martes, 18 de enero de 2022

Revolucionarios a favor del "establishment" (todos menos uno) (cuento) - Martín Rabezzana


   En una reunión por la unión de las organizaciones armadas de izquierda realizada en algún lugar del país allá por los años setenta del siglo 20, en la que había miembros de las FAR, el ERP, Montoneros y hasta de las FAP (grupo que, por algún motivo, solía quedar al margen de los proyectos de unión de las organizaciones mencionadas), un militante de una organización no armada que acababa de dejar la carrera de medicina en tercer año por haberse desencantado del sistema médico oficial (y que paralelamente se había acercado al naturismo), fue presentado por uno de sus colegas revolucionarios.
   -Compañeros: a esta casa compañera ha llegado un compañero de la JUP con un mensaje muy importante para compartir con sus compañeros (que somos nosotros), así que, compañeros: les pido que le presten gran atención al compañero de nuestra causa de liberación nacional, que ya mismo se dirigirá a ustedes, que son sus compañeros, como lo soy yo de él y también de ustedes; así que, compañeros: no me extiendo más: denle compañeros un aplauso al compañero que ya mismo le dirigirá a ustedes, compañeros, la palabra.
   Entonces todos aplaudieron y el militante de la Juventud Universitaria Peronista, tras un preámbulo de rigor de poca trascendencia, dijo:
   -La policía, las Fuerzas Armadas, los grandes medios de difusión y la medicina oficial toda (ya que no es solamente la psiquiatría), están para proteger al sistema de dominación creado por una minoría económicamente poderosa, sobre las mayorías; en una palabra: están para defender al capitalismo; decir que para eso están la policía y la milicia, no es entre nosotros, en absoluto controvertido porque estamos todos de acuerdo, y en lo que se refiere a los grandes medios de difusión… podría llegar a haber alguna discusión, pero tampoco hay entre nosotros, grandes diferencias de opinión a este respecto, pero en lo referente a la medicina alopática como parte del sistema de dominación de las masas, de esto casi no hay conciencia por parte de ustedes, ya que reivindican a los médicos como si fueran personas al servicio de los necesitados, cuando en realidad, al igual que los policías, los militares y los periodistas de los grandes medios, los médicos alópatas están al servicio de una minoría económicamente poderosa; en este caso particular, esa minoría poderosa es la que conforma la industria farmacéutica que tiene por fin, perpetuar a las enfermedades cuando existen, para así venderle a los enfermos, medicamentos de por vida (que les van a causar más enfermedades que a su vez serán tratadas con más medicamentos) y hasta crearlas cuando no existen, y no sólo hace la industria mencionada, daño por su sistema basado en la provisión de venenos, sino además por ser, como toda gran corporación económica, financiadora de la política; por ejemplo, gran parte de la financiación del reciente golpe de estado en Chile, procedió de empresas farmacéuticas, no obstante lo cual, ninguno de ustedes parece ver en la medicina oficial (que es totalmente indivisible de la industria farmacéutica) ni en los médicos, a enemigos de las masas cuyo fin es el continuo aumento de la concentración de poder económico y político por parte de unos pocos. Es decir: la medicina oficial es uno de los instrumentos de la oligarquía al que hay que reconocer como tal para poderlo combatir.
   Y mientras miraba a sus compañeros revolucionarios entre los que había uno que estaba sacando un frasco de comprimidos y se disponía a tomar uno (era el mismo que había hecho la presentación), a él se acercó y, señalándole el producto farmacéutico, le preguntó:
   -¿Y eso para qué es?
   -Ah. Esto compañero, me lo recetó… me lo recetó… eeehhh; me lo recetó el doctor para la... para la… ¡para la ansiedad! ¡Eso! Para la ansiedad, compañero. Y… compañero… eehhh… estoy de acuerdo con lo que usted dijo, pero… ¿vio cómo es la ansiedá, compañero?... Eehh… estaría muy mal si no lo tomara. Por eso lo tomo, compañero.
   -Pero… ¿cómo no ves que es justamente el consumo de esas drogas lo que te tiene así?... ¿O no sos consciente del estado deplorable en que estás?... La salud está en los hábitos gimnásticos, en la alimentación mayor o totalmente vegetal, en el contacto con el sol, la tierra, el agua y el aire fríos, y no en la toma de pastillas.
   -¿De qué está hablando, compañero?... –y con las manos temblorosas, agarró un vaso de agua y se mandó una pastilla –Yo estoy bien, compañero, y gracias a mi médico (1) que me da benzodiacepinas y más cosas. Así que, compañero, le digo que “hay médicos y médicos”; el mío es bueno, por eso me da estas pastillas que me hacen estar acá, compañero, con todos mis compañeros, en condiciones óptimas, compañero.
