lunes, 22 de noviembre de 2021

Subvertidores del tiempo (cuento) - Martín Rabezzana

 

 
   En algún año de la década del 70 del siglo veinte, en un bar situado en el primer piso de un hotel (lugar que habían elegido por motivos de seguridad), se encontraban una mina y un varón, sentados junto a una ventana por la cual dirigían la vista casi exclusivamente a cierta dirección.
   -¡En cualquier momento! –dijo la mujer.
   -¡Hablá más bajo! –dijo el hombre.
   Tras algunos minutos en que tomaron y comieron algo, en el teatro situado frente al hotel en que la pareja se encontraba, una bomba puesta por la Triple A, explotó; ambos se conmovieron como si no hubieran sabido lo que habría de ocurrir, y si bien sí lo sabían, el impacto emocional que el hecho produjo en ellos, fue similar al que se habría producido de ellos haberlo ignorado.
   Tras dejar pasar un tiempo prudencial, se fueron del lugar y transitaron las calles en dirección a las inmediaciones de otro teatro; a los pocos minutos de ellos llegar, volvieron a ser testigos privilegiados de una explosión causada por una bomba puesta por otro de los ya mencionados comandos de la muerte de la derecha peronista.
   Pasaron varios días y la misma pareja se dirigió a otro lugar que sería también escenario de un acto de extrema crueldad perpetrado por represores asalariados por el estado; semanas después, estuvieron en los alrededores de una sala de cine en que se dio otro atentado con explosivos; semanas después, en las inmediaciones de otro lugar en que lo mismo ocurrió, y días después, en otro; la siguiente vez que se encontraron expectantes de un nuevo atentado con bombas en las cercanías de un centro cultural, un policía que sabía que tal hecho tendría lugar, por haberle sido informado por sus superiores y haberle sido por ellos ordenado no intervenir para evitarlo, le dijo a su compañero:
   -Mirá a esos dos –y le señaló a la pareja que estaba mirando desde la distancia al edificio en que ocurriría el desastre.
   -¿Qué pasa?
   -Me parece que los vi antes en las inmediaciones de un hecho.
   -Vamos a interrogarlos –dijo su compañero.
   Entonces los dos policías se acercaron a la pareja y de muy mala manera le exigieron a ambos que se identificaran; ellos les mostraron sus DNI’s (falsos, por supuesto, ya que estaban preparados para dicha eventualidad) y uno de los policías les preguntó:
   -¿Para quién trabajan?
   -Para nadie –dijo la mujer.
   -¡Vamos! ¡No me hagan perder tiempo!... Yo los vi en las inmediaciones de un hecho, y me parece recordar que también los vi en otro similar, y ahora los veo acá; casualidad no puede ser.
   -Deben ser de la inteligencia de algún grupo subversivo –dijo su compañero.
   -¡No, les juro que no! –dijo el hombre.
   -Entonces ¿quiénes son?
   El hombre miró a la mujer, después bajó la vista y resignadamente dijo:
   -Les voy a decir la verdad.
   Pero los segundos pasaron y el interrogado, nada decía, entonces uno de los policías le pegó un cachetazo y le dijo:
   -¡Hablá, subversivo de mierda!
   Entonces la mujer, con desesperación dijo:
   -¡Somos viajeros del tiempo! Habitualmente vamos a diversas épocas a presenciar hechos históricos, por eso sabemos que hoy la Triple A va a hacer estallar una bomba en el centro cultural de la otra cuadra, y aunque les parezca increíble, todo esto es verdad, y tenemos pruebas –y sacó de un bolsillo un recorte de revista del año 2021 que reproducía un artículo de un diario de los años 70 en que se hablaba del atentado que la infame Triple A, perpetraría esa noche y que aún no se había producido; se lo entregó a uno de los policías, éste leyó algunas líneas, tras algunos segundos se empezó a reír y le dijo a su compañero:
   -¡Las cosas que se inventan estos marxistas de mierda! –y tiró el recorte al piso.
   Acto seguido su compañero le dio un culatazo de fusil al hombre, el otro, una patada a la mujer que la hizo caer, y uno de ellos le hizo señas a un patrullero para que se acercara, y cuando tenían a los dos integrantes de la pareja agarrados de los pelos y listos para subirlos al auto policial, un grupo de jóvenes armados que había visto la escena, bajó de una camioneta y abrió fuego contra los policías causándole la muerte a los dos que intentaron llevarse a la pareja e hiriendo al que manejaba el patrullero, tras lo cual, la pareja se vio liberada y ambos le dijeron a los integrantes de las FAP (1):
   -¡Gracias!
   -¡Gracias!
   Y salieron corriendo mientras los guerrilleros urbanos reingresaron a la camioneta que arrancó a toda velocidad.
   Al rato llegó otro patrullero del cual bajaron dos policías; uno de ellos se acercó al cuerpo ya sin alma de uno de sus compañeros, y a su lado divisó el recorte de revista ya mencionado que inmediatamente levantó y leyó; el titular y la primera parte del artículo decían lo siguiente:
   -“Perpetrose atentado con explosivos en el Centro Cultural “… “; no se registraron muertos en el mismo, pero sí en sus inmediaciones producto de un enfrentamiento entre extremistas subversivos y la policía; hay dos efectivos policiales muertos y otro herido.”
   Entonces el policía, reparando extrañado en la fecha de la publicación que reproducía el artículo alusivo a los hechos de esa noche de un diario de los años 70, en voz baja dijo:
   -Noviembre de 2021.
   Segundos después, un estruendo hizo estremecer al centro cultural mencionado en el artículo periodístico.
 
