viernes, 1 de octubre de 2021

Escrito de liberación (cuento) - Martín Rabezzana

Pintura de Fabián Pérez
   El hombre entró al bar y se sentó a una mesa determinada esperando a que una determinada alternadora se le acercara; ella así lo hizo y pidió permiso para acompañarlo, permiso que él concedió; después, él pidió dos aperitivos sin alcohol, lo cual constituyó la primera cosa inusitada para ella de la noche; la segunda fue que él, tras escuchar las dulces y cálidas palabras de la mujer (a las que por más que uno sepa guionadas, es imposible ser invulnerable), le dijo:
   -Lo que voy a decirte es muy en serio; no importa cómo llegué a saberlo, lo que importa es que lo sé; escuchá atentamente por favor: hay una película argentina de los años 50 llamada “Pecadora”; actúan Olga Zubarry y Roberto Escalada. ¿La viste? .-Ella negó con la cabeza, entonces él prosiguió: -En dicha película Olga Zubarry interpreta a una cancionista de tango que es a su vez, alternadora en el cabaret en el que canta; tras un hombre proponerle ir a su casa, ella acepta y se va con él en un taxi; una vez en el mismo, el taxista hace un comentario sobre lo oscuro de la noche lluviosa, entonces el hombre le pide al taxista que mire a la mujer mientras le dice algo así como: “Si es necesario, los ojos de ella nos van a alumbrar”, y mientras lo dice, se pone detrás de ella y se cubre el rostro con su sombrero; después llegan a la casa, se ponen a hablar y ella quiere tomar agua, entonces pregunta en dónde está la cocina, él le señala una puerta, ella la abre y se da cuenta de que ahí no había ninguna cocina, entonces él se ríe, le dice que la cocina está en la otra puerta y ella abre esa otra puerta y descubre que ahí tampoco había ninguna cocina; ella se enoja un poco y él se ríe como si le hubiera hecho un chiste, la cuestión es que pasan algunos minutos, suena el teléfono y él no lo atiende, y en eso, él apaga las luces aduciendo que estaba llegando alguien y le ordena a la mujer que se esconda en un cuarto. Ella le pregunta por qué pero él no se lo dice y le insiste en que se esconda; ella lo hace (bah, en realidad, él la obliga a entrar en el cuarto) y cuando se abre la puerta de calle y entra un tipo, el hombre saca un revólver y le dispara causándole la muerte; la mina, a todo esto, estaba muy nerviosa y tras el hecho de sangre haberse cometido, el hombre abre la puerta tras la cual estaba la cancionista y ella, totalmente espantada, le pide que le explique qué había pasado, él dice que se había tenido que defender, por eso mató al tipo y le dice que se vaya, que no la quiere meter en problemas, entonces ella se va y el hombre se saca de las manos el producto que se había puesto para no dejar huellas mientras sonríe… al día siguiente la policía realiza la investigación del crimen y así da con el taxista que había ido hasta el lugar del hecho; el mismo dice que pudo ver a la mujer pero no al hombre (y claro… se había ocultado tras ella cuando le pidió al conductor que la mirara y se había tapado el rostro con un sombrero); eso había sido parte de su plan, otra parte consistía en que en la casa en que cometería el crimen, la mujer dejara sus huellas y él no, así sería ella, la cancionista alternadora, la única sospechosa.
   Y tras una pausa de varios segundos que ella, que se mostraba tan extrañada como interesada por lo que él contaba, no interrumpió, él prosiguió:
   -Te cuento todo esto porque… si bien van a haber ciertas diferencias, lo mismo te van a hacer a vos.
   La alternadora se mostró de pronto muy nerviosa y asustada, y sin dudar un segundo sobre la veracidad de lo que se le había dicho, preguntó:
   -¿Cuándo?
   -Esta noche.
   Tras lo cual, dejó plata sobre la mesa para pagar las bebidas, se levantó de su silla y dijo:
   -Chau.
   Y salió rápidamente del bar.
   La mujer no respondió por estar totalmente conmocionada por lo que acababa de escuchar; tras algunos minutos, salió a la calle y caminó unas cuadras, entonces se le ocurrió llamar desde su teléfono celular a la mujer que le había asignado ese bar para trabajar, y le pidió que la mandara a otro bien lejano porque en ese no quería seguir, y tras su jefa recriminarle agresivamente que hubiera dejado su puesto sin previo aviso, ante la insistencia de la joven, de mala gana aceptó destinarla a otro bar a los que proveía de alternadoras, entonces le mandó un auto que la llevó hasta otro bar que estaba en una ciudad a un cuarto de hora de distancia de aquella en que hasta esa noche, trabajaba; una vez en el mismo, se acercó a un cliente que le pidió que fueran a otra parte, entonces ella propuso un hotel alojamiento pero él le dijo que prefería que fueran a su casa ya que quedaba cerca y vivía solo, y a pesar del miedo que tenía por la historia que el misterioso hombre del bar le había contado, aceptó ir con el cliente a su casa; una vez en la misma, el hombre se puso a hacer ciertas anotaciones en las que puso tanta atención, que parecía haberse olvidado de la mujer, y cuando ella se le acercaba y le extendía los brazos, él la rechazaba con un gesto y le decía que esperara, ya que tenía que terminar lo que estaba haciendo; a todo esto pasaron unos 40 minutos, entonces sonó un teléfono de línea que el hombre no contestó, y ella, muy nerviosa dijo:
   -¿No vas a atender?
   -No; debe ser por trabajo y a esta hora, descanso.
   A los pocos segundos se oyó estacionar un auto y él le pidió que se escondiera en un determinado cuarto, y como ella se rehusaba, la arrastró hacia el interior del mismo y cerró la puerta con llave, entonces alguien entró y el supuesto cliente de la alternadora sacó un revólver y disparó varias veces mientras ella gritaba, tras varios segundos, la dejó salir y le dijo que se fuera, que no quería implicarla en el hecho y ella, que tenía el mayor interés en irse cuanto antes del lugar, mientras sollozaba se dirigió hacia la puerta de salida a cuyo lado estaba tirado el hombre a quien su supuesto cliente le había disparado; al estar cerca de él, detuvo su marcha para mirarlo bien, y se sorprendió al creer ver en el muerto, al misterioso hombre del bar que le había anticipado lo que esa noche estaba viviendo, y sintiendo la necesidad de asegurarse de que fuera realmente él, le apartó del rostro el cabello semilargo que se lo cubría parcialmente y confirmó que lo era; entonces se despertó sobresaltada ya que todo había sido un sueño.
… … …

