jueves, 19 de enero de 2023

Noches dentro de noches (cuento) - Martín Rabezzana

-Palabras: 2.130- 

  

   El programa de radio nocturno que Celina conducía en la radio “Alvalhaziv”, se llamaba: “Noches dentro de noches”, y se basaba en participaciones continuas de los oyentes por vía telefónica; los temas eran libres y los debates que en el mismo se suscitaban, eran intensos e interesantes, de ahí que casi desde su inicio liderara la franja horaria que va de 22:00 a 00:30 horas, los tres días de la semana que se emitía. 

   Una fría noche de julio, en el programa radial, los oyentes expresaron (entre muchas otras) las siguientes cosas:

   -...Mirá por ejemplo el caso de los cataríes: eran un pueblo sumido en la miseria extrema cuyos integrantes eran mayormente trabajadores pobres explotados por quienes tenían una posición económica buena, y cuando en su territorio se encontró petroleo, su condición económica mejoró vertiginosamente al punto que casi sin transiciones, pasaron de ser proletarios explotados a propietarios explotadores, esclavistas y hasta asesinos despiadados. Por eso es que yo no reivindico a los de arriba ni a los de abajo; los de arriba se cagan en los de abajo, y los de abajo, cuando llegan arriba, actúan igual que los que ahora están arriba, además, cuando se habla de la cuestión de las jerarquías y se demoniza o se santifica a quienes están arriba o abajo, no se tiene en cuenta lo siguiente: TODOS somos el arriba y el abajo de alguien.

   Una mujer que habitualmente salía al aire, tras haber sido llamada “soberbia” por otro oyente, dijo:

   -...Cuando acusás a alguien de ser “soberbio”, te sentís humilde, y por esa “humildad”, a la cual considerás una virtud, te sentís superior a aquel a quien acusás de ser soberbio, de ahí que con dicha acusación, llegues al mismo lugar que aquel a quien acusás de ser soberbio, pero por un camino distinto, y de ahí a su vez que no haya nadie más soberbio que aquel que vive acusando a otros de ser justamente eso, ya que es como dice esa frase que aparece en el libro: “Relatos de un peregrino ruso”: “La imagen que uno tiene de su prójimo depende de lo que uno es.”

   Otro oyente (un tal Martín Rabezzana), en respuesta a alguien que había generalizado al hablar de cómo (supuestamente) somos los argentinos, dijo:

   -...En todos los países existen personas de creencias distintas, modos de ser, distintos, modos distintos de actuar, etcétera, de ahí que eso de que los argentinos somos de determinada manera, es un absurdo total y absoluto porque la homogeneidad que evidentemente vos creés que existe entre las personas por haber nacido dentro de la misma división político-administrativa, NO EXISTE (ni puede existir) en Argentina ni en ningún país del mundo, y soy perfectamente consciente de que esto es incómodo para mucha gente, porque aceptar que en todo país hay personas de todas las tendencias, además de implicar la negación de la existencia de homogeneidad entre ellas, implica concluir que lo que llamamos “pueblo”, NO EXISTE.

   En otro momento salió al aire un oyente de una provincia lejana a la capital nacional, que habló mal de los “porteños”; tras ese llamado, varios oyentes salieron al aire respondiéndole diversas cosas; algunos le dieron la razón y resolvieron lo que comúnmente se resuelve cuando se trata esta cuestión: que el desprecio de muchos provincianos por los capitalinos nacionales, se debe al pseudofederalismo que en Argentina existe, que resulta en que haya un unitarismo favorecedor a la capital y desfavorecedor del resto del país; otro oyente salió al aire desacreditando esto; el mismo dijo:

   -...Explicar al desprecio de los provincianos por los porteños responsabilizando al centralismo político de CABA, es ridículo porque eso implica negar que el complejo de inferioridad provinciano, así como la rivalidad capitalinos-provincianos, existe en TODAS LAS ÉPOCAS y en TODOS LOS PAÍSES DEL MUNDO;... A diferencia de lo que muchos quieren creer, los fenómenos locales no existen; lo que pasa acá, pasa en todas partes, y como ya dije, esto del desprecio de los provincianos por los capitalinos (y viceversa), ya sean los de su propia provincia o los nacionales, SE DA EN TODO EL MUNDO, incluso en países verdaderamente federales, de ahí que la cuestión del desprecio entre las personas por ser de distintos países, provincias, ciudades, barrios e incluso, por ser de distintos sectores dentro del mismo barrio, constituya un problema irresoluble y sea por esto, uno de esos problemas que en la vida no están para ser resueltos, sino sobrellevados.

   Una oyente cabaense, refiriéndose a los prejuicios que personas de otras provincias tenían de ella, que habían sido expresados al aire por el oyente ya aludido, le dijo:

   -…Cuando se habla de prejuicios, se asume que uno desprecia a otro por lo que cree que el otro es, sin siquiera conocerlo, pero este no es el caso, ya que vos no me despreciás a mí, mayormente por lo que pensás que soy, basándote en mi procedencia, sino por lo que pensás que yo pienso que vos sos; es decir, tenés prejuicios sobre los prejuicios que yo, según tu criterio, tengo de vos, y nunca considerás la posibilidad de que yo pueda pensar prejuiciosamente bien de tu persona (sería un caso de prejuicios positivos; estos casos existen y se dan tanto como los negativos), o incluso (y este es mi caso y el general) que yo pueda, respecto de tu persona, carecer totalmente de preconceptos; siempre asumís que los prejuicios negativos sobre vos, existen en todos nosotros y con eso demostrás que vivís proyectando, porque ponés esa tendencia prejuiciosa y discriminatoria que está en vos, en los demás, en este caso, en los porteños, y al hacerlo, te hacés creer que la misma, en vos no está, cuando en realidad, esa tendencia discriminatoria, como ya dije, en vos existe y está muuuy desarrollada, y jamás la vas a poder controlar mientras no aceptes que en vos existe, y mientras no la controles, ella te va a seguir controlando a vos y va a sostener ese estado de angustia emocional extremo que quedó claramente evidenciado en tus expresiones.

