lunes, 7 de julio de 2025

El no tan invisible y la dama alada (cuento) - Martín Rabezzana

-Palabras: 5.169-

Entrevistador y entrevistado

   El individuo, que trabajaba para una publicación importante, había contactado al escritor con el fin de entrevistarlo; la entrevista sería la primera que al escritor, en su vida le realizarían; la misma tendría lugar a las 16:30 horas de un día de otoño, en el “Paz Café y Restó”, ubicado en Alsina & General Paz, Quilmes.
   Mientras el literato se dirigía al bar por la calle Alsina, estando a la altura 440, vio a un pájaro negro de grandes dimensiones, sobrevolar el área; su aleteo era muy sonoro, por lo que le llamó la atención el hecho de que, de los varios transeúntes que en la calle había, ninguno más que él, pareciera haberlo advertido; en principio pensó que se trataría de un cuervo, pero rápidamente descartó esta posibilidad, por no vivir, dichos pájaros, en esa zona y además, porque ese ave que había pasado, era demasiado grande para serlo.
   Una vez en el lugar pactado para la realización de la entrevista, el escritor saludó a su entrevistador que, al verlo llegar, se había levantado de su asiento situado frente a una mesa del exterior que hacia la vereda de la calle General Paz, daba; tras ambos hombres saludarse, pidieron cerveza y, tras el entrevistador poner a grabar en modo audio, a su teléfono celular, la entrevista se inició; el entrevistador, al escritor le dijo:
   -El artista es un transmutador, o dicho de modo poético: un alquimista, ¿o no?
   El escritor dijo:
   -Por supuesto, y es paradójico… ya que el artista se llena de situaciones cotidianas relevantes o irrelevantes para, una vez por él, metabolizadas y, por consiguiente, recicladas, exteriorizarlas artísticamente, llevándolas así, a una aparente (o tal vez, real) inmortalidad, y es muchas veces (las más de ellas) alguien que en dichas situaciones, pasa casi totalmente desapercibido…. y tal vez, así deba ser;… el artista tal vez deba ser un observador, para poder ser un inmortalizador de aquello que observa, e incluso, para poder ser inmortalizador de sí mismo, ya que si lo que artísticamente produce, alcanza la “inmortalidad”, también la alcanza él, debido a que al recordarse su obra, también se lo recuerda a él (salvo que no la firme)… no obstante, cualquier gran artista (al menos, de él sentir que su vida es un fracaso) cambiaría a la mencionada inmortalidad, por una vida fugaz pero bien vivida, como suelen generalmente tenerla aquellos a quienes observa e inmortaliza; estos seres, muy rara vez advierten que sus vidas aparentemente irrelevantes, son relevantes, porque de no serlo, no serían interiorizadas por nadie como sí lo son, por los observadores mencionados, quienes, a diferencia de los que registran hechos de modo no artístico, transmiten una vitalidad que quienes los registran de modo no artístico (los historiadores), no transmiten, y si lo hacen, dejan de ser historiadores… ...Es, por todo lo dicho, que el artista es alguien poderoso, pero su poder, por no ser de carácter coercitivo, en nada se parece a éste último; a los poseedores de poder coercitivo, yo los denomino: “malvados”, a los que poder de otra clase, tienen, bien podría denominarlos: “bondadosos” o incluso, metaéticos, pero no en el sentido que en el ámbito filosófico, se le da a esa palabra, que lleva a que mediante la misma sean denominados quienes analizan a los valores, sino en el sentido literal que da a “ética”, el prefijo de “meta” (o sea, “más allá”); es decir, con “metaético”, me refiero a alguien que se encuentra más allá del bien y del mal;… A quien ha alcanzado tal lugar, ¿cómo no considerarlo superior a los demás?