   Esa misma noche fue a trabajar al bar y se volvió a encontrar con el misterioso hombre que en su sueño había visto; se sorprendió y tuvo miedo por lo aparentemente sobrenatural del caso, pero igual se le acercó y tras pedirle permiso para acompañarlo, se sentó frente a él; después de la conversación de convención y de que él pidiera dos aperitivos sin alcohol, el hombre le pidió que escuchara atentamente lo que iba a decirle ya que era muy en serio, y tras preguntarle si había visto la película “Pecadora” y ella responder negativamente, él empezó a contársela, pero a los pocos segundos de iniciada su narración, ella lo interrumpió diciendo:
   -El tipo usa a la alternadora para inculparla en el crimen que él comete.
   Entonces el hombre le dijo:
   -¡Sí!... Entonces la viste la película.
   -No, no la vi.
   -¿Y cómo sabías lo que iba a contar?
   -Por ahí lo presentí porque soy adivina; veamos si vuelvo a adivinar: lo mismo me van a hacer a mí, ¿no?
   Entonces el hombre, muy sorprendido, afirmó en silencio con un gesto de la cabeza.
   Ella, que presentía que el sueño había tenido el objetivo de llevarla a evitar que al hombre misterioso lo mataran, le dijo de ir a un hotel alojamiento, pero él se negó aduciendo que no había ido al bar a buscarla para “eso”, pero ella le dijo que no hacía falta que tuvieran relaciones sexuales, pero que si pasaba la noche con ella, él podría cuidarla y así evitaría que la implicaran en el crimen, es decir: apeló a su machismo, ese tan vil, perverso, abyecto y absurdo que, entre otras cosas, dicta que el hombre debe cuidar de todo peligro a una mujer aun a costa de exponer su propia vida, y funcionó porque él entonces, aceptó.
   Fueron al hotel alojamiento y hablaron durante horas sin relacionarse sexualmente, y cuando se acercaba la madrugada, él se dispuso a irse ya que, según le dijo, sentía que ya habían eludido la situación trágica mencionada, pero ella, que temía que no fuera así, le insistió para que se quedara, y como él se rehusaba, empezó a acariciarlo y a besarlo, y mientras se besaban, ella le agarró una mano y la llevó hacia su entrepierna, entonces él pudo tocarle la concha y en ese momento ella sintió que la permanencia del hombre en la habitación por un rato más, estaba más que asegurada, pero mientras se acostaba en la cama y se disponía a recibir sexo oral por parte del hombre, lo vio caer al piso empapado en sangre y de la nada apareció entre sus propias manos, un arma de fuego, entonces gritó y se despertó sola en la cama de su casa; otra vez todo había sido un sueño.
   Esa misma noche fue al bar donde habitualmente trabajaba y de nuevo vio entrar y sentarse a una mesa al hombre que en sus sueños había visto; esta vez no se sorprendió, tan solo sintió alegría de verlo con vida y sintió que los unía algo que no podía definir, pero que sin duda era de carácter positivo.
   Ella se sentó frente al hombre que pidió aperitivos sin alcohol y le preguntó si había visto cierta película, a lo que ella respondió negativamente, entonces él se la contó y después le dijo que lo mismo que a la alternadora del filme, le harían a ella, y ella, muy displicentemente le dijo:
   -Ya no sé si esto es sueño o vigilia, pero realmente no importa, dado que evidentemente lo soñado es parte de ese todo llamado “realidad”, ¿o no?... por eso es que no hay diferencia entre lo vivido en la vigilia y lo experimentado en los sueños, que son diferentes universos tan reales como éste que conforman el multiverso del cual son también parte las obras de ficción, por lo cual, lo que en las ficciones creadas en este universo, ocurre, es realidad en otro, así como nuestras vidas son recreadas en diversas formas de arte en otros universos cuyos creadores creen haber inventado y consideran inexistentes, cuando en este universo son nuestras realidades y no fueron por ellos inventadas, sino percibidas inconscientemente; por todo esto es que la ficción no existe; todo es realidad; la imaginación es visión remota, por lo que ABSOLUTAMENTE TODO lo que “imaginamos”, tiene existencia real en alguna parte.
   Y tras haber dicho todo esto, el hombre sentado frente a la mujer, evidenció en su expresión una grata sorpresa ya que lo por ella dicho, constituía una racionalización de su propio sentir, y esa asimilación emocional compartida de una verdad absoluta, creó en ellos una comunión mucho más fuerte que cualquier otra por ellos anteriormente sentida, así como una ausencia de negatividad en la percepción de ambos, del todo.
   El hombre le dijo:
   -¿Siempre pensaste estas cosas?... Te lo pregunto porque parecés haber expresado todo esto por primera vez, sin embargo, todo tu discurso estuvo muy bien articulado como si lo hubieras recitado leyéndolo desde un papel.
   Ella dijo:
   -No; nunca antes había pensado en estas cosas, y es que… todo esto que dije, como todo lo que vos dijiste, está siendo escrito por él.
   Y señaló a un hombre cuyo pelo oscuro sobresalía de una vincha negra; estaba sentado a una mesa escribiendo sobre un papel; entonces ambos se levantaron, se le acercaron y el escritor les dijo:
   -¡Hola!... Los estaba esperando.
   Los invitó a sentarse y tras sostener con ellos una conversación no muy larga en que les explicó ciertas cosas, les dijo:
   -Ya saben qué hacer;… yo los creé, los acerqué y ahora los libero de mí, así que... ¡adelante!
   La mujer dijo:
   -No lo queremos hacer.
   El hombre negó con la cabeza expresando así que estaba de acuerdo con ella, entonces el escritor les dijo:
   -Miren: la liberación de este plano, no es sólo para ustedes, es también para mí; para que yo pueda empezar a vivir, debo concluir mi obra, y antes, paradójicamente, tengo que morir, por eso es que este cuento debe concluir con ustedes ultimándome. –Y señalando los bolsillos de ambos, dijo: -Así que: ¡vamos!
   Entonces el hombre dijo que sus bolsillos estaban vacíos, ante lo cual el escritor exclamó:
   -¡Qué lo parió carajo!... ¡Me olvidé de ese detalle! –Y se puso a escribir sobre el papel; tras algunos segundos, dijo:
   -Ahora sí.
   Entonces el hombre y la mujer, sintieron armas de fuego materializarse en sus bolsillos, las sacaron y, cuando se disponían a disparar, la mujer, conmovida hasta las lágrimas, se acercó al escritor al cual abrazó (lo cual no estaba en el cuento por él escrito, dando cuenta con esto de la existencia de un margen de libertad de acción de sus personajes, por él hasta entonces insospechado), y mientras la mujer lo abrazaba, el hombre le estrechó a su creador la mano.
   Segundos después, el escritor alejó a la mujer de su persona y dijo:
   -Yo a ustedes, ya los liberé; ahora ustedes, libérenme a mí.
   Y extendió los brazos mientras sonreía, ante el fuego que el hombre y la mujer por él creados, abrieron.


