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jueves, 18 de abril de 2024

María Clara y compañía: fuego y acero (cuento) - Martín Rabezzana


-Palabras: 3.337-
Junio de 1976.

   El golpe de estado ya había sido consumado y tras el mismo, la Triple A había sido disuelta, lo cual no implicó para sus integrantes, tener que dejar de hacer lo que venían haciendo, ya que fueron sumados a los “Grupos de Tareas” que la Junta Militar dispuso en todo el país para que reprimieran impiadosamente a todos aquellos señalados por los agentes de “inteligencia” como “subversivos”, que, no me cansaré nunca de repetirlo: no eran solamente los guerrilleros, sino también los sindicalistas, los militantes de organizaciones políticas no armadas de izquierda, los abogados defensores de los derechos humanos, los anarquistas, los miembros de centros de estudiantes, los obreros “problemáticos” (de esos que andan reclamando "nimiedades" como ser: que se les paguen sueldos atrasados), los empresarios no alineados con el régimen (1), y mucha otra gente que no tenía nada que ver con ninguna de esas cosas, como por ejemplo, los amigos o conocidos de las personas ya mencionadas, por el simple hecho de figurar en sus agendas; tan sólo eso bastaba para que alguien fuera secuestrado, torturado, asesinado y hecho desaparecer.
   La diferencia que hubo entre la metodología represiva empleada por las patotas de la Triple A y las del gobierno de facto, no fue de contenido, sino de forma, ya que las Tres A, tras matar gente, tiraba los cuerpos en lugares públicos como ser: los costados de las autopistas, para que la población los viera y quedara aterrorizada, y a partir del golpe, los ejecutores del genocidio (ya en curso desde el ‘74), recibieron la orden de hacerlos desaparecer; la represión continuaba e iba en aumento, pero ahora se buscaba que lo hecho, quedara fuera de la vista pública.
   
“Escuela francesa” y contraescuela francesa

   En Ciudad Jardín, vivía un milico de alto grado que esa tarde fría, recibiría en su casa a dos pares franceses que habían sido enviados al país a supervisar las tareas represivas de sus discípulos argentinos a quienes ellos habían contribuido a formar, años atrás, en técnicas de “guerra contrarrevolucionaria” aplicadas por los franchutes en la guerra de independencia de Argelia; como es sabido, las mismas incluían la tortura, las ejecuciones y la desaparición de los cuerpos de la gente por ellos, asesinada.
   El que la visita tendría lugar, fue sabido por militantes del PRT (2) tras un trabajo de inteligencia, y se dispuso entonces que un grupo de 7 combatientes del ERP (3), a los que se sumaron la anarquista devenida en combatiente montonera, María Clara Tauber, un chileno integrante del MIR (4), cuyo alias era el de “Salazar”, y una anarcosindicalista uruguaya de apodo “Daniela”, perteneciente a la OPR-33 (5), ajusticiara a los franchos y a toda su custodia.
   Los últimos dos combatientes mencionados, habían llegado al país tras escapar de la persecución en sus respectivos países de origen; una vez acá, la persecución en su contra, continuó, por lo cual, no había opción más que la de seguir adelante en el camino de las armas, pero ya no con el objetivo de lograr derribar al sistema capitalista, sino con el de sobrevivir o al menos, de caer peleando.
   Se preveía que los militares franceses tuvieran una custodia importante que haría difícil la ejecución del plan, por lo cual, el PRT, en conjunción con Montoneros, habilitó el presupuesto para alquilar una de las casas situadas a la vuelta de la vivienda del militar argentino, ya que desde la misma, ingresar a la casa del milico, sería sencillo y por consiguiente, sencillo sería también, ejecutar lo planeado; la casa del militar estaba ubicada en la calle Bleriot 7030 (aproximadamente) de la ya mencionada, Ciudad Jardín; fue así que unos días antes del operativo, María Clara y Daniela, se habían instalado en la vivienda que habían alquilado; tres de los siete combatientes del ERP, llegarían la mañana del día del hecho; a eso del mediodía, llegaría el combatiente chileno, Salazar; los cuatro guerrilleros restantes, se quedarían en dos autos vigilando las inmediaciones, comunicándose con los combatientes de la casa, mediante “walkie-talkies”, y deberían pasarlos a buscar una vez que el operativo se concretara.
   Un dato notable que entonces, los guerrilleros desconocían, es que entre los custodios de los milicos franchutes, estaba nada menos que un ex jefe de una patota de la Triple A, que ahora era jefe del centro clandestino de detención conocido como: “Automotores Orletti”, al cual, se llevaba a muchos secuestrados extranjeros, sobretodo chilenos y uruguayos.
 
