viernes, 27 de marzo de 2020

Risa-mata-suicidio (cuento) – Martín Rabezzana


  
   Una tarde, con los ojos vidriosos la mujer puso veneno para ratas en un vaso de agua y se dispuso a tomarlo, pero justo en ese momento sonó el timbre; ¿quién podría ser? Como estaba a punto de suicidarse, dudó de si valía la pena acercarse hasta la puerta para preguntar quién era, pero la curiosidad (que es lo último que se pierde, y no la esperanza, a diferencia de lo que dice el refrán) la venció, por lo que dejó el vaso sobre la mesa y se acercó a la puerta a través de cuya mirilla vio a un hombre vestido con un overol; preguntó:
   -¿Quién es?
   -Vengo por el arreglo del televisor, señora.
   "¿El arreglo del televisor?", pensó, y tras unos segundos recordó que ella misma había ido esa mañana a un negocio de reparación de electrodomésticos para pedir que algún empleado se acercara hasta su casa para arreglar su televisor que estaba funcionando mal, ya que ella no tenía a nadie que la ayudara a llevarlo hasta allá (la historia transcurre en los años sesenta del siglo veinte, por lo que se trataba de un televisor de grandes dimensiones y peso, para cuyo transporte se requería de al menos dos fisicoculturistas; aparato que, dicho sea de paso, tenía una de esas antenas conformadas por láminas de acero que había que eventualmente doblar y enganchar en el centro, lo cual era peligrosísimo porque si uno enganchaba mal alguna, saltaba y azotaba como látigo pudiéndole sacar a uno un ojo).
   La mujer, a través de la puerta, dijo:
   -Pero habían quedado en llamar por teléfono para avisarme cuando el reparador estuviera por venir.
   -Sí, pero hay un desperfecto en el servicio telefónico y por eso no pudimos comunicarnos.
   Ella dudó unos segundos y después se decidió a abrir; el técnico de electrodomésticos la saludó sonriente y rápidamente fue conducido por la mujer hasta el living donde se encontraba el televisor; el hombre preguntó qué problema tenía el aparato y ella le dijo que la imagen saltaba; él lo prendió y tras constatar el problema, dijo:
   -Sí sí.
   Después lo apagó, lo desenchufó y tras sacar algunas herramientas de la caja que llevaba, lo desarmó y dijo que la reparación le tomaría más o menos una hora.
   Mientras realizaba la reparación, el tipo, que era muy conversador, le hablaba a la mujer que, por tener un pésimo estado de ánimo, le respondía con monosílabos, sin embargo él seguía hablándole; en un momento le dijo:
   -Un amigo mío, por el sueldo no alcanzarle para más, se compró un auto muuuy chiquito, y era tan angosto, que ni bien ingresaba un pie, pisaba la calle.
   A lo que la mujer, transgrediendo a sus ya mencionadas monosilábicas réplicas, dijo:
   -Entonces no era un auto, era una moto.
   -Nooo; era más angosto que una moto, pero a él le alcanzaba porque era muy flaco; tan flaquito que cuando se ponía de perfil, era invisible.
   Entonces la mujer, sorprendiéndose a sí misma, se rió; tras varios segundos de reírse, se sintió más amable, por lo que muy cortésmente le preguntó si quería un café, a lo que el reparador dijo:
   -No gracias, señora. Yo soy más de matear.
   -Bueno, entonces le preparo mate. ¿Lo toma amargo?
   -Lo tomo amargo.
   Y fue a la cocina a prepararlo; al tenerlo listo, le extendió el mate y él le agradeció; tras tomar el primero, le dijo:
   -Un primo mío que una vez se fue de viaje a Finlandia, me dijo que allá hace tanto frío, que cuando se servía un mate con agua hirviendo, a los dos segundos ya estaba congelado; por eso los finlandeses no toman mate.
   -Aahhh. ¿Es por eso? –dijo la mujer, y se rió.
   El hombre siguió con la reparación que interrumpía brevemente para tomar el mate que la mujer le cebaba, y como habían pasado varios minutos de conversación más o menos seria, el hombre sintió que ya era momento de decir otra cosa ocurrente; dijo:
   -El otro día estaba leyendo en el diario sobre músicos clásicos y me enteré de algo; ¿sabe qué se dice de Paganini?
   -No; ¿qué se dice?
   -Que hizo un pacto con satán para ser el mejor violinista de la historia, y como prueba de su filiación con el diablo la gente aducía que podía verse a su imagen translúcida a su lado cuando daba un concierto, pero eso, claro…. ¡sólo la gente muy ignorante lo puede creer! La verdad es que a satán podía vérselo en los recitales de Paganini pero porque era admirador suyo, y no porque hubiera hecho un pacto con él.
   La mujer se rió.
   En los minutos siguientes el reparador siguió diciendo cosas graciosas que a la mujer la alegraron, y tras casi una hora de haber iniciado la reparación, dijo:
   -Bueno; vamos a ver si el televisor ya funciona bien -entonces lo rearmó, lo enchufó y lo encendió; señalando a la pantalla, dijo: -Se ve perfecto; ¡problema solucionado!
   Tras lo cual le informó a la mujer cuál era el precio de la reparación y ella fue a buscar la plata para pagarle, entonces le pagó y le dijo:
   -¡Muchas gracias!
   -No; gracias a usted por contratar nuestros servicios y gracias también por los mates.
   Se dirigió a la puerta y tras salir, dijo:
   -¡Chau!
   -¡Chau! –respondió ella.
   Tras el hombre irse, la mujer mantuvo durante varios minutos seguidos una sonrisa que llegaba hasta a volverse risa cada tanto al recordar los chistes que el reparador había hecho, y por el estado de alegría en que estaba, sólo cuando volvió a la cocina y vio el vaso con veneno para ratas sobre la mesa, se acordó de que hasta hacía apenas una hora, tenía la intención de matarse por el dolor que un desengaño amoroso le había provocado.
   Sin dudarlo en absoluto, agarró el vaso y lo vació en la pileta de lavar los platos, tras lo cual abrió la canilla.
   Ante tal estado de bienestar, suicidarse habría sido no sólo ridículo, sino además, imposible.

