jueves, 14 de febrero de 2013

Xanaliú (cuento) - Martín Rabezzana


   Camino por el desierto sufriendo el tormento del clima y la sed. Empujado por las imágenes divinas que abundan en mi mente. Arrastrado por las ganas de alcanzar un oasis y salir de la constante frustración del llegar a la cima de una duna, sólo para encontrar que al bajar cual un círculo interminable se encuentra ante mí otra similar.
   El día se vuelve noche y el calor extenuante, frío que congela hasta los pensamientos. Camino lentamente sin olvidar que es mejor la crueldad del desierto que la del suburbio; cierro los ojos unos segundos y el calor vuelve a presentarse. Es de día otra vez; ya perdí toda noción del tiempo. Ya no sé si un segundo dure lo que un día o viceversa.
   Venís a mi mente, visión milagrosa. Puedo verte pero no alcanzarte; tu imagen amable y sacrosanta se presenta ante mí como una triste metáfora de un oasis siempre lejano; tal vez el oasis no exista más que en mi imaginación, o tal vez sea yo producto de la de ella. Es probable que yo sólo viva en lo desconocido de su mente, pero intento salir de ahí antes de morir.
   Una tormenta de arena me lleva a cerrar los ojos. El viento es fuerte y el deseo de morir está más presente que nunca en mí; cuando entre lo inalcanzable de la vida parece estar la propia muerte, la existencia es un castigo cruel. Una súplica constante de compasión a una naturaleza despiadada.
   La tormenta pasó y sigo rumbo a ninguna parte.
   Creo en la inutilidad de toda acción. Siento que mi vida es como la idea taoísta del barco al que uno cree dirigir cuando en realidad el océano puede a uno destruirlo cuando quiera, por lo que me pregunto: ¿qué me hace seguir? La respuesta es: el instinto. El instinto de conservación me hace seguir adelante y crea en mí alucinaciones incontrolables en las que veo lo que necesito, sin embargo sé que todo espejismo es inalcanzable. No importa cuánto trate de acercarme, siempre está lejos de mí.
   La lluvia se presenta y me hace sobrevivir, pero en vez de salvarme hace que mi sufrimiento sea más largo.
   Si todo tiene un lado opuesto, para que uno sea feliz otro tiene que sufrir, por lo que creo que este largo camino de miseria permite que otro atraviese una senda de riquezas y amores.
   Camino un poco más y me desvanezco. Tras unos segundos abro los ojos y trato de levantarme; veo a lo lejos a Xanaliú. Vuelvo a desvanecerme y al abrir de nuevo los ojos estoy de vuelta en el desierto. Los vuelvo a cerrar esperando soñar otra vez con ese lugar.
   Sé que Xanaliú es sólo un sueño, pero tal vez al morir en ese estado de conciencia el mismo pase a ser real; abro los ojos y estoy en la ciudad mitológica.
   Camino por una estrecha calle rodeada de casas de agradable aspecto. Hay un silencio reinante sólo interrumpido por el rumor del viento chocando contra la vegetación circundante; veo a mujeres cuyas miradas no son de odio pasar a mi lado. Sigo caminando hasta llegar a una fuente de agua cristalina; una mujer joven está sentada sobre una piedra, le digo:
   -Hola.
   -Hola -me responde sonriendo.
   -¿Cómo te llamás?
   -Xana -me contesta.
   La miro bien y noto que es hermosa. Trato de distinguir el color de su piel y pelo pero no lo consigo. Al parecer el color pierde sentido en este lugar; la sigo mirando sin decirle nada y ella me pregunta:
   -¿Por qué me miras así?
   -Estoy admirándote -le respondo.
   Ella me da un beso y me abraza. Estoy sentado junto a ella y acaricio su rostro mientras le digo:
   -Vos no me odiás.
   -¿Por qué habría de odiarte?
   -Las mujeres me odian.
   -Yo no te odio -me dijo con verdadera preocupación en su expresión.
   -Pero eso es porque no existís.
   Me miró en silencio varios segundos antes de preguntarme:
   -¿Por qué dices que no existo?
   No contesté por varios segundos.
   -Leí sobre vos. Sos una ninfa, una diosa mitológica de las aguas. Existís sólo en la imaginación; cuando despierte no te voy a ver más... Decime que me equivoco.
   Ella no contestó inmediatamente.
   -Este estado de conciencia es tan real como cualquier otro... Yo existo y estoy contigo ahora.
   Ella me besa y siento que me desvanezco, un poco por el efecto emocionante de su proximidad pero sobretodo porque se me acaba el tiempo en este lugar; alcanzo a decir:
   -Chau Xana.
   Ella me saluda con la mano y yo me despierto de nuevo sobre las arenas.
   Me levanto con la dificultad propia de a quien una travesía semejante ha castigado, pero con la imagen agradable de aquella diosa en la mente que me hace querer seguir adelante intentando alcanzar un sueño similar.
   Yo no te olvido, Xana. Sé que estás en alguna parte esperando a otro viajero sufriente para reanimarlo con tus virtudes porque solidaria es tu naturaleza.
   Sigo adelante pensando en que cuanto más sufra, más posibilidades voy a tener de volver a verla; ahora no acepto al dolor con resignación, lo ansío profundamente, deseo que el mismo invada todo espacio de mi alma.
   Las dunas son cada vez más altas; camino lentamente y a cada paso me siento morir; una modesta provisión de agua me da energía para continuar, pero al igual que la lluvia que una vez me hizo seguir, esta agua hace a mi sufrimiento más largo, pero el dolor se hace más soportable esta vez sabiendo que tras mucho sufrir voy a estar con aquella a la que encontré sin buscar.
