viernes, 23 de octubre de 2020

Lazo de separación (cuento) - Martín Rabezzana



Cuando lo que separa es también lo que une, la separación es ilusoria, tan ilusoria como verdadera, la unión.

Martín Rabezzana


   Era mil nueve setenta y algo; el adolescente estaba escuchando música procedente de un tocadiscos que, por tercera vez en la semana, había dejado de funcionar, por lo que hizo lo que (casi) todos hacen en tal caso en un intento de restaurar el funcionamiento del aparato: le dio un golpe de puño. Eso suele funcionar, pero generalmente una o dos veces, ya que a la tercera, es muy probable que el desperfecto no sólo no se revierta sino que hasta se agrave irreversiblemente; esto último le acababa de ocurrir, por lo cual se puso a putear en voz alta; podía darse ese lujo incluso a altas horas de la noche aunque sus padres y hermanos estuvieran entonces durmiendo, porque se encontraba en el galpón de su casa que sus padres le habían permitido meses antes, acondicionar para que oficiara de dormitorio; el cuarto se encontraba bastante lejos del resto de la casa; estaba cruzando un amplio patio y tenía salida a la calle, por lo que haberse mudado ahí era casi como haberse independizado; la cuestión es que interrumpió las puteadas que estaba pronunciando al escuchar ruidos en el patio; tuvo cierta reticencia en salir a ver pero sólo por algunos escasos segundos, tras los cuales decidió investigar qué (o quién) había producido los ruidos; una vez fuera, miró en derredor pero no vio a nadie, por lo cual se dispuso a volver a su cuarto, pero en ese momento escuchó a una voz femenina decir:
   -Ayudame por favor.
   Entonces se dio vuelta y vio a una mujer de unos 25 años muy malograda; tenía ropa en pésimas condiciones y moretones en los antebrazos propios de quien ha caído desde una altura considerable; se la veía totalmente agotada.
   El joven se le acercó y, viendo que caminaba hacia él con dificultad, la ayudó a llegar hasta su pieza. Una vez ahí la condujo a un sillón en el cual ella se desplomó y suspiró aliviada; tras un rato de silencio, él le preguntó:
   -¿Tenés hambre?
   Ella asintió, entonces él le dijo que iría a buscar algo de comer, pero ella se sobresaltó y con tono suplicante, dijo:
   -¡No no! ¡Esperá!
   -¿Qué pasa?
   -No le digas a nadie que estoy acá.
   -No te preocupes. No voy a decir nada; enseguida vuelvo.
   Y fue hasta la cocina de su casa de cuya alacena y heladera sacó varias cosas que rápidamente llevó hasta su pieza; cuando ingresó a la misma, encontró a la mujer dormida en su cama, por lo cual dejó sigilosamente la comida sobre la mesa, se sentó en una silla y la miró dormir.
   Él no sabía quién era ella ni de qué escapaba, pero lo podía imaginar. No sabía qué consecuencias tendría el hecho de darle refugio en su cuarto, pero en ese momento eso lo tenía totalmente sin cuidado, ya que el tenerla ahí, en su cuarto, durmiendo en su cama, era un sueño hecho realidad.
   Tras poco menos de una hora ella se despertó, lo vio y le sonrió; él le pidió que se acercara a la mesa y ella lo hizo; se sentó y él le dijo:
   -Te traje esto.
   Ella, muy contenta le agradeció y se puso a comer pan, queso, y otras cosas que él le había llevado.
   El joven le preguntó si quería tomar mate, y ella le dijo que sí; entonces puso la pava en el calentador y preparó el mate.
   La mujer, a pesar del mal momento del cual venía, estaba muy animada; hablaba tan alegre y despreocupadamente, que nadie habría pensado que acababa de pasar por cosas terribles.
   Al ella ver una máquina de escribir, le preguntó si era escritor, a lo que él respondió:
   -Pretendo serlo.
   La mujer en ningún momento le dijo qué le había pasado, de dónde venía ni de quienes escapaba; tampoco le dijo cómo se llamaba ni le preguntó a él su nombre; él tampoco le preguntó ninguna de estas cosas; había entre ellos un acuerdo tácito de no hablar de nada de eso por motivos de seguridad; hablaron de cosas sencillas propias de la cotidianeidad de las vidas ordinarias.
   Tras varias horas de conversación, ella volvió a mostrarse cansada, entonces él le dijo que se acostara de nuevo en su cama y que él dormiría en el sillón; ella le sonrió muy dulcemente, se acostó, y rápidamente se durmió.
   Él la miró dormir por segunda vez en la noche sabiendo que ya la había empezado a querer, entonces, con tristeza pensó que ella nunca lo sabría; nunca sabría que se había iniciado en él un sentir profundo de deseo, amor y necesidad por ella de carácter inextinguible. También sabía que la presencia de la mujer en su vida, no podía durar; presentía a la inminencia de la separación y ya se sentía por eso, apesadumbrado.
   Ella estaba tan frágil, débil e indefensa… ¡y había encontrado en él a un protector!... él tuvo entonces plena conciencia de lo privilegiado que era por eso y en voz muy baja, para no despertarla, viéndola desde la distancia, le diría repetidamente: "gracias".
   El joven se durmió recostado en el sillón y cuando la luz de la madrugada lo despertó, ella ya no estaba.
   Había dejado una nota sobre la mesa en que le agradecía, le deseaba lo mejor y le pedía que tras leer el papel, lo quemara (lo cual él nunca hizo).

