domingo, 31 de julio de 2016

La mujer que controla el tiempo (cuento) - Martín Rabezzana


   Ella era una mujer tan atareada, que habitualmente se quejaba de la falta de tiempo para hacer todo lo que tenía planeado: canto, guitarra, piano, actuación, danza, pintura, trabajo y vida social.
   -Con todo lo que tengo que hacer, creo que aun si el día tuviera cuarenta y ocho horas no me alcanzarían, pero para mí sería mejor que con las veinticuatro que tiene;… ¡Ojalá el día tuviera más horas!
   Ante lo cual su interlocutor dijo:
   -Según expertos en técnicas de visualización, existe la manera de lograr que el día sea más largo;... el ciclo de rotación de la tierra que supuestamente se sucede en veinticuatro horas, tal vez exista sólo en la percepción; lo que solemos considerar dos cosas distintas: el día y la noche, son en realidad dos partes de la misma unidad que es el día; la dualidad es sólo aparente; creo que fue Sócrates quien a través de Platón dijo más o menos que a diferencia de lo que se cree, el número dos no es necesariamente la suma de dos unidades; dos puede ser una unidad dividida a la mitad; tres puede no necesariamente ser la suma de tres unidades, puede ser la división de tres partes de una sola unidad y así sucesivamente… Tal vez el universo sea una unidad dividida en millones de pedazos por nuestra percepción y al uno negar la división, la unidad tenga lugar, ya que a la realidad la crea nuestra percepción… Si el período de luz y oscuridad son dos ciclos distintos o si son parte de uno solo, es subjetivo, como así también el que el día tenga veinticuatro horas, por lo que si te mentalizás para creer que en realidad una jornada es parte de un ciclo de cuarenta y ocho horas, tu cuerpo y mente van a reaccionar como si así fuera.
   Ella le preguntó:
   -¿Y cómo tendría que hacer para que así fuera?
   -Tendrías que concentrarte en la visualización de un reloj de cuarenta y ocho horas… …No lo puede lograr cualquiera, pero dado que vos tenés práctica con la meditación, el yoga, la alimentación viva y la visualización, es probable que logres alcanzar el nivel de concentración que te va a permitir extender la duración del día.
   Ella tras unos segundos en silencio le dijo:
   -¿Te parece?
   Él se rió y le contestó:
   -Por ahí sí, por ahí no, ¡qué sé yo!... es una teoría nomás.
   Ella, ese mismo día, una vez en su casa se sentó en posición de meditación y empezó a visualizar en su mente un reloj que llegaba hasta las cuarenta y ocho horas; esto lo hizo un largo rato; esa noche no durmió ya que no tuvo sueño; pasó las horas nocturnas realizando las pinturas que tanto tiempo le requerían y practicando su coreografía de danza; a la mañana fue al trabajo sin sentirse siquiera un poco cansada; recién tras cuarenta y ocho horas de estar despierta empezó a tener sueño y durmió; la visualización había funcionado, por lo que siguió mentalizándose para seguir viviendo días de cuarenta y ocho horas que, no obstante, no le alcanzaban, por lo que empezó a visualizar un reloj de setenta y dos horas, después, uno de noventa y seis, después, uno de más horas y vivió días cada vez más largos hasta que visualizó un reloj cuya cantidad de horas iba siempre en aumento y dejó de dormir totalmente; ella no vivía estancada en el mismo día. Los días pasaban pero su organismo seguía reaccionando como si fuera siempre el mismo, por lo que dejó de envejecer; era consciente de haber alcanzado la eterna juventud.
   Tenía tiempo para todo; las horas que los demás le dedicaban al descanso, ella las dedicaba al estudio de diversas artes y oficios al punto que de seguir así, se convertiría necesariamente en la persona con mayor conocimiento de la historia.