Francia: ejemplo a no seguir

   En pos de evitar que se desarrolle en un lugar, esa cosa tan nefasta por, entre otras cosas, ser contraria a la “libertad” y a los “derechos humanos”, que es el “comunismo”, los franchos han considerado válido, realizar genocidios, y así es que han hecho de Argelia (país que hasta principios de los años 1960, estaba bajo dominio francho) un verdadero infierno, y tras exportar sus métodos contrarrevolucionarios al resto del mundo, han contribuido a bañar al planeta más en sangre de lo que ya estaba bañado, ¡y todavía hay quienes creen que hay que agradecerles que hayan hecho lo que hicieron!, que fue sin dudas, una defensa del “mundo occidental” (y “cristiano”), como los mismos represores han manifestado. Lo que no han dicho, es que el mundo occidental (y “cristiano”) es indefendible por ser totalmente contrario al respeto por la vida de todas las especies conocidas, incluyendo a la humana, de ahí que sea lógico que al alguien advertirlo, quiera combatirlo y tome por eso, armas, no significando esto que todo lo que haga, sea justificable, pero sí que es entendible, cuando se entiende que esa gente que conforma grupos hostiles hacia las autoridades, no aparece por generación espontánea, sino que es engendrado por la violencia del sistema; cuando ante un sistema injusto, las poblaciones no se organizan para combatirlo, es porque han interiorizado a la represión perpetrada por sus agentes, y se está entonces en la fase más grave del sometimiento, dado que el opresor ya no se encuentra únicamente en el exterior, sino también en el interior de sus integrantes.

   Francia es vista por algunos (incluso por sobrevivientes AMERICANOS de muchos países de los que emigraron por motivos de persecución política en los años 1970) como un ejemplo de solidaridad, por recibir a muchos exiliados políticos, sin tener en cuenta que muchos de ellos proceden de los mismos países a los que los franchutes han sometido o han contribuido a someter; en el caso particular de Argentina… cuando el almirante Massera puso el “Centro Piloto de París” en 1978, cuyo objetivo oficial era el de contrarrestar la “campaña antiargentina” de la prensa sudopa y nortopa que, al referirse habitualmente al país, por celebrarse ese año en el mismo, el campeonato mundial de fútbol, informaba sobre las gravísimas violaciones a los derechos humanos que entonces acá, tenían lugar, llevó a secuestrados de uno de los dos mayores campos de concentración que en el país, hubo, el cual, estaba a su cargo (la ESMA) (6), para que trabajaran realizando, entre otras, tareas de infiltración en grupos de exiliados argentinos que denunciaban lo que acá, pasaba;… ¿cómo pudo llevar a personas secuestradas desde Argentina a Francia, en vuelos comerciales, sin temer ser detectado por las autoridades franchas? ¿Cómo pudo ocurrir que los mismos secuestrados, una vez en Francia, no informaran a las autoridades locales sobre su condición de secuestrados?… La respuesta es obvia: hubo connivencia entre las autoridades argentina y franchuta, y los mismos secuestrados, lo sabían, de ahí que ni hayan intentado escapar; la misma es innegable, dado que sin ella, Massera no habría podido hacer nada de lo mencionado; la pregunta que me hago ahora, es la siguiente: ¿por qué los gobiernos argentinos post dictadura, no le hicieron a Francia ningún reclamo por esto? Y la respuesta obvia es que, siendo Francia un país poderoso, ese reclamo incómodo (sobre todo para las autoridades a las que se les realiza), nos lo puede hacer pagar caro, por eso es mejor no decir nada, pero en algún momento, de esto se hablará, y será cuando todos los franchutes directa o indirectamente implicados en la connivencia de las autoridades francesas con la última dictadura argentina, hayan muerto; entonces habrá un “mea culpa” por parte del gobierno francho por todo esto y también, por haber formado a los militares argentinos en la sistematización de la violación de derechos humanos; se hará un acto en la embajada de Francia, adónde se invitará a militantes argentinos derechohumanistas (que espero, no acepten participar), y el embajador, muy “honestamente” emocionado, pedirá perdón.