   Caigo al suelo y las imágenes de Xanaliú se amontonan en mi mente: en las calles puede verse la coexistencia de lo salvaje con lo civilizado. Árboles por todas partes cubren con sus ramas la parte superior de todas las casas. El agua está presente en cada esquina con su infaltable fuente. Hay pasajes subterráneos que llevan a también subterráneos pueblos; no hay una gran riqueza individual por parte de las personas pero sí hay una opulencia colectiva, ya que hay todo tipo de establecimientos comúnmente pagos en el estado de conciencia ordinario, accesibles gratuitamente a todos; no hay autoridades ni leyes morales. No hay tampoco formas de vida microscópicas imposible de no destruir; el castigo por causar dolor innecesariamente es la vuelta a la llamada realidad.
   Este es el sueño de los miserables, es el lugar al que se llega tras haber perdido toda esperanza y gana de vivir. El lugar situado más allá de todo sufrir.
   Desde el suelo y en un estado de semiinconsciencia escucho a mi deidad decir:
   -¡Te estás acercando!
   Me arrastro lastimosamente y consigo con dificultad levantarme; camino algunos metros y caigo de nuevo.
   Por momentos estoy ciego. Tengo los ojos abiertos y no veo absolutamente nada, los cierro y mi vista se sumerge en un lugar llamado tártaro. No hay acá suplicios físicos aplicados a nadie, hay en cambio un estado de angustia extremo más que evidente en las almas que caminan en un aparente estado de trance.
   No pertenezco ahí. Mi castigo no está en el tártaro ni en el desierto, sino en la vida profundamente dolorosa de la que escapé; me adentré en la soledad del desierto buscando salir de lo insoportable de una vida a la que ni siquiera pedí. Una vida en la que la felicidad estuvo siempre ausente. Una vida cuya aura siempre fue desagradable, ya que las personas a las que intenté acercarme se alejaron de mí sin siquiera darme la oportunidad de darme a conocer, es por eso que busqué la nada de la inexistencia y posteriormente el lugar y alma femenina de mis sueños en otro estado de conciencia, ya que lo que se conoce como realidad nunca fue para mí otra cosa que un castigo constante.
   Desde el suelo y en la semipenumbra de un naciente anochecer, siento que muero. Una mano perteneciente a una pálida mujer acaricia mi rostro.
   -Me llamo Freya. Yo te ayudé a llegar hasta acá trayéndote el alivio de las lluvias a las que consideraste culpables de un sufrimiento mayor, pero no lo hice para hacerte sufrir, te ayudé a sobrevivir para que puedas llegar a Xanaliú y estar con Xana. Si morís antes de alcanzar el estado de conciencia en que se encuentra, no vas a verla más.
   La contemplé con la mayor admiración de la que soy capaz. La miré en silencio durante varios segundos antes de tomar su mano, llevarla a mi rostro y empezar a llorar. Ella volvió a acariciarme y pude sentir lo más profundo de su alma en sus compasivas manos; se arrodilló detrás de mí y tras tomarme en sus brazos me alimentó e hidrató, después se levantó y me dijo:
   -Ahora tengo que irme. Tenés que seguir solo, pero no te preocupes, no estás lejos de Xanaliú.
   Debido a lo lastimoso de mi estado y a la conmoción de su presencia me costó hablar, pero llegué a decir:
   -Freya... gracias por venir.
   Ella me sonrió y su imagen se desvaneció ante mí.
   No sé cuándo haya empezado este viaje ni cuándo vaya a terminar, pero sé que el dolor es algo a lo que acepto sin mayores problemas si después de sufrirlo una diosa se cruza en mi senda.
   Vuelvo a entrar en un estado de conciencia alucinante.
   Varias mujeres con serpientes en lugar de cabellos se presentan ante mí. Sé que se llaman erinias; traen a mi conciencia todo el sufrir despiadado que viviendo causé; veo a toda la vida microscópica que con mi simple existencia destruí pasar ante mis ojos; me siento culpable. El remordimiento me invade. Entienden mi sentimiento de culpa y se van.
   Mi conciencia se aleja del mundo; veo múltiples obras de arte cuyas dimensiones son enormes situadas en una luna de Júpiter. Veo también las extrañas formas de los habitantes de dicho planeta sólo existentes en un pasado lejano; escucho sus expresiones de amor, odio, compasión y crueldad presentes aparentemente en todos los seres de inteligencia desarrollada.
   De vuelta en la tierra tengo acceso a las escrituras etruscas cuyos significados me son comprensibles; la escritura fonética es muy limitada en relación con la etrusca, ya que ésta última es capaz de hacer experimentar a quien la lea los sentimientos que se encuentran en ella registrados; esa complejidad fue su ruina debido a que nadie podía leer los acontecimientos cruentos en ella contados sin sufrir de un gran daño psíquico.
   Mi conciencia sobrevuela brevemente el océano antes de posicionarse frente a sangrientos ritos realizados por eslavos; entiendo mejor que nunca el hecho de que la religión saca lo peor de todos.
   Veo a Freya buscar a su amor por lejanos países; la veo sola y triste. Siento pena por ella y me doy cuenta de que su incapacidad de ser feliz la llevó a buscar la felicidad de los demás.
   Veo a Xana poner en el camino de viajeros sedientos fuentes de agua de grandes propiedades restauradoras; se la ve satisfecha ayudando, parece ser una mujer feliz. No tiene en la mirada el dolor característico de quienes se dedican a ayudar a otros.
   Mi visión empieza a viajar otra vez a alta velocidad sobre el mar; una vez en tierra firme veo al mundo en una etapa prehistórica. Mi visión vuelve a detenerse en un siglo diferente; después de haber viajado a través del espacio y de haber visto diferentes tiempos entendí que el tiempo no existe, sólo existe el espacio.
   Vuelvo al desierto y siento que por última vez me encuentro en este estado de conciencia.
   Me vienen a la mente las palabras inspiradas por aquello que más necesité y no pude tener:

                                        Sos indolencia lastimante;...
                                        Visión inspirante nuncá alcanzable.

                                        Tu presencia lejana jamás superable,
                                        hizo a mis días sufrientes más insoportables.


   Lo inalcanzable fue siempre para mí todo lo que quise, es por eso que habiendo sido mi vida un espacio lleno de ausencias, no lamento abandonarla.
   Camino unos segundos más y caigo inconsciente en las arenas; abro los ojos y estoy en Xanaliú.
   Una fuente se encuentra a varios metros de mí; me levanto haciendo uso de la poca fuerza que me queda, extiendo los brazos para servirme de un poco de agua y tras tomarla me siento completamente restablecido.
   Me adentro en la ciudad iluminada por un amanecer naciente y paso junto a varias fuentes; el hecho de que en ninguna de ellas se encontrara aquella a la que busco no me desanima. Estoy tranquilo porque estoy seguro de que el estado de conciencia en que todo lo que quiero me es inaccesible está en el pasado.
   Atravieso calles de un agradable empedrado, escucho el sonido de las hojas de los árboles agitadas por el viento, veo a lo lejos las olas de un mar transparente romperse con gran estrépito, dirijo mi vista al cielo y noto que el mismo está cubierto de estrellas mucho más brillantes y numerosas que las que vi en toda mi vida; tras caminar un poco más veo a una joven vestida de blanco sentada sobre una piedra en el borde de una fuente, me le acerco y estando ella de espaldas, la toco en el hombro, se da vuelta, me sonríe y yo le digo:
   -Hola Xana.