   Estos debates, a diferencia de lo que suele ocurrir en estos casos, en el programa se daban generalmente en un marco de respeto, lo cual era mérito de la conductora, ya que solía oficiar de moderadora entre las partes y se mantenía casi siempre neutral ante las diversas opiniones que escuchaba, pero fue que en algún momento, un oyente contó un hecho negativo por él sufrido, que le produjo un malestar importante que resultó en que su entorno le aconsejara consultar a un psicólogo. Él dijo no creer en la psicoterapia pero expuso un sentir ambivalente a este respecto al decir después, que tal vez la misma, de algo podría servirle; el oyente manifestó estar dudando sobre si ir o no, a ver a un psicólogo, fue entonces que la conductora del programa, saliendo de su lugar de neutralidad acostumbrado, le dijo:

   -Te voy a decir lo que te va a pasar si seguís el consejo de tus allegados: el psicólogo, después de algunas sesiones, te va a decir que debés también consultar a un psiquiatra; el psiquiatra te va a hacer transitar un camino de drogadicción que te va a arruinar en lo físico y anímico; ante el malestar terrible que necesariamente te van a causar las pastillas que te va a recetar, se lo vas a comunicar, entonces él te va a decir que “No pasa nada”, que “esos efectos negativos son pasajeros” y que “es cuestión de pocos días para que tu cuerpo se acostumbre a los psicofármacos y empieces a experimentar un gran bienestar”; entonces vos desoirás al pedido urgente de tu organismo de que dejes de picanearlo con fármacos, y seguirás consumiéndolos, pero pasadas algunas semanas, concluirás que lo que te dijo el psiquiatra, no era cierto, ya que lejos de estar mejor, te vas a estar sintiendo cada vez peor, entonces, contra el consejo de tu “médico”, vas a dejar de consumir los psicofármacos que te prescribió, pero para ese entonces ya serás adicto a los mismos, por lo cual, al vos dejarlos, vas a tener un síndrome de abstinencia potencialmente grave que te va a generar un desarreglo general, es decir: físico, anímico y psíquico, ante el cual, alguien de tu entorno (o tal vez hasta vos mismo), va a llamar a una ambulancia; tras la misma llegar, los enfermeros te van a inyectar algo para que te calmes (lo más probable es que te duerman), te van a subir a la ambulancia y te van a conducir a un hospital; una vez en el mismo, el médico de guardia, tras escuchar el relato de los enfermeros que hayan atendido tu caso, dirá: “A este paciente hay que derivarlo a un neuropsiquiátrico”; así se hará y así será que te despertarás en un manicomio en el cual, te van a dar picana farmacológica TODOS LOS DÍAS por tiempo indeterminado; si manifestás aceptar las “bondades” del tratamiento, y por eso al mismo no te resistís, a las drogas te las van a dar por vía oral. Si expresás que te hacen mal y manifestás tu voluntad contraria a consumirlas, te van a agarrar entre varios “enfermeros”, te van a atar, y una vez vos maniatado, a las drogas te las van a inyectar; tras el periodo de cautiverio que los “profesionales de la salud mental” consideren que te corresponde, te dejarán salir del manicomio pero tu libertad será figurada, ya que quedarás bajo vigilancia, lo cual significa que habitualmente te “visitará” un psicólogo cuyo objetivo será el de informarle a su superior investido de facultades parajudiciales (o sea, un psiquiatra), si sos anuente a seguir con el “tratamiento médico”, como ellos hipócritamente lo llaman, o renuente; del psicólogo decirle al psiquiatra que sos renuente, ordenará el secuestro de tu persona y una nueva estadía en un manicomio, y todo este trato injusto, arbitrario, destructivo y antimédico, te llevará a concienciar que el mayor error de tu vida, habrá sido el de haber consultado a un psicólogo, ya que de no haberlo hecho, nada de lo recién expresado te habría pasado.

   Y tras algunos segundos de silencio, Celina le dijo al oyente:

   -Yo no soy quien para ordenarte nada, pero mi consejo para vos, es el siguiente: NO VAYAS AL PSICÓLOGO.

   Tras escuchar lo que la conductora expresó, el oyente le dijo que tal vez tuviera razón, pero que igual no sabía qué es lo que haría.

