jueves, 16 de marzo de 2023

Noche de sanación de heridos y (noche) de heridores (auto)heridos - Martín Rabezzana

-Palabras: 2.662-
      Allá por el año 2031, en el programa de radio: “Noches dentro de noches”, en el que años atrás, Celina (su conductora) con todo fundamento le había advertido a un oyente lo que para él sobrevendría si iniciaba un tratamiento psicológico, lo cual había causado repudio hacia ella en muchos oyentes (también había generado expresiones positivas), el tema de la antipsiquiatría volvió a estar presente con asiduidad tras las condenas a los psiquiatras Ricardo Togliavita y Soledad Aguzzina.
   Para esa noche, Celina programó una entrevista telefónica con un militante perteneciente a una organización en contra de la coerción psiquiátrica, llamado Sebastián Giusti; tras él expresar con fundamentos sólidos que la psiquiatría consiste ni más ni menos que en la aplicación de tormentos, Celina le preguntó:
   -¿Por qué las organizaciones de derechos humanos no denominan al tratamiento psiquiátrico involuntario: TORTURA?
   El militante le respondió:
   -Por motivos de conveniencia lo dejaron de llamar de ese modo;… Esto es un poco largo de explicar, pero si me das unos minutos, te lo explico.
   -Sí sí. Tenemos tiempo; adelante.
   -En los años 1970, los organismos de derechos humanos internacionales, tenían en la búsqueda de la abolición de la psiquiatría coercitiva, a una de sus principales causas por considerarla arbitraria y contraria a los derechos humanos básicos, al punto que muchos de sus militantes, la denominaban justamente: tortura, pero ocurrió que a principios de la década del ‘80, tras haber dichas organizaciones actuado judicialmente en pos de lograr procesamientos de represores estatales (que no tenían nada que ver con lo psiquiátrico) y no haber tenido éxito, ya sea porque la protección estatal impidió que así ocurriera, por los delitos haber prescrito o por otros motivos, muchos de sus integrantes empezaron a buscar un instrumento alternativo de persecución y castigo, y no hubo necesidad de inventarlo dado que el mismo existía ya dentro de la legalidad y era, claro está, la psiquiatría; dichas organizaciones de derechos humanos estatales y no estatales, cuyos miembros son mayormente de izquierda, al igual que lo han hecho históricamente los derechistas (y lo siguen haciendo), empezaron a valerse de la psiquiatría para que sus practicantes realizaran diagnósticos “médicos” en personas por ellos consideradas merecedoras de castigo, que validaran su condición “patológica” por haber incurrido en hechos considerados, aberrantes, y tuvieron éxito, ya que varios de ellos evadieron la prisión, pero no así, el manicomio, y por supuesto... previo a hacer esto, hubo que “limpiar” hasta el menor vestigio de antipsiquiatría que hubiera en las organizaciones de derechos humanos, porque, obviamente, no habría habido ninguna coherencia en el hecho de servirse de la psiquiatría para imponer puniciones, y paralelamente denunciar que la psiquiatría es justamente un instrumento punitivo que se disfraza de sistema médico, y así fue que, de modo mancomunado, en todo el mundo las organizaciones de derechos humanos marginaron y expulsaron en masa a sus miembros críticos o detractores de la psiquiatría, o del poder coercitivo del que está investida.
   Celina preguntó:
   -¿Qué pasa actualmente si un militante perteneciente a un organismo de derechos humanos, aboga por la abolición de la coerción psiquiátrica o propone cuestionar a la validez de la psiquiatría misma?
   -Pasa que es degradado; con esto se busca que se dé cuenta de que si quiere ascender, deberá dejar a dicha causa de lado, y si pese a esto, con la misma insiste, es expulsado.
   -Se convierte en un paria.
   -Exactamente. Por eso quienes somos defensores de los derechos humanos y estamos en contra de la coerción psiquiátrica, debimos formar nuestras propias agrupaciones que, por lo ya expresado, están en conflicto permanente con las organizaciones derecho-humanistas tradicionales; esas organizaciones, lejos de ser aliadas de nuestra causa, constituyen un obstáculo.
   Y tras ingresar a un portal web de noticias con el objetivo de leer cierto pasaje de una entrevista, Celina dijo:
   -La ministra de salud de la nación, dice estar en gran medida de acuerdo con los postulados que ustedes presentan, de ahí que haya expresado que, y leo textualmente: “...la situación de los enfermos psiquiátricos ha mejorado mucho últimamente gracias al trabajo de organizaciones de derechos humanos con perspectiva crítica de la psiquiatría; esa mirada crítica que ellos tienen, es la misma que tengo yo”. ¿Qué pensás de esto que la ministra expresó?
   El militante derecho-humanista se río levemente, y después dijo:
   -De ningún modo considero que sea “crítico” ni mucho menos, contrario a la psiquiatría ni a sus facultades coercitivas, alguien que se refiere a quienes son psiquiatrizados, como “enfermos”, ya que esa denominación implica una convalidación, no sólo del diagnóstico psiquiátrico, sino incluso, de la psiquiatría misma, de ahí que a quienes son psiquiatrizados, quienes estamos en contra de la psiquiatría coercitiva, los llamemos: “víctimas”, cuando lo son contra su voluntad, “usuarios”, cuando lo son voluntariamente, y “sobrevivientes”, cuando han logrado escapar del yugo psiquiátrico;… ...Yo considero que la ministra es parte del problema que queremos resolver, y a mi modo de ver, su supuesta simpatía hacia nuestra causa, se debe a que ve un cambio de fondo avecinarse del cual, somos impulsores, y por eso es que intenta congraciarse con nosotros. Lo hace por propia conveniencia, pero si llega a ocurrir que nuestra causa, en vez de avanzar, se empieza a estancar o empieza a retroceder, va a empezar a expresar hacia nosotros, antipatía o se volverá indiferente, por eso es que no creemos que la ministra de salud pueda ser aliada de nuestra causa como así tampoco, nadie que pertenezca al sistema de salud oficial, ya que el cambio que buscamos, sólo puede lograrse presionando a quienes son parte del mismo, y la presión sólo puede ser efectiva si se realiza desde el exterior.
   Celina, a pesar de los inconvenientes que en el pasado le había causado hablar del tema en cuestión en su programa, lejos de querer evadirlo, al haber vuelto a plantearse por los oyentes tras los conocidos fallos judiciales en contra de la psiquiatría, decidió afrontarlo decididamente, y fue con gran decisión que al militante le formuló la siguiente pregunta:
   -Empecemos por definir algo fundamental: ¿qué significa ser un “enfermo psiquiátrico”?
   El militante respondió:
   -Un “enfermo psiquiátrico” es absolutamente CUALQUIER PERSONA a la cual, un psiquiatra decida llamar así.
   -Sin embargo, en el concepto general, hay que estar loco para ser recluido en un manicomio.
   -Ese concepto es totalmente equivocado, ya que TODO es patológico bajo la mirada de los psiquiatras, salvo, por supuesto, lo que ellos mismos hacen, y a quien no lo crea así, le pido que consulte el infame librito llamado habitualmente “DSM”, o sea, el “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales”, y constatará que en el mismo se incluyen unas 300 formas de ser, de pensar y de sentir, que hacen literalmente imposible que exista siquiera una persona en el mundo que esté, según el criterio psiquiátrico, mentalmente sana; y no exagero en absoluto, ya que para la psiquiatría, la tartamudez constituye un “trastorno del lenguaje expresivo” clasificado como psiquiátrico. La disgrafía (que no es otra cosa que la mala letra) constituye un “trastorno de la expresión escrita” clasificado como psiquiátrico. La desobediencia en los chicos, constituye un “trastorno negativista desafiante” clasificado como psiquiátrico. La tristeza, que en la actualidad es llamada “depresión”, constituye un trastorno psiquiátrico; son también considerados trastornos psiquiátricos, los tics nerviosos, el insomnio, las pesadillas, el enojo, la alegría excesiva, la timidez, las adicciones, la insatisfacción con el entorno familiar, escolar, laboral, social… en fin; como ya expresé: TODO ES PATOLÓGICO BAJO LA MIRADA PSIQUIÁTRICA y, por consiguiente, TODO EL MUNDO ES “MEDICABLE”; sabido es que incluso la homosexualidad, que actualmente está reconocida como una forma de sentir no patológica, ha sido históricamente considerada enfermiza por la psiquiatría y tratada con internación involuntaria, drogas, shocks insulínicos y electroshocks, y esto tan terrible, no habría podido hacérsele a las personas si en primer lugar, no se las hubiera considerado “enfermas”, de ahí que los militantes de organizaciones argentinas como el Frente de Liberación Homosexual, negando (con todo fundamento) estar enfermos por su modo de sentir, acusaran a la psiquiatría de ser un instrumento represivo hecho pasar por tratamiento médico, y tenían razón, por eso es tan triste el que tantos militantes de lo que ahora se denomina “diversidad sexual”, hayan dejado de estar en contra de la coerción psiquiátrica cuando a finales de la década del ‘80, la homosexualidad fue eliminada del DSM, ya que muchos homosexuales, al dejar de ser considerados por la psiquiatría, “enfermos”, de manera repudiable e inentendible, empezaron a reivindicarla por erróneamente asumir que ya no podrían ser víctimas de ella, cuando en realidad, como la lista de “enfermedades psiquiátricas” es larguísima y se sigue expandiendo (por lo cual, es literalmente INTERMINABLE), si a alguien no lo psiquiatrizan involuntariamente por ser homosexual, lo pueden psiquiatrizar por cualquier otra cosa… en fin; volviendo a lo que dijiste: en el (erróneo) concepto general, hay que estar loco para ser psiquiatrizado involuntariamente, cuando en realidad, la llamada “esquizofrenia” (que también es altamente subjetiva en sus características constitutivas y por ende, discutible hasta en su existencia misma) no la tiene casi ninguna persona considerada por los psiquiatras como “enferma”, de ahí el error de creer que sólo ciertas personas pueden ser víctimas de psiquiatrización forzada, ya que somos absolutamente TODOS potenciales víctimas de dicha aberración médica y ética, no sólo los “locos”, sin embargo, cuando una persona recibe un tratamiento psicofarmacológico, por causa de la toxicidad de los fármacos, tarde o temprano sufre de un trastorno físico y psíquico generalizado, que puede incluir: depresión, ansiedad, ataques de pánico, fobias, paranoia, disartria, conductas agresivas, conductas autolesivas, conductas suicidas, y hasta lo que suele denominarse: esquizofrenia; ante ese estado de cosas, los psiquiatras ven un avance de la “enfermedad” que valida aún más al tratamiento que han suministrado, que los lleva a aumentar las dosis de venenos que prescriben, ya que el mal estado “psiquiátrico” de la persona, demuestra que necesita de más “ayuda médica”, cuando en realidad, dicho empeoramiento procede del mismo tratamiento psiquiátrico, de ahí que para mejorarse, la persona deba suspenderlo, pero esto es imposible que los psiquiatras lo acepten, ya que parten de la base según la cual, lo que suministran “hace bien”, y no aceptan absolutamente ninguna evidencia que demuestre que cuando el estado de sus víctimas, empeora, empeora justamente a causa de las drogas que ellos les prescriben… ...No obstante estar más que claro que la psiquiatría es un instrumento de control social y represión al servicio del estado y de aquellos que hacen negocio del diagnóstico de cada vez más enfermedades (léase: la industria farmacéutica y los médicos), ya que a mayor número de “enfermedades”, mayor venta de medicamentos y mayor consulta a los médicos, hay una aceptación masiva de la psiquiatría por parte de las personas (hasta de aquellas que se dicen en contra del sistema), que lleva a que este estado de cosas, se sostenga
   -¿Y por qué se da esto?
   -Por el cientificismo que actualmente impera incluso entre los “antisistemas”, que les impide cuestionar siquiera mínimamente a la validez de todo aquello que lleve el título de “científico”. Mirá si no será así la cosa, que incluso los mismos derecho-humanistas que en materia de políticas de seguridad pública están en contra de la mano dura, suelen estar a favor de ella, cuando les es presentada en un marco de sofismos científicos, de ahí que convaliden al tratamiento psiquiátrico involuntario, aun sabiendo que para el acusado de estar enfermo, el mismo implique una quita de derechos constituida por privación de la libertad, imposición de drogadicción y hasta un posible sometimiento a la electrocución; es decir, hasta la gente más opositora a la violencia, convalida a las mayores atrocidades cuando tienen una apariencia científica, de ahí que el combate al poder psiquiátrico sólo pueda tener lugar en un ámbito en el que el cuestionamiento a las ciencias, exista, y no sea una excepción, sino una regla.
   Celina dijo:
   -¿Y vos creés que lo que ahora es una excepción, se va a volver una regla?
   -Estoy seguro de que sí, y no lo digo en base a nada, sino en base a las condenas a la psiquiatría que se han dado en este país recientemente, que constituyeron fuertes golpes asestados a la misma; eso ha sido muy prometedor, no obstante, sabemos que la victoria no es inminente porque todavía faltan muchas vueltas por pelear y ganar, y esto es lógico, dado que a un sistema represivo muy bien constituido y afianzado, no se puede esperar derribarlo con uno o dos golpes. Hay que pegarle con todo durante un rato largo para lograrlo, y yo sigo y seguiré haciéndolo… Como más o menos dijo el sociólogo de Sousa Santos: “La tragedia de nuestro tiempo es que la dominación está unida y la resistencia está fragmentada”, y esto último es algo que a partir de la condena al doctor Togliavita, empezó a cambiar, ya que la misma llevó a que muchos sobrevivientes de la psiquiatría e incluso, legalistas y derecho-humanistas contrarios a la coerción psiquiátrica, se unieran para luchar mancomunadamente, lo cual, no venía pasando desde hacía mucho tiempo, de ahí que el problema grave de lo fragmentado de la resistencia, se haya empezado a resolver.
   Tras algunas expresiones más, Celina le agradeció al militante de la antipsiquiatría su participación en el programa y lo saludó.
   Inmediatamente después de la entrevista en cuestión, la conductora puso al aire mensajes de voz de los oyentes; el primero de ellos, dijo lo siguiente: “¡Bien, Celina! Dale para adelante con la difusión de la verdad; ¡sos una genia!”. Después, otro oyente dijo: “Ese que habló y vos, son unos reaccionarios de mierda; lo tuyo es medieval, Celina; tendría que estar prohibido tu nefasto programa”; después, una oyente dijo: “¡Buenísimo lo tuyo, che! No te dejes amedrentar por los que te reprueban agresivamente por exponer en tu programa a las cosas como son. ¡Mucha suerte!”; después, otra oyente dijo: “Soy estudiante de psicología y con todo el respeto que ya no te tengo, te digo que sos una burra, igual que el analfabeto militante de esa organización pseudo derecho-humanista que entrevistaste; ojalá que lo que expresás y dejás que se exprese en contra de la psiquiatría en tu programa, sea penalizado legalmente y termines presa, ¡conchuda de mierda!”; después, otra oyente dijo: “¡Aguante, Celina, AAAGUAAANNNTEEEE! ¡Y aguante la antipsiquiatría!”; después, otro oyente dijo: “Yo no puedo creer que en pleno siglo 21, haya todavía idiotas como vos y el que entrevistaste, negando a las verdades científicas que tanto bien le han hecho a la humanidad; deseo profundamente que la especie de cavernícolas a la que pertenecés, se extinga pronto”; después, otro oyente dijo: “¡Vaaaaamoooo’ Celina, caraaajooo!; ¡sos una mina inteligente y de coraje por oponerte al poder instituido!; no todo el mundo se anima a hacerlo, y si no cuestionamos a ese poder ni nos organizamos para resistirlo, estamos perdidos, por eso te re agradezco tu contribución a la organización de la resistencia. ¡Seguí así!”
   Expresiones muy similares a las ya expuestas, continuaron durante toda la noche siendo realizadas por los oyentes que salieron al aire en el programa: “Noches dentro de noches”, que es lo mismo que había ocurrido años atrás, cuando por vez primera, el tema de la antipsiquiatría fue tratado por la conductora, pero esta vez hubo algo muy diferente en su modo de tomarse las expresiones agresivas que se le dirigieron, ya que, lejos de angustiarse, en esta oportunidad, ante las mismas se limitó a escuchar sonriendo y después le agradeció honestamente la participación a quienes las realizaron, evidenciando con eso, una invulnerabilidad total a los ataques; Celina ya no temía ser dañada por los detractores porque se sabía emocionalmente fortalecida al punto de sentir que los golpes verbales a ella dirigidos, volvían a sus emisores, de ahí que los heridores ya no pudieran herirla.
   Los heridos, esa noche y las noches por venir, fueron y seguirían siendo, los heridores.
   

