sábado, 12 de mayo de 2018

La intoxicada y el tomador de agua (cuento) - Martín Rabezzana

Lo que se dice… ONDA

   Tomando agua en una reunión de alcohólicos no se puede pasar desapercibido, y él no pasó desapercibido para la mina que mostró un interés en él que nunca habría existido de no haber sido por ese detalle tan llamativo, desconcertante y, sin exagerar, hasta transgresor.
   En la reunión muchos hablaban mal del país y su gente, y por haberlo visto automarginarse de la conversación por evidentemente no estar de acuerdo con lo dicho, ella lo invitó a sentarse en un sillón de un lugar apartado en esa misma sala. Él aceptó y ella le dijo:
  -Las personas de otros países que reivindican el prejuicio sobre la soberbia del argentino se sorprenderían de asistir a una reunión de argentinos, ya sea familiar, laboral o de amigos, sean de la clase social que sean, porque lejos de demostrar soberbia, lo que suelen exponer los argentinos en sus expresiones más comunes es odio por sí mismos ya que se la pasan hablando mal del país y su gente… Los prejuicios más reivindicados por los argentinos son contra los mismos argentinos.
   Él sonrió y asintió porque en las palabras de la mujer estaba racionalizado lo por él sentido; le dijo:
   -Para mí es por la aceptación general en la actualidad de la ética izquierdista, y como los fachos conservaduristas discriminan a los extranjeros, los zurdos suelen sentir que se diferencian de ellos al hablar mal de los locales, y no se dan cuenta de que lo único que logran es igualárseles.
   Ella dijo:
   -Sí;… como dicen por ahí: "los extremos se tocan".
   -Exacto, pero no caigamos en la creencia de que esto pasa sólo acá; si asistís a una reunión de gente de izquierda de cualquier otro país, encontrás que pasa lo mismo: los locales hablan mal de los locales y creen que sus características negativas son exclusivas de ellos. 
   Ella, tras unos segundos dijo:
   -Eso me hace acordar a una tira de Mafalda en que ella está dibujando y se le rompe la punta al lápiz, entonces gritando dice: "¡¡Estas cosas ocurren solamente en este país!!"
   Los dos rieron; ella prosiguió:
   -Pero mirá que no hay sólo zurdos acá, ¿eh? Hay algunos fachos y ellos también denostan a los locales.
   -Y… tal vez sea porque la popularidad de los valores izquierdistas resultó en que hasta ellos mismos incorporaran tendencias propias de la izquierda, y no es para sorprenderse ya que en realidad en las personas no hay izquierda, derecha ni nada: hay humanidad, lo cual resulta en que todos los seres humanos tengamos lo mismo en nuestro interior variando sólo de una persona a otra la intensidad de lo sentido, aunque esto lo queramos negar cuando estamos ante alguien que no nos gusta.

   Los dos sintieron que había lo que se dice… ONDA, pero lo que seguiría sería más ambivalente en lo referente al efecto causado en el pensamiento y sentir de ambos.

Versión no oficial e inicio de la duda (y de la esperanza)