… Todo no artista que aprecie al arte, de modo consciente o no, así lo considera, porque la admiración que por el arte de alguien, uno siente, lleva al sentir de que quien lo ha creado, está por encima de quienes no lo han hecho, y esto también lo sienten quienes son artistas (e incluso, grandes artistas) hacia aquellos a quienes consideran creadores de grandes obras de arte… entonces… la superioridad de uno respecto a otro, existe, y nada tiene que ver con que uno se imponga al otro, lo domine ni lo explote, sino con la capacidad de ese uno, de al otro, seducirlo, envolverlo en bienestar y extasiarlo… y todo esto, el creador de arte que a uno lo conmueve, con uno lo logra sin siquiera tocarlo… ¿Cómo no querer ser artista? ¿Por qué querer ser otra cosa?… pero… puede darse el caso en que uno esté desprovisto de talento para el arte que emprenda, entonces, la conmoción causada en otros, es nula, o es efectiva, pero lejos de ser positiva, es negativa; por esto es que no basta con ser artista, hay que ser un gran artista, y la grandeza, al artista se la confiere el reconocimiento de los demás… sin atribución de valor a una obra por parte de otros, la obra de un artista, no es grande… y este caso en que la valoración positiva de lo artísticamente por alguien producido, es, por parte de las personas, escasa o nula, no es excepcional, es la regla, y cuando uno como artista, siente estar dentro de la misma, ¿cómo querer ser artista?…. ¿Cómo no querer ser otra cosa?… pero de pensarse mucho en estas cuestiones, para el momento en que se llega a estas conclusiones y se resuelve que mejor es, no ser artista, ya es tarde, porque quien en estos temas, mucho piensa, es necesariamente alguien que ya ha emprendido un camino artístico del que se sale solamente muriendo… dicho esto, el suicidio es una opción más que válida para todo aquel que sea un artista no reconocido durante un largo tiempo. 
   Tras una pausa de algunos segundos, el entrevistador preguntó:
   -¿Cómo fueron tus comienzos en las letras y qué pretendías artísticamente lograr, en aquellos tiempos?
   -La letra musical fue la primera forma de arte escrita que en serio, desarrollé, logrando mayormente resultados deplorables que me llevaron a intentar desarrollar otra forma de arte que fue la literaria;… recuerdo que yo pretendía ser transgresor y que mis obras fueran, por consiguiente, contraculturales… en algún momento dejó de interesarme la transgresión y empecé a escribir sin muchos planes, dejando que las ideas fluyeran… ya sin intenciones de lograr algo controvertido (al menos, en lo por mí, hecho en la ficción, dado que desde el ensayo y el aforismo, sí abordé temáticas controvertidas), en algún momento me interesé sobremanera en el periodo de los años 1970, y lo que de eso resultó, fue literatura argento-setentista (guerrillera y no guerrillera) (además de historias de otro subgénero derivado del ya mencionado, que di en llamar: argento-post setentismo), y la misma, no puedo en realidad decir que sea controvertida, porque la ausencia casi total de leedores, resulta en una ausencia también, de detractores, que serían quienes controvertirían lo que produzco, pero sí puedo llamarla: “potencialmente controvertida”, y también, sin dudas, transgresora… ...Como temática controvertida por mí, desarrollada, está también la de la antipsiquiatría, a la cual, después de mucho tiempo de mantener circunscrita en su tratamiento al ámbito de los ensayos, empecé a desarrollar en el ámbito de la ficción… la cuestión es que… si bien la idea de hacer arte contracultural, había sido por mí, abandonada, para cuando escribí obras como MATAR MORIR VIVIR, Ni olvido ni perdón. REVANCHA y Hechizo… de concha americana (y creo que podría incluir también a Ania milvidas, y a Gloria noche y día), las mismas terminaron siendo contraculturales, ya que no veo que obras de arte con la temática y estilo de estos  libros míos que mencioné, estén siendo producidas por otros, y si me equivocara y sí estuvieran siendo producidas por otros, lo que no están, es ocupando un espacio en los grandes medios, y toda cultura que no sea difundida por ellos, puede ser considerada “contracultural”.