miércoles, 15 de febrero de 2023

Vanguardia antipsiquiátrica (cuento) - Martín Rabezzana

 -Palabras: 3.402- 


   Los integrantes de la ONG: “Alianza Contra la Coerción Psiquiátrica y Psicológica”, tras la victoria judicial notable de los querellantes y la fiscalía lograda en contra del psiquiatra Ricardo Togliavita (que había actuado según el protocolo psiquiátrico), que derivó en una condena en su contra sin precedentes en el mundo, se sintieron enormemente esperanzados ante la posibilidad de que nuevas imputaciones a psiquiatras llevaran a más procesamientos y condenas y que esto resultara, en algún momento, en una abolición total de la coerción psiquiátrica, sin embargo, los meses pasaron y nuevas imputaciones contra psiquiatras fueron realizadas por sobrevivientes de la psiquiatría, cuyos abogados fueron provistos por la alianza ya mencionada, sin que se pudiera pasar de la instancia de la declaración indagatoria, ya que en todos esos casos, los jueces habían dictado el sobreseimiento o la falta de mérito, que impidieron que los psiquiatras fueran llevados a juicio, de ahí que hubiera que buscar urgentemente casos cuyas derivaciones fueran tan importantes, que pusieran una presión moral (y hasta política) en los jueces, que les impidiera mantenerse indiferentes ante la cuestión, ya fuera por motivos de empatía personal, o por considerar que de atender los reclamos de los querellantes, sus carreras serían impulsadas, por los mismos estar relacionados con una causa sensible para la opinión pública argentina.