   La conversación continuó más que bien, y por evidentemente ella estar acostumbrada a hablar con un hombre un rato y, de haber un mínimo de atracción mutua, acostarse ese mismo día con él, como si nada, le dijo:
   -Tengo sida; desde que lo sé sólo puedo relacionarme íntimamente con quienes también lo tengan;… Te entiendo si no querés seguir hablando conmigo.
   Él se mantuvo en silencio unos segundos, después dijo:
   -¿Conocés la versión negacionista del virus del sida?
   Ella no respondió; ante su silencio él expuso las cuestiones técnicas al respecto; le dijo que la prueba establecida por la fundación Pasteur aceptada mundialmente para detectar a los virus no reconoce a dicho supuesto agente patógeno; le explicó que tal prueba consiste en evidencias fotográficas ya que los virus se ven en fotografías tomadas a través de microscopios y el supuesto virus en cuestión no fue JAMÁS fotografiado. Le explicó que sida significa Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida, lo cual significa que existe un problema de salud constituido por un sistema inmunológico débil, pero no está probado que haya un virus causante de eso; le explicó que tal estado de debilidad se da por varios motivos siendo el principal, la malnutrición, de ahí que haya más sida en los lugares donde menos recursos económicos hay por haber mucha inanición, pero también se da la malnutrición entre gente de muchos recursos por la ingesta de comida de mala calidad, es decir, por falta de cultura alimentaria (lo cual es corriente en el mundo actual) y por el consumo de drogas ilegales y/o prescritas médicamente incluyendo a aquellas para tratar al supuesto virus del sida; todo esto lleva a la disminución de glóbulos blancos que componen el sistema inmunológico y es entonces que se da el diagnóstico de sida. Le explicó que tal debilidad del sistema inmunológico no es transmisible sexualmente, lo que sí lo es, es la toxicidad de los fármacos para tratar el sida, de ahí el mito de enfermedad de transmisión sexual cuando lo que se contagia sexualmente es la intoxicación medicamentosa. Le explicó que estamos en la era de la sociedad de consumo en que la publicidad nos incita continuamente a comprar lo que no necesitamos y en cantidades progresivamente mayores, y a esto no es ajena la industria farmacéutica, y al no haber una necesidad de que compremos sus medicamentos, la inventa, y debido al poderío económico que posee, la misma no sólo financia los estudios que acreditan la supuesta eficacia y seguridad de sus medicamentos y compra espacios en multimedios de alcance mundial para publicitarse, sino que hasta decide qué es lo que se enseña en el ámbito universitario. Le explicó que creer en lo que dicen entidades médicas oficiales como la Organización Mundial de la Salud es como creerle al FMI. Le explicó que la difusión del supuesto virus del sida tiene por objetivo no sólo vender medicamentos ya que también hay un claro trasfondo de experimentación psicológica y control social en el tema dado que al infundir miedo con la creencia de un supuesto virus, el sistema que difunde su supuesta existencia se mete en nuestra psiquis y la maneja casi a voluntad, y ese poder sutil es el más peligroso de todos ya que a diferencia del caso en que a alguien que a uno lo agrede físicamente uno lo reconoce inmediatamente como un enemigo del cual tiene que defenderse, cuando a través de la propaganda procedente de la escuela, los medios de comunicación y las llamadas ciencias el enemigo se adentra en nuestro subconsciente, suele no ser reconocido y no hay entonces acto defensivo alguno de nuestra parte, y ese control que quienes detentan el poder tienen sobre la población es tan grande, que hasta le pueden ordenar autodestruirse; le explicó que eso es lo que habían hecho con ella; le ordenaron autodestruirse y ella ni siquiera lo advertía ya que ignoraba que su intento de salir adelante al aceptar el tratamiento médico oficial no era más que una autodestrucción progresiva dispuesta por un sistema de poder hegemónico que la controlaba a distancia.
   Tras ella esperar pacientemente a que él hiciera una pausa en su elaborado discurso, sonriendo dijo:
   -Vos sos de esos que se creen cualquier versión alternativa de todas las cosas, ¿no?
   Un poco molesto, él le respondió:
   -Y vos sos de esas que se creen la versión oficial de todas las cosas, ¿no?
   Tras unos momentos, ella dijo:
   -Pero no sos médico como para cuestionar la existencia del virus del sida, ¿o sí?
   -Yo te puedo decir lo mismo a vos: no sos médica como para saber si la versión oficial a ese respecto es válida o no, y si hubiera que ser médico para rechazarla, también habría que serlo para aceptarla.
   -Es verdad, y no soy médica, pero la versión oficial en la que creo la sostienen médicos, no se me ocurrió a mí.
   -Y la versión negacionista del virus del sida también la sostienen médicos además de virólogos y bioquímicos, y es destacable el hecho de que varios de ellos recibieron el premio nóbel, es decir, es gente que la misma oficialidad médica reconoce como prestigiosa, pero claro… eso hasta que se apartaron de la visión oficial de las cosas, al eso ocurrir los mismos oficiales de las ciencias los empezaron a ningunear como si fuera gente que no sabe nada.
   La mujer se mantuvo seria por varios segundos y después, con mirada sonriente y desafiante, le dijo:
   -Entonces, ya que no creés en el virus del sida… cojamos; ¿querés?
   Él, con decepción en su expresión, dijo:
   -Veo que sos una romántica.
   -Y yo veo que no estás tan seguro de lo que afirmás.
   Entonces él, tomándola de una mano, dijo:
   -Quiero… ¿Vamos ahora a un lugar privado, o después?
   Entonces ella dejó de sonreír por notar que él hablaba en serio; estaba dispuesto a unirse a ese cuerpo oficialmente infectado por atracción sexual, por probar una convicción y hasta por algo que ella ni sospechaba: la posibilidad de que fuera ese el inicio de una relación de amor, aunque él supiera que tal cosa es altamente improbable en una relación en que se llega a la intimidad sexual el mismo día en que empieza.
   Ella dijo:
   -No puedo… No es que no me gustes, me gustás, pero estoy tomando regularmente un cóctel de antirretrovirales, y como decís que su toxicidad se transmite sexualmente, no te puedo exponer a eso.
   -Dejá de tomarlos, pero no de golpe porque puede ser peligroso, hay que dejarlos gradualmente, después de dejarlos y de varios meses de dieta mayormente vegetal y cruda, ejercicio y exposición moderada al frío (ya que esto último aumenta las defensas), te habrás desintoxicado de los fármacos y tu sistema inmunológico se habrá reforzado al punto en que no vas a tener más sida, lo cual vas a constatar en la siguiente prueba que te hagas en la que vas a ser VIH negativa… Yo te espero.
   Ella con compasión dijo:
   -Lo que pasa es que vi a muchos amigos de mi terapia psicológica grupal de portadores de VIH, morir, y aunque pueda ser cierto lo que me dijiste al respecto, no puedo estar del todo segura de que tengas razón.
   -Pero todos ellos tomaban fármacos para el sida como vos, ¿o no? ¿No creés que por eso murieron?... Pensá en cómo te sentís tras tomar ese cóctel de medicamentos y date cuenta de que eso es lo que más amenaza tu vida.
   Ella rememoró el malestar incomparablemente negativo tras la toma de dichos medicamentos pero no se lo expresó, tan solo le dijo:
   -No puedo. Perdoname.
   Él le soltó la mano y ella se dio cuenta de que estaba decepcionado y triste, y no por la relación sexual propuesta y después negada, ya que lo que a él menos le importaba era cojer con ella, lo principal era aliviarla y ayudarla a salir adelante.
   La atractiva mujer lo besó en la mejilla con auténtico afecto, tras lo cual se despidieron.

Ella quería y no quería…

   Pasaron algunas semanas y ella contactó a uno de los asistentes a la reunión de alcohólicos en que había conocido al tomador de agua para que le diera su teléfono, lo cual ocurrió; ese mismo día, ella, muy nerviosa lo llamó y él atendió:
   -Hola.
   La mujer no respondió, solo hizo silencio unos segundos y después cortó.
   Días atrás, tras mucho dudarlo, ella había vuelto a tomar el cóctel de antirretrovirales que la había dejado por el piso deseando morir, y ese malestar enorme la había llevado a buscar a alguien de quien agarrarse aun sabiendo que ese alguien no le serviría de enfermero ya que lo que él quería era ayudarla a levantarse y que caminara sola, y ese ayudarla no implicaría alentarla a hacerle caso a la oficialidad médica, sino todo lo contrario. Implicaría guiarla en un camino naturista contrario a la toma de fármacos, pero había una ambivalencia muy grande en su sentir ya que quería y no quería dejar el tratamiento médico alopático… quería y no quería aferrarse a él cual un náufrago a una tabla por saber que podría terminar hundiéndolo con ella… quería y no quería sentirse bien… quería y no quería morir… quería y no quería… VIVIR.