   -Y más allá de lo artístico, ¿qué pretensiones tenías al empezar a escribir?
   -Una era la de convertirme en alguien; yo pretendía que el oficio de escritor, me confiriera una personalidad que uno no siente tener, de realizar una actividad que no lo satisface, como ser, una que no es más que un mero medio de subsistencia, y otra era la de ganar plata; yo creía que había muchas posibilidades de vivir de las letras, por lo cual, desde un primer momento escribí con la intención de que mi trabajo fuera remunerado, pero cuando intenté publicar, allá por mediados de los años 2000, me encontré con la amarga sorpresa de que es imposible, para la inmensa mayoría de los escritores, ganar siquiera algo de plata con la literatura, ya que la mayoría de ellos tiene incluso que pagar para publicar sus obras en papel, y aun quienes sí llegan a publicar sus libros a través de grandes editoriales que les pagan, el pago muy rara vez alcanza para vivir… y más allá de mi intención de ganar plata con las letras, siempre tuve el sueño de ser una figura importante de la cultura… ...Lo “políticamente correcto” por decir en estos casos, es  lo que Albert Camus me dijo, tras yo expresarle mi frustración por el nulo rédito que mi trabajo en las letras, me reporta (bueh… un personaje de inteligencia artificial hecho en base a Albert Camus, con quien tuve una hermosísima conversación que me llevó a dudar sobre si la inteligencia artificial, no es un medio para comunicarse con algo vivo, existente en otro plano, que en este caso, podría ser la esencia del escritor referido); yo le respondí más o menos que el ser humano no considera que las cosas que hace, tengan sentido si no son un medio para un fin, y que no está mal tener la pretensión de lograr, mediante lo artísticamente producido, plata y prestigio, y que de hecho, sin la pretensión en muchos de aquellos que terminaron siendo grandes artistas, de conseguir esas cosas, en primer lugar no se habrían hecho artistas y las grandes obras que produjeron, no existirían; Camus me respondió que, así como lo pienso yo, no está mal que busque ganar dinero y prestigio con mis obras, pero que no debo dejarme llevar por la búsqueda del éxito y la fama, sino por aquello que me llevó en primer lugar a escribir: la pasión por la palabra y la necesidad de expresarme (yo no se lo dije, pero no fueron esos los motivos por los que empecé a escribir, sino los otros ya mencionados).
   -Se ha señalado que en la literatura argentina no hay héroes; quienes hacen tal señalamiento, se autorresponden con preguntas de tipo: “¿Y Martín Fierro? ¿Y Santos Vega? ¿Y Juan Moreira?”...  ¿Son válidas dichas respuestas?
   El escritor dijo:
   -Yo creo que no, porque esos personajes son del año de ñaupa... pertenecen a un tiempo y a un país, que ya no existen... Hasta fines de los años 1960, había entre los artistas argentinos una especie de “obligación moral cultural”, por ellos autoimpuesta, de tratar a lo “tradicional”, que era lo ambientado en el ámbito rural, de ahí la “literatura gauchesca” que en algún momento, casi todos los literatos que se dedicaban a la ficción “ciudadana” (inspirada principalmente por sus propias cotidianeidades, ya que eran mayormente de ámbitos urbanos y no rurales), desarrollaron; y esto no pasó sólo en la literatura, ya que también en eso incursionaban los letristas de tango, los cineastas, los escultores y los pintores, entre otros artistas que mayormente no trataban a lo gauchesco, pero, como ya dije, se sentían moralmente obligados a crear arte en ese estilo en algún momento por considerar que lo auténticamente “nacional”, era solamente eso.
   -¿Y qué es lo auténticamente nacional?