   Pasaron algunos meses en los que fue disminuyendo en el joven la esperanza que tenía de volver a ver a la mujer, y una noche, cuando dicha esperanza era ya casi nula, volvió a escuchar ruidos en el patio, entonces salió y se encontró con ella que muy efusivamente lo besó y abrazó; después lo llamó por su nombre y él, sorprendido, le preguntó cómo lo sabía, pero ella le dijo que eso no importaba; entonces él le preguntó a ella el suyo y ella le dijo su nombre y apellido; después volvió a abrazarlo y le pidió que no se preocupara por ella, ya que donde entonces estaba se encontraba bien; le dijo que tenía que irse y pese a las súplicas de él porque se quedara, ella se fue. Entonces el joven se despertó y no pudo contener el llanto al concluir que el reencuentro con la mujer, había sido solamente un sueño.

   Muchos años después (en la década posterior) el joven vio en una revista una foto de la mujer y su nombre junto a una lista macabra (1); … Era ella, no había ninguna duda; su nombre y apellido eran los que en el sueño mencionado había pronunciado, entonces se dio cuenta de que el sueño no había sido solamente un sueño.


(1) Lista de desaparecidos.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

La que reía hasta el frenesí (cuento) - Martín Rabezzana



   Me acuerdo de que una vez, al yo ver una foto antigua sobre un estante de un tipo con pinta de levantador de pesas, le pregunté a la organizadora de la reunión en que me encontraba, quién era el forzudo que en la misma se veía, entonces ella me dijo que era un familiar suyo lejano que, en su país era famoso por hacer pruebas de fuerza pelotudas tipo: acostarse en la calle y hacerse pasar una camioneta por encima de la panza; ella dijo:
   -La prueba le había salido bien varias veces, por lo cual había mucho interés en presenciar esa demostración de fuerza "sobrehumana", pero un día, ante una muchedumbre expectante que incluía cronistas de radio y televisión, fue a hacer su famosa prueba pero no le salió… por lo cual, al la camioneta pasarle por encima, le causó la muerte. Y lo más gracioso (bah, "gracioso";… es una forma de decir) es que el que manejaba el vehículo (que era amigo suyo), tras frenar, mirar hacia atrás y ver al forzudo hecho pedazos, arrancó a toda velocidad por miedo a ir preso, y de él no se supo nunca más nada.
   Entonces se empezó a reír y yo también me reí, pero no de la desgracia del tipo, sino por el efecto contagioso de la risa.
   Ella, entre risas, dijo:
   -¡Ja ja ja! ¡Lo peor del caso no es la muerte, sino el papelón! ¡Ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja!
   Y no se paraba de reír, al punto que el cuadro era bizarro, pero finalmente (tras más o menos dos minutos) pudo dejar de reírse. Después, tras agarrar una revista y mostrarme una foto en que se veía a varias personas, dijo:
   -¿Qué edad le das a esta gente?
   -No sé; son personas de la tercera edad.
   -¡Ja ja ja! Noooo; por eso te la mostré; son personas de treinta y pico de años de países "nórdicos", y como sabrás, a esa gente le dura la juventud lo que en sus países dura la luz del sol un día de invierno.
   Y se río enérgicamente.
   -¡Ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja!
   Yo también me reí (si bien, no tanto como ella), y cuando paró de reírse, recordando la siguiente situación, dije:
   -Esto me hace acordar a que una vez, estando yo de vacaciones en Bariloche, me choqué sin querer en un negocio con alguien a quien creí anciano, por lo que le dije:
   -Disculpe, abuelo.
   Y el tipo, como era turista y no hablaba castellano (por suerte), no me entendió, ya que tal vez se habría ofendido de haberme entendido, entonces una persona que había visto la situación y que al tipo lo conocía, me dijo:
   -Tiene 31 años ese tipo, pero es "nórdico", y esa gente a los 31 parece de 84.
   Entonces yo pensé: "Uuuhhhh… ¡Está hecho pelota!... Yo tengo varios años más que él… ¡y parezco varias décadas más joven!" (y eso que yo también estoy hecho mierda, pero al lado de ese nórdico, ¡soy un pibe!).
   La mina volvió a reírse frenéticamente y de nuevo no podía parar, mientras exclamaba:
   -¡La "superioridad nórdica"! ¡Ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja!... …¿No tuvo en cuenta esto al exaltar el "nordicismo", el pelotudo ese de Hitler? -Y siguió riéndose.
   -¡Ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja!... ….¡Je je je je je je je je je je je je je je je je je je je je je je je!
   A todo esto habían pasado un par de minutos y la mina pudo finalmente parar de reírse, pero casi inmediatamente volvió a empezar:
   -¡Ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja! ¡Je je je je je je je je je je je je je je je je je je je je je je je je! ¡Ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji ji! ¡Ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju ju!... ¡¡¡JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA!!!
   Y así siguió hasta que, dos horas después, me fui de la reunión.
   De todos los en ese lugar presentes, sólo yo me sorprendí de cómo se reía la mujer ya que los demás, evidentemente ya la conocían, por lo que estarían acostumbrados a escucharla reírse de ese modo.
  
   Mientras esperaba en la esquina al colectivo que me llevaría a mi casa, desde la distancia, todavía podía escucharla reírse.