   Al rato sonó el teléfono y ella atendió.
  -¿Hola?
  -Hola señora. La llamo del negocio de reparación de electrodomésticos; era para avisarle que lamentablemente hoy estuvimos sobrecargados de trabajo y por eso nos fue imposible mandarle a un empleado para realizar el arreglo que solicitó; los tres empleados que tengo no tuvieron siquiera un minuto libre hoy, pero le prometo que mañana sí vamos a estar en condiciones de mandarle a alguien; le pido mil disculpas.
   La mujer se mantuvo en silencio unos segundos por la sorpresa, por lo que su interlocutor dijo:
   -¿Hola, hola? ¿Me escucha?
   Ella se recompuso y le dijo que no se preocupara ya que su televisor había empezado a funcionar bien, por lo que ya no hacía falta que le mandara a nadie.
   Tras colgar el teléfono se preguntó una y mil veces quién había sido el hombre que además de arreglarle el televisor, le había salvado la vida, pero jamás llegaría a saberlo.

Epílogo (génesis del cuento)

   La mujer mayor, me dijo: "Lo que te voy a contar me pasó cuando era joven allá por los años sesenta, y aunque no lo puedas creer, te juro que es cierto;… Como sos escritor, lo que te voy a contar tal vez te sirva para escribir." Y me contó una historia; tras escucharla, le dije: "Le creo. ¡Y claro que me va a servir para escribir!" Entonces escribí: "Risa-mata-suicidio".

