miércoles, 15 de diciembre de 2021

Burdo, trillado y efectivo (cuento) - Martín Rabezzana

 

   De entre los muchos oradores presentes en el patio de cierta facultad, allá por principios de los años setenta del siglo 20 (tiempos en que la juventud era muy receptiva a todo mensaje que incitara a rebelarse contra el sistema de dominación), hubo una persona cuyo mensaje era muy distinto a los de los demás, ya que el mismo no había sido por nadie en ese lugar, expuesto.
   Tras esperar su turno para hablar y el mismo llegar, la estudiante realizó un preámbulo en el que explicó el por qué de lo que expondría y le preguntó a la audiencia si tenía interés en escuchar lo que a ese respecto pensaba, y como la respuesta fue positiva, con mucho nerviosismo, pero también con mucha esperanza, la estudiante se dirigió a la expectante multitud:
   -Camaradas (1): en la actualidad se nos presentan falazmente como funcionales a la liberación, disciplinas que son en realidad, funcionales a la dominación; esto no es nuevo, ya que ha ocurrido siempre, lo que varía de un tiempo a otro, es la cosa lesiva que nos presentan como curativa; ¿a qué me estoy refiriendo?, muchos se preguntarán: A LA PSICOTERAPÉUTICA, y antes de seguir con mi discurso, les pido por favor que dejen de lado prejuicios y opiniones ajenas y usen para juzgar a mis palabras a su propio razonamiento, el cual suele perder fuerza por la asimilación continua de información académica, resultando esto paradójicamente en que lejos de aumentar en nosotros la libertad de pensamiento por causa del estudio, lo que en nosotros aumente sea la delegación del uso de la razón.
   Y tras hacer una pausa en la que tomó aire profundamente, dijo:
   -Si las psicoterapias fueran válidas, debería haber habido un aumento en la calidad de vida de las personas proporcional a la extensión de su aplicación, y como a mediados del siglo veinte las mismas se volvieron de aplicación masiva, masivamente debería haber aumentado la calidad de vida de las sociedades en las que fueron puestas en práctica, y… ¿fue así?... ¿Mejoró en alguna medida la calidad de vida de las sociedades humanas a partir de la aplicación masiva de psicoterapias?... Dado que Argentina es el país con mayor cantidad de psicólogos por habitante del mundo, nosotros deberíamos saberlo mejor que nadie, sin embargo, la única respuesta  basada en las evidencias posible, lleva casi invariablemente a su emisor a ser descalificado con la palabra: “ignorante”; descalificación burda y trillada pero altamente efectiva, que resulta en que la respuesta a la cuestión, no sea habitualmente emitida, y la misma es un rotundo NO; las psicoterapias NO SIRVEN para mejorar la calidad de vida de las personas ni de las sociedades… …Habiéndose aceptado esto, sólo queda por concluir que las psicoterapias sirven, pero a fines que no son los oficialmente expuestos;… No descubro nada diciendo que la tarea de