miércoles, 15 de febrero de 2023

Vanguardia antipsiquiátrica (cuento) - Martín Rabezzana

 -Palabras: 3.402- 


   Los integrantes de la ONG: “Alianza Contra la Coerción Psiquiátrica y Psicológica”, tras la victoria judicial notable de los querellantes y la fiscalía lograda en contra del psiquiatra Ricardo Togliavita (que había actuado según el protocolo psiquiátrico), que derivó en una condena en su contra sin precedentes en el mundo, se sintieron enormemente esperanzados ante la posibilidad de que nuevas imputaciones a psiquiatras llevaran a más procesamientos y condenas y que esto resultara, en algún momento, en una abolición total de la coerción psiquiátrica, sin embargo, los meses pasaron y nuevas imputaciones contra psiquiatras fueron realizadas por sobrevivientes de la psiquiatría, cuyos abogados fueron provistos por la alianza ya mencionada, sin que se pudiera pasar de la instancia de la declaración indagatoria, ya que en todos esos casos, los jueces habían dictado el sobreseimiento o la falta de mérito, que impidieron que los psiquiatras fueran llevados a juicio, de ahí que hubiera que buscar urgentemente casos cuyas derivaciones fueran tan importantes, que pusieran una presión moral (y hasta política) en los jueces, que les impidiera mantenerse indiferentes ante la cuestión, ya fuera por motivos de empatía personal, o por considerar que de atender los reclamos de los querellantes, sus carreras serían impulsadas, por los mismos estar relacionados con una causa sensible para la opinión pública argentina.

   El plan tuvo éxito, y así fue que varios psiquiatras fueron imputados por daños a la salud integral de sus “pacientes”, privación ilegítima de la libertad, instigación al suicidio y más cosas, hechos que, por su gravedad y realización con la participación del estado (y muchas veces por orden del estado mismo), llevaron a los acusadores a que la imputación realizada contra ellos por sus acciones lesivas contra las personas, fuera por DELITOS DE LESA HUMANIDAD.

   Si bien la mayoría de los juzgados dictó el sobreseimiento de los muchos psiquiatras imputados por dichos imprescriptibles delitos, y los que sí fueron juzgados, lo fueron por delitos menores, uno de ellos, en la provincia de Mendoza, dictó el procesamiento de una psiquiatra por los mencionados delitos, constituyendo un nuevo hito en la historia antipsiquiátrica mundial.

   La decisión tomada por un juzgado (juzgado que, como todos los demás, SIEMPRE “trabaja” en colaboración con profesionales de la psiquiatría) de juzgar a una psiquiatra, no habiendo ella incurrido en lo que oficialmente se considera: “mala praxis”, constituyó un caso de: “estado que se juzga a sí mismo”, ya que el estado es el que le concede poder parajudicial a los psiquiatras; tal juzgamiento, pocos años atrás, parecía imposible, como así también lo parecía el que los perpetradores del genocidio realizado por el estado argentino en el periodo de la última dictadura (1976-1983), cuya finalidad era la eliminación de toda posible oposición a los intereses económicos, culturales e ideológicos de las clases dominantes, fueran juzgados, sin embargo, así se hizo, y no ocurrieron los juzgamientos sólo en el ámbito de las cortes internacionales, ¡sino también en el ámbito judicial local!, y es por eso que la serie de juicios contra los psiquiatras que a finales de los años 2020, en el país se iniciaron, fue ni más ni menos que una continuación de esos juicios por crímenes de lesa humanidad que, aunque con marchas atrás e interrupciones, se materializaron.

   Una vez iniciado el juicio contra la psiquiatra cuyo nombre era Soledad Aguzzina, la abogada Victoria Sáez Carrera, representante de víctimas de la psiquiatría y de sus familiares, cuyos denominadores comunes eran no sólo el haber sido dañadas por la psiquiatría, sino también, el de ser ex combatientes de Malvinas e hijos de ex combatientes, expuso en su alegato, muchas cosas; explicó que entre los ya mencionados ex combatientes, hay un número de personas muertas por suicidio, altísimo (también incluso, entre sus hijos), y que en todos los casos que investigó, los mismos se produjeron durante el primer semestre de ellos haber iniciado un tratamiento psiquiátrico; se refirió en particular al primer caso por el que imputó a la psiquiatra Aguzzina, que fue directora de un neuropsiquiátrico en el cual, durante su periodo, varias personas privadas de su libertad, se suicidaron; el caso en cuestión (que para la causa sería emblemático), era el del ex combatiente Rafael Palau, de 34 años, que, en el año 1998, en circunstancias en que se encontraba recluido en el manicomio dirigido por la ya mencionada psiquiatra, se suicidó; también hubo en ese neuropsiquiátrico (como en todos los demás), casos de muertes por disfunciones multiorgánicas que falazmente los psiquiatras atribuyeron en sus causas a problemas en los reclusos, preexistentes; la doctora Sáez Carrera intentaría demostrar que los mismos (y por consiguiente, las muertes) fueron resultantes del tratamiento psiquiátrico.

   Si bien se imputó a otros psiquiatras que "trabajaban" en el neuropsiquiátrico dirigido por la doctora Aguzzina, también a psicólogos, a asistentes sociales y hasta a jueces, a todos ellos los protegió una especie de "ley de obediencia debida" que resultó en que a ninguno se le dictara el procesamiento, pero sí a la psiquiatra Aguzzina, por considerársela máxima responsable de los hechos ya referidos.

   En el contexto de su alegato, tras un largo preámbulo en el que explicó por qué la psiquiatría no es científica según el criterio oficial de qué es ciencia y qué no lo es, y que aun si lo fuera, por las consecuencias terribles de la misma en las personas a las que se les aplica, que no son sólo el empeoramiento de su salud física y psíquica, sino también, la quita de derechos humanos por parte del estado tras un diagnóstico psiquiátrico (derechos que el estado, hipócritamente denomina: “inalienables”), debería ser considerada una amenaza para la salud pública, además de una amenaza para dichos inalienables derechos, la doctora Sáez Carrera, dijo:

   -Uno de los querellantes, familiar de una víctima fatal de la psiquiatría que me tiene a mí por representante legal, me dijo: “Hablar con gente que está a favor de la psiquiatría, es como hablar con milicos de la última dictadura; ante la recriminación que se les realice por haber secuestrado, torturado, violado y/o matado, aludiendo a sus víctimas, invariablemente dicen cosas de tipo: “Pero eran terroristas. Ponían bombas.” Y la respuesta obvia por darle a quien a dicho accionar reivindica, es: “No importa lo que una persona haya hecho. NUNCA debe ser torturada, violada ni asesinada”, y en esto que me dijo, tuvo toda la razón; además me expresó que: “...hubo muchísima gente por los milicos tratada de los modos ya referidos, que no tenía absolutamente nada que ver con actividades terroristas, sin embargo, según el criterio ultraderechista, SIEMPRE era terrorista la gente por ellos, reprimida, y en el caso de la psiquiatría se da exactamente lo mismo, ya que quienes la defienden, justifican al tratamiento involuntario (es decir, JUSTIFICAN A LA TORTURA), diciendo que aquellos a quienes se les aplica, están "enfermos", pero aun si la “enfermedad mental” fuera una realidad, y no la ficción que es, la condición en alguien de "enfermo", no debería justificar que se lo prive de todo derecho, y esto es lo que a través de la psiquiatría, se hace.”;… Yo coincido con todo esto, ya que es totalmente cierto; cuando alguien es considerado “mentalmente enfermo”, el estado le da atribuciones a los psiquiatras para forzarlo a la drogadicción y hasta para infligirle descargas eléctricas a la cabeza, o sea, el estado, por su supuesto “bien”, habilita que aun contra su voluntad, a una persona se la picanee farmacológica y hasta eléctricamente, lo cual, es terrible aunque a la misma esto no le cause la muerte, pero ocurre que estas prácticas aberrantes, habitualmente terminan con la vida de aquellos a quienes se les inflige, y al igual que ocurre en lo recién expuesto en el paralelismo entre la represión de los militares durante la última dictadura y el accionar psiquiátrico, en el caso de la psiquiatría también está la cuestión de que, de entre todos aquellos etiquetados por los psiquiatras como “enfermos”, la mayoría tiene formas de ser, comunes entre casi todas las personas consideradas “normales” y totalmente adaptadas al sistema, que hacen absurdo al hecho de que se las clasifique como “enfermas”; está más que claro para nosotros, que la hiperpatologización realizada por los psiquiatras de las formas cotidianas y generales de ser, de pensar y de sentir, responde en gran medida a intereses económicos de una de las industrias más poderosas del mundo: la farmacéutica, ya que al etiquetar a tendencias propias de todas las personas como “enfermizas”, su negocio se ve beneficiado, dado que a mayor número de enfermedades, mayor venta de medicamentos; por supuesto que todo esto, para un oficialista de la psiquiatría, es parte de un conspiracionismo que nos hace a quienes lo difundimos, merecedores de llevar etiquetas psiquiátricas, ya que para alguien así, el cuestionamiento mismo a la psiquiatría hace del cuestionador, un caso psiquiátrico; parece ser que el que está bien de la cabeza y es educado e inteligente, nunca cuestiona a los diplomados en ciencias. Nunca los critica, nunca compara versiones... básicamente: NUNCA PIENSA, ya que NO CUESTIONAR EQUIVALE A NO PENSAR, y esa delegación del no diplomado en ciencias, de la acción de pensar en quienes sí están diplomados, parece ser constitutivo de salubridad mental, de posesión de cultura e inteligencia… En fin;... a ese grado de descomposición moral e intelectual, hemos llegado, ya que esto tan absurdo, es aceptado por la generalidad de las personas, y sólo nos será posible recomponernos, mediante la oposición a disciplinas como la psiquiatría, cuyo poder coercitivo NO DEBE TOLERARSE MÁS.

