domingo, 15 de marzo de 2020

Esto NO ocurrió en el Parque de la ….. (cuento) - Martín Rabezzana


   Estando yo en uno de los tantos trabajos "intelectuales" que tuve (o sea, en el sector limpieza) en cierto parque de diversiones cuando tenía poco tiempo de haber sido inaugurado, pude ser testigo del ascenso y caída (estrepitosa y a un piso sin acolchado) de muuuchos artistas, ya que cuando el parque recién abrió, había no sólo juegos mecánicos, sino también toda una serie de espectáculos infantiles teatrales y circenses (sin animales no humanos) que, por falta de público fueron levantados uno tras otro en los últimos meses del primer año por los (malditos) directivos de la empresa que de conmiseración para con el personal, no tenían nada, ya que de haberla tenido habrían bancado a dichos espectáculos aunque en lo económico no redituaran mucho dado que el éxito general del parque resultaba en que los mismos pudieran ser mantenidos igual, pero no… No sólo no les importaba la diversidad artística del lugar, sino tampoco las vidas ni los sueños de aquellos que en los espectáculos mencionados, trabajaban; todo esto me lo dijo un malabarista durante un descanso de un ensayo de uno de sus actos que, gracias a su trabajo en el parque había pasado de laburar por monedas frente a los semáforos, a tener un sueldo todos los meses que le permitía mantenerse; yo iba a decirle que los directivos del parque no tenían la culpa de que los pibes prefirieran los juegos mecánicos a ver actos teatrales y circenses, pero no se lo dije ya que habría quedado como que me ponía del lado de ellos, entonces tuve que guardarme expresiones de tipo: "¿Por qué los chicos no aprecian a quienes con toda pasión ejercen sus oficios artísticos cuyo objetivo es brindarles positividad?... …¿Por qué prefieren a esas insensibles moles mecánicas que te revuelven todo lo que lastraste (y tomaste) causándote un vómito probable y una nausea segura?.. ¿Por qué prefieren esos absurdos autitos chocadores y no a ustedes? …¡Qué pendejos de mierda, carajo!"; no le dije ninguna de estas cosas (si hubiera dicho lo de los autitos chocadores, habría sido muy hipócrita porque yo también los habría preferido siendo chico, y la verdad que siendo grande, también), lo que dije fue:
   -¡Qué basura que son los directivos del parque!
   Los días pasaron y el espectáculo en que participaba el malabarista fue finalmente levantado; el último día de su función (que se realizó a sala casi vacía), me acerqué a su sala para saludarlo y desearle suerte en la vida, pero noté que no estaba por ningún lado; cuando la obra terminó le pregunté a uno de los actores en dónde estaba el malabarista y me dijo que: "terminó como terminó" porque su sueño había sido trabajar en una empresa importante que le permitiera vivir de su arte, y como lo había logrado y se sentía recontra feliz, al serle comunicado su despido, le sacaron toda felicidad y las ganas de seguir adelante, por eso no vio otra salida más que… y no pudiendo seguir hablando por la emoción, se retiró.
   En las semanas posteriores levantaron varios otros espectáculos similares y se corría el rumor de que muchos de sus artistas habían perdido mucho más que el trabajo, pero no lo quise creer ya que era consciente de que la gente es ficcionadora, dramatizadora y exageradora por naturaleza, por lo que continuamente inventa, agrava y sobredimensiona a los hechos menores en pos de añadirles emoción al relatarlos, pero fue que llegó la última función de estos espectáculos que le conferían al parque una diversidad artística valiosísima, y a mí me tocó (junto a otros empleados) limpiar el escenario una vez que todos se hubieron ido; los demás empleados de limpieza se demoraron por lo que yo fui el primero en llegar al lugar; apenas empecé a barrer el piso vi algo que nunca voy a olvidar: una de las integrantes del espectáculo teatral estaba colgando de una soga a un costado del escenario, y entendí entonces que los rumores sobre el final trágico y común de tantos artistas teatrales y circenses del parque, no eran productos de imaginaciones febriles. Eran ciertos.
   Tras recuperarme un poco de la impresión que me dio el ver a la mina en la horca, le fui a avisar al gerente del lugar lo que había visto, y el tipo, sin sorprenderse en absoluto (debido a que lo mismo había ocurrido ya en varias oportunidades), me dijo:
   -De esto ni una palabra a nadie, ¿eh? Y menos a los medios.
   Yo rápidamente dije:
   -No no.
   Y cumplí (hasta ahora).

miércoles, 26 de febrero de 2020

Amor fati (cuento) - Martín Rabezzana


El destino conduce a quienes lo aceptan y arrastra a quienes se le resisten.