jueves, 13 de agosto de 2020

Viajes a un año y a un espacio indeterminados (cuento) - Martín Rabezzana


   No me acuerdo de en qué año fue esto; tampoco me acuerdo de cuál era el lugar del que veníamos; de vagar por ahí, seguramente… de la casa de un amigo-de-un-amigo de alguno (también seguramente), para después volver a salir a vagar por ahí, la cuestión es que en algún momento alguien dijo de ir a la casa de no sé quién, entonces subimos a un colectivo; una vez en el mismo, le dije a uno de mis compañeros de viaje:
   -El problema no es que haya negatividad o toxicidad en la dieta o en la vida en general, ya que si se las mantiene en un nivel bajo, son manejables, pero si pasan de cierto punto, se salen de nuestro control, entonces sí que estamos en problemas… Si de vez en cuando consumimos los productos "informativos" que los grandes medios de difusión nos ofrecen, no llegamos a intoxicarnos en exceso y entonces la toxicidad nos es manejable, pero si a diario nos intoxicamos con lo que nos presentan, dejará de serlo muy pronto ya que la toxicidad nos manejará por completo… y por supuesto que los grandes medios de prensa son una mierda, pero es culpa nuestra que tengan el poder sobre nuestras vidas que tienen, porque nosotros elegimos contaminarnos con lo que nos presentan, y no es lo más grave el hecho de que nos quieran formar en nuestras miradas políticas (ya que detrás de cada periodista de un gran medio, hay intereses económicos y políticos, siempre indivisibles unos de otros), lo peor es que la mirada de TODO en la vida nos es formada por ellos, y al llenarnos a diario de la toxicidad que nos ofrecen, empeora nuestra calidad de vida, ya que vemos al exterior a partir de la podredumbre que desde los medios de comunicación llevamos a nuestro interior, y el resultado es ver negatividad en prácticamente todo, o sea, en las demás personas, en nosotros mismos, en la sociedad… en la vida… y... ¡¡¡¿cómo podemos ser tan forros como para dejarnos joder así?!!!...
   Mi interlocutor dijo:
   -Pero también podemos rechazarlos y elegir consumir productos informativos/culturales, positivos, y tras llenarnos de su positividad, nuestra percepción del exterior inevitablemente mejora.
   Yo exclamé:
   -¡Exactamente!
   Mi interlocutor prosiguió diciendo:
   -El problema es que no es tan fácil desintoxicarse de la porquería mediática, porque genera adicción al igual que el alcohol, la falopa y las grandes ciudades, ya que si bien muchos que las eligen para vivir reconocen a su nocividad (y paralelamente suelen hablar maravillas del estilo de vida distendido de los medio ambientes naturales a los que conocen por haberse ido a ellos de vacaciones), prácticamente nunca un habitante de larga data de una gran ciudad, emigra a una ciudad chica o a un pueblo, y, ¿por qué? Porque como dije: entre las cosas adictivas, están las grandes ciudades, y entre quienes las eligen, estamos nosotros… que… somos unos viciosos de mierda.
   Yo asentí.
   Si hablamos algo más, no lo recuerdo porque yo tenía mucho alcohol encima y estaba cansado, ya que eran como las 5 de la mañana, por eso, sin querer, me dormí; tras un rato, mi interlocutor me despertó y me dijo:
   -Llegamos.
   Entonces me levanté; bajamos del colectivo y caminamos (íbamos sólo él y yo, ya que los demás evidentemente se habían bajado mucho antes); transitamos una zona semi rural que yo no conocía.
   -¿En dónde estamos? –le pregunté.
   -Y… en…naah. No sé qué barrio es exactamente.
    Y señalando una casa, dijo:
   -Es ésa la casa de mis familiares.
   Ya estaba amaneciendo.
   Entramos a la casa y una vez en el living nos recibió una mina que mi compañero me presentó y después se fue. Entonces me quedé solo con ella.