   Y tras algunos segundos en que la doctora Sáez Carrera hizo una pausa para tomar agua, prosiguió con su alegato.

   -Lo más importante del fallo judicial que de modo inédito condenó al psiquiatra Togliavita, reside en que la condena no fue por él haber incurrido en mala praxis, o sea, no fue condenado por haber actuado contrariamente a lo establecido por el protocolo psiquiátrico vigente, sino que se lo condenó por haber actuado de acuerdo al mismo, es decir, el tribunal que lo juzgó y condenó a prisión, resolvió que (y cito): “...un tratamiento psiquiátrico correctamente realizado, es altamente perjudicial para la salud tanto física como psíquica de la persona a la que se le aplica”; esto resulta en que además de al mencionado psiquiatra, el tribunal haya indirectamente condenado al mismísimo sistema psiquiátrico, y espero que acá se haga lo mismo, dado que hacer justicia, en este caso sólo puede implicar condenar a la psiquiatría, representada en esta oportunidad, por la doctora imputada, Soledad Aguzzina, por ella haber incurrido en delitos que, de actos legales, tuvieron solamente una apariencia de superficie, ya que en el fondo, su accionar abyecto ha estado desde el inicio constituido por delitos de los más aberrantes que, por ser tales, son CONTRA LA HUMANIDAD TODA, y ahora mismo paso a fundamentar esta posición:… ...Como es de público conocimiento: entre los ex combatientes argentinos de la guerra de Malvinas, hay un número de muertos por suicidio, mayor al número de muertos entre ellos por el enemigo, en el curso de dicha guerra, y no sólo eso, sino que además, hay un número muy alto de suicidios entre sus hijos… En una lectura superficial, sin perspectiva antipsiquiátrica y con una perspectiva contraria, que es la psiquiátrica y la psicológica (y tal lectura es la oficial), tales suicidios ocurrieron por causa del estrés postraumático que, por heredarse transgeneracionalmente, alcanza también a las familias de los afectados, pero tras yo analizar una multiplicidad de estos casos al azar, les puedo asegurar que, por todos estos suicidios haberse dado en el semestre posterior al inicio de tratamientos psiquiátricos, la causa de los mismos está en dichos tratamientos. Es decir, los suicidios se dieron por el empeoramiento del estado físico y psíquico provocado por los psicofármacos que estas personas consumieron por prescripción médica y en muchos casos, hasta de manera forzada, ya que, como ya expresé, el estado, por su supuesto bien, le impone a las personas, tratamientos psiquiátricos que producen un malestar tan insoportable, que las lleva a querer quitarse la vida con el objetivo de no sufrir más; otras personas psiquiatrizadas se suicidan porque abruptamente dejan de tomar psicodrogas al advertir que lo único que les hacen, es daño, y como desarrollaron adicción a las mismas, se encuentran con un síndrome de abstinencia que les provoca un sufrimiento tremendo, que las hace desear morirse, y otras  personas psiquiatrizadas que también advierten que por culpa de los fármacos se sienten cada vez peor, y por ese motivo, pretenden dejar de tomarlos, se encuentran con la oposición total a eso por parte de su entorno familiar que ciegamente cree en la validez absoluta de la palabra del supuesto profesional de la salud que dispuso el tratamiento (el psiquiatra), e incluso, con la imposibilidad legal de dejarlos por haber una orden judicial que los condenó a la drogadicción; cuando esto último se da, para escapar a la tortura psiquiátrica, hay solamente dos cosas posibles por hacer: una es la de irse para siempre del lugar en que se resida y romper todo lazo con amigos, familiares y conocidos (ya que de no hacerse esto, los mismos pueden llegar a entregarlo a uno a los torturadores), y otra es la de suicidarse.

   Y tras hacer una nueva pausa de algunos segundos, la abogada continuó con su alegato.

   -Por estar la psiquiatría investida de facultades parajudiciales otorgadas por el estado y, por ser entonces, el estado, CULPABLE del accionar arbitrario e ilegal que la misma desarrolla que, por estar conformado por privaciones de la libertad SIN DEBIDOS PROCESOS PREVIOS a personas que en la gran mayoría de los casos no han cometido delitos ni han sido siquiera acusadas de haberlos cometido, y por TORTURAS, ya que la drogadicción y las descargas eléctricas a la cabeza, cuando les son aplicadas a alguien contra su voluntad, constituyen TORTURAS, sumado al hecho de que estas prácticas represivas se han diseñado para ser aplicadas de modo SISTEMÁTICO y GENERALIZADO contra un colectivo civil que, en consideración de las autoridades de turno, esté “enfermo”, aunque, como ya expresé, sus integrantes no hayan cometido delitos ni se hayan presentado pruebas médicas de sus supuestas enfermedades, es que puede con todo fundamento decirse, que la psiquiatría es un instrumento que el estado utiliza para hacer pasar por tratamiento médico a lo que no es otra cosa que una acción punitiva y arbitraria contra las personas, y cuando el estado se organiza para atacar a un colectivo humano civil de modo programado, sistematizado y generalizado, está incurriendo ni más ni menos que en DELITOS DE LESA HUMANIDAD. Por todo esto es que, sin exagerar, los tratamientos psiquiátricos constituyen delitos contra la humanidad en su conjunto, y como tales deben ser clasificados, así como también, juzgados y condenados, sus perpetradores.

   A todo esto, la represora matriculada, Soledad Aguzzina, evidenciaba una gran hipocresía con su mirada de inocencia y desconcierto ante aquello que escuchaba, y un gran nerviosismo y ansiedad, con el temblor de sus manos y labios, lo cual a su vez daba cuenta del consumo de benzodiacepinas y antipsicóticos en que había incurrido, ya que más que por la situación en curso, su nerviosismo y ansiedad, así como los síntomas parkinsonianos que estaba sufriendo, se debían justamente a los venenos por ella consumidos que, no obstante ella misma estar padeciendo sus efectos, seguiría defendiendo y justificando en su suministro a las personas (incluso de modo coercitivo), hasta el final, así como la mayoría de los militares perpetradores de genocidios, defiende y justifica hasta el final, a su accionar indefendible e injustificable.

   Tras una nueva pausa de varios segundos, la doctora Victoria Sáez Carrera, se dispuso a iniciar la parte final de su alegato, alegato que, por motivos de espacio, en este texto no se presenta en su totalidad.