 
(1) Fuerzas Armadas Peronistas

sábado, 13 de noviembre de 2021

Verdades reveladas (cuento) - Martín Rabezzana


   En cierta situación (“difícil”, por decir lo menos), un individuo le preguntó a otro:
   -¿Creés en la existencia del alma?
   -¿Cómo podría no creer?... No hay razonamiento lógico que lleve a descreer de ella; por ejemplo: aunque varias personas sean química y materialmente iguales, no necesariamente actúan, piensan ni sienten de igual modo ante la misma situación; es más: la misma persona, aunque sea materialmente la misma, tampoco necesariamente actúa, piensa ni siente de igual modo, de un momento a otro, ante la misma situación; ¿cómo se explica esto materialmente? No se explica, y sí se explica por el lado de que en nuestra materia hay algo incorporado que no es corpóreo, que tiene gran injerencia en nuestra forma de actuar, pensar y sentir; a ese algo incorporado no corpóreo, lo denominamos: “alma”, “espíritu”, “psique”, “mente”, “conciencia” o “energía”, y dado su carácter inmaterial, no hay por qué pensar que necesita de la materia para existir, por lo que al cumplirse el ciclo del cuerpo en que habita, la conciencia sigue existiendo pero en un plano inmaterial, y de serle, por algún motivo, imprescindible la materia para desarrollarse en algunos aspectos, al concluir el ciclo de la materia en que reside, el espíritu deberá pasar a otro cuerpo, lo cual a su vez, nos lleva a validar la creencia en la existencia de la transmigración de las almas y, casi inevitablemente, también a la de los resultados en diversas existencias, de lo que con nuestros actos, generamos.
   El tipo que había formulado la pregunta, mantenía apuntado al joven al que la misma le había sido dirigida, con un arma FAL, y había escuchado con gran atención su respuesta; el apuntado, que aparentaba estar totalmente tranquilo, mirando a los ojos a su enemigo, con un tono tan calmo y distendido como el que acababa de usar, dijo:
   -Sin un arma encima, no sos nada -y tras algunos segundos, agregó: ...y con un arma encima, sos menos que nada.
   Entonces, el represor perteneciente a la tristemente célebre CNU (1), abrió fuego contra el estudiante perteneciente a la JUP (2), pero a diferencia del convencimiento propio del rencor con que había matado en otras oportunidades, en esta última, lo invadió un terrible malestar que lo llevó a vacilar antes de perpetrar su acto; durante esas vacilaciones se le presentaron imágenes cargadas de negatividad que le confirieron un sentir que no era propio de la piedad; tampoco de la culpa ni del remordimiento; era algo nuevo, distinto y para él, totalmente incomprensible; tan incomprensible fue la causa de su malestar, como la calma que su víctima le había mostrado en los últimos momentos de vida, y así lo seguiría siendo siempre para él, por más que en la exposición de conceptos de su víctima, estuviera la explicación de los estados de ánimo de una y otra parte.