Falsedad

   El respeto de los estados “occidentales” por los derechos humanos, es un total y absoluto CAMELO; cuando los mismos empiezan a tolerar a idearios, como aquellos que no muchas décadas atrás, combatieron impiadosamente, es porque en la actualidad, no constituyen amenazas para el sistema por ser sus adherentes, poco numerosos o poco comprometidos, y no lo son por casualidad, sino por las represiones masivas que los estados realizaron para diezmar la aceptación de los mismos por parte de las masas; cuando esto se revierta (lo cual, sin dudas ocurrirá, dado que todo va y viene), también se revertirá dicho “respeto” y se volverá a dar la represión estatal a gran escala que se dio en los años 1970, organizada, ejecutada y secundada, por los países que más se autoproclaman “democráticos” y “defensores de los derechos humanos”.
   El “NUNCA MÁS” es un lindo ideal, pero también un imposible mientras esté vigente el sistema actual.

Operativo: "Antiescuela francesa"

   Ese día de la primera quincena de junio, pasadas las cinco de la tarde, dos milicos procedentes de Sudopia, llegaron en dos autos Ford Falcon en los que, además de sus conductores, había en los asientos delanteros de los acompañantes, un represor armado; a ellos se sumaba otro Falcon que daba vueltas por el área, en el cual, había dos represores.
   Los invitados a tomar el té, junto a dos de sus custodios, bajaron de los vehículos; un custodio golpeó a la puerta, que una empleada doméstica abrió, ingresaron a la casa y, tras saludar al militar argento y a uno de sus empleados que oficiaría de intérprete, tomaron té con masas finas, mientras hablaban muy alegremente sobre lo que las autoridades estaban haciendo en materia de “lucha antisubversiva”; mientras tanto, desde la casa situada a la vuelta, a través de un “walkie-talkie”, el combatiente Salazar, recibió el siguiente mensaje:
   -El enemigo ya ingresó a la vivienda. Cambio.
   A lo que el guerrillero dijo:
   -Entendido; en breve procederemos; cambio y fuera -y asintió con la cabeza mirando a sus dos compañeras que, junto a otros tres combatientes del ERP, que, disfrazados de pintores, habían llegado a la casa esa misma mañana, también asintieron en silencio, y procedieron a tomar armas cortas que pusieron en sus cinturas; también tenían varias armas largas que llevaba uno de los combatientes en un bolso.
   Seguidamente se dirigieron al patio y tras disponer una escalera contra una pared, subieron al techo y muy sigilosamente, cruzaron hacia la casa del milico; una vez frente a su patio, la misma escalera que habían usado para subir, fue por ellos usada para bajar, pero en cuanto uno de los combatientes intentó disponerla, un perro ovejero alemán, empezó a ladrar, entonces el guerrillero la volvió a subir y todos sus compañeros retrocedieron y se escondieron; el combatiente le dijo a sus compañeras:
   -¿Cómo no informaron que había un perro?
   María Clara dijo:
   -No sabíamos que hubiera un perro.
   Daniela dijo:
   -Yo vine un par de veces por acá, y no vi a ningún perro.
   Otro combatiente, dijo:
   -Bueh… yo me encargo -y tras sacar un fusil de un bolso con claras intenciones de matarlo, María Clara se le interpuso y, en voz muy baja pero enérgica, tras hacerle bajar el arma, dijo:
   -¡Pará! ¿Cómo lo vas a matar al pobrecito?
   -¿Y qué querés que hagamos? Si queremos bajar, tenemos que…
    -¡Callate callate! -dijo la uruguaya Daniela, porque en ese momento se abrió la puerta de la casa del militar que daba al patio y, bastante enojada, la empleada doméstica, asumiendo que el perro estaba ladrándole a un gato, que habitualmente por los techos, transitaba, lo retó, diciéndole cosas de tipo:
   -¡Callate, que hay visitas! Si seguís ladrando, te encierro.