   Ante lo cual, el ex estudiante de medicina facultativa, totalmente indignado, dijo:
   -¿”Condiciones óptimas”? Mirá cómo no podés parar de mover las manos ni los labios. ¡Estás hecho mierda, flaco, y ni siquiera lo advertís por la obnubilación que te causan las pastillas que tomás!... Si tuvieras un poquito de conciencia de qué es en lo que estás metido, te darías cuenta de que problemas graves que sin duda tenés (imposibilidad de parar la pija, ataques de pánico, angustia, cansancio, depresión, arritmia, incapacidad de mantenerte quieto, y muchos otros), son causados por esas porquerías que estás tomando –y tras varios segundos, agregó: -¡Es increíble que haya gente tan pelotuda como para creer que las pastillas de mierda que los psiquiatras prescriben, le pueden hacer bien a alguien!
   -Noooooo, compañero… ¡no me falte el respeto!, aparte, me las dio el médico clínico (2), compañero, no el psiquiatra, compañero.
   -¡Pará de decir “compañero compañero”, che! ¡Parecés un disco rayado!... ¿No ves cómo te ponen esas drogas?
   -Pero me las recetaron, compañero…
   -Con receta o sin receta, sos un falopero igual por tomarlas.
   Entonces, el joven revolucionario padeciente de drogadicción legal, a causa de sus manos temblorosas, dejó involuntariamente caer al suelo el frasco de pastillas que sostenía, lo cual resultó en que muchas de ellas quedaran esparcidas en el piso, por lo que, gritando dijo:
   -¡Nooooo!
   Acto seguido se tiró al piso y con gran dificultad por la agitación de sus manos, empezó a juntar los venenos que había dejado caer y a llevarlos de vuelta al frasco mientras alguno más, se tomaba.
   Mientras tanto, un revolucionario se dirigió al militante de la JUP contrario a la medicina oficial, y señalándolo con el dedo, le dijo:
   -Vos, con tu discursito anticiencias médicas, nos querés llevar de vuelta a una era de oscurantismo.
   Entonces varios otros revolucionarios le dieron la razón y gritaron cosas de tipo: “¡Sí! Es un ignorante”. “Es un imbécil”. “Es un oscurantista”.
   Y mirándolos con compasión, su interlocutor les respondió:
Publicación de Montoneros.
(Imagen del sitio: El Topo Blindado).
   -No; lo que yo querría es que tomaran conciencia de que el oscurantismo mayor es el de esta era supuestamente iluminada que es la cientificista y de que no hay revolución posible si se respetan los intereses de las minorías poderosas entre las que están, los empresarios farmacéuticos y sus secuaces médicos.
   Entonces, otro revolucionario le dijo:
   -No; vos viniste a decir pelotudeces propias de la ignorancia más extrema.
   A lo que el militante universitario, habiendo ya perdido la paciencia, respondió:
   -Callate, forro.
   Y este último forro que lo había tratado de ignorante le dio un golpe de puño que derivó en que el agredido respondiera de igual modo, ante lo cual, varios otros revolucionarios se sumaron a la gresca poniéndose del lado del defensor de la medicina oficial, por lo cual, el militante de la JUP quedó rápidamente tendido en el piso con el rostro desangrante producto de los golpes que, por parte de varios revolucionarios, recibió.
   En algún momento alguien se compadeció de él y dijo:
   -Hay que llamar a una ambulancia.
   Así lo hicieron y así fue que el joven agredido fue subido a una ambulancia con destino a un hospital, pero ocurrió que durante el viaje hacia el mismo, el militante universitario, que era consciente de que estar en manos de cualquier institución del estado es peor que morir, con gran dificultad se levantó de la camilla situada en la parte posterior de la ambulancia en que estaba, agarró un tubo de oxígeno que encontró, y golpeó con el mismo al enfermero que lo acompañaba dejándolo semiinconsciente, tras lo cual, al grito de: “Alópatas de mieeeeerrrdaaaaaa!”, agarró el volante al cual su conductor se aferró con todas sus fuerzas, pero no logró evitar que el joven volanteara abruptamente y chocaran contra otro vehículo que transitaba en dirección contraria a ellos que era un camión de YPF que transportaba combustible, lo cual resultó en que ambos vehículos explotaran junto con al menos, 9 manzanas del área, hecho que dejó un saldo de aproximadamente 700 muertos.
   A todo esto, la reunión de revolucionarios prosiguió y se trataron temas que nada tenían que ver con la medicina oficial ni con la industria farmacéutica, y mientras el debate transcurría, el joven revolucionario drogadicto con receta, seguía buscando obsesivamente por el piso las pastillas que horas antes había dejado caer, y mientras gateando transitaba por debajo de las mesas, se chocó al menos seis veces con otros revolucionarios a los que les había ocurrido lo mismo con sus respectivos frascos de veneno recetados.
 