(1) Concentración Nacional Universitaria.
(2) Juventud Universitaria Peronista.

viernes, 12 de noviembre de 2021

Parresía imperdonable (cuento) - Martín Rabezzana

   
   Hacia principios de los años setenta del siglo 20, en cierto bar de los alrededores de cierta universidad de la provincia de Buenos Aires, los estudiantes debatían a diario (incluyendo fines de semana) sobre cuestiones sociales; se hablaba, por supuesto, de la lucha armada como medio de respuesta de los oprimidos a gobiernos opresores, generándose grandes diferencias de opiniones, ya que había quienes la defendían y quienes la condenaban; se hablaba de lo válido o no del personalismo en política, generando esto también grandes enfrentamientos ideológicos, ya que había quienes consideraban que buscar a una persona para que oficie de representante de valores ideales, implica no solamente aceptar entregarle la propia voluntad, volviéndose uno así, un autómata teledirigido por ella, carente de toda autonomía y humanidad, sino además, negar que los valores buscados en un determinado individuo, están en todas las personas, haciendo esto innecesario buscarlos en alguien en particular, así como también había quienes desde el punto de vista opuesto, manifestaban que sin una figura humana representativa de valores positivos, las personas se sienten en una orfandad ideológica que resulta en que las mismas no logren nunca el sentir de fraternidad necesario para organizarse y trabajar mancomunadamente en favor de mejoras sociales, quedando así a merced de los prepotentes de turno, por lo cual, de ser el personalismo, algo malo, sería un mal necesario en pos de poderse evitar un mal mayor, y se debatían muchas otras cuestiones siendo por supuesto, la de la psicoterapia, totalmente insoslayable por ser Argentina, ya en aquel entonces, uno de los países del mundo con mayor cantidad de psicólogos por habitante, y a diferencia de lo que ocurre actualmente, la psicoterapia era vista entonces como un elemento absolutamente revolucionario dado que, según sus partidarios constituidos mayormente por opositores a la psiquiatría (lo cual contrasta totalmente con lo que ocurre en la actualidad), la misma era no sólo la alternativa al autoritarismo psiquiátrico, sino además, un medio de mejoramiento personal en cuya aplicación a gran escala estaría, según ellos, la solución a todo problema no sólo individual, sino también social.
   A diferencia de lo que ocurría al debatirse otras cosas, había al debatirse el tema de las psicoterapias, un consenso casi absoluto que solamente se había, hasta ese día, visto interrumpido por la divergencia de opiniones respecto a la validez (o falta de ella) de lo coercitivo en lo que hace a la aplicación del tratamiento psicológico; algunos decían que “por el bien general”, el mismo debía ser obligatorio para todos, otros decían que cosa tal constituiría una vulneración de los derechos de las personas, siendo por eso, equiparable a la nefasta psiquiatría, otros decían que debería evaluarse el caso particular, ya que en algunos, la coerción podría ser válida pero en otros, no… en fin; la cuestión es que, como ya expresé, en los muchos meses en que los asistentes al bar debatieron sobre las psicoterapias (entre ellos se encontraban muchos estudiantes de psicología y de diversas ramas de las ciencias sociales), nadie había manifestado desacuerdo con sus (supuestas) enormes bondades; ese día la cosa fue diferente.
 