Séneca

   Yo me encontraba de vacaciones con mi familia en Villa General Belgrano (provincia de Córdoba); en ese lugar abundan los arroyos cuyos alrededores verdosos son muy atractivos de día y de noche, si bien cuando era chico, de noche los mismos, lejos de causarme atracción, me causaban rechazo por resultarme atemorizantes, pero en esta oportunidad ya era grande, por lo que el temor a visitarlos en horario nocturno era ya para mí completamente nulo.
   Antes de dormir (tipo dos de la madrugada) muchas veces yo solía acercarme hasta cierto arroyo y pasar un rato sentado frente al mismo en total soledad; una noche, para mi grata sorpresa, una mujer apareció y nos pusimos a hablar; "¿De dónde sos? ¿Cuánto tiempo te vas a quedar en Córdoba? ¿Venís siempre acá?", etcétera; mientras conversamos caminamos bordeando el arroyo hasta llegar a una zona de aguas cuya profundidad permitía nadar, entonces ella se sacó la prenda superior que tenía y estando ya en traje de baño, me dijo:
   -Voy a entrar al agua. ¿Venís?
   Yo respondí:
   -No… hace un poco de frío como para entrar al agua.
   Ella, sonriendo dijo:
   -Bueno; yo sí voy a entrar -e ingresó al agua y nadó con una gracia propia de una nadadora profesional.
   Yo la miraba sabiendo que me perdía de mucho más que del divertimento del baño nocturno si no la acompañaba, por lo que cambié de opinión y decidí entrar al agua, entonces me saqué las alpargatas y la remera, y cuando apenas hube ingresado a las aguas, la vi sumergirse y a los varios segundos la vi emerger dando manotazos y pronunciando algunas palabras con dificultad; era obvio que se estaba ahogando, por eso me apuré en adentrarme a la parte profunda en que ella estaba para rescatarla, pero por más que nadé en todas las direcciones, no la encontré; los minutos pasaron y ella no aparecía; una corriente debía haberla arrastrado; entonces entré en pánico y salí del agua con la intención de avisarle a alguien lo que había ocurrido, pero en cuanto salí, pisé una piedra filosa que me causó una herida profunda que me provocó un dolor intenso; entonces me desperté en mi habitación totalmente sobresaltado; todo había sido un sueño.
  
   Eran las dos de la mañana y tras un rato de intentar infructuosamente volver a conciliar el sueño, me levanté, me puse las bermudas, las alpargatas y la remera, y salí en dirección al arroyo que habitualmente visitaba; tras varios minutos de permanecer en la orilla, apareció la mujer de mi sueño y se repitió la conversación que en el mismo tuvimos. Entonces sentí que el sueño había sido premonitorio y tenía el objetivo de alertarme sobre lo que a la mujer le ocurriría para que lo evitara, por eso cuando tras caminar en dirección a la zona de aguas profundas ella me dijo que quería bañarse, le pedí que no lo hiciera, pero por más que insistí, ella se decidió a entrar igual, pero esta vez entré yo con ella ya que pensé que estando a su lado, podría cuidarla y sacarla inmediatamente del agua de ella mostrar el menor indicio de dificultad al nadar; nadamos con tranquilidad durante algunos minutos y en determinado momento ella se sumergió y yo la seguí; bajo el agua me tomó afectuosamente de las manos y tras algunos segundos me soltó, entonces ya no pude verla; salí a la superficie y miré en todas las direcciones pero no la vi por ninguna parte; salí del agua muy nervioso deseando que la mujer me hubiera hecho una broma y me sorprendiera apareciendo de improviso desde detrás de un árbol o algo así, pero eso no ocurrió, por lo que decidí buscar a alguien para avisarle lo que había pasado, pero mientras caminaba pisé una piedra filosa que me causó una herida profunda que me provocó un dolor intenso, entonces me desperté en mi habitación totalmente sobresaltado; otra vez todo había sido un sueño.
  Los días pasaron y seguí soñando lo mismo: me encontraba con la mujer a orillas del arroyo, íbamos a la zona de aguas profundas, entrábamos al agua y ella desaparecía sin que yo pudiera evitarlo; a esa altura yo pensaba que seguiría soñando lo mismo hasta que pudiera cambiarle el final a la historia, ya que sentí que me estaba predestinado salvarla, pero como nunca podía lograrlo, me resigné a que el sueño siguiera su curso sin yo oponer resistencia a lo que en el mismo aconteciera, y fue que una noche (la última antes de volver a mi casa en Magda Buen Ayre) fui al arroyo al que habitualmente iba y caminé hasta la zona de aguas profundas, pero la mujer no apareció (ya que sólo en sueños aparecía y estaba seguro de en ese momento estar en la vigilia), entonces entré al agua solo, nadé un rato y al salir de la misma, pisé una piedra filosa que me causó una herida profunda que me provocó un dolor intenso, entonces me desperté, pero no en mi habitación de la casa que con mi familia alquilábamos para vacacionar, sino a orillas de la zona profunda del arroyo; al abrir los ojos vi a la mujer de mis sueños sobre mí sonreírme con enorme alegría y supe que su expresión de felicidad se debía a que había logrado resucitarme tras darme primeros auxilios (todo esto sí ocurrió en la vigilia).
   Ella había casualmente pasado por ahí y al verme desde lejos en el agua nadando con dificultad por haberme acalambrado, ingresó a la misma y me sacó cuando yo me encontraba en estado de inconciencia; entonces entendí que me había estado oponiendo al libro del destino que en sus páginas tenía escrito que no era yo quien debía salvar a la mujer, sino ella a mí.
   Cuando dejé de oponer resistencia a lo que para mi vida estaba predeterminado, los acontecimientos siguieron libremente su curso y dejé de tener ese sueño recurrente.