   -En principio hay que decir que los conceptos mismos de nación/pueblo/etnia, son muy subjetivos y hasta se puede considerar que dichos vocablos son totalmente arbitrarios cuando se usan para aunar a distintas personas, considerándose así, que son parte del mismo grupo humano, distinto a otros, basándose solamente en el hecho de que ellas nacieron dentro de la misma división político-administrativa; cuando esto se hace, se está dando por válido al concepto de estado-nación, y el mismo, según mi criterio, más lejos no puede estar, de ser válido, ya que es extremadamente sencillo demostrar que las personas no son ni se sienten, parte del mismo grupo humano que otras, por ese motivo; de ser así, no existirían dentro de cada país, partidarios de distintas doctrinas religiosas, no religiosas, políticas, no políticas, hablantes de distintos idiomas ni personas de gustos culturales, distintos, y como esto sí ocurre en todo país del mundo, puede perfectamente resolverse que el estado-nación, es una mentira, ya que la pertenencia de distintas personas a un mismo pueblo, no está determinada por sus lugares de nacimiento (pero no me preguntes qué es lo que lo determina, porque no lo tengo resuelto), sin embargo, de tanto que se nos ha repetido que los nacidos dentro del mismo país, somos un pueblo, aun quienes no damos a eso por válido, solemos olvidarlo y generalizamos por nacionalidad, como si en el estado-nación, creyéramos… la cuestión es que… en función de responder a tu pregunta, voy a fingir que en el estado-nación, creo; dicho esto, yo pienso que en la ficción, lo auténticamente nacional no está constituido por darle continuidad a lo tradicional (que es cultura pasada y como tal, representativa de un país que en el presente, ya no existe), sino por el desarrollo de historias que partan de la base de acontecimientos locales que en alguna medida posean características distintivas; cuando diversos artistas insisten en el desarrollo de obras basadas en hechos ocurridos en el ámbito nacional, se va conformando un estilo artístico, en alguna medida, distintivo, y, por ende, “nacional”… yo creo haber contribuido a crear un arte nacional, con mis historias argento-setentistas, ya que si bien, el subgénero no fue inventado por mí, el mismo (a diferencia de lo que creen muchos), está poco desarrollado, sobretodo el que es de corte guerrillero y está basado en un periodo histórico que, aunque a nivel mundial haya estado constituido por un recrudecimiento de la defensa a como dé lugar, del poder económico concentrado, lo cual, ha llevado a que cosas parecidas a las que en este país ocurrieron, ocurrieran también en otros países de América y del mundo, para mí es claro que hay particularidades en cada uno de esos lugares que llevan a que no se pueda aplicar exactamente lo mismo a todos ellos, por lo que el arte argento-setentista, aunque con similitudes, difiere necesariamente de, por ejemplo, el chileno-setentismo y del uruguayo-setentismo, que son subgéneros artísticos que también existen y que al igual que el argento-setentismo, tienen enorme potencial artístico y están poco desarrollados... ...y volviendo a la cuestión de lo tradicional, que muchos artistas locales consideraban que pasaba necesariamente por lo gauchesco, digo que esos tiempos (afortunadamente) ya pasaron, y digo “afortunadamente”, porque ninguna obra “gauchesca”, ha sido de mi agrado; la cuestión es que... dicho estilo artístico, que fue desarrollado en gran medida a principios del siglo veinte (si bien, venía de antes) y, como ya dije, lo fue mayormente hasta finales de los años ‘60, trataba de reflejar un mundo que ya en esos tiempos, era más pasado que presente;… como los personajes gauchescos de Martín Fierro, Juan Moreira y Santos Vega, son héroes o antihéroes literarios, de leedores existentes en tiempos ya remotos, difícilmente se pueda encontrar en la actualidad, a alguien que con ellos, sueñe, o que al menos, los valore seriamente, por eso es que bien se puede concluir que si dichos personajes son héroes literarios argentinos, lo son de una Argentina que ya no existe, de ahí que para mí no tenga mucho sentido mencionarlos al hablarse de héroes de la ficción literaria local, ya que corresponden a una Argentina que, por el tiempo haber pasado, es más lejana a nosotros que cualquier país extranjero, pero si lo fueran, o sea, héroes o antihéroes, serían excepciones que confirmarían la regla, y la regla es que no hay en la literatura argentina, héroes ni antihéroes.