   El plan tuvo éxito, y así fue que varios psiquiatras fueron imputados por daños a la salud integral de sus “pacientes”, privación ilegítima de la libertad, instigación al suicidio y más cosas, hechos que, por su gravedad y realización con la participación del estado (y muchas veces por orden del estado mismo), llevaron a los acusadores a que la imputación realizada contra ellos por sus acciones lesivas contra las personas, fuera por DELITOS DE LESA HUMANIDAD.

   Si bien la mayoría de los juzgados dictó el sobreseimiento de los muchos psiquiatras imputados por dichos imprescriptibles delitos, y los que sí fueron juzgados, lo fueron por delitos menores, uno de ellos, en la provincia de Mendoza, dictó el procesamiento de una psiquiatra por los mencionados delitos, constituyendo un nuevo hito en la historia antipsiquiátrica mundial.

   La decisión tomada por un juzgado (juzgado que, como todos los demás, SIEMPRE “trabaja” en colaboración con profesionales de la psiquiatría) de juzgar a una psiquiatra, no habiendo ella incurrido en lo que oficialmente se considera: “mala praxis”, constituyó un caso de: “estado que se juzga a sí mismo”, ya que el estado es el que le concede poder parajudicial a los psiquiatras; tal juzgamiento, pocos años atrás, parecía imposible, como así también lo parecía el que los perpetradores del genocidio realizado por el estado argentino en el periodo de la última dictadura (1976-1983), cuya finalidad era la eliminación de toda posible oposición a los intereses económicos, culturales e ideológicos de las clases dominantes, fueran juzgados, sin embargo, así se hizo, y no ocurrieron los juzgamientos sólo en el ámbito de las cortes internacionales, ¡sino también en el ámbito judicial local!, y es por eso que la serie de juicios contra los psiquiatras que a finales de los años 2020, en el país se iniciaron, fue ni más ni menos que una continuación de esos juicios por crímenes de lesa humanidad que, aunque con marchas atrás e interrupciones, se materializaron.

   Una vez iniciado el juicio contra la psiquiatra cuyo nombre era Soledad Aguzzina, la abogada Victoria Sáez Carrera, representante de víctimas de la psiquiatría y de sus familiares, cuyos denominadores comunes eran no sólo el haber sido dañadas por la psiquiatría, sino también, el de ser ex combatientes de Malvinas e hijos de ex combatientes, expuso en su alegato, muchas cosas; explicó que entre los ya mencionados ex combatientes, hay un número de personas muertas por suicidio, altísimo (también incluso, entre sus hijos), y que en todos los casos que investigó, los mismos se produjeron durante el primer semestre de ellos haber iniciado un tratamiento psiquiátrico; se refirió en particular al primer caso por el que imputó a la psiquiatra Aguzzina, que fue directora de un neuropsiquiátrico en el cual, durante su periodo, varias personas privadas de su libertad, se suicidaron; el caso en cuestión (que para la causa sería emblemático), era el del ex combatiente Rafael Palau, de 34 años, que, en el año 1998, en circunstancias en que se encontraba recluido en el manicomio dirigido por la ya mencionada psiquiatra, se suicidó; también hubo en ese neuropsiquiátrico (como en todos los demás), casos de muertes por disfunciones multiorgánicas que falazmente los psiquiatras atribuyeron en sus causas a problemas en los reclusos, preexistentes; la doctora Sáez Carrera intentaría demostrar que los mismos (y por consiguiente, las muertes) fueron resultantes del tratamiento psiquiátrico.

   Si bien se imputó a otros psiquiatras que "trabajaban" en el neuropsiquiátrico dirigido por la doctora Aguzzina, también a psicólogos, a asistentes sociales y hasta a jueces, a todos ellos los protegió una especie de "ley de obediencia debida" que resultó en que a ninguno se le dictara el procesamiento, pero sí a la psiquiatra Aguzzina, por considerársela máxima responsable de los hechos ya referidos.

   En el contexto de su alegato, tras un largo preámbulo en el que explicó por qué la psiquiatría no es científica según el criterio oficial de qué es ciencia y qué no lo es, y que aun si lo fuera, por las consecuencias terribles de la misma en las personas a las que se les aplica, que no son sólo el empeoramiento de su salud física y psíquica, sino también, la quita de derechos humanos por parte del estado tras un diagnóstico psiquiátrico (derechos que el estado, hipócritamente denomina: “inalienables”), debería ser considerada una amenaza para la salud pública, además de una amenaza para dichos inalienables derechos, la doctora Sáez Carrera, dijo:

   -Uno de los querellantes, familiar de una víctima fatal de la psiquiatría que me tiene a mí por representante legal, me dijo: “Hablar con gente que está a favor de la psiquiatría, es como hablar con milicos de la última dictadura; ante la recriminación que se les realice por haber secuestrado, torturado, violado y/o matado, aludiendo a sus víctimas, invariablemente dicen cosas de tipo: “Pero eran terroristas. Ponían bombas.” Y la respuesta obvia por darle a quien a dicho accionar reivindica, es: “No importa lo que una persona haya hecho. NUNCA debe ser torturada, violada ni asesinada”, y en esto que me dijo, tuvo toda la razón; además me expresó que: “...hubo muchísima gente por los milicos tratada de los modos ya referidos, que no tenía absolutamente nada que ver con actividades terroristas, sin embargo, según el criterio ultraderechista, SIEMPRE era terrorista la gente por ellos, reprimida, y en el caso de la psiquiatría se da exactamente lo mismo, ya que quienes la defienden, justifican al tratamiento involuntario (es decir, JUSTIFICAN A LA TORTURA), diciendo que aquellos a quienes se les aplica, están "enfermos", pero aun si la “enfermedad mental” fuera una realidad, y no la ficción que es, la condición en alguien de "enfermo", no debería justificar que se lo prive de todo derecho, y esto es lo que a través de la psiquiatría, se hace.”;… Yo coincido con todo esto, ya que es totalmente cierto; cuando alguien es considerado “mentalmente enfermo”, el estado le da atribuciones a los psiquiatras para forzarlo a la drogadicción y hasta para infligirle descargas eléctricas a la cabeza, o sea, el estado, por su supuesto “bien”, habilita que aun contra su voluntad, a una persona se la picanee farmacológica y hasta eléctricamente, lo cual, es terrible aunque a la misma esto no le cause la muerte, pero ocurre que estas prácticas aberrantes, habitualmente terminan con la vida de aquellos a quienes se les inflige, y al igual que ocurre en lo recién expuesto en el paralelismo entre la represión de los militares durante la última dictadura y el accionar psiquiátrico, en el caso de la psiquiatría también está la cuestión de que, de entre todos aquellos etiquetados por los psiquiatras como “enfermos”, la mayoría tiene formas de ser, comunes entre casi todas las personas consideradas “normales” y totalmente adaptadas al sistema, que hacen absurdo al hecho de que se las clasifique como “enfermas”; está más que claro para nosotros, que la hiperpatologización realizada por los psiquiatras de las formas cotidianas y generales de ser, de pensar y de sentir, responde en gran medida a intereses económicos de una de las industrias más poderosas del mundo: la farmacéutica, ya que al etiquetar a tendencias propias de todas las personas como “enfermizas”, su negocio se ve beneficiado, dado que a mayor número de enfermedades, mayor venta de medicamentos; por supuesto que todo esto, para un oficialista de la psiquiatría, es parte de un conspiracionismo que nos hace a quienes lo difundimos, merecedores de llevar etiquetas psiquiátricas, ya que para alguien así, el cuestionamiento mismo a la psiquiatría hace del cuestionador, un caso psiquiátrico; parece ser que el que está bien de la cabeza y es educado e inteligente, nunca cuestiona a los diplomados en ciencias. Nunca los critica, nunca compara versiones... básicamente: NUNCA PIENSA, ya que NO CUESTIONAR EQUIVALE A NO PENSAR, y esa delegación del no diplomado en ciencias, de la acción de pensar en quienes sí están diplomados, parece ser constitutivo de salubridad mental, de posesión de cultura e inteligencia… En fin;... a ese grado de descomposición moral e intelectual, hemos llegado, ya que esto tan absurdo, es aceptado por la generalidad de las personas, y sólo nos será posible recomponernos, mediante la oposición a disciplinas como la psiquiatría, cuyo poder coercitivo NO DEBE TOLERARSE MÁS.

   Y tras algunos segundos en que la doctora Sáez Carrera hizo una pausa para tomar agua, prosiguió con su alegato.