   Y como el perro no se callaba, procedió a encerrarlo en un galpón; al ver eso, uno de los guerrilleros volvió a poner la escalera y rápidamente, todos los partisanos procedieron a bajar; Daniela fue la primera en llegar abajo; tras haberlo hecho, se acercó a la empleada, que acababa de encerrar al perro y, revólver en mano, le dijo:
   -Con vos no es la cosa; quedate calladita y no te va a pasar nada -y al compañero que llevaba las armas largas en un bolso, en el cual, además había cuerdas y cinta adhesiva, le dijo: -Pasame cuerda y cinta.
   Su compañero, así lo hizo.
   Mientras tanto, María Clara le preguntó a la empleada:
   -¿Hay alguien más en la casa, aparte de tu jefe y sus invitados?
   La empleada dijo:
   -Está su hijo en la pieza de arriba -y señaló una ventana -; después agregó: -No lo lastimen.
   Entonces dos combatientes dispusieron la escalera en el área en la que estaba la ventana de la pieza del adolescente mientras Daniela, al tiempo que le decía que al joven no lo lastimarían, le ponía cinta adhesiva a la empleada sobre los labios, para inmediatamente después, maniatarla.
   Dos combatientes ingresaron por la ventana al cuarto del hijo del militar, que, al verlos, empezó a gritar con todas sus fuerzas, sin embargo, los guerrilleros ningún problema tuvieron en maniatarlo y amordazarlo; al oír los gritos, el militar sacó armas largas que tenía guardadas en un mueble y se las dio a sus colegas franchutes y al intérprete; uno de los dos custodios de los milicos franchos que había ingresado a la casa, se dirigió a la parte superior mientras su compañero, así como también, el militar argentino, su intérprete y los franchos, se mantenía abajo mirando en dirección a la misma, fue por eso que ninguno de ellos logró ver a tiempo a la puerta de la cocina, abrirse, e ingresar al living en el que estaban, a cuatro guerrilleros que, con armas largas, efectuaron disparos que hicieron caer al custodio que estaba abajo, herido de muerte; al ver la escena, el milico argentino efectuó infructuosamente dos disparos con su fusil; el intérprete y los milicos franchos, no llegaron a accionar las armas porque tanto por los disparos de María Clara, como por los de Daniela y los de Salazar, más los de los dos guerrilleros que salían de la pieza del hijo del milico dueño de la casa (estos últimos, rápidamente mataron al represor que estaba en la escalera), cayeron fulminados bajo el fuego.
   Mientras tanto, en la cuadra de la casa, de los tres autos en que estaba el resto de la custodia, descendieron tres represores, que no eran los conductores; estos últimos permanecerían en los vehículos; rápidamente uno de ellos, llamado Aníbal Gordon, que era el jefe del centro clandestino de detención: “Automotores Orletti”, se ocultó tras un árbol y desde ahí, pudo claramente ver a uno de los autos ocupados por guerrilleros, que era un Rambler, llegar a gran velocidad y pasar por delante de los tres Falcon, mientras desde su interior, uno de los combatientes disparaba ráfagas de ametralladora contra sus ocupantes y contra sus colegas represores que habían bajado; estos últimos, que, armas en mano, se dirigían a la casa, fueron alcanzados por las balas y murieron de inmediato; los conductores de los autos, no fueron muertos, si bien uno de ellos resultó herido, pero no de gravedad, fue por eso que pudieron llegar a sacar sus armas y arrancar los vehículos, en un intento de perseguir al auto de los guerrilleros, pero antes de que los conductores llegaran a pisar el acelerador, en la dirección opuesta a la del primer auto, pasó el otro auto de los guerrilleros, que era un Chevrolet Chevy, desde el cual, uno de sus ocupantes lanzó granadas hacia el interior de los coches de los custodios; los explosivos, al estallar, lograron el efecto deseado y los represores de los tres vehículos, murieron de inmediato.  