   En aquellos años ’70, los militantes revolucionarios no estaban todavía capacitados para entender el mensaje expuesto por el protagonista de la historia recién contada, y lamentable e increíblemente, unos 50 años después, las generaciones jóvenes siguen sin estarlo.
 
 
(1) Aprecio, agradecimiento, respeto y/o amor por el que a uno lo somete (en este caso, el médico alópata) = síndrome de Estocolmo.
(2) Los psicofármacos son recetados en la mayoría de los casos, por médicos clínicos.

martes, 11 de enero de 2022

El amor destruye ideologías (cuento) - Martín Rabezzana

 
   En algún año de la década del 2010, en una universidad pública de la provincia de Buenos Aires, se dio un debate que tuvo a dos protagonistas; uno de ellos (una chica), entre otras cosas, dijo:
   -Aun con todo el mal que han hecho (en muchos casos, injusto e injustificado), yo creo que las organizaciones armadas de los setenta, han constituido males necesarios;… por ejemplo, de hoy existir grupos como Montoneros o el ERP, usurpadores de la Patagonia como Joseph Lewis, Benetton y sus esbirros, la pasarían realmente muy mal; no podrían vivir tranquilos; vivirían aterrorizados, pero como no existen, sí pueden, y justamente, tipos como Videla, Massera y Agosti, llegaron al poder para que gente como esa pudiera vivir en paz, con prosperidad económica e impunidad total, y por supuesto, a su defensa cipaya del capitalismo transnacional más extremo, los milicos la presentaron como una “defensa de la patria y del pueblo” y del "estilo de vida occidental y cristiano” (¡puaaajjj!), y por más falaz que ese discurso haya sido, todavía existen personas que lo creen…
   A lo cual, con indignación en su voz, un estudiante varón, respondió:
   -¡Andá, chirusa! Si querés, llamame “entreguista”, “facho”, “cipayo” y todo lo que quieras, ya que estoy seguro de no ser esas cosas, pero lo que decís es terrible, porque por más que se hayan opuesto a capitalistas asesinos, los guerrilleros también fueron asesinos, por eso fue válido que alguien les pusiera un freno, y eso lo hicieron los militares, que si bien hicieron cosas reprobables, no las habrían hecho de no haber hecho lo que hicieron, los grupos armados que vos reivindicás, y por eso lo que decís es injustificable;… los kirchneristas y los montoneros (que son más o menos lo mismo) son INJUSTIFICABLES.
   -¡Ja ja ja ja! ¿Lo decís por mí lo de “kirchnerista”?
   -Sí; lo digo por vos.
   -Que yo sepa, ni con Néstor ni con Cristina, ni Lewis ni Benetton tuvieron problemas; no sintieron en absoluto amenazadas a sus propiedades usurpadas, ¿o sí?; por ahí me equivoco, pero me parece que cuando ellos llegaron al poder, los capitalistas mencionados no se fueron corriendo del país con lo puesto por pensar que con el kirchnerismo se les venía la noche, mientras que la huida aterrorizada, sí habría tenido lugar si Kirchner y Fernández hubieran sido montoneros, de ahí lo pelotudo no sólo de acusarme a mí de ser kirchnerista, sino además de atribuirle pertenencia a Montoneros, a Néstor y a Cristina.
   -Pero pertenecieron a la Tendencia Revolucionaria del Peronismo en su momento, ¿o lo negás?
   -Sí; ¿y con eso qué?... Menem también fue cercano a ella; de hecho, en su momento estuvo en contra de López Rega; en una entrevista televisiva de 1975, se lo puede escuchar manifestarse totalmente en contra del lópezrreguismo, y al hacer eso estaba arriesgando la vida, y después… ¡mirá lo que fue Menem! No sólo fue el mayor cipayo argentino del siglo 20, sino que además, fue un indultador en masa de genocidas, y esto se explica del siguiente modo: NADIE es la misma persona durante toda la vida; uno va cambiando, no sólo ideológicamente, sino también, celularmente; durante todo el curso de nuestras vidas nos vamos renovando al punto que literalmente nacemos y morimos muchas veces en cada vida, por lo cual, el Menem que llegó a la presidencia no fue el mismo que había sido en los setenta, así como tampoco fueron quienes habían sido en su juventud, Néstor ni Cristina una vez en el poder nacional, cuyos gobiernos fueron de una izquierda moderada, y por eso, nada tuvieron que ver en sus acciones con lo revolucionario pretendido por Montoneros ni por La Tendencia, de ahí que de ellos haberse encontrado con sus versiones de juventud una vez en el gobierno, sus versiones jóvenes les habrían reprochado haberse vuelto reformistas, ya que el reformista considera que si bien los reclamos de los revolucionarios son válidos, son inconseguibles, y si se consiguen, son insostenibles, por lo cual, el reformista propone realizar cambios menores y abandonar la búsqueda del cambio de fondo. Por eso es que el reformista es el máximo defensor del sistema al cual él mismo considera negativo y al que, según el revolucionarismo, se debe destruir, y tanto los gobiernos de Néstor como los de Cristina, fueron reformistas.
   Varios segundos de gran tensión transcurrieron en un silencio que, extrañamente, ninguno de los aproximadamente 15 jóvenes ahí presentes, interrumpió; finalmente el estudiante varón, señalándola inquisitorialmente con el dedo, en voz baja pero firme, le dijo a la chica:
   -Subversiva…
   Y ella, también señalándolo con el dedo y también en voz baja y firme, le dijo:
   -Cipayo…
   Tras lo cual, todos salieron de la facultad con rumbo a sus casas.
   En las semanas siguientes, los dos estudiantes enfrentados, al encontrarse en la facultad, evitaron lo más posible dirigirse recíprocamente no sólo la palabra, sino también la mirada, hasta que un día, en un pasillo de la universidad, imprevistamente chocaron y a ella se le cayeron algunas cosas, entonces él le dijo:
   -Perdoname, no quise…
   -No, está bien; no importa.
   Entonces ella se agachó para levantar lo que en el choque se había caído al piso y él hizo lo propio; en ese momento, desde esa altura menor que resultaba en que los estudiantes a su lado pasaran casi sin advertirlos, los dos jóvenes se miraron a los ojos y la ira, el odio y el rencor en ambos latentes, a punto estuvieron de manifestarse y desatarse, por lo cual, tanto él como ella, al mirarse pensaban en qué palabra podría ser la más apropiada, por ser la más hiriente, para proferirle al otro, pero fue que, sin ninguno de ellos haberlo planeado, ambos se besaron, y fue tal la simultaneidad del acercamiento, que ninguno de los dos podría asegurar quién aproximó primero sus labios a los del otro.
   Tras algunos segundos, ambos se levantaron y, sin ser ya los mismos, como si nada hubiera pasado, siguieron sus respectivos caminos.