   Una tarde al cruzar una avenida un auto casi la atropella; evitó que así fuera un individuo que acercándosele desde atrás tiró de uno de sus brazos y cambió así su lugar con el de ella, lo cual resultó en que fuera él el atropellado; ella gritó y lloró desconsoladamente y sintió una gran culpa invadirla.
   Tras llegar la ambulancia y constatar que el individuo había muerto, el personal al ver la conmoción de la mujer, le ofreció llevarla al hospital, ante lo cual ella de a poco y silenciosamente se alejó hasta que empezó a correr; pasó horas entre lágrimas caminando por la calle; después volvió a su casa.
   El llanto empezó a disminuir cuando tuvo la idea de intentar hacer volver el tiempo atrás visualizando un reloj cuyas horas pasaran en el sentido inverso al tradicional.
   Se sentó en posición de meditación y visualizó un reloj de horas en retroceso; eran ya las diez de la noche y tras un rato de visualización el sol volvió a iluminar la casa, ante lo cual se alegró muchísimo; interrumpía por momentos breves la visualización para mirar el reloj de su muñeca cuyas horas habían empezado a retroceder y cuando vio que la aguja llegó a las cinco (hora previa a la del lamentable suceso), dio por concluida la visualización y se dirigió al lugar del accidente.
   Una vez en el mismo se dispuso a cruzar como lo había hecho antes, pero esta vez lo hizo más lentamente, por lo que el individuo que por detrás había tirado de su brazo al ver que un auto se acercaba a gran velocidad, logró hacer lo mismo pero esta vez, debido al paso lento de la mujer, no le fue necesario realizar un movimiento tan extremo y evitó que fuera atropellada sin ser él tampoco atropellado, tras lo cual ella lo miró en silencio unos segundos y con los ojos vidriosos de emoción, lo abrazó con todas sus fuerzas y le dijo:
   -¡Gracias! ¡Diste tu vida por mí! ¡Gracias, gracias!
   Él, sin entender, dijo:
   -¿Qué?
   Ella lo besó y se fue.
   Volvió a su casa y tras rememorar una y otra vez lo ocurrido durante el día, empezó a contemplar la posibilidad de volver a un pasado que le permitiera reencontrarse con seres por ella queridos que ya no estaban; no lo dudó mucho; decidió intentarlo.

   A la mañana siguiente se dirigió a una plaza y se sentó en el pasto; visualizó un reloj cuyas horas retrocedían y después un calendario en el que se destacaban días, meses y años que progresivamente retrocedían, entonces volvieron los días, los meses y los años; detuvo el retroceso del tiempo cuando llegó al día de su cumpleaños número siete;… se dirigió a la casa en la cual entonces vivía, admirando emocionada las calles del barrio que en ese entonces era digno de ser llamado así debido a la sencillez y calidez que con el paso del tiempo habían disminuido hasta convertir al mismo espacio en un sitio parecido al de ese tiempo, pero en esencia, totalmente distinto.
   Contempló sonriendo el exterior de su casa y se acercó sigilosamente a una ventana cuyas cortinas por efecto de la luz dejaban entrever a las personas que participaban del cumpleaños; pensó:
   -Ahí están mis amigas… Cecilia, Verónica, mi mejor amiga… sentía que íbamos a ser amigas siempre, ¡y ahora ni sé dónde está!… Ahí estoy yo… ¡Qué chiquita! ¡Mamá, Papá! ¡Qué jóvenes están! ¡Abuela!... me acuerdo de vos todos los días, pero no me acordaba de tu voz;… no recuerdo haberte vuelto a ver después de este día…
   Pensó en golpear a la puerta y entrar a hablar con su abuela, contarle muchas cosas, expresarle cuánto le había dolido su partida, cuánto la extrañaba, cuánto la quería, cuánto la tenía presente a pesar del tiempo transcurrido, cuánto la necesitaba aún siendo ya una persona grande, decirle que sus mejores recuerdos eran con ella… explicarle quién era y cómo había llegado era lo de menos, lo importante era poder reencontrarla y darle ese abrazo de despedida que la vida les había cruelmente negado al ella morir imprevistamente poco después de ese día, pero no;… por necesidad que tuviera de todo esto, algo muy fuerte la detuvo haciéndole sentir que el momento perfecto que desde la distancia veía, merecía un respeto que implicaba dejarlo inalterado.
   Le mandó un beso y se fue.