   -La aceptación de la validez de la psiquiatría, nos genera un problema moral, tremendo, ya que la misma es parte de un aparato disciplinario y represor, basado en la idea absurda, aceptada por los derechistas (y no sólo por ellos), según la cual, quien se porta “mal”, puede ser llevado a portarse "bien", por medio de la “mano dura”, y en realidad, todo demuestra que uno aprende a tratar a los demás, en gran medida a partir de cómo es tratado, por lo cual, quien es tratado mal, tiene muchas más posibilidades de tratar mal a otros, que si es tratado bien, por consiguiente, la “mano dura”, lejos de mejorar la conducta de alguien, la empeora. No obstante la enorme cantidad de evidencia que prueba esto, basta con que aparezca un caso policial famoso, para que la "mano dura" de los psiquiatras, sea legitimada y hasta reclamada por la población, ya que tras el mismo, los psiquiatras son siempre entrevistados en todos los medios y dan su versión de por qué tal hecho violento, se dio, y por qué podría haberse evitado de haber habido una intervención psiquiátrica a tiempo (en esta versión justificadora de su tratamiento constitutivo de “mano dura”, la mayoría de la gente, inentendiblemente creerá), ya que según la visión psiquiátrica, absolutamente todo mal individual y social, procede de la falta de psiquiatrización, ya que la misma (supuestamente) anula toda tendencia humana negativa;... El nerviosismo es, según los psiquiatras, tratable de modo efectivo con medicación psiquiátrica, como así también, la tristeza, el enojo, la ira, la angustia, la frustración, la agresividad, la timidez, la falta de autoestima, etc., etc., etc., por lo cual, según el criterio de los psiquiatras, si el 100 por ciento de la población mundial estuviera bajo tratamiento psiquiátrico, el mundo sería perfecto, ya que la gente viviría sin nunca ponerse nerviosa, sin nunca deprimirse, sin nunca enojarse, sin nunca ponerse irascible, sin nunca angustiarse, sin nunca frustrarse, sin nunca violentarse, sin nunca inhibirse, sin nunca sentirse mal consigo misma y sin tampoco ponerse nunca demasiado contenta, porque eso constituiría una euforia que también es, según la psiquiatría, algo patológico, y la salud, según la psiquiatría, es el equilibrio absoluto, cuando en realidad, la inestabilidad emocional, conductual e ideológica, es parte de la condición humana que, como tal, necesariamente se da EN TODO SER HUMANO VIVO Y SANO, y no estoy exagerando en absoluto en el cuadro que presento del criterio psiquiátrico, dado que literalmente, ante el malestar en las personas de la especie que sea, el psiquiatra SIEMPRE cree que su intervención es necesaria, imprescindible y benéfica, y la realidad es que NUNCA lo es; la intervención psiquiátrica es SIEMPRE innecesaria, SIEMPRE prescindible y SIEMPRE CRIMINAL, y muy rara vez, este accionar psiquiátrico, cuya intención es la de automatizar, robotizar y, en una palabra: DESHUMANIZAR a las personas, es castigado, y esta falta de castigo constituye una ENORME INJUSTICIA… En conclusión, señores jueces: les pido que la doctora Soledad Aguzzina, sea condenada a la pena máxima por haber incurrido en la comisión de DELITOS DE LESA HUMANIDAD.


… … ...


   En el curso del juicio, declararon casi 50 testigos; entre ellos estuvieron familiares y amigos de la víctima fatal de la psiquiatría ya mencionada (el ex combatiente Rafael Palau), como así también, otros ex combatientes víctimas sobrevivientes de dicha disciplina y de la acusada, médicos clínicos críticos de la psiquiatría, psicólogos también críticos de ella y hasta psiquiatras, que aun siendo defensores de la visión oficial de su profesión, hablaron en contra del accionar de la doctora Aguzzina, atribuyéndole todo tipo de faltas en su desempeño profesional, constitutivas de mala praxis, con la clara intención de salvaguardar la integridad de la psiquiatría, lo cual derivó en una enemistad con otros colegas de la psiquiatra que declararon a favor de ella, ya que con eso, defendían a su propio accionar; no obstante la defensa realizada por varios de sus colegas, por su abogado y por ella misma (al autodefenderse se limitó a decir de múltiples maneras que: "no había hecho nada malo" y que, por el contrario, había siempre trabajado en favor de la salud de los "pacientes"), la psiquiatra acusada fue condenada a cadena perpetua por haber incurrido en una actividad constitutiva de delitos de lesa humanidad.

   Esta condena, única en el mundo hasta ese momento (*), se dio (o se dará, mejor dicho) allá por mediados del año 2031; la misma fue un paso más en el camino conducente a la abolición total de la psiquiatría coercitiva.




(*) El psiquiatra Togliavita ya había sido condenado pero por delitos comunes, no de lesa humanidad.

