados civiles que respondan a su agresión.   
   El locutor, tras tomar aire durante algunos segundos, dijo:
   -Parece tener sentido lo que usted ha expuesto, no obstante, es un poco confuso… difícil de entender.
   A lo que la historiadora respondió:
   -Por supuesto, por eso hay que debatir mucho sobre esto, y ojalá que este programa constituya un aporte importante a dicho debate.
   La historiadora continuó exponiendo sus ideas durante más de una hora; mientras tanto, los teléfonos de la radio sonaban sin parar; los oyentes que fueron puestos al aire se expresaron casi por igual a favor y en contra de lo que la mujer había expuesto; ni los elogios ni los insultos seguidos de amenazas de muerte, escasearon para la historiadora ni para el locutor que no sólo le había dado espacio en su programa, sino también, la razón en muchas de las cosas que había dicho; incluso ocurrió que tras terminar el programa, a pesar de ser ya de madrugada, tanto el locutor como la historiadora, fueron recibidos por una multitud que se había acercado hasta la emisora, constituida por gente que en su mayoría, los alabó; un grupo minoritario, los repudió; entre los pertenecientes al grupo minoritario, hubo uno que pasaba en un Ford Falcon verde y los señalaba con un dedo con el que hacía ademán de dispararles, entonces los partidarios de la visión revolucionaria, tanto como los que simplemente defendían a la libertad de expresión, lo putearon de arriba abajo; este personaje era el más ominoso de todos los repudiadores que esa noche se habían expresado, ya que se intuía que probablemente no sería un “gracioso” ni solamente un facho de la boca para fuera, sino alguien perteneciente a la represión estatal; este personaje, que ocultaba su fisonomía con un sombrero negro y anteojos oscuros, pasó varias veces y en todas ellas hizo ademán de disparar, mientras el locutor y la historiadora seguían en la puerta de la radio conversando con los muchos oyentes que a ellos se habían acercado, y en la última de las veces que pasaría, por concentrarse demasiado en la señalización con el dedo del locutor y la historiadora, el conductor del Falcon desatendió la conducción de su vehículo y fue así que no advirtió a tiempo que un camión que transportaba enormes contenedores de materiales de construcción, pasaba en dirección contraria a la suya, entonces volanteó desesperadamente resultando esto en que chocara con el mismo con la parte posterior de su auto, por lo que el choque fue menor, pero por el volantazo que también el camionero había hecho, varios contenedores cayeron sobre el vehículo y su conductor murió aplastado; al ver la escena, tanto el locutor como la historiadora y los oyentes del programa de radio, se acercaron al lugar del trágico suceso para prestar ayuda, pero claro estaba que nada había por hacer por el conductor del Falcon.
   Tras llegar la policía y la ambulancia, tanto la historiadora como el locutor y sus oyentes, se dispersaron en dirección a sus respectivas casas.

   Ese mismo día, el locutor estuvo continuamente esperando que el director de la radio lo llamara para comunicarle su despido por haber desacatado sus directivas en lo que hace al contenido de su programa, ya que estaba más que seguro de que eso ocurriría, pero no fue ni sería así. Lo que ocurrió fue que al prender la televisión, se encontró con la siguiente noticia difundida por un cronista: “El director de la radio “Alvalhaziv”, perdió la vida al ser aplastado por pesadísimos contenedores de materiales que cayeron sobre su vehículo tras éste chocar contra el camión que los transportaba.”


(1) Los militares fueron juzgados y condenados durante el gobierno de Alfonsín y después, el mismo Alfonsín impulsaría la impunidad de la mayoría de ellos con las leyes de “Punto final” y Obediencia debida”, que implicaban que la mayoría de ellos no fuera juzgada por lo hecho durante el proceso.
   Si bien muchos le atribuyen tal concesión de impunidad al miedo a un nuevo golpe militar (totalmente entendible por los levantamientos militares que durante su gobierno se sucedieron), para mí estaba todo orquestado desde mucho antes de que ganara las elecciones; es decir: estaba planeado que se juzgara a los militares en un primer momento y que después se le concediera a la mayoría de ellos, impunidad, ya que a Alfonsín nunca le interesó por motivos relacionados con la justicia, que los militares fueran enjuiciados, sino por ganar las elecciones, ya que él mismo se había manifestado a favor del proceso militar como tantos otros de su partido Radical, que fueron funcionarios durante el mismo. Una vez en el poder, debió, sí, en alguna medida cumplir con lo prometido para no perder apoyo popular; así lo hizo y así fue que se enjuició a los militares más prominentes del proceso, pero después dio marcha atrás al impulsar leyes de impunidad que dieron lugar a manifestaciones populares en su contra (a mí me llevaron familiares a la Plaza de Mayo en 1986 teniendo yo 6 años, para repudiar a la “Ley de punto final”; me acuerdo del cantito: “Paredón, paredón, a todos los milicos que vendieron la nación”), que serían el antecedente directo de la impunidad total concedida a los militares por Menem materializada en sus indultos, y cuando él (o sea: Alfonsín) debió decidir a fines de los ’80 durante el copamiento de Tablada, qué hacer con el último grupo guerrillero que quedaba en el país, lo que decidió fue reprimirlo del modo más brutal, que fue similar a aquel con que se reprimió durante el gobierno de facto anterior, de ahí que con su visto bueno a los militares y a la policía en lo que hace a la represión de los insurrectos, se haya asesinado a partisanos que se habían rendido e incluso, se los haya torturado y hecho desaparecer. Por todo esto es que me referí a Alfonsín con el adjetivo de “nefasto” (y me quedé corto).