domingo, 15 de marzo de 2020

Esto NO ocurrió en el Parque de la ….. (cuento) - Martín Rabezzana


   Estando yo en uno de los tantos trabajos "intelectuales" que tuve (o sea, en el sector limpieza) en cierto parque de diversiones cuando tenía poco tiempo de haber sido inaugurado, pude ser testigo del ascenso y caída (estrepitosa y a un piso sin acolchado) de muuuchos artistas, ya que cuando el parque recién abrió, había no sólo juegos mecánicos, sino también toda una serie de espectáculos infantiles teatrales y circenses (sin animales no humanos) que, por falta de público fueron levantados uno tras otro en los últimos meses del primer año por los (malditos) directivos de la empresa que de conmiseración para con el personal, no tenían nada, ya que de haberla tenido habrían bancado a dichos espectáculos aunque en lo económico no redituaran mucho dado que el éxito general del parque resultaba en que los mismos pudieran ser mantenidos igual, pero no… No sólo no les importaba la diversidad artística del lugar, sino tampoco las vidas ni los sueños de aquellos que en los espectáculos mencionados, trabajaban; todo esto me lo dijo un malabarista durante un descanso de un ensayo de uno de sus actos que, gracias a su trabajo en el parque había pasado de laburar por monedas frente a los semáforos, a tener un sueldo todos los meses que le permitía mantenerse; yo iba a decirle que los directivos del parque no tenían la culpa de que los pibes prefirieran los juegos mecánicos a ver actos teatrales y circenses, pero no se lo dije ya que habría quedado como que me ponía del lado de ellos, entonces tuve que guardarme expresiones de tipo: "¿Por qué los chicos no aprecian a quienes con toda pasión ejercen sus oficios artísticos cuyo objetivo es brindarles positividad?... …¿Por qué prefieren a esas insensibles moles mecánicas que te revuelven todo lo que lastraste (y tomaste) causándote un vómito probable y una nausea segura?.. ¿Por qué prefieren esos absurdos autitos chocadores y no a ustedes? …¡Qué pendejos de mierda, carajo!"; no le dije ninguna de estas cosas (si hubiera dicho lo de los autitos chocadores, habría sido muy hipócrita porque yo también los habría preferido siendo chico, y la verdad que siendo grande, también), lo que dije fue:
   -¡Qué basura que son los directivos del parque!
   Los días pasaron y el espectáculo en que participaba el malabarista fue finalmente levantado; el último día de su función (que se realizó a sala casi vacía), me acerqué a su sala para saludarlo y desearle suerte en la vida, pero noté que no estaba por ningún lado; cuando la obra terminó le pregunté a uno de los actores en dónde estaba el malabarista y me dijo que: "terminó como terminó" porque su sueño había sido trabajar en una empresa importante que le permitiera vivir de su arte, y como lo había logrado y se sentía recontra feliz, al serle comunicado su despido, le sacaron toda felicidad y las ganas de seguir adelante, por eso no vio otra salida más que… y no pudiendo seguir hablando por la emoción, se retiró.
   En las semanas posteriores levantaron varios otros espectáculos similares y se corría el rumor de que muchos de sus artistas habían perdido mucho más que el trabajo, pero no lo quise creer ya que era consciente de que la gente es ficcionadora, dramatizadora y exageradora por naturaleza, por lo que continuamente inventa, agrava y sobredimensiona a los hechos menores en pos de añadirles emoción al relatarlos, pero fue que llegó la última función de estos espectáculos que le conferían al parque una diversidad artística valiosísima, y a mí me tocó (junto a otros empleados) limpiar el escenario una vez que todos se hubieron ido; los demás empleados de limpieza se demoraron por lo que yo fui el primero en llegar al lugar; apenas empecé a barrer el piso vi algo que nunca voy a olvidar: una de las integrantes del espectáculo teatral estaba colgando de una soga a un costado del escenario, y entendí entonces que los rumores sobre el final trágico y común de tantos artistas teatrales y circenses del parque, no eran productos de imaginaciones febriles. Eran ciertos.
   Tras recuperarme un poco de la impresión que me dio el ver a la mina en la horca, le fui a avisar al gerente del lugar lo que había visto, y el tipo, sin sorprenderse en absoluto (debido a que lo mismo había ocurrido ya en varias oportunidades), me dijo:
   -De esto ni una palabra a nadie, ¿eh? Y menos a los medios.
   Yo rápidamente dije:
   -No no.
   Y cumplí (hasta ahora).

miércoles, 26 de febrero de 2020

Amor fati (cuento) - Martín Rabezzana


El destino conduce a quienes lo aceptan y arrastra a quienes se le resisten.