martes, 7 de febrero de 2023

En un futuro cercano (cuento) - Martín Rabezzana

 -Palabras: 2.791-
   
   Un psiquiatra llamado Ricardo Togliavita, fue citado a indagatoria en un juzgado de la provincia de Buenos Aires hacia fines de la década del 2020, tras ser imputado por privación ilegítima de la libertad, imposición de tormentos e instigación al suicidio en perjuicio de uno de sus “pacientes” cuyo nombre era Luciano Lamacchia; tras serle informado por el juez cuáles eran los hechos por los cuales había sido imputado, cuáles eran las evidencias en su contra presentadas por el fiscal, e informarle que tenía derecho a declarar y, que de no hacer uso del mismo, cosa tal no podía constituir una prueba en su contra, el imputado, asumiendo que la impunidad para él y sus cómplices de control social y represión, sería eterna (de ahí que estuviera seguro de que para él, sobrevendría el sobreseimiento), hizo uso de su derecho a declarar; durante la declaración, como se esperaba, dijo que todo lo que había hecho, lo había hecho conforme a lo reglamentado médicamente y que por eso, todo su accionar profesional era legal y científico, por lo cual, estaba totalmente tranquilo, resultando esto en que aceptara contestar preguntas.
   El fiscal Juan Martín Candioti buscaba demostrar que el accionar de TODOS los psiquiatras constituye “mala praxis”, pero no porque actúen con negligencia en el sentido de no hacerlo de acuerdo con las normas vigentes en psiquiatría, sino porque, según su criterio, el ejercicio de la psiquiatría misma constituye una negligencia médica por ella carecer de las evidencias probatorias en cuanto a la condición patológica de las personas a las que trata, que deben necesariamente presentar los médicos de otras disciplinas, antes de declarar a un paciente: “enfermo” y prescribirle medicamentos, de ahí que pretendiera demostrar que una buena praxis psiquiátrica, es una mala praxis médica. Buscaba además demostrar que el tratamiento psiquiátrico es un medio para violar derechos humanos básicos, dado que a través de la psiquiatría se autorizan privaciones forzadas de la libertad contra las personas, imposición de drogadicción y hasta en algunos casos, de electroshocks, constituyendo estas últimas cosas mencionadas, torturas que, por supuesto, no están permitidas en su infligimiento a NADIE bajo NINGUNA circunstancia, sin embargo, todo esto se le hace a las personas a través de la psiquiatría sin necesidad de que hayan cometido delitos y sin un debido proceso previo, de ahí el interés del fiscal en que el estatus legal del accionar psiquiátrico sea revisado ya que, según su criterio, el mismo infringe varias leyes, resultando esto en que los psiquiatras que actúen o hayan actuado de modo coercitivo con cualquier persona a la que en el ejercicio de su oficio, hayan tratado, ameriten ser llevados a juicio sin que para que se logre cosa tal, haga falta cambiar la legislación, dado que basta con aplicar la que ya está vigente para que, por su accionar, penas privativas de la libertad, le sean a los psiquiatras, aplicadas.
   El fiscal Candioti le preguntó al psiquiatra Togliavita lo siguiente:
   -¿Por qué motivo dispuso que a Luciano Lamacchia se le impusiera psicodrogadicción y reclusión en un manicomio?
   A lo que el psiquiatra respondió:
   -El paciente tenía tendencias agresivas y autolesivas, en estos casos, el tratamiento psiquiátrico se hace indispensable para disminuir la posibilidad de incidencia del enfermo tanto en la agresión a otros, como en la agresión a sí mismo.
   El abogado rápidamente dijo:
   -Por lo que me informaron familiares y amigos de la víctima, a mí no me consta que así haya sido previo al tratamiento psiquiátrico que le fue impuesto, pero sí con posterioridad al mismo, pero supongamos que usted tiene razón y que su intervención se dio en el marco de una conducta agresiva hacia otros y hacia sí mismo, de Luciano: ¿usted considera sensato que a alguien que tiene tendencias agresivas o autolesivas, se le suministren substancias que aumentan la agresividad y las tendencias autolesivas?
   -No fue eso lo que hice.
   -En realidad, fue exactamente eso lo que hizo, dado que el tratamiento psiquiátrico se basa en el suministro de drogas que, según sus mismos prospectos, aumentan la agresividad y las tendencias autolesivas, y hasta en prácticas aún más aberrantes como el infligimiento de descargas eléctricas a la cabeza.
   -La terapia electroconvulsiva no fue aplicada en su caso, y de hecho, lo es cada vez menos por la mayor eficacia y menores efectos adversos que los psicofármacos, tienen, producto del avance de la ciencia.
   -Sin embargo, a pesar de esos supuestos avances que llevan a que los fármacos que ustedes prescriben sean, según su criterio, cada vez más efectivos y seguros, como ya dije, los mismos prospectos de TODOS los psicofármacos en los que se basa su supuesta terapia médica, admiten que su toma aumenta la agresividad y las tendencias autolesivas que muchas veces resultan en actos agresivos y suicidas en quienes los consumen, pero cuando un acto agresivo o suicida realizado por alguien tratado psiquiátricamente, tiene lugar, los psiquiatras que se los han suministrado, se desentienden de toda culpa y responsabilidad, y aducen que dichas substancias tóxicas, fueron por ellos suministradas con el fin de ayudar a sus “pacientes”… ¿Podría aclarar por qué, sabiendo que la posible comisión de un acto violento contra otros o contra sí misma, en una persona es más factible de ella estar drogada con psicofármacos que de no estarlo, usted considera válido al tratamiento psicofarmacológico?
   Entonces la abogada del psiquiatra consideró intervenir, pero éste último, con una seña le pidió que no lo hiciera y pasó a responder.
   -Cuando los psicofármacos son suministrados por un profesional de la psiquiatría, ocurre todo lo contrario a lo que usted expuso, es decir, en tales casos la gente mejora su conducta y su estado anímico general, pero por supuesto que considero que son en extremo peligrosos cuando las personas, sin supervisión médica, los consumen.
   -Pero su “paciente”, como usted lo ha llamado, se suicidó en el curso de un tratamiento infligido por usted, y nada lleva a concluir que se haya automedicado, sino que consumió psicofármacos bajo su supervisión.
   -Mi paciente se suicidó producto del trastorno depresivo mayor que padecía, trastorno que el tratamiento, a pesar de lo efectivo que es, no pudo contrarrestar.
   -Y si es tan “efectivo”, ¿por qué no pudo contrarrestarlo?
   A esto último, el torturador no pudo responder, por lo cual, tras algunos segundos, el doctor Candioti dijo:
   -Debido a la ausencia de respuesta del imputado, creo conveniente reformular la pregunta: el trastorno depresivo mayor, que su víctima padecía, ¿puede ser que haya sido causado por las drogas psiquiátricas que usted le prescribió?
   -No. Los psicofármacos ayudan a las personas a mejorar su salud mental, pero hay casos cuya gravedad hacen poco útil a toda ayuda médica, no significando esto que la misma no sea válida.
   -Sin embargo, como ya expresé, los daños en la salud física y anímica causados por el consumo prescrito de psicofármacos, aun en las dosis más bajas (admitidos por los laboratorios productores en los prospectos de sus “medicamentos”), son innumerables, de ahí que lo único lógico por concluir, es que quien es sometido a un tratamiento basado en su consumo, sólo puede malograr a su salud general de la misma ser buena, y empeorarla, de la misma ser mala, A pesar de esto, usted considera que “ayudó” a la persona a cuyo suicidio, ha contribuido.
   Entonces Analía Ferrara, abogada del represor, dijo:
   -Señor juez, me opongo a que las preguntas del doctor Candioti sigan por este camino, ya que la malicia con que las formula, puede ser admisible, pero sólo en el contexto de un alegato, y estamos en la etapa de la declaración indagatoria.
   Entonces el juez le pidió al fiscal, lo siguiente:
   -Doctor: trate de formular las preguntas de la manera más neutra posible.
   -Muy bien; trataré de hacerlo así -y dirigiéndose nuevamente al psiquiatra, dijo: -¿Usted considera válido el derecho a no sufrir torturas, reconocido por la legislación internacional?
   -Por supuesto que sí.
   -Entonces ¿por qué ha elegido una carrera que implica una violación sistemática del mismo? Ya que es innegable que someter a las personas a la drogadicción y a descargas eléctricas, es TORTURAR.
   La defensora del psiquiatra volvió a intervenir.
   -Señor juez, me vuelvo a oponer, ya que más que una pregunta tendiente a esclarecer algo, lo preguntado por el doctor Candioti constituye una descalificación personal.
   El juez dijo:
   -Voy a hacer lugar a lo manifestado por la defensa, así que le pido, doctor Candioti, que reformule la pregunta.
   El fiscal asintió con la cabeza.
   -Está bien; reformulo la pregunta: ¿por qué considera usted que forzar a alguien a la drogadicción, no constituye tortura?
   Entonces la abogada defensora intervino nuevamente al decir:
   -Señor juez, me vuelvo a oponer a la pregunta por el motivo ya expuesto.
   El juez dijo:
   -Doctor Candioti: le insisto con que reformule su pregunta para que sea lo más neutra posible.
   -Muy bien; le pregunto al imputado... ¿usted piensa que la destrucción sistematizada de la integridad física y psíquica de una persona, constituye tratamiento médico?
   La defensora Ferrara volvió a protestar.
   -Señor juez, ¡me vuelvo a oponer a la pregunta por ser totalmente agraviante!
   El juez negó con la cabeza y dijo:
   -No voy a hacer lugar esta vez a lo manifestado por la defensa, por lo que le pido al imputado que responda a la pregunta si así lo desea, dado que, como ya le expliqué, usted tiene en esta instancia, derecho a no declarar.
   Entonces el psiquiatra, tras expresar que quería seguir respondiendo, dijo:
   -Yo no considero que la inducción forzada al tratamiento médico constituya una destrucción de la integridad física ni psíquica de nadie, así lo pueden ver solamente aquellos que, por falta de conciencia de su estado patológico, creen que se los está atacando cuando en realidad, se los está ayudando.
   -O sea que, según usted, yo, y no sólo yo, sino CUALQUIERA que considere que a través de la psiquiatría se destruye la salud de las personas, basándose en el conocimiento de los gravísimos efectos de los psicofármacos admitidos por sus propios laboratorios productores, y además, que considere que a través de ella se valida indebidamente la suspensión de derechos básicos que sólo pueden serle suspendidos legítimamente a las personas tras haber cometido delitos y haber sido los mismos, probados en el curso de un debido proceso, ¡es alguien falto de conciencia de su “estado patológico”!... Es decir, cualquiera que desacredite o cuestione a la psiquiatría es, según usted, un “enfermo mental”, ¿o no es así?
   -No digo que sea necesariamente así, ya que también puede deberse tal consideración, a la falta de conocimiento en la materia.
   -Sin embargo, yo y otros colegas que trabajamos en la defensa de personas cuyos derechos básicos fueron vulnerados por el estado por intermedio de la psiquiatría, estudiamos el tema desde hace años, lo cual, no hace lógico que se nos considere desconocedores del mismo, no obstante, usted nos considera ignorantes.
   -Lo que ocurre es que, por bien que usted se haya informado, es doctor en leyes, no en medicina con especialización en psiquiatría, de ahí que carezca del conocimiento que se requiere para entender del todo a la práctica que desacredita.
   -¿Y cómo explica entonces que la antipsiquiatría provenga de psiquiatras?… ¿Puede usted acusarlos a ellos, de ser también, ignorantes en la materia?
   -Bueno… en tales casos, yo pienso que intereses oscuros los han llevado a oponerse a un sistema que en realidad, ellos mismos consideraban válido.
   -Es decir, para usted, SIEMPRE que alguien manifiesta descreimiento en la psiquiatría, lo hace porque es un ignorante, un loco, o porque le han pagado para hacer eso.
   Y mientras sonreía con suficiencia, el psiquiatra respondió:
   -Básicamente, sí.
   -Entonces no hay lugar alguno para críticas en su disciplina.
   -Por supuesto que sí lo hay, pero las mismas deben proceder de personas capaces de entender el proceso médico que a través de la psiquiatría, se desarrolla.
   -Pero ya le acabo de decir, y usted no lo desmintió, ¡que la misma antipsiquiatría viene de psiquiatras! Sin embargo, lo que ellos han expresado, en ninguna medida usted lo considera válido porque sólo una opinión coincidente con la oficial, que es la suya, puede serlo.
   Entonces la defensora volvió a protestar.
   -Señor juez, me vuelvo a oponer a que el doctor Candioti siga expresándose del modo en que lo hace.
   Entonces el juez dudó durante varios segundos respecto a qué hacer, debido a su inexperiencia en el tema presentado por el fiscal, y finalmente dijo:
   -Doctor Candioti: le informo que las preguntas realizadas por un fiscal a un imputado, pueden ser anuladas de ser agraviantes, así que le advierto lo siguiente: si formula una pregunta más que sea de ese tenor, daré inmediatamente por finalizada su participación en esta indagatoria.
   El fiscal asintió con la cabeza y después, con tono displicente, dirigiéndose al psiquiatra, dijo:
   -Usted expresó que todo su accionar ha sido científico, con lo cual no estoy de acuerdo dado que la psiquiatría no cumple con lo requerido por las demás ciencias médicas para ser considerada una forma válida de medicina ni de ciencia, pero supongamos que lo es; a este respecto digo que las ciencias le han permitido al ser humano ser destructivo a una escala sin precedentes en la historia; tengamos en cuenta cosas como las investigaciones en energía nuclear que han posibilitado crear armas terriblemente mortíferas; si aceptamos que cosas así, son malas, es en extremo absurdo asumir que lo científico es necesariamente bueno y que por eso, lo que se oponga a una ciencia, es necesariamente malo, ya que el carácter positivo o negativo de una disciplina, es totalmente independiente de su condición científica, y si tras analizar a una disciplina científica determinada, concluimos que tiene consecuencias positivas, hay que apoyarla, pero si concluimos que las mismas son negativas, hay que oponerse a ella, y esto NO LO PUEDE HACER alguien que tiene a lo científico por sagrado, ya que para alguien así, “ciencia” es sinónimo de “bondad”, y por eso cualquiera que presente una crítica a cualquier cosa denominada “científica”, sea para él, necesariamente herético y malo, ahora bien, ocurre que las consecuencias de la psiquiatría son...
   Entonces el juez interrumpió al fiscal diciendo:
   -Doctor Candioti, como ya lo hizo notar la defensa, no estamos en la etapa de alegatos, así que le pido que le formule la pregunta al imputado del modo más directo posible.
   -Está bien -y tras tomar aire profundamente, el fiscal dijo: -Doctor Togliavita: ¿tiene usted algún tipo de remordimiento por haber inducido a Luciano Lamacchia al suicidio?
   Entonces la defensora Ferrara, dijo:
   -¡Señor juez, no se puede permitir que…!
   Y el juez la interrumpió a ella al decir:
   -Está bien doctora Ferrara, no hace falta que fundamente la protesta, ya que le advertí al fiscal que ante otra pregunta maliciosa de su parte, daría por finalizada su participación en esta indagatoria, así que doctor, no le permito realizar más preguntas al imputado -y tras algunos segundos, el juez dijo: -Salvo que el imputado o la defensa quieran expresar algo más, daré por terminada la declaración indagatoria.
   El imputado dijo que nada más tenía para decir y así también lo manifestó su defensora, entonces el fiscal Candioti, dirigiéndose al juez, dijo:
   -Señor juez, solamente me queda por decirle a usted, que la ausencia total de remordimiento en el doctor Togliavita, aun sabiéndose culpable de la muerte de un ser humano, lo hace digno de la calificación de: psicópata, y de ahí que haya motivos de sobra para considerarlo capaz de instigar al suicidio a una persona y de ser privador ilegítimo de la libertad e impositor de torturas, y es por esta razón que espero que usted se digne dictar su procesamiento; nada más; buenos días a todos.
   Así concluyó la indagatoria al represor matriculado: Ricardo Togliavita.