   Regresó a su tiempo y dejó al reloj volver a componer días de veinticuatro horas por sentir que los ciclos naturales deben ser respetados siendo los casos de urgencia, la única excepción a la regla.
   Se encontró con el amigo que le había revelado la fórmula para extender la duración de los días, lo abrazó y con gran ansiedad quiso contarle todo lo que le había pasado en el último tiempo, las cosas que había vivido, lo feliz que se sentía por lo que había podido experimentar, lo mucho que había aprendido, pero… por el momento bastaba con una sola palabra; lo miró a los ojos y le dijo:
   -Gracias.

domingo, 21 de diciembre de 2014

La forma non sancta (cuento) - Martín Rabezzana

Hoy en día casi todo el que transita una calle peatonal lo hace esquivando a las chicas lindas que a uno lo acosan con volantes y promociones; la indiferencia y miradas de fastidio que la mayoría tiene para con ellas (incluyendo a los hombres), es lo más cerca que dichas mujeres van a estar -mientras les dure la juventud- de sentir lo que ellas le hacen sentir a los hombres que pasan a su lado.
   Las minas jóvenes y lindas son asiduamente abordadas por varones en casi todos los ámbitos, lo cual resulta en que el solo hecho de que uno pase a su lado les genere un odio profundo que expresan de diversas formas; la minoría de ellas que decide no apartar la vista al ir por la calle y pasar junto a un hombre, lo mira con desprecio, ya que su psiquis injusta asume que de mirarlo amablemente o incluso de forma neutra, él va a pensar que le está tirando onda, lo cual evita al dirigirle una mirada de odio, pero la mayoría de ellas decide no mirar a los hombres, y ese apartar la mirada es realizado por la mayoría de las mencionadas mujeres de forma nada sutil: uno está cerca de cruzarlas en su paso y ellas abruptamente apartan la mirada con toda la intención de que quede claro que fue para no mirarlo; el odio que al hacer esto ellas generan en muchos hombres (incluyéndome a mí), es enorme;... Parecen no saber muchas mujeres que si bien no hay por qué caminar mirando a los ojos a todo el mundo, se puede caminar mirando al frente, y en la era moderna, están, por supuesto, los teléfonos celulares que son utilizados por estas mujeres para apartar la mirada (¿creerán que uno no se da cuenta de que fingen leer un mensaje para no mirarlo?)
  Estas conductas que suelen tener en su mayor parte las mujeres jóvenes y lindas, están llenas de odio y falta de respeto, ¡y después seguro que se sorprenden si algún tipo es grosero con ellas! cuando es lógico que los demás sean groseros con uno si uno es grosero con los demás, pero no me estoy justificando por ser grosero con las mujeres ya que no lo soy, aunque ante las actitudes mencionadas me den ganas de serlo (cuando agarran el telefonito para no mirarme me dan ganas de arrebatárselo y tirarlo a la re c... de la lora).