Séneca

   Yo me encontraba de vacaciones con mi familia en Villa General Belgrano (provincia de Córdoba); en ese lugar abundan los arroyos cuyos alrededores verdosos son muy atractivos de día y de noche, si bien cuando era chico, de noche los mismos, lejos de causarme atracción, me causaban rechazo por resultarme atemorizantes, pero en esta oportunidad ya era grande, por lo que el temor a visitarlos en horario nocturno era ya para mí completamente nulo.
   Antes de dormir (tipo dos de la madrugada) muchas veces yo solía acercarme hasta cierto arroyo y pasar un rato sentado frente al mismo en total soledad; una noche, para mi grata sorpresa, una mujer apareció y nos pusimos a hablar; "¿De dónde sos? ¿Cuánto tiempo te vas a quedar en Córdoba? ¿Venís siempre acá?", etcétera; mientras conversamos caminamos bordeando el arroyo hasta llegar a una zona de aguas cuya profundidad permitía nadar, entonces ella se sacó la prenda superior que tenía y estando ya en traje de baño, me dijo:
   -Voy a entrar al agua. ¿Venís?
   Yo respondí:
   -No… hace un poco de frío como para entrar al agua.
   Ella, sonriendo dijo:
   -Bueno; yo sí voy a entrar -e ingresó al agua y nadó con una gracia propia de una nadadora profesional.
   Yo la miraba sabiendo que me perdía de mucho más que del divertimento del baño nocturno si no la acompañaba, por lo que cambié de opinión y decidí entrar al agua, entonces me saqué las alpargatas y la remera, y cuando apenas hube ingresado a las aguas, la vi sumergirse y a los varios segundos la vi emerger dando manotazos y pronunciando algunas palabras con dificultad; era obvio que se estaba ahogando, por eso me apuré en adentrarme a la parte profunda en que ella estaba para rescatarla, pero por más que nadé en todas las direcciones, no la encontré; los minutos pasaron y ella no aparecía; una corriente debía haberla arrastrado; entonces entré en pánico y salí del agua con la intención de avisarle a alguien lo que había ocurrido, pero en cuanto salí, pisé una piedra filosa que me causó una herida profunda que me provocó un dolor intenso; entonces me desperté en mi habitación totalmente sobresaltado; todo había sido un sueño.
  
   Eran las dos de la mañana y tras un rato de intentar infructuosamente volver a conciliar el sueño, me levanté, me puse las bermudas, las alpargatas y la remera, y salí en dirección al arroyo que habitualmente visitaba; tras varios minutos de permanecer en la orilla, apareció la mujer de mi sueño y se repitió la conversación que en el mismo tuvimos. Entonces sentí que el sueño había sido premonitorio y tenía el objetivo de alertarme sobre lo que a la mujer le ocurriría para que lo evitara, por eso cuando tras caminar en dirección a la zona de aguas profundas ella me dijo que quería bañarse, le pedí que no lo hiciera, pero por más que insistí, ella se decidió a entrar igual, pero esta vez entré yo con ella ya que pensé que estando a su lado, podría cuidarla y sacarla inmediatamente del agua de ella mostrar el menor indicio de dificultad al nadar; nadamos con tranquilidad durante algunos minutos y en determinado momento ella se sumergió y yo la seguí; bajo el agua me tomó afectuosamente de las manos y tras algunos segundos me soltó, entonces ya no pude verla; salí a la superficie y miré en todas las direcciones pero no la vi por ninguna parte; salí del agua muy nervioso deseando que la mujer me hubiera hecho una broma y me sorprendiera apareciendo de improviso desde detrás de un árbol o algo así, pero eso no ocurrió, por lo que decidí buscar a alguien para avisarle lo que había pasado, pero mientras caminaba pisé una piedra filosa que me causó una herida profunda que me provocó un dolor intenso, entonces me desperté en mi habitación totalmente sobresaltado; otra vez todo había sido un sueño.
  Los días pasaron y seguí soñando lo mismo: me encontraba con la mujer a orillas del arroyo, íbamos a la zona de aguas profundas, entrábamos al agua y ella desaparecía sin que yo pudiera evitarlo; a esa altura yo pensaba que seguiría soñando lo mismo hasta que pudiera cambiarle el final a la historia, ya que sentí que me estaba predestinado salvarla, pero como nunca podía lograrlo, me resigné a que el sueño siguiera su curso sin yo oponer resistencia a lo que en el mismo aconteciera, y fue que una noche (la última antes de volver a mi casa en Magda Buen Ayre) fui al arroyo al que habitualmente iba y caminé hasta la zona de aguas profundas, pero la mujer no apareció (ya que sólo en sueños aparecía y estaba seguro de en ese momento estar en la vigilia), entonces entré al agua solo, nadé un rato y al salir de la misma, pisé una piedra filosa que me causó una herida profunda que me provocó un dolor intenso, entonces me desperté, pero no en mi habitación de la casa que con mi familia alquilábamos para vacacionar, sino a orillas de la zona profunda del arroyo; al abrir los ojos vi a la mujer de mis sueños sobre mí sonreírme con enorme alegría y supe que su expresión de felicidad se debía a que había logrado resucitarme tras darme primeros auxilios (todo esto sí ocurrió en la vigilia).
   Ella había casualmente pasado por ahí y al verme desde lejos en el agua nadando con dificultad por haberme acalambrado, ingresó a la misma y me sacó cuando yo me encontraba en estado de inconciencia; entonces entendí que me había estado oponiendo al libro del destino que en sus páginas tenía escrito que no era yo quien debía salvar a la mujer, sino ella a mí.
   Cuando dejé de oponer resistencia a lo que para mi vida estaba predeterminado, los acontecimientos siguieron libremente su curso y dejé de tener ese sueño recurrente.