miércoles, 5 de enero de 2022

Ustedes, los periodistas (cuento) - Martín Rabezzana

 
   Cierto día de julio de algún año del siglo 21, en cierta provincia argentina, un periodista de un medio importante de difusión, fue por la calle agredido a golpes de puño por un individuo que, tras realizar la agresión, se fue sin ser detenido ni identificado; el periodista sufrió heridas menores; todos sus colegas (incluso aquellos de medios rivales) repudiaron a tal episodio considerándolo totalmente injustificable y elaboraron y expusieron públicamente, análisis sociológicos de por qué tales hechos de violencia se dan en la sociedad e impartieron además, sus consabidas lecciones de moral; días después, otro periodista fue por la calle agredido a golpes y sus colegas volvieron a hacer las mismas exposiciones que en el caso anterior habían hecho; días después, lo mismo ocurrió con la diferencia de que esta vez, tanto la persona agresora como la agredida, eran mujeres; al siguiente, otro caso igual tuvo lugar; al siguiente, otro, y al siguiente, varios; en este último día mencionado, a diferencia de lo ocurrido en los casos anteriores, las lesiones que los agresores le provocaron a los periodistas, no fueron menores, sino graves, y en uno de ellos llegaron a ser fatales, por lo cual se empezó a hipotetizar desde los medios de difusión y las autoridades, que habría un grupo comando organizado con el fin específico de agredir a periodistas, pero si bien mucho hicieron por lograr la identificación y detención de los agresores, durante meses, ninguna pudo realizarse, mientras tanto, las agresiones a los periodistas proseguían y se empezaban a replicar en otras provincias.
   Todo esto derivó en que los periodistas convocaran a marchas en todo el país en reclamo de “justicia”, pero ocurrió que en las mismas, dichos “trabajadores” mediáticos fueron repudiados verbal y masivamente por la gente que a ellas asistió, ya que, para su sorpresa, muchas personas consideraban justas a las agresiones que contra ellos se habían realizado.
   Un día se acercó a la redacción de un diario, un hombre que dejó una carta manuscrita al director del mismo que decía lo siguiente:
 