   -Lo más importante del fallo judicial que de modo inédito condenó al psiquiatra Togliavita, reside en que la condena no fue por él haber incurrido en mala praxis, o sea, no fue condenado por haber actuado contrariamente a lo establecido por el protocolo psiquiátrico vigente, sino que se lo condenó por haber actuado de acuerdo al mismo, es decir, el tribunal que lo juzgó y condenó a prisión, resolvió que (y cito): “...un tratamiento psiquiátrico correctamente realizado, es altamente perjudicial para la salud tanto física como psíquica de la persona a la que se le aplica”; esto resulta en que además de al mencionado psiquiatra, el tribunal haya indirectamente condenado al mismísimo sistema psiquiátrico, y espero que acá se haga lo mismo, dado que hacer justicia, en este caso sólo puede implicar condenar a la psiquiatría, representada en esta oportunidad, por la doctora imputada, Soledad Aguzzina, por ella haber incurrido en delitos que, de actos legales, tuvieron solamente una apariencia de superficie, ya que en el fondo, su accionar abyecto ha estado desde el inicio constituido por delitos de los más aberrantes que, por ser tales, son CONTRA LA HUMANIDAD TODA, y ahora mismo paso a fundamentar esta posición:… ...Como es de público conocimiento: entre los ex combatientes argentinos de la guerra de Malvinas, hay un número de muertos por suicidio, mayor al número de muertos entre ellos por el enemigo, en el curso de dicha guerra, y no sólo eso, sino que además, hay un número muy alto de suicidios entre sus hijos… En una lectura superficial, sin perspectiva antipsiquiátrica y con una perspectiva contraria, que es la psiquiátrica y la psicológica (y tal lectura es la oficial), tales suicidios ocurrieron por causa del estrés postraumático que, por heredarse transgeneracionalmente, alcanza también a las familias de los afectados, pero tras yo analizar una multiplicidad de estos casos al azar, les puedo asegurar que, por todos estos suicidios haberse dado en el semestre posterior al inicio de tratamientos psiquiátricos, la causa de los mismos está en dichos tratamientos. Es decir, los suicidios se dieron por el empeoramiento del estado físico y psíquico provocado por los psicofármacos que estas personas consumieron por prescripción médica y en muchos casos, hasta de manera forzada, ya que, como ya expresé, el estado, por su supuesto bien, le impone a las personas, tratamientos psiquiátricos que producen un malestar tan insoportable, que las lleva a querer quitarse la vida con el objetivo de no sufrir más; otras personas psiquiatrizadas se suicidan porque abruptamente dejan de tomar psicodrogas al advertir que lo único que les hacen, es daño, y como desarrollaron adicción a las mismas, se encuentran con un síndrome de abstinencia que les provoca un sufrimiento tremendo, que las hace desear morirse, y otras  personas psiquiatrizadas que también advierten que por culpa de los fármacos se sienten cada vez peor, y por ese motivo, pretenden dejar de tomarlos, se encuentran con la oposición total a eso por parte de su entorno familiar que ciegamente cree en la validez absoluta de la palabra del supuesto profesional de la salud que dispuso el tratamiento (el psiquiatra), e incluso, con la imposibilidad legal de dejarlos por haber una orden judicial que los condenó a la drogadicción; cuando esto último se da, para escapar a la tortura psiquiátrica, hay solamente dos cosas posibles por hacer: una es la de irse para siempre del lugar en que se resida y romper todo lazo con amigos, familiares y conocidos (ya que de no hacerse esto, los mismos pueden llegar a entregarlo a uno a los torturadores), y otra es la de suicidarse.

   Y tras hacer una nueva pausa de algunos segundos, la abogada continuó con su alegato.

   -Por estar la psiquiatría investida de facultades parajudiciales otorgadas por el estado y, por ser entonces, el estado, CULPABLE del accionar arbitrario e ilegal que la misma desarrolla que, por estar conformado por privaciones de la libertad SIN DEBIDOS PROCESOS PREVIOS a personas que en la gran mayoría de los casos no han cometido delitos ni han sido siquiera acusadas de haberlos cometido, y por TORTURAS, ya que la drogadicción y las descargas eléctricas a la cabeza, cuando les son aplicadas a alguien contra su voluntad, constituyen TORTURAS, sumado al hecho de que estas prácticas represivas se han diseñado para ser aplicadas de modo SISTEMÁTICO y GENERALIZADO contra un colectivo civil que, en consideración de las autoridades de turno, esté “enfermo”, aunque, como ya expresé, sus integrantes no hayan cometido delitos ni se hayan presentado pruebas médicas de sus supuestas enfermedades, es que puede con todo fundamento decirse, que la psiquiatría es un instrumento que el estado utiliza para hacer pasar por tratamiento médico a lo que no es otra cosa que una acción punitiva y arbitraria contra las personas, y cuando el estado se organiza para atacar a un colectivo humano civil de modo programado, sistematizado y generalizado, está incurriendo ni más ni menos que en DELITOS DE LESA HUMANIDAD. Por todo esto es que, sin exagerar, los tratamientos psiquiátricos constituyen delitos contra la humanidad en su conjunto, y como tales deben ser clasificados, así como también, juzgados y condenados, sus perpetradores.

   A todo esto, la represora matriculada, Soledad Aguzzina, evidenciaba una gran hipocresía con su mirada de inocencia y desconcierto ante aquello que escuchaba, y un gran nerviosismo y ansiedad, con el temblor de sus manos y labios, lo cual a su vez daba cuenta del consumo de benzodiacepinas y antipsicóticos en que había incurrido, ya que más que por la situación en curso, su nerviosismo y ansiedad, así como los síntomas parkinsonianos que estaba sufriendo, se debían justamente a los venenos por ella consumidos que, no obstante ella misma estar padeciendo sus efectos, seguiría defendiendo y justificando en su suministro a las personas (incluso de modo coercitivo), hasta el final, así como la mayoría de los militares perpetradores de genocidios, defiende y justifica hasta el final, a su accionar indefendible e injustificable.

   Tras una nueva pausa de varios segundos, la doctora Victoria Sáez Carrera, se dispuso a iniciar la parte final de su alegato, alegato que, por motivos de espacio, en este texto no se presenta en su totalidad.

   -La aceptación de la validez de la psiquiatría, nos genera un problema moral, tremendo, ya que la misma es parte de un aparato disciplinario y represor, basado en la idea absurda, aceptada por los derechistas (y no sólo por ellos), según la cual, quien se porta “mal”, puede ser llevado a portarse "bien", por medio de la “mano dura”, y en realidad, todo demuestra que uno aprende a tratar a los demás, en gran medida a partir de cómo es tratado, por lo cual, quien es tratado mal, tiene muchas más posibilidades de tratar mal a otros, que si es tratado bien, por consiguiente, la “mano dura”, lejos de mejorar la conducta de alguien, la empeora. No obstante la enorme cantidad de evidencia que prueba esto, basta con que aparezca un caso policial famoso, para que la "mano dura" de los psiquiatras, sea legitimada y hasta reclamada por la población, ya que tras el mismo, los psiquiatras son siempre entrevistados en todos los medios y dan su versión de por qué tal hecho violento, se dio, y por qué podría haberse evitado de haber habido una intervención psiquiátrica a tiempo (en esta versión justificadora de su tratamiento constitutivo de “mano dura”, la mayoría de la gente, inentendiblemente creerá), ya que según la visión psiquiátrica, absolutamente todo mal individual y social, procede de la falta de psiquiatrización, ya que la misma (supuestamente) anula toda tendencia humana negativa;... El nerviosismo es, según los psiquiatras, tratable de modo efectivo con medicación psiquiátrica, como así también, la tristeza, el enojo, la ira, la angustia, la frustración, la agresividad, la timidez, la falta de autoestima, etc., etc., etc., por lo cual, según el criterio de los psiquiatras, si el 100 por ciento de la población mundial estuviera bajo tratamiento psiquiátrico, el mundo sería perfecto, ya que la gente viviría sin nunca ponerse nerviosa, sin nunca deprimirse, sin nunca enojarse, sin nunca ponerse irascible, sin nunca angustiarse, sin nunca frustrarse, sin nunca violentarse, sin nunca inhibirse, sin nunca sentirse mal consigo misma y sin tampoco ponerse nunca demasiado contenta, porque eso constituiría una euforia que también es, según la psiquiatría, algo patológico, y la salud, según la psiquiatría, es el equilibrio absoluto, cuando en realidad, la inestabilidad emocional, conductual e ideológica, es parte de la condición humana que, como tal, necesariamente se da EN TODO SER HUMANO VIVO Y SANO, y no estoy exagerando en absoluto en el cuadro que presento del criterio psiquiátrico, dado que literalmente, ante el malestar en las personas de la especie que sea, el psiquiatra SIEMPRE cree que su intervención es necesaria, imprescindible y benéfica, y la realidad es que NUNCA lo es; la intervención psiquiátrica es SIEMPRE innecesaria, SIEMPRE prescindible y SIEMPRE CRIMINAL, y muy rara vez, este accionar psiquiátrico, cuya intención es la de automatizar, robotizar y, en una palabra: DESHUMANIZAR a las personas, es castigado, y esta falta de castigo constituye una ENORME INJUSTICIA… En conclusión, señores jueces: les pido que la doctora Soledad Aguzzina, sea condenada a la pena máxima por haber incurrido en la comisión de DELITOS DE LESA HUMANIDAD.