   A posteriori de lo dicho por la conductora sobre las consecuencias de la psicoterapia y la psiquiatría, el respeto que hasta ese entonces había primado en las expresiones de los oyentes participantes del programa, se quebró, y muchos (incluyendo a estudiantes de disciplinas de la “salud mental” y a personas ya diplomadas en ellas) empezaron a desacreditarla al aire con declaraciones de tipo: “Sos una ignorante”, “No sos psicóloga ni psiquiatra, así que no opinés sobre esas cosas porque ponés en peligro a la gente”; “Parecías una mina educada e inteligente, pero está claro que sos una pelotuda total”, “Sos una conspiracionista de mierda”, y más cosas así; también hubo muchas expresiones contrarias a lo que ella había dicho, que sí fueron respetuosas, y otras, coincidentes con su opinión, pero tampoco a ellas, la conductora respondió, ya que para ese entonces había vuelto a ocupar su acostumbrado lugar neutral que resultó en que se se limitara a escuchar lo que los oyentes tenían para decir, sin entrar en discusión con ellos.

   Al día siguiente, antes de que se iniciara una nueva emisión de “Noches dentro de noches”, a Celina le fue advertido por la dirección de la radio que si continuaba con el descrédito a la psicología y la psiquiatría, sería echada, entonces ella prometió no volver a referirse al tema.

   Si bien al día siguiente los temas, como siempre ocurría en el programa, fueron variados, muchos oyentes seguían llamando para desacreditar lo que la conductora había expresado sobre las consecuencias del accionar de los psicólogos y los psiquiatras, y sólo algunos pocos manifestaban tibiamente adhesión a lo expresado por ella.

   El tiempo pasó y la cuestión quedó por la audiencia, más o menos olvidada, hasta que casi un año después, otro llamado realizado por el oyente que, sin haberlo planeado, había sacado a la conductora del programa de su lugar de neutralidad, fue puesto al aire; el oyente, tras presentarse y rememorar brevemente la conversación que meses atrás había tenido al aire con la mujer, con angustia, tristeza y resignación en la voz, le dijo:

   -Celina, debo decirte que no seguí tu consejo, y ojalá lo hubiera hecho;... no te hice caso y lo lamentaré toda la vida porque… en TODO lo que dijiste que me iba a pasar si consultaba a un psicólogo, tuviste razón…