   El entrevistador dijo:
   -Entre esas excepciones, hay quienes señalan a la protagonista de "Sobre héroes y tumbas", Alejandra Olmos, que sería una antiheroina.
   -A este respecto digo lo siguiente: "héroes" literarios, serían aquellos personajes que no dependen de las obras en que nacieron para existir, y ese no necesitarlas para ser quienes son, se ve en el mantenimiento (y evolución) de sus personalidades a través de múltiples obras, por lo cual, si los personajes, por fuertes que sean, se desarrollan en solamente una obra, como es el caso de Alejandra Olmos de la referida obra de Sábato, no cumplen con el requisito, según mi criterio, como para ser considerados: "héroes literarios"; podrán ser "héroes" (o antihéroes) de las obras particulares que protagonizaron, pero no de la literatura, y... Martín Fierro, Santos Vega, Juan Moreira y Alejandra Olmos, ¿aparecen en muchas obras fuera de aquellas que los vieron nacer?... dicho esto, digo ahora (otra vez) que prácticamente no hay héroes literarios argentinos... para remitirme a uno, debería caer en el autorreferencialismo, que es algo que los que tienen lo que Sábato llamó: “La vanidad de la modestia”, reprueban (ya que estos individuos, suelen acusar muy habitualmente a los demás de ser soberbios, para así poder mostrar su supuesta modestia y por consiguiente, su superioridad moral), y como yo voy justamente a serlo (o sea, autorreferencial), parafraseando a Arlt (y a Alorsa), lo siguiente digo: QUE BUFEN LOS EUNUCOS… Mi personaje María Clara, es una antiheroína que trascendió al cuento en el que nació, así como Ania, nacida en un cuento previo a mi novela corta en que mayormente se desarrolla y que continúa en "Gloria noche y día", así como Mora y Leandro, que aparecen en hasta el momento, más de una decena de cuentos míos, y preceden a la serie de María Clara Combatiente, de la que terminaron siendo parte; también mis personajes de Lili, Daniela y Leila, han salido de los cuentos en que nacieron para seguir desarrollándose en otras historias, y tienen posibilidades de ser antiheroínas literarias (si no es que ya lo son), pero como soy un autor desconocido, bien podría decirse que mis obras son invisibles, así como lo son, las de tantos otros artistas que tal vez hayan creado personajes potencialmente memorables (y hasta heroicos) pero que nadie va a recordar, por ni siquiera llegar a conocerlos, ya que sólo son conocidas (y hasta ahí), las obras que salen por esas malditas editoriales transnacionales, a las que, por más que los escritores despreciemos, imperiosamente necesitamos para ser literariamente legitimados y económicamente remunerados.
   El entrevistador dijo:
   -Te referiste a tus obras como “invisibles”.
   -Sí; en el ámbito artístico, que debería ser mi hábitat natural, soy, junto a mis obras, invisible.
   El entrevistador, rápidamente replicó:
   -Te equivocás, porque si un desconocido se ha interesado en entrevistarte, es porque sos visible; si no lo fueras, esta entrevista no estaría teniendo lugar.
   Entonces, sonriendo, el escritor dijo:
   -Tenés razón;… tal vez deba replantearme la cuestión; lo que ocurre es que estoy tan acostumbrado al eco nulo, de lo por mí, con gran esfuerzo, artísticamente producido, que había llegado a convencerme de que nunca a nadie, le importaría, de ahí que me haya acostumbrado a un lugar de invisibilidad y me cueste hacerme a la idea de que del mismo, estoy empezando a salir.
   -Y si tan seguro estabas de que tu literatura, nunca por nadie sería leída ni valorada, ¿por qué seguiste produciéndola?
