lunes, 15 de agosto de 2016

Luz de luna (cuento) - Martín Rabezzana

    El recorrer las distancias soportando un clima hostil hace de cada segundo un suplicio; cada paso sobre la nieve es un lento y pesado avance hacia un destino difuso.
   La llamada realidad está compuesta de una serie de signos que al ser para alguien indescifrables lo vuelven deseoso de alcanzar lo abstracto.
   Uno entra en un estado de conciencia distinto tras consumir ciertos vegetales, luego vuelve al ordinario y se da cuenta de lo limitado del mismo, entonces vuelve a añadir la infusión de “...” al agua dispuesta convenientemente en el mate que tiene como objeto hacer menos desagradable el gusto de una planta intomable; tras varias vueltas el cuarto ya no es el cuarto y el hastío ya no es hastío, sino un sentir agradable y maravillado ante imágenes de dulcísima luminosidad. Sin embargo a veces se entra por la puerta equivocada y uno se ve en un lugar de soledad y condiciones climáticas desagradables; una vez me vi en un lugar cubierto de nieve y azotado por el viento. Si bien pasaron solo minutos escasos en mi habitación, debo haber pasado en ese lugar varios meses; una mañana me acerqué a una fogata, miré hacia todos lados buscando a alguna persona y no la encontré, entonces alguien tocó mi hombro y al darme vuelta una pelirroja de pelo corto se encontraba ante mí; estaba seguro de haberla visto antes, entonces le dije:
   -Yo a vos te vi en un sueño... ¿Te acordás de mí?
   Ella me dijo que no con la cabeza.
   -¿En dónde estamos?  -le pregunté.
   -En un estado de conciencia entre la vida y la muerte. Yo estoy en coma, vos estás drogado.
   -¿Qué te paso?
   -Me quise suicidar tomando pastillas.
   Le miré la muñeca izquierda y ella al darse cuenta la levantó y me dijo:
   -Esto es de un intento previo... no funcionó obviamente.
   -¿Hace cuánto estás acá?
   -No sé... el tiempo no existe acá.
   Me pregunté si existía realmente o si era producto de ese estado de conciencia, entonces le dije:
   -¿Vos existís de verdad?
   Sí, existo -me contestó muy tranquilamente y tras unos segundos en silencio me dijo:
   -Quiero pedirte que cuando vuelvas le digas a cierta persona que no quise lastimarla, pero no pude soportar más... la vida no es para cualquiera. Para algunos es agradable, pero para otros cada segundo es insoportable.
   La miré pensando que no se veía tan castigada por una vida miserable.
   -No te ves tan triste.
   -No, acá se está mucho mejor -me dijo y me sonrió.
   -Hay un lugar de miseria ausente y de visiones agradables al que quiero llegar... ¿por qué no venís conmigo? -le dije.
-No puedo, la planta te lleva hasta ahí, vos la tomaste, pero para mí ya es tarde, ya estoy medio muerta.
   -¿Por qué entonces estamos en el mismo lugar?