(2) El ser un concheto blanquito cara-de-nena de pelo claro, a NADIE salvaba de ser detenido y maltratado por la policía en los años ’60 y ’70, lo cual da cuenta de que para la represión gubernamental, el factor “racial”, que actualmente es el principal, si bien siempre existió, en esos años importaba menos que el etario (constátenlo preguntándole al respecto a cualquiera que haya sido joven en los años ’60 o ‘70), ya que, como ya expuse: el grupo humano principal por reprimir con el objetivo de disciplinar, era el joven.

(3) Las detenciones arbitrarias se sucedieron a gran escala en Argentina hasta fines del siglo 20, tiempo en que se empezaron a derogar los edictos policiales que permitían que cualquier persona fuera detenida a criterio de los prejuicios de cualquier policía (por supuesto que todavía existen detenciones arbitrarias, pero a mucha menor escala respecto a cuando estaban vigentes dichos edictos).
   Durante la detención en dependencias policiales, las palizas fueron comunes durante todo el siglo 20, y no eran raras las violaciones, las torturas ni los asesinatos, y todo esto incluso, durante gobiernos democrático-representativos, por lo cual, el mensaje según el cual, sólo la “democracia” puede evitar el terrorismo de estado y garantizar respeto por los derechos humanos (mensaje tan repetido por Sábato y presente en el increíble y vergonzante prólogo del libro “Nunca más”, que fue escrito mayormente por él, por más que digan que “fue un trabajo de equipo”), me resulta indignante, ya que las políticas represivas se sostienen independientemente del gobierno de turno que haya por no ser las mismas, gubernamentales, sino estatales, y la represión estatal más cruenta, que cuando se da a gran escala es denominada: “terrorismo de estado”, se inició en aquellos tiempos durante el gobierno de Lastiri, continuó con Perón y siguió con Isabel Martínez de Perón, cuyos gobiernos fueron democrático-representativos y durante ellos, se reprimió mucho más intensamente que durante el gobierno de facto autodenominado “Revolución argentina” (1966-1973), lo cual demuestra que la democracia representativa no garantiza en absoluto el respeto por los derechos humanos.

(4) El plan represivo estatal que en los años 1960 constituyó la gota que rebalsó el vaso, para mí fue el plan CONINTES, inaugurado en 1958.


sábado, 22 de enero de 2022

FanáticaMENTE (cuento) - Martín Rabezzana


   Estando en la cama, después de un largo abrazo mutuo, le dije que eran fanáticos, pero no reprobatoriamente, sino con tristeza como quien dice: “Han equivocado el rumbo”, entonces ella me dijo:
   -Los fanatismos mueven al mundo. Crean todo lo que en una sociedad humana existe, tanto lo bueno como lo malo; los que por considerar que el fanatismo es negativo, son centrados, terminan siendo espectadores pasivos de los actos creativos y destructivos de los fanáticos, y hasta podría decirse que son espectadores de la vida más que vividores de ella. Y hasta podría también decirse que, por su pasividad, los centrados no pueden sino dejarse llevar por el fanatismo imperante de turno, por lo cual, todo indica que, de una forma o de otra, no podemos más que ser manejados por el fanatismo, y si bien el mismo está comúnmente relacionado con la ira, la intolerancia y la destrucción, también es cierto que además está compuesto por: euforia, sed de gloria y anhelos de construcción.
   Difícil era presentarle oposición a las ideas de esa joven mujer por poseer todas ellas, gran consistencia, sin embargo, en un intento que resultaría infructuoso, lo hice al decirle:
   -Pero… actuar fanáticamente es jugar con fuego, y sabido es que el que eso hace, se termina quemando.
   A lo que ella me respondió:
   -Sí, pero si bien quien con el mismo no juega, no se quema, tampoco se enciende. Vive en una penumbra permanente deseando habitual (o continuamente) morir, mientras que quienes por vivir fanáticamente, jugamos con fuego, vivimos y morimos deseando vivir –y mirándome con los ojos llenos de brillo, agregó: -La vitalidad no es sólo vida. La vitalidad es vida y muerte… …Hay más vitalidad en la muerte de un fanático que en las vidas enteras de miles de personas centradas.
   Entonces, de inmediato empezó a desmoronarse mi convicción respecto a lo totalmente negativo del fanatismo y, sin en ese momento racionalizarlo, empecé a sentir que, si bien no todos los fanáticos saben vivir, todos lo que saben vivir, son fanáticos, ya que con el pasar del tiempo fui comprobando que la neutralidad (en la que tanto tiempo permanecí) es una especie de limbo en el cual la vida está en pausa; ser neutral o centrado, es estar en un lugar en el cual no se puede vivir, sino solamente: sobrevivir; habiendo aceptado esto, ¿quién podría elegir la supervivencia?... Elegir la vida es elegir el fanatismo que es fuerza vital en estado puro, y a esa vitalidad yo elegía al elegir a esa mujer, pero como ya expresé, entonces no lo sabía, solamente lo sentía, que, a fin de cuentas, es lo único que importa, ya que las cosas no son como uno las cree ni como uno las ve, sino como uno las siente, y lo que yo sentía al ella mirarme y tomarme de las manos, era que el sinsentido de las cosas se rompía en miles de pedazos que de inmediato, se desvanecían.
   Cada cosa que ella decía, tanto lo más articulado como lo más informal, estaba cargado de significado;… hablaba mucho y nunca hablaba por hablar, lo cual no puede decirse de todo el mundo (incluyéndome a mí, por supuesto).
   Ante mi pregunta sobre qué significaban ciertas expresiones, me respondió:
   -“Militante” es el que realiza tareas sociales y políticas; puede llegar a estar a favor de la lucha armada, puede ser neutral o incluso puede estar en contra; “miliciano” es el militante que además de militar socialmente, tiene instrucción en el manejo de armas; los milicianos vienen a ser algo así como “combatientes de reserva”, y “combatiente” es el que está destinado exclusivamente a las acciones armadas.
   Yo le pregunté:
   -¿Creés que van a lograr su cometido de cambiar a la sociedad?
   Y para mi sorpresa, lo siguiente me respondió:
   -Llegar a destino no es lo más importante.
   -¿Y qué es lo más importante?
   -Lo más importante es andar, ya que moverse es vivir. No moverse es durar.
   Tras un largo silencio en que me dediqué a mirarla presintiendo que su presencia marcaría en mi vida un antes sin un después, sin esperar a que yo a ese respecto algo le preguntara, lo siguiente me contó:
Combatientes de las FAR, Montoneros y el ERP, 
poco antes de “La masacre de Trelew”.