La traición (cuento) - Martín Rabezzana


   David cumplía 27 años y se estaba por casar con su novia Ana; su fiesta de cumpleaños estaba teniendo lugar en la casa de su prometida junto a sus familiares y los de ella; la hermana de su novia se llamaba María; era una hermosa chica de 15 años de pelo castaño; ella gustaba mucho del novio de su hermana y ese día al verlo solo le dijo:
   -En veinte minutos andá a mi habitación que yo te voy a estar esperando.
   David trató de ignorar la invitación que por supuesto supuso que tenía una implicancia sexual, pero fue vencido por el deseo por la chica y se dirigió a su habitación; ella en cuanto lo vio se sacó la ropa y perdió su virginidad con él.
   Unas semanas después tuvo lugar el casamiento de David; en la fiesta posterior María se le acercó y tomándolo de la mano le dijo que tenía algo muy importante que decirle y lo llevó hasta una habitación vacía. Le dijo:
   -Tengo un atraso. Creo que estoy embarazada.
   -¡¿Cómo que estás embarazada?!
   -Sí. No nos cuidamos.
   La hermana menor de María había escuchado todo tras la puerta. Fue corriendo hasta donde estaba su madre y le dijo:
   -¡Mamá! ¡Escuché a María hablar con un hombre y dijo que está embarazada!
   -¡¿Qué está embarazada?!... ¡¿De quién?!
   -No sé.
   -Pero, ¿con quién hablaba?
   -No sé, los escuché tras la puerta. No sé quién era el hombre.
   La madre se lo contó a su esposo y él, furioso, corrió hacia donde estaba su hija y le exigió que le dijera quién era el que la había embarazado, ella no quiso revelar su nombre y ante la insistencia agresiva de su padre salió corriendo; estando ya lejos de todos se detuvo a pensar. Tras unos minutos se le ocurrió buscar a un familiar adolescente de David presente en la fiesta de casamiento, lo encontró y tras llevarlo a un lugar alejado le dijo:
   -Estoy embarazada de alguien mayor... me quieren obligar a decir quién es y yo no quiero decirlo, por eso te pido que digas que estoy embarazada de vos.
   -¡Ni loco! -dijo él.
   ¡Por favor! Hay personas que van a sufrir mucho si se sabe de quién estoy embarazada.
   Él que gustaba de la chica se quedó en silencio unos segundos y después le dijo:
   -¿Y yo qué gano si hago lo que me pedís?
   Ella tras unos segundos tomó coraje y dijo:
   -A mí.
   Él la arrinconó contra la pared y le dijo:
   -Me tenés que dar un adelanto -y la besó.
   Ella no gustaba para nada del chico pero hizo un esfuerzo por mostrarse contenta. Después fueron adonde estaban sus familiares y ella le dijo al padre:
   -Estoy embarazada de él.
   El padre estaba junto a sus dos hijos varones que ya sabían lo que pasaba y empezaron a golpear al joven mientras María les gritaba desesperadamente que se detuvieran, pero lo golpearon tanto que quedó casi inconsciente, entonces María dijo:
   -¡Basta! ¡Basta! ¡Él no me embarazó!
   Tras escucharla dejaron de golpearlo y después de unos segundos de silencio el padre dijo:
   -¿Entonces quién fue?
   -...David.
   David que asustado había presenciado todo, abandonó corriendo su fiesta de casamiento perseguido por los familiares de su esposa.
   Ana había visto y escuchado todo pero no reaccionaba; ella se había casado con su novio, estaba todo bien hasta hacía unos minutos. Lo tenía todo y de pronto ya no tenía nada; su esposo la había traicionado y también su hermana.
   David no se presentó ante su esposa ni ante nadie de su familia por varios días; una tarde llamó a María por teléfono y le dijo:
   -Tenés que abortar.
   -¡No!
   -¡Pero tenés quince años! ¡Sos una nena! ¡No podés ser madre a tu edad!
   -Sí puedo.
   Después de unos segundos él le dijo:
   -Entonces... no vas a hacerlo.
   -No.
   Él colgó el teléfono y tomó conciencia de que su vida estaba arruinada; había perdido a su mujer e iba a tener un hijo que no quería tener; todo por unos minutos de sexo con esa hermosa chica.
   David estaba lleno de furia por María; se dirigió a la escuela en la que ella estudiaba y una vez ahí durante el recreo se dirigió a ella y tras decirle que tenían que hablar la tomó de un brazo y la llevó al baño. En cuanto estuvieron ahí empezó a golpearla fuertemente en el estómago; tras la paliza él se fue y ella permaneció en el suelo llorando; fue llevada al hospital y ahí se le dijo que había perdido su embarazo; David se dio a la fuga. Sabía que ahora era buscado por la policía.
   Después de varias semanas fue a buscar a su esposa al trabajo, quería hablar con ella porque la amaba; la encontró en el estacionamiento en el que había dejado su auto y le dijo:
   -Hola... No sé qué decir más que... perdón... Olvidemos todo; yo sé que vos me amás, por eso te casaste conmigo... sé que tu amor por mí no se terminó a pesar de lo sucedido... ...Vayámonos a cualquier lado y empecemos de nuevo.
   Ella permaneció en silencio varios segundos y con los ojos vidriosos le dijo:
   -Sos un hijo de puta.
   Sacó un arma de su cartera y lo mató, tras lo cual fue detenida por la policía; una vez en la comisaría se declaró culpable de matar a su marido ante los policías que la interrogaron y les contó por qué lo había hecho, entonces uno de ellos le dirigió a su compañero una mirada lastimosa, después miró a la mujer y le dijo:
   -Señora, entiendo perfectamente lo sucedido y no la culpo, pero si usted declara que no lo mató en defensa propia va a ser encarcelada, pero... si dice que él se le acercó y la amenazó con un arma (eso lo arreglamos nosotros), puede aducir defensa legítima.
   La mujer tras unos segundos tristemente asintió; declaró lo que le habían dicho que era más conveniente para ella y como su declaración resultó creíble, fue liberada; perdonó a su hermana y siguió con su vida.
   María también siguió con la vida normal que hasta hacía poco llevaba y aprendió algo muy importante que no habría de olvidar jamás: no hay nada peor que la traición.