vigilancia, que está directamente relacionada con el control social, es lo que está detrás de ellas (aun cuando tienen lugar en el ámbito privado, ya que el estado tiene en cuenta lo que en el mismo ocurre y suma esa información a sus bases de datos); a su vez, el control social se realiza mediante castigos, por lo cual, las psicoterapias son parte de un aparato estatal represivo que incluye también a la psiquiatría, a las llamadas “Fuerzas de seguridad”, a la milicia y a la ya devaluada (pero aún poderosa) iglesia… aparato que funciona únicamente cuando masivamente se lo acepta, de ahí que para revertir el curso del mismo sea imprescindible empezar masivamente a cuestionarlo.
   Y elevando bastante el volumen de su voz, dijo:
   -Camaradas: ¡Ha llegado el momento de la sublevación a la tiranía de las ciencias modernas sin las cuales el sistema represivo actual, se derrumba!… ¡Ha llegado el momento de empezar a romper cadenas y elevarnos espiritualmente en pos de lograr una sociedad más justa!… ¡Ha llegado el momento de decirle NO a toda forma de opresión que tiene por base a nuestra creencia ciega en cualquier cosa que lleve el título de “ciencia”!… ¡Ha llegado la hora de!…
   Entonces su discurso fue interrumpido por una voz leve pero audible que, dirigiéndose a ella, pronunciaba repetidamente la palabra: “ignorante”. Inmediatamente otras personas se sumaron a la descalificación, por lo cual, se escuchó de modo progresivamente más alto la misma palabra que cada vez más jóvenes, al unísono repetían: “Ignorante. Ignorante. Ignorante… ¡IGNORANTE! ¡IGNORANTE! ¡IGNORANTE! ¡IGNORANTE!”
   Durante los varios minutos que duró la descalificación (que la propia estudiante había definido como “burda y trillada pero altamente efectiva”), la joven se sintió cada vez más debilitada anímicamente, al punto que empezó a parecerle que materialmente disminuía, y no era un parecer infundado, ya que los que de ella se encontraban más cerca, la vieron literalmente achicarse, sin embargo, por algún motivo, ninguno de los ahí presentes pareció sorprenderse.
   Tras más o menos un minuto en que la descalificación se iniciara, su metro sesenta y cinco de altura se redujo a tan solo un metro treinta; tras pasar 20 segundos, a un metro diez; a los veinte segundos, a noventa centímetros, y al minuto siguiente, su persona difícilmente superara en dimensiones a las de un soldadito de plomo; cuando a este punto la oradora llegó, una estudiante de psicología la pisó, causándole así, la muerte; segundos después, otros estudiantes también la pisaron y como si nada hubiera ocurrido, todos los jóvenes que atentamente habían escuchado el discurso de la chica, se dispersaron.
   Al terminar la jornada estudiantil, un empleado de limpieza llegó con escoba y pala y junto a envoltorios en el piso de alfajores y colillas de cigarrillos, metió a la joven reducida a un ínfimo despojo, a un tacho de basura.
 