(De chico estuve en Villa General Belgrano y les digo que el lugar está una re maza).

martes, 28 de enero de 2020

Clarisa, “ella” y yo (cuento) - Martín Rabezzana


  
   Por "popular" se suele entender: de clase baja, pero yo nunca lo entendí así; yo, por "popular" siempre entendí algo que tiene arraigo en todos los estratos socioculturales y no sólo en uno, y el tipo y "ella" lo tenían ya que (sin negar que también tenían detractores en todos los ámbitos) eran apreciados por personas de clase alta, media y baja. Gente de izquierda, de centro, de derecha y hasta por algunos que habían sido libertarios (por inverosímil que suene), por lo que el título de "populares", a ellos les corresponde totalmente, lo que sí les digo es que no me pidan que imparta juicio sobre la calidad de lo "popular", ya que no sé si tal cosa sea buena o mala; la cuestión es que a "ella" (su nombre no será mencionado, por eso la llamaré simplemente "ella", ya que nadie creería que la conocí ni menos que semejante minón me apretó contra sí muchas veces) la conocí cuando era chico (muy chico); era amiga de una vecina que al saber que por las tardes me quedaba solo, se había desinteresadamente impuesto la tarea de cuidarme.
   Mi cuidadora, que se llamaba Clarisa, parecía tenerle resentimiento a los hombres, pero a mí me quería mucho (claro… yo todavía no era un hombre) y yo la quería mucho a ella.
  Las tardes que pasé con Clarisa conformaron mis recuerdos más preciados; nos divertíamos mucho juntos; me encantaba estar con ella.
  Cuando se empezaba a terminar la tarde y se acercaba la hora de su trabajo, Clarisa se maquillaba y vestía de un modo que era desaprobado por el entorno "decente"; yo así lo percibía pero no entendía el por qué de tal desaprobación (como no lo entiendo tampoco ahora), y en esas tardes en que me cuidaba (a veces en mi casa y a veces en la suya), "ella" habitualmente la visitaba y nos reíamos, jugábamos a muchas cosas, tomábamos mate y comíamos tostadas (esto último, sólo Clarisa y yo porque "ella" nunca quería comer nada).
   A "ella" la recuerdo grande de edad (no porque lo fuera, sino porque yo era muy chico), pero en realidad era apenas adolescente (varios años menor que Clarisa); era flaquita… linda… pálida… frágil… sobretodo, frágil, por eso me sorprendió sobremanera la ira con que se expresaría (y se conduciría) públicamente años más tarde, ya que esa forma de ser aparenta ser contraria a la fragilidad mencionada, pero en realidad ahora entiendo que la furia agresiva es la forma que toma la debilidad cuando está en su punto más alto, de ahí que esa "fuerza" que mostraría, no fuera más que aparente.
   A "ella", yo le gustaba; a esa edad (tenía unos 6 años) a casi todas las mujeres le gustaba; lamentablemente no estaba preparado entonces para recibir del sexo opuesto todas sus bondades, y cuando crecí y finalmente lo estuve, el gusto que mayormente las mujeres en general tenían por mí, disminuyó hasta casi desvanecerse por completo.