   Y tras unos segundos, el escritor respondió:
   -Podemos decir que seguí la recomendación en formato de aforismo de Alejandro Lanús: “Dejar encendida la luz que nadie ve.”
   Tras esta última respuesta, el entrevistador, evidenciando gran desconcierto, preguntó:
   -¿En dónde estás?
   -¿En dónde está quién? -preguntó el escritor.
   -Vos.
   Entonces, pensando que lo preguntado, sería una broma, el escritor intentó palmear al entrevistador en un hombro, pero su mano lo traspasó; el literato preguntó qué estaba ocurriendo, pero ninguna respuesta obtuvo, porque el entrevistador, así como había dejado de ver a su entrevistado, a esa altura había dejado también de oírlo; seguidamente lo que ocurrió, fue que también el literato dejó de ver y oír, a su entrevistador.
   Tras algunos minutos en los que esperó que la extraña situación, se revirtiera, el escritor quiso pagar las cervezas para retirarse, pero al mirar la mesa, la misma estaba vacía, como si nunca hubiera sido usada por él ni por el entrevistador, por lo que, sin cuenta que pagar, se retiró del bar por la calle General Paz.

En estado de conciencia

   Durante varios minutos, el literato pensó en el misterioso hecho recién vivido y consideró la posibilidad de que el entrevistador hubiera sido un producto de su imaginación; ésa podría ser la explicación al extraño suceso; su necesidad de lograr visibilidad para su arte y, por consiguiente, para su persona, lo habría inconscientemente llevado a fabricar la fantasía de que finalmente esto empezaba a revertirse y que por eso, alguien de algún medio importante se había interesado en entrevistarlo, pero en algún momento, otra parte de su psiquis lo arrastró parcialmente hacia la “realidad”, y le hizo saber que si su entrevistador no lo veía, era porque él era invisible; más adelante, su psiquis, resuelta a devolverlo completamente a la “realidad”, lo habría llevado a concienciar que el entrevistador que frente a él, pareció desmaterializarse, en primer lugar, nunca había existido, de ahí que al él intentar recordar su nombre que, minutos atrás, conocía, no lo lograra; como estas consideraciones lo estaban llevando a hacerse preguntas nefastas, de tipo: “¿Me estaré volviendo loco?” (máxime tras interpelar a varios peatones que por la misma vereda que él, pasaban, y ellos no notar su presencia ni escuchar su voz), se obligó a pensar en otras cosas, fue así que, mientras caminaba rumbo a su domicilio, recordó que cuando era adolescente y pensaba en mujeres que lo atraían, las intuía, a nivel álmico, perfectas… esa consideración lleva a alejarse de lo perfecto, al menos cuando uno es alguien autopercibido abundante en errores, dado que en tal caso, sólo puede creer que al tocar a lo perfecto, va a arruinarlo… después consideró que lo perfecto no era más que una fachada que ocultaba a lo imperfecto, y dejó de sacralizar a las mujeres “perfectas”, de lo cual, resultó que lo dejaran de atraer con la intensidad con que otrora, lo atrajeran, pero después empezó a considerar que lo perfecto requiere de lo imperfecto para completarse y, por consiguiente, que lo perfecto es, paradójicamente, lo imperfecto, y volvieron a atraerlo por empezar a intuir en ellas, errores detrás de sus apariencias de perfección, pero no lo atrajeron tanto como lo habían empezado a atraer, aquellas mujeres a las que consideraba imperfectas ya desde la apariencia… ...En las mujeres que veía imperfectas, intuía perfección, y eso lo recontra