 (1) En ese entonces los peronistas parecían tener los derechos reservados de la palabra “compañero”, por lo cual, usarla no siendo peronista, salía caro, y el cobro lo realizaban, paradójicamente, personas no peronistas.

domingo, 12 de diciembre de 2021

Noche/Día/Día/Noche (cuento) - Martín Rabezzana


   Tanto cuando ingreso como cuando salgo de mi trabajo en el sector de limpieza del subterráneo, es por supuesto, de noche, ya que el horario laboral en el mismo, empieza a las cero horas y concluye a las seis, dado que a esas horas el subte no circula, pero me ocurrió una vez, cuando estaba por terminar de trabajar (cosa de las cuatro de la mañana) y me disponía a irme, el ver que las personas empezaban a ingresar al lugar en gran cantidad, lo cual me sorprendió, y más aún cuando el subte llegó y la gente empezó a abordarlo como si fueran las 11 de la mañana; asumí que habría alguna disposición especial de la que yo no estaba enterado para que el transporte funcionara ese día desde más temprano, por lo que no le di al hecho mayor importancia, pero fue que al yo salir a la superficie, el sol brillaba; era de día, y yo, como ya dije, empiezo y concluyo mi trabajo, de noche, por lo que miré el reloj que en una muñeca llevaba y decía que eran las once de la mañana.
   Una vez fuera del subterráneo, me quedé parado mirando a mi alrededor, totalmente extrañado; al rato me dio por volver al subterráneo y todo seguía igual, es decir, el lugar estaba concurrido por mucha gente ya que eran evidentemente, las once de la mañana; volví a salir del subterráneo y mientras subía las escaleras, vi de nuevo frente a mí, al brillo del astro más cercano a la tierra, pero esta vez, sólo a través de su reflejo en la luna, ya que era de noche, entonces miré mi reloj y decía que eran las cuatro de la mañana; no entendiendo qué era lo que estaba pasando, decidí volver a ingresar al subterráneo por el lugar reservado al personal de limpieza (que no es el mismo habilitado para los demás, ya que a esa hora, la entrada pública está cerrada) y me encontré con que seguía siendo de noche, por lo que nadie más que el personal de limpieza en el lugar, había; decidí preguntarle a otros empleados, compañeros míos, qué hora era, y todos me dijeron que eran las cuatro de la mañana, pero en ningún momento les pregunté si algo como lo que acababa de ocurrirme le había también ocurrido a ellos, ya que es obvio qué es lo que habrían pensado de mí, por lo que sin decirles nada a este respecto, los saludé, volví a salir del subterráneo y me encontré otra vez con el sol brillando fuertemente, entonces decidí irme a mi casa, pero al llegar a la esquina, entre las muchas personas que pasaron a mi lado, distinguí a una que se me parecía demasiado, tanto así que no pude evitar dar media vuelta y seguirla; esa persona ingresó en el subterráneo por la entrada reservada al personal del lugar y yo hice lo mismo, entonces me encontré con que era otra vez de noche; me quedé mirando a ese tipo desde cierta distancia, tratando de que no me viera, y escuché que le preguntaba a sus compañeros, empleados del lugar (o sea, a mis compañeros), qué hora era, y le respondieron que eran las cuatro de la mañana, entonces esa persona (que a esa altura ya no pensaba que fuera parecida a mí, sino que era yo mismo), saludó y se fue; volví a seguirla y una vez fuera del subterráneo, advertí que seguía siendo de noche y miré mi reloj, que decía que eran las cuatro de la mañana, que es la hora que correspondía que fuera, entonces, habiendo ya perdido de vista a la otra versión de mí mismo, pensé en volver a mi casa, pero la sorpresa que todo esto me generó, me hizo imposible hacer más de dos cuadras, por lo que rápidamente pegué la vuelta; volví al subterráneo y ahí me quedé un buen rato pensando y repensando en todo lo recientemente vivido sin encontrarle a nada, ningún sentido, y pensando de mí mismo lo que otros pensarían si lo contaba, o sea, que debía estar perdiendo la razón, y cuando casi me convenzo a mí mismo de que así era, otro empleado de limpieza se me acerca y me pregunta la hora; yo le digo casi resignadamente (por asumir que pensaría que de él me estaba burlando):   
   -Son las cuatro de la mañana, pero tal vez sean también las once, ya que en el día de hoy, estas horas parecen darse simultáneamente.
   Nada me respondió e inmediatamente llegó otro empleado que también había salido del subterráneo y rápidamente, al mismo había vuelto a ingresar, y nos preguntó la hora; mi compañero le dijo:
   -Son las cuatro de la mañana y también las once.
   Entonces, tras asentir silenciosamente con un gesto, mientras señalaba al reloj pulsera que llevaba, dijo:
   Aaaahh! ¡Ya me parecía!... Pensé que andaba mal este reloj; menos mal que no es así.
   Tras lo cual, saludó y se fue. 
   Mi compañero, con la naturalidad propia de quien se refiere a un cambio abrupto de temperatura o a una tormenta repentina, me dijo:
   -¡Qué tiempo loco! ¿No?
   Y mientras asentía con la cabeza, yo dije:
   -Sí sí.

martes, 7 de diciembre de 2021

1974 (cuento) - Martín Rabezzana

 

   Si tu destino es curar esta enfermedad, curarás tengas o no un médico; de la misma manera, si tu destino es no curarla, no la curarás, llames o no al médico; tu destino es, o bien uno, o bien otro; por lo tanto, no conviene llamar al médico. 

 Cicerón, Tratado del destino, XIII (De la página: "Fatalismo", de Wikipedia.)