jueves, 30 de septiembre de 2021

Bueno sí. Boludo, no (cuento) - Martín Rabezzana


   Al adolescente lo habían estado verdugueando durante un largo rato, tres giles en cierta reunión nocturna; en un principio él, sabiéndose en inferioridad de condiciones frente a tres personas, nada dijo ni nada hizo, pero en cierto momento se les acercó por detrás y, a modo de respuesta a sus expresiones irrespetuosas, les vació en la cabeza el contenido de dos vasos de cerveza, tras lo cual, salió corriendo del lugar y los tres pibes empezaron a perseguirlo, pero como él estaba en forma, se encontraba en condiciones de correr rápido y sostenidamente, en cambio, los tres giles no, por eso a la cuadra y media de perseguirlo, no daban más, por lo que cuando el joven miró hacia atrás y vio que sólo uno de sus tres perseguidores sostenía aún la persecución, ya que los otros dos estaban acuclillados, exponiendo así, agotamiento, pegó la vuelta y se dirigió hacia su primer perseguidor al cual le dio un derechazo que lo derribó. Después fue corriendo hacia el segundo y también lo dejó fuera de combate con un solo golpe, y el tercero, que estaba más atrás y vio toda la escena, se le escapó, ya que, como pudo (es decir, casi arrastrándose) alcanzó a subirse a un colectivo y evitó así ser el tercer noqueado del joven que, si bien era tranquilo, mejor era no joderlo demasiado.