   Tras unos días, sintiéndose ya un poco mejor, finalmente se decidió a llamarlo y hablarle:
   -Hola. Soy " ".
   -¡Aaahhh! ¿Cómo estás?
   -No muy bien, pero mejor que en los últimos días -y tras hablar un rato sobre lo vivido recientemente, le dijo:
   -¿Venís a mi casa por favor? Te pago el remís.
   Él pensó: "¡Una mina que paga algo! Hay que aprovecharlo", pero no se lo dijo, lo que muy animadamente le dijo fue:
   -Voy.

miércoles, 25 de abril de 2018

Cálida niebla (cuento) - Martín Rabezzana

   Era el año 1979 y el tipo de acento extranjero había entrado en conversación con una pareja; estaban sentados a una mesa de un bar apartada de las demás; tras ellos contarles sus penas, el viajero les dijo:
   -Es totalmente normal entre la gente de todo el mundo la creencia de que en su época (¡expresión nefasta si las hay!) las cosas eran mejores y que en algún momento (no casualmente cuando se inició su vida adulta) empezó un período de decadencia del cual no se pudo salir, pero si uno se informa sobre lo que decían las personas mayores de los tiempos en cuestión idealizados, se da cuenta de que era lo mismo: idealizaban a su época y despreciaban a su actualidad, y lo mismo le va a ocurrir en algunas décadas a quienes son chicos ahora, ya que van a añorar a estos tiempos (profundamente despreciados por quienes ahora somos adultos) porque en su criterio serán mejores que su actualidad. Ante esto sólo queda por concluir que los tiempos no empeoran, lo que empeora con el paso del tiempo es la percepción que tenemos de todo en la vida.
   La mujer dijo:
   -Es verdad; yo de chica me sentía bien con casi nada, no necesitaba un motivo para ser feliz, y ahora ni con un motivo puedo serlo… ¿Por qué será?
   El viajero dijo:
   -Porque el mecanismo endógeno que nos permite producir felicidad se va atrofiando al crecer y dicho proceso se acelera con el consumo de alcohol, de drogas (legales o no, prescritas o no) y de mala comida, y a estas cosas recurren comúnmente las personas en un intento de recuperar el bienestar perdido sin darse cuenta inmediatamente de que tratan de salir del "pozo" agarrándose de aquello que las hunde cada vez más.
   La pareja, que era drogadicta, se sintió totalmente identificada con lo que el viajero decía; tras unos segundos de silencio, prosiguió:
   -También se puede hacer un paralelismo con las arenas movedizas a cuyo respecto se dice que de uno caer en ellas, no tiene que oponer resistencia intentando salir ya que así sólo se logra hundirse más rápido. Hay que ceder y dejarse llevar, una vez hecho esto se puede lograr comunión con el medio ambiente y fluir con el mismo, y es entonces que se puede salir, y en la vida pasa igual: es nuestra resistencia a lo malo lo que nos impide salir adelante; tenemos que ceder a lo negativo y fluir con eso para después superarlo y alcanzar lo positivo… Algo así dijo un escritor (o dirá, más bien) llamado Salvador Benesdra que propondrá no resistirse al dolor sino aprender a fluir con el mismo cual un fakir… claro que… se terminará suicidando, pero eso no demuestra que sus conceptos no sean correctos, sino solamente que no los supo aplicar.
   El novio de la mujer le preguntó:
   -¿Por qué decís que se va a suicidar? Hablás como si supieras lo que va a ocurrir.
   Y muy calmadamente, el viajero dijo:
   -Ah, sí, ¿no les dije? Vengo del futuro, por eso sé cosas que todavía no pasaron, incluyendo lo que va a ser de ustedes;... sé que van a terminar mal y vengo a ofrecerles una salida ya que conozco la forma de lograr que los seres sufrientes fluyan con lo negativo y alcancen la felicidad en cuestión de minutos.
   La mujer, extrañada le dijo sonriendo:
   -Sabés cosas de nosotros porque decís que venís del futuro. Nos conociste en el futuro entonces.
   -No.
   -¿Y entonces?
   -Sé de ustedes por la biografía de uno de tus hermanos.
   Ella dejó de sonreír y no preguntó nada; por algún motivo sintió que el viajero hablaba en serio; tras unos segundos, la mujer dijo:
   -¡Yo haría cualquier cosa por ser feliz!
   -Yo también -dijo su novio.
   Entonces el viajero sacó de un bolsillo una especie de reloj antiguo que al abrirse proyectó una luz celeste que iluminó el rostro de la mujer; ella sintió la positividad de la misma y por eso cambió su expresión seria por una de bienestar.
    Como en un viaje místico, la mujer vio a su alma unida al resto de todo lo existente y sintió felicidad profunda como cuando era chica y aun más que entonces, y aunque percibiera lo negativo, ya no le hacía daño ya que fluía hasta con el sufrimiento y por eso el mismo no la dominaba; esta experiencia duró un minuto durante el cual su novio la contempló con sorpresa; tras concluir esta experiencia, el novio de la mujer le dijo al viajero:
   -¡Ahora yo!
   El viajero proyectó la luz celeste en su rostro y el joven experimentó lo mismo que su novia, tras lo cual la mujer con mucha ansiedad, dijo:
   -¿Podés hacer que nos sintamos así para siempre?
   -Sí; si proyecto la luz sobre ustedes durante varios minutos seguidos, el sentir que experimentaron va a volverse permanente.
   -¡Entonces hacelo! -dijo el novio de la mujer, a lo que el viajero dijo:
   -Antes de hacerlo tienen que saber algo:... ...A ustedes los une el dolor más que el amor, por lo que cuando haya concluido de proyectar sostenidamente la luz celeste sobre ustedes que los va a liberar de todo sufrir, el lazo que los une se va a romper y no se van a necesitar más, por lo que cada uno va a seguir su camino separado del otro.
   La mujer dijo:
   -¿Quién va a impedir que sigamos juntos?
   -Nadie, pero siendo felices no van a necesitarse más, por eso van a desearse mutuamente el bien, a agradecerse por la compañía y voluntariamente van a despedirse.
   Su novio asintió demostrando con ese gesto que había entendido lo dicho por el viajero; ella dijo:
   -¿Nos das unos minutos para pensarlo?
   El viajero dijo:
   -Todos los que quieran… -y casi susurrando, agregó: -Fra mille anni saró ancora qui.
   La pareja salió del bar y volvió tras más o menos una hora; la mujer le dijo al viajero:
   -Muchas gracias por tu oferta, pero decidimos no aceptarla para seguir juntos.
   Y su novio dijo:
   -Preferimos ser infelices estando juntos a ser felices pero estando separados.
   El viajero no insistió; se levantó de su silla, les sonrió, le dio la mano a él, un beso a ella y se retiró del bar.
   Varios días después la pareja fue encontrada muerta en su auto tras haber consumado un pacto suicida consistente en inhalar monóxido de carbono; había restos de heroína en sus cuerpos consumida minutos antes del hecho; se dice que los cadáveres estaban abrazados.