… … ...

   Una vez fuera de la sala en que se desarrolló la declaración indagatoria al psiquiatra, en un pasillo del recinto judicial, se encontraba el fiscal Candioti tomando tranquilamente un vaso de agua, entonces apareció Ricardo Togliavita, caminando rápido y claramente alterado, en dirección a la salida; al pasar al lado de Candioti, lo miró de reojo y, en voz muy baja pero audible, le dijo:
   -Hijo de puta.
   Ante lo cual, Candioti sonrió con gran satisfacción, y mientras lo miraba alejarse, también en voz baja, le dijo:
   -Te juro que te voy a meter en cana, ¡torturador de mierda!

… … … 

   Unos diez días después, el juez dictó el procesamiento del psiquiatra Ricardo Togliavita, sentando así, un precedente judicial que le abriría la puerta a nuevas imputaciones y a más dictados de procesamientos contra psiquiatras, que resultarían habitualmente en condenas, como así también, contra sus acérrimos sirvientes y partícipes necesarios: los psicólogos, los asistentes sociales y algunos otros.
   Así se inició el cambio.

miércoles, 25 de enero de 2023

Dos mil veces '70s (cuento) - Martín Rabezzana

(Nota del 5 de febrero de 2023: le cambié el título 
a este cuento porque se me ocurrió otro mejor).
-Palabras: 2.815-

Dedicado a todos los invocadores de represión.