   Ella me preguntó si quería tomar algo, le dije que "bueno" y me dio algo de tomar. Después me dijo que iba a ponerse algo más de ropa (ya que estaba en remera, descalza y en bombacha, pero pareció decidir ponerse más ropa por no inhibirme a mí más que por propia inhibición, ya que parecía totalmente desinhibida, por más que hasta claramente pudieran vérsele sobresaliendo de la prenda inferior, los pelos de la concha).
   Empecé a mirar un estante en que había muchos videocasettes y cuando ella volvió y me vio, me dijo:
   -¿Te gusta el cine?
   -Sí, pero la verdad, no tanto como antes… Creo que el cine ya cumplió su ciclo como forma de arte; además, con tanta disponibilidad (no sólo en cable, sino también en internet) de películas, ya vi demasiadas y esa abundancia es, por así decirlo… empalagosa; por eso ya casi no puedo disfrutar demasiado de ver películas ni tampoco de la música… al menos no puedo disfrutar de esas cosas como antes (y no creo que esto me pase sólo a mí).
   Ella dijo:
   -Ah, mirá… yo no tengo cable.
   Después agarró un video y me dijo:
   -¿La viste esta?
   (La película era: "Últimas imágenes del naufragio").
   -Sí.
   -¿Y qué te pareció?
   -La primera vez que la vi, creo que no la terminé porque me pareció una boludez (tengo una buena excusa: era chico); la segunda la vi siendo ya grande y me pareció que estaba bien, y la última vez que la vi (fue hace poco), me pareció una gran película y, por su calidad y profundidad psicológica, una obra maestra del existencialismo.
   Ella dijo:
   -¿La viste de chico?... pero si…
   Y por algún motivo, se calló; después dijo:
   -Yo todavía no la vi porque no tuve tiempo; me regalaron el video hace apenas unos días… ¿Querés que la veamos?
   -Sí, dale.
   Entonces puso el video en la casetera y yo la miré (a la videocasetera) (sí, también le miré a la mina la parte de atrás que estaba rrrreeee bien como el resto de su persona) y dije:
   -¡Es una reliquia esto!... Sos bien retro vos, ¿eh?... ¡Je je! Está buena esa onda.
   Ella me miró sin entender a qué me refería, pero no dijo nada.
   Nos sentamos en un sillón y "la función" empezó. Tras la película terminar, ella dijo:
   -Estuvo muy buena;… me gusta de Subiela que no le tiene miedo a los diálogos extensos, complejos y profundos por más que sepa (ya que no creo que lo ignore) que con los mismos, por ser pretenciosos, se está al borde del ridículo continuamente, pero pasa la prueba exitosamente ya que no cae nunca al vacío.
   Yo dije:
   -Es verdad; es una rareza el que un realizador del llamado "cine intelectual" escriba diálogos extensos ya que suelen ser tildados de "teatrales", y eso es generalmente considerado un error por los críticos (aunque en realidad… eso de que los diálogos televisivos deban ser mayormente triviales, los del teatro, extensos y profundos y los del cine "inteligente", escasos y pausados, son convencionalismos que no hay por qué respetar)… Subiela demuestra que se puede combinar lo "teatral" de los diálogos extensos, profundos y bien elaborados, con imágenes de alto contenido poético que llegan hasta el surrealismo… Igual, no te digo que me gustan todas las películas de este tipo, ¿eh? Pero ésta, sí;… las que hizo ya a fines de los noventa y en la década siguiente, son… bueh… recordémoslo por lo bueno.
   Entonces ella dijo:
   -Me estás jodiendo, ¿no?
   -No, ¿por qué?
   -Porque estamos en mil novecientos noventa y…
   Entonces pensé que era ella la que me estaba jodiendo a mí, pero no… era posta lo que dijo, y no me bastó el diario de ese día que me mostró de páginas tibias y tinta húmeda con fecha en un año de la década del 90 ni la… (bueno… imagínense todo tipo de cosas propias de la era "pizza con shampain", así me evitó el trabajo de escribirlas porque hoy estoy muy cansado) para convencerme de que el viaje que hice en colectivo no había sido solamente en el espacio, sino también en el tiempo; lo que sí me convenció fue verme en el espejo del baño en que me reconocí como el adolescente que era en los años noventa y que ya no soy.
  