sábado, 24 de marzo de 2018

Mosquitos asesinos, desidia política y disonancia cognitiva (cuento) - Martín Rabezzana


   Una tarde salí a pasear por mi barrio y en un momento determinado me dispuse a cruzar de vereda; miré en ambas direcciones y tras constatar que ningún vehículo venía, crucé, pero una vez en medio de la avenida vi a lo lejos una nube de miles y miles de mosquitos que, zumbando como si fueran abejas, se aproximaba; me quedé inmóvil por el miedo y cuando los mencionados insectos estaban a menos de media cuadra de distancia, noté que a unos cuantos metros de donde estaba había un bache de importante dimensión; la intendencia no se había molestado en hacer la reparación correspondiente, lo único que había hecho para prevenir que alguien cayera accidentalmente en la abertura del pavimento fue poner un cartel que decía: "¡Atención!", y a su alrededor, una red; me acerqué al bache y justo cuando los mosquitos estaban a punto de embestirme, salté por sobre la red y caí dentro; mientras estuve acostado en la abertura ni me atreví a mirar hacia arriba, sólo atiné a cubrirme el rostro con las manos y apretar los dientes, por lo que supe que los mosquitos habían seguido de largo por el zumbido que escuché alejarse; tras unos quince segundos no lo escuché más, entonces sentí que ya era seguro salir de mi refugio, lo cual hice.
   Una vez fuera caminé unas cuadras en las que vi a varias personas muertas en el piso con múltiples picaduras de mosquito; aparentaban estar desecadas de sangre, entonces pensé: "¡Maldito intendente! ¡Ni se molestó en arreglar una calle rota porque evidentemente no le importa el peligro que la misma conlleva!", pero después también pensé: "Sin embargo… esa cosa tan vil y despreciable como lo es la desidia política, ¡me salvó la vida!"