   El individuo, algunos años mayor que sus compañeros, que era en la universidad un recién llegado, por lo cual no había participado previamente de los debates que los estudiantes sostenían, manifestó haber dejado la carrera de psicología por haberse decepcionado de ella, no sólo porque, al igual que ellos, en algún momento había creído que la misma constituía la liberación de la tiranía psiquiátrica, pero que posteriormente comprobó que en la práctica, la mayoría de los psicólogos “trabaja” en colaboración con los psiquiatras (o mejor dicho: trabaja para ellos), sino además porque…
   -El sistema social es malo, y no sólo a nivel local, sino mundial (asumo que en esto estamos TODOS de acuerdo) –todo asintieron -, por lo cual, el que está bien, al mismo NO SE ADAPTA, y si se empieza a adaptar, empieza a estar mal, y los psicólogos no tratan a quienes están felizmente integrados al ámbito en que sus vidas se desarrollan, ya sea el laboral, el familiar o el social, sino que tratan justamente a aquellos que con el mismo tienen conflictos generadores de un sentir de inadaptación; ahora bien: siendo el psicólogo una persona tendiente a que el inadaptado se adapte mediante el intento de convencimiento de que el problema no puede estar en su medio ambiente, sino en él, está claro que constituye un elemento defensivo del sistema social; sistema que todos consideramos terriblemente injusto; por esto es que la psicoterapia (independientemente de su escuela) es no sólo uno de los elementos defensivos de la sociedad ante una persona inadaptada por ser la inadaptación, una amenaza para ella, sino que además se está volviendo un elemento preventivo de inadaptación que busca tratar aun a aquellos que no son inadaptados, lo cual se ve claramente en el “todos necesitamos psicoterapia en algún momento”, que es un (lamentable) invento argentino, ya que no es lo que se difunde en otros países (1), y por ser, como ya dije, el inadaptado a un sistema malo, alguien que está bien, lo que se defiende desde la psicoterapia tanto como desde la psiquiatría, es al mal general, que no es otra cosa que el sistema que impera actualmente a nivel mundial; por todo esto es que considero que las psicoterapias, lejos de ser elementos de liberación, son elementos de control social y eventual represión al servicio del sistema que buscan suprimir a las formas de ser y pensar, espontáneas, individuales y vitalizadoras, para posteriormente reemplazarlas por otras automatizadas, uniformadas y robotizadas, cuya fuerza reside en la creencia errónea, masiva, ingenua y voluntaria de las personas, en que las mismas están al servicio de su bienestar.
   Y tras hacer una pausa de silencio que todos respetaron, prosiguió:
   -Los psicólogos, al igual que los psiquiatras, están para reencauzar a los “locos”, “enfermos” o “subversivos” (y evitar que los encauzados se desencaucen), que son básicamente todos aquellos que tienen la osadía de apartarse del carril que conduce a nuestra especie al matadero;… …los psicólogos, así como los psiquiatras, no ayudan en nada a las personas sufrientes ni lo harán jamás, porque no saben ayudar; no están en la vida para ayudar… -y acercándose sin saberlo a pronunciar el título de un libro aún no publicado de un autor que sería posteriormente, legendario, dijo: -Psicoterapia y psiquiatría…: vigilancia y castigo.
   Si bien los debates que los estudiantes universitarios sostenían eran muy intensos, lo que resultaba en que continuamente se interrumpieran recíprocamente, en este caso todos permanecieron en absoluto silencio, lo cual parecía indicar que había una adhesión total a lo dicho por el apóstata de las psicoterapias en general, y del psicoanálisis en particular, pero fue que al él retomar la exposición de conceptos expositores de la psicoterapia en su esencia antirrevolucionaria, una chica pagó su consumición, se levantó y sin decir una palabra, muy tranquilamente salió del bar; el joven ni lo notó ya que eran unas veinte las personas que participaban del debate; a los pocos segundos, otro estudiante hizo lo mismo, entonces el joven sí lo notó pero siguió con su discurso; a los pocos segundos, otro estudiante se fue en total y absoluto silencio; después otro, después otro y después otro, hasta que, tras más o menos dos minutos, se quedó hablando completamente solo.
   En la actualidad (o sea, cinco décadas más tarde) quien expone ideas como las del protagonista de esta historia, sufre su misma suerte.
 