martes, 14 de septiembre de 2021

Espíritu libre. Espíritu encadenador (cuento) - Martín Rabezzana


   Siempre me preguntan si era buena o mala, como si una cosa fuera excluyente de la otra, y su caso demuestra que no lo es, ya que conmigo fue muy buena, y con otros… muy mala; y es que todos estamos llenos de tendencias polivalentes y contradictorias que coexisten en permanente conflicto; no hay nadie que a esto escape, de ahí que la coherencia, como cualidad pretendidamente constitutiva de algunas personas, sea solamente una abstracción; lo real, lo auténtico, lo verdadero, es la discordancia, la contradicción, la incoherencia… lo que pasa es que en algunas personas la incoherencia se nota más que en otras, y en quienes se nota menos, se debe en general a que saben disimularla mejor que los demás. No obstante, no significa esto que la incoherencia se dé en el mismo grado en todas las personas, por lo cual, aceptando que la incoherencia es inalienable de la condición humana, podemos concluir que hay gente más y menos incoherente, y a quien lo es menos, se lo suele elogiosamente llamar “coherente”, cuando en realidad, en base a mi experiencia puedo afirmar que las personas más cercanas a la coherencia son las más jodidas de todas; como prueba de esto les hago la siguiente pregunta retórica: ¿qué es la incapacidad de admitir un error, de pedir perdón y de perdonar, sino: coherencia?... En fin… la cuestión es que, con incoherencias muy marcadas de su parte en lo que hacía a su conducta, lo intransigente en ella por mí (y en mí por ella), fue siempre el amor; ese mismo amor que, tras varios años de estar separados, la llevó a volver una tarde de algún año de la década del '40, al bar de mala muerte al que yo siempre asistía, y muchas veces con ella, pero claro… cuando su estatus era muy distinto al que entonces era, ya que ella ascendió, escaló, o dicho de modo vulgar y elocuente: trepó, y llegó tan alto que, al volver al viejo bar, deslumbró a todos como si fuera una estrella que hubiera bajado y se hubiera mezclado con nosotros, mas no obstante el deslumbramiento y el deseo generalizado de admirarla y hablarle, la concurrencia del bar, muy respetuosamente entendió que ella estaba ahí para verme a mí, por lo cual no hizo falta que el par de tipos fornidos que la acompañaba, interviniera para abrirle paso y pudiera llegar hasta la mesa alejada y desolada a la que yo me sentaba, ya que tras efusivos saludos, todos espontáneamente la dejaron pasar y le concedieron la privacidad que necesitaba para hablar conmigo.
   Ella llevaba ropa muy fina, lo cual contrastaba totalmente con la vestimenta que en tiempos pasados usaba; también la seguridad en su andar, sus gestos y palabras, contrastaba con la fragilidad que otrora en todo eso evidenciara de modo casi continuo, sin embargo… algo en su mirada y en su voz, me hacía sentir que la cálida esencia constitutiva de su persona, seguía intacta y que no se encontraba muy lejos de esa superficie fría y artificiosa.
   Yo me mantuve en silencio y en mi lugar desde que la vi entrar y hasta que llegó a mi mesa; ni siquiera le respondí con palabras cuando, con enorme timidez, me pidió permiso para sentarse frente a mí; tan solo me limité a asentir con un gesto.
   Yo estaba todavía herido; no puedo decir que estuviera “malherido”, ya que las heridas más graves que ella me había dejado, ya habían (casi todas) cicatrizado, por eso mi instinto de conservación me hacía presumir un grave peligro ante su presencia, dado que ella tenía el poder de reabrirlas todas con un solo gesto, una sola palabra o un solo silencio, pero ninguna intención hiriente tenía hacia mí, de hecho, jamás la tuvo ni tampoco yo hacia ella; el daño en nosotros recíprocamente infligido, había sido sencillamente el que, de modo inevitable, se da tarde o temprano cuando se juega con fuego, y ambos habíamos jugado con fuego y nos habíamos quemado; habíamos jugado con el filo cortante de una pasión amorosa y nos habíamos cortado; habíamos caminado por el borde de un precipicio y nos habíamos caído; después nos separamos y cada uno aprendió a vivir lejos del otro, pero no por eso aprendimos a dejar de querernos, ya que hasta podría decirse que la lejanía nos enseñó a querernos aún más, y por supuesto… esto se dio muy a pesar de nuestra voluntad, ya que al ambos decidir transitar caminos distintos, habríamos deseado que el amor por el otro, en nosotros se apagara en pos de que la separación dejara de doler, pero eso nunca ocurrió.
   Ella me miró con los ojos llenos de dulzura y me dijo:
   -¿Necesitás algo?
   Yo le sonreí tristemente y solamente le dije:
   -No.
   Pero le mentí, porque yo necesitaba que se sublevara contra lo que ella sentía que era su destino y pudiéramos así, ser finalmente compatibles e indivisibles para siempre, pero no consideré siquiera sugerírselo porque cosa tal habría implicado pedirle que dejara de ser quien era, y a una ella que no fuera ella, yo no habría podido amarla con tanta intensidad.
   Yo era alguien que defendía a su “yo” del “yo” que las instituciones le querían imponer, y ella, por el contrario, quería ser (literalmente) las instituciones impositoras de un “yo” homogéneo, dócil y pasivo, y esas voluntades contrapuestas, una vez mezcladas, habían creado un sentir incendiario en ambos, que resultaba en que la unión material entre nosotros, estuviera destinada a durar poco tiempo.
   Ella dijo:
   -Alguien me dijo lo siguiente refiriéndose a dos personas: “Él era un espíritu libre y ella, un espíritu encadenador, que es siempre un espíritu previamente encadenado”;… no lo dijo de nosotros, pero sentí como si nos hubiera descrito perfectamente.
   Después me tomó de una mano y pude sentir entre nosotros una unión mayor que la que podría haber sentido si se hubiera tratado de una conjunción pija-concha, lo cual me resultaba desgarrador, al punto que, si bien por un lado la quería, por otro, la rechazaba; la parte que de mí rechazaba a dicha unión, me llevó a soltarme de su mano, pero por breves instantes, ya que tras los mismos, la parte que de mí la anhelaba, prevaleció, entonces acerqué mi silla a la de ella y sentado a su lado, la abracé, me abrazó y nos abrazamos; entonces le dije:
   -Volvió la encadenadora con sus cadenas –y susurrando, agregué: -pero ya no quiere estar encadenada ni encadenar a nadie; volvió para cerrar heridas, liberarnos y despedirse.
   Ella nada dijo por entender que todo estaba dicho y que sólo restaba apreciar al máximo ese momento que se extendería por algunos minutos, tras los cuales, se levantó y se fue de mi vida como se iría no mucho tiempo después, de la vida misma.