   A principios de los años 2000, en el colegio Normal de Quilmes, los alumnos de quinto año le solicitaron a las autoridades escolares que en ocasión de cumplirse un nuevo aniversario del golpe de estado ocurrido el 24 de marzo de 1976, se invitara a cierta mujer cuyo nombre era Patricia, que habitualmente exponía sus conocimientos sobre el periodo de los setenta en diversos ámbitos, para que diera ante ellos, una charla; los padres de Patricia habían sido secuestrados por el estado el mismo año del golpe, cuando ella tenía apenas dos años; durante la irrupción de los militares en su casa, situada muy cerca del colegio, en la calle Pringles casi esquina Alsina, ella estuvo presente y se salvó de ser robada gracias a la valiente intervención de un vecino que en medio del operativo ilegal, se acercó a la casa, dijo ser familiar de ella y dijo también que con él podía quedarse; así ocurrió hasta que el vecino logró contactar a sus abuelos y fue con ellos que Patricia se crió, ya que sus padres nunca aparecieron.
   La charla sobre el periodo de los setenta, se daría en el horario de la clase de historia que estaba a cargo del profesor Gentile; dicho docente, haciéndole honor a su apellido facho, se había manifestado en contra de que la charla tuviera lugar, aduciendo que no formaba parte del programa de enseñanza, cuando la realidad era que él no veía con buenos ojos a nadie que expusiera lo injusto de la represión del gobierno de facto porque, lejos de condenarla, la reivindicaba; las autoridades del colegio, en un primer momento le dieron la razón y le comunicaron a los alumnos que su pedido no sería complacido, pero tras una sentada realizada en los alrededores del establecimiento, de la que participaron estudiantes de todos los años, en la cual se reclamaba la presencia de Patricia en calidad de invitada, las autoridades cedieron, y fue así que dicha sobreviviente del genocidio, pudo finalmente una mañana, exponer sus conocimientos y experiencia personal, frente al alumnado. 
   Después de explicar que para entender cómo se había llegado a la represión del gobierno militar del ‘76, es imprescindible tener conocimientos sobre la situación política y social del país en los años previos, dirigiéndose a los estudiantes, tras decir que los jóvenes de fines de los ‘60 y principios de los ‘70, tenían el objetivo de crear una sociedad más justa, Patricia dijo:
   -Actualmente casi todos consideran inaceptable que se valide a la lucha armada como medio para alcanzar objetivos políticos, ya que aun siendo las personas reprimidas por los guerrilleros de los ‘60 y ‘70, mayoritariamente miembros de las fuerzas represoras del estado, eran poseedoras de derechos humanos inalienables cuya vulneración, no debe tolerarse en ningún caso, sin embargo, la aprobación de la lucha armada en los años de la dictadura autodenominada: “Revolución Argentina” (1966-1973), fue muy grande y procedió mayormente de personas que no estaban radicalizadas en lo que hace a la concepción de la política; ¿cómo fue esto posible?… La cuestión es muy compleja, pero voy a tratar de explicarla: a la hora de entender el por qué del respaldo popular que a principios de los años 1970, los grupos guerrilleros tenían entre los argentinos, hay que destacar que los mismos, en los primeros años no perpetraron muchos hechos de sangre; si bien Montoneros ganó vertiginosamente fama y prestigio por el supuesto asesinato del ex dictador Aramburu (y digo “supuesto” porque yo creo en una versión no oficial que dice que se murió producto del miedo, tras ser secuestrado por ellos y que después, al cuerpo lo balearon y fingieron así, haberlo matado), los hechos en que generalmente incurrían las más de 50 organizaciones guerrilleras de izquierda entonces existentes, consistían mayormente en tomas de comisarías y cuarteles militares, robo en los mismos, de armamento, y secuestros extorsivos de empresarios de grandes corporaciones económicas que, como (casi) siempre ocurre en estos casos, eran responsables de la explotación sistematizada de sus trabajadores y de la represión física de ellos, por intermedio de las “fuerzas del orden”, que a su (casi) total servicio, están, sobretodo cuando los mismos pedían mejores condiciones laborales; en estos hechos que en ese entonces eran habituales, los partisanos rara vez malherían o mataban a alguien; esas grandes humillaciones infligidas a las fuerzas represivas legales y al empresariado, que a dichas fuerzas le mueve los hilos, cuando no implicaban la muerte de nadie, eran bien vistas por la población general, ya que tanto de los militares, como de los miembros de las “fuerzas de seguridad" y del gran empresariado, la mayoría se sentía víctima, y a diferencia de lo que los derechistas sostienen, como ya expuse, dichos hechos violentos pero no sangrientos, constituyeron el grueso de las acciones armadas de las organizaciones guerrilleras, allá por fines de los años ‘60 y principios de los ‘70; dichos hechos desestabilizaron de tal forma al gobierno de facto, que en pos de que los guerrilleros se calmaran, los militares aceptaron dejar el poder y habilitar las elecciones, que era justamente (junto con que dejaran a Perón, cuyo regreso estaba prohibido, volver al país) lo que principalmente reclamaban las organizaciones de la izquierda peronista que constituían mayoría entre todas las organizaciones armadas irregulares existentes;… El regreso de la democracia representativa ocurrió en el año 1973; si los guerrilleros hubieran dejado las armas en ese momento, habrían quedado como “héroes” poco cuestionados, que le devolvieron a la población, la democracia representativa, pero fue que, lejos de hacer eso, hubo una mayoría que continuó con la lucha armada; lógicamente, el principal grupo guerrillero marxista, que era el ERP, no le debía obediencia a Perón, de ahí que se esperara que siguiera con lo que sus miembros llamaban: “guerra revolucionaria”, pero de los grupos autodenominados peronistas, sí se esperaba obediencia a Perón, lo cual implicaba deponer las armas tras la llegada al poder de un candidato peronista, pero no lo hicieron; la dirigencia de Montoneros, durante el periodo del presidente Cámpora (delegado de Perón), se limitó a suspender sus acciones armadas pero aclarando que lo haría sólo temporalmente porque, según su líder, Mario Firmenich: “El poder político brota de la boca de un fusil”, fue entonces que Perón, que les había encomendado abrir los “frentes de masas” para que incursionaran en el ámbito de la ayuda social y salieran así, de la lucha armada, al ver que no se dejaban por él, manejar, decidió reprimirlos; esa represión no fue única ni mayormente de guerrilleros, sino también de militantes de los mencionados frentes, que hasta el momento, en su mayoría no tenían participación en la lucha armada ni tampoco necesariamente, la aprobaban (de todas formas, la mayoría seguiría sin tenerla), pero fue que cuando empezaron a ser reprimidos a gran escala por la Triple A (organización de sicarios que, pese a la negación -incomprensible a esta altura- de muchos peronistas de izquierda, fue obra de Perón), se vieron en la necesidad de sobrevivir, y cuando hay grupos armados que a uno lo persiguen para matarlo, la posible supervivencia implica irse del país, o meterse en otro grupo armado que pueda llegar a enfrentarlos; quienes se quedaron, en muchos casos hicieron esto último, fue así que el número de Montoneros combatientes (que en 1973 era apenas de alrededor de 13), se incrementó drásticamente en los años posteriores hasta alcanzar un número aproximado de 1.500 (sin contar a los que eran parte de su aparato de inteligencia, de prensa ni de militancia social; incluyendo a estos últimos, el número aproximado de Montoneros en el año 1975, era de 4.500), sin que esto signifique que hubiera adhesión a su proyecto político por parte de todos sus nuevos miembros, sino que, como ya expresé, lo que había detrás de la toma de las armas en la mayoría de ellos, eran ganas de sobrevivir ante el acecho de las patotas de sicarios organizadas por López Rega y validada por Juan Domingo Perón;… A partir del asesinato del líder de la “burocracia sindical”, José Ignacio Rucci (que, a pesar de que se le haya atribuido a Montoneros, el que ellos mismos no lo hayan reconocido en su momento, sino mucho tiempo después, para mí prueba que no fue obra de ellos), los hechos de sangre de dicha organización (con la cual se fusionaron casi todas las demás organizaciones armadas de la izquierda peronista), así como también los del ERP (organización con la cual se fusionaron casi todas las demás organizaciones armadas marxistas), se incrementaron exponencialmente y dejaron de discriminar demasiado entre represores y civiles no represores, a la hora de combatir al estado; fue entonces que las organizaciones guerrilleras entraron en una etapa cruenta y siniestra que puede sensatamente denominarse: “terrorista”, a diferencia de la anterior, que para mí, más que como “terrorista”, es clasificable como: “guerrillera”; en este nuevo periodo que tan trágico fue para los guerrilleros, por obra de la represión estatal y de sus propias acciones, los mismos NO TUVIERON MÁS RESPALDO POPULAR, sin embargo, siguieron creciendo en número porque, como ya dije, la represión estatal era tan tremenda y tan amplia, que no hacía falta ser guerrillero para ser por el estado, reprimido, ya que bastaba con haber participado de la organización, en el ámbito laboral, de reclamos de mejores condiciones de trabajo, o en el escolar, a través de centros de estudiantes, del reclamo de mejores condiciones edilicias, o haberse acercado alguna vez a una unidad básica para ofrecerse a realizar tareas, que finalmente eran para muchos, las de juntar ropa y alimentos para donarle a los pobres, pintar consignas en las paredes, repartir panfletos o simplemente, con ser amigo o conocido de alguien que fuera militante de izquierda, para que las autoridades consideraran a una persona: “subversiva/guerrillera/terrorista”; la aplicación de esos títulos a una persona por parte de las autoridades, equivalía a una sentencia de muerte, y así fue que el mismo estado empujó a muchísimos jóvenes que previamente no habían siquiera considerado armarse, a tomar las armas en un intento de sobrevivir, dado que sabían que en cualquier momento, las patotas de sicarios estatales, podrían ir a buscarlos.
   Entonces el profesor Gentile, que se había mantenido callado hasta el momento, sentado en un pupitre como un alumno más, rompió el silencio y con expresión de desprecio, le preguntó:
   -¿Así lo hicieron sus padres?
   Patricia contestó:
   -Sí; mis padres eran parte de la Juventud Peronista desde 1973, y no habían tenido participación en la lucha armada; mi mamá en un principio la apoyó, pero después, ya no; y mi papá nunca estuvo a favor de ella, pero tras saber que muchos de sus compañeros que, al igual que ellos, realizaban desinteresadamente todo tipo de ayuda social en barrios pobres, habían desaparecido, decidieron armarse con el objetivo de poder defenderse y sobrevivir, pero de nada les sirvió porque cuando los secuestraron, era medianoche, estaban durmiendo y del operativo de secuestro participaron unos 40 represores, y ésa era la regla en estos casos: decenas de militares y policías armados se organizaban para secuestrar a una o, como en este caso, a dos personas;… ¡y a innumerable cantidad de operativos de secuestro realizados con inmensa superioridad numérica y de armamento, y con bajas casi nulas para ellos, de manera absurda y falaz, los militares le llamaron: “guerra”!
   Entonces el profesor, con una sonrisa irónica, dijo:
   -Usted empezó diciendo que los jóvenes subversivos (a los que, por supuesto, no llamó así) “querían una sociedad más justa”; entre ellos, asumo que usted considera que estaban sus propios padres, pero acaba de admitir que tomaron las armas para combatir a las autoridades; ¿eso le parece justo?... Para mí, lo justo es que por hacer eso, para las personas hayan consecuencias.
   Entonces un alumno, totalmente indignado, le dijo:
   -¿Pero no escuchó lo que contó, profesor? ¡Sus padres agarraron armas cuando el genocidio perpetrado por el estado, ya estaba en marcha, por eso es que, más que para combatir a las autoridades, se armaron para defenderse de ellas!;… ¿Qué haría usted si grupos armados del estado lo vinieran a buscar? ¿No haría lo mismo?
   El profesor, tras reírse sarcásticamente, respondió:
   -Eso a mí no me podría pasar, porque yo respeto las leyes, y los militares tomaron el poder para hacerlas respetar en tiempos en que muchos, no lo hacían, por eso es que todos los argentinos tenemos que estarles agradecidos.
   Una de las estudiantes le dijo:
   -¿Y usted cree que los militares respetaron las leyes?… si así lo hubieran hecho, no habrían llegado al poder dando un golpe de estado. Tampoco habrían torturado, violado, matado, ni hecho desaparecer a nadie como sí lo hicieron ¡más de 30 mil veces!
   -¡No fueron 30 mil los desparecidos! Eso es propaganda de los organismos de derechos humanos que eran parte en ese entonces (y lo siguen siendo) del marxismo internacional que en los ‘70 quiso disolver a nuestra patria y convertirla en una provincia soviética.
   Entonces los estudiantes empezaron a abuchear al profesor mientras Patricia, con semblante triste, les pedía que hicieran silencio y que trataran de respetar a las opiniones distintas, por más equivocadas que fueran.
   Y mientras el profesor se disponía a decir una nueva pelotudez, todos notaron que de pronto se había hecho una oscuridad casi total, que hizo necesario encender la luz, entonces algunos estudiantes se acercaron a las ventanas y vieron con sorpresa, que había anochecido; también notaron que en la calle había una espesa niebla que de la nada parecía haber llegado; segundos después, vieron y escucharon a varios autos Ford Falcon frenar frente a la escuela y también vieron llegar a varios camiones del ejército; estos últimos rodeaban toda la manzana del colegio, es decir, había militares en las calles Mitre, Colón, Conesa y Sarmiento; el profesor se levantó del pupitre y dijo:
   -¿Qué pasa?
   Una de las estudiantes le respondió:
   -La calle está llena de milicos, y parece que están por entrar a la escuela.
   Entonces el profesor, tras acercarse a una de las ventanas y constatar que, efectivamente, así era, dijo:
   -No puede ser...
   Pero era.
   A los pocos segundos, Patricia y los estudiantes vieron a los militares ingresar al establecimiento escolar, y ante el sentir de irrupción inminente de los represores en el aula, la mujer dijo:
   -¡Rápido! ¡Hay que hacer una barricada con los pupitres!
   Entonces todos los alumnos pusieron los pupitres delante de la puerta, bloqueando así, el ingreso al aula, lo cual funcionó durante breves instantes; durante los mismos, una voz autoritaria había gritado:
   -¡Entreguenló y nada le va a pasar a los demás!
   Entonces el profesor, en voz muy alta, dijo:
   -Que entreguemos, ¿a quién?
   -¡Al profesor Gentile!
   Entonces el profesor, completamente aterrado, empezó lentamente a retroceder hasta que se quedó inmóvil apoyado contra una pared en total silencio; tras varios segundos durante los cuales, los militares intentaban romper la puerta bloqueada por los pupitres que los alumnos y Patricia sostenían con todas sus fuerzas, los represores pudieron finalmente irrumpir en el aula y divisar al docente, que en un rincón permanecía quieto; cuando el jefe del operativo lo vio, inmediatamente supo que era él el profesor, sin necesidad de que nadie se lo comunicara, dado que era el único adulto varón en el aula, entonces, señalándolo, le dijo a sus subordinados:
   -Es ése.
   Y por varios milicos vestidos de civil, el profesor fue sujetado y golpeado mientras Patricia y varios alumnos trataban infructuosamente de defenderlo en medio de gritos, motivo por el cual, fueron por los represores, también golpeados y apuntados con armas.
   Gentile repetidamente gritaba: “¡Es un error! ¡Yo no hice nada! ¡Ayudenmeeeeé!", mientras le ponían una capucha en la cabeza, lo insultaban y lo arrastraban en dirección al interior de uno de los Ford Falcon que rápidamente arrancó al igual que todos los vehículos militares que rodeaban la escuela.
   Tras el secuestro del profesor Gentile, los alumnos de todas las divisiones, a través de las ventanas, detrás de las cuales se habían agolpado (y algunos desde la puerta del colegio, a la que se habían acercado), vieron a los vehículos desvanecerse rápidamente tras haber arrancado, hasta desaparecer completamente en el aire, en paralelo con el aclararse de la noche, que tras pocos segundos, volvió a ser día.
   Tras todo este episodio dramático que absolutamente ninguno de los ahí presentes, entendió en sus causas ni en su naturaleza, Patricia, junto a varios alumnos, se dirigió a una comisaría en la cual, hicieron la denuncia por el secuestro del profesor Gentile. Después, ella se puso en contacto con organismos locales e internacionales de derechos humanos, les pidió que investigaran el caso, y así lo hicieron, sin embargo, nada lograron averiguar sobre el paradero del docente ni sobre la identidad de sus secuestradores.
   Hasta el día de la fecha (25 de enero de 2023), Abel Gentile permanece en calidad de desaparecido.
 

