El salir a vagar
solo por las calles con la expectativa de que algo bueno ocurra, es generalmente
decepcionante ya que ese “algo”, rara vez se presenta, no obstante, como ningún
sentir es eterno, la decepción en algún momento se va y las ganas de volver a
intentar encontrar algo bueno, regresan.
La ropa un tanto
desalineada contrastaba con la afeitada de publicidad que lucía y el físico
(algo, al menos) atlético, lo cual llevaba a algunos a pensar automáticamente
en alguien marginal o de clase media descuidado de su estética, pero mientras
ella esperaba sentada en una calle peatonal a que su acompañante llegara, no
pensó una cosa ni la otra, pero algo pensó de él, ya que al pasar a su lado lo
miró con los ojos muy abiertos exponiendo así una clara sorpresa que él
interpretaría como causada por la duda respecto a su edad; nada pasó esa vez,
pero la semana siguiente él decidió hacer el mismo recorrido a la misma hora
(no por verla, pero…) y ella estaba ahí de nuevo; una persona pedía limosna y
él le dio un billete, tras lo cual fue agradecido; la chica estaba a metros
delante de él; se le acercó y le dijo:
-Vos me diste un
panfleto hace mucho.
Él sonrió,
asintió y se pusieron a hablar mientras caminaban por las calles alejándose de
la peatonal en que ella esperaba a alguien; hablaron de cosas elementales un
rato y después ella le contó algo muy personal que ameritaba que él hiciera lo
propio, por lo que al ella preguntarle:
-¿Alguna vez te
sentiste en serio cerca de alguien? -Él asintió y le contó lo siguiente:
-Recién nos
habíamos conocido, sin embargo ella me contó cosas muy personales, me habló de
su hija, de lo de antes de su hija… me confió cosas muy importantes como si
hubiéramos sido amigos íntimos o como si hubiera sido vieja, ya que es propio
de los viejos el contarle a un recién conocido cosas muy personales, pero ella
tenía veintitrés años, y cuando le hice notar lo importante de sus
confidencias, no quiso volver a hablarme, tal vez por haberse dado cuenta de
que con las mismas le había abierto imprudentemente la puerta de su intimidad a
un extraño, o tal vez por sentir que había sido el dolor acumulado durante años
lo que la llevó a necesitar compartirlo con alguien buscando así disminuirlo y
no el gusto por mí… al pensar en la falta del mismo decidió alejarse… tal vez
haya sido por una cosa, por la otra o por ninguna de ellas; sólo puedo suponer
ya que no sé qué la llevó a intimar emocionalmente conmigo y poco después a
alejarse de mí sin siquiera despedirse;… primero me enojé por su alejamiento
pero después aprecié la atención que me dedicó y lo que conmigo compartió
entendiendo ya que nada dura para siempre y que muchas de las mejores cosas de
la vida, como el sentirse útil y cerca de alguien como me sentí en mis
conversaciones con ella, generalmente duran breves momentos y lejos de ser
positivo el resentirse por dichos momentos pasar rápido, hay que aprender a
reconocerlos para así apreciarlos, por lo que terminé recordándola con aprecio
y sintiéndola parte de mí porque lo que ella me dio no se perdió, ya que quedó
guardado en mi corazón.
Ella no entendió
del todo y le preguntó:
-Pero, ¿estuviste
con ella en el sentido de...?
-No. El no
habernos siquiera tocado nos permitió acercarnos emocionalmente mucho más que
si hubiéramos intimado físicamente… al pensar en ella y al ella coincidir en su
pensamiento hacia mí, logramos estar uno dentro del otro sin necesidad de
tocarnos… …Se puede tocar sin sentir y también se puede sentir sin tocar.
Tras algunos
segundos de silencio, él le preguntó:
-¿Vos estuviste
así de cerca de alguien alguna vez?
-…No (tal vez al
recordar la conversación acá expuesta, ella considere que la respuesta debió
haber sido “sí”).
Siguieron
caminando y se aproximaron al lugar donde ella tenía que seguir esperando,
entonces él se dispuso a irse y ella le dijo:
-¿Ya te vas?
-Y sí.
-¿Por qué?
-Porque allá
viene tu novio… Chau.