 
 
(1) En décadas posteriores tal concepto tendrá, lamentablemente, alcance mundial.

domingo, 24 de octubre de 2021

Escribiendo en el no tiempo (cuento) - Martín Rabezzana

   
   Cuando alguien (aunque provenga de las masas) empieza a ocupar un puesto de poder coercitivo, pasa a conformar una aristocracia cuyos intereses están contrapuestos a los de las mayorías, de ahí que el de “gobierno popular”, sea un oxímoron, y como yo me sentía del pueblo, sentía a su vez que el enemigo mayor del mismo (y por consiguiente, el mío), nunca podría ser otro que el estado, independientemente del gobierno de turno que haya; no obstante estar para mí muy claro que todo gobierno es lo antipueblo por antonomasia, para otros no lo estaba ni lo está (ni lo estará), ya que hay quienes honestamente creen que los gobiernos populares pueden existir, y mi novia (que era una militante convencida de la Juventud Peronista) estaba entre ellos, por lo que la afinidad que tuvimos, no pasó por el lado ideológico, sino por otro, sin embargo, por acompañarla, empecé a militar a su lado en una unidad básica desde la cual nos asignaban todo tipo de tareas sociales.
   El trabajo social en barrios necesitados me parecía altamente loable y era para mí, muy gratificante, como así también, el sentir de pertenencia a una comunidad cuyos miembros fortalecían cada día un poco más, todo lazo de solidaridad que resultaba en que mucha gente que, como yo, no creía en ninguna política de estado ni mucho menos, en ningún líder, decidiera emprender la militancia social con ninguna otra intención más que la de proveer ayuda al prójimo; de ahí lo indignante que me resulta que nos metan a todos en la misma bolsa al acusarnos de haber sido “terroristas”, ya que si bien hay quienes innegablemente lo fueron, otros (la inmensa mayoría) nada tuvimos que ver con la lucha armada a la cual, a su vez, no todos justificábamos, y no hacerlo se volvía muy difícil cuando uno se enteraba de que algún compañero había sido detenido, golpeado, torturado o muerto por las autoridades, y tales hechos se estaban sucediendo con demasiada frecuencia, sin embargo, muchos siguieron siendo intransigentes en su no uso de la agresión contra los represores del estado, lo cual, de ninguna manera les garantizaba no ser en algún momento, blancos de ellos.
 