 

   1974 (1) fue en Argentina el comienzo del fin de un ciclo histórico cargado de las más nobles y fervientes esperanzas: esperanzas de liberación nacional, esperanzas de resolución de conflictos de implicancias trágicas, esperanzas de cambiar al propio entorno, al país, al mundo e incluso, esperanzas de lograr el cambio más claramente difícil de todos: el de uno mismo; el problema es que si bien TODO está destinado al cambio, por lo cual, nunca podría decir resignadamente: “esto no cambia más”, todo parece indicar que el cambio no lo hacen las personas, sino que se hace solo. Todo cambia independientemente de nuestras acciones, deseos y voluntades; expresado más crudamente (aún): TODO está determinado. En nada de lo que hace a la creación de los hechos, participamos más que como meras figuras decorativas que acompañan al movimiento de lo que se mueve solo y creemos generalmente que se mueve por causa nuestra, y no me refiero sólo a los hechos de trascendencia mundial, sino también a los más sencillos de nuestras (intrascendentes) vidas personales (¿qué?... ¿no te gusta la idea de que así sea? ¿Creés entonces que la verdad es lo que necesitás que sea? Si así fuera “la verdad”, tu vida sería entonces lo que vos querrías que fuera, y… ¿lo es?... de ser la respuesta: “no”, tal vez tu vida toda sea una mentira, de ahí lo lógico de tu búsqueda constante de “la verdad”).
   Hay un modo muy sencillo de comprobar que TODO está determinado: viajando al pasado y tratando de cambiar algo; yo viajé atrás en el tiempo en diversas oportunidades y varias veces intenté cambiar el resultado de hechos cuyos finales eran por mí, conocidos, y NUNCA lo logré, y hasta asumo que aun si hubiera logrado cambiar algo, ese cambio también habría estado determinado previa o posteriormente (2).
   Tras mucho viajar en el tiempo, aprendí que las personas no crean sistemas. Los sistemas crean personas, así como tampoco son capaces las personas de destruir sistemas, pero sí son los sistemas, capaces de destruir personas.
 
   Les paso a compartir experiencias personales mías en que comprobé la existencia del determinismo: por haberme interesado mucho en el periodo de los setenta del siglo veinte, en el 2021 decidí viajar a 1974 (utilizando un medio que no les voy a revelar) para intentar advertirle a unos militantes que ese día su unidad básica sería atacada por una patota de la Triple A, pero cuando estuve a unas pocas cuadras de la misma, me caí; rápidamente me levanté y cuando intenté cruzar la calle, se desató una lluvia torrencial, entonces retrocedí para refugiarme en un negocio cualquiera que casualmente vendía paraguas; compré uno y salí de vuelta a la calle, pero una vez ahí, la lluvia paró, el sol repentinamente salió y de la nada se alzó un viento huracanado que me impidió momentáneamente el avance; como soy una persona muy atlética, pese al fenómeno meteorológico en curso, logré avanzar una cuadra en un tiempo que debe haber sido récord (una hora, más o menos), entonces el viento dejó de soplar y pude caminar de nuevo normalmente, pero seguidamente ocurrió que cuando estuve por cruzar a la cuadra en la que se encontraba la unidad básica, por algún motivo entonces para mí, misterioso, aparecí a cientos de metros de la misma y empecé a caminar velozmente para a tal lugar, llegar rápido, pero me pasó lo mismo que minutos antes me había pasado, es decir: una vez que estuve por cruzar a la cuadra en que estaba la unidad básica, aparecí de pronto a cientos de metros de distancia de ella; de nuevo intenté dirigirme ahí, esta vez, corriendo, y lo mismo me volvió a pasar, entonces escuché un estruendo de bomba y después, disparos, y ni intente ya acercarme a la unidad básica por saber que ya era tarde, la cuestión es que en ese momento empecé a sospechar que no era capaz de alterar el curso de los acontecimientos por estar el mismo, determinado, sin embargo, a los pocos días lo volví a intentar.
   Una mañana del ya mencionado año, contacté a un muchacho revolucionario para que me vendiera dinamita (cuando le dije que era para matar a López Rega, no me quiso cobrar); una vez provisto de los explosivos, me dirigí muy contento a una calle por la cual pasaría el auto de "el brujo”, me subí a un árbol y cuando el infame “Lopecito” estuvo por pasar, encendí la mecha de varios cartuchos y los arrojé uno a uno en dirección a su auto, pero para mi sorpresa, se desmaterializaron en el aire resultando esto en que ninguno cumpliera con mi objetivo; evidentemente no estaba determinado que López Rega fuera asesinado.
   Después intenté ganar la lotería comprando un billete cuyos números yo sabía que saldrían por diarios de la época que había consultado en el siglo 21, pero cuando en la radio escuchaba que anunciaban justamente esos números, mi billete se convertía en arena que se escapaba de mis manos; no obstante, volví a comprar otro billete con la intención de transgredir a lo determinado (que entre otras cosas, para mi vida era evidentemente no hacerme rico nunca), y lo mismo volvió a pasarme.
   En otra oportunidad intenté… no; me parece que los ejemplos de hechos cuyos finales intenté cambiar y no pude, son suficientes; la cuestión es que, al parecer, tenemos libertad para intentar cambiar el curso que siguen las cosas, pero no tenemos la capacidad de lograrlo, ya que las cosas son de la única forma posible por ser, por lo que intentar moldearlas con el objetivo de que sean como nosotros deseamos, es inútil.
 