miércoles, 26 de octubre de 2022

Operativo y contraoperativo: “espagueti” (cuento) - Martín Rabezzana

 -Palabras: 1.823-
   En la provincia de Córdoba, a principios de los años 1970, un grupo de 6 combatientes de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), estaba reunido con el objetivo de ultimar los detalles de un plan de acción que se pensaba llevar a cabo en breve; uno de los guerrilleros dijo:
   -Bueno muchachos; no creo que haga falta explicar mucho, pero como tenemos a dos compañeros recién llegados, uno de la provincia de Río Negro y el otro, de Misiones, les paso a exponer brevemente de qué se va a tratar el operativo “espagueti”: resulta que hace casi dos meses, en esta planta automotriz -y la señaló en un mapa que estaba dispuesto sobre una mesa alrededor de la cual, todos los guerrilleros estaban- han habido reclamos de mejores condiciones laborales por parte de los obreros que resultaron en detenciones ilegales de ellos, realizadas por policías de civil, que, tras llevarlos a una comisaría, los golpearon y a algunos de ellos hasta llegaron a picanearlos; este grupo de policías que cumple funciones paralelas a las oficiales, viene operando en diversas ciudades cordobesas de manera similar, y por las investigaciones que hicimos, concluimos que su financiación principal, viene siempre del mismo lugar -y volvió a señalar el mapa en el que la fábrica automotriz estaba destacada con un círculo hecho con una fibra roja-; el gerente de esta empresa ya ha sido estudiado en sus movimientos y horarios, por eso sabemos que el sábado a las 10 de la noche, va a asistir a una cena de camaradería de las Fuerzas Armadas; sabemos que va a ir solo porque su mujer está de viaje; la cosa la vamos a hacer así: dos de nosotros, que van a ser los ajusticiadores, van a llegar caminando hasta la casa del gerente; como la vivienda está en una zona con muchos arbustos, detrás de ellos van a poder esconderse y desde ahí van a poder verlo salir, mientras tanto, dos autos van a quedarse circulando por los alrededores; al tipo se lo va a ajusticiar en cuanto se lo vea salir de su casa; los conductores de los autos, por estar en las cercanías del hecho, podrán perfectamente escuchar los disparos. Es entonces que deberán pasar a buscar a los ajusticiadores que subirán, cada uno de ellos, a distintos vehículos, para que no ocurra que agarren a ambos si llega a pasar que la policía detenga a alguno de los autos.
   Alguien preguntó:
   -¿Y los otros dos restantes?
   -Los otros dos se quedarán en camionetas estacionadas en diversas esquinas y si ven llegar a la policía, de inmediato deberán proceder a abrir fuego contra ella. Si esto ocurre antes de la ejecución del plan, el mismo será inmediatamente abortado.
   El guerrillero rionegrino, indicando falta de convicción con sus gestos, dijo:
   -No me gusta la cosa.
   Entonces, el partisano que había expuesto el plan, preguntó:
   -¿Qué es lo que no te gusta?
   -No me gusta el hecho de que vayamos a matar a alguien indefenso.
   Entonces, otro le dijo:
   -¡Pero es un represor!
   -Sí, pero aun así… una cosa es matar a un policía o a un militar, ya que están armados y entrenados para hechos de fuego, y otra muy distinta es matar a alguien que, por más que sea un financiador de represión, no tiene ninguna preparación policial ni militar, y probablemente ni siquiera esté armado; no es igual matar a alguien armado, entrenado para batirse y en combate, que desarmado, sin ninguna preparación en hechos de fuego y tras presentársele imprevistamente.
   El expositor del plan, dijo:
   -No sabemos si está armado o no, pero podría ser que sí.
   El disidente dijo:
   -Justamente; ni siquiera sabemos si tiene un arma ni tampoco si sabe manejarla, por eso no debemos matarlo, además, hay algo que no dijiste: si bien el que pone la plata para financiar al grupo de represores policiales, es el gerente de la fábrica automotriz, el pago en estos casos se le hace a los comisarios de los distritos en los que las represiones se realizan, ya que sus policías no se cortan solos; hacen lo que hacen bajo sus órdenes, y esto vos lo sabés, por eso te preguntó lo siguiente: ¿por qué en vez de matar al gerente, no matamos a los comisarios?… En tal caso, yo no presentaría objeciones.
   Entonces, el guerrillero que primero había hablado, dijo:
   -Porque hablé con algunos cuadros del PRT y me dijeron que de los comisarios se va a encargar el ERP.
   El disidente dijo:
   -Entonces busquemos a otro para ajusticiar, pero siempre que sea policía, militar o gendarme, porque yo a alguien desarmado y sin preparación para el combate, no le puedo disparar ni puedo justificar que nadie lo haga.
   El guerrillero que había expuesto el plan, le dijo:
   -Bueno… ya que no estás de acuerdo con el plan, solamente te puedo decir una cosa: andate.
   Pasaron algunos segundos de gran tensión, y el disidente rionegrino, sin decir siquiera una palabra más, se fue.
   Una vez en la calle, el disidente se dirigió a un bar; se sentó a una mesa que estaba sobre la vereda y pidió una cerveza que tomó muy lentamente; como a la media hora, cuando se disponía a irse, uno de los guerrilleros asistentes a la reunión que él había abandonado, se le acercó y con gran alegría, le dijo:
   -¡Qué suerte que te encuentro!
   El partisano rionegrino, sorprendido preguntó:
   -¿Por qué? ¿Qué pasa?
   Y tras algunos instantes de silencio, su compañero se sentó frente a él, y en voz baja dijo:
   -Yo estoy de acuerdo con vos; no lo dije en la reunión porque iba a tener problemas con mis compañeros, pero yo tampoco creo que sea válido matar a alguien desarmado.
   Y así se inició una conversación en la cual hablaron de sus disentimientos que con la organización a la que pertenecían, tenían, pero por algún motivo, no surgió de inmediato el plan que, tras más de una hora de conversación con su compañero, el primer disidente expuso; el mismo se trataba de evitar el asesinato del gerente de la empresa automotriz al presentarse en el lugar programado para la consumación del hecho, y decirle a sus compañeros que no intentaran llevarlo a cabo porque de hacerlo, ellos les opondrían resistencia armada, y si bien este plan le generaba miedo a ambos combatientes, ya que sabían que podrían ser por sus mismos compañeros, muertos, y que, de la cosa no darse así, posiblemente tendrían que tomar la decisión de matarlos a ellos y ser considerados no sólo por las FAP, sino también por todas las demás organizaciones armadas peronistas, traidores que debían ser condenados a muerte, no actuar de ese modo habría implicado para ellos, traicionarse a sí mismos, por lo que en ninguna medida vacilaron en sus intenciones de materializarlo.
   La noche del sábado en que los guerrilleros de las FAP intentarían llevar a cabo su plan de asesinato del gerente de la empresa automotriz multinacional, llegó.
   Los guerrilleros disidentes llegaron en un auto hasta los alrededores de la casa en la que el gerente vivía, lo estacionaron a media cuadra de ella, justo detrás de un camión estacionado que les sirvió para ocultar su presencia, y esperaron a que el hombre saliera para interponerse a la acción de sus ex compañeros; pocos minutos debieron esperar para que el gerente abriera la puerta de su casa y se dirigiera hacia su auto; entonces, los guerrilleros cuyo objetivo era matarlo, salieron de detrás de unos arbustos y se acercaron casi al mismo tiempo que sus ex compañeros, al hombre por ultimar, y, estando estos dos miembros de las FAP, a la izquierda del gerente, y los fapistas disidentes, a la derecha, estos últimos, armas en mano, casi al unísono dijeron:
   -¡Alto!
   Entonces los partisanos leales al plan de asesinato, se sorprendieron y uno de ellos dijo:
   -¿Qué carajo están haciendo?… ¡Vayansé!
   Y uno de los disidentes dijo:
   -No vamos a permitir que lo maten.
   Mientras tanto el gerente, que se encontraba parado en una línea de fuego cruzado, y poco entendía qué era lo que estaba ocurriendo, pero sí sabía que la cosa era grave, se limitó a permanecer inmóvil, guardando silencio.
   A los pocos segundos, los dos miembros de las FAP que estaban en el lugar para asesinar al gerente, desestimando las advertencias de los guerrilleros que a la concreción del asesinato se oponían, levantaron sus revólveres en dirección al nefasto hombre de negocios, y los disidentes les dispararon, tras lo cual, los heridos, cuyas armas habían caído al suelo tras los impactos que recibieron, se fueron rápidamente hacia el cordón de la vereda a la espera de que llegaran los autos que pasarían a buscarlos, lo cual ocurrió casi de inmediato; a los mismos subieron y se fueron.
   Uno de los partisanos fue herido en un hombro, el otro, en el abdomen; el primero sobreviviría, el segundo moriría horas después.
   A todo esto, los dos guerrilleros disidentes de las FAP, recibieron muchas palabras de agradecimiento y de bendiciones por parte del gerente represor, de tipo: “¡Grazie ragazzi!”, “¡Dio vi benedica!”, y más cosas así, que los dos guerrilleros escucharon sin expresar en sus rostros ninguna emoción.
   Tras los agradecimientos mencionados, el gerente les dijo:
   -Meno male que llegó la policía.
   -No somos policías -respondió rápidamente uno de los jóvenes.
   -Militares, entonces -dijo el gerente.
   -Tampoco -dijo el otro joven.
   Y con temor a preguntar, el gerente preguntó:
   -¿Quiénes son?
   -Somos combatientes revolucionarios -respondió uno de los guerrilleros mientras guardaba su arma bajo su camisa, lo cual procedió a hacer también su compañero mientras ambos apartaron la vista del sudopa explotador y represor, y se pusieron de perfil a su persona por estar disponiéndose en ese momento a dirigirse al vehículo en el que habían llegado; fue en el momento en que ambos guerrilleros se perfilaron para irse, que, a pesar del terror que volvió a embargarlo, el gerente, por seguramente pensar que en realidad estos jóvenes no se habían enfrentado al otro grupo con la intención de salvarlo, sino por estarse disputando a alguien por secuestrar, que era justamente él, sacó una pistola de entre sus ropas con la intención de dispararla contra los dos hombres, lo cual fue advertido por uno de ellos que, gritando dijo:
   -¡Tiene un arma!
   Tras lo cual, ambos partisanos volvieron a sacar sus revólveres y abrieron fuego contra el gerente antes de que éste llegara a sacarle el seguro a su pistola, lo cual resultó en que inmediatamente cayera al piso herido de muerte impactado por varias balas procedentes de las armas de ambos jóvenes.
   Ante el hecho consumado, ambos guerrilleros se miraron, y el que procedía de Río Negro (de Bariloche, más precisamente), dijo:
   -Ahora sí que nadie podrá decir que esto fue un asesinato, sino un ajusticiamiento.
   Su compañero asintió.
   Tras lo cual, fueron hasta el vehículo en el que habían llegado y abandonaron el lugar.