   -Porque para vos lo peor no es la infelicidad, sino el sentirte inútil; la planta te lleva adonde quieras ir y vos quisiste inconscientemente llegar adonde tu ayuda fuera necesaria, por eso estás acá... Cuando vuelvas le vas a decir a cierta persona que el hecho de que me deseara la muerte no hizo que yo quisiera morir... no se tiene que sentir mal por eso, yo la perdono, quiero que ella me perdone a mí y quiero que sepa que siempre la quise y la voy a querer... le vas a hablar de la promesa de la cual juramos no hablar nunca con nadie, entonces te va a creer.
   La miré muy atentamente por lo que ella supo que no había necesidad de repetirme lo que había dicho.
   -Ya tenés que irte.
   Yo quería quedarme más tiempo con ella.
   -¿Por qué no venís conmigo?
   -No puedo.
   Me contó la promesa ya mencionada, me dio un beso y caminé de vuelta hacia este estado de conciencia.
   De vuelta acá me di cuenta de que sabía de ella no sólo lo que me había dicho, sino además todo tipo de otras cosas. Hechos de su vida y el sentir sufriente de su vida entera; llamé por teléfono a la persona con la que tenía que hablar y se sintió mejor al escuchar el mensaje de esa chica a través mío.
   Después de unos días de vuelta en la llamada realidad me doy cuenta de que la misma está sobreestimada y no entiendo cómo alguien podría querer vivir en ella; todo esto es muy pobre, miserable, descolorido. El amor no vale nada, la compasión te hace infeliz y (como dijo Discépolo) la infamia da el sendero.
   Quiero irme, quiero estar en donde el sentido parezca ser algo existente y en donde de nadie necesite; quiero que este mundo y toda esta vida no sean para mí más que recuerdos inofensivos de un pasado lejano; hay una sola manera, no hay absolutamente ninguna otra para alguien para quien la vida no es más que un castigo cruel de lograr salir de todo esto: la muerte en otro estado de conciencia.
   Querría tener a toda la vegetación de América fluyendo en mis venas, pero tengo que conformarme con lo que está a mi alcance: la planta ya mencionada y la yerba mate.
  Veo colores por todas partes, las nubes me rodean y el azul del firmamento oscurece al día convirtiéndolo en noche; el sonido es tan indescriptible como agradable. La visión de todo lo existente acá es cualquier cosa menos lastimante.
   Siempre quise morir y llevarme a todos conmigo, ahora no quiero nada de nadie. Me importan tanto los demás como yo le importo a ellos: absolutamente nada.
   Nadie puede ya lastimarme con su presencia o ausencia, no necesito a nadie.
   Ya no me importa el dolor de los demás, el sinsentido de las cosas, la felicidad, ni lo que sea que pueda pasar; siento hacia todo lo existente lo que todo lo existente sintió siempre hacia mí: absoluta indiferencia.
   El mundo puede seguir su curso, estallar en mil pedazos, la humanidad puede emigrar de la tierra, morir con ella, seguir igual o cambiar su naturaleza que a mí no me importa; estoy más allá de todo, nada me alcanza. Soy la criatura más insensible alguna vez existida en el universo; ya no tengo ganas de matar ni necesidad de amar.