   La despedida terminó de sanar en nosotros las heridas que quedaban por cerrar que ambos nos habíamos infligido.

lunes, 13 de septiembre de 2021

Orgullo de rechazo a la telefonía moderna (cuento) - Martín Rabezzana

 

   El tipo, que jamás le había siquiera levantado la voz, ante la pregunta de la mina sobre por qué no tenía teléfono celular, había respondido:
   -Porque no me gustan.
   La respuesta no satisfizo a la preguntante, por lo cual, con el tema insistió, e insistió, e insistió y… se dio entonces lo que podríamos llamar: un atentado contra la propiedad tecnológica; tras el mismo ocurrir, le pidió que guardara silencio y escuchara atentamente lo que le diría.
   -Allá por el dos mil, en mi barrio habían unos conocidos que iban a cuanta manifestación hubiera y sacaban fotos de todo. Después las llevaban a revelar, tras lo cual recorrían los medios de prensa para preguntar si les interesaba comprarlas, y muchas veces así era; así empezaron una carrera en la fotografía no siendo profesionales; un día, uno de ellos me ofreció ser parte de su grupo; me dijo que sin importar quién sacara las fotos que los medios compraran, lo ganado se repartía equitativamente entre todos, que, conmigo, seríamos tan sólo cuatro personas, y me dijo que me prestaba una cámara y todo, pero yo no acepté porque no me tomé a dicha actividad en serio como laburo; asumí que podrían ganar buena plata pero hasta ahí; ni se me ocurrió preguntarle cuánto ganaban, y sabiendo que el riesgo en esa actividad era mucho (palazos de “cosacos”, o sea, de la policía montada, intoxicación con gases lacrimógenos, eventual atropello de multitudes cuando se inician las corridas, y más cosas), le agradecí su oferta pero la rechacé, pero cuando varios meses después vi que con lo que ganaba como fotógrafo ¡se pudo comprar un cero kilómetro!, le pregunté si seguía vigente la oferta de sumarme a su equipo, me dijo que sí, y al día siguiente fui con él y otros fotógrafos aficionados a una manifestación de trabajadores despedidos; no pasó nada y las fotos que sacamos no nos sirvieron porque lo que vende, es el kilombo en serio y el mismo no se había producido en dicho caso, por lo que ni siquiera nos molestamos en ir a los medios para intentar vendérselas; en las semanas siguientes, la cosa fue igual; yo estaba a punto de abandonar la “carrera” (si es que se me permite llamarla así), pero fue que finalmente hubo una manifestación (de la que prefiero no dar datos concretos) y se dio lo que tarde o temprano se da: represión policial con palazos, balazos de goma, pedradas a los uniformados, gases lacrimógenos, etc.; ese día saqué no sé cuántas fotos, y sumadas a las de mis compañeros, teníamos cientos, y por supuesto, muchas eran vendibles, por lo cual nos dirigimos a varios medios importantes y nos pagaron una buena suma; y así ocurrió muchas veces más, por lo que rápidamente empecé a vivir de la fotografía que se volvió para mí, además de un trabajo bien remunerado, una salida a una vida de aburrimiento, ya que lo presenciado en los kilombos mencionados, constituyen experiencias valiosísimas, por lo cual, el trabajo era una aventura continua;… En los 2000 empezaron a proliferar las cámaras fotográficas digitales, lo cual resultó en que tuviéramos mucha competencia, ya que la gente común empezó a sacar fotos de cualquier cosa y en cualquier parte, pero como no era para tanto la cosa, la competencia no amenazaba a nuestro negocio, pero cuando se popularizaron los teléfonos celulares con cámaras incorporadas (sobretodo los “inteligentes”, a principios de la década del 2010), se nos acabó el negocio porque demasiada gente empezó a tener una cámara a mano y a sacar fotos y filmar, y cuando algún hecho grave ocurre, no sólo abundan las personas que sacan fotos, sino además, ¡las que se las regalan a los medios!, por lo cual, ahora puede ser que en algún momento los grandes medios te lleguen a comprar alguna foto tuya si consideran que es mejor que la que sus propios fotógrafos sacaron, pero es algo excepcional, ya que no se puede contar con que ocurra seguido; ya no puedo vivir de la fotografía como sí podía en "mi época”, como dicen los viejos (y es que ya, lo que se dice “joven”, no soy), y esa época seguiría siendo MI ÉPOCA si no fuera por telefonitos de mierda como ese que te acabo de reventar contra el piso;… ¡¡¡¿entendés por qué los odio tanto y por qué NUNCA tendría uno?!!!
   La mina, en total y absoluto silencio, asintió.