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domingo, 8 de octubre de 2023

María Clara: ex combatiente (cuento) (capítulo 3) - Martín Rabezzana


“María Clara: ex combatiente”, es la tercera parte de una historia que comienza en mi cuento: “Casa montonera” (publicado en mi libro: “Material subversivo”), y continúa en mi cuento: “Mora” (publicado en mi libro: “Llamamiento a la violencia”); el cuento es a la vez, una segunda parte (o una tercera, ya que en caso de yo escribir otro capítulo de esta historia que se llamaría: “María Clara Combatiente”, ése sería el segundo y este cuento, el tercero) de otra historia llamada: “María Clara: futura combatiente”, que, a la vez, puede ser considerada un capítulo anterior de “Casa montonera” ;... es raro y confuso, pero es así: el siguiente cuento es la tercera parte de una historia, la segunda (o tercera), de otro cuento, y la anterior, de otro.

-Palabras: 1.799-
   En el año 2004, María Clara Tauber trabajaba como profesora de letras en la Facultad de Humanidades y Artes de la ciudad de Rosario, que era la misma facultad en la que había estudiado.
   Frente a sus alumnos de primer año, siendo el primer día de clases, lo siguiente dijo:
   -Un lector que no gusta de lo estructural de una determinada obra literaria, puede llegar a gustar de sus detalles; cuando esto ocurre, valora un libro al que, de otro modo, no valoraría, pero como los detalles de una obra, muchas veces son poco visibles, pasan habitualmente desapercibidos para la inmensa mayoría de los lectores, y no así, para los que nos especializamos en letras, dado que nuestra tarea consiste justamente en atender hasta a los mínimos detalles constitutivos de una obra literaria, para poder analizarlos, interpretarlos y transmitirlos a los lectores no especializados para que así puedan llegar a apreciar obras que, sin nuestros análisis minuciosos, no serían capaces de apreciar; ésa es la función que cumple el docente de literatura: la de formar buenos lectores; eso lo podemos hacer, pero somos totalmente incapaces de formar escritores, ya que la única parte técnica de la literatura que se puede enseñar, es la habilidad de leer y escribir, de ahí que a los potenciales profesionales de la escritura, los forme la maestra de primer grado de la primaria, y NADIE MÁS; de esto no ser así, los grandes escritores serían mayoritariamente, personas diplomadas en letras, y como todos saben: en la mayoría de los casos, los grandes escritores carecen de formación literaria académica, de ahí que todo aquel que considere que cursar esta carrera lo va a llevar a convertirse en escritor profesional, se esté equivocando;... los escritores profesionales se forman por cuenta propia, a fuerza de escribir, leer lo escrito, y corregir; esto debe hacerse una y otra vez de modo habitual y preferentemente, obsesivo, si lo que se desea es progresar en serio en la escritura, ahora bien: una vez desarrollada la técnica literaria, el problema mayor con que se encuentra todo escritor, es la dificultad para publicar, y, de superarla, se encuentra con la imposibilidad (generalmente insuperable) de vivir de lo escrito, dado que no sólo es casi imposible ganar plata con la literatura como para vivir de ella, sino que además, en la mayoría de los casos, el escritor debe pagar para publicar sus obras, y la mayoría de ellos lo hace aun sabiendo que la plata no va a volver, de ahí que lejos de ser la publicación de los propios libros, una manera de ganar plata, sea una manera casi segura de perderla… pero ustedes, que quieren ser escritores, ¡no se desanimen por lo que acabo de decirles!, ya que existe una manera segura de vivir de las letras.
   Entonces la docente se sumió en un silencio que parecía interminable, por lo que uno de sus alumnos, le preguntó:
   -Y, ¿cuál es?
   -¡Trabajando de docente de literatura!