   ¿Quién podría haber tenido como sueño cosa semejante?... Yo.

domingo, 14 de agosto de 2016

Ciento un besos antes de dormir (cuento) - Martín Rabezzana

   Hay ciertas expresiones que de tan positivas, personales y sentidas, son como regalos, y el mismo regalo no se puede dar dos veces a la misma persona; tampoco se le puede dar como algo especial a alguien determinado un regalo que tenía por destinataria a otra persona.
   Cuando la palabra positiva es correspondida, la capacidad en su creador de producir otras, se renueva, pero, ¿qué ocurre cuando uno le da toda su positividad a diversas personas en forma de palabras y no son correspondidas? Se va quedando sin palabras positivas y van quedando las negativas; de uno negarse a emplear éstas últimas, queda condenado al mutismo.
   Se dice que las personas que dan todas sus palabras positivas en una vida y no son correspondidas, de negarse a usar las negativas, nacen en su siguiente vida con limitaciones en la palabra hablada o escrita; dado que el negarse a emplear palabras negativas es una gran virtud, tales limitaciones exponen en aquellos que las tienen una gran positividad interior.

   Una vez una mujer que padecía de limitaciones en la expresión vocal sintió atracción sentimental por un individuo y tenía razones para creer que él sentía lo mismo por ella; le quiso decir que le gustaba pero no pudo porque eso ya se lo había dicho muchas veces en su vida anterior a muchas personas sin ser correspondida; le quiso decir que lo necesitaba pero tampoco pudo porque eso también ya se lo había dicho muchas veces en su vida anterior a muchas personas sin ser correspondida; le quiso decir que lo quería pero tampoco pudo por el mismo motivo.
   Su incapacidad de expresar positividad con palabras habladas la llevó a expresarle a través de una carta lo que por él sentía, y al saberse incapaz de expresar positividad con palabras pronunciadas, y por consiguiente, de sostener una conversación positiva, le pidió que no le respondiera en persona si sentía lo mismo por ella, sino también por escrito; él dudó un poco en responderle de esa forma pero finalmente accedió y le hizo llegar por intermedio de una amiga común una carta en que habían dibujos lindos y las siguientes palabras: “Svo bienamt em gtsuas mia”; ella pensó que era una broma y que se lo aclararía cuando se vieran, pero cuando se encontraron en el trabajo sólo hubo incomodidad en ambas partes y reinó entre ellos el silencio, por lo cual ella sintió que él se había burlado de ella.
   Pasaron las semanas y ella empezó a resentirse por el silencio del individuo al que interpretaba como desprecio, por lo que lo llegó a odiar, lo cual no es de extrañar ya que es cierto muchas veces eso de que detrás del odio hay amor; lo fue a buscar y como su limitación en el habla no se daba con las palabras negativas, pudo expresarle elocuentemente todo el resentimiento que la embargaba; le remarcó sus defectos con las palabras más hirientes, lo denostó, lo maldijo, lo insultó… tras lo cual se esperaba de él una respuesta igual, pero él nada dijo y se fue.
   Arriesgándose a perder el trabajo faltó al mismo varios días para no verla, pero finalmente volvió; a la hora del almuerzo se acercó a ella que ante su llegada bajó la mirada y pudo sentir en su expresión el odio y el dolor presentes inevitablemente en quien se siente poseedor de un amor no correspondido; se quedó mirándola unos segundos en silencio tras lo cual le extendió una mano que sostenía una flor; ella la vio y su expresión de dolor y resentimiento se transformó en una de gran bienestar; tomó la flor y al hacerlo tocó la mano del individuo y tuvo en ese momento una serie de visiones en su mente de él siendo chico, estando en la escuela y no pudiendo entender; entonces supo que él tenía limitaciones en la palabra escrita, de ahí la carta de palabras incomprendidas que le envió; inmediatamente volvió a sentirse mal pensando en todo lo negativo que le había dicho.
   Se miraron a los ojos y además de sentirse mal por recordar lo lastimante que le había dicho, se sintió mal por pensar que aún de él quererla, tal vez no la querría tanto como ella a él, entonces volvió a tener una visión en su mente de él enviándole con la mano ciento un besos antes de dormirse todas las noches desde el día en que ella le había dado la carta y entendió que él la quería aún más que ella a él porque eran el uno para el otro y eso los llevaba a amarse al máximo, y al un hombre y una mujer quererse al máximo, el que más quiere es el hombre ya que se requiere necesariamente de un mínimo de atracción sexual para que haya atracción sentimental; el amor sentimental es necesariamente sexual, y como la producción de testosterona es mayor en el hombre que en la mujer y está directamente relacionada con la libido, ese mayor deseo sexual conlleva necesariamente una mayor capacidad de sentir atracción sentimental, por eso, contrariamente a la creencia de muchas mujeres, el hombre por biología tiene mayor capacidad de sentir amor sentimental que la mujer.
   Empezaron a hablar y ella se dio cuenta de que por primera vez podía pronunciar palabras positivas; él al escribir se dio cuenta de que ya no tenía dificultades; su amor correspondido los había curado mutuamente.



   La carta que él le había enviado decía lo siguiente: “Vos también me gustás a mí”.