(De chico estuve en Villa General Belgrano y les digo que el lugar está una re maza).

martes, 28 de enero de 2020

Clarisa, “ella” y yo (cuento) - Martín Rabezzana


  
   Por "popular" se suele entender: de clase baja, pero yo nunca lo entendí así; yo, por "popular" siempre entendí algo que tiene arraigo en todos los estratos socioculturales y no sólo en uno, y el tipo y "ella" lo tenían ya que (sin negar que también tenían detractores en todos los ámbitos) eran apreciados por personas de clase alta, media y baja. Gente de izquierda, de centro, de derecha y hasta por algunos que habían sido libertarios (por inverosímil que suene), por lo que el título de "populares", a ellos les corresponde totalmente, lo que sí les digo es que no me pidan que imparta juicio sobre la calidad de lo "popular", ya que no sé si tal cosa sea buena o mala; la cuestión es que a "ella" (su nombre no será mencionado, por eso la llamaré simplemente "ella", ya que nadie creería que la conocí ni menos que semejante minón me apretó contra sí muchas veces) la conocí cuando era chico (muy chico); era amiga de una vecina que al saber que por las tardes me quedaba solo, se había desinteresadamente impuesto la tarea de cuidarme.
   Mi cuidadora, que se llamaba Clarisa, parecía tenerle resentimiento a los hombres, pero a mí me quería mucho (claro… yo todavía no era un hombre) y yo la quería mucho a ella.
  Las tardes que pasé con Clarisa conformaron mis recuerdos más preciados; nos divertíamos mucho juntos; me encantaba estar con ella.
  Cuando se empezaba a terminar la tarde y se acercaba la hora de su trabajo, Clarisa se maquillaba y vestía de un modo que era desaprobado por el entorno "decente"; yo así lo percibía pero no entendía el por qué de tal desaprobación (como no lo entiendo tampoco ahora), y en esas tardes en que me cuidaba (a veces en mi casa y a veces en la suya), "ella" habitualmente la visitaba y nos reíamos, jugábamos a muchas cosas, tomábamos mate y comíamos tostadas (esto último, sólo Clarisa y yo porque "ella" nunca quería comer nada).
   A "ella" la recuerdo grande de edad (no porque lo fuera, sino porque yo era muy chico), pero en realidad era apenas adolescente (varios años menor que Clarisa); era flaquita… linda… pálida… frágil… sobretodo, frágil, por eso me sorprendió sobremanera la ira con que se expresaría (y se conduciría) públicamente años más tarde, ya que esa forma de ser aparenta ser contraria a la fragilidad mencionada, pero en realidad ahora entiendo que la furia agresiva es la forma que toma la debilidad cuando está en su punto más alto, de ahí que esa "fuerza" que mostraría, no fuera más que aparente.
   A "ella", yo le gustaba; a esa edad (tenía unos 6 años) a casi todas las mujeres le gustaba; lamentablemente no estaba preparado entonces para recibir del sexo opuesto todas sus bondades, y cuando crecí y finalmente lo estuve, el gusto que mayormente las mujeres en general tenían por mí, disminuyó hasta casi desvanecerse por completo.