domingo, 23 de octubre de 2022

El extraño caso de un anarcoperonista (cuento) - Martín Rabezzana

                             
                                 -Palabras: 2.283-

   Una noche de principios de los años setenta del siglo veinte, a lo largo de una hora, ingresaron varias personas a una comisaría de la ciudad de El Palomar, con el supuesto objetivo de realizar allí, denuncias; primero entró una, después, dos más, después, dos más, después, otra, después, otra, después, otra, después, otra, y finalmente, dos más; a todas se las había hecho esperar y se las invitó a sentarse; sólo a una de estas personas, que era una mujer, se le estaba tomando la denuncia por un uniformado que tecleaba en una máquina de escribir; la denuncia era supuestamente por ruidos molestos realizados por un vecino; al llegar la hora por las once personas, acordada para revelar sus verdaderas intenciones, uno de los supuestos denunciantes dejó caer al piso un paquete de galletitas que constituía la señal por todos convenida para sacar las armas y revelarse como miembros de la agrupación armada: Comando Descamisados.
   Tras el: “¡Viva Perón, carajo!", de rigor, que los once descamisados pronunciaron casi gritando (uno de ellos había además, pronunciado otra cosa, que el resto de los descamisados no llegó a entender qué fue), los policías, que estaban totalmente espantados, fueron desarmados, obligados a ponerse contra la pared y a sacarse los uniformes, tras lo cual, fueron maniatados; una de las cuatro mujeres partisanas que conformaba el comando, mientras apuntaba a un policía, le dijo:
   -Decime en dónde guardan las armas.
   El policía le indicó con la cabeza un armario (no podía señalarlo con un dedo por sus manos estar atadas) e inmediatamente el mismo fue tomado a patadas por dos guerrilleros que en segundos, destrozaron su puerta y procedieron a meter las armas que en su interior se encontraban, en grandes bolsos, así como en otros, metieron los uniformes sustraídos a los policías mientras uno de los partisanos, con un aerosol pintaba en las paredes: “¡Perón o muerte!”; después de todo esto y de volver a gritar a modo de despedida: “¡Viva Perón, carajo!” (el descamisado que durante la exclamación anterior, había pronunciado algo más, volvió a hacerlo), los guerrilleros subieron a cuatro autos cuyos respectivos conductores, estaban esperándolos para emprender una rápida huida del lugar.
   Todo lo recién contado, si bien en la actualidad parece inverosímil, allá por los años setenta, en Argentina era parte de la cotidianeidad, ya que estas tomas de comisarías para sustraer armamento y humillar a los eternos humilladores y represores de las masas que ahí tienen sede, se habían puesto de moda, de ahí que lo contado en este texto no fuera en dicho periodo histórico, en absoluto raro.
   Una vez en los autos, ya lejos del lugar del hecho recién expuesto, una de las guerrilleras le preguntó a su compañero que con ella viajaba en el asiento trasero de un Torino, qué fue lo que había pronunciado durante la exclamación ya referida, entonces su compañero, muy tranquila y orgullosamente, le dijo:
   -¡Vivan Perón y Kropotkin, carajo!
   Ante lo cual, la partisana se sorprendió y le preguntó:
   -¿Sos anarquista?
   -Por supuesto. Pero estoy a favor del regreso de Perón al país y a la presidencia, por eso considero que hay que desestabilizar a las fuerzas represivas de este gobierno para que las autoridades accedan a nuestra exigencia de que se anule la proscripción del peronismo. Y si te interesa saber cómo llegué a considerar que Pocho es fundamental para alcanzar el objetivo de liberación humana total, te lo cuento, pero… por ahí no te interesa.
   Entonces la joven, mientras asentía con la cabeza, dijo:
   -¡Sí sí, me re interesa! Contame.
   El anarquista entonces dijo:
   -Así como ustedes consideran que cuando servicios fundamentales como el transporte y las comunicaciones están en manos extranjeras, el país está en manos extranjeras y más que un país, es una colonia, lo considero también yo; Perón estatizó la telefonía, la radio, el transporte público, el servicio de provisión de gas (entre otras estatizaciones de empresas que pertenecían a británicos, franceses, alemanes y otra gente, que prefiero no mencionar), y en la reforma constitucional del ‘49, hecha durante el primer gobierno peronista, se declaraba al estado: “dueño natural de los servicios públicos”; todas estas estatizaciones de empresas, que resultan en que sólo personas de nacionalidad argentina puedan manejarlas, es alarmante para los cipayos, entreguistas y antipatria, que son los que en gran medida conforman la clase alta y que no rara vez, se autodefinen: “nacionalistas”, ya que las mismas constituyen una independización de las potencias que nos deja en manos de nosotros mismos, y sabido es que el cipayo ODIA a sus compatriotas, lo cual se hace patente en su continuo hablar pestes de ellos, por lo cual, no los cree capaces de hacer progresar al país, de ahí que el único progreso, según el criterio cipayo, se dé entregándole los mayores bienes nacionales a potencias extranjeras, ya que ellas (supuestamente) sabrán administrarlas y hacerlas producir, mejor, lo cual, según su retorcida visión de las cosas, es benéfico para el país desposeído, y lo que en realidad, ante tal entrega de soberanía, se da, es la anulación de libertades políticas para el grueso de la población del país que ha entregado sus bienes y empresas, además de un beneficio económico importante, pero sólo para el país dueño de dichos recursos (y para la burguesía local que para las potencias explotadoras, trabaja), y se da en paralelo, un empeoramiento de la economía del país desempoderado; no obstante lo obvio, desde el análisis de la teoría misma, de que el capitalismo liberal es solamente conveniente para los intereses de la menor parte de la población mundial, hay quienes lo niegan y consideran que las políticas de ampliaciones de derechos, que despectivamente llaman “populistas”, son fantasiosas y, por consiguiente, no pueden pasar del plano teórico en su positividad para las masas y la economía de un país; esto no es así y los gobiernos de Perón, cuya dirección política fue populista, así lo demuestran… Más allá de cosas negativas que se puedan decir de Perón y sus gobiernos, varias de las cuales son innegables, hay también hechos innegablemente positivos para el país, sucedidos durante los mismos, que sus detractores prefieren ignorar, como por ejemplo, el siguiente: cuando Perón asumió la presidencia de Argentina en 1946, había 12.500 millones de pesos de deuda externa, y sobre el final de su primer gobierno, o sea, en 1952, había cero pesos de deuda y no sólo eso, sino que además de haber dejado de ser deudora, Argentina era entonces acreedora en 5.000 millones de pesos de países como el Reino Sudopa de Castilla, las Italias y Gran Bretaña, lo cual da cuenta de que en la Argentina POPULISTA de Perón, había una política económica efectiva que llevó a que tanto en lo productivo como en lo distributivo, el país progresara; en cuanto a lo