domingo, 31 de julio de 2016

La mujer que controla el tiempo (cuento) - Martín Rabezzana


   Ella era una mujer tan atareada, que habitualmente se quejaba de la falta de tiempo para hacer todo lo que tenía planeado: canto, guitarra, piano, actuación, danza, pintura, trabajo y vida social.
   -Con todo lo que tengo que hacer, creo que aun si el día tuviera cuarenta y ocho horas no me alcanzarían, pero para mí sería mejor que con las veinticuatro que tiene;… ¡Ojalá el día tuviera más horas!
   Ante lo cual su interlocutor dijo:
   -Según expertos en técnicas de visualización, existe la manera de lograr que el día sea más largo;... el ciclo de rotación de la tierra que supuestamente se sucede en veinticuatro horas, tal vez exista sólo en la percepción; lo que solemos considerar dos cosas distintas: el día y la noche, son en realidad dos partes de la misma unidad que es el día; la dualidad es sólo aparente; creo que fue Sócrates quien a través de Platón dijo más o menos que a diferencia de lo que se cree, el número dos no es necesariamente la suma de dos unidades; dos puede ser una unidad dividida a la mitad; tres puede no necesariamente ser la suma de tres unidades, puede ser la división de tres partes de una sola unidad y así sucesivamente… Tal vez el universo sea una unidad dividida en millones de pedazos por nuestra percepción y al uno negar la división, la unidad tenga lugar, ya que a la realidad la crea nuestra percepción… Si el período de luz y oscuridad son dos ciclos distintos o si son parte de uno solo, es subjetivo, como así también el que el día tenga veinticuatro horas, por lo que si te mentalizás para creer que en realidad una jornada es parte de un ciclo de cuarenta y ocho horas, tu cuerpo y mente van a reaccionar como si así fuera.
   Ella le preguntó:
   -¿Y cómo tendría que hacer para que así fuera?
   -Tendrías que concentrarte en la visualización de un reloj de cuarenta y ocho horas… …No lo puede lograr cualquiera, pero dado que vos tenés práctica con la meditación, el yoga, la alimentación viva y la visualización, es probable que logres alcanzar el nivel de concentración que te va a permitir extender la duración del día.
   Ella tras unos segundos en silencio le dijo:
   -¿Te parece?
   Él se rió y le contestó:
   -Por ahí sí, por ahí no, ¡qué sé yo!... es una teoría nomás.
   Ella, ese mismo día, una vez en su casa se sentó en posición de meditación y empezó a visualizar en su mente un reloj que llegaba hasta las cuarenta y ocho horas; esto lo hizo un largo rato; esa noche no durmió ya que no tuvo sueño; pasó las horas nocturnas realizando las pinturas que tanto tiempo le requerían y practicando su coreografía de danza; a la mañana fue al trabajo sin sentirse siquiera un poco cansada; recién tras cuarenta y ocho horas de estar despierta empezó a tener sueño y durmió; la visualización había funcionado, por lo que siguió mentalizándose para seguir viviendo días de cuarenta y ocho horas que, no obstante, no le alcanzaban, por lo que empezó a visualizar un reloj de setenta y dos horas, después, uno de noventa y seis, después, uno de más horas y vivió días cada vez más largos hasta que visualizó un reloj cuya cantidad de horas iba siempre en aumento y dejó de dormir totalmente; ella no vivía estancada en el mismo día. Los días pasaban pero su organismo seguía reaccionando como si fuera siempre el mismo, por lo que dejó de envejecer; era consciente de haber alcanzado la eterna juventud.
   Tenía tiempo para todo; las horas que los demás le dedicaban al descanso, ella las dedicaba al estudio de diversas artes y oficios al punto que de seguir así, se convertiría necesariamente en la persona con mayor conocimiento de la historia.

   Una tarde al cruzar una avenida un auto casi la atropella; evitó que así fuera un individuo que acercándosele desde atrás tiró de uno de sus brazos y cambió así su lugar con el de ella, lo cual resultó en que fuera él el atropellado; ella gritó y lloró desconsoladamente y sintió una gran culpa invadirla.
   Tras llegar la ambulancia y constatar que el individuo había muerto, el personal al ver la conmoción de la mujer, le ofreció llevarla al hospital, ante lo cual ella de a poco y silenciosamente se alejó hasta que empezó a correr; pasó horas entre lágrimas caminando por la calle; después volvió a su casa.
   El llanto empezó a disminuir cuando tuvo la idea de intentar hacer volver el tiempo atrás visualizando un reloj cuyas horas pasaran en el sentido inverso al tradicional.
   Se sentó en posición de meditación y visualizó un reloj de horas en retroceso; eran ya las diez de la noche y tras un rato de visualización el sol volvió a iluminar la casa, ante lo cual se alegró muchísimo; interrumpía por momentos breves la visualización para mirar el reloj de su muñeca cuyas horas habían empezado a retroceder y cuando vio que la aguja llegó a las cinco (hora previa a la del lamentable suceso), dio por concluida la visualización y se dirigió al lugar del accidente.
   Una vez en el mismo se dispuso a cruzar como lo había hecho antes, pero esta vez lo hizo más lentamente, por lo que el individuo que por detrás había tirado de su brazo al ver que un auto se acercaba a gran velocidad, logró hacer lo mismo pero esta vez, debido al paso lento de la mujer, no le fue necesario realizar un movimiento tan extremo y evitó que fuera atropellada sin ser él tampoco atropellado, tras lo cual ella lo miró en silencio unos segundos y con los ojos vidriosos de emoción, lo abrazó con todas sus fuerzas y le dijo:
   -¡Gracias! ¡Diste tu vida por mí! ¡Gracias, gracias!
   Él, sin entender, dijo:
   -¿Qué?
   Ella lo besó y se fue.
   Volvió a su casa y tras rememorar una y otra vez lo ocurrido durante el día, empezó a contemplar la posibilidad de volver a un pasado que le permitiera reencontrarse con seres por ella queridos que ya no estaban; no lo dudó mucho; decidió intentarlo.