  No me acuerdo de qué siguió inmediatamente a lo contado, lo siguiente que recuerdo es encontrarme en la calle (la calle otra vez) y ver luces, pero no de las comunes, sino de otras, inusuales, de brillo único, distinto a los previamente por mis ojos percibidos, de colores cambiantes, en continua fluctuación de intensidad;…  recuerdo sentir y escuchar una brisa melódica, como de música nueva, hermosa, recientemente creada e imposible de escuchar con los oídos, pero entonces por mí, de un modo que no puedo explicar, escuchable (y hasta palpable);… recuerdo ver hojas de árboles que caían y alzaban vuelo sin impulso del viento, como si fueran pájaros;… a su vez vi a pájaros que en su cantar expresaban lo que entonces yo comprendía, así como ellos me comprendían a mí por más que no hablara;… recuerdo transitar calles que se transformaban en sendas ascendentes y descendentes que me llevaban sin necesidad de que yo caminara, y muuuchas otras cosas maravillosas e imposibles de transmitir por escrito.
   Entonces me sentí identificado con lo que dice el protagonista de la película ya referida; es algo así como que por ahí, él y las personas con las que estaba, eran parte de una película; una película que tal vez nadie estuviera viendo.
   Tal vez mi vida toda sea parte de un cuento que nadie lee.
   La "película" surrealista recién contada (tal vez no vista por nadie), concluyó conmigo llegando a mi casa tras mucho caminar.

    A la mina la volvería a ver, pero no es en este espacio que les contaré en qué circunstancias, sino (tal vez) en otro.