   -Fue hace varios años;… éramos ocho adolescentes. Éramos amigos del barrio. Estábamos en una plaza tipo 7 de la tarde; no estábamos haciendo nada. Ni siquiera estábamos tomando cerveza, solamente hablábamos, y de pronto aparecieron dos de esos personajes de azul que tienen la tarea asignada por el estado de buscar que desde bien jóvenes las personas acaten a la autoridad, y en pos de eso no se les ocurre otra cosa que basurear, maltratar y privar de la libertad a quienes ningún motivo para actuar así, les dan (y después no entienden por qué los vemos como enemigos);… empezaron a provocarnos para que les diéramos una excusa para matarnos a palos o a balazos, pero no se la dimos, entonces dentro de todo nos trataron piadosamente porque solamente nos pegaron con las manos abiertas, y nos resignamos a sufrir una detención que parecía inevitable e inminente, pero en eso llegó un grupo armado de 6 personas que los golpeó, los desarmó, los hizo ponerse de rodillas y pedirnos perdón a todos uno por uno, lo cual, los policías hicieron; después, uno del grupo les ordenó que se sacaran los uniformes y cantaran la marcha peronista;… ¡No me olvido más de la expresión de terror que tenían los dos policías!... Uno de ellos, muerto de miedo, le dijo a una de las dos mujeres que componía el grupo armado, mientras se desvestía: “No nos maten. Se los suplico.” A lo que ella respondió: “Callate, pelotudo”, y seguidamente, la misma mujer nos preguntó muy dulcemente a todos si estábamos bien, a lo que respondimos que sí. Mientras tanto, la otra mujer del grupo le prendía fuego a los uniformes policiales; segundos después, uno de los varones le dijo a los policías: “Empiecen a correr y no miren para atrás. Ah, y no dejen de cantar la marcha”. Y los dos policías corrieron aterrorizados; los del grupo armado nos saludaron amablemente y se fueron… ...Era la primera vez que veía que a los represores del pueblo, alguien les respondía y les infundía el mismo miedo y la misma humillación que ellos nos infundían a nosotros, entonces pensé que quería ser como ellos, que entran a las comisarías y devuelven la agresión que desde ese lugar, contra el pueblo se organiza, como así también lo hacen en cuarteles militares sin importarles si en el curso de la acción, pierden la vida; quería ser como ellos que, a los cipayos explotadores de los trabajadores, les sacan millones y después los comparten con los más necesitados;… quería ser como ellos, que nos enseñan a resistir, nos enseñan a apartarnos de la senda de esclavitud que el opresor quiere que como sociedad, sigamos. Nos enseñan que el monopolio de la violencia es la base de todas las injusticias sociales; nos enseñan que hay que levantar la cabeza y no aceptar imposiciones arbitrarias de nadie;… quería ser como ellos que, con su fanatismo más puro, nos enseñan a todos cómo hay que vivir, y ahora, finalmente:… soy una de ellos.   
   Y contemplándola con una admiración y un amor que no hacían más que aumentar con cada segundo que pasaba, en voz muy baja, con total honestidad y convicción, le dije:   
   -Yo quiero ser como vos.