   La contraofensiva está en marcha
 
   Los grandes medios de difusión, a través de sus periodistas, ya sea porque son operadores políticos y a dicho poder le es siempre útil exacerbar los ánimos de la población en contra de ciertos sectores, o por ser lo comercialmente más redituable (o por ambas cosas), continuamente contribuyen a intensificar lo peor del ser humano, es decir: la ira, la animosidad, la tendencia a juzgar y a condenar, la furia y el odio, y cuando los ya mencionados personajes mediáticos salen a la calle y se encuentran con algo de eso que generan (me refiero específicamente a cuando ellos mismos son agredidos), no entienden qué pasa. Y ¿por qué no lo entienden? Porque son pelotudos. Otra explicación no hay, ya que de ser un poquito pensantes, se darían cuenta de que las reacciones negativas verbales y físicas que sufren, son el resultado inevitable de los sentimientos negativos que a diario contribuyen a generar y/o exacerbar en su propio público. Por todo esto es que cada vez que escucho que un periodista de un gran medio fue agredido, lo que pienso es lo siguiente: “¡Que se joda!”, y no es tal pensamiento, propio de un sentir momentáneo, ya que es sostenido y en mi persona aumenta día a día en intensidad; de otra forma no puede ni podrá jamás ser;… por los periodistas yo siento asco, odio, furia;… considero que se merecen lo peor.
   Los lavadores de cerebros en cuestión, que son partes constituyentes e imprescindibles de un sistema de dominación de unos pocos sobre las masas, deben ser combatidos por el pueblo.
   Soy perfectamente consciente de que la palabra “pueblo” es usada abusivamente por las personas cobardes para intentar hacer pasar a la propia voluntad por voluntad general, pero el hecho de que el repudio a los periodistas esté teniendo lugar cada vez a mayor escala en personas apartidarias y sin ningún tipo de organización, da cuenta de que mis palabras de rechazo no sólo a los periodistas, sino también, al oficio mismo de periodista, son verdaderamente expresiones del sentimiento hacia ustedes que el pueblo tiene.
 