lunes, 27 de julio de 2020

Tiempo que… sin necesidad de existir, esclaviza (cuento) - Martín Rabezzana



  Yo me dirigía a mi trabajo en colectivo, o sea, uno de esos autos grandotes que transportan a la gente pobre. "¡Ya sé lo que es un colectivo!", me dirás (vos, lector) irritado, pero como te veo medio cara de concheto, asumí que podrías no saberlo ya que a mí me pasa con tu persona lo mismo que a vos respecto a mí pero al revés: o sea, vos me ves la caripela y me hablás en tumbero (si te dignás hablarme) pensando que no te voy a entender si hablás bien (bah, "bien"; como hablás vos, si es que al hablante que desconoce cuándo corresponde emplear el potencial o el pasado imperfecto del subjuntivo, se lo puede considerar bienhablante); en fin; sigamos.
   Yo estaba en el colectivo y escuché a tres individuos mantener la siguiente conversación:
   -¿Vieron a esas personas que se jactan de parecer de menor edad que la que tienen? ¡Jaaa! ¿Pero cómo no se dan cuenta de que eso es lo normal en estos tiempos? En la actualidad la apariencia joven se mantiene mucho más que antes; los 30 de ahora son los 20 de antes. Los 40 de ahora son los 30 de antes, y así sucesivamente, por eso es ridículo jactarse de tener una apariencia joven siendo ya grande porque, como ya dije, es lo más común hoy en día, al punto que si alguien actualmente tiene 40 años y parece justamente de 40, ¡está reventado!
   La mujer de la pareja a la que el individuo le hablaba, le preguntó:
   -¿Y de cuánto dijiste que tenés que parecer a los 40?
   -Y… de 30 o de 35, como mucho; no más que eso. –Y dirigiéndose a ambos, dijo: -¿Ustedes cuántos años me dan?
   El varón de la pareja dijo:
   -¡Qué sé yo!
   -¡Pero vamos! ¡Arriesguen!
   Ambos se miraron negando con la cabeza indicando así que no querían arriesgar ningún número; mientras tanto, yo, viendo que el individuo que hablaba era canoso y de barba prominente, pensé que debía tener unos 45 años, entonces el tipo, sonriendo orgullosamente, dijo:
   -Tengo 40.
   Yo pensé: "¡Uuuuuuhhhh!... ¡Está destruido!... Parece de 45, ¡pero de los de antes! O sea, parece de 55." Entonces (temblando) me acordé de que yo tenía casi su misma edad y confirmé cuán acertada es mi costumbre de afeitarme a diario, ya que la barba gris te agrega muchíiiiiisimos años, y esto parecen no advertirlo los muchachos que extrañamente se dejan crecer el pelo del rostro al entrar en la segunda juventud (tantos hay que en su p… vida se dejaron la barba, y justo cuando empiezan a encanecer se la dejan; ¡parece que tuvieran apuro en envejecer!).
   Me bajé del colectivo y pasé frente a una universidad (por primera y última vez en mi vida, ya que casi entro en convulsiones al igual que le ocurre al anticristo, a Drácula y demás criaturas satánicas pero no cuando pasan cerca de una universidad, sino de una iglesia); la calle estaba cerrada al tránsito de vehículos por una protesta estudiantil cuya causa yo desconocía, por lo que le pregunté a un manifestante de qué se trataba la cosa, y me dijo:
   -Estamos pidiendo la reincorporación a la universidad de un profesor de historia que fue expulsado injustamente.
   -¿Por qué lo expulsaron? –pregunté.
   -Por decir la verdad sobre Juan Manuel de Rosas.
   -¿Cuál verdad?
   -Y… que cuando llegó Urquiza, "el restaurador" se fugó en el Titanic y lo estrelló a propósito contra los icebergs para hundirlo; ese fue su último acto patriótico y antiimperio británico.
   Entonces yo, que sé muchísimo de historia, le dije:
   -Pero… ¡no puede ser! ¡Si Rosas se fue del país en 1852 y lo del Titanic fue en el siglo veinte!
   A lo que respondió:
   -¿Pero usted no sabe nada de mecánica cuántica?
   Yo negué con la cabeza, entonces dijo:
   -Está probado por dicha ciencia que el tiempo no existe.
   Y con eso me dejó sin réplica, ya que me acordé de haber escuchado alguna vez la versión científica según la cual el tiempo es una abstracción de la mente, lo cual hace técnicamente posible que Rosas haya abordado el Titanic y lo haya estrellado; el manifestante dijo:
   -Y ahora lo estamos esperando a Gilbert Hillman, que es una eminencia científica de Australia que sostiene la versión de la inexistencia del tiempo; lo contactamos explicándole la situación de nuestro profesor y le dijimos que él, con sus fundamentos sobre el no tiempo, podría contribuir a nuestra causa y aceptó venir a la Argentina para sumarse a nuestro reclamo; en cualquier momento llega.
