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miércoles, 27 de septiembre de 2023

María Clara: futura combatiente (cuento) - Martín Rabezzana


-Palabras: 1.777-

   Algunos días después de declarado el estado de sitio por parte del gobierno constitucional de Isabel Martínez de Perón, María Clara Tauber, perteneciente a la Federación Universitaria Anarquista Rosarina, se encontraba en un patio de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, en donde cursaba el profesorado en letras, una mañana del mes de noviembre del año 1974, frente a compañeros militantes de grupos que respondían a las FAR (1), al PRT-ERP (2), a Vanguardia Comunista, y por supuesto, a Montoneros, entre otros grupos de izquierda revolucionaria; lo siguiente dijo:
   -El hecho de que todo gobierno del mundo posea la facultad de declarar el estado de sitio, que implica una suspensión de las garantías constitucionales, incluidos los derechos humanos considerados “inalienables”, da cuenta de que el llamado “estado de derecho”, es una ficción; una falacia; UNA MENTIRA TOTAL Y ABSOLUTA; solamente de declararse tal facultad ostentada por los gobernantes, inconstitucional, podríamos empezar a hablar mínimamente en serio sobre la existencia de un estado de derecho, pero como esto, que yo sepa, no se da en ningún país del mundo, por más “democrático”, “pluralista” y “derecho-humanista” que su gobierno diga ser, podemos con todo fundamento decir que el estado de derecho NO EXISTE NI PUEDE EXISTIR, es por eso que yo no me alarmo ante la situación actual, porque hace ya tiempo que concluí lo que acabo de expresar, de ahí que viva alarmada desde hace rato, pero en el caso de ustedes, parece ser que empiezan recién ahora a escuchar las alarmas que dan cuenta de que la represión a la mayor escala posible, nos acecha.
   Entonces un joven llamado Ulises, le dijo: 
   -Es verdad lo que decís, por eso debemos luchar en favor de una reforma constitucional que garantice el respeto por nuestros derechos sin admitir casos de excepción, que son los que dan lugar a la fundamentación del estado de sitio; nosotros, los militantes de la Juventud Universitaria Peronista, creemos que estos atropellos realizados por Isabel Martínez de Perón, o tal vez debería decir, por López Rega, ya que es él quien le mueve los hilos, nunca habrían sido aprobados por el general, de ahí que…
   Entonces la anarquista lo interrumpió al decir:
   -¡Pero si las Tres A (3) empezaron a funcionar mucho antes de la muerte de Perón! Y no precisamente a pesar de su voluntad… y ése es justamente el problema de tantos militantes de izquierda: tienen una creencia ciega en que el gobierno y el estado, son injustos porque injustos son sus integrantes, y que bastará con poner en ellos a gente bienintencionada, para que la justicia social se vuelva una realidad, y esto no es así, ya que el poder coercitivo, corrompe, y tiene su máxima manifestación en el poder gubernamental y estatal, el cual, deriva necesariamente en uso y abuso de la violencia por parte de sus poseedores, por pacíficos que previo a su posesión, fueran, contra todos aquellos miembros del cuerpo social que tengan la osadía de desacatar o cuestionar su voluntad, por eso es que no hay que apoyar a ningún candidato aspirante a un puesto de poder político, sino oponerse a todos, y ese oponerse a todos debe hacerse pacíficamente, ya que más allá de la cuestión ética que me lleva a considerar que ésa es la única manera válida de hacer las cosas, ocurre que no hay medios materiales ni humanos para vencer por la vía armada, a cientos de miles de represores estatales que conforman las fuerzas militares y de “seguridad”.
   Una chica llamada Elena, le dijo:
   -Entonces proponés que nos dejemos matar.
   La joven libertaria dijo:
   -No… yo considero que el tomar armas puede ser válido (aunque yo nunca lo haría), pero sólo para sobrevivir, que no es lo mismo que luchar con el objetivo de llegar al poder político para cambiar las cosas, a diferencia de tantos de ustedes, que consideran que sólo a través de las armas se puede contrarrestar la violencia armada de la oligarquía y transitar un camino conducente al socialismo; yo creo que…
   Entonces una bomba explotó en un aula que resultó en que los muchos jóvenes en el lugar, presentes, se dispersaran rápidamente; otros, entre los que estaba María Clara, pese al temor, se acercaron hasta el lugar de la explosión para auxiliar a los posibles heridos, pero no llegaron a hacer ni cinco pasos porque entonces, otra bomba explotó en otra aula, lo cual resultó en que ella, junto a los otros jóvenes que en un primer momento se habían quedado para prestar ayuda, decidiera salir del lugar cuanto antes.
   María Clara corrió con todas sus fuerzas hacia fuera del recinto universitario, una vez en la vereda de la calle Entre Ríos, siguió corriendo hasta que, al llegar a la calle Córdoba, un Ford Falcon se le cruzó, obligándola a detenerse en el acto; del mismo bajaron dos individuos elegantemente vestidos que, tras apuntarla con armas cortas, la agarraron de los brazos e intentaron subirla al vehículo; en ese momento, dos jóvenes (Elena y Ulises) que, hacía instantes nomás, habían participado de la reunión en el patio de la facultad, que eran militantes de la Juventud Universitaria Peronista y que, pese a sus disentimientos con Montoneros, habían pocas semanas atrás, pasado a engrosar las filas de sus combatientes en un intento de sobrevivir, sacaron pistolas y la joven guerrillera, gritó:
   -¡María Clara! ¡Tirate al piso!
   Ella, que no había llegado a ser introducida al auto de la patota de la Triple A, que ya había empezado a operar en Rosario, pudo liberarse del agarre de los captores, que, al escuchar lo que Elena gritó, aflojaron el agarre y miraron en todas las direcciones; esa distracción le permitió a María Clara arrojarse al suelo y entonces los montoneros, que se habían hábilmente acomodado en posición de tiro, en línea con el lado derecho frontal del Falcon, el varón, y con el lado izquierdo posterior del mismo, la mujer, dispararon sus armas repetidas veces hiriendo a los dos represores que habían bajado del vehículo; ambos lograron responder torpemente al fuego, ya que al no ver a los combatientes, que, tras disparar se habían escondido detrás de distintos coches que habían sido abandonados por sus conductores al iniciarse el tiroteo, no sabían hacia dónde apuntar sus armas; al advertir la situación, el que manejaba les gritó:
   -¡Vámonós, vámonós rápido!
   Uno de los represores, que había sido herido en un hombro, logró subir al auto, pero el otro, que estaba herido en una pierna, se acercaba al mismo con dificultad y lentitud, al notar esto, el represor herido en el hombro, le dijo gritando al que manejaba:
   -¡Arrancá, arrancá!
   El conductor así lo hizo y al encontrarse el tercer represor, abandonado por sus cómplices en medio de la calle, gritó:
   -¡Vuelvan, hijos de puta!… ¡Vueeeelvaaaann!
   Tras decir esto, caminó algunos pasos y cayó al piso; a un costado de su persona, quedó su pistola; entonces los dos jóvenes montoneros se le acercaron ominosamente mientras lo apuntaban y, al ver que el represor no estaba en posesión de su arma, dejaron de apuntarlo; al notarlo, el represor estiró un brazo intentando alcanzar su pistola marca Ballester-Molina, y cuando lo logró, ambos montoneros dispararon un total de siete balas contra el miembro de la Triple A, causándole la muerte.
   Tras todo esto, María Clara salió del negocio en el que se había refugiado (lo mismo habían hecho muchos otros transeúntes), y al verla, los montoneros le hicieron señas para que los siguiera; ella así lo hizo y entre los tres, transitaron casi al trote una cuadra de la calle peatonal, Córdoba, y al llegar a Mitre (calles en las que no había ningún policía, ya que en donde la Triple A, actuaba, las fuerzas de "seguridad" tenían la orden de estar ausentes), doblaron a la derecha e ingresaron a la playa de estacionamiento que en ese lugar, entonces había, y fingiendo tranquilidad, la pareja de montoneros saludó a un empleado del lugar que, por haber escuchado las explosiones y los disparos, con gran nerviosismo respondió al saludo y le entregó a Ulises la llave de su vehículo tras éste, haberle pagado; el joven partisano abrió la puerta del conductor de su auto Renault 4, y una vez dentro del mismo, le destrabó la puerta trasera izquierda a María Clara y la del acompañante, a Elena; una vez los tres acomodados en sus respectivos asientos, salieron a velocidad media del lugar para aumentarla bastante, una vez en la calle.
   Poco hablaron camino a la casa-refugio que “la orga” les había asignado a los combatientes montoneros; una vez en la misma, en total silencio, Elena encendió una hornalla de la cocina y puso sobre ella una pava para despúes, sacar de una alacena un paquete de yerba, abrirlo, y preparar mate; mientras tanto, Ulises, como si nada hubiera pasado, empezó a barrer el piso mientras María Clara, casi en shock por todo lo recientemente vivido, los miraba parada junto a la puerta que daba al patio.
   Una vez que el agua estuvo lista, Elena cebó un mate y lo tomó; entonces puso la pava sobre la mesa, se acomodó en una silla mientras Ulises hacía lo propio, y le dijo a María Clara:
   -Sentate.
   La joven se sentó; Elena le pasó el mate a su compañero que, en total mutismo, lo tomó, después se lo devolvió a Elena, que volvió a cebarlo y se lo ofreció a María Clara, que también, en total mutismo, lo tomó, ante la mirada apagada de los combatientes; una vez que la joven anarquista terminó el mate, la montonera, tranquilamente le dijo:
   -María Clara: sé que el uso de la violencia es contrario a tu ética y además, que tu ideología no es peronista, sino anarquista, y lo creas o no, también para nosotros el uso de la violencia es contrario a la ética, pero como a esta altura comprenderás, la situación actual, es muy particular;… Esto de agarrar armas, ya no tiene que ver con lograr objetivos políticos, sino con la voluntad de sobrevivir, es por eso que te digo lo siguiente: a unos kilómetros de acá, hay un descampado en el cual, los combatientes practicamos tiro; ¿querés venir con nosotros para aprender a manejar armas?
   Entonces, María Clara, que a juzgar por su mirada dirigida al piso, no parecía que fuera en ese momento a responder, de pronto la dirigió hacia los montoneros y, con resignación en su voz pero a la vez, con firmeza, mientras asentía con la cabeza, dijo:
   -Sí. 


(1) Fuerzas Armadas Revolucionarias.
(2) Partido Revolucionario de los Trabajadores/Ejército Revolucionario del Pueblo.
(3) Alianza Anticomunista Argentina.