jueves, 19 de enero de 2023

Noches dentro de noches (cuento) - Martín Rabezzana

-Palabras: 2.130- 

  

   El programa de radio nocturno que Celina conducía en la radio “Alvalhaziv”, se llamaba: “Noches dentro de noches”, y se basaba en participaciones continuas de los oyentes por vía telefónica; los temas eran libres y los debates que en el mismo se suscitaban, eran intensos e interesantes, de ahí que casi desde su inicio liderara la franja horaria que va de 22:00 a 00:30 horas, los tres días de la semana que se emitía. 

   Una fría noche de julio, en el programa radial, los oyentes expresaron (entre muchas otras) las siguientes cosas:

   -...Mirá por ejemplo el caso de los cataríes: eran un pueblo sumido en la miseria extrema cuyos integrantes eran mayormente trabajadores pobres explotados por quienes tenían una posición económica buena, y cuando en su territorio se encontró petroleo, su condición económica mejoró vertiginosamente al punto que casi sin transiciones, pasaron de ser proletarios explotados a propietarios explotadores, esclavistas y hasta asesinos despiadados. Por eso es que yo no reivindico a los de arriba ni a los de abajo; los de arriba se cagan en los de abajo, y los de abajo, cuando llegan arriba, actúan igual que los que ahora están arriba, además, cuando se habla de la cuestión de las jerarquías y se demoniza o se santifica a quienes están arriba o abajo, no se tiene en cuenta lo siguiente: TODOS somos el arriba y el abajo de alguien.

   Una mujer que habitualmente salía al aire, tras haber sido llamada “soberbia” por otro oyente, dijo:

   -...Cuando acusás a alguien de ser “soberbio”, te sentís humilde, y por esa “humildad”, a la cual considerás una virtud, te sentís superior a aquel a quien acusás de ser soberbio, de ahí que con dicha acusación, llegues al mismo lugar que aquel a quien acusás de ser soberbio, pero por un camino distinto, y de ahí a su vez que no haya nadie más soberbio que aquel que vive acusando a otros de ser justamente eso, ya que es como dice esa frase que aparece en el libro: “Relatos de un peregrino ruso”: “La imagen que uno tiene de su prójimo depende de lo que uno es.”

   Otro oyente (un tal Martín Rabezzana), en respuesta a alguien que había generalizado al hablar de cómo (supuestamente) somos los argentinos, dijo:

   -...En todos los países existen personas de creencias distintas, modos de ser, distintos, modos distintos de actuar, etcétera, de ahí que eso de que los argentinos somos de determinada manera, es un absurdo total y absoluto porque la homogeneidad que evidentemente vos creés que existe entre las personas por haber nacido dentro de la misma división político-administrativa, NO EXISTE (ni puede existir) en Argentina ni en ningún país del mundo, y soy perfectamente consciente de que esto es incómodo para mucha gente, porque aceptar que en todo país hay personas de todas las tendencias, además de implicar la negación de la existencia de homogeneidad entre ellas, implica concluir que lo que llamamos “pueblo”, NO EXISTE.

   En otro momento salió al aire un oyente de una provincia lejana a la capital nacional, que habló mal de los “porteños”; tras ese llamado, varios oyentes salieron al aire respondiéndole diversas cosas; algunos le dieron la razón y resolvieron lo que comúnmente se resuelve cuando se trata esta cuestión: que el desprecio de muchos provincianos por los capitalinos nacionales, se debe al pseudofederalismo que en Argentina existe, que resulta en que haya un unitarismo favorecedor a la capital y desfavorecedor del resto del país; otro oyente salió al aire desacreditando esto; el mismo dijo:

   -...Explicar al desprecio de los provincianos por los porteños responsabilizando al centralismo político de CABA, es ridículo porque eso implica negar que el complejo de inferioridad provinciano, así como la rivalidad capitalinos-provincianos, existe en TODAS LAS ÉPOCAS y en TODOS LOS PAÍSES DEL MUNDO;... A diferencia de lo que muchos quieren creer, los fenómenos locales no existen; lo que pasa acá, pasa en todas partes, y como ya dije, esto del desprecio de los provincianos por los capitalinos (y viceversa), ya sean los de su propia provincia o los nacionales, SE DA EN TODO EL MUNDO, incluso en países verdaderamente federales, de ahí que la cuestión del desprecio entre las personas por ser de distintos países, provincias, ciudades, barrios e incluso, por ser de distintos sectores dentro del mismo barrio, constituya un problema irresoluble y sea por esto, uno de esos problemas que en la vida no están para ser resueltos, sino sobrellevados.