La chica del colegio (cuento) - Martín Rabezzana

   
   Yo caminaba por una calle cercana a un colegio secundario cuando vi a una chica acercárseme. Yo tenía dieciséis años, ella parecía tener la misma edad; me tomó de un brazo sin decirme nada y en ese momento apareció un chico queriendo hablar con ella.
   -No tenemos nada de qué hablar -dijo ella.
   -Sí tenemos de qué hablar. Vení a mi casa.
   Entonces lo miré esperando una reacción negativa de su parte, pero la misma no existió.
   Empezamos a caminar mientras el chico se mantenía unos pasos detrás nuestro intentando convencerla de hablar con él; yo sabía que ella me estaba usando para deshacerse de su novio, pero no me importaba. El instinto de conservación de la especie es tan poderoso, que la simple idea de tener algo con ella me hizo fácil el exponerme a una agresión; después de varios metros el chico se fue.
   Seguimos caminando unas cuadras y cuando llegamos a su casa, para mi sorpresa, en vez de pedirme que me fuera, la chica me pidió que entrara con ella; en cuanto entramos al living empezó a sacarse la ropa, después se sentó en el suelo y me preguntó:
   -¿Vamos a hacerlo o no?
   Empecé a sacarme la ropa y su madre entró en la habitación, entonces me vestí lo más rápido que pude, pero la madre pasó simplemente hacia la cocina después de haber tenido con su hija una conversación absolutamente irrelevante. A los pocos segundos su madre se fue; apenas había notado mi presencia. Era obvio que su hija había hecho esto antes, por lo que pensé: "¡Qué puta!"
   Volví a sacarme la ropa y me acerqué a ella.
   Más allá de lo obvio, lo que más recuerdo ahora es lo que entonces pensé; ella iba a darme lo mejor de mi vida y yo sólo tuve hacia su persona un pensamiento de desprecio; aunque no lo haya expresado en voz alta, me siento culpable por eso, ya que esa chica hermosa fue muy amable conmigo y no merecía siquiera el menor pensamiento negativo de mi parte.

miércoles, 13 de febrero de 2013

La esencia del escritor - Martín Rabezzana


Ser escritor es tener el alma tan reluciente como oxidada, ya que se imagina cual si se fuera chico mas se vive en lo imaginado cual si se fuera un viejo cuya actualidad está tan desprovista de actividad que no puede más que vivir recordando el pasado, y en cierta forma es peor que eso, ya que si se escribe ficción se vive en falsos recuerdos.

Para mí escribir ficción es contar sueños, y como sucede en los mismos, a veces se entremezclan con la realidad y como no se sueña a voluntad, los sueños felices no tienen siempre lugar como uno querría...

Yo creía que escribía bien (también que cantaba bien), ¡pero siempre llega un alma buena a despertarlo a uno a las patadas! Y no puedo decir que no importe, ya que en esto importa sólo lo que piensen los demás -al menos importa más-.

La esencia del escritor es contemplativa, es la de un espectador siempre ansioso de tomar parte en lo visto, mas su destino lo arrastra a un costado y lo fuerza a mirar sin tocar (a sentir sin tocar) ya que se suele escribir lo que se puede sentir pero no vivir.

Soy escritor porque -como dice un tango- "soy un hombre que ha dejado de vivir para soñar".