-¡Flaco! ¿Me das
un trago?
Yo me acerqué
para convidarle pero entonces el otro, con evidente miedo lo disuadió de
acercárseme y lo instó a seguir su camino; el miedo se debía a que mi
apariencia no coincidía con la de ellos, es decir, ellos eran conchetos y yo
(aunque al verme muchos no lo crean y asuman que soy de clase baja) soy de la
históricamente ninguneada clase media; ¿por qué ninguneada? Porque cuando se
habla de los diversos sectores sociales se suele hacer alusión a la clase alta
y a la baja; rara vez se menciona a la media; tal vez se deba a que uno ve a
los demás en relación con el lugar en que se encuentra, por lo que si sos de
clase media, sos un croto para los chetos y un cheto para los crotos; el punto
intermedio (siempre existente) por algún motivo no es generalmente tenido en
cuenta siquiera por quienes están en el mismo. Claro ejemplo de este ninguneo
es la división (absurda) que se hace del planeta con las expresiones "primer" y "tercer mundo"; casi nadie habla del "segundo", y casi nadie sabe tampoco que
tal divisionismo nefasto no era originalmente alusivo a la situación económica
de los países sino a su alineación política, es decir, los países alineados con
las dos mayores (pre)potencias de mediados del siglo veinte eran considerados como
pertenecientes al primer y al segundo mundo (de acuerdo al país con que se alinearan eran considerados de uno o de otro), y los países que no estaban
alineados con ninguna de las dos, eran considerados del tercero
independientemente de su situación económica… pero bueh… volvamos a la
historia.
Tras un rato de
caminar, me senté en un banco en ese lugar tan abundante en paz y silencio; en
determinado momento apareció un grupo de jóvenes conchetos entre los que se
encontraban los dos que había visto un rato antes; el que anteriormente me
había tenido miedo, no lo tuvo en ese momento ya que a los cobardes suele
ocurrirles que al estar en grupo se envalentonen al punto de ser prepotentes
con aquellos con quienes no lo serían estando solos, por lo que desde la
lejanía me empezó a bardear; hizo chistes sobre mi apariencia y sus amigos se
sumaron a las burlas, y yo, si bien me la banco a las piñas, soy realista, por
lo que sabía que siendo cinco (y ellos eran cinco) si querían me podían cagar a
palos, por eso no les respondí pero me preparé mentalmente para pelear si
llegaban a acercárseme y planeé aludir a su falta de hombría por provocar a una
persona siendo ellas cinco en pos de que de darse una pelea, vinieran de a uno,
pero no hizo falta porque cuando el grupo de conchetos se me acercó, se escuchó
un gruñido aterrador como si fuera de un lobo, pero el volumen era tan alto,
que no parecía proceder de un lobo de tamaño ordinario sino de uno gigante;
ante eso los jóvenes se paralizaron; tras unos segundos la criatura que había
gruñido apareció de entre los pastizales, saltó encima de uno de los pibes y
literalmente se lo comió en cuestión de segundos, tras lo cual persiguió y
devoró a los otros cuatro jóvenes que habían empezado a correr; la velocidad
con la que engulló (huesos incluidos) a esas cinco personas, fue increíble;
para mí que no le tomó ni veinte segundos; a todo esto yo me había levantado
del banco pero no atiné siquiera a intentar escapar ya que por haber visto lo
que la criatura era capaz de hacer, lo sabía inútil; estaba a su merced, por lo
que si quería comerme, yo nada podría hacer para evitarlo, entonces me resigné
a morir de forma inminente ya que el animal se me empezó a acercar lentamente, pero
lejos de gruñirme, sollozó lastimosamente como si estuviera triste, y cuando
estuvo a pocos metros de mí, me extendió una pata en clara señal de amistad; yo
estaba terriblemente asustado, sin embargo logré acercarle una mano y estreché
su pata, entonces entendí que la criatura no tenía intención alguna de hacerme
daño.
La criatura
(supuestamente mitológica) de la reserva ecológica de Ciudad Autónoma de Buenos Aires ha
sido descrita como una rata con tamaño de perro, pero la que yo vi no era así,
ya que tenía más bien una apariencia cercana a la de un lobo negro y era del tamaño
de una vaca; la cuestión es que tras el amable saludo, se fue lentamente hacia
los pastizales de los cuales había salido y desapareció.
Lo que ustedes
se preguntarán es lo que yo me pregunté: ¿por qué atacó al grupo de jóvenes
acomodados y no a mí? La respuesta es la siguiente: la criatura de la reserva
ecológica conocida popularmente como "Reservito", con su infalible y envidiable
instinto salvaje, reconoció en mí a una persona de clase media y ella sólo se
alimenta de conchetos.
Yo creo que más
que por hambre, al ver que los chetos me estaban provocando, Reservito se los
comió para protegerme ya que evidentemente es un protector de los no chetos.
Asi que, quien
esté leyendo esto, ya sabe: si usted es un concheto, no se acerque siquiera a
la reserva ecológica salvo que quiera morir, y si usted es de clase media o
baja, vaya tranquilo que Reservito lo protege.
(Dedicado a MI AMIGO Reservito; ¡AGUANTE!) (Ah, y nada de
decirle "monstruo" a tal noble criatura).