   Un día al mirar los volantes que por la calle me dan, encontré uno de una metafísica; no teniendo nada que hacer y costando barato un turno con ella, me dirigí a su encuentro.
   Hay quienes con desprecio se refieren a quienes se dedican a actividades relacionadas con lo místico o paranormal y también a aquellos que en las mismas creen, y son realmente tontos por hacer eso ya que aún si esas personas vendieran sólo ilusiones, las mismas en un período de desesperanza le hacen tener a uno ganas de seguir adelante, por lo que valen mucho.
   Entré al local de la metafísica y tras ella saludarme e invitarme a sentarme, me dijo:
   -¿En qué te puedo ayudar?
   La miré con cierta inquietud y le dije:
   -A mí me va todo mal y quiero que me vaya todo bien, bah, al menos no tan mal como ahora que ni logro encontrar trabajo.
   Tras unos segundos de silencio, me dijo:
   -Se puede lograr.
   Tomó un péndulo de radiestesia y me empezó a hacer preguntas sobre temas triviales mientras el elemento se movía; lo hizo durante unos veinte minutos, tras lo cual, dijo:
   -Ya sé cuál es la causa de tus problemas: acciones incorrectas de tu parte crearon una energía negativa que te rodea y te impide avanzar... Lo que tenés que hacer para abrirte paso a través de la misma es realizar buenas acciones; eso va a crear en vos un aura de positividad ante la cual la mencionada energía se va a alejar.
   -¿Y en cuanto tiempo vería resultados?
   -En años.
   -¡La p... que lo parió! ¡No quiero esperar tanto! ¿No hay otra forma?
   Ella sonriendo dijo:
   -Sí; hay una forma "non sancta"; si realizás malas acciones tu aura se va a cargar de una fuerza que aunque sea negativa, te va a permitir abrirte paso rápidamente a través de la energía que te está obstaculizando el camino.
   Yo le dije:
   -Sería como el principio homeopático de "lo similar cura a lo similar".
   -Exacto, y al igual que en la homeopatía se usan dosis infinitesimales de substancias nocivas, ya que en gran cantidad causarían daño, las acciones negativas que realices deben ser moderadas, si no los resultados no van a ser buenos;... Tenés que hacer daño pero no excesivamente.
   Asentí y la miré en silencio unos segundos; sin que ella diera por concluida la visita, asumiendo que no había más que decir, me levanté, le pagué, la saludé y me fui decidido a seguir su indicación.
   Una vez en la calle vi a una mujer linda venir en dirección opuesta a la mía; ella agarró su teléfono celular para evitar mirarme y pensé en realizar mi mala acción, pero sentí a mi corazón latir más fuerte y debido a tal nerviosismo no hice nada, pero tras unos segundos tomé coraje y me le acerqué; le arrebaté el teléfono y lo arrojé con fuerza contra una pared haciéndolo pedazos; ella se quedó inmóvil y con evidente miedo; la miré con odio de frente en silencio unos segundos y seguí caminando.
   Volví a mi casa y a los pocos minutos sonó el teléfono.
   -Hola.
   -Hola, ¿podría hablar con...?
   -Soy yo.
   -Ah, ¿qué tal? Lo llamo para ofrecerle trabajo en nuestra publicación; nos gusta mucho lo que escribe y sería un honor que fuera parte de nuestro grupo de trabajo; le pagaríamos unos...

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Conversaciones imaginarias (cuento) - Martín Rabezzana

   Se encontraba un joven en la barra de un bar tomando algo sin que nada digno de mencionar sucediera, cuando un individuo mayor le tocó el hombro y le dijo:
   -Disculpe; ¿me daría una moneda?
   El joven lo miró con compasión y dándole un billete, le dijo:
   -Tome.
   El señor le dijo:
   -Gracias.
   Entonces se dispuso a irse pero tras unos pasos en dirección a la salida, dio media vuelta y se volvió a dirigir al joven.
   -Todos tenemos conversaciones imaginarias más seguido de lo que generalmente las percibimos... A veces nos urge tanto el expresarle algo a alguien que no podemos esperar hasta encontrarlo personalmente y es por eso que se lo expresamos en una conversación imaginada; a veces la misma es un ensayo de la conversación que con la persona planeamos tener, a veces la conversación imaginaria se da a modo de corrección de una que ya tuvo lugar y nos quedaron cosas que decir; ejemplo: discuto con un familiar y me voy enojado a un lugar apartado, entonces rememoro la discusión y pienso: "le tendría que haber dicho"... y a veces las conversaciones imaginarias con ciertas personas las tenemos por la imposibilidad de tenerlas en la realidad, ya sea por estar la persona con la que queremos hablar, ausente, o por uno ni siquiera conocerla.
   El joven miró un poco extrañado al individuo mayor de barba cuya vestimenta negra incluía una capa, y le preguntó:
   -¿A qué viene todo esto?
   El señor dijo:
   -Usted quiere escribir pero ante la falta de ideas se siente incapaz de hacerlo y se suele preguntar cuál es la fórmula para crear un cuento; yo le acabo de revelar una, la más simple de todas: la de recordar las conversaciones imaginarias que a diario tienen lugar en su mente y pasarlas a papel; podrá, por supuesto, añadirles un contexto y su correspondiente descripción usando las palabras que encuentre más apropiadas y sonoramente más agradables, pero la parte esencial que usted tanto se esfuerza por crear, ya está creada y guardada en su memoria.
   Tras unos segundos de silencio en que el joven lo contempló con sorpresa, el señor dijo:
   -De nada.
   -¡Gracias! -Le respondió el joven.
   Tras lo cual, el señor se fue.
   El joven se levantó y dijo mientras trataba de alcanzarlo:
   -¡Espere! Quiero saber cómo supo que yo quiero ser escritor y de dónde me conoce...
   Pero el señor de la capa no se detuvo y salió del bar; el joven llegó afuera y miró en todas las direcciones tratando de divisarlo, pero ya no estaba.
   Dos individuos de una mesa cercana vieron la escena en que el joven hablaba pero no vieron a su interlocutor; uno de ellos dijo:
   -¿Viste a ese loco hablando solo?
   El otro asintió, entonces el señor de la capa al que no habían visto se hizo visible para ellos y les dijo:
   -No está loco, es que es escritor, y los escritores escriben en voz alta lo que después ponen en papel.
   Tras decir esto último, se dirigió a la salida ante la sorpresa de los dos individuos que vieron a su imagen atenuarse hasta desaparecer antes de llegar a la puerta.