   A "ella" la escuché varias veces hablar con Clarisa de cierto hombre que terminaría siendo un mártir de la bandería (negra) de los humildes, por lo que me consta que ese "mito" que se difundió sobre su relación con él, no es tal;… es todo cierto; me acuerdo perfectamente del día en que Clarisa le dio plata para que pudiera irse a la capital a buscar a su amor detenido y atormentado hasta la muerte por haber cometido el "pecado" de predicarle a los pobres contra el estado, la burguesía, el capitalismo, la iglesia, las cárceles y los manicomios; su única arma era la palabra y la misma bastó para que las autoridades lo consideraran merecedor de aniquilación; a tratar de verlo y salvarlo "ella" se fue a la capital (pudo verlo pero no salvarlo); los otros motivos que se han presentado históricamente para explicar su decisión de irse de su pueblo, son erróneos.
   Por lo recién contado es que nunca pude entender cómo "ella" pudo posteriormente reivindicar a los mismos que reprimieron a los libertarios de modos tan crueles como, por ejemplo, arrojándolos vivos al Río de la Plata atados a piedras; en aquellos años treinta, cosas así eran moneda corriente en el país así como los fusilamientos clandestinos… …Nunca entendí cómo pudo soportar tratar con gente que era responsable directa de la misma represión que aquel que probablemente haya sido su único verdadero amor, sufrió; nunca entendí cómo pudo llamar "locos" a los anarquistas no sólo por todo lo ya expresado, sino además porque ella misma llegó a sufrir (justamente por intentar rescatar a su amor) las consecuencias de ese título tras haberle sido aplicado; tras eso ocurrir, fue sometida a aberraciones médicas tan espantosas e injustificables como la lobotomía;… …¿Cómo pudo olvidarse de esas cosas? Y si no las olvidó, ¿cómo pudo justificarlas?... …La única explicación sensata a esto es que cuando tomás al poder, el poder te toma a vos, dejás de ser quien sos y empezás a ser alguien distinto al que hasta entonces eras; alguien totalmente contrario a quien pretendías ser.
  Sin pretender justificarla, digo que ahora sé que sólo hiere quien está herido, de ahí que en cada una de sus acciones lesivas contra otros, se haya ido revelando un estado de debilidad emocional que a causa de su ejercicio del poder, no hizo más que agravarse.
   En fin… su historia es muy conocida, por lo que ya sabrán cómo siguió cuando se fue a la capital y cómo terminó, y respecto a Clarisa, como ya dije, ella me quería mucho y yo la quería mucho a ella, pero entonces no lo sabía (al menos no sabía cuánto la quería), por eso no pude llorarla cuando la mataron y recién pude hacerlo años después, y en ese llanto acumulado había, además de dolor por su ausencia, culpa por no haberla llorado antes.
   Sé que es egoísta de mi parte, pero por un lado siento que es mejor que Clarisa ya no esté en este mundo porque de haber seguido acá, me habría visto llegar a grande y seguramente se habría decepcionado (como lo estoy yo de mí mismo) por lo insignificante que soy… …por suerte me conoció sólo en mi mejor versión.

   No pienso en la amiga de Clarisa demasiado, sólo de vez en cuando, y al recordarla mi sentir es generalmente neutro.
   A Clarisa la recuerdo TODOS los días con mucho amor y de vez en cuando la sueño; muchas veces me habla pero no puedo escucharla;… tal vez algún día logre entender lo que me dice.