   A la mañana siguiente se dirigió a una plaza y se sentó en el pasto; visualizó un reloj cuyas horas retrocedían y después un calendario en el que se destacaban días, meses y años que progresivamente retrocedían, entonces volvieron los días, los meses y los años; detuvo el retroceso del tiempo cuando llegó al día de su cumpleaños número siete;… se dirigió a la casa en la cual entonces vivía, admirando emocionada las calles del barrio que en ese entonces era digno de ser llamado así debido a la sencillez y calidez que con el paso del tiempo habían disminuido hasta convertir al mismo espacio en un sitio parecido al de ese tiempo, pero en esencia, totalmente distinto.
   Contempló sonriendo el exterior de su casa y se acercó sigilosamente a una ventana cuyas cortinas por efecto de la luz dejaban entrever a las personas que participaban del cumpleaños; pensó:
   -Ahí están mis amigas… Cecilia, Verónica, mi mejor amiga… sentía que íbamos a ser amigas siempre, ¡y ahora ni sé dónde está!… Ahí estoy yo… ¡Qué chiquita! ¡Mamá, Papá! ¡Qué jóvenes están! ¡Abuela!... me acuerdo de vos todos los días, pero no me acordaba de tu voz;… no recuerdo haberte vuelto a ver después de este día…
   Pensó en golpear a la puerta y entrar a hablar con su abuela, contarle muchas cosas, expresarle cuánto le había dolido su partida, cuánto la extrañaba, cuánto la quería, cuánto la tenía presente a pesar del tiempo transcurrido, cuánto la necesitaba aún siendo ya una persona grande, decirle que sus mejores recuerdos eran con ella… explicarle quién era y cómo había llegado era lo de menos, lo importante era poder reencontrarla y darle ese abrazo de despedida que la vida les había cruelmente negado al ella morir imprevistamente poco después de ese día, pero no;… por necesidad que tuviera de todo esto, algo muy fuerte la detuvo haciéndole sentir que el momento perfecto que desde la distancia veía, merecía un respeto que implicaba dejarlo inalterado.
   Le mandó un beso y se fue.

   Regresó a su tiempo y dejó al reloj volver a componer días de veinticuatro horas por sentir que los ciclos naturales deben ser respetados siendo los casos de urgencia, la única excepción a la regla.
   Se encontró con el amigo que le había revelado la fórmula para extender la duración de los días, lo abrazó y con gran ansiedad quiso contarle todo lo que le había pasado en el último tiempo, las cosas que había vivido, lo feliz que se sentía por lo que había podido experimentar, lo mucho que había aprendido, pero… por el momento bastaba con una sola palabra; lo miró a los ojos y le dijo:
   -Gracias.

domingo, 21 de diciembre de 2014

La forma non sancta (cuento) - Martín Rabezzana

Hoy en día casi todo el que transita una calle peatonal lo hace esquivando a las chicas lindas que a uno lo acosan con volantes y promociones; la indiferencia y miradas de fastidio que la mayoría tiene para con ellas (incluyendo a los hombres), es lo más cerca que dichas mujeres van a estar -mientras les dure la juventud- de sentir lo que ellas le hacen sentir a los hombres que pasan a su lado.
   Las minas jóvenes y lindas son asiduamente abordadas por varones en casi todos los ámbitos, lo cual resulta en que el solo hecho de que uno pase a su lado les genere un odio profundo que expresan de diversas formas; la minoría de ellas que decide no apartar la vista al ir por la calle y pasar junto a un hombre, lo mira con desprecio, ya que su psiquis injusta asume que de mirarlo amablemente o incluso de forma neutra, él va a pensar que le está tirando onda, lo cual evita al dirigirle una mirada de odio, pero la mayoría de ellas decide no mirar a los hombres, y ese apartar la mirada es realizado por la mayoría de las mencionadas mujeres de forma nada sutil: uno está cerca de cruzarlas en su paso y ellas abruptamente apartan la mirada con toda la intención de que quede claro que fue para no mirarlo; el odio que al hacer esto ellas generan en muchos hombres (incluyéndome a mí), es enorme;... Parecen no saber muchas mujeres que si bien no hay por qué caminar mirando a los ojos a todo el mundo, se puede caminar mirando al frente, y en la era moderna, están, por supuesto, los teléfonos celulares que son utilizados por estas mujeres para apartar la mirada (¿creerán que uno no se da cuenta de que fingen leer un mensaje para no mirarlo?)
  Estas conductas que suelen tener en su mayor parte las mujeres jóvenes y lindas, están llenas de odio y falta de respeto, ¡y después seguro que se sorprenden si algún tipo es grosero con ellas! cuando es lógico que los demás sean groseros con uno si uno es grosero con los demás, pero no me estoy justificando por ser grosero con las mujeres ya que no lo soy, aunque ante las actitudes mencionadas me den ganas de serlo (cuando agarran el telefonito para no mirarme me dan ganas de arrebatárselo y tirarlo a la re c... de la lora).