   Extrañamente, la carta estaba firmada y escrita en ella, la dirección del autor, por lo cual, tras el director del diario entregársela a la policía, la misma dio rápidamente con el hombre que fue conducido a una dependencia policial; una vez ahí, fue interrogado y no hizo falta en este caso el tratamiento de rigor para lograr sacarle una confesión (o sea: insultos, amenazas, cachetazos, golpes de puño, picana, etc.), ya que desde el primer momento, el hombre orgullosamente admitió haber escrito la carta y haber agredido físicamente a varios periodistas, por lo cual, quedó detenido a la espera de ser trasladado a prestar declaración ante autoridades judiciales, pero ocurrió que, cuando un guardia fue a buscarlo a su celda la mañana siguiente a su detención, nadie en ella había; el hombre parecía haberse esfumado, lo cual motivó un escándalo en los medios periodísticos que si bien han sido históricamente (y lo siguen siendo), alcahuetes y colaboracionistas de las autoridades policiales, en este caso, sospechaban que el detenido había escapado con su complicidad, lo cual llevaba a su vez a concluir que las mismas autoridades policiales eran parte de las agresiones contra los periodistas, máxime cuando en los días siguientes, más agresiones contra la raza periodística (que en varios casos habían llegado a ser fatales) tuvieron lugar como así también, la detención de los agresores entre los que había, así como entre los agredidos, hombres y mujeres, y lo mismo que con el primer detenido, con los siguientes ocurrió; es decir, al día siguiente de ser alojados en una celda, misteriosamente desaparecieron.
   Toda esta situación, tanto la de las agresiones contra periodistas como lo de las detenciones de sus agresores y sus posteriores desapariciones misteriosas, se extendió por varios meses hasta que un día, el director del diario que había recibido la carta ya expuesta que a la policía le entregó (de la cual había guardado una copia), volvió a leerla y notó algo extraño en ella: la firma y dirección de su autor, habían desaparecido; consultó entonces el ejemplar de su propio diario en que dicha carta había sido publicada y advirtió que lo mismo había pasado: no figuraban el nombre del autor ni su dirección; en los días posteriores el director leyó y releyó la carta en cuestión y pudo notar que, poco a poco, algunas letras iban apareciendo en el lugar donde antes estaban el nombre y dirección del autor; primero vio una letra, al otro día, otra. Después, otra, y así hasta que finalmente, su propio nombre y dirección aparecieron en ella; totalmente asombrado y aterrorizado, le preguntó en su redacción a varios periodistas (que habían sufrido agresiones meses atrás) si ellos veían lo mismo que él, pero fue que ellos no veían en el diario impreso ni en las ediciones web, el nombre ni la dirección del director, sino que los nombres y direcciones que cada uno de ellos veía, eran los propios; todos se quedaron ante esto sin saber qué hacer ni qué decir.
   Completamente sorprendido, el director del diario se fue esa noche de la redacción y subió a un taxi con el objetivo de irse a su casa; el mismo era manejado por una mujer que empezó cortésmente una conversación; en cierto momento la taxista le preguntó: “¿Usted a qué se dedica?”, y tras él decirle cuál era su profesión, la mujer cambió totalmente su expresión que, de amable pasó a ser furiosa, entonces empezó a decirle cosas de tipo: “Ustedes, los periodistas, viven dando lecciones de moral y son todos unos inmorales”; “Ustedes, los periodistas, viven exaltando en su propio público los peores sentimientos y después la van de pacíficos y conciliadores”; “Ustedes, los periodistas, no sólo tiran piedras y esconden la mano, sino que hasta inician incendios y esconden los baldes de nafta”; “Ustedes, los periodistas, se hacen los “independientes”, los “objetivos” y los “apartidarios”, y son en realidad, operadores políticos y de los servicios de inteligencia”; “Ustedes, los periodistas, son voceros de las corporaciones económicas más repudiables“; “Ustedes, los periodistas, ¡son una raza abominable!”; “Ustedes, los periodistas, ¡son todos una mierda y se merecen lo peor!”, y mientras decía todas estas cosas, la taxista aumentaba progresivamente la velocidad al punto que en pocos segundos, el auto transitaba a más de 100 kilómetros por hora, por lo que el periodista director del diario, completamente aterrado, empezó a admitir y suplicar:
   -¡Sí! ¡Tenés razón! ¡Los periodistas somos todos una mierda! Nos pagan y defendemos a las peores cosas. No tenemos ética. No tenemos valores. No tenemos integridad humana. ¡Pero por favor, bajá la velocidad porque nos vamos a matar!
   Pero la mujer siguió acelerando hasta que finalmente estrelló el auto contra una pared; al rato una ambulancia llegó y dos enfermeros (un hombre y una mujer) constataron inmediatamente que a esa altura nada podían hacer por la taxista ni por su pasajero, ya que el impacto les había inmediatamente dado muerte, por lo que resignadamente, tras alejarse unos metros de la escena, a través de un teléfono celular, el enfermero informó al hospital sobre la situación y segundos después, la enfermera que estaba junto al vehículo destrozado, le dijo a su compañero:
   -¡Vení rápido!
   El enfermero se acercó y le preguntó:
  -¿Qué pasa!
   Y señalando a la taxista, dijo:
   -Mirá.
   El cuerpo de la conductora muerta empezó a perder consistencia al punto que, tras unos segundos, se volvió translúcido y poco después, se esfumó como si hubiera sido de niebla.
   Ambos enfermeros se miraron extrañados no comprendiendo qué había pasado y debieron decir que lo informado en un primer momento sobre dos víctimas fatales en el siniestro, había sido un error, ya que en el auto había solamente un cuerpo.
   Lo que ocurrió en este caso y en los de las desapariciones de los otros agresores detenidos, fue que ninguno de ellos tenía una existencia independiente de las percepciones de los periodistas, ya que dichos agresores fueron proyecciones psíquicas materializadas inconscientemente por ellos mismos; es decir, los periodistas, con su propia negatividad y conciencias sucias, sin saberlo le habían dado vida a sus propios castigadores; estos últimos los habían juzgado con la misma severidad con que ellos habían continuamente juzgado a los demás y los habían castigado en consecuencia.