domingo, 16 de marzo de 2014

Un objeto al que llamamos regalo (cuento) - Martín Rabezzana

   

   Era su cumpleaños, y aunque fueran a verse ese día, ella no pudiendo contener su ansiedad, llamó por teléfono a su amigo y le habló de los regalos que le habían hecho con una emoción que denotaba una gran satisfacción por lo recibido; lo especial del día en cuestión lo iba a ser aún más, le dijo él, al ella recibir su regalo; tras concluir su conversación telefónica, él, con una sonrisa contempló el regalo que había comprado pensando en ella y en lo feliz que se sentiría al recibirlo.                 
   Él era la clase de persona que no le daba importancia a su cumpleaños. Para él, ése era un día más, sólo el cumpleaños de los otros tenían para él importancia, en cambio a ella sí le importaba mucho su cumpleaños y se lo había manifestado tiempo atrás, por eso esperaba más que nunca que tal día llegara ya que sería el primer cumpleaños que compartiría con su nuevo amigo.
   La hora de dirigirse a su casa llegó; una vez ante la misma, golpeó nerviosamente la puerta; ella abrió con una sonrisa.
   -¡Hola!
   -¡Hola! ¡Feliz cumpleaños!
   -¡Gracias!
   Él le dio un beso y ella lo abrazó, tras lo cual, él con expresión bondadosa, mientras le extendía su regalo, le dijo:
   -Tomá.
   -¡Gracias!
   Ella rompió apuradamente el papel en que el regalo de su amigo estaba envuelto y no pudo evitar cambiar su expresión alegre por una de incomodidad porque el regalo no le gustó; él, al notarlo, se sintió triste... El silencio se prolongó por unos pocos segundos que parecieron transcurrir en cámara lenta; algo se había roto, y el daño era imposible de reparar…
   Cuando uno le da algo muy personal a alguien, eso que se da no vuelve más; se queda para siempre con la persona a la que uno se lo dio salvo que ella se deshaga de lo recibido por no apreciarlo, y al uno sentir que así es, se vacía de positividad y se llena de negatividad como si toda su positividad faltante estuviera en su regalo no apreciado.
   Todo había dejado de ser entre ellos como hasta hacía momentos atrás, por lo que en caso de que su relación continuara, la misma debía comenzar de nuevo porque los participantes ya no eran los mismos; ese instante de mutua desilusión, en que el sólo hecho de mirarse les causaba dolor, había resultado en un cambio en ambos que se extendería por todas sus vidas; nunca volverían a tener la alegre inocencia que antes tenían ante la espera de dar o recibir un objeto especial, porque habían entendido que una acción positiva no causa siempre una reacción positiva; un regalo puede hacer mucho daño, ya que del mismo no gustarle a quien lo recibe, las dos partes se sienten mal, por lo que deben perdonarse mutuamente.
   Desde ese momento en adelante, los dos serían temerosos del símbolo de aprecio constituido por un objeto al que llamamos regalo.