lunes, 19 de marzo de 2018

Baires del 700 (cuento) - Martín Rabezzana


   En el siglo dieciocho el castellano Gregorio San Lucas trabajaba bajo las órdenes del virrey en el centro de Buenos Aires; era un hombre de casi cincuenta años. Tenía esposa castellana e hijos argentinos; junto a él trabajaba un joven soldado argentino llamado Manuel Solís; San Lucas estaba reunido en su oficina con Solís y le dijo:
   -Las tribus indias planean atacarnos. Tenemos que actuar nosotros primero.
   -¿Qué piensa hacer?
   -Si fuera por mí, exterminaría a todos los indios de este país, pero lamentablemente, por alguna razón, no nos está permitido hacerlo, por lo que lo mejor por hacer es limitarles el alimento y contaminarles el agua, así si no se mueren, por lo menos al hacerles la vida difícil tal vez decidan irse de aquí; admito que esta idea no es mía, lo mismo hicieron los gobiernos de otras provincias y por eso ahora muchos de esos indios están en Buenos Aires.
   -Pero ellos estaban primero, ¿por qué se cree usted el único con derecho a habitar estas tierras?
   -Aunque hayan estado primero, los indios son absolutamente salvajes, no tienen dios ni ley.
   -Eso es mentira, tienen sus propios dioses y sus propias leyes, que a mi entender son más justas que las nuestras, ya que hasta donde yo sé, en ninguna colonia americana ni los criollos ni los castellanos han sido atacados injustamente por ellos.
   San Lucas sonrió maliciosamente.
   -Manuel, veo que estás mal informado. ¿Acaso no sabes que los malones atacan a los criollos y castellanos regularmente sin ninguna razón?
   -Es verdad que los malones cometen atrocidades contra nosotros, pero los conquistadores castellanos atacaron, por lo que lo que ellos realizan es un contraataque.
   -Pero Solís, según me dijeron, tú y otros soldados criollos y castellanos le dieron muerte a varios indios que asaltaron una posada en la que tú te encontrabas.
   -No lo niego, pero nos amenazaron y quisieron llevarse por la fuerza a una mujer; yo usé la violencia contra ellos, pero en defensa propia y de otros, y por cierto, la mujer a la que salvé también era india.
   -Eso demuestra lo que digo; ¡no respetan siquiera a los de su propia raza! ¡Son los peores animales que he visto en mi vida y no pueden coexistir con nosotros!
   Solís sabía que la mente obtusa de San Lucas difícilmente aceptaría la posibilidad de que las cosas no fueran como él las quería ver, pero de todas formas intentaba hacer entrar en razón al opresor.
   -Gente buena y mala hay en todas las razas; creer que hay más malicia entre ellos que entre nosotros, es ridículo; cuando los conquistadores castellanos llegaron a América, esclavizaron, saquearon, asesinaron y por más que despreciaran a las mujeres, no tuvieron ningún problema en satisfacerse sexualmente con ellas contra su voluntad. Muchas quedaron embarazadas y estos miserables compatriotas suyos no sólo abandonaron a sus propios hijos, ¡sino que hasta los asesinaron!
   San Lucas no entendía por qué Solís tenía tanto interés en defender a los indios. ¿Acaso tenía una relación sentimental con una de sus mujeres? Rápidamente descartó la idea ya que recordó que los pueblos indígenas argentinos no habían sido aún obligados a olvidar sus idiomas y expresarse en "cristiano".
   -Manuel, aunque tú hayas nacido aquí, tienes sangre castellana; ¿por qué te pones del lado de los indios?
   -Yo me pongo del lado de los inocentes, y si veo que son los castellanos los que inician la agresión (como lo he visto muchas veces), no puedo estar de vuestro lado, y respecto a aquello que corre por mis venas... corregiré sus palabras: mi sangre es argentina.
   Aunque Solís fuera contrario a sus principios, San Lucas lo apreciaba; el hecho de que fuera una persona cuyo vocabulario era impecable tenía mucho que ver con esto; hay belleza en un buen empleo de las palabras y San Lucas, como toda persona superficial, le daba a la misma demasiada importancia, ya que la gente como él aprecia sólo lo que se ve y se escucha: las palabras, la ropa y la condición racial; la gente como él es incapaz de apreciar en alguien la esencia.
   -Te voy a encomendar la tarea de reunir a maestros de castellano para que se lo enseñen a los salvajes; ¡no puede ser que cada vez que necesitamos ordenarles algo haya que conseguir un intérprete! Hay que imponer nuestro idioma en todo el territorio argentino.
   -¿Por qué el castellano? ¿Por qué no promover entre nosotros un idioma de ellos?
   -Manuel, ¡no me hagas reír! ¿Castellanos y criollos hablando un idioma indio? ¡Sería un sacrilegio! Además dices interesarte tanto en ellos pero aparentemente no te importan sus almas; para obtener salvación tienen que leer la biblia, y la misma está en castellano.
   -¿Para qué leerían la biblia? ¿Para enterarse de que son malos y perversos?
   -¿Por qué dices eso?
   -Usted bien sabe que la biblia dice que la marca de Caín es la piel negra, y los indios tienen la piel aun más oscura que la raza a la que llamamos negra.
   San Lucas se quedó pensando en eso con semblante serio un momento, luego sonrió y dijo:
   -Pero Manuel… lejos de debilitar mi opinión respecto a lo negativo de los indios, ¡la estás reforzando! Y aun conociendo lo que dios piensa de ellos, ¿tú los defiendes?
   -Si dios existe y piensa así, yo no estoy de acuerdo con él.
   La expresión de San Lucas ante su declaración agnóstica fue de sorpresa.
   -"Si existe", has dicho. ¿Quiere esto decir que lo dudas?
   -A veces lo dudo y a veces no; a veces estoy seguro de que no existe.
   -¡Pero Manuel! ¡Todo castellano tiene fe cristiana!
   Solís sonrió ampliamente antes de declarar una vez más su pertenencia nacional.
   -Tal vez (cosa que también dudo), pero se lo digo una vez más: yo soy argentino.
   San Lucas miró a Solís detenidamente un momento y después se sentó tras su escritorio; se sirvió un poco de agua, la tomó y dijo:
   -¿Sabes Manuel? Tal vez la idea de enseñarles castellano no sea tan buena. El idioma nos separa, y es mejor que así sea; si hablan como nosotros tal vez también quieran vivir entre nosotros, y algunos indiófilos como tú podrían hasta querer desposar indias, ¡y el mestizaje es una abominación!
   -¿Y qué me dice de nosotros?
   -¿Nosotros? Nosotros somos de raza blanca pura.
   Solís sonrió ante tal alarde de ignorancia.
   -¿Acaso no sabe usted que aquello a lo que llama raza blanca es una mezcla de razas?
   -¿Mezcla de razas? Pero, ¿de qué estás hablando?
