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lunes, 10 de mayo de 2021

Casa montonera (cuento) - Martín Rabezzana



   Un día de algún año de la década del 2000, abrí la puerta de mi vivienda y una mujer que pasaba por la vereda de enfrente, cruzó hacia mi casa y muy cortesmente se puso a hablar conmigo; me contó cosas de su vida y yo a ella, de la mía; era extraña la situación en que se dio tal intercambio de palabras, y más extraña aún, la fluidez de la conversación ya que era la primera vez que nos veíamos; extraña y por supuesto, positiva; después de un rato, me saludó y se fue; segundos después, me desperté;… había estado soñando.
   Unos días después, entré una noche a un bar y la mujer con quien días atrás había soñado, apareció de repente, me tomó de un brazo y me dijo:
   -¡Vení! Acompañame.
   -¿Adónde? -pregunté.
   -Te digo cuando lleguemos.
   Y caminamos en silencio; mientras tanto yo me preguntaba a mí mismo si estaría otra vez soñando, pero como cuando uno se pregunta eso en un sueño, generalmente se despierta, asumí que no era así ya que no despertaba, por lo que empecé a dudar de si mi anterior encuentro con la mujer, había sido realmente un sueño, y todo esto, aunque sea confuso, para mí se explica del siguiente modo: cuando uno empieza a dudar continuamente de si está despierto o dormido, es porque se encuentra en un modo de conciencia superior que, como tal, está por encima del sueño y de la vigilia.
   Llegamos a una casa que tenía un cartel que decía: “Se alquila”, y ella me dijo que por la puerta trasera ingresaríamos sin problemas, y así fue ya que esa puerta estaba sin llave; en ningún momento dudé de que estuviéramos entrando ilícitamente a esa propiedad, pero como la misma estaba claramente deshabitada desde hacía un tiempo largo, no me pareció grave; la mujer me dijo que la siguiera hasta cierta habitación, lo hice y una vez ahí, me dijo lo siguiente:
   -Acá mataron a varios.
   -¿A quiénes?
   -A montoneros; esta casa era un refugio montonero en los años '70; acá se escondieron varios militantes y resistieron un buen rato cuando llegaron las patotas del estado, pero fueron derrotados… Los que no fueron asesinados acá mismo, fueron secuestrados y hoy están desaparecidos -tras varios segundos de silencio, me preguntó: -¿Vos qué pensás de los montos?
   Yo dije:
   -Intento que no me caigan bien, pero no lo logro, ya que el poder oficial es enemigo eterno de las mayorías, y los montoneros eran contrapoder; eso me gusta… ...Eran bastante incoherentes, ya que eran peronistas aun sabiendo que Perón no era montonerista; el último Perón era lopezrreguista, pero bueh...¿quién puede estar libre de incoherencias?… ...Si hubieran llegado a ser poder oficial, no los reivindicaría, pero a ese punto no llegaron… ...Yo creo que el estado es un ente abstracto que tiene sus manifestaciones concretas en las instituciones, y a través de ellas, reprime; la policía y los militares están para reprimir a las masas; también reprime la institución médica, y no sólo la psiquiatría, ya que cuando caés en sus garras, hace de vos lo que quiere; el estado también reprime y programa psicológicamente a través de la escuela, que está para lavar cerebros… pero volviendo específicamente a lo de la represión policial y militar: la policía y la milicia están para combatir a las masas ya que defienden los privilegios de la menor parte de la sociedad, es decir, defienden al gran empresariado mientras se presentan como “defensores del pueblo”. Y no sólo reprimen durante gobiernos de facto, ya que también lo hacen durante gobiernos constitucionales, por lo cual, cualquiera que enfrente al poder coercitivo oficial, es para mí, reivindicable, pero como no ignoro que si los montos hubieran llegado a ser poder oficial, habrían tomado la posta de la represión cívico-militar-eclesiástico-médico-farmacéutico-jurídico-policial, ya que no eran “apátridas”, sino nacionalistas de izquierda, por lo cual, tampoco eran antimilitaristas ni anticlericales (muchos de ellos eran católicos) ni anticoerción médico-científica, por lo cual, de ellos haber ganado habríamos pasado de la extrema derecha a la extrema izquierda, que es lo mismo, insisto con que al reivindicar a los montoneros, lo que realmente estoy reivindicando es el contrapoder. ¡Ah! Pero eso sí: de los montoneros reivindico a los que de verdad eran del montón, y no así, a la cúpula que, como tal, conformaba una elite totalmente alejada de las masas del país y de su propia agrupación, similar o igual a la que decía combatir.