   ¿Quién podría decir que en estos hechos no se manifestó claramente la justicia?... … (solamente un periodista).

domingo, 26 de diciembre de 2021

¿Matar a Perón? (historia de las JAEP) - Martín Rabezzana

 
   Una joven que militaba en la Juventud Peronista Regionales, allá por principios de los años setenta del siglo veinte y que era muy aficionada al estudio de los insectos, llegó un día a una terrible conclusión que la haría replantearse todo aquello que hasta el momento había creído correcto; primero pensó en no contarle a nadie su parecer respecto al rumbo que estaba tomando no sólo la militancia política, sino también, la humanidad toda, pero en cierto momento no pudo más y decidió comunicárselo a sus compañeros.
   Un día, en la unidad básica en la que militaba, tras un largo preámbulo en que le advirtió a sus compañeros que lo que tenía para decirles podría revolucionar totalmente sus formas de pensar, dijo lo siguiente:
   -Todos los animales (y nosotros como humanos, somos parte de la animalia) pasan por diversas fases; hay clasificaciones zoológicas que dividen a las especies en base a sus niveles de sociabilidad, del siguiente modo: están los animales solitarios, los presociales, los subsociales, los parasociales, los comunales, los cuasisociales, los semisociales, y finalmente, cuando el grado de evolución en lo que hace a la sociabilidad llega al punto más alto, los animales son llamados: “eusociales”; en este nivel de mayor organización social, están las hormigas, que tienen una división de clases similar a la de los seres humanos. Es decir, hay hormigas obreras, hormigas recolectoras de alimentos, hormigas que hacen trabajos de limpieza, hormigas militares, hormigas que hacen trabajos de inteligencia en pos diseñar planes de ataque a diversos hormigueros para saquear y tomar esclavos, y hay hormigas de muchas más clases. Y si bien, como ya dije, todas ellas son eusociales, dentro de la eusociabilidad hay diversos grados, y las hormigas que llegan al grado más alto de todos, ¿saben cómo se llaman? –y miró a sus compañeros esperando respuesta; todos negaron saberla, entonces continuó: -“Guerreras”. También se las llama “hormigas legionarias” y “marabuntas”; estas hormigas son las más despiadadas de todas ya que son las que realizan las razias más feroces en las que saquean otros hormigueros y matan sin vacilar, e incluso cuando no tienen intención de realizar saqueos, matan por matar porque viven para destruir, y lo hacen a la mayor escala posible; las marabuntas no atacan solas, son justamente ellas las hormigas que atacan en mayor número a TODO lo que encuentran a su paso, y de sus raides inescrupulosos de destrucción, no sólo son víctimas otros insectos, sino también, seres humanos…
   Y tras algunos segundos de silencio, prosiguió: 
   -Todo indica que ningún ser eusocial tiene pensamientos propios, ya que son colectivos y proceden de su líder que, en el caso de las hormigas, es la reina, de ahí la obediencia ciega que ante ella, tienen, y cuando la reina muere, las hormigas, como despertándose de un trance hipnótico, recuperan su individualidad… Lamentablemente todo indica que nosotros, como especie, vamos camino a la eusociabilidad más alta, es decir: vamos camino a ser marabuntas…
   La chica volvió a hacer una pausa y suspiró profundamente; después dijo:
   -Compañeros: la fase de la eusociabilidad más alta, está para TODA LA HUMANIDAD, muy próxima, y es similar a la “insectificación” que el propio Perón denostó al referirse a las comunidades “marxistas” por no haber en ellas lugar para la individualidad; paradójicamente, yo veo que en nuestro movimiento que busca la liberación nacional, nos estamos “insectificando” al haberle entregado nuestra voluntad a un líder;… Perón es nuestra “hormiga reina” por cuya adoración no podemos ser nosotros mismos, y la adoración a Perón, como la adoración a cualquier líder, nos conduce inevitablemente a la “marabuntez”, por lo que para lograr una verdadera liberación nacional, primero debe haber liberación individual, lo cual implica que debamos dejar de seguir a nuestro líder y empezar a organizarnos sin él.
   Todos los integrantes de la unidad básica que habían escuchado el discurso de la chica respetuosamente y en silencio, trataron de contener la risa (no todos lo lograron), y tras pasar algunos segundos, cambiando de tema, uno de ellos dijo:
   -Bueno… ¿comemos algo?
   -Dale, tengo un hammbree –dijo otro, y los demás dijeron cosas parecidas.
   La chica, totalmente desanimada por no haber logrado ser tomada en serio por nadie, se fue en absoluto silencio.