   Una oyente cabaense, refiriéndose a los prejuicios que personas de otras provincias tenían de ella, que habían sido expresados al aire por el oyente ya aludido, le dijo:

   -…Cuando se habla de prejuicios, se asume que uno desprecia a otro por lo que cree que el otro es, sin siquiera conocerlo, pero este no es el caso, ya que vos no me despreciás a mí, mayormente por lo que pensás que soy, basándote en mi procedencia, sino por lo que pensás que yo pienso que vos sos; es decir, tenés prejuicios sobre los prejuicios que yo, según tu criterio, tengo de vos, y nunca considerás la posibilidad de que yo pueda pensar prejuiciosamente bien de tu persona (sería un caso de prejuicios positivos; estos casos existen y se dan tanto como los negativos), o incluso (y este es mi caso y el general) que yo pueda, respecto de tu persona, carecer totalmente de preconceptos; siempre asumís que los prejuicios negativos sobre vos, existen en todos nosotros y con eso demostrás que vivís proyectando, porque ponés esa tendencia prejuiciosa y discriminatoria que está en vos, en los demás, en este caso, en los porteños, y al hacerlo, te hacés creer que la misma, en vos no está, cuando en realidad, esa tendencia discriminatoria, como ya dije, en vos existe y está muuuy desarrollada, y jamás la vas a poder controlar mientras no aceptes que en vos existe, y mientras no la controles, ella te va a seguir controlando a vos y va a sostener ese estado de angustia emocional extremo que quedó claramente evidenciado en tus expresiones.

   Estos debates, a diferencia de lo que suele ocurrir en estos casos, en el programa se daban generalmente en un marco de respeto, lo cual era mérito de la conductora, ya que solía oficiar de moderadora entre las partes y se mantenía casi siempre neutral ante las diversas opiniones que escuchaba, pero fue que en algún momento, un oyente contó un hecho negativo por él sufrido, que le produjo un malestar importante que resultó en que su entorno le aconsejara consultar a un psicólogo. Él dijo no creer en la psicoterapia pero expuso un sentir ambivalente a este respecto al decir después, que tal vez la misma, de algo podría servirle; el oyente manifestó estar dudando sobre si ir o no, a ver a un psicólogo, fue entonces que la conductora del programa, saliendo de su lugar de neutralidad acostumbrado, le dijo:

   -Te voy a decir lo que te va a pasar si seguís el consejo de tus allegados: el psicólogo, después de algunas sesiones, te va a decir que debés también consultar a un psiquiatra; el psiquiatra te va a hacer transitar un camino de drogadicción que te va a arruinar en lo físico y anímico; ante el malestar terrible que necesariamente te van a causar las pastillas que te va a recetar, se lo vas a comunicar, entonces él te va a decir que “No pasa nada”, que “esos efectos negativos son pasajeros” y que “es cuestión de pocos días para que tu cuerpo se acostumbre a los psicofármacos y empieces a experimentar un gran bienestar”; entonces vos desoirás al pedido urgente de tu organismo de que dejes de picanearlo con fármacos, y seguirás consumiéndolos, pero pasadas algunas semanas, concluirás que lo que te dijo el psiquiatra, no era cierto, ya que lejos de estar mejor, te vas a estar sintiendo cada vez peor, entonces, contra el consejo de tu “médico”, vas a dejar de consumir los psicofármacos que te prescribió, pero para ese entonces ya serás adicto a los mismos, por lo cual, al vos dejarlos, vas a tener un síndrome de abstinencia potencialmente grave que te va a generar un desarreglo general, es decir: físico, anímico y psíquico, ante el cual, alguien de tu entorno (o tal vez hasta vos mismo), va a llamar a una ambulancia; tras la misma llegar, los enfermeros te van a inyectar algo para que te calmes (lo más probable es que te duerman), te van a subir a la ambulancia y te van a conducir a un hospital; una vez en el mismo, el médico de guardia, tras escuchar el relato de los enfermeros que hayan atendido tu caso, dirá: “A este paciente hay que derivarlo a un neuropsiquiátrico”; así se hará y así será que te despertarás en un manicomio en el cual, te van a dar picana farmacológica TODOS LOS DÍAS por tiempo indeterminado; si manifestás aceptar las “bondades” del tratamiento, y por eso al mismo no te resistís, a las drogas te las van a dar por vía oral. Si expresás que te hacen mal y manifestás tu voluntad contraria a consumirlas, te van a agarrar entre varios “enfermeros”, te van a atar, y una vez vos maniatado, a las drogas te las van a inyectar; tras el periodo de cautiverio que los “profesionales de la salud mental” consideren que te corresponde, te dejarán salir del manicomio pero tu libertad será figurada, ya que quedarás bajo vigilancia, lo cual significa que habitualmente te “visitará” un psicólogo cuyo objetivo será el de informarle a su superior investido de facultades parajudiciales (o sea, un psiquiatra), si sos anuente a seguir con el “tratamiento médico”, como ellos hipócritamente lo llaman, o renuente; del psicólogo decirle al psiquiatra que sos renuente, ordenará el secuestro de tu persona y una nueva estadía en un manicomio, y todo este trato injusto, arbitrario, destructivo y antimédico, te llevará a concienciar que el mayor error de tu vida, habrá sido el de haber consultado a un psicólogo, ya que de no haberlo hecho, nada de lo recién expresado te habría pasado.

   Y tras algunos segundos de silencio, Celina le dijo al oyente:

   -Yo no soy quien para ordenarte nada, pero mi consejo para vos, es el siguiente: NO VAYAS AL PSICÓLOGO.

   Tras escuchar lo que la conductora expresó, el oyente le dijo que tal vez tuviera razón, pero que igual no sabía qué es lo que haría.

   A posteriori de lo dicho por la conductora sobre las consecuencias de la psicoterapia y la psiquiatría, el respeto que hasta ese entonces había primado en las expresiones de los oyentes participantes del programa, se quebró, y muchos (incluyendo a estudiantes de disciplinas de la “salud mental” y a personas ya diplomadas en ellas) empezaron a desacreditarla al aire con declaraciones de tipo: “Sos una ignorante”, “No sos psicóloga ni psiquiatra, así que no opinés sobre esas cosas porque ponés en peligro a la gente”; “Parecías una mina educada e inteligente, pero está claro que sos una pelotuda total”, “Sos una conspiracionista de mierda”, y más cosas así; también hubo muchas expresiones contrarias a lo que ella había dicho, que sí fueron respetuosas, y otras, coincidentes con su opinión, pero tampoco a ellas, la conductora respondió, ya que para ese entonces había vuelto a ocupar su acostumbrado lugar neutral que resultó en que se se limitara a escuchar lo que los oyentes tenían para decir, sin entrar en discusión con ellos.

   Al día siguiente, antes de que se iniciara una nueva emisión de “Noches dentro de noches”, a Celina le fue advertido por la dirección de la radio que si continuaba con el descrédito a la psicología y la psiquiatría, sería echada, entonces ella prometió no volver a referirse al tema.

   Si bien al día siguiente los temas, como siempre ocurría en el programa, fueron variados, muchos oyentes seguían llamando para desacreditar lo que la conductora había expresado sobre las consecuencias del accionar de los psicólogos y los psiquiatras, y sólo algunos pocos manifestaban tibiamente adhesión a lo expresado por ella.

   El tiempo pasó y la cuestión quedó por la audiencia, más o menos olvidada, hasta que casi un año después, otro llamado realizado por el oyente que, sin haberlo planeado, había sacado a la conductora del programa de su lugar de neutralidad, fue puesto al aire; el oyente, tras presentarse y rememorar brevemente la conversación que meses atrás había tenido al aire con la mujer, con angustia, tristeza y resignación en la voz, le dijo:

   -Celina, debo decirte que no seguí tu consejo, y ojalá lo hubiera hecho;... no te hice caso y lo lamentaré toda la vida porque… en TODO lo que dijiste que me iba a pasar si consultaba a un psicólogo, tuviste razón…