   El operativo parecía haberse concretado perfectamente, fue por eso que, tras serles informado a través de un "walkie-talkie" que los custodios de la calle habían sido eliminados, cinco de los seis guerrilleros de la casa, procedieron a salir de la misma y a subirse a los vehículos de sus compañeros, pero faltaba María Clara, que por algún motivo, todavía no había salido; el motivo era que, contraviniendo al plan, había vuelto al patio de la casa para cortar las amarras de la empleada doméstica para que pudiera a su vez, liberar al hijo del militar; mientras tanto, Aníbal Gordon, a través de una casa contigua a la cual, sus habitantes lo habían dejado ingresar por reconocerlo como uno de los custodios de su vecino militar, ingresó a la vivienda de éste último, y tras constatar que en la planta baja de la casa, no había nadie, se dirigió al patio y vio a María Clara que intentaba con un cuchillo (que había tomado de la cocina), cortarle las amarras a la empleada; la apuntó con su revólver y a punto estuvo de dispararle, pero abandonó rápidamente la idea por saber que el disparo alertaría al resto de los guerrilleros y podrían así, volver a ingresar a la casa, fue por eso que bajó su arma y se acercó a la combatiente, que estaba de espaldas a él, con la intención de darle un golpe con la culata de su revólver; la cosa parecía fácil, a fin de cuentas, era una mujer que mal podría absorber el impacto (al menos, eso es lo que el viejo pensó), y podría darse el gusto de, una vez ella reducida, llevarla al centro clandestino de detención del cual, él era jefe.
   Una vez que María Clara hubo terminado de cortar las amarras que inmovilizaban a la empleada, en el vidrio de una ventana del galpón, situado frente a ella, vio el reflejo del represor, por lo cual, se dio vuelta y casi por instinto, hizo un movimiento de esquivamiento que no fue suficiente para evitar el culatazo que Gordon le dirigió a la cabeza, pero sí le sirvió para que no la impactara de lleno; el golpe la hizo dar con una rodilla en el suelo, y si bien tras el mismo, soltó el cuchillo, inmediatamente lo volvió a agarrar y se lo clavó en el abdomen al represor; rápidamente lo sacó y se lo volvió a clavar en el mismo lugar; después lo volvió a sacar y, con movimientos descendentes, lo apuñaló tres veces en el costado derecho de su cuello; tras el último apuñalamiento, María Clara dejó el cuchillo clavado en el cuello del terrorista de estado, Aníbal Gordon, que, próximo a la muerte, cayó al piso.
   Ninguna huella digital de la combatiente quedaría en el cuchillo, por el pegamento que en la yema de sus dedos, había puesto.
   Tras este último hecho, María Clara salió rápidamente de la casa y se subió a uno de los autos de sus compañeros que, a toda velocidad, arrancó.



(1) Los hermanos Iaccarino eran grandes empresarios que tenían la particularidad de ser buenos con sus empleados; tal es así, que lejos de considerar válido el ajuste en el ámbito laboral, contrario a los derechos de los trabajadores, consideraban que los mismos debían ampliarse, así fue que, entre otras cosas, decidieron pagarle a sus trabajadores mucho más de lo que en otras empresas, por el mismo trabajo, se pagaba; esto no estaba en sintonía con lo pretendido por la dictadura militar, y fue por eso que fueron secuestrados, torturados y obligados a ceder todas sus propiedades.

(2) Partido Revolucionario de los Trabajadores.

(3) Ejército Revolucionario del Pueblo.

(4) Movimiento de Izquierda Revolucionaria.

(5) Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales.

(6) Escuela de Mecánica de la Armada.