martes, 31 de diciembre de 2019

Visiones infames en la “María Elena” o: Ella y él (cuento) - Martín Rabezzana



   Lo primero que vio fue un enorme fogonazo, después vio caer al piso a un tipo trajeado al estilo de los años 20 del siglo pasado. Después, como si fuera a través de sus propios ojos, vio al que había disparado el arma que causó el resplandor, despertarse en ese lugar no pudiendo sentir ni oír. Sólo podía ver, y después… ya no… Al rato se hizo la noche, el día, la luz, la oscuridad, el frío, el calor, el tiempo, el no tiempo, el todo y la nada; todo eso lo vio y lo sintió simultáneamente ya que estaba en el todo/nada que es ese lugar que desde este plano llamamos comúnmente "muerte", y ese estado de sentires simultáneos tuvo lugar en una habitación de la otrora casa quinta situada en Monte Grande de Alberto Barceló, quien fuera en varias oportunidades intendente de Avellaneda; a ese lugar había ido con sus amigos ya que en esos años 90 (a diferencia de lo que ocurre actualmente, ya que se hizo una restauración para que el lugar sea usado por el poder judicial) la quinta estaba abandonada y era sabido que se podía ingresar a la misma sin dificultad, y así fue, ya que esa medianoche los cuatro jóvenes franquearon un paredón e ingresaron a esa enorme casa llamada la "María Elena" y la recorrieron enteramente, y fue en un momento en que el joven protagonista de esta historia se apartó de los demás y entró a una habitación en la que había una celda, que tuvo las visiones que ya conté, y previamente a eso sintió un cambio abrupto de temperatura, pero no se trató de un descenso de la misma, a diferencia de lo que habitualmente se dice que ocurre cuando en un lugar hay actividad paranormal, ya que en este caso la temperatura se elevó considerablemente, lo cual fue muy notorio porque era pleno invierno; ese cambio drástico de temperatura es señal inequívoca de que algo raro está teniendo lugar, aunque las personas de mente cerrada (que en su común necedad eligen casi siempre para definirse el título de "escépticas") digan que tal cambio se debe a cualquier otra cosa y no a actividad paranormal, pero no lo dirían si estuvieran en donde el adolescente entonces estaba ni menos de experimentar (como le había ocurrido a él) visiones de hechos ocurridos en los años 20 en ese lugar que en esos años oficiaba de mazmorra destinada a aquellos considerados enemigos por ese ser despreciable que fue Alberto Barceló.
   Lo que el joven experimentó lo asustó sobremanera ya que nada parecido le había ocurrido antes, pero tras salir del cuarto y reencontrarse con sus amigos, nada les dijo de todo esto por temor a que lo consideraran loco (como tan tontamente hacen casi todas las personas ante alguien cuya forma de sentir, de pensar o de ser, no entienden).
   Tras varios minutos más de caminata por el lugar, volvieron a subirse al auto propiedad del padre del único de ellos que tenía edad para manejar en el que habían llegado, y salieron de Monte Grande con dirección a sus respectivas casas en la ciudad cervecera de Magda Buen Ayre.
   Mientras los demás hablaban, el joven que tuvo la experiencia paranormal se hizo el dormido durante casi todo el trayecto de vuelta a su hogar para no tener que entrar en conversación y recordó una y otra vez lo que en la alguna vez mazmorra de la "María Elena", vio, y tras algunos minutos volvió a tener una visión, pero no era una repetida, sino una nueva: vio al hombre de su primera visión que había matado a balazos a otro, acariciar con un sentir profundo de amor y compasión a una prostituta, entonces entendió que el individuo había abierto fuego contra quien era un polaco perteneciente a la Zwi Migdal y gerente de un prostíbulo propiedad de Barceló, con el objetivo de liberar a una mujer empleada ahí contra su voluntad; tal intento (infructuoso) de liberación, al hombre se lo habían hecho pagar en la celda clandestina de la "María Elena" en la que su vida concluyó.

   Muchos años después de la visita a la casa quinta en cuestión, mientras transitaba una vereda de una ciudad de Magdalena del Buen Ayre, el protagonista de esta historia se cruzó con una mujer de su misma edad que llevaba a dos chicos de la mano (evidentemente sus hijos); no recordaba haberla visto antes y ella tampoco a él, sin embargo ella le dirigió una mirada llena de positividad y tras algunos segundos, no pudiendo reprimir una expresión de afecto por ella misma no entendida racionalmente, le cerró el paso y le dijo:
   -¡Gracias!
   Tras lo cual lo besó en la mejilla y siguió su camino.
   Él no entendió inmediatamente quién era ella ni por qué le había agradecido, pero sí lo entendió tras un rato, entonces, mientras recordaba a la mujer del prostíbulo de su visión, a media voz, dijo:
   -¡Era ella!
   Y recordando al desafortunado hombre que murió en la mazmorra de la quinta de Barceló, dijo:
   -Y era yo…