… … ...


   En el curso del juicio, declararon casi 50 testigos; entre ellos estuvieron familiares y amigos de la víctima fatal de la psiquiatría ya mencionada (el ex combatiente Rafael Palau), como así también, otros ex combatientes víctimas sobrevivientes de dicha disciplina y de la acusada, médicos clínicos críticos de la psiquiatría, psicólogos también críticos de ella y hasta psiquiatras, que aun siendo defensores de la visión oficial de su profesión, hablaron en contra del accionar de la doctora Aguzzina, atribuyéndole todo tipo de faltas en su desempeño profesional, constitutivas de mala praxis, con la clara intención de salvaguardar la integridad de la psiquiatría, lo cual derivó en una enemistad con otros colegas de la psiquiatra que declararon a favor de ella, ya que con eso, defendían a su propio accionar; no obstante la defensa realizada por varios de sus colegas, por su abogado y por ella misma (al autodefenderse se limitó a decir de múltiples maneras que: "no había hecho nada malo" y que, por el contrario, había siempre trabajado en favor de la salud de los "pacientes"), la psiquiatra acusada fue condenada a cadena perpetua por haber incurrido en una actividad constitutiva de delitos de lesa humanidad.

   Esta condena, única en el mundo hasta ese momento (*), se dio (o se dará, mejor dicho) allá por mediados del año 2031; la misma fue un paso más en el camino conducente a la abolición total de la psiquiatría coercitiva.




(*) El psiquiatra Togliavita ya había sido condenado pero por delitos comunes, no de lesa humanidad.