   1974, como para tantos otros, fue para mí, el año en que mis esperanzas de tener injerencia en el cambio de curso de las cosas, se derrumbaron; como ya dije, esto le pasó a muchos otros en ese mismo año, pero debo ser yo el único al que le pasó habiendo nacido en 1980.

 
 
 
 
(1) Sí: 1974, y no 1976, ya que las esperanzas de cambio social se vinieron abajo mucho antes del golpe de estado.

(2) Para hablar de “predeterminismo” hay que asumir que el tiempo se mueve sólo hacia delante, y yo creo que no necesariamente es así; en caso de moverse hacia atrás, los hechos del presente no están determinados por lo ya ocurrido, sino por aquello aún por ocurrir, de ahí que sea apropiado hablar en tal caso de “posdeterminismo”, pero como ignoro en qué dirección el tiempo se mueve, prefiero decir “determinismo” sin ningún prefijo.

domingo, 5 de diciembre de 2021

La verdadera forma humana (cuento) - Martín Rabezzana

 
   
La mujer se encontró en un largo pasillo lleno de puertas; intentó abrir una, y no lo consiguió; intentó abrir otra, y tampoco lo consiguió; intentó con otra, y tampoco pudo; después intentó abrir otra, y esta vez la puerta se abrió, pero enseguida advirtió que todas las demás puertas se empezaban a abrir solas, fue entonces que se dio cuenta de que siempre había creído ser capaz de abrir puertas, pero lo suyo no había sido ni más ni menos que eso: una creencia, ya que, en realidad, las mismas se abren solas, y cuando su aparentemente espontánea apertura coincidía con su puesta de mano sobre sus picaportes, le quedaba la ilusión de que se abrían por obra suya; el saber esto la desanimó sobremanera, sin embargo, creyó que su incapacidad de abrir puertas no implicaría necesariamente una incapacidad de cerrarlas, por lo que intentó cerrar una de ellas, y no lo consiguió; intentó cerrar otra, y tampoco lo consiguió; intentó con otra, y tampoco pudo; después intentó cerrar otra, y esta vez la puerta se cerró, pero enseguida advirtió que todas las demás puertas se empezaban a cerrar solas, fue entonces que se dio cuenta de que siempre había creído ser capaz de cerrar puertas, pero lo suyo no había sido ni más ni menos que eso: una creencia, ya que, en realidad, las mismas se cierran solas, y cuando su aparentemente espontáneo cierre coincidía con su intento de cerrarlas, le quedaba la ilusión de que se cerraban por obra suya; el saber esto también la desanimó sobremanera.
   Tras experimentar lo recién contado en un sueño, la mujer se despertó, se levantó de la cama, fue hasta el baño, se miró al espejo y por primera vez pudo vislumbrar su verdadera forma existente más allá de la piel y los huesos: la misma era igual a la de un títere.
   Habiendo aceptado cuál era su verdadera forma, empezó casi obsesivamente a repetirse mentalmente lo siguiente: “Soy un títere, pero... ¿manejado por quién?”