distributivo… Si bien el peronismo de Perón, a diferencia del marxismo, desde donde se promueve la “lucha de clases”, promovía una “conciliación” de las mismas, cuando Pocho no llegaba a un acuerdo con la oligarquía, lo que solía hacer era desposeerla, es decir, le confiscaba bienes y le expropiaba tierras, y esto, que era tenido por arbitrario e “injusto” por la clase alta, era tenido por la mayoría de las demás clases, como justo, ya que, lógicamente… lo que es bueno y malo, es subjetivo y la subjetividad, no pocas veces está determinada por la conveniencia/inconveniencia de cada quien, de ahí que de uno pertenecer a la clase capitalista, sea lógico que considere negativo el que un gobernante diezme sus bienes y que, de uno ser de la clase proletaria, vea a ese mismo hecho como positivo, y en esa oposición férrea de las clases altas a Perón, queda claro que la estrofa de la marcha peronista que dice: … "ese gran argentino que se supo conquistar, a la gran masa del pueblo, combatiendo al capital", está lejos de ser parte de una propaganda falaz, ya que la oligarquía se sentía en serio amenazada en sus intereses y hasta combatida, por las medidas de Perón, y esto a la vez expone diferencias abismales entre el peronismo y la derecha, que tuvo su versión más extrema en el fascismo (con el cual, los detractores de Perón suelen alinearlo), ya que tanto Hitler, como Mussolini y Franco, fueron protectores de la oligarquía dado que el fascismo constituyó justamente, un blindaje del capitalismo ante la popularidad que habían ganado las diversas corrientes del socialismo (libertario, autoritario, marxista y no marxista) cuyo objetivo principal siempre fue el de destruir la concentración de poder económico en pos de repartir las riquezas equitativamente entre quienes las producen e incluso, entre quienes por motivos de incapacidad, no pueden trabajar; el fascismo, si bien en lo teórico era “socialista” y, por ende, anticapitalista, en la práctica, lejos de combatir al capitalismo, lo defendió a ultranza y lo reforzó al máximo, sirviéndose para esto de las clases explotadas que de manera infantil se creían el discurso populista falaz, según el cual, serían por el fascismo, defendidas en lugar de reprimidas, esclavizadas y en muchos casos, hasta torturadas y asesinadas, como sí lo fueron, de ahí que las clases altas, lejos de oponerse al fascismo, lo hayan apoyado; Perón, si bien no fue destructor del capitalismo, fue del mismo una especie de azotador, de ahí que tantos marxistas y socialistas no marxistas, hayan simpatizado con el peronismo y hasta se hayan hecho “justicialistas”, ya que veían en el peronismo, no sólo a algo preferible respecto a la derecha, al centro y a la izquierda tradicional, sino además, una transición hacia el socialismo, dado que si consideramos válido lo que Perón expresó respecto de las comunidades humanas, y esto es que las sociedades evolucionan hacia niveles cada vez mayores de inclusión, cosa tal significaría que la “conciliación de clases” peronista, por haber constituido los gobiernos de Perón, periodos de mayor inclusión social respecto a los anteriores, bien puede ser considerada una transición hacia el socialismo de estado, que a su vez, según el marxismo (y también según mi consideración personal), es la fase previa al socialismo libertario; yo soy anarquista, no peronista, y si bien en un primer momento, como tantos otros anarquistas, por fanatismo consideré al peronismo una forma de fascismo, tras informarme en serio sobre lo que significó en la historia del país el movimiento justicialista, cambié totalmente de opinión, es por eso que a pesar de ser anarquista, apoyo a Perón porque, como ya expuse, considero que el populismo de estado, cuya mayor manifestación a nivel argentino, americano y mundial, ha sido justamente el peronismo, es una transición hacia el socialismo de estado, primero, y libertario, después, es decir, hacia la anarquía, que es el ámbito en el cual el socialismo alcanza su desarrollo total, y si bien, como ya dije, durante los gobiernos peronistas hubo cosas negativas que llevaron a hechos gubernamentales de autoritarismo, producto de la falta de tolerancia de Perón ante el disentimiento, aun así, considero que dichos gobiernos fueron partes necesarias de un proceso histórico conducente de modo inevitable al socialismo ácrata; como dicho proceso se vio interrumpido por el golpe de estado del ‘55 (apoyado por TODAS las potencias occidentales que de Argentina han sido, son y serán siempre, ENEMIGAS), el hacer todo por desestabilizar a este gobierno con el fin de que acceda a nuestras exigencias de que le permita a Perón volver al país y postularse para la presidencia, para que el proceso interrumpido en los años ‘50, que gradualmente nos llevará a la anarquía, continúe, me parece imprescindible.
   Tras este largo discurso, su compañera pensó unos segundos en silencio en lo que había escuchado, y finalmente dijo:
   -Aaahh… entonces sos anarquista, pero no revolucionario.
   -Exacto.
   Y tras dudarlo unos instantes, la joven dijo:
   -Me parece que Perón no estaría muy de acuerdo con tu interpretación del justicialismo.
   A lo que rápidamente respondió:
   -Seguramente no, pero tampoco creo que esté de acuerdo con la tuya ni con la de nadie perteneciente a la “Tendencia Revolucionaria del Peronismo”.
   Y ambos tuvieron razón, ya que poco faltaba para que el mismo Perón (cuya linea política, lejos de poder ser clasificada sensatamente como de derecha, ya que era multidireccional, lo cual implicaba que sus acciones políticas fueran, según considerara necesario, de arriba a abajo, de abajo a arriba, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda) hablara de “infiltración marxista”, lo cual aludía claramente a los miembros de “La Tendencia”, cuya pretensión era que Argentina fuera una “patria socialista”; lo que Perón (así como casi cualquier otra persona) no advirtió ni tampoco seguramente, imaginó, fue siquiera la posibilidad de que en su movimiento hubiera “infiltración anarquista”; los que hayan leído este texto y previamente desconocieran que la hubo, ahora lo saben.
   Poco después de concluir la conversación recién presentada, los descamisados llegaron a una casa utilizada como refugio por las OAP (Organizaciones Armadas Peronistas) en la localidad de Morón; eran tipo nueve de la noche.
   Una vez en la vivienda, una de las partisanas prendió la televisión y junto a varios compañeros, miró tranquilamente un programa mientras esperaban a otros miembros del grupo que habían ido a comprar pizza, empanadas y bebidas; tras ellos llegar de la pizzería, comieron alegremente, después tomaron café y fumaron, y más o menos una hora y media después, uno de los descamisados dijo:
   -Bueno… me parece que ya podríamos ir yendo.
   Todos sus compañeros asintieron.
   En ese momento agarraron las armas, las escondieron bajo sus ropas y se dirigieron de nuevo a los autos cuyos rumbos serían el de la ciudad de Caseros, en donde una “travesura” similar a la que apenas un rato antes habían realizado en El Palomar, realizarían.