… … …

   Tras la clase terminar, la profesora salió del recinto universitario y, sin prestar mayor atención, en un pasillo pasó de largo a una pareja joven; tras esto ocurrir, sin que los jóvenes le dijeran siquiera una palabra, la mujer detuvo su marcha por intuir que los conocía de alguna parte, entonces se dio vuelta y los miró detenidamente mientras ellos dulcemente le sonreían; la joven le dijo:
   -¡Hola María Clara!
   E inesperadamente para la profesora, la chica la abrazó mientras el muchacho le extendía afectuosamente una mano que ella estrechó para después, ser por él también, abrazada; en ese momento la mujer tuvo flashbacks en que vio cómo en el año 1974, era rescatada de las garras de una patota de la Triple A (1), por dos jóvenes armados; después se vio conviviendo con ellos en una casa en la que, pese al malestar producto de la violencia política de aquellos años, pasó momentos felices; se vio también recibiendo instrucción militar, contraatacando a represores e instruyendo a otros en el combate de supervivencia; también vio a montoneros refugiados en una casa situada en Quilmes, entre los que Mora y su novio (que en ese entonces tenían otros nombres), estaban, ser ahí mismo, muertos, algunos, y llevados a un centro clandestino de detención, los demás, de los que ninguno saldría vivo. Después, vio a dos mujeres parir en 1980 y 1982, respectivamente, a bebés a quienes reconoció como Ulises y Elena, ya que aunque tuvieran entonces nuevos cuerpos y nuevos nombres (los nuevos nombres eran: Leandro y Mora), sus almas eran las mismas.
   Cuando el abrazo con los jóvenes, concluyó, María Clara dijo:
   -Ustedes son… pero… ¡no puede ser!… -y tras algunos segundos de descreimiento, con absoluta convicción y ojos lagrimeantes, dijo: -Ustedes son… ¡Ulises y Elena!
   La chica dijo:
   -En esta vida, él se llama Leandro, y yo, Mora.
   Entonces la profesora, sin haber todavía salido de la sorpresa en que estaba inmersa, dijo:
   -¡Tenemos mucho de qué hablar!; ¿vamos a un bar de acá a la vuelta?
   -¡Vamos! -respondieron ambos jóvenes.
   Ya en la calle Entre Ríos, poco antes de doblar en Córdoba, en medio de uno y otro joven con los que estaba afectuosamente tomada de los brazos, María Clara les dijo:
   -Acá fue donde me salvaron de la patota;… en ese momento empezó mi nueva vida… mi nuevo yo.
   Caminaron por la peatonal una cuadra hasta llegar a la esquina de Córdoba y Corrientes, en donde se encuentra la confitería “Avgvstvs”, en la cual, entraron.
   Tras sentarse a una mesa y serles llevados los pedidos de café, Leandro le pidió a María Clara que contara cómo fue el día de la caída de Elena y Ulises; ella les dijo:
   -Ya en dictadura, tras más de un año de vivir en la clandestinidad en diversas provincias, estando nosotros entonces en Pinamar, la “orga” nos proveyó una casa en Quilmes; a la misma fueron ustedes y otro compañero en un Renault 4, por un lado, y por otro, los compañeros cuyos apodos eran Lalo y Meche, y yo, en un Renault 6; otros compañeros que yo no conocía, que eran de la provincia de Santa Fe, también se alojarían en la casa operativa; ustedes llegaron a Quilmes la tarde del fatídico día en cuestión, nosotros llegamos a la noche a la ciudad, pero no estábamos en la casa cuando cayó la represión porque la dirección de la misma, me la habían dado sólo a mí; yo tenía que memorizarla e inmediatamente después, quemar el papel en el que estaba escrita, y así lo hice, pero unas horas después, me la había olvidado; ¡mis compañeros me querían matar!; como recordaba que me habían dicho que la casa estaba en el centro de Quilmes, estuvimos dando vueltas por los alrededores del mismo durante un rato largo en un intento de encontrar por la calle a algún compañero, y en un