   A "ella" la escuché varias veces hablar con Clarisa de cierto hombre que terminaría siendo un mártir de la bandería (negra) de los humildes, por lo que me consta que ese "mito" que se difundió sobre su relación con él, no es tal;… es todo cierto; me acuerdo perfectamente del día en que Clarisa le dio plata para que pudiera irse a la capital a buscar a su amor detenido y atormentado hasta la muerte por haber cometido el "pecado" de predicarle a los pobres contra el estado, la burguesía, el capitalismo, la iglesia, las cárceles y los manicomios; su única arma era la palabra y la misma bastó para que las autoridades lo consideraran merecedor de aniquilación; a tratar de verlo y salvarlo "ella" se fue a la capital (pudo verlo pero no salvarlo); los otros motivos que se han presentado históricamente para explicar su decisión de irse de su pueblo, son erróneos.
   Por lo recién contado es que nunca pude entender cómo "ella" pudo posteriormente reivindicar a los mismos que reprimieron a los libertarios de modos tan crueles como, por ejemplo, arrojándolos vivos al Río de la Plata atados a piedras; en aquellos años treinta, cosas así eran moneda corriente en el país así como los fusilamientos clandestinos… …Nunca entendí cómo pudo soportar tratar con gente que era responsable directa de la misma represión que aquel que probablemente haya sido su único verdadero amor, sufrió; nunca entendí cómo pudo llamar "locos" a los anarquistas no sólo por todo lo ya expresado, sino además porque ella misma llegó a sufrir (justamente por intentar rescatar a su amor) las consecuencias de ese título tras haberle sido aplicado; tras eso ocurrir, fue sometida a aberraciones médicas tan espantosas e injustificables como la lobotomía;… …¿Cómo pudo olvidarse de esas cosas? Y si no las olvidó, ¿cómo pudo justificarlas?... …La única explicación sensata a esto es que cuando tomás al poder, el poder te toma a vos, dejás de ser quien sos y empezás a ser alguien distinto al que hasta entonces eras; alguien totalmente contrario a quien pretendías ser.
  Sin pretender justificarla, digo que ahora sé que sólo hiere quien está herido, de ahí que en cada una de sus acciones lesivas contra otros, se haya ido revelando un estado de debilidad emocional que a causa de su ejercicio del poder, no hizo más que agravarse.
   En fin… su historia es muy conocida, por lo que ya sabrán cómo siguió cuando se fue a la capital y cómo terminó, y respecto a Clarisa, como ya dije, ella me quería mucho y yo la quería mucho a ella, pero entonces no lo sabía (al menos no sabía cuánto la quería), por eso no pude llorarla cuando la mataron y recién pude hacerlo años después, y en ese llanto acumulado había, además de dolor por su ausencia, culpa por no haberla llorado antes.
   Sé que es egoísta de mi parte, pero por un lado siento que es mejor que Clarisa ya no esté en este mundo porque de haber seguido acá, me habría visto llegar a grande y seguramente se habría decepcionado (como lo estoy yo de mí mismo) por lo insignificante que soy… …por suerte me conoció sólo en mi mejor versión.

   No pienso en la amiga de Clarisa demasiado, sólo de vez en cuando, y al recordarla mi sentir es generalmente neutro.
   A Clarisa la recuerdo TODOS los días con mucho amor y de vez en cuando la sueño; muchas veces me habla pero no puedo escucharla;… tal vez algún día logre entender lo que me dice.