   -Para no dar más que un ejemplo: los pueblos de lenguas germánicas y los ibéricos eran de razas diferentes; los primeros eran de piel y pelo claros y los últimos, de piel y pelo oscuros; el color de pelo castaño que tenemos la mayoría en esta raza es el resultado del mestizaje entre ellos, por lo que toda la gente de su continente a la que usted considera racialmente "pura", es en realidad mestiza; ¿qué tendría de malo que en América pasara lo mismo que pasó en las Europas siglos atrás?
   -Está bien, tienes razón, pero la diferencia es que en mi continente la gente de las diferentes razas era buena, noble e inteligente, mientras que aquí es todo lo contrario; los indios no tienen intelecto y son en extremo violentos.
   -¿Por qué dice que no tienen intelecto?
   -¿No sabes que no han desarrollado siquiera un sistema de escritura?
   -¿Y no sabe usted que tampoco lo hemos hecho nosotros? El sistema de escritura actual proviene de una etnia de las Asias llamada fenicia y aparentemente los fenicios lo aprendieron de los egipcios, y respecto a su condición violenta, le informo que las etnias que invadieron diferentes países de su continente eran muy violentas; las tribus bárbaras cometían todo tipo de atrocidades, razón por la cual se llama bárbaro a quien se conduce violentamente; los vikingos se hacían a la mar y al desembarcar en un lugar, asesinaban, saqueaban y secuestraban a las mujeres; en Francia, por ejemplo, fue tal el destrozo que hicieron los normandos que el rey les entregó la provincia que hoy se llama Normandía para calmarlos, por lo tanto, las actitudes violentas que usted ve sólo en los indios, existen también en los demás.
   San Lucas no tenía más argumentos; se levantó de la silla y dijo:
   -Muy bien Solís… al parecer no podremos ponernos nunca de acuerdo. Pero… en fin. Ya debo irme a casa, mis hijos me esperan; nos veremos mañana.
   San Lucas se fue.
   Días después, un malón de las afueras atacó a una población del centro de Buenos Aires; varios comercios fueron asaltados e incendiados; horas después una tropa de soldados criollos y castellanos fue hasta un asentamiento indígena y en venganza cobrose la vida de decenas de sus miembros; algunos se defendieron, pero al ver que los soldados estaban mejor armados, la mayoría se rindió; el líder castellano de la tropa le dijo a uno de sus soldados:
   -No basta con esto, tenemos que meterlos en prisión varios días.
   Los soldados condujeron hasta la prisión a los indígenas, hombres y mujeres; en varias celdas estuvieron hacinados durante tres días sin comida ni agua; llegada la hora de la liberación, un soldado abrió la puerta de una celda y dijo:
   -Podéis iros.
   Ninguno de los prisioneros salió, entonces el soldado tomó a uno del brazo y violentamente lo arrastró fuera de la celda.
   -¿Me entendéis ahora? ¡Indios de porquería!
   -Uno a uno fueron saliendo, pero el soldado tomó a una mujer del cabello y le dijo:
   -No, tú no te vas, tú te quedas.
   Cuando ya no hubo nadie más que ellos dos en la celda, el soldado empezó a manosearla. La mujer gritó, entonces él le dio un golpe de puño en el rostro que la derribó y la dejó sangrando, luego se puso sobre ella y Manuel Solís, que se encontraba vigilando que dentro de lo posible los soldados no abusaran de los indígenas, se apersonó tras escuchar los gritos y al ver la situación, tomó al soldado de sus ropas y se lo sacó a la mujer de encima. El soldado se levantó rápidamente y Solís lo empujó contra la pared, sacó un cuchillo y se lo puso en la garganta. El soldado dijo:
   -¿Qué haces Solís? ¡Es sólo una salvaje!
   -¿Quién es el salvaje aquí?
   -Vamos Manuel. No iba a matarla, solo a divertirme un poco con ella; deja el cuchillo, déjame hacer lo que iba a hacer y me olvido de este incidente.
   -¡Si abusás de ella no sólo perderás lo poco de decencia que te queda, sino que además perderás tu vida!
   -¿Acaso no sabes que si me matas los demás soldados te matarán a ti?
   -Sí, lo sé, pero vos vas a morir primero.
   El soldado se sintió más asustado que nunca en su vida. Sabía que Solís hablaba en serio, entonces dijo:
   -Está bien. No la tocaré.
   Manuel Solís sostuvo varios segundos más el cuchillo sobre su cuello y finalmente lo bajó; el agresor se fue y Solís se acercó a la mujer que se encontraba en el suelo; extendió su mano hacia su rostro ensangrentado y ella se echó atrás.
   -No tengas miedo; no voy a lastimarte.
   Solís miró la sangre de la mujer en su propia mano y dijo:
   -¡Por dios! ¿Qué te han hecho?
   De rodillas frente a ella, derramó una lágrima; la expresión de la mujer ya no era de miedo, sino de compasión hacia el soldado; ella lo tomó de la mano y así permanecieron varios segundos; Solís se levantó y le dijo:
   -Vamos. Acompañame.
   Salieron a la calle y entraron en una posada; las personas ahí presentes los miraron sorprendidas; Manuel se dirigió al encargado y dijo:
   -¡Posadero! Esta mujer necesita un médico.
   El hombre tardó en hablar.
   -No puedo ayudarlo.
   -¿Por qué?
   -Porque esa mujer es india. Si la ayudo voy a tener problemas con la ley.
   Solís se acercó al posadero y le dijo:
   -¡Escúcheme bien! ¡Si no trae a un médico ahora mismo, el mayor problema lo va a tener conmigo!
   El hombre tras varios segundos de silencio, dijo dirigiéndose a uno de sus empleados:
   -David, llamá al médico.
   La mujer abrazaba a Solís por la cintura y el posadero dijo:
   -Vengan conmigo.
   Fueron hasta un cuarto apartado en el que la mujer recibió atención médica, tras lo cual Manuel ordenó que le llevaran comida; cuando la comida hubo llegado, la joven la devoró con la avidez propia de quien ayunó por varios días; una empleada de la posada estaba a su lado. Manuel le dijo:
   -¡Pobre! ¡Estos soldados son unos hijos de puta! Son genocidas, torturadores, ¡y llaman criminales a los indios!
   Él empezó a llorar. La mujer le dijo:
   -Si usted no está de acuerdo con lo que hacen, ¿por qué está con ellos?
   Solís se tomó un par de segundos para responder.
   -Si todos los soldados que tienen compasión se van del ejército, quedan solo los criminales; yo tengo que permanecer en mi puesto para tratar de evitar los abusos que ellos quieren cometer.
   La mujer lo tomó de la mano y le dijo:
   -Hace falta más gente como usted.
   La joven terminó de comer y Solís la acompañó hasta el lugar en donde ella vivía; llegaron tras varias horas de caminar hasta la frontera que separaba a la población blanca de la indígena y la cruzaron. Al ver al soldado, varios indígenas corrieron hacia él con cuchillos en mano. La mujer lo abrazó y en su idioma le dijo a los de su tribu que no lo lastimaran; tras varios segundos, Manuel le dijo a la mujer:
   -Tengo que irme; no me olvides.
   La besó en la mejilla, la acarició y se fue.