momento me acordé de que el número de la casa (casa que me habían dicho que era de dos plantas y anteúltima de la cuadra) era ciento algo; “Estoy casi segura de que el numero es 112”, dije, “...y que la calle tiene que ver con un día patrio”; “¡9 de Julio!”, exclamó Meche, mientras señalaba esa calle en un mapa, “¡Sí!”, dije yo, y a esa dirección, fuimos, pero nos encontramos con que ninguna casa tiene numeración 112 en esa calle; mis compañeros, por supuesto, me seguían queriendo matar, entonces Lalo, tras ver que en el mapa había también una calle 9 de Julio en Bernal (ciudad perteneciente al municipio de Quilmes), me preguntó si estaba segura de que la casa operativa estaba en Quilmes-ciudad, yo le dije que segura no estaba, y que podía ser que fuera en la ciudad de Bernal, y hacia Bernal nos dirigimos, pero una vez ahí, no encontramos a la casa en esa dirección, entonces se me ocurrió que la fecha patria correspondiente al nombre de la calle de la casa que buscábamos, podría no ser 9 de Julio, sino 25 de Mayo; se lo dije a mis compañeros y entonces volvimos a la ciudad de Quilmes, pero no llegamos a 25 de Mayo 112 (que era la dirección correcta), porque al acercarnos al lugar, vimos a muchos Ford Falcon y patrulleros, transitando la zona, entonces nos fuimos de Quilmes en dirección a la ciudad de La Plata; una vez ahí, nos alojamos en una pensión y al día siguiente, en el diario leímos que varios “subversivos” habían sido muertos la noche anterior en un enfrentamiento con “fuerzas del orden”, en una casa situada en 25 de Mayo 112, Quilmes (2)… así nos enteramos de que a ustedes los habían matado… Paradójicamente, el fallo de mi memoria que no nos permitió llegar temprano a la casa montonera, que hizo que mis compañeros (figuradamente hablando) me quisieran matar, nos salvó la vida.
   Y tras un largo silencio, Mora, tras tomarla de una mano, le dijo:
   -¡Qué bueno que haya sido así y ustedes se hayan salvado!
   María Clara sonrió tristemente, primero, por sentir la llamada “culpa del sobreviviente”, y alegremente, después, al concienciar que tenía enfrente no sólo a sus amigos desaparecidos con quienes creyó que nunca más volvería a estar, sino también, a la prueba concluyente de que la creencia metafísica difundida en todas partes del mundo según la cual, la muerte no existe porque el alma que constituye la vida, es inmortal, es acertada, resultando esto en que aquello que llamamos “muerte”, no sea más que el final de un capítulo de una novela que tal vez, sea interminable.
   -La muerte no existe... -dijo María Clara en voz baja, pero, en contradicción con eso, empezó a ver armas, fuego, sangre, y a percibir dolor y… lo que comúnmente llamamos “muerte”, y en todo eso, que no dudó que correspondiera a hechos futuros, estaban involucrados Leandro y Mora.
   Tras varios segundos de silencio, María Clara, con total convicción profética procedente de lo percibido a partir del contacto con los jóvenes, dijo:
   -Los capítulos de la novela de mi vida escritos con sangre y fuego, ya se cerraron y no volverán a abrirse -y tras algunos segundos, agregó: -Así como el del presente, los capítulos de mi futuro estarán escritos con otros materiales, pero muchos de los de la novela de ustedes, conformados por las materias primas que mencioné, aún están por escribirse.


(1) Alianza Anticomunista Argentina.
(2) Alguna vez, un intendente de derecha propuso demoler a la casa montonera con el supuesto objetivo de “modernizar” el barrio; el motivo verdadero era el de contribuir a la destrucción de la memoria histórica que, en este caso particular, sólo un artista, mantiene viva, si bien cosa tal, a partir de esta publicación, cambiará, ya que cuando el recuerdo se vuelve arte, la memoria está asegurada.