miércoles, 19 de octubre de 2022

Impunidad sagrada (cuento) - Martín Rabezzana

 

-Palabras: 983-

   Cuando era chico, allá por principios de los ‘90, en circunstancias en que con unos amigos estaba jugando al fútbol en la calle, un vecino salió de su vivienda y nos recriminó haberle golpeado la pared con la pelota. El tipo estaba muy enojado, por eso, sin siquiera responderle, nos alejamos caminando del lugar, pero como nos empezó a seguir, empezamos a correr; de un momento a otro se escuchó una detonación y seguidamente caí en la vereda de lo que era el cine “Moderno” de Quilmes; una bala disparada por el vecino molesto, de quien posteriormente otros vecinos dijeron que era militar, me había rozado la cabeza; desde el cine un empleado llamó a una ambulancia que me llevó al hospital en el cual permanecí apenas unas horas, ya que fui dado de alta ese mismo día porque la herida, afortunadamente, fue superficial.
   Por voluntad mayoritaria de los padres de todos los chicos que integrábamos el grupo perseguido y agredido por el vecino (uno de ellos era abogado), decidimos no identificar al autor del disparo ante los miembros de las autoridades que intervinieron en el caso porque, si bien el hecho fue grave, a nivel legal, por las heridas haber sido leves (y así son consideradas judicialmente cuando tardan menos de un mes en sanar), no sería considerado así, por lo cual, de nosotros acusarlo, el tipo a lo sumo sufriría una suspensión o despido de la fuerza a la que pertenecía y una demora de algunas horas en alguna comisaría, después de eso volvería a su casa y seguramente estaría más enojado de lo que había estado por el hecho menor constituido por algunos ruidos molestos producto de pelotazos contra una pared de su casa, y ese enojo sumado a su posesión de armas de fuego, sumado a su vez a su falta de escrúpulos para utilizarlas, nos hacía a todos presumir que habría represalias de su parte si nosotros lo denunciábamos; como yo no estaba muy convencido de dejar las cosas así, algunos días después del hecho le pregunté a mis padres si estaría bien que yo fuera contra lo decidido por los otros padres y revelara ante las autoridades la identidad de mi agresor, me respondieron que eso debía decidirlo yo mismo y me dijeron que ellos respaldarían cualquier decisión que yo tomara; como yo tenía apenas 10 años, no me era difícil desacatar la decisión de la mayoría, sino totalmente imposible, pero los años pasaron y me fui volviendo cada vez más desacatado, rebelde e inmanejable, tras un periodo de miedo y falta de confianza en mí mismo, producto justamente del hecho en cuestión sufrido, que revertí por completo cuando empecé a ponerme en forma con un entrenamiento boxístico que me apasionó al punto que empecé a considerar seriamente dedicarme profesionalmente al deporte de los puños (lo cual, por ciertos motivos, terminé no haciendo). La cuestión es que con una vida, por ese entonces, falta de rumbo, de perspectivas y esperanzas, que resultaba en que a diario, a toda hora y a cada segundo, deseara abandonar para siempre este mundo (lo cual a su vez resultaba en que ante una situación de peligro, fuera totalmente incapaz de sentir algo siquiera parecido al miedo), teniendo yo dieciocho años, una de esas noches de proyectos de salida echados a perder por la cancelación sorpresiva de varios integrantes del grupo con el que la salida estaba prevista, me encontré vagando por las calles con una botella de alcohol por toda compañía. Fue entonces que decidí desacatar a la voluntad mayoritaria de “dejar las cosas así”, que entre los chicos y nuestros padres, se había hecho efectiva, pero mi desacato nada tendría que ver con informarle algo del hecho en cuestión a las autoridades.

   Era un viernes tipo 11 de la noche; nada había en la atmósfera que hiciera presumir la ocurrencia inminente de un hecho fuera de lo ordinario; ni siquiera en mi sentir había algo extraño, por más que me supiera cerca de concretar algo que había fantaseado durante años con hacer.
   Con pasos no muy rápidos, me dirigí a la casa del vecino que, cuando tenía 10 años, me había disparado; todavía vivía ahí; golpeé a su puerta y tras algunos segundos, desde detrás de una ventana, él me preguntó quién era; le respondí que era el pibe al que casi mata varios años atrás; me pidió que me fuera. Yo le dije que pasaba para dejarle mi perdón (le mentí); el tipo dudó unos instantes, tras los cuales, abrió la puerta; seguramente estaba armado y no habría dudado en accionar su arma ante el menor levantamiento de la voz de mi parte, pero no tuvo tiempo de hacerlo porque en cuanto la puerta se hubo abierto, lo derribé con un golpe de puño que fue el primero de una cantidad incontable de golpes que impiadosamente le asesté.
   Una vez que hube consumado mi venganza, me fui a mi casa.
   Al día siguiente, al transitar los alrededores de la vivienda del militar, vi que varios patrulleros, a la misma se acercaban; muchos vecinos estaban en la calle y comentaban que al milico lo habían matado a golpes. También escuché que decían que vivía solo desde que su mujer se había ido por las palizas que él le infligía y que ellos escuchaban sin atreverse a denunciar, de ahí que nadie del barrio lamentara en absoluto lo que le habían hecho.
   Al enterarme de que había matado a ese hombre, no me sorprendí ni me asusté, simplemente me preparé para que en cualquier momento me fueran a detener, pero eso no pasó ese día ni el siguiente; de hecho, ya transcurrieron más de veinte años y todavía no pasó, de ahí que cuando se habla de la “impunidad” como algo necesariamente negativo, de ustedes querer encontrarme, les sugiero que me busquen entre aquellos que con tal consideración, disienten.