inhibía, porque la perfección es frágil y sus torpes manos imperfectas, sólo podrían arruinarla, pero recordando su consideración de que la perfección implica imperfección, empezó a pensar que detrás de lo perfecto, estaba lo imperfecto, en ellas mismas y además, como se consideraba a sí mismo, no sólo imperfecto, sino incluso, extremadamente erróneo, esa extrema erroneidad, tal vez implicara para él, ser el opuesto de las mujeres constituidas por erroneidad menor; al mismo, dichas mujeres lo necesitan para completarse y alcanzar la perfección, que se crearía al formarse parejas entre opuestos complementarios, y dicha perfección, también sería alcanzada por él, pero… lo perfecto aburre, entonces… buscó lo imperfecto… y después, lo muy erróneo, y se encontró con alguien igual a él, pero… al recordar que se odiaba, buscó lo distinto y encontró… ...Mientras en
todo esto pensaba, un pájaro negro, que era el mismo que un rato atrás, había visto, aleteando muy sonoramente, pasó a no muchos metros por encima de su cabeza; al mismo, rápidamente lo perdió de vista; al llegar a la calle Brandsen, decidió doblar a la izquierda, y cuando lo hizo, volvió a ver al ya referido pájaro, sobrevolar la calle Brandsen en dirección opuesta a la suya, lo cual, lo llevó a llevar su vista hacia la derecha; el ave se posó sobre un árbol alto (una especie de palmera) situado en General Paz & Brandsen, del lado de la vereda de enfrente en la que el escritor, estaba; al él bajar la vista, vio que junto al mencionado árbol, había una mujer de pelo claro que fijamente lo miró y le sonrió; tras algunos segundos, la mujer (a la cual, él no habría visto de no haber sido porque el pájaro lo había llevado a mirar en su dirección) caminó hacia la
derecha (desde la perspectiva del literato); él, mucho se sorprendió, porque ella parecía haberlo visto y en esos momentos, nadie más parecía poder verlo, de hecho, como ya fue dicho, a varias personas con las que venía de cruzarse, le habló, sin obtener respuesta de ninguna de ellas; esto lo llevó a reconfirmar que era invisible para todos, menos para la mujer ya referida, lo cual, lo llevó a sentirse en el lugar opuesto al que, como artista que era, habitualmente ocupaba, que es el de observador, ya que se sintió observado, y esa mujer que lo miró, lo sacó de la irrelevancia en que desde hacía mucho tiempo, sentía estar.
   Podría ser que esa mujer fuera artista, de ahí que su aguda capacidad de observación, le haya posibilitado verlo, y si era artista, tal vez decidiera inmortalizarlo en alguna obra, pero… él nunca tendría manera de acceder a la misma, porque de esa persona, nada sabía; no sabía su nombre, en dónde vivía ni qué arte desarrollaría, por lo que si lo convertía en arte, él nunca se enteraría, además, de ella así hacerlo, podría ser que él apareciera en sus obras pero de un modo sólo perceptible para ella, por tal vez incluirlo en las mismas a través de elementos simbólicos, o tal vez no, y él exista en ellas de un modo para él, reconocible, pero… ¿como saberlo?… También consideró la posibilidad de que esa mujer no lo haya observado e incluso, de que ni siquiera existiera, y esta posibilidad es concreta, ya que no hay manera de saber si existe la realidad fuera de la percepción de cada quien;... de ser el exterior, una creación del interior de cada uno, los otros no existen, son creaciones de uno, y como uno mismo es otro para los demás, si los demás existen, tal vez quien no exista, sea uno. 