   Ella me sonrió y me dijo:
   -No me equivoqué trayéndote a vos acá.
   Después me agarró de ambas manos y me pidió que cerrara los ojos, lo hice e inmediatamente aparecí en plena calle; estaba solo y a unas 15 cuadras de mi casa; un poco atemorizado por lo recientemente vivido, empecé a caminar hacia ella. De pronto advertí que las manzanas de mi barrio estaban, conforme avanzaba, cada vez menos edificadas. Es decir, en cuadras en que hasta ese mismo día había unas cinco casas, una o dos, faltaban, por lo que había solo tres o cuatro, después, dos o tres, después, una o dos, y para mi total asombro: en la manzana en la que debería haber estado mi casa, no había construcción alguna, sino solamente una amplia senda empedrada rodeada de árboles cuyas hojas eran suavemente agitadas por el viento; me quedé algunos minutos frente al camino alternando la mirada entre el mismo y la diezmada urbanización que detrás de mí se encontraba, mientras dudaba entre dar marcha atrás y seguir el camino empedrado que ignoraba adónde me conduciría; no sin un gran temor, me decidí a hacer esto último.
   Caminé durante un largo rato con la luna y las estrellas por única iluminación, y tras una media hora, el sendero que transitaba se desvaneció;… debí prescindir entonces de toda guía y me adentré en la enorme arboleda que a uno de mis costados se encontraba; la atravesé tras unos 10 minutos de caminar, y tras salir divisé a lo lejos una casa envuelta en neblina a la cual me dirigí; al acercarme a la misma, la neblina se disipó y pude ver que la vivienda era la casa montonera a la cual la mujer me había llevado, con la diferencia de que entonces no se encontraba en medio de un barrio de Magdalena del Buen Ayre (Quilmes, más precisamente), sino en medio de la nada; ingresé a ella esta vez por el frente, ya que la puerta estaba abierta, y de pronto, se encendieron las luces y entraron varias personas que no parecieron advertir mi presencia; eran unas 10 en total; hombres y mujeres jóvenes; hablaban de cosas triviales y estaban alegres; en el largo rato que estuve ahí, les hablé pero no me escucharon; pensé que eran como fantasmas, así como también consideré la posibilidad de que eso mismo tal vez lo fuera yo; los vi preparar comida, poner la mesa, comer, contar chistes, reír;… los vi besarse, abrazarse… los vi ser felices hasta que alguien advirtió la llegada de varios Ford Falcon, entonces apagaron las luces y se escondieron; después vi fogonazos, escuché gritos y llantos, sentí al ambiente cargarse de crueldad, angustia, dolor, y después… me vi otra vez en el siglo veintiuno frente a la mujer que a la casa montonera me había llevado; me preguntó:
   -¿Los viste? -y en voz baja, agregó: -¿nos viste?
   Yo, con los ojos vidriosos, respondí:
   -Sí; vi a los montoneros que estuvieron acá.
   Entonces ella, con una leve sonrisa que indicaba que yo no había entendido del todo su pregunta, me dijo:
   -No; yo te pregunto si nos viste a nosotros.
   Yo me sorprendí e inmediatamente recordé vívidamente el rostro de una de las mujeres que había visto y el de uno de los hombres; en los ojos de ambos se veía claramente amor correspondido, entonces, con gran emoción, entendí que si bien en ese entonces, ella era el hombre y yo, la mujer, ellos éramos nosotros.