martes, 7 de febrero de 2023

En un futuro cercano (cuento) - Martín Rabezzana

 -Palabras: 2.791-
   
   Un psiquiatra llamado Ricardo Togliavita, fue citado a indagatoria en un juzgado de la provincia de Buenos Aires hacia fines de la década del 2020, tras ser imputado por privación ilegítima de la libertad, imposición de tormentos e instigación al suicidio en perjuicio de uno de sus “pacientes” cuyo nombre era Luciano Lamacchia; tras serle informado por el juez cuáles eran los hechos por los cuales había sido imputado, cuáles eran las evidencias en su contra presentadas por el fiscal, e informarle que tenía derecho a declarar y, que de no hacer uso del mismo, cosa tal no podía constituir una prueba en su contra, el imputado, asumiendo que la impunidad para él y sus cómplices de control social y represión, sería eterna (de ahí que estuviera seguro de que para él, sobrevendría el sobreseimiento), hizo uso de su derecho a declarar; durante la declaración, como se esperaba, dijo que todo lo que había hecho, lo había hecho conforme a lo reglamentado médicamente y que por eso, todo su accionar profesional era legal y científico, por lo cual, estaba totalmente tranquilo, resultando esto en que aceptara contestar preguntas.
   El fiscal Juan Martín Candioti buscaba demostrar que el accionar de TODOS los psiquiatras constituye “mala praxis”, pero no porque actúen con negligencia en el sentido de no hacerlo de acuerdo con las normas vigentes en psiquiatría, sino porque, según su criterio, el ejercicio de la psiquiatría misma constituye una negligencia médica por ella carecer de las evidencias probatorias en cuanto a la condición patológica de las personas a las que trata, que deben necesariamente presentar los médicos de otras disciplinas, antes de declarar a un paciente: “enfermo” y prescribirle medicamentos, de ahí que pretendiera demostrar que una buena praxis psiquiátrica, es una mala praxis médica. Buscaba además demostrar que el tratamiento psiquiátrico es un medio para violar derechos humanos básicos, dado que a través de la psiquiatría se autorizan privaciones forzadas de la libertad contra las personas, imposición de drogadicción y hasta en algunos casos, de electroshocks, constituyendo estas últimas cosas mencionadas, torturas que, por supuesto, no están permitidas en su infligimiento a NADIE bajo NINGUNA circunstancia, sin embargo, todo esto se le hace a las personas a través de la psiquiatría sin necesidad de que hayan cometido delitos y sin un debido proceso previo, de ahí el interés del fiscal en que el estatus legal del accionar psiquiátrico sea revisado ya que, según su criterio, el mismo infringe varias leyes, resultando esto en que los psiquiatras que actúen o hayan actuado de modo coercitivo con cualquier persona a la que en el ejercicio de su oficio, hayan tratado, ameriten ser llevados a juicio sin que para que se logre cosa tal, haga falta cambiar la legislación, dado que basta con aplicar la que ya está vigente para que, por su accionar, penas privativas de la libertad, le sean a los psiquiatras, aplicadas.
   El fiscal Candioti le preguntó al psiquiatra Togliavita lo siguiente:
   -¿Por qué motivo dispuso que a Luciano Lamacchia se le impusiera psicodrogadicción y reclusión en un manicomio?
   A lo que el psiquiatra respondió:
   -El paciente tenía tendencias agresivas y autolesivas, en estos casos, el tratamiento psiquiátrico se hace indispensable para disminuir la posibilidad de incidencia del enfermo tanto en la agresión a otros, como en la agresión a sí mismo.
   El abogado rápidamente dijo:
   -Por lo que me informaron familiares y amigos de la víctima, a mí no me consta que así haya sido previo al tratamiento psiquiátrico que le fue impuesto, pero sí con posterioridad al mismo, pero supongamos que usted tiene razón y que su intervención se dio en el marco de una conducta agresiva hacia otros y hacia sí mismo, de Luciano: ¿usted considera sensato que a alguien que tiene tendencias agresivas o autolesivas, se le suministren substancias que aumentan la agresividad y las tendencias autolesivas?
   -No fue eso lo que hice.
   -En realidad, fue exactamente eso lo que hizo, dado que el tratamiento psiquiátrico se basa en el suministro de drogas que, según sus mismos prospectos, aumentan la agresividad y las tendencias autolesivas, y hasta en prácticas aún más aberrantes como el infligimiento de descargas eléctricas a la cabeza.
   -La terapia electroconvulsiva no fue aplicada en su caso, y de hecho, lo es cada vez menos por la mayor eficacia y menores efectos adversos que los psicofármacos, tienen, producto del avance de la ciencia.
   -Sin embargo, a pesar de esos supuestos avances que llevan a que los fármacos que ustedes prescriben sean, según su criterio, cada vez más efectivos y seguros, como ya dije, los mismos prospectos de TODOS los psicofármacos en los que se basa su supuesta terapia médica, admiten que su toma aumenta la agresividad y las tendencias autolesivas que muchas veces resultan en actos agresivos y suicidas en quienes los consumen, pero cuando un acto agresivo o suicida realizado por alguien tratado psiquiátricamente, tiene lugar, los psiquiatras que se los han suministrado, se desentienden de toda culpa y responsabilidad, y aducen que dichas substancias tóxicas, fueron por ellos suministradas con el fin de ayudar a sus “pacientes”… ¿Podría aclarar por qué, sabiendo que la posible comisión de un acto violento contra otros o contra sí misma, en una persona es más factible de ella estar drogada con psicofármacos que de no estarlo, usted considera válido al tratamiento psicofarmacológico?
   Entonces la abogada del psiquiatra consideró intervenir, pero éste último, con una seña le pidió que no lo hiciera y pasó a responder.
   -Cuando los psicofármacos son suministrados por un profesional de la psiquiatría, ocurre todo lo contrario a lo que usted expuso, es decir, en tales casos la gente mejora su conducta y su estado anímico general, pero por supuesto que considero que son en extremo peligrosos cuando las personas, sin supervisión médica, los consumen.
   -Pero su “paciente”, como usted lo ha llamado, se suicidó en el curso de un tratamiento infligido por usted, y nada lleva a concluir que se haya automedicado, sino que consumió psicofármacos bajo su supervisión.
   -Mi paciente se suicidó producto del trastorno depresivo mayor que padecía, trastorno que el tratamiento, a pesar de lo efectivo que es, no pudo contrarrestar.
   -Y si es tan “efectivo”, ¿por qué no pudo contrarrestarlo?
   A esto último, el torturador no pudo responder, por lo cual, tras algunos segundos, el doctor Candioti dijo:
   -Debido a la ausencia de respuesta del imputado, creo conveniente reformular la pregunta: el trastorno depresivo mayor, que su víctima padecía, ¿puede ser que haya sido causado por las drogas psiquiátricas que usted le prescribió?
   -No. Los psicofármacos ayudan a las personas a mejorar su salud mental, pero hay casos cuya gravedad hacen poco útil a toda ayuda médica, no significando esto que la misma no sea válida.
   -Sin embargo, como ya expresé, los daños en la salud física y anímica causados por el consumo prescrito de psicofármacos, aun en las dosis más bajas (admitidos por los laboratorios productores en los prospectos de sus “medicamentos”), son innumerables, de ahí que lo único lógico por concluir, es que quien es sometido a un tratamiento basado en su consumo, sólo puede malograr a su salud general de la misma ser buena, y empeorarla, de la misma ser mala, A pesar de esto, usted considera que “ayudó” a la persona a cuyo suicidio, ha contribuido.
   Entonces Analía Ferrara, abogada del represor, dijo:
   -Señor juez, me opongo a que las preguntas del doctor Candioti sigan por este camino, ya que la malicia con que las formula, puede ser admisible, pero sólo en el contexto de un alegato, y estamos en la etapa de la declaración indagatoria.
   Entonces el juez le pidió al fiscal, lo siguiente:
   -Doctor: trate de formular las preguntas de la manera más neutra posible.
   -Muy bien; trataré de hacerlo así -y dirigiéndose nuevamente al psiquiatra, dijo: -¿Usted considera válido el derecho a no sufrir torturas, reconocido por la legislación internacional?
   -Por supuesto que sí.
   -Entonces ¿por qué ha elegido una carrera que implica una violación sistemática del mismo? Ya que es innegable que someter a las personas a la drogadicción y a descargas eléctricas, es TORTURAR.
   La defensora del psiquiatra volvió a intervenir.
   -Señor juez, me vuelvo a oponer, ya que más que una pregunta tendiente a esclarecer algo, lo preguntado por el doctor Candioti constituye una descalificación personal.
   El juez dijo:
   -Voy a hacer lugar a lo manifestado por la defensa, así que le pido, doctor Candioti, que reformule la pregunta.
   El fiscal asintió con la cabeza.
   -Está bien; reformulo la pregunta: ¿por qué considera usted que forzar a alguien a la drogadicción, no constituye tortura?
   Entonces la abogada defensora intervino nuevamente al decir:
   -Señor juez, me vuelvo a oponer a la pregunta por el motivo ya expuesto.
   El juez dijo:
   -Doctor Candioti: le insisto con que reformule su pregunta para que sea lo más neutra posible.
   -Muy bien; le pregunto al imputado... ¿usted piensa que la destrucción sistematizada de la integridad física y psíquica de una persona, constituye tratamiento médico?
   La defensora Ferrara volvió a protestar.
   -Señor juez, ¡me vuelvo a oponer a la pregunta por ser totalmente agraviante!
   El juez negó con la cabeza y dijo:
   -No voy a hacer lugar esta vez a lo manifestado por la defensa, por lo que le pido al imputado que responda a la pregunta si así lo desea, dado que, como ya le expliqué, usted tiene en esta instancia, derecho a no declarar.
   Entonces el psiquiatra, tras expresar que quería seguir respondiendo, dijo:
   -Yo no considero que la inducción forzada al tratamiento médico constituya una destrucción de la integridad física ni psíquica de nadie, así lo pueden ver solamente aquellos que, por falta de conciencia de su estado patológico, creen que se los está atacando cuando en realidad, se los está ayudando.
   -O sea que, según usted, yo, y no sólo yo, sino CUALQUIERA que considere que a través de la psiquiatría se destruye la salud de las personas, basándose en el conocimiento de los gravísimos efectos de los psicofármacos admitidos por sus propios laboratorios productores, y además, que considere que a través de ella se valida indebidamente la suspensión de derechos básicos que sólo pueden serle suspendidos legítimamente a las personas tras haber cometido delitos y haber sido los mismos, probados en el curso de un debido proceso, ¡es alguien falto de conciencia de su “estado patológico”!... Es decir, cualquiera que desacredite o cuestione a la psiquiatría es, según usted, un “enfermo mental”, ¿o no es así?
   -No digo que sea necesariamente así, ya que también puede deberse tal consideración, a la falta de conocimiento en la materia.
   -Sin embargo, yo y otros colegas que trabajamos en la defensa de personas cuyos derechos básicos fueron vulnerados por el estado por intermedio de la psiquiatría, estudiamos el tema desde hace años, lo cual, no hace lógico que se nos considere desconocedores del mismo, no obstante, usted nos considera ignorantes.
   -Lo que ocurre es que, por bien que usted se haya informado, es doctor en leyes, no en medicina con especialización en psiquiatría, de ahí que carezca del conocimiento que se requiere para entender del todo a la práctica que desacredita.
   -¿Y cómo explica entonces que la antipsiquiatría provenga de psiquiatras?… ¿Puede usted acusarlos a ellos, de ser también, ignorantes en la materia?
   -Bueno… en tales casos, yo pienso que intereses oscuros los han llevado a oponerse a un sistema que en realidad, ellos mismos consideraban válido.
   -Es decir, para usted, SIEMPRE que alguien manifiesta descreimiento en la psiquiatría, lo hace porque es un ignorante, un loco, o porque le han pagado para hacer eso.
   Y mientras sonreía con suficiencia, el psiquiatra respondió:
   -Básicamente, sí.
   -Entonces no hay lugar alguno para críticas en su disciplina.
   -Por supuesto que sí lo hay, pero las mismas deben proceder de personas capaces de entender el proceso médico que a través de la psiquiatría, se desarrolla.
   -Pero ya le acabo de decir, y usted no lo desmintió, ¡que la misma antipsiquiatría viene de psiquiatras! Sin embargo, lo que ellos han expresado, en ninguna medida usted lo considera válido porque sólo una opinión coincidente con la oficial, que es la suya, puede serlo.
   Entonces la defensora volvió a protestar.
   -Señor juez, me vuelvo a oponer a que el doctor Candioti siga expresándose del modo en que lo hace.
   Entonces el juez dudó durante varios segundos respecto a qué hacer, debido a su inexperiencia en el tema presentado por el fiscal, y finalmente dijo:
   -Doctor Candioti: le informo que las preguntas realizadas por un fiscal a un imputado, pueden ser anuladas de ser agraviantes, así que le advierto lo siguiente: si formula una pregunta más que sea de ese tenor, daré inmediatamente por finalizada su participación en esta indagatoria.
   El fiscal asintió con la cabeza y después, con tono displicente, dirigiéndose al psiquiatra, dijo:
   -Usted expresó que todo su accionar ha sido científico, con lo cual no estoy de acuerdo dado que la psiquiatría no cumple con lo requerido por las demás ciencias médicas para ser considerada una forma válida de medicina ni de ciencia, pero supongamos que lo es; a este respecto digo que las ciencias le han permitido al ser humano ser destructivo a una escala sin precedentes en la historia; tengamos en cuenta cosas como las investigaciones en energía nuclear que han posibilitado crear armas terriblemente mortíferas; si aceptamos que cosas así, son malas, es en extremo absurdo asumir que lo científico es necesariamente bueno y que por eso, lo que se oponga a una ciencia, es necesariamente malo, ya que el carácter positivo o negativo de una disciplina, es totalmente independiente de su condición científica, y si tras analizar a una disciplina científica determinada, concluimos que tiene consecuencias positivas, hay que apoyarla, pero si concluimos que las mismas son negativas, hay que oponerse a ella, y esto NO LO PUEDE HACER alguien que tiene a lo científico por sagrado, ya que para alguien así, “ciencia” es sinónimo de “bondad”, y por eso cualquiera que presente una crítica a cualquier cosa denominada “científica”, sea para él, necesariamente herético y malo, ahora bien, ocurre que las consecuencias de la psiquiatría son...
   Entonces el juez interrumpió al fiscal diciendo:
   -Doctor Candioti, como ya lo hizo notar la defensa, no estamos en la etapa de alegatos, así que le pido que le formule la pregunta al imputado del modo más directo posible.
   -Está bien -y tras tomar aire profundamente, el fiscal dijo: -Doctor Togliavita: ¿tiene usted algún tipo de remordimiento por haber inducido a Luciano Lamacchia al suicidio?
   Entonces la defensora Ferrara, dijo:
   -¡Señor juez, no se puede permitir que…!
   Y el juez la interrumpió a ella al decir:
   -Está bien doctora Ferrara, no hace falta que fundamente la protesta, ya que le advertí al fiscal que ante otra pregunta maliciosa de su parte, daría por finalizada su participación en esta indagatoria, así que doctor, no le permito realizar más preguntas al imputado -y tras algunos segundos, el juez dijo: -Salvo que el imputado o la defensa quieran expresar algo más, daré por terminada la declaración indagatoria.
   El imputado dijo que nada más tenía para decir y así también lo manifestó su defensora, entonces el fiscal Candioti, dirigiéndose al juez, dijo:
   -Señor juez, solamente me queda por decirle a usted, que la ausencia total de remordimiento en el doctor Togliavita, aun sabiéndose culpable de la muerte de un ser humano, lo hace digno de la calificación de: psicópata, y de ahí que haya motivos de sobra para considerarlo capaz de instigar al suicidio a una persona y de ser privador ilegítimo de la libertad e impositor de torturas, y es por esta razón que espero que usted se digne dictar su procesamiento; nada más; buenos días a todos.
   Así concluyó la indagatoria al represor matriculado: Ricardo Togliavita.

… … ...