   Un día al mirar los volantes que por la calle me dan, encontré uno de una metafísica; no teniendo nada que hacer y costando barato un turno con ella, me dirigí a su encuentro.
   Hay quienes con desprecio se refieren a quienes se dedican a actividades relacionadas con lo místico o paranormal y también a aquellos que en las mismas creen, y son realmente tontos por hacer eso ya que aún si esas personas vendieran sólo ilusiones, las mismas en un período de desesperanza le hacen tener a uno ganas de seguir adelante, por lo que valen mucho.
   Entré al local de la metafísica y tras ella saludarme e invitarme a sentarme, me dijo:
   -¿En qué te puedo ayudar?
   La miré con cierta inquietud y le dije:
   -A mí me va todo mal y quiero que me vaya todo bien, bah, al menos no tan mal como ahora que ni logro encontrar trabajo.
   Tras unos segundos de silencio, me dijo:
   -Se puede lograr.
   Tomó un péndulo de radiestesia y me empezó a hacer preguntas sobre temas triviales mientras el elemento se movía; lo hizo durante unos veinte minutos, tras lo cual, dijo:
   -Ya sé cuál es la causa de tus problemas: acciones incorrectas de tu parte crearon una energía negativa que te rodea y te impide avanzar... Lo que tenés que hacer para abrirte paso a través de la misma es realizar buenas acciones; eso va a crear en vos un aura de positividad ante la cual la mencionada energía se va a alejar.
   -¿Y en cuanto tiempo vería resultados?
   -En años.
   -¡La p... que lo parió! ¡No quiero esperar tanto! ¿No hay otra forma?
   Ella sonriendo dijo:
   -Sí; hay una forma "non sancta"; si realizás malas acciones tu aura se va a cargar de una fuerza que aunque sea negativa, te va a permitir abrirte paso rápidamente a través de la energía que te está obstaculizando el camino.
   Yo le dije:
   -Sería como el principio homeopático de "lo similar cura a lo similar".
   -Exacto, y al igual que en la homeopatía se usan dosis infinitesimales de substancias nocivas, ya que en gran cantidad causarían daño, las acciones negativas que realices deben ser moderadas, si no los resultados no van a ser buenos;... Tenés que hacer daño pero no excesivamente.
   Asentí y la miré en silencio unos segundos; sin que ella diera por concluida la visita, asumiendo que no había más que decir, me levanté, le pagué, la saludé y me fui decidido a seguir su indicación.
   Una vez en la calle vi a una mujer linda venir en dirección opuesta a la mía; ella agarró su teléfono celular para evitar mirarme y pensé en realizar mi mala acción, pero sentí a mi corazón latir más fuerte y debido a tal nerviosismo no hice nada, pero tras unos segundos tomé coraje y me le acerqué; le arrebaté el teléfono y lo arrojé con fuerza contra una pared haciéndolo pedazos; ella se quedó inmóvil y con evidente miedo; la miré con odio de frente en silencio unos segundos y seguí caminando.
   Volví a mi casa y a los pocos minutos sonó el teléfono.
   -Hola.
   -Hola, ¿podría hablar con...?
   -Soy yo.
   -Ah, ¿qué tal? Lo llamo para ofrecerle trabajo en nuestra publicación; nos gusta mucho lo que escribe y sería un honor que fuera parte de nuestro grupo de trabajo; le pagaríamos unos...