   Varios días después, Solís estaba en la oficina de San Lucas que dijo:
   -Manuel, te confesaré algo; a veces me arrepiento de haber venido a Argentina; yo creía que las cosas serían más fáciles, creí que encontraría a indios dóciles, pero siempre se rebelan. ¡Prefieren morir a vivir esclavos!
   A lo que Solís dijo:
   -Lejos de ser criticable, esa es una actitud muy digna.
   -Tal vez tengas razón, pero a mí eso me trae sólo problemas; como no podemos esclavizar a los indios, tenemos que mandar traer negros de las Áfricas.
   Solís tardó varios segundos en articular el concepto de su siguiente pregunta.
   -Siempre he querido saber algo; la razón oficial por la que no podemos esclavizar a los indios es que la iglesia reconoció en ellos una humanidad tan válida como la nuestra, sin embargo, ¡la misma permite que esclavicemos a los negros!... ¿Por qué?
   San Lucas se rió suavemente antes de hablar.
   -Te lo explicaré; cuando la iglesia supo que los indios en Argentina eran indomables, decidió "proteger" sus derechos nacionales; según la misma son argentinos como tú, y como tales, no pueden ser esclavizados, pero nada nos ha dicho sobre no esclavizar a gente nacida en otros países.
   Permanecieron en silencio varios segundos, después San Lucas dijo:
   -Tenemos que comerciar con los neerlandeses ya que los portugueses tratan muy mal a los negros.
   Solís creyó entrever un atisbo de compasión en esa declaración.
   -Es la primera vez que lo escucho decir algo negativo del abuso de los inocentes.
   San Lucas sonrió.
   -Manuel, el problema para mí en que los maltraten es que no llegan en condiciones óptimas; hace unos años le compramos a los portugueses cientos de esclavos y estaban tan mal alimentados, que muchos de ellos murieron poco después de llegar al país; los neerlandeses son más piadosos; cada dos días más o menos, les dan de comer.
   Solís escuchaba horrorizado lo que San Lucas decía; a pesar de que supiera ya de dichos abusos, no dejaban los mismos de indignarlo.
   Dos semanas después llegaron a Buenos Aires barcos neerlandeses con cientos de esclavos; muchos de ellos fueron puestos a trabajar en la construcción de iglesias y edificios públicos.
   Una vez mientras decenas de ellos trabajaban en una construcción, ocho soldados borrachos salieron de un bar; se dirigieron a varias esclavas y empezaron a gritarles.
   -¡Negras! ¿Quieren saber lo que es bueno? ¡Abran sus piernas ante nosotros!
   Todos rieron perversamente; después se acercaron a varias de ellas y todas corrieron, pero agarraron a una.
   -¡Espera negra! Nos das el gusto a todos nosotros y te vas de aquí.
   El soldado la tiró al piso, entonces los esclavos varones al ver la escena, golpearon a sus guardias y se lanzaron sobre los soldados; unos veinte negros los golpearon, desarmaron y asesinaron; los guardias inmediatamente llamaron al ejército y cuando el mismo llegó, reprimió a los negros y los encarceló; Manuel Solís al saber de este caso se dirigió a hablar con San Lucas.
   -He escuchado del suceso que tuvo lugar y teniendo en cuenta que los esclavos mataron justificadamente, le pido que interceda en su favor ante el virrey.
   San Lucas se levantó de su silla y dijo:
   -Los negros merecen ser castigados, y aun sí no lo creyera así, el virrey ya tomó su decisión; serán ejecutados este fin de semana.
   Solís tardó varios segundos en asimilar la información, después dijo:
   -¿Ejecutados? Pero... si una mujer estuviera siendo atacada por alguien, ¿no le daría usted muerte a su agresor? Eso haría yo. Eso es lo que ellos hicieron; no merecen morir por eso.
   -No es mi decisión.
   Pasaron varios segundos antes de que Manuel dijera:
   -No lo permitiré.
   -No hay nada que puedas hacer.
   Solís no dijo nada más; tras varios segundos, salió de la habitación.
   Esa misma noche Solís juntó todos los cuchillos que tenía en su casa y los puso en una bolsa, luego se dirigió a la comisaría en que los veintitrés esclavos estaban encarcelados y le dijo al guardia de la misma:
   -Solís, del ejército porteño. Quiero ver a los prisioneros.
   -Ya es tarde, hoy no es posible, vuelva mañana.
   Solís mostró la mayor de las iras en su expresión y dijo:
   -¡¿Acaso no me ha escuchado, imbécil?! ¡Quiero verlos ahora!
   El hombre, que estaba sentado, tras varios segundos se levantó y dijo:
   -Está bien; acompáñeme.
   Llegaron hasta los calabozos y Solís dijo:
   -Abra las celdas.
   -No puedo hacer eso.
   -¿Acaso no tiene llaves?
   -Sí, pero no...
   Entonces Solís sacó un cuchillo de su bolsa, se lo puso al guardia en el cuello y dijo:
   -¡Abra las celdas!
   El hombre abrió las dos celdas en que los esclavos estaban y los mismos salieron; Manuel les dio cuchillos y caminaron hacia la salida; cuando estaban por salir, cuatro soldados entraron al lugar y al ver la situación sacaron sus armas, entonces los esclavos los apuñalaron y escaparon; caminaron toda la noche y se detuvieron en una zona rural de las afueras; uno de los esclavos liberados se dirigió a Solís.
   -Mi esposa e hija están en una casa criolla. No puedo dejarlas.
   Solís pensó un par de segundos y luego dijo:
   -Por la mañana iremos a buscarlas.
   Llegó la mañana y Solís y el ex esclavo se separaron de los demás y llegaron hasta donde estaba su familia; el soldado golpeó a la puerta y un hombre fumando una pipa la abrió.
   -¿Sí?
   -Venimos a buscar a los esclavos que están a su cargo.
   El hombre no entendía la situación.
   -¿A buscarlos? Pero, ¡son míos! ¡Yo pagué por ellos!
   En ese momento aparecieron la hija y la mujer del negro. La nena de unos seis años corrió a abrazarlo; Solís dijo:
   -Vamos.
   Entonces el dueño de la casa trató de agarrar una escopeta que tenía y Manuel le dio un derechazo que lo derribó; tomó la escopeta y se fueron.
   El lugar en donde se encontraban los demás esclavos liberados estaba a varias horas de distancia, y mientras caminaban, la mujer tosía.
   -Está enferma. Necesita descansar -dijo el ex esclavo.
   -Está bien -dijo Solís.
   Se dirigieron hacia una casa opulenta aislada de las demás y golpearon a la puerta. Una pareja anciana abrió.
   -Señor y señora, esta mujer está enferma, necesita descanso. Permítannos por favor quedarnos en su casa esta noche -dijo Solís.
   Tras varios segundos la mujer dijo:
   -¿Es este un pedido oficial o una orden?
   -No. Apelo a toda su piedad y les ruego que nos ayuden.
   La pareja de ancianos se miró y la mujer dijo:
   -Son bienvenidos.
   Una vez dentro de la casa la mujer enferma fue acostada y la anciana le llevó paños de agua fría para bajarle la fiebre; un rato después Manuel le contó a la pareja lo sucedido y el hombre dijo:
   -Es usted muy valiente. Si hubiera más soldados como usted, las cosas serían mejores.
   Llegó la noche; Solís se sentó en un rincón apartado de la casa a tomar mate; el esclavo liberado estaba sentado a la mesa con su hija a su lado en la misma habitación; la nena se acercó tímidamente a Manuel y éste, al verla le extendió una mano y sonriendo dijo:
   -Vení. Sentate.
   La nena se sentó frente a él; Manuel cebó otro mate y se lo ofreció.
   -Tomá.
   La nena lo tomó y luego lo puso sobre la mesita que tenían enfrente; Solís dijo:
   -Dentro de siglos, tal vez, los americanos irán a las Europas como los sud, centro y nordeuropeos vinieron a América y… ¿qué ocurrirá?... no lo sé, pero si la memoria tiene algo de genético y la justicia existe, tendrá lugar la venganza de los tehuelches, charrúas, guaraníes y demás pueblos americanos, y los negros harán lo propio, y recordá que si bien muchos blancos te odian por ser negra, no debés generalizar. Yo soy blanco y estoy de tu lado... Escuchá: sos alguien que aún no se corrompió con la crueldad de la vida. Seguí así;... te daré algunos consejos, escuchá bien: no aceptes la opresión. Si respetás a los demás merecés ser respetada... no dejes que nadie te obligue a nada... no dejes que nadie abuse nunca de vos.
   Manuel acarició el rostro de la nena y al él derramar una lágrima, ella lo abrazó; su padre desde la distancia los miraba conmovido.
   Al día siguiente Solís le dijo al ex esclavo:
   -Tengo que irme. Ustedes tienen que seguir solos.
   El hombre lo miró en silencio varios segundos y después dijo:
   -No sé cómo agradecerte.
   -Nadie me tiene que agradecer por haber hecho lo correcto; despedime de tu esposa e hija.
   Le dio la mano, después se dirigió al matrimonio dueño de casa y con una reverencia dijo:
   -Señor, señora.
   La pareja devolvió la reverencia y Solís se fue.
   Mientras tanto un soldado entró en la oficina de San Lucas y le dijo:
   -Señor, Manuel Solís ayudó a los esclavos a escapar. ¿Cómo debemos actuar? Espero órdenes suyas.
   Tras varios segundos de silencio, San Lucas dijo:
   -Atrapadlo y traedlo; lo fusilaremos.