   Una vez fuera de la sala en que se desarrolló la declaración indagatoria al psiquiatra, en un pasillo del recinto judicial, se encontraba el fiscal Candioti tomando tranquilamente un vaso de agua, entonces apareció Ricardo Togliavita, caminando rápido y claramente alterado, en dirección a la salida; al pasar al lado de Candioti, lo miró de reojo y, en voz muy baja pero audible, le dijo:
   -Hijo de puta.
   Ante lo cual, Candioti sonrió con gran satisfacción, y mientras lo miraba alejarse, también en voz baja, le dijo:
   -Te juro que te voy a meter en cana, ¡torturador de mierda!

… … … 

   Unos diez días después, el juez dictó el procesamiento del psiquiatra Ricardo Togliavita, sentando así, un precedente judicial que le abriría la puerta a nuevas imputaciones y a más dictados de procesamientos contra psiquiatras, que resultarían habitualmente en condenas, como así también, contra sus acérrimos sirvientes y partícipes necesarios: los psicólogos, los asistentes sociales y algunos otros.
   Así se inició el cambio.

miércoles, 25 de enero de 2023

Dos mil veces '70s (cuento) - Martín Rabezzana

(Nota del 5 de febrero de 2023: le cambié el título 
a este cuento porque se me ocurrió otro mejor).
-Palabras: 2.815-

Dedicado a todos los invocadores de represión.