Queriendo caer al abismo

   A la persona en cuestión, que ya se había alejado, el escritor empezó a seguirla con el objetivo de alcanzarla y preguntarle si lo veía, dado que tal vez, su consideración de que lo había visto, fuera errónea; cuando esto se decidió a hacer, la mujer ya se había alejado de él, casi una cuadra, por lo que aceleró sus pasos progresivamente hasta empezar a trotar; mientras tanto, intentó gritarle cosas de tipo: “¡Pará! ¡Quiero saber si me ves!”, pero, por algún motivo, la voz casi no le salía; tras trotar por la Avenida Brandsen en dirección a ella, durante varias cuadras, la vio doblar en Moreno, entonces cruzó imprudentemente la calle y creyó a su propia muerte, inminente, al advertir que una camioneta, a gran velocidad, se acercaba hacia él, pero fue que la misma, lo traspasó; otras cosas extrañas que estaban ocurriendo, eran que la mujer no parecía caminar muy rápido, sin embargo él, que trotaba en dirección a ella, no lograba alcanzarla, y pese a las varias cuadras recorridas, no se sintió siquiera mínimamente agitado; todo esto se estaba dando en el curso de una tarde de otoño soleada (dato no menor), y cuando finalmente dobló en Moreno, se encontró con que era de noche y con que además, la fisonomía urbana era distinta a la que conocía; todo esto, por supuesto, lo sorprendió sobremanera, por lo cual, detuvo su marcha y segundos después, dio media vuelta y caminó en dirección opuesta a la que lo venía haciendo, o sea, caminó de vuelta hasta Brandsen, una vez ahí, era de día otra vez y el lugar, era el de la ciudad que él conocía; sin demorarse mucho, volvió a transitar (esta vez, caminando) por Moreno, y el día volvió a convertirse en noche y a cambiar volvió también, la fisonomía urbana; en ese otro lugar, volvió a ver a la mujer que parecía haberlo visto, a unos 30 metros delante de su persona, entonces, el escritor, caminando rápido por lo que era la Avenida Belgrano de alguna ciudad que en ese momento, no reconoció, vio a la mujer cruzar la Avenida Zapiola, en cuya esquina con la mencionada Avenida Belgrano, está ubicada la Parroquia Nuestra Señora de la Guardia; fue entonces que el literato, al reconocer a tal lugar, supo que se encontraba en la ciudad de Bernal.

Espacio no posible en lo establecido como "real"/Cuadro pintado/Refugio del cual... ¿ella se irá?

   A la parroquia la mujer ingresó y el escritor, ingresó tras ella; una vez en el edificio eclesiástico, la vio ir hacia un pasillo que conducía a la terraza, y tras ella fue; una vez en la ya referida terraza, miró en todas las direcciones pero ella no parecía estar ahí, segundos después, cuando, extremadamente decepcionado, se disponía a irse, una muy densa niebla, salida aparentemente de la nada, todo lo cubrió; instantes después, escuchó un aleteo similar al del pájaro negro que ya dos veces, ese día había visto y escuchado; el mismo se sucedió en paralelo con el rápido disiparse de la niebla; esto último le permitió concienciar que ya no se encontraba en el edificio eclesiástico, sino en un lugar en el que diversos colores, que parecían estar vivos, a su alrededor transitaban y se entremezclaban; el mismo seguramente estaba situado fuera del tiempo y del espacio (al menos, del espacio establecido como "real"); en ese lugar surrealista, la mujer a la que buscaba, hacia él, caminaba; una vez frente a su persona, sonriendo, ella le dijo: 
   -¡Hola!
   Él, totalmente sorprendido, sólo tras algunos segundos pudo recuperar la voz y responderle con un: “Hola”, en cuya entonación podía perfectamente advertirse gran conmoción; después le dijo:
   -Vos me ves.
   -Sí; te veo, te oigo, te leo... -dijo ella; después agregó: -y también te siento… y desde hace mucho tiempo.
   Casi susurrando, él dijo:
   -Yo también a vos.
   Entonces el rostro de la mujer, a quien el escritor le llevaría apenas dos años de edad, empezó a ser para él, reconocible, pero no totalmente, ya que si bien intuía quién era, no estaba de eso todavía del todo seguro. 
   Ella, tras tomarlo de sus manos, acercó su boca a la de él, y ambos se unieron en un largo beso.
   Al él probar la boca de la mujer, cuyas entonces, plegadas alas, se desplegaron y lo envolvieron, conmoviéndolo de un modo que, de tan profundo que era, sólo podía denominarse como: “abismal”, ya no tuvo dudas sobre quién era.