   Entonces, la manifestación que estaba bastante tranquila, se exaltó notablemente cuando llegó un taxi en cuyos alrededores los estudiantes se agolparon; el muchacho que me había explicado la situación, muy emocionado, mientras señalaba al taxi, dijo:
   -¡Es Hillman!
   Entonces los manifestantes (acompañados de bombos y platillos) empezaron a corear:
   -¡Hillman, Hillman, Hillman!
   Por lo agitado del ambiente me fui lo más rápido que pude de la escena, pero al mirar hacia atrás desde la esquina, llegué a ver a Gilbert Hillman bajar del taxi saludando triunfalmente con la mano en alto como si fuera una estrella de un programa de televisión juvenil o algo así (si bien tenía como 96 años); y es que Hillman (valga la casi redundancia) se había vuelto una especie de mesías para la gilada (bueh… perdón; para los manifestantes universitarios).
   Seguí caminando rápido (dado que ya estaba llegando tarde al trabajo) pero no pude evitar detenerme frente a la vidriera de un negocio de venta de electrodomésticos, ya que en la misma había un televisor encendido en un canal de noticias y la siguiente placa informativa se presentaba: "Una partida de trajes de apicultores fue vendida fallada; hay 12 apicultores muertos y 35 abejas prófugas."
   Tras ver esa noticia extraña, reanudé mi marcha hacia mi lugar de trabajo que quedaba a dos cuadras de donde entonces estaba y me encontré con otra calle cerrada al tránsito de vehículos por otra manifestación, pero esta vez no me hizo falta preguntar de qué se trataba, ya que los manifestantes tenían puestos cascos de apicultores, por lo que era obvio que estaban protestando por lo ocurrido a sus colegas en esa cuadra ya que en la misma estaba la casa central de producción de indumentaria apicultoril del país; como no era tanta la gente, ni se me ocurrió dar la vuelta manzana para eludir a la manifestación, pero ni bien hice 10 metros, varios colectivos estacionaron en ambas esquinas y de los mismos bajaron decenas y decenas de manifestantes con cascos de apicultores, por lo que me vi de pronto en medio de un tumulto en el cual mi vida peligraba, ya que por no tener yo casco de apicultor, me creían un "infiltrado", por lo que tuve que suplicarle a un par de apicultores que me querían apalear, que no lo hicieran, ya que yo no era un infiltrado, sino un laburante de una mensajería de la otra cuadra, y me creyeron, pero tras caminar unos metros, otros apicultores me detuvieron y tuve que explicarles lo mismo, y así varias veces, por lo cual avanzaba muy lentamente, y como temía que me echaran del trabajo por llegar tarde (y además, como ya dije, por estar mi vida en peligro), hice algo que me avergüenza recordar pero que volvería a hacer de encontrarme nuevamente en una situación de fuerza mayor como la que estoy contando: disimuladamente manoteé desde atrás el casco de un manifestante y me lo puse, entonces sí pude avanzar rápido; una vez fuera de la manifestación, tiré el casco en un tacho de basura y a lo lejos vi cómo apaleaban duramente al pobre tipo al que se lo había sacado.
   Corrí hacia la mensajería donde trabajaba pero a todo esto había llegado dos horas tarde, por lo cual me echaron.
   Salí muy desanimado a la calle y me encontré con un compañero al que también acababan de despedir de la mensajería por llegar tarde; le dije:
   -¿A vos también te echaron por llegar tarde?
   -Sseee…
   -¿Y te parece justo?
   -Y… en parte sí porque hay un horario que respetar, y ya son varias las veces que llego tarde.
   Entonces, recordando lo aprendido en la primera manifestación ya contada, haciéndome el que sabía, le dije:
   -Pero flaco… ¿Vos no sabés nada de mecánica cuántica?
   El joven negó con la cabeza. Yo proseguí:
   -¡El tiempo no existe! Por eso es una injusticia que nos hayan echado por supuestamente haber llegado tarde, así que podríamos organizar una manifestación contra la mensajería a la que sería bueno invitar al científico Hillman, que seguramente nos va a bancar en esta porque es un tipo muy solidario.
   El joven, extrañado preguntó:
   -¿El científico "gil" qué?
   -Hillman; vení; vayamos a buscarlo y en el camino te explico. Pero eso sí: yo te acompaño hasta la esquina de la universidad y entrás vos porque a mí tal institución me produce una especie de alergia; una vez ahí, le contás la situación a los muchachos y…