Una tarde, en
medio de una crisis de abstinencia, salió a buscar a alguien que le permitiera
acceder a la plata que a su vez le permitiera pagar un pasaje más hacia ese destino
incierto en formato, pero claramente cierto en negatividad; tras un rato de
caminar encontró a un hombre por la calle al que se le ofreció haciendo uso de
lo mejor que tenía que era la dulzura de sus gestos y palabras; ese trato
cálido es mucho más poderoso que el atractivo sexual y le hace mucho efecto a
aquellos que no están acostumbrados a recibirlo, y esto bien lo saben las
prostitutas, por lo que a dicho trato recurren al buscar clientes cuyo
principal motivo para estar con ellas es justamente la necesidad de recibirlo,
a diferencia de lo que se pueda pensar.
Tras la mujer
habérsele ofrecido y el hombre haber aceptado, él le dijo que fueran hasta su
casa; ella aceptó.
Caminaron una
cuadra hasta una vivienda y tras cruzar su puerta de entrada, atravesaron un
largo pasillo que daba a un patio; una vez ahí el hombre detuvo su marcha,
entonces la mujer intentó desabrocharle el cinturón para practicarle sexo oral
pero él la detuvo y dijo:
-No;… -y
señalando una mesa y sillas dispuestas en medio del jardín a la sombra de un
árbol, le dijo –Sentate. Yo enseguida vuelvo.
La mujer se
acercó lentamente a una silla y se sentó; tocó el mantel de la mesa y sintió lo
fino de la tela y lo agradable de sus diseños; inhaló profundamente y sintió el
aroma de las flores de los rosales y jazmineros que estaban a su alrededor;
dirigió su vista al suelo y contempló con admiración lo cuidado del césped;
extendió una mano y sintió con ella a la brisa fresca y suave que la acariciaba
como si estuviera cerca del mar; prestó atención a los sonidos y notó que el
silencio que en ese lugar había, sólo era interrumpido por el cantar de los
pájaros; la temperatura, que en el exterior era en extremo fría, era en ese
jardín, primaveral;… la paz que experimentó en ese lugar no recordaba haberla
vivido nunca antes, entonces el hombre volvió con una bandeja de la cual bajó
una cafetera, una azucarera y dos tazas en las que vertió café; puso una de
ellas frente a la mujer y después bajó de la bandeja, un plato con pan dulce que
cortó y dispuso en dos porciones en platos de los cuales, le acercó uno; ella
lo aceptó sonriendo, lo probó y dijo que era el pan dulce más rico que había
comido en su vida; después le puso azúcar al café y tomó un trago, tras lo cual
dijo que era el café más rico que había tomado en su vida; sonrió con enorme
bienestar y dijo que el jardín en que estaban era el más hermoso que había
visto en su vida, y tras ella decir esto último, el hombre dijo:
-Lo único que te
falta decir es que yo soy el hombre más hermoso que viste en tu vida -y se rió.
La mujer, sin
mentir, dijo:
-Sí… sos el
hombre más hermoso de todos.
Él sonrió en
silencio, después dijo:
-Ya no tenés
síndrome de abstinencia.
Ella asintió con
la cabeza con un gesto de bienestar y sorpresa, después dijo:
-Es raro todo
esto;… …Sé que me sentía mal, pero no sólo no me siento así ahora, sino que ni
siquiera recuerdo cómo es sentirse mal… ¡Me siento mejor que nunca! –y se rió.
Pasó más de una
hora en compañía del hombre en la que se sintió llena de un sentir positivo que
llegaba al punto de ser felicidad, pero entonces, por algún motivo empezó a
sentir la necesidad de salir, por lo que le dijo a su interlocutor:
-Voy hasta la
puerta y enseguida vuelvo.
Él le sonrió
dulcemente y la saludó con la mano.
La mujer abrió
la puerta de calle y vio a su propio cuerpo siendo subido a una ambulancia; le
preguntó a varias personas que presenciaban la escena qué le había pasado a la
mujer asistida por el personal médico, pero nadie le respondió.
La ambulancia se
fue y la mujer empezó a correr tras la misma, de pronto se vio en su interior
frente a su propio cuerpo que recibía primeros auxilios y no reaccionaba,
entonces, totalmente desconcertada, tocó a su propia mano e inmediatamente
sintió a su conciencia adentrarse en ese cuerpo que entonces sí reaccionó; las
personas que componían el grupo médico se pusieron muy contentas y ella volvió
a experimentar el malestar físico y emocional que hasta apenas momentos atrás
era inexistente, pero lo superaría, ya que tiempo después se recuperó del daño
que su estilo de vida le provocó y nunca volvió a ser la misma.
Tras la
experiencia extracorporal, la mujer ingresó a una nueva etapa en la que empezó
a creer en el sentido de todas las cosas y también a transmitirlo a otros; una
etapa totalmente opuesta a la anterior.