   Varias semanas después de su intento fallido de convencimiento a sus compañeros, la chica se dirigió a otra unidad básica y de nuevo fueron sus conceptos, desestimados, pero no se rindió, ya que inmediatamente se dirigió con su prédica a otra unidad básica de la Jotapé, y después a otra, y a otra, y a otra, y en todas ellas le pasó lo mismo, hasta que finalmente en una de ellas, una joven consideró válido lo que había escuchado y decidió seguirla y colaborar en la difusión de sus ideas, por lo que con ella fue hasta otra unidad básica en la cual varios jóvenes escucharon y aceptaron la validez de las ideas en cuestión, y también decidieron sumarse a su propagación, y fue que en cuestión de 3 semanas, eran unos 100 los jóvenes que estaban persuadidos de que había que liberarse de la fe ciega en un líder, ya que eso hacía de ellos, “hormigas” sin voluntad propia que en cualquier momento volveríanse “marabuntas”, y por ellos oponerse a llegar a tal grado de destructibilidad, denominaron a la agrupación que conformaron: “JAEP” (Juventudes Argentinas para la Emancipación Personal).
   Habiendo ya logrado un nivel de adhesión importante a sus ideas, la chica le dijo a su grupo:
   -Hay una cosa que no les dije antes porque posiblemente habría corrido peligro mi vida de haberlo hecho sin asegurarme previamente de que entendían y compartían mi modo de pensar; ahora que sé que así es, se las digo: las hormigas, como ya les dije, recuperan su individualidad cuando la reina muere, y esto ocurre por causa de enfermedad, causas naturales, accidente o ataque de hormigas de hormigueros enemigos, ya que las de su propio hormiguero no la pueden matar; nosotros, que no estamos en su nivel de eusociabilidad, pero que vamos como especie camino a estarlo, sí podemos matar a nuestra “reina”, “rey”, “líder”, o como lo quieran llamar, y es eso justamente lo que tenemos que hacer para liberarnos y emprender un camino exento de ataduras psíquicas que nos permita ser verdaderamente libres.
   Un joven había entendido lo que eso significaba, sin embargo, para asegurarse del todo de que lo que había creído entender, era correcto, le preguntó:
   -Lo que decís es que tenemos que…
   Entonces se calló y la chica le respondió:
   -Sí sí; tenemos que matar a Perón.
   Todos los militantes de las JAEP estuvieron de acuerdo con el plan de matar al entonces presidente, por lo cual iniciaron un trabajo de inteligencia que duró varias semanas, y cuando creyeron encontrar el momento justo para lograr su objetivo, unos 25 jóvenes provistos de armas de fuego, abordaron un colectivo que habían alquilado con la intención de dirigirse hasta cierto lugar en el que Perón daría una conferencia; allí intentarían poner en práctica su plan, pero ocurrió que, tras bajar del vehículo y empezar a caminar atravesando una plaza, la chica se adelantó a todos y fue así que todos los militantes pudieron verla al mismo tiempo, y lo que vieron en ella fue algo que nunca antes ninguno de ellos había visto: sobre su cabeza se podía vislumbrar una especie de corona que, si bien era translúcida, era claramente una corona Real; después vieron aparecer un ala en su espalda; después, otra, y finalmente, cuando se dio vuelta para mirar a sus compañeros y alentarlos en su acción por realizar, todos pudieron ver durante unos diez segundos, a un rostro que ya no era de mujer, sino de hormiga; pasados esos instantes, su rostro volvió a ser el de antes y sus alas y corona de reina, se desvanecieron; los integrantes de las JAEP se miraron entre ellos extrañados pero totalmente seguros de qué era lo que debían hacer, por lo que primero se detuvieron y permanecieron inmóviles unos segundos, y cuando la chica les preguntó por qué se detenían, lenta y ominosamente, se le acercaron, ante lo cual, ella, muy asustada, empezó a retroceder y les dijo:
   -¿Qué les pasa muchachos?... Vamos… ¡No jodan, che!
   Pero ninguno respondió; después todos sacaron sus armas y la apuntaron; ella dijo:
   -¡No, compañeros! ¡Por favor!.... ¡No, no….! ¡NNNOOOOOOO!
   Los gritos de la chica se acallaron rápidamente dado que sus compañeros, ahí nomás la ultimaron, tras lo cual, inmediatamente despertaron como de un trance hipnótico; segundos después, dejaron caer sus armas al piso y se dispersaron.

   Si bien podría decirse que los militantes de las JAEP traicionaron a su “reina”, dado que ella misma les había dicho que matar al líder era necesario para lograr autonomía personal y evitar así convertirse en “marabuntas” destructoras, también podría decirse que fueron leales a ella, ya que, al matarla, siguieron sus directivas.
 
   La lealtad y la traición, a veces son indistinguibles.