   Un día, mientras Eugenia (mi novia), varios compañeros procedentes de La Plata y Avellaneda y yo, estábamos comiendo algo en un patio de nuestra unidad básica situada en Quilmes, escuchamos un enorme estruendo ante el cual, todos nos tiramos al piso; seguidamente escuchamos gritos cargados de insultos procedentes de los miembros de la agrupación de derecha que había puesto en lo que todos sentíamos que era nuestra casa, una bomba; por suerte nadie estaba en ese momento en el cuarto principal de la unidad básica donde se dio la explosión, por lo cual, no hubo muertos ni heridos; tras el humo disiparse y los fascistas advertir que a nadie habían dañado, irrumpieron en el local blandiendo armas de fuego y se dirigieron a la parte del fondo en la que nosotros estábamos, por lo que todos subimos a la terraza decididos a escapar por los techos; Eugenia, que no estaba cerca de mí, al ver que yo intentaba ir hacia ella y advertir que los atacantes estaban más cerca de mi persona que de los demás, me gritó que me fuera sin ella; viendo que no estaba sola, sino con otros compañeros, le hice caso y corrí en dirección opuesta a ella, sobre varios techos; al llegar al techo de una casa situada en una esquina, salté a un árbol y tras verificar desde el mismo que los represores no estuvieran en esa cuadra, bajé y corrí más rápido y furiosamente que nunca; corrí, corrí y corrí… hasta que no pude más, entonces me detuve y permanecí acuclillado en una vereda durante un buen rato;… Mientras intentaba recuperar el aliento, noté que el día se oscurecía velozmente, al punto que de pronto, se hizo de noche, lo cual me pareció imposible porque poco antes de que debiera escapar de la unidad básica, recuerdo perfectamente haber mirado un reloj, y marcaba las dos de la tarde; después, al retomar la marcha, noté que había casas y edificios que nunca había visto antes; los autos que pasaban eran también extraños para mí, no sólo por sus diseños, sino también por el sonido procedente de sus motores y carrocerías;… seguí caminando por esa ciudad que, por sus diferencias respecto a la que yo conocía, no sentía que fuera la mía, y cuando creí reconocer la casa de un militante de la JP de una unidad básica de la zona de Bernal, golpeé a su puerta y por la ventana, un señor mayor me dijo:
   -¿Sí? 
   Entonces, muy nervioso le dije:
   -Buenas noches; estoy buscando a Ernesto… -y considerando la posibilidad de que esa no fuera su casa, expliqué: -No estoy seguro de que viva acá;... lo que pasa es que estoy medio confundido.
   El señor se quedó mirándome con asombro; después, sin nada decirme, cerró de golpe la ventana y yo me dispuse a irme, pero enseguida escuché que abría la puerta y salía de la casa, entonces me miró fijamente por un motivo que no comprendí; en eso, casi llorando, me abrazó y totalmente conmovido, me dijo:
   -¡Estás vivo!
   Al escucharlo hablar esta última vez, creí reconocer en el tono de su voz a un conocido del cual, en ese momento tuve “flashbacks” que me hicieron dar cuenta de que la persona mayor que estaba frente a mí, era aquel joven de mis tiempos llamado Ernesto; yo era también el joven de aquellos tiempos, pero… ya no me encontraba en mis tiempos… y no estaba envejecido… y… no entendía nada…
   Ernesto me dijo:
   -Entrá.
   Entré a su casa y nos sentamos a la mesa, entonces me dijo:
   -¡Esto es imposible!… todos te creímos muerto, y no sólo resulta que estás vivo, ¡sino que además seguís teniendo poco más de 20 años! – y dudando de sí mismo, dijo: -¿Es verdad todo esto, o lo estoy soñando?
   -Es verdad es verdad… -le respondí prontamente, y tras decirle que yo estaba más sorprendido que él, le pregunté: -¿En qué año estamos?
   -En el 2021.
   -En el 2021 –repetí yo riéndome con una mezcla de tristeza, resignación y contenida desesperación.
   Después, con miedo a preguntar, pregunté:
   -¿Qué pasó con los demás compañeros?
   Ante lo cual, tuve al silencio y a un gesto de tristeza más que elocuente por respuesta; igual, debía insistir porque necesitaba saber.
   -¿Qué pasó con Eugenia?
   Entonces miró al piso sin responder; yo me levanté y palmeándole ligeramente un hombro, le insistí:
   -Dale… decime qué pasó.
   Entonces, tras tomar aire profundamente, me dijo:
   -Ella fue la única que logró escapar aquel día del 74 en el que reventaron a tu unidad básica; a los otros, los mataron a todos; los cazaron ese mismo día uno por uno; bah… en realidad, vos también evidentemente pudiste escapar, pero todos te dimos por muerto, y ella… si bien ese día pudo huir, cayó en manos de una patota de represores tras el golpe de estado que hubo en el 76;… ahí sí que no se salvó casi nadie;… masacraron a casi todos los militantes de la tendencia revolucionaria del peronismo y demás agrupaciones de izquierda y anarquistas; además, hicieron desaparecer a sus cuerpos; a las embarazadas, tras tener a sus bebés, se los robaron y después las mataron… …Los milicos hicieron un desastre del que todavía hoy el país no se recuperó… Yo estuve exiliado durante esos años, por eso sobreviví; si me hubiera quedado, ahora seguramente sería uno de los 30 mil desaparecidos.
   Entonces, lenta e inconteniblemente, me puse a llorar.
   Tras un rato de permanecer en la casa de Ernesto, abruptamente sentí la necesidad de salir y tomar aire, y así lo hice aun contra su voluntad, ya que él me decía que debía quedarme esa noche ahí, para al día siguiente ver qué se hacía con mi situación (yo no creía que mucho se pudiera hacer).
   Una vez en la calle empecé a caminar cada vez más rápido, hasta que, totalmente conmovido, empecé a repetir la palabra “no” una y otra vez, progresivamente más fuerte; en eso, sin siquiera advertirlo, me vi corriendo en medio de la calle repitiendo a gritos la palabra que expresaba mi rechazo a mi destino, y mientras corría, sentía a mis fuerzas acabarse al punto que en determinado momento caí rendido al piso mientras expresaba mis deseos de morir, pero no morí, sino que desperté en 1974 tras lo que había sido una breve siesta… Eugenia estaba a mi lado; la abracé y… casi le cuento todo… pero no lo hice; solamente le dije que la amaba y que ese día, la historia no la escribirían ellos, sino nosotros.