   Varias horas después se encontraba Manuel Solís caminando en las afueras de Buenos Aires con la intención de dejar la provincia para siempre cuando una decena de soldados apareció a caballo y lo detuvo; fue conducido a una celda; Gregorio San Lucas lo fue a visitar; se le acercó y le dijo:
   -Manuel, no sabes cuánto lamento que esto tenga que terminar así; aunque no lo creas, yo aún te aprecio, pero no se puede permitir que actitudes como la tuya tengan lugar.
   Manuel dijo:
   -Habrán cada vez más como yo en el futuro y menos como usted.
   San Lucas con mirada triste, tras un momento dijo:
   -Adiós Manuel -y se fue.
   Al día siguiente Solís fue llevado hasta el patio de la comisaría en donde estaba el pelotón de fusilamiento; estaba tranquilo; un soldado trató de vendarle los ojos.
   -No -dijo.
    El soldado desistió de vendarlo y le dijo:
   -¿Últimas palabras?
   Solís lo pensó un poco y dijo gritando:
   -¡Que mi causa no muera conmigo!... ¡Actúen contra el culpable, dejen al inocente en paz! ¡Si escuchan a su propio instinto sabrán que lo que hacen es incorrecto! ¡Evolucionen hacia una actitud de piedad y justicia!
   Pasaron varios segundos y el soldado con mirada compasiva le dijo:
   -¿Es todo?
   Manuel asintió. El soldado dijo:
   -¡Preparen! ¡Apunten! ¡Fuego!