   A principios de los años 2000, en el colegio Normal de Quilmes, los alumnos de quinto año le solicitaron a las autoridades escolares que en ocasión de cumplirse un nuevo aniversario del golpe de estado ocurrido el 24 de marzo de 1976, se invitara a cierta mujer cuyo nombre era Patricia, que habitualmente exponía sus conocimientos sobre el periodo de los setenta en diversos ámbitos, para que diera ante ellos, una charla; los padres de Patricia habían sido secuestrados por el estado el mismo año del golpe, cuando ella tenía apenas dos años; durante la irrupción de los militares en su casa, situada muy cerca del colegio, en la calle Pringles casi esquina Alsina, ella estuvo presente y se salvó de ser robada gracias a la valiente intervención de un vecino que en medio del operativo ilegal, se acercó a la casa, dijo ser familiar de ella y dijo también que con él podía quedarse; así ocurrió hasta que el vecino logró contactar a sus abuelos y fue con ellos que Patricia se crió, ya que sus padres nunca aparecieron.
   La charla sobre el periodo de los setenta, se daría en el horario de la clase de historia que estaba a cargo del profesor Gentile; dicho docente, haciéndole honor a su apellido facho, se había manifestado en contra de que la charla tuviera lugar, aduciendo que no formaba parte del programa de enseñanza, cuando la realidad era que él no veía con buenos ojos a nadie que expusiera lo injusto de la represión del gobierno de facto porque, lejos de condenarla, la reivindicaba; las autoridades del colegio, en un primer momento le dieron la razón y le comunicaron a los alumnos que su pedido no sería complacido, pero tras una sentada realizada en los alrededores del establecimiento, de la que participaron estudiantes de todos los años, en la cual se reclamaba la presencia de Patricia en calidad de invitada, las autoridades cedieron, y fue así que dicha sobreviviente del genocidio, pudo finalmente una mañana, exponer sus conocimientos y experiencia personal, frente al alumnado. 
   Después de explicar que para entender cómo se había llegado a la represión del gobierno militar del ‘76, es imprescindible tener conocimientos sobre la situación política y social del país en los años previos, dirigiéndose a los estudiantes, tras decir que los jóvenes de fines de los ‘60 y principios de los ‘70, tenían el objetivo de crear una sociedad más justa, Patricia dijo:
   -Actualmente casi todos consideran inaceptable que se valide a la lucha armada como medio para alcanzar objetivos políticos, ya que aun siendo las personas reprimidas por los guerrilleros de los ‘60 y ‘70, mayoritariamente miembros de las fuerzas represoras del estado, eran poseedoras de derechos humanos inalienables cuya vulneración, no debe tolerarse en ningún caso, sin embargo, la aprobación de la lucha armada en los años de la dictadura autodenominada: “Revolución Argentina” (1966-1973), fue muy grande y procedió mayormente de personas que no estaban radicalizadas en lo que hace a la concepción de la política; ¿cómo fue esto posible?… La cuestión es muy compleja, pero voy a tratar de explicarla: a la hora de entender el por qué del respaldo popular que a principios de los años 1970, los grupos guerrilleros tenían entre los argentinos, hay que destacar que los mismos, en los primeros años no perpetraron muchos hechos de sangre; si bien Montoneros ganó vertiginosamente fama y prestigio por el supuesto asesinato del ex dictador Aramburu (y digo “supuesto” porque yo creo en una versión no oficial que dice que se murió producto del miedo, tras ser secuestrado por ellos y que después, al cuerpo lo balearon y fingieron así, haberlo matado), los hechos en que generalmente incurrían las más de 50 organizaciones guerrilleras de izquierda entonces existentes, consistían mayormente en tomas de comisarías y cuarteles militares, robo en los mismos, de armamento, y secuestros extorsivos de empresarios de grandes corporaciones económicas que, como (casi) siempre ocurre en estos casos, eran responsables de la explotación sistematizada de sus trabajadores y de la represión física de ellos, por intermedio de las “fuerzas del orden”, que a su (casi) total servicio, están, sobretodo cuando los mismos pedían mejores condiciones laborales; en estos hechos que en ese entonces eran habituales, los partisanos rara vez malherían o mataban a alguien; esas grandes humillaciones infligidas a las fuerzas represivas legales y al empresariado, que a dichas fuerzas le mueve los hilos, cuando no implicaban la muerte de nadie, eran bien vistas por la población general, ya que tanto de los militares, como de los miembros de las “fuerzas de seguridad" y del gran empresariado, la mayoría se sentía víctima, y a diferencia de lo que los derechistas sostienen, como ya expuse, dichos hechos violentos pero no sangrientos, constituyeron el grueso de las acciones armadas de las organizaciones guerrilleras, allá por fines de los años ‘60 y principios de los ‘70; dichos hechos desestabilizaron de tal forma al gobierno de facto, que en pos de que los guerrilleros se calmaran, los militares aceptaron dejar el poder y habilitar las elecciones, que era justamente (junto con que dejaran a Perón, cuyo regreso estaba prohibido, volver al país) lo que principalmente reclamaban las organizaciones de la izquierda peronista que constituían mayoría entre todas las organizaciones armadas irregulares existentes;… El regreso de la democracia representativa ocurrió en el año 1973; si los guerrilleros hubieran dejado las armas en ese momento, habrían quedado como “héroes” poco cuestionados, que le devolvieron a la población, la democracia representativa, pero fue que, lejos de hacer eso, hubo una mayoría que continuó con la lucha armada; lógicamente, el principal grupo guerrillero marxista, que era el ERP, no le debía obediencia a Perón, de ahí que se esperara que siguiera con lo que sus miembros llamaban: “guerra revolucionaria”, pero de los grupos autodenominados peronistas, sí se esperaba obediencia a Perón, lo cual implicaba deponer las armas tras la llegada al poder de un candidato peronista, pero no lo hicieron; la dirigencia de Montoneros, durante el periodo del presidente Cámpora (delegado de Perón), se limitó a suspender sus acciones armadas pero aclarando que lo haría sólo temporalmente porque, según su líder, Mario Firmenich: “El poder político brota de la boca de un fusil”, fue entonces que Perón, que les había encomendado abrir los “frentes de masas” para que incursionaran en el ámbito de la ayuda social y salieran así, de la lucha armada, al ver que no se dejaban por él, manejar, decidió reprimirlos; esa represión no fue única ni mayormente de guerrilleros, sino también de militantes de los mencionados frentes, que hasta el momento, en su mayoría no tenían participación en la lucha armada ni tampoco necesariamente, la aprobaban (de todas formas, la mayoría seguiría sin tenerla), pero fue que cuando empezaron a ser reprimidos a gran escala por la Triple A (organización de sicarios que, pese a la negación -incomprensible a esta altura- de muchos peronistas de izquierda, fue obra de Perón), se vieron en la necesidad de sobrevivir, y cuando hay grupos armados que a uno lo persiguen para matarlo, la posible supervivencia implica irse del país, o meterse en otro grupo armado que pueda llegar a enfrentarlos; quienes se quedaron, en muchos casos hicieron esto último, fue así que el número de Montoneros combatientes (que en 1973 era apenas de alrededor de 13), se incrementó drásticamente en los años posteriores hasta alcanzar un número aproximado de 1.500 (sin contar a los que eran parte de su aparato de inteligencia, de prensa ni de militancia social; incluyendo a estos últimos, el número aproximado de Montoneros en el año 1975, era de 4.500), sin que esto signifique que hubiera adhesión a su proyecto político por parte de todos sus nuevos miembros, sino que, como ya expresé, lo que había detrás de la toma de las armas en la mayoría de ellos, eran ganas de sobrevivir ante el acecho de las patotas de sicarios organizadas por López Rega y validada por Juan Domingo Perón;… A partir del asesinato del líder de la “burocracia sindical”, José Ignacio Rucci (que, a pesar de que se le haya atribuido a Montoneros, el que ellos mismos no lo hayan reconocido en su momento, sino mucho tiempo después, para mí prueba que no fue obra de ellos), los hechos de sangre de dicha organización (con la cual se fusionaron casi todas las demás organizaciones armadas de la izquierda peronista), así como también los del ERP (organización con la cual se fusionaron casi todas las demás organizaciones armadas marxistas), se incrementaron exponencialmente y dejaron de discriminar demasiado entre represores y civiles no represores, a la hora de combatir al estado; fue entonces que las organizaciones guerrilleras entraron en una etapa cruenta y siniestra que puede sensatamente denominarse: “terrorista”, a diferencia de la anterior, que para mí, más que como “terrorista”, es clasificable como: “guerrillera”; en este nuevo periodo que tan trágico fue para los guerrilleros, por obra de la represión estatal y de sus propias acciones, los mismos NO TUVIERON MÁS RESPALDO POPULAR, sin embargo, siguieron creciendo en número porque, como ya dije, la represión estatal era tan tremenda y tan amplia, que no hacía falta ser guerrillero para ser por el estado, reprimido, ya que bastaba con haber participado de la organización, en el ámbito laboral, de reclamos de mejores condiciones de trabajo, o en el escolar, a través de centros de estudiantes, del reclamo de mejores condiciones edilicias, o haberse acercado alguna vez a una unidad básica para ofrecerse a realizar tareas, que finalmente eran para muchos, las de juntar ropa y alimentos para donarle a los pobres, pintar consignas en las paredes, repartir panfletos o simplemente, con ser amigo o conocido de alguien que fuera militante de izquierda, para que las autoridades consideraran a una persona: “subversiva/guerrillera/terrorista”; la aplicación de esos títulos a una persona por parte de las autoridades, equivalía a una sentencia de muerte, y así fue que el mismo estado empujó a muchísimos jóvenes que previamente no habían siquiera considerado armarse, a tomar las armas en un intento de sobrevivir, dado que sabían que en cualquier momento, las patotas de sicarios estatales, podrían ir a buscarlos.
   Entonces el profesor Gentile, que se había mantenido callado hasta el momento, sentado en un pupitre como un alumno más, rompió el silencio y con expresión de desprecio, le preguntó:
   -¿Así lo hicieron sus padres?
   Patricia contestó:
   -Sí; mis padres eran parte de la Juventud Peronista desde 1973, y no habían tenido participación en la lucha armada; mi mamá en un principio la apoyó, pero después, ya no; y mi papá nunca estuvo a favor de ella, pero tras saber que muchos de sus compañeros que, al igual que ellos, realizaban desinteresadamente todo tipo de ayuda social en barrios pobres, habían desaparecido, decidieron armarse con el objetivo de poder defenderse y sobrevivir, pero de nada les sirvió porque cuando los secuestraron, era medianoche, estaban durmiendo y del operativo de secuestro participaron unos 40 represores, y ésa era la regla en estos casos: decenas de militares y policías armados se organizaban para secuestrar a una o, como en este caso, a dos personas;… ¡y a innumerable cantidad de operativos de secuestro realizados con inmensa superioridad numérica y de armamento, y con bajas casi nulas para ellos, de manera absurda y falaz, los militares le llamaron: “guerra”!
   Entonces el profesor, con una sonrisa irónica, dijo:
   -Usted empezó diciendo que los jóvenes subversivos (a los que, por supuesto, no llamó así) “querían una sociedad más justa”; entre ellos, asumo que usted considera que estaban sus propios padres, pero acaba de admitir que tomaron las armas para combatir a las autoridades; ¿eso le parece justo?... Para mí, lo justo es que por hacer eso, para las personas hayan consecuencias.
   Entonces un alumno, totalmente indignado, le dijo:
   -¿Pero no escuchó lo que contó, profesor? ¡Sus padres agarraron armas cuando el genocidio perpetrado por el estado, ya estaba en marcha, por eso es que, más que para combatir a las autoridades, se armaron para defenderse de ellas!;… ¿Qué haría usted si grupos armados del estado lo vinieran a buscar? ¿No haría lo mismo?
   El profesor, tras reírse sarcásticamente, respondió:
   -Eso a mí no me podría pasar, porque yo respeto las leyes, y los militares tomaron el poder para hacerlas respetar en tiempos en que muchos, no lo hacían, por eso es que todos los argentinos tenemos que estarles agradecidos.
   Una de las estudiantes le dijo:
   -¿Y usted cree que los militares respetaron las leyes?… si así lo hubieran hecho, no habrían llegado al poder dando un golpe de estado. Tampoco habrían torturado, violado, matado, ni hecho desaparecer a nadie como sí lo hicieron ¡más de 30 mil veces!
   -¡No fueron 30 mil los desparecidos! Eso es propaganda de los organismos de derechos humanos que eran parte en ese entonces (y lo siguen siendo) del marxismo internacional que en los ‘70 quiso disolver a nuestra patria y convertirla en una provincia soviética.
   Entonces los estudiantes empezaron a abuchear al profesor mientras Patricia, con semblante triste, les pedía que hicieran silencio y que trataran de respetar a las opiniones distintas, por más equivocadas que fueran.
   Y mientras el profesor se disponía a decir una nueva pelotudez, todos notaron que de pronto se había hecho una oscuridad casi total, que hizo necesario encender la luz, entonces algunos estudiantes se acercaron a las ventanas y vieron con sorpresa, que había anochecido; también notaron que en la calle había una espesa niebla que de la nada parecía haber llegado; segundos después, vieron y escucharon a varios autos Ford Falcon frenar frente a la escuela y también vieron llegar a varios camiones del ejército; estos últimos rodeaban toda la manzana del colegio, es decir, había militares en las calles Mitre, Colón, Conesa y Sarmiento; el profesor se levantó del pupitre y dijo:
   -¿Qué pasa?
   Una de las estudiantes le respondió:
   -La calle está llena de milicos, y parece que están por entrar a la escuela.
   Entonces el profesor, tras acercarse a una de las ventanas y constatar que, efectivamente, así era, dijo:
   -No puede ser...
   Pero era.
   A los pocos segundos, Patricia y los estudiantes vieron a los militares ingresar al establecimiento escolar, y ante el sentir de irrupción inminente de los represores en el aula, la mujer dijo:
   -¡Rápido! ¡Hay que hacer una barricada con los pupitres!
   Entonces todos los alumnos pusieron los pupitres delante de la puerta, bloqueando así, el ingreso al aula, lo cual funcionó durante breves instantes; durante los mismos, una voz autoritaria había gritado:
   -¡Entreguenló y nada le va a pasar a los demás!
   Entonces el profesor, en voz muy alta, dijo:
   -Que entreguemos, ¿a quién?
   -¡Al profesor Gentile!
   Entonces el profesor, completamente aterrado, empezó lentamente a retroceder hasta que se quedó inmóvil apoyado contra una pared en total silencio; tras varios segundos durante los cuales, los militares intentaban romper la puerta bloqueada por los pupitres que los alumnos y Patricia sostenían con todas sus fuerzas, los represores pudieron finalmente irrumpir en el aula y divisar al docente, que en un rincón permanecía quieto; cuando el jefe del operativo lo vio, inmediatamente supo que era él el profesor, sin necesidad de que nadie se lo comunicara, dado que era el único adulto varón en el aula, entonces, señalándolo, le dijo a sus subordinados:
   -Es ése.
   Y por varios milicos vestidos de civil, el profesor fue sujetado y golpeado mientras Patricia y varios alumnos trataban infructuosamente de defenderlo en medio de gritos, motivo por el cual, fueron por los represores, también golpeados y apuntados con armas.
   Gentile repetidamente gritaba: “¡Es un error! ¡Yo no hice nada! ¡Ayudenmeeeeé!", mientras le ponían una capucha en la cabeza, lo insultaban y lo arrastraban en dirección al interior de uno de los Ford Falcon que rápidamente arrancó al igual que todos los vehículos militares que rodeaban la escuela.
   Tras el secuestro del profesor Gentile, los alumnos de todas las divisiones, a través de las ventanas, detrás de las cuales se habían agolpado (y algunos desde la puerta del colegio, a la que se habían acercado), vieron a los vehículos desvanecerse rápidamente tras haber arrancado, hasta desaparecer completamente en el aire, en paralelo con el aclararse de la noche, que tras pocos segundos, volvió a ser día.
   Tras todo este episodio dramático que absolutamente ninguno de los ahí presentes, entendió en sus causas ni en su naturaleza, Patricia, junto a varios alumnos, se dirigió a una comisaría en la cual, hicieron la denuncia por el secuestro del profesor Gentile. Después, ella se puso en contacto con organismos locales e internacionales de derechos humanos, les pidió que investigaran el caso, y así lo hicieron, sin embargo, nada lograron averiguar sobre el paradero del docente ni sobre la identidad de sus secuestradores.
   Hasta el día de la fecha (25 de enero de 2